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DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA

DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA
FRANCISCO IGARTUA CON DORIS GIBSON, PIEZA CLAVE EN LA FUNDACION DE OIGA, EN 1950 CONFUNDARIAN CARETAS.

«También la providencia fue bondadosa conmigo, al haberme permitido -poniendo a parte estos años que acabo de relatar- escribir siempre en periódicos de mi propiedad, sin atadura alguna, tomando los riesgos y las decisiones dictadas por mi conciencia en el tono en que se me iba la pluma, no siempre dentro de la mesura que tanto gusta a la gente limeña. Fundé Caretas y Oiga, aunque ésta tuvo un primer nacimiento en noviembre de 1948, ocasión en la que también conté con la ayuda decisiva de Doris Gibson, mi socia, mi colaboradora, mi compañera, mi sostén en Caretas, que apareció el año 50. Pero éste es asunto que he tocado ampliamente en un ensayo sobre la prensa revisteril que publiqué años atrás y que, quién sabe, reaparezca en esta edición con algunas enmiendas y añadiduras». FRANCISCO IGARTUA - «ANDANZAS DE UN PERIODISTA MÁS DE 50 AÑOS DE LUCHA EN EL PERÚ - OIGA 9 DE NOVIEMBRE DE 1992»

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«Cierra Oiga para no prostituir sus banderas, o sea sus ideales que fueron y son de los peruanos amantes de las libertades cívicas, de la democracia y de la tolerancia, aunque seamos intolerantes contra la corrupción, con el juego sucio de los gobernantes y de sus autoridades. El pecado de la revista, su pecado mayor, fue quien sabe ser intransigente con su verdad» FRANCISCO IGARTUA – «ADIÓS CON LA SATISFACCIÓN DE NO HABER CLAUDICADO», EDITORIAL «ADIÓS AMIGOS Y ENEMIGOS», OIGA 5 DE SEPTIEMBRE DE 1995

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LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

«Siendo la paz el más difícil y, a la vez, el supremo anhelo de los pueblos, las delegaciones presentes en este Segundo Congreso de las Colectividades Vascas, con la serena perspectiva que da la distancia, respaldan a la sociedad vasca, al Gobierno de Euskadi y a las demás instituciones vascas en su empeño por llevar adelante el proceso de paz ya iniciado y en el que todos estamos comprometidos.» FRANCISCO IGARTUA - TEXTO SOMETIDO A LA APROBACION DE LA ASAMBLEA Y QUE FUE APROBADO POR UNANIMIDAD - VITORIA-GASTEIZ, 27 DE OCTUBRE DE 1999.

«Muchos más ejemplos del particularismo vasco, de la identidad euskaldun, se pueden extraer de la lectura de estos ajados documentos americanos, pero el espacio, tirano del periodismo, me obliga a concluir y lo hago con un reclamo cara al futuro. Identidad significa afirmación de lo propio y no agresión a la otredad, afirmación actualizada-repito actualizada- de tradiciones que enriquecen la salud de los pueblos y naciones y las pluralidades del ser humano. No se hace patria odiando a los otros, cerrándonos, sino integrando al sentir, a la vivencia de la comunidad euskaldun, la pluralidad del ser vasco. Por ejemplo, asumiendo como propio -porque lo es- el pensamiento de las grandes personalidades vascas, incluido el de los que han sido reacios al Bizcaitarrismo como es el caso de Unamuno, Baroja, Maeztu, figuras universales y profundamente vascas, tanto que don Miguel se preciaba de serlo afirmando «y yo lo soy puro, por los dieciséis costados». Lo decía con el mismo espíritu con el que los vascos en 1612, comenzaban a reunirse en Euskaletxeak aquí en América» - FRANCISCO IGARTUA - AMERICA Y LAS EUSKALETXEAK - EUSKONEWS & MEDIA 72.ZBK 24-31 DE MARZO 2000

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sábado, 2 de octubre de 2010

Amigos y Enemigos - Revista Oiga 5/10/1987

El Patricio de la Paz

Señor director:

