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DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA

DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA
FRANCISCO IGARTUA CON DORIS GIBSON, PIEZA CLAVE EN LA FUNDACION DE OIGA, EN 1950 CONFUNDARIAN CARETAS.

«También la providencia fue bondadosa conmigo, al haberme permitido -poniendo a parte estos años que acabo de relatar- escribir siempre en periódicos de mi propiedad, sin atadura alguna, tomando los riesgos y las decisiones dictadas por mi conciencia en el tono en que se me iba la pluma, no siempre dentro de la mesura que tanto gusta a la gente limeña. Fundé Caretas y Oiga, aunque ésta tuvo un primer nacimiento en noviembre de 1948, ocasión en la que también conté con la ayuda decisiva de Doris Gibson, mi socia, mi colaboradora, mi compañera, mi sostén en Caretas, que apareció el año 50. Pero éste es asunto que he tocado ampliamente en un ensayo sobre la prensa revisteril que publiqué años atrás y que, quién sabe, reaparezca en esta edición con algunas enmiendas y añadiduras». FRANCISCO IGARTUA - «ANDANZAS DE UN PERIODISTA MÁS DE 50 AÑOS DE LUCHA EN EL PERÚ - OIGA 9 DE NOVIEMBRE DE 1992»

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«Cierra Oiga para no prostituir sus banderas, o sea sus ideales que fueron y son de los peruanos amantes de las libertades cívicas, de la democracia y de la tolerancia, aunque seamos intolerantes contra la corrupción, con el juego sucio de los gobernantes y de sus autoridades. El pecado de la revista, su pecado mayor, fue quien sabe ser intransigente con su verdad» FRANCISCO IGARTUA – «ADIÓS CON LA SATISFACCIÓN DE NO HABER CLAUDICADO», EDITORIAL «ADIÓS AMIGOS Y ENEMIGOS», OIGA 5 DE SEPTIEMBRE DE 1995

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LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

«Siendo la paz el más difícil y, a la vez, el supremo anhelo de los pueblos, las delegaciones presentes en este Segundo Congreso de las Colectividades Vascas, con la serena perspectiva que da la distancia, respaldan a la sociedad vasca, al Gobierno de Euskadi y a las demás instituciones vascas en su empeño por llevar adelante el proceso de paz ya iniciado y en el que todos estamos comprometidos.» FRANCISCO IGARTUA - TEXTO SOMETIDO A LA APROBACION DE LA ASAMBLEA Y QUE FUE APROBADO POR UNANIMIDAD - VITORIA-GASTEIZ, 27 DE OCTUBRE DE 1999.

«Muchos más ejemplos del particularismo vasco, de la identidad euskaldun, se pueden extraer de la lectura de estos ajados documentos americanos, pero el espacio, tirano del periodismo, me obliga a concluir y lo hago con un reclamo cara al futuro. Identidad significa afirmación de lo propio y no agresión a la otredad, afirmación actualizada-repito actualizada- de tradiciones que enriquecen la salud de los pueblos y naciones y las pluralidades del ser humano. No se hace patria odiando a los otros, cerrándonos, sino integrando al sentir, a la vivencia de la comunidad euskaldun, la pluralidad del ser vasco. Por ejemplo, asumiendo como propio -porque lo es- el pensamiento de las grandes personalidades vascas, incluido el de los que han sido reacios al Bizcaitarrismo como es el caso de Unamuno, Baroja, Maeztu, figuras universales y profundamente vascas, tanto que don Miguel se preciaba de serlo afirmando «y yo lo soy puro, por los dieciséis costados». Lo decía con el mismo espíritu con el que los vascos en 1612, comenzaban a reunirse en Euskaletxeak aquí en América» - FRANCISCO IGARTUA - AMERICA Y LAS EUSKALETXEAK - EUSKONEWS & MEDIA 72.ZBK 24-31 DE MARZO 2000

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domingo, 28 de diciembre de 2008

El PERU Y SU DESTINO por Francisco Igartua - Revista IDEELE - Instituto de Defensa Legal


Me pide ideele que responda un largo rosario de preguntas en cuatro o cinco cuartillas. O sea, me pide un milagro; no sólo por el cúmulo de interrogantes, sino por el tema que éstas abordan: razón de ser y destino del Perú. Una tarea que le costó toda una vida a Jorge Basadre, debo yo concretarla, a la carrera, en unos cuantos párrafos... Y como a la inconsciencia le está permitida todo, acepto el reto. Comenzaré por el nacimiento del Perú como república.