En su última edición OIGA destaca el gesto de desprendimiento del novelista Mario Vargas Llosa al donar los 50 mil dólares que recibió como ganador del Premio Hemingway-Ritz a los niños huérfanos de Ayacucho, contrastándolo con la actitud de nuestro presidente, quien dedico a levantar la hipoteca que pesaba sobre su residencia en Chacarilla los 9,000 dólares que cobro por el discurso que, como mandatario del Perú, cobro a la FAO, organismo de las Naciones Unidas que lucha contra el hambre en el mundo. Dicho sea de paso, el desplazamiento del presidente García a Roma, con una numerosa comitiva, costó al erario nacional más de 40,000 dólares.

Los peruanos debemos recordar con orgullo otro gesto de desprendimiento: el protagonizado por nuestro ilustre patricio, el doctor José Luis Bustamante y Rivero, quien en 1980 rechazo 500 mil dólares que, mancomunadamente, le ofrecieron los gobiernos de Honduras y El Salvador por haber sido el artífice del tratado de paz –firmado en Lima el 30 de octubre– que puso fin a once años de hostilidades entre ambas naciones centroamericanas.

El conflicto bélico entre Honduras y El Salvador estallo en 1969 cuando hinchas que asistían a los partidos por la Copa Mundial de Futbol que se celebraba en El Salvador y Tegucigalpa atacaron a los simpatizantes del equipo nacional visitante en ambas capitales. Hubo manifestaciones de protesta en los dos países. Honduras expulso a 11 mil campesinos salvadoreños asentados en su territorio y el 14 de julio tropas de El Salvador invadieron Honduras. Hubo un cese de fuego a pedido de la OEA y en 1970 El Salvador y Honduras crearon una zona desmilitarizada a ambos lados de la frontera mientras se buscaba una solución al conflicto.

El 3 de abril de 1978, Honduras y El Salvador solicitaron la mediación del doctor Bustamante y Rivero, ex – presidente de la República, ex – presidente del Tribunal Internacional de Justicia de La Haya y, en esos momentos, senador vitalicio del Perú. Durante dos años nuestro ilustre patricio recorrió los pueblos fronterizos de ambos países, dialogando con sus habitantes en agotadoras jornadas hasta encontrar puntos de coincidencia que sirvieron para redactar el tratado de Paz que en 1980 se firmo en palacio de Gobierno, en presencia del presidente Belaunde Terry.

Poco después se supo que El Salvador y Honduras quisieron entregarle al doctor Bustamante y Rivero 500,000 dólares, dinero que este rechazo manifestando que la paz de los pueblos no tiene precio. Noble gesto de nuestro ex – mandatario de la nación, repetido por Mario Vargas Losa que lamentablemente para nuestro país, no ha sido seguido por el presidente García, más preocupado en comprar residencias que en dar el ejemplo de desprendimiento.

Atentamente,

Emilio Muñante A.

José Luis Bustamante y Rivero – La Correspondencia – Oiga 7/02/1994

Lima, 20 de abril de 1945.

Sr. D.

Benjamín Roca Muelle,

Secretario General de la Oficina Política

de la Candidatura Bustamante i Rivero

Ciudad.

Señor Secretario General:

He advertido que en los últimos días el tono de los órganos de prensa que propician mi candidatura se va tornando agresivo i a veces francamente inconveniente.

Esta modalidad de nuestra prensa contraría las claras recomendaciones de mi Memorándum de 13 de marzo i desdice de nuestra cultura cívica. Ruego, pues, a Usted se digne suplicar a todos los Sres. Directores de órganos periodísticos que en esta capital o lugares próximos hacen la defensa de mi candidatura, quieran ajustarse en sus artículos e inserciones a las normas de moderación, compostura i dignidad cívica que deben inspirar todas nuestras actitudes. Igual pedido debe dirigirse, mediante los Comités Departamentales del Frente Democrático, a los periodísticos que en el resto del país acompañan nuestra, Causa.