Se dice con suficiencia doctoral que la pobre existencia del Perú y de los demás países latinoamericanos se debe a que no fuimos colonizados por los sajones protestantes sino por los católicos españoles. De ahí –afirman estos sabios profesores universitarios nórdicos–, de ese punto de partida, resultamos siendo lo que somos: países margi­nales.

Y el hecho es irrefutable si no se entra al meollo del asunto. Es cierto que Inglaterra y el protestantismo colonizaron los Estados Unidos y que su costa atlántica fue refugio del excedente poblacional del otro lado del océano. También es verdad que esos colonos con nivel cultural relativamente alto gozaron de reglas económicas liberales y que Inglaterra tuvo a los Estados Unidos como una especie de extensión de las islas británicas, donde se invertía y donde se permitía el intercambio comercial con el mundo.

Pero ocurre, a la vista de cualquier observador desapasionado, que la comparación es impertinente y racista. Por lo tanto, España no colonizó América: la conquistó y la convirtió en territorios productores de riqueza para la metrópoli. A América no se trasladaron colonos sino soldados y funcionarios españoles. España no tenía entonces, luego de guerras sin fin, y con sus tercios ocupando Europa, excedente para exportar. El único proyecto colonizador que hubo en la América española es el de las misiones jesuitas en Paraguay, una colonización no hecha por blancos que desplazaban a los indígenas sino por indígenas guiados por unos cuantos frailes.


La presencia de España y Portugal en América no fue colonizadora –en el sentido que le estoy dando a la palabra–; fue parecida a la de Inglaterra en la India y África... ¿Y qué es lo que vemos ante nuestros ojos? ¿Qué queda en limpio de la presencia inglesa en esas tierras?... En este terreno, colocados así en situaciones similares, es que cabría hacer la comparación; y no será España, por supuesto, ni el moreno mundo latino, los que salgan mal parados de ella.

Producto de ese sistema virreinal español es el Perú republicano, y de ese Perú es del que debemos dar cuenta los peruanos, los habitantes de una república que nació con la independencia, pues nuestro pasado precolombino se quedó olvidado y escondido en las inmensidades del Ande y nunca tuvo –ni tiene ahora que va bajando de las alturas– arte ni parte, como no sea derramar su sangre en los muchos desastres y pocos aciertos del Perú republicano. Este Perú que va en camino de hacerse nación y cuya razón de ser, paradojalmente, más tiene que ver con su pospuesto pasado indígena que con la Lima virreinal. Un pasado que sí pesará en el Perú de mañana.

¿Qué tenía el Perú al nacer y qué tiene ahora?... Es la primera pregunta que me hago, recordando una nota de prensa que da cuenta del descubrimiento, en el fondo del mar, de un galeón hispano en las cercanías de Guayaquil. Ese galeón, contaba el cable, había estado cargado con barricas de vino, con peroles de cobre, con vasijas de aceite y gran cantidad de monedas de oro y plata. El galeón, construido en América, había ido cargando la mercadería en los puertos de la costa peruana y había naufragado al tomar rumbo a Panamá. Corría el siglo XVIII.

¿Qué hicimos los peruanos con esa economía que heredábamos del virreinato español?... Ese galeón, salido de astilleros peruanos, llevaba mosto transformado en vino, olivas convertidas en aceite, cobre hecho peroles y monedas de oro y plata acuñadas en el Perú. O sea, en ese entonces nuestra riqueza salía con valor agregado por una industria no tan incipiente para la época.

¿Por qué no continuamos los peruanos por esa ruta? ¿Por qué echamos por la borda esa oportunidad y nos transformamos en exportadores de materia prima?
El hecho, sin embargo, tiene alguna explicación: mientras en el norte de América no había mayores trabas para el intercambio comercial, en los virreinatos españoles todo estaba sometido a una estructura comercial sumamente rígida y centralizada. Nada podía intercambiarse, ni siquiera de un virreinato a otro, sin la intervención de la metrópoli. Una metrópoli que, además, en el siglo XIX se encontraba en la más absoluta decadencia y no podía siquiera seguir siendo mercado para América.