Mui atentamente de Usted,

José Luis Bustamante y Rivero


EXPRESIVA misiva de Bustamante dirigida a Benjamin Roca Muelle, rogándole transmitir a los periodistas que alientan su candidatura un espíritu de civismo, respeto y moderación. Ese reclamo ha legado Bustamante a los peruanos. (Nuevos fragmentos de su epistolario aparecerán en los próximos números de nuestra revista).

sábado, 1 de mayo de 2010

El Comercio

Homenaje a Doris Gibson por los 100 años de su nacimiento

La periodista fundadora de Caretas, que falleció meses atrás, es recordada con una exposición en la Casa O’Higgins del Jirón de la Unión. Fotografías pinturas, parte de su colección privada y más

Sábado 01 de mayo de 2010 - 04:36 pm
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Comprando flores por Lima o tendida con unas amigas sobre una carreta. Púber, sonriendo, con la campiña al fondo y la vida a la distancia. El salto al matrimonio, el hijo, y otra vez tumbada; esta vez en el jardín, rodeada por sus nietos. Saliendo a protestar a las calles con pancartas en mano. Entrevistada por Mario Vargas Llosapara la última edición de “La Torre de Babel”. Más madura. Condecorada por mandatarios en pomposos escenarios o luego en el Rímac, en el Bar de los Valientes, con los trazos de un Cristo pintado por Sérvulo Gutiérrez sobre la pared. En todas las vetustas imágenes en blanco y negro que pueblan la Casa O’Higgins, y que nos invitan a recorrer la vida y obra de Doris Gibson, brotan la intriga, una insospechada afinidad y la consecuente afectación.

Fundadora de la revista “Caretas” junto con Francisco Igartua, en 1950, su estilo de hacer periodismo estuvo marcado por su tenacidad y volcánica personalidad. “Doris fue una mujer de una sola pieza. Entre el “glamour” de Leguía y la beligerancia de Alan García transcurrieron sus avatares de casi una centuria. Le tocó vivir el siglo XX a la usanza de la época, desenfrenada, arrolladora, con una fuerte presencia”, señala el curador de la muestra Luis Repetto.

“Su azarosa y exagerada vida —agrega Repetto— fue un mito, una leyenda. Discurriendo entre políticos, intelectuales, artistas, luchadores y librepensadores, absolutamente informada de lo que ocurría en distintas partes del mundo cuando las nuevas tecnologías no estaban desarrolladas como en la actualidad”.

PLETÓRICA
La muestra incluye además piezas de su colección personal, en plata, esculturas en piedra de Huamanga, keros de madera, cerámicas de Chulucanas, retablos, condecoraciones, y hasta objetos personales como sombreros, lentes, sombrillas, abanicos, collares. Asimismo, encontramos exquisitos dibujos y embriagadores cuadros que Sérvulo realizara inspirado en Doris. Se han recreado ambientes de su casa y se ha hecho hincapié en su relación con “Caretas”, a través de diversas portadas de la revista e incluyendo ejemplos de la publicidad de nuestro país durante la segunda mitad del siglo XX, ya que Doris empezó su carrera periodística vendiendo publicidad en la revista “Turismo”.

“El 28 de abril se cumplieron 100 años de su nacimiento, entonces están fusionadas lo que fue la exposición “El mundo azul de Doris”, que recoge la personalidad, el personaje, los cuadros de Sérvulo, sus colecciones de artesanía, la vida íntima de Doris; con lo que fue la extensión profesional de su vida, la trayectoria de la revista, así como ejemplos de publicidad de la época republicana de las décadas del 50, 60 y 70”, explica Marco Zileri, nieto de la homenajeada y actual director de la revista “Caretas”.

“La personalidad de Doris es indesligable de “Caretas”. Las cosas que se publicaba en la revista, en gran medida, respondían a las inquietudes de Doris. La línea política estuvo trazada por ella”, agrega Zileri. De allí que la muestra abarque algunas carátulas de la citada publicación, que provocaron clausuras o que acompañaron reaperturas.

Doris Gibson es un personaje que acompañó con su andar la historia de este país, ya sea con ordinarios paseos, o dando trascendentales pasos de libertad.