La situación del Perú de esos años podríamos compararla con lo que ocurre hoy en las naciones del Pacto de Varsovia, luego del derrumbe del comunismo soviético. A la mayoría de éstas el cataclismo sufrido las ha dejado convulsionadas, y la misma poderosa Alemania no logra todavía absorber la crisis de su lado oriental... Y se me ocurre que el derrumbe del imperio español, también centralista y dogmático, debió parecerse a la caída del Muro de Berlín.

Lo que sí no tiene explicación son los yerros de la república peruana posteriores a las anárquicas pugnas entre nuestros anacrónicos caudillos de los primeros años, que fueron sin duda producto del trauma que significó para los peruanos en general nuestra inesperada independencia y, también, de la inmadurez criolla, abanderada de ese alzamiento libertario.

Por lo tanto, ¿por qué han fracasado siempre, lastimosamente, los intentos por institucionalizarnos, y por qué hemos aceptado complacidos a los muchos mandones que han sobrepuesto su voluntad a la ley?...

No pienso que sea indispensable copiar a los Estados Unidos, que quedaron institucionalizados con su inamovible acta de fundación, pero sí creo que los países latinoamericanos han actuado irracionalmente y en su perjuicio al no comprender que cualquier conjunto social –sea nación, club, congregación religiosa o sindicato– no puede vivir armónica y continuadamente sin instituciones válidas y respetables, que estén por encima de los apetitos personales y de los intereses de grupo.

Esta es la gran falla que persiste en el curso de nuestra historia, plagada de rivalidades personales insustanciales, de ridículas vanidades y de envidias y rencores menudos. Sin este lastre, posiblemente el Perú habría podido retomar el camino del desarrollo que muestran los restos de ese galeón construido en las costas peruanas y naufragado con su cargamento de "valores agregados" en las cercanías de Guayaquil en algún año del siglo XVIII.

¿No tienen, pues, futuro el Perú ni América Latina?... Sin duda que no, si nos dedicamos a fundar "Patrias Nuevas" cada vez que les venga en gana a los mandones de turno, como Porfirio Díaz o Augusto B. Leguía en el pasado y hoy Chávez en Venezuela, copiando al peruano Fujimori.

Pero sí habrá futuro, aunque no fácil, si nos decidimos a corregir los yerros del pasado y a institucionalizarnos. No será fácil porque, en su tiempo, no supimos evitar ser marginados del concierto de las naciones punteras –nos independizamos pero no nos desligamos de España–, y hoy será tarea titánica romper la cortina de acero que, a través de un intercambio comercial manipulado, separa a los países del primer mundo del resto de la humanidad. Cuando, por ejemplo, los dirigentes socialistas del mundo entero, reunidos hace pocas semanas en París, proclaman que el mercado debe estar al servicio del hombre, lanzan un bello eslogan y esconden que los Blair, Jospin y Cía. cuidarán de que ese hombre sea europeo. Porque a eso los obligan los votos que los han colocado en el poder, así como también los votos obligan al gobernante de los Estados Unidos a cuidar del hombre norteamericano. Ese es el orden mundial del día. Y es un orden lógico.

Sin embargo, la historia es larga y más previsible de lo que muchos creen. Mientras tanto, grande es la tarea que tenemos por delante para que a la hora del cambio de guardia la historia no nos vuelva a coger desprevenidos como en los días de la independencia. Tenemos que comenzar por integrarnos, lo que significa un tremendo esfuerzo educativo; por añadir valor agregado a nuestra producción e inducir al ahorro nacional; por seguir acrecentando la infraestructura del país y devolver a las provincias el rango que han perdido; y, ante todo, debemos lograr que la ley, la institucionalidad, impere sobre el poder.

Para dejar de ser republiquetas, miradas con indiferencia o menosprecio por el primer mundo –declaraciones sueltas de funcionarios europeos recién ingresados al desarrollo dicen más que las muestras oficiales de respeto que se nos hacen–, los países latinoamericanos debemos apurar el paso para convertirnos en las repúblicas que aún no somos. Debemos hacerlo sin complejo alguno de inferioridad, pues si los Estados Unidos y más aún Europa gozan de poder y bienestar desde hace siglos, salvo hambrunas que América Latina en más de una oportunidad alivió, no nos sirven de ejemplo a seguir en asuntos de moral, justicia, humanismo y respeto a la vida. Las atrocidades y despotismos europeos jamás se han producido en estas tierras, excluidas del club de los privilegiados pero no ajenas a la elite mundial de la cultura. No estamos condenados a cadena perpetua.