PERFIL
NOMBRE Doris Gibson Parra del Riego, (1910 – 2008).
NACIONALIDAD Peruana.
PROFESIÓN Periodista.
TRAYECTORIA Nació en Lima. Hija del poeta arequipeño Percy Gibson y Mercedes Parra del Riego. Contrajo matrimonio con el diplomático argentino Manlio Zileri Larco en 1931 y tuvo un único hijo: Enrique Zileri. En 1950, junto con Francisco Igartua, fundó la revista “Caretas”, la cual se convertiría con el transcurso de las décadas en la revista de investigación de referencia en el Perú.

MÁS INFORMACIÓN
DÓNDE: Casa O’Higgins
DIRECCIÓN: Jr. de la Unión 554
HORARIO: De lunes a sábado de 10 a.m. a 7 p.m.
INGRESO: Libre

miércoles, 28 de abril de 2010

Francisco Igartua: La Prensa

Recuerdos de un reportero

En homenaje a “La Prensa” en su Cincuenta Aniversario, de vida azarosa, cambiante y muchas veces de víctima

Ya han pasado algunos años y mucho –mucho– ha mudado el panorama; sin embargo, recuerdo a “La Prensa” muy cerca. Todavía mi máquina de escribir no se acostumbra a poner comillas a sus costados y a su nombre se alza solo, muchas veces, el teclado de las mayúsculas. Sus escaleras de madera húmeda, su viejo taller y su vieja rotativa; aún las puedo oler a la distancia. Hoy, no sé quienes ocupen esas o aquellas oficinas – la mía nadie, porque ni escritorio tuve– pero, no puedo olvidar la voz tonante, gruesa, con carcajada pulmonar de Pepe Diez Canseco y, menos todavía, la figura triste del Corregidor Mejía, con su sonrisa inmensamente buena bajo la singular nariz de payaso que adornaba su cara redonda. Fui gran amigo del Corregidor, posiblemente el único que tuvo en esos años de “La Prensa”; no sé si por ser yo el más joven de los redactores principales del diario y porque gozaba escuchándole leer sus extraordinarias crónicas culinarias, lo cierto es que me distinguió siempre con particular cariño y me alentaba en el género de la entrevista. “Lo importante es retratar al personaje –me decía –. Y tú lo haces bien”. Con sus ojos brillantes y pícaros, pequeños como de conejo, era un hombre indisciplinado y bohemio, tímido. Nunca alcanzó los halagos de un aumento de sueldo; y los necesitaba, para calmar esos ahogos asmáticos que se entremezclaban en su sonrisa y que le hacían crecer aún más la enorme bemba. El Corregidor nunca fué acariciado por la suerte. José Diez Canseco era distinto. El reverso. Y no fué personaje nuevo para mí en “La Prensa”. Yo ya lo conocía de “Jornada”, el diario que nació con el Frente Democrático y donde me inicié en el periodismo, casi como mandadero. Era la época en que acababan de morir las esperanzas en el Apra; y entre los primeros originales que ordené en los escritorios aún se confundían artículos de Luis Alberto Sánchez y Manuel Seoane con la famosa crónica de Sebastián Fomeque y notas de César Miró, Mario Herrera y otros. En “La Prensa”, el Sebastián Fomeque de Diez Canseco se había transformado en el Coronel Fiestas. Pero, era el mismo personaje que despidiera de la redacción del Edificio República, sin destino fijo, con estas palabras: “Yo soy conservador, amigo de los curas y un gran criollazo”. Su lucha contra el Apra, iniciada en “Jornada” bajo la dirección de Luis Bedoya Reyes y Mario Herrera, continuaba; con el aliento de José Quesada, primero y siempre de acuerdo a la orientación que imprimía a toda la campaña de la derecha contra el aprismo el director de “La Prensa”: Guillermo Hoyos Osores. Fueron el Corregidor Mejía y Pepe Diez Canseco a mi ingreso a “La Prensa” por gestión de Francisco Graña Garland, quienes me iniciaron en la historia y el espíritu de la vieja casa de Baquíjano. Al Corregidor le escuché relatar sus horas de bohemia con Valdelomar y Leonidas Yerovi; y por Pepe Diez Canseco, reunida gran parte de la redacción, supimos de Ulloa, Durand y Cisneros. Los dos habían vivido un