Fuente: Revista IDEELE - Instituto de Defensa Legal.

jueves, 25 de diciembre de 2008

FRANCISCO IGARTUA - EDITORIAL - ¿SE PUEDE HABLAR DE LIBERTAD DE PRENSA EN EL PERÚ?

Francisco Igartua
No hay libertad más respetada -de la boca para afuera- que la libertad de prensa y en algunas declaraciones oficiales, o sea públicas, de ciertas dictaduras encubiertas, como la peruana, se llega hasta la veneración por ella. Sin embargo, en la realidad, en los hechos concretos, no hay libertad más maltratada -y maltratada por unos y por otros- que la libertad de prensa. Ni siquiera es vista con beneplácito por los mismos gobiernos democráticos y ninguna otra libertad es más aborrecida por todos los que ejercen o aspiran a ejercer un gobierno autocrático o absoluto.

Contra la libertad de prensa, por ejemplo, reaccionó violentamente, la semana pasada, Sendero Luminoso, cuando hizo estallar una bomba criminal en la casa de un periodista, Patricio Ricketts. A las ilusiones verbales -mejor dicho escritas- de este tropical arequipeño, que describía a Fujimori como a César bajo el arco de sus triunfos milita­res, escoltado por una procesión de vencidos senderistas, respondió el terrorismo con dinamita, al bárbaro estilo de los que creen que matando pueden imponer sus ideas.

Pero no sólo a dinamitazos se actúa contra el periodismo. Hay maneras más taimadas y más eficaces para destruirlo o silenciario. Al atentado criminal se responde casi siempre como ha respondido Ricketts: con un valeroso y desafiante "no me rindo", que produce instantánea admiración, aplausos, solidaridad y hasta un ligero roce con la gloria y la fama. La reacción en este caso es parecida a la que muchos tienen frente a las dictaduras abiertas, acostumbradas a castigar las rebeldías con clausura del periódico, cárcel y destierro. Pero a la hipócrita hostilidad de un gobierno no se le puede contestar con un desplante heroico, más si la agresión se limita a una o dos empresas periodísticas. La prudencia en estas situaciones aconseja, más bien, callar; pues es muy improbable encontrar apoyo para las protestas, ni siquiera entre los colegas. En estos casos no queda sino el silencio y seguir adelante, como lo ha hecho OIGA hasta hoy.

Este tema fue abordado por la Sociedad Interamericana de Prensa en su reciente reunión de México, aunque apenas de soslayo, ya que la declaración de la cita mexicana puso énfasis en el meollo principista de la libertad de prensa como columna vertebral de la democracia. Le faltó a la SIP la precisión de la Unión Mundial de la Prensa que, en setiembre pasado, en Berlín, se pronunció así: "El actual mayor acoso contra la libertad de expresión son los impuestos, que elevan el precio de los periódicos a niveles que los alejan del público".

¿Con cuánto mayor calor se hubiera expresado la Unión Mundial de la Prensa si en otros países el impuesto a la venta de periódicos y revistas llegara al 18% del precio de tapa, como ocurre en el Perú? Se trata de una cifra inimaginable en cualquier nación civilizada, donde, por lo general, la prensa, igual que los libros, las medicinas y los alimentos básicos no pagan impuestos o pagan porcentajes mínimos. Tampoco tiene cargas tributarias la educación, única excepción aceptada hoy en el Perú, quién sabe -piensan los maliciosos- porque dirigentes de negocios educativos han sido o son ministros de Estado. ¿Por qué se exceptúa la educación y no los libros, los periódicos, las revistas, con los que se educa tanto como con las escuelas? Pueblo que no lee, es pueblo que no piensa, que no medita, que no logrará mejorar su cultura cívica. Es un pueblo disminuido. Y con pueblos culturalmente lisiados es imposible forjar una nación. La televisión, por lo menos hasta hoy, no puede reemplazar a la lectura. La voz y las imágenes son óptimas para informar y hasta para enardecer el ánimo de las multitudes. No impulsan la meditación de los ciudadanos. Y ciudadanos cabales es lo que la República requiere para que hagamos de este país con raíces profundas una nación de futuro.