poco el ayer. Eran nuestro puente con el pasado. Por eso, he comenzado esta nota rememorando sus figuras; que, además, fueron las de mayor colorido en los años que pasé en “La Prensa”. Pero, otras emociones, más intensas, son las que me ligan a la casa periodística de Baquíjano. Vivía el periodismo peruano en estado de guerra declarada. El cuartel general de uno de los bandos era “La Prensa”, “'La Prensa” de los años 36 a 39, animada siempre por Hoyos Osores. Como Director muchas veces y, otras, compartiendo la dirección con los propietarios que se habían ido sucediendo: los señores Bentín, don José Quesada –principalísima figura en toda la etapa posterior a Leguía— y Francisco Graña, era Guillermo Hoyos Osores la personificación del diario. Ser redactor de “La Prensa”, en ese entonces, significaba tener que vivir con no poco sobresalto. Y éramos pocos, muy pocos. Todos trabajábamos con contagiada pasión; desde Alberto Ferreyros, primer redactor, hasta los correctores de pruebas. Recuerdo las auroras que saludé con el diario fresco en la mano y las horas interminables, de curiosa espera que pasé para releer mis originales que habían sido llevados para las correcciones del Director. En “La Prensa” que viví no pasaba al taller una sola línea de información importante sin el visto bueno de la Dirección. Todo dato debía ser absolutamente confirmado; nada disculpaba no fueran las informaciones de veracidad intachable y el idioma cuidado hasta el exceso. La falta de personal y la escrupulosidad del doctor Hoyos en la dirección ideológica del diario hizo, sin embargo, que quedaran abandonadas muchas secciones, como la policial y aún la de deportes. Fallas en la administración, u otras razones económicas, hicieron imposible se continuara la página literaria que, dirigida por Percy Gibson Parra, llegó en un momento a tener resonancia en el mundo de habla española. “La Prensa” marchaba empujada por la política y señalándole rumbo a las fuerzas de derecha. Tenía aliados circunstanciales, de izquierda, y tenaces incitadores a una bárbara campaña panfletaria, de extrema derecha. A los primeros se les mantenía a distancia. No me será fácil olvidar la prohibición de que Eudocio Ravines, director de un pasquín que aparecía impreso en los talleres de “La Prensa”, subiera las escaleras que conducían a la Dirección y oficinas de redacción: “Demasiado se hace con permitirle ingresar a la administración para que arregle sus cuentas”. Existía un cuidadoso temor a contaminarse. A los últimos, dada su influencia en el Directorio, era necesario calmarlos haciendo uso de la astucia, las dificultades se sucedían y alternaban. Hasta que llegó la gran tragedia: Francisco Graña Garland, el motor de la cruzada, cayó abaleado en la Avenida Perú. Yo estaba a esa hora en la Cámara de Senadores. Esperaba a don Julio de la Piedra para una entrevista sobre el problema tributario en el Contrato de Sechura, por encargo del propio Graña. La noticia llegó incompleta. Se habló de una noche de San Bartolóme y vagando por los pasillos un senador clamaba: “Si han hecho esto con el bueno de Panchito, qué nos espera a nosotros”. En el corredor don Julio de la Piedra me pregunta si ya han capturado a los asesinos... Desorientado, salí a la carrera hacia el periódico. Allí estaba Hoyos Osores amarillo lívido junto a Alberto Ferreyros. Iniciaba en la máquina, con mano temblorosa y los dientes apretados, otro de sus famosos editoriales. “La Prensa” debía seguir su marcha. Al verme entrar, volteó la cara, indignado, y gritó: “¡Y Ud., qué hace aquí!” Desde ahora se encarga de toda la información policial de este asunto. Salga a la calle a hacer su crónica. Mañana sale el periódico". Y salió "La Prensa" con una orla negra inmensa v el editorial que yo vi a Guillermo Hoyos escribir.

Así era “La Prensa” en la que yo trabajé, hace algunos años, y que quiso revivir más tarde en el mismo diario donde me inicié como periodista y conocí a Pepe Diez Canseco, el hombre que me contó cómo eran Ulloa, Durand y Cisneros. Hoy "La Prensa" es un gran diario, moderno, con muchas secciones; y donde después de leer que un padre murió junto con su esposa golpeados por el hijo, con un fierro de un metro y dos centímetros, es necesario buscar la página editorial para saber que es este un crimen horrendo que demanda a la justicia un castigo ejemplar. El mundo sigue su marcha; pero, yo no podré olvidar a "La Prensa" de ayer.

Federico More: La Prensa

Cincuentenario de “La Prensa”

Como homenaje al cincuentenario de “La Prensa” encargamos a Federico More, un artículo sobre la vida de ese diario. Por diversas razones, el distinguido colega se halla en inmejorables condiciones para pintar episodios, escribir sobre personajes y hacer algo de Historia. Fieles a nuestra invariable conducta, publicamos el trabajo, sin quitarle ni ponerle coma. Es lo que hacemos con todos nuestros colaboradores, sin excepción alguna. En otra forma no entendemos la libertad de acción que debe, necesariamente, existir en todo periódico o revista.

Escribe FEDERICO MORE

Cuando, en mil novecientos tres, don Nicolás de Piérola vió que la candidatura presidencial de don Manuel Candamo era imbatible, comprendió la necesidad de tener un gran órgano de prensa que defendiese los intereses y los ideales del Partido Demócrata. Candamo era muy buen amigo de Piérola; pero ante todo, era el hombre fuerte del Partido Civil. El recién nacido Partido Liberal, aun no contaba. Los constitucionales –o caceristas– habían recuperado buena parte de su prestigio y renació el respeto hacia el héroe de la Breña. La Unión Cívica de don Mariano Nicolás Valcárcel, era pobre en partidarios; pero sus dirigentes gozaban de crédito político. El Presidente Romaña apoyaba a Candamo y, por supuesto, todo el Partido Civil. Ante este conjunto de circunstancias, Piérola comprendió que la lucha era absurda. Don Nicolás siempre fue amigo de pedir consejo. Así, cuando deseaba orientaciones jurídicas, iba en pos de don Manuel Pablo Olaechea o de don Ricardo Ortiz de Zevallos. Cuando implantó el Patrón de Oro, se atuvo a la experiencia y al conocimiento de don José Payan. Cuando quiso fundar un diario grande y comprendió que eso era, ante todo, un asunto financiero, buscó a dos hombres de finanzas que, además, eran dos caballeros. Fueron don Pedro de Osma y don José Carlos Bernales. El verdadero creador de “La Prensa” fué don Nicolás de Piérola. Osma y Bernales no fueron sino ejecutores del pensamiento pierolistas. Más o menos a los seis años de fundada “La Prensa”, don Pedro de Osma dividió al Partido Demócrata. Pero retrocedamos un poco. Si alguna esperanza tuvo Piérola de entenderse con Candamo, la perdió al ver que el primer gabinete de Candamo estaba presidido por don José Pardo: y la perdió del todo cuando Pardo ocupó la Presidencia de la República. En mil novecientos nueve, “La Prensa” ya casi no era pierolista, aunque todavía era anticivilista. A los seis años de fundada, había realizado su primer viraje. Después, “La Prensa” ha hecho muchas cosas. Ha sido Liberal y ha sido Leguiísta. Periódicamente hablando, le debemos sorpresas. Y sorpresas escalofriantes. Con motivo de sus Bodas de Oro, lanza una edición extraordinaria. Se supone que, cuando un periódico lanza una edición extraordinaria, les hace un regalo a sus lectores. En la edición extraordinaria de “La Prensa”, lo verdaderamente extraordinario ha sido el precio. Dos soles con cincuenta centavos por ejemplar. Es decir, que los lectores hemos pagado el festejo, los platos rotos y las botellas vacías. Otra sorpresa: cuando, últimamente, el