¿Por qué las ventas de revistas y periódicos -también de libros- deben ser castigadas con 18% de IGV, mientras que la TV distribuye su información y sus mensajes libre de impuestos? ¿Por qué esta discriminación en contra de la lectura?

Más aún, en el caso específico de OIGA: ¿por qué esta revista fue la única publicación presionada con amenazas de cierre y embargos para que no se retrasara en el pago de impuestos, discriminándola : ¿poniéndola al borde de la quiebra? (Hoy esa presión ha amenguado no por respeto a la libertad de prensa sino porque hubiera sido monstruoso que a OIGA se le siguiera acogotando mientras se arregla la falta de pago con el resto de la prensa nacional, a la que nunca se le exigió, como a OIGA, estar al día en sus cuentas, bajo amenaza de embargo).

Pero la enmascarada dictadura militar presidida por Fujimori no sólo echa mano a los impuestos para agobiar y destruir a la prensa de oposición. También utiliza el sabotaje publicitario: ni un solo aviso estatal -ni siquiera por equivocación- se publica en las revistas que son portaestandartes de las críticas al régimen. Y a este sabotaje se unen las empresas privadas; unas -la mayoría­ por directa presión del gobierno y otras -los fenicios de siempre- por inveterada disposición a cobijarse bajo el manto del poder de turno.

El cerco sobre la prensa independiente, sobre el periodismo que se resiste a la autocensura -que es la cómoda censura propiciada por el régimen-, se va cerrando en todos los frentes. Uno de éstos es el de la información. Tampoco una sola foto, una sola entrevista o una sola noticia del gobierno es proporcionada a las publicaciones opositoras. A ellas no se les abre una sola fuente de información oficial.

Valga el siguiente ejemplo para mayor ilustración sobre los maltratos que sufre la prensa opositora en este país:

Hace pocos días se iniciaba la visita del señor Fujimori a Chile, con ocasión de la transmisión de mando en ese país. Patricio Aylwin entregaba la posta democrática a Eduardo Frei. Como de costumbre, la prensa de 'oposición no estaba invitada para acompañar en el viaje al jefe de Estado. Teníamos que bailar con nuestro pañuelo -reducido ya a la nada- y la importancia del suceso obligaba a bailar. Acudimos, pues, a una empresa de transporte y le ofrecimos, como es costumbre, cambiar un pasaje para nuestro enviado con menciones a la compañía en las crónicas de Santiago... Obtuvimos, claro está, el pasaje ­no son tantos los fenicios-, pero con este angustioso ruego: "No nos mencionen absolutamente para nada, que no quede huella de un solo vinculo de nosotros con OIGA".

¿Se puede hablar de libertad de prensa en el Perú?

FRANCISCO IGARTUA - EDITORIAL - UN HUAICO CONTRA LA LIBERTAD DE PRENSA

Francisco Igartua
En los últimos meses la atención de todas las administraciones de las empresas periodísticas -todas, salvo excepciones contadísimas que confirman la situación general han estado y están obsesionadas con el IGV, impuesto a las ventas que, en el caso de la prensa escrita, tiene como intermediarios con el público -que es al que va dirigido el IGV- a los canillitas, a los puesteros, a los más informales de los trabajadores informales, en realidad vendedores volátiles, nómadas de la ciudad, a los que es imposible trasladarles el cobro del impuesto y que, además, por su trabajo, cobran un porcentaje sobre el precio de tapa, no sobre la factura -que no hay ni pueda haberla- de la empresa.

Como se ve, no hay impuesto más antitécnico que el IGV a la venta de diarios y revistas. Son el único producto que llega al público no por medio de un tendero sino por la mágica y nada técnica alfombra de los canillitas. ¿Cómo hacer para introducir en el mundo de la facturación a estas mágicas alfombras sin cara conocida, de padres imprecisos, pero con la fuerza suficiente para hacer valer su contrato (no escrito) de porcentaje sobre el precio de tapa? Sin canillitas no hay venta de periódicos ni revistas. (En los países muy desarrollados las máquinas los reemplazan y sus sistemas de producción le han quitado encanto a este arte y oficio que es el periodismo, transformándolo en fábrica de noticias y comentarios. Nosotros, por fortuna en estos casos, todavía no somos desarrollados y aún pueblan nuestras calles esos simpáticos personajes trashumantes que llamamos canillitas).