Gobierno emite un Comunicado para demostrarnos que nuestra moneda es buena y sana, que tiene suficiente respaldo y que va a disminuir la cantidad de circulante, “La Prensa” en su columna editorial, elogia el Comunicado; pero, en otra página, nos dice que las reservas del Banco Emisor han bajado en catorce millones y que el circulante ha aumentado en cerca de ochenta millones. Como sorpresa, no cabe duda de que es altamente periodística. Que la entendamos o no, es otro cantar. Otra sorpresa: afirma “La Prensa” que su edición extraordinaria se agotó hasta el punto de no haber podido cubrir la demanda del público: pero nosotros hemos oído pregonar “La Prensa” a las dos de tarde. Quizá se trataba de algún canillita extraviado y que pregonaba el último ejemplar. A “La Prensa” le ocurre lo que ciertas mujeres hermosas que cambian de brazos y no se dan cuenta. Por eso, sin duda “La Prensa” ha tenido tantos directores ilustres. Citaremos a Alberto Ulloa, a Luis Fernán Cisneros y a Enrique Castro Oyanguren. Por la casa de “La Prensa” han pasado Leonidas Yerovi y Abraham Valdelomar. Ha tenido directores que no eran periodistas. Citaremos a don Carlos Rey de Castro y al señor Pedro Beltrán, dos señores dignísimos, el uno diplomático y el otro agricultor. Esto no importa cuando se piensa en que Pasteur no era médico. No cabe duda de que los cincuenta años de vida que tiene “La Prensa”, han sido bien vividos. “La Prensa” estuvo en manos de un aventurero colombiano, el señor Forero. Y es que quien cambia de formas y de brazos, no puede evitar caer en manos de un aventurero. Si causar sensación es el objeto principal de un periódico, no cabe duda de que “La Prensa” es sensacionalísima. Basta leer este título: “Inversiones del Extranjero son necesarias al Progreso de Países Subdesarrollados”. Decir Subdesarrollar es como decir subcrecer. El desarrollo es, siempre crecimiento. También es ampliación. Se desarrolla una tesis cuando se la hace crecer. “La Prensa” es heredera de “El Tiempo” y “El País”, dos diarios que nacieron, vivieron y murieron en brazos del Partido Demócrata. “La Prensa” tiene el ilustre título que le confirió la imaginación del señor Leguía, de haber inaugurado en América, la incautación de diarios. Don Germán Leguía y Martínez, inteligencia esclarecida, conducta pura y alma implacable, quiso que el Gobierno se incautara de “El Comercio”. Pero don Augusto comprendió que eso era un escándalo de proyecciones incalculables. La incautación de “La Prensa” era nada más que un abuso. Lo que quiso el Presidente Leguía era tener un diario propio y, antes que financiar uno nuevo, prefirió incautarse de uno más o menos nuevo. La oposición de “La Prensa” al señor Leguía fué obra exclusiva del propietario del periódico; de don Augusto Durand. Don Augusto Durand fué aliado y colaborador del Presidente Pardo, y cuando Leguía derrocó a Pardo, Durand ocupó el sitio que debió ocupar: fué al destierro y, luego, prefirió la muerte a la transacción. No hace muchos años José Quesada y Guillermo Hoyos Osores le dieron a “La Prensa” elegancia literaria; pero, de pronto, ambos abandonaron “La Prensa” y este diario, tornadizo y cambiante como el viento y como las olas, se convirtió en paladín de nuestra agricultura. Más que de nuestra agricultura de nuestro algodón. Pero, dígase lo que se quiera, un periódico donde han actuado Alberto Ulloa, Luis Fernán Cisneros, Leónidas Yerovi, Abraham Valdelomar, y que ya ha vivido cincuenta años —que es bastante vivir en nuestra accidentada vida periodística— merece un aplauso y un homenaje y yo, hombre de prensa, aunque no de “La Prensa”, brindo, sin reservas, ese homenaje y ese aplauso. Bien los merece un diario que, como quiera que se vean las cosas, ha conocido la nunca vista ni imaginada aventura del papel impreso.