Pero no sólo antitécnico es el IGV a la venta de periódicos, también es una aberración, porque contra lo que piensan los ortodoxos, los fanáticos, los poseídos por el liberalismo, todas las reglas hechas por el hombre -y la ciencia económica es humana, además de inexacta- tiene excepciones que, precisamente, confirman la regla. En este caso, la regla de que no debe haber excepciones en materia de impuestos. Regla correcta, justa, ordenadora. Sin embargo, siendo el IGV un impuesto que va dirigido al consumidor y que, por lo tanto, aumenta directamente el precio de los productos ¿por qué no será posible, como mínimo gesto de solidaridad humana y más cuando el IGV es del 18% como es en el Perú, que se haga excepción con las medicinas? Dirán los fanáticos, que así también se beneficia a los ricos. Pero ¿cuántos son los ricos y en cuánto se benefician con un descuento del 18% en las medicinas? Porcentaje que sí muchísimos pobres no pueden cubrir y por lo que no podrán tomar la medicina que los libre de la enfermedad y de la muerte.

Pero no quiero hacer de esta nota un lamento fúnebre. Volveré, pues, al inicio de estas líneas y aclararé que las circunstancias me obligan en estos días a ocuparme de los menesteres administrativos de la empresa, a pesar de lo que muchas veces he dicho: que a mí me administran, que siempre me han administrado. Lo que es cierto. Aunque sin que haya podido librarme de ingresar algunas veces a estos enredosos terrenos.

Fue esta la razón por la que la semana pasada tuve que asistir a una reunión con el señor Alfredo Jalilie, el hombre del Tesoro, en la que estuvieron presentes y participaron los representantes de todos los medios de prensa, salvo dos o tres excepciones que uno de los asistentes explicó puntualizando que esos diarios, igual que la TV, reciben de la Sunat suficientes avisos pagados para luego cubrir sus cargas tributarias, sin verse, como todos los demás, en situación de quiebra.

Para que no hubiera malentendidos en la reunión y para que estos asuntos sean transparentes, escribí unos apuntes que ahí, en el Ministerio de Economía, leí y que aquí reproduzco:

Para que no se me escape la lengua, para no caer en desatinos y exabruptos por mi torpeza para hablar, voy leer estas notas, escritas a vuela lápiz:

Por lo que parece -aparte de una anterior a la que asistió nuestra gerente- ha habido reuniones previas en otros lugares que no es éste, para llegar acuerdos que no conozco, porque a esas reuniones OIGA no fue invitada.

Me veo obligado, por lo tanto, a señalar, en primer lugar, que el impuesto del IGV es injusto, antitécnico, absurdo. Ya esto lo habrán planteado todos mis colegas.

Si el Estado quiere contribuir a la enseñanza popular -se habla de que editemos libros escolares-, si desea formar ciudadanos con educación cívica, lo primero que debe hacer es propiciar y no entorpecer con impuestos la difusión de la lectura, de los periódicos, que son los libros elementales de la actualidad y más en países embrionarios como el nuestro.

Por algo la Unión Mundial de la Prensa ha declarado, en setiembre, en Berlín, que' "el actual mayor acoso contra la libertad de expresión son los impuestos, que elevan el precio de los periódicos a niveles que los aleja del público".

El tema no es, pues, local. Es más amplio. Sin embargo, en Alemania el IGV o IVA para la prensa es 6%, en España 3%, algo parecido ocurre en Italia... Mientras que en Francia, Holanda, Dinamarca y otros países nórdicos el IGV no sólo no existe sino que los periódicos tienen subvención estatal.

Ningún otro país en el mundo, a excepción del Chile de Pinochet, se carga con 18% la cuenta de periódicos y revistas; o sea la difusión de la lectura. (Un reciente intento de hacer lo mismo en Bulgaria ha concluido con el rechazo en pleno de la prensa búlgara). Por algo están comenzando las protestas en el Chile democrático. A pesar que los periódicos en Chile, como en la generalidad de los países europeos y en los de América del Norte, están libres -repito- están libres de impuestos de aduana, que aquí son altos y en un momento fueron mayores sólo para las revistas. Chile -hay que recordarlo- es productor de papel periódico. En el Perú el papel nacional es de caña. Un asesino de las rotativas. Eso lo sabe bien el presidente del Congreso, el señor Yoshiyama.

El 18% de IGV es una carga más que injusta, es discriminatoria si nos comparamos con la televisión o la radio, que difunden sus mensajes y sus informaciones sin pagar IGV. ¿Por qué ocurre tamaño despropósito? ¿Por qué esa misma difusión, libre de impuestos en la TV, ha de pagar 18% de IGV cuando se hace por escrito y alienta la lectura del pueblo?

Al estar aquí presente quiero, sin quejarme de nada ni de nadie, puntualizar que la situación de OIGA, al tener una deuda bastante más pequeña que la de otros, ya que sus atrasos en los pagos son muchos menores, no le permite asociarse al entusiasmo por imprimir separatas y menos libros que -lo digo de paso- serán distribuidos como donación personal por el candidato del gobierno. OIGA está limitada a pagar su deuda -deuda injusta y absurda, repito- por medio de avisaje que, por lo que parece, es una de las opciones que se habrían acordado en reuniones a las que no he sido invitado.

Y, algo más: Esa deuda debe ser cancelada a la firma del contrato publicitario, porque, de no ser así, las multas y las moras podrían aplastarnos como bola de nieve... la bola de nieve o, mejor dicho, en peruano, el huaico de piedras y barro que es el IGV contra la libertad de prensa.

La buena voluntad expresada por el señor Jalilie y otros representantes del gobierno, hacen pensar que habrá solución a esta injustísima situación.

FRANCISCO IGARTUA - EDITORIAL - CUANDO LAS PALABRAS NADA SIGNIFICAN

Francisco Igartua
"Ahora ya nadie pondrá en tela de juicio la limpieza, la transparencia de las elecciones; el gobierno ha aceptado las reglas de juego de la oposición". Esto es, más o menos, lo que ha dicho Fujimori, respaldando la resolución casi unánime del CCD, dándole fuerza de ley al proyecto electoral del Colegio de Abogados de Lima. Y lo dicho por el jefe de Estado -repetido tontamente por muchos opositores que hablaban de fraude por inercia y no por reflexión- no corresponde a la realidad. No es cierto que la ley electoral sea, ella misma, garantía de pureza electoral. Lo que esa ley significa es otra cosa. Significa que no será prorrogado el mandato de Fujimori, que no serán postergadas las elecciones. Porque a eso, a su postergación -no al fraude- apuntaban las tardanzas en el debate y la insistencia en que se cumplieran las reglas de la Constitución cecedista. Lo dice 'El Comercio', el ponderado decano de la prensa nacional, al titular su editorial del viernes con esta frase contundente: "Cambio de actitud (del gobierno) hace viable el proceso electoral". Quiere decir que 'El Comercio', aunque con reservada prudencia, coincidía con OIGA en que las elecciones eran inviables -que no se producirían- si el gobierno se empecinaba en sus planes. No había que ser zahorí para advertir que las trabas y demoras en el debate electoral, así como el abierto propósito de ajustarse a la nueva Constitución, no tenían otra salida, por la imposibilidad material de cumplir con los plazos, que la postergación de las elecciones. El plan que el gobierno exhibía era evidente: hacer inviable, por fuerza mayor, el proceso electoral y tener así que verse 'obligado' a autoprorrogarse en el poder.

Poner fin a esos planes continuistas, a la reelección sin ánforas, es lo que significa la aceptación de la propuesta del Colegio de Abogados. Decir, pues, que la nueva ley hará limpias las elecciones no es cierto. Las hace posible, que es distinto. Corta por lo sano unos planes que no por burdos y torpes dejaban de estar respaldados por los dichos y hechos del régimen. No eran imaginación las demoras abusivas del debate electoral -corno no es producto de la imaginación la ley Cantuta-, ni cesaban las declaraciones concretas de Fujimori exigiendo se cumplieran las normas electorales de la nueva Constitución, orden que fue obedecida por su hombre de las dos torres y otros de sus cecedistas hasta minutos antes del sorprendente cambiazo... Lo que ha ocurrido es una calculada variación de táctica ejecutada por sorpresa, maniobra en la que son duchos los militares, sobre todo los de inteligencia, y que ya han empleado en varios ocasiones con este régimen. ¿Cuál será la nueva táctica para llegar al objetivo estratégico: la permanencia en el poder por veinte años? Ya se irá descubriendo poco a poco.

La pureza o suciedad del proceso electoral dependerá de la calidad personal de los miembros del Jurado Nacional que sean elegidos. A ellos corresponderá observar los recursos ilegales que se empleen en el proceso y dar curso a la acusación correspondiente ante los Tribunales de Justicia. Desgraciadamente, estas nominaciones comienzan con el de la Corte Suprema, donde el gran elector de quien presidirá el Jurado Electoral será don Luis Serpa, magistrado acusado por Fujimori de haber declarado inocente a Abimael Guzmán y luego, después del autogolpe, elegido imperialmente, por tres años, presidente de la Corte Suprema. El comienzo, como se ve, tiene mal olor y es casi seguro que los múltiples actos irregulares que mancharon los últimos procesos electorales se volverán a repetir, sin que se produzcan las obligadas acusaciones del Jurado ante la Fiscalía, salvo voces aisladas de protesta, como las del doctor Chávez Molina. Por lo pronto, ya se están volviendo a repetir los atropellos a la ley electoral, tanto con el respaldo político que le ha dado al gobierno el alto mando militar, que legalmente no puede ser deliberante en asuntos civiles, como con los repartos que militares uniformados hacen de millones de almanaques a todo color -¿quién los paga?- con la efigie de Alberto Fujimori, candidato a la reelección. O ¿no es verdad, como dijo en el hemiciclo un cecedista de la mayoría, que sólo un caído del palto no se daba cuenta que la Constituyente no tenia otro objetivo que hacer posible la reelección del convocante?

Lo que Fujimori ni sus militares adictos, ni siquiera el Jurado Nacional de Elecciones, podrán variar es el resultado del recuento de los votos, siempre y cuando este recuento se haga en mesa, sea irrevisable y asistan al acto personeros de los candidatos, a quienes se les extenderán actas firmadas por los miembros de la mesa y cuyos resultados serán inmediatamente trasmitidos por computadora del colegio electoral a los centros acopiadores de datos. A una potente candidatura, con personeros calificados en todas las mesas y computadoras en los centros de votación, no hay posibilidad de hacerle fraude con los votos. Los atropellos a la ley electoral, que abundarán esta vez, serán concentrados en la presión que la Fuerza Armada obediente al régimen, los prefectos y el propio presidente-candidato hagan sobre la población. Presión que sin embargo, en algunos casos podría resultarles contraproducente... Porque eso de recibir regalos y votar contra el regalador que nos cae antipático no es ajeno al espíritu criollo, a la picardía nacional, hija de la pobreza y el desamparo.

Todo, sin embargo, hasta lo más estrafalario, puede ocurrir en un país donde las palabras, las promesas, las mismas disposiciones tomadas pueden significar una cosa ahora y mañana otra distinta, o no valer nada. ¿Cómo entender las frases de Fujimori alegando, con su media sonrisa, que la nueva disposición electoral es garantía de transparencia? ¿Hay alguna seriedad en la declaración del ministro del Interior explicando que Fujimori visita y se saluda amablemente con los presos senderistas de Puno porque "el presidente se preocupa y vigila que se respeten los derechos humanos"? Aunque más llama la atención que a nadie haya repugnado tan cínico desparpajo. ¿Será que estamos saturados de espanto? Nada nos conmueve ni nos indigna. Hasta hay quienes toman en serio y le creen al general Nicola di Bari cuando, olvidándose de todas las mentiras que le estallaron en la cara al descubrirse los horrores de La Cantuta, alega que en el Huallaga no ha habido faItamiento a los derechos humanos. Cuando lo único serio que se puede hacer en este caso, antes de negar los hechos, es investigar imparcialmente el volumen de esos crímenes -que han sido filmados y fotografiados-, pare saber si la victoria sobre Sendero -que hasta ahora está por comprobarse- no ha sido opacada por los excesos o errores de los combatientes.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

FRANCISCO IGARTUA - EDITORIAL - ESTÁ A LA VISTA

Francisca Igartua
Pobre, muy pobre es la explicación que dan los miembros de la oposición en el CCD para justificar su presencia en ese Parlamento, adorno democrático del régimen. Alegan que no se ganaría nada si ellos se retiran del Congreso, dejando a Fujimori solo en la cancha, con la pelota en los pies, sin juego, porque los accesitarios están alertas para reemplazar a cualquier renunciante. Dicen que los accesitarios no duermen a la espera de cualquier renuncia, listos a ocupar la curul que no alcanzaron por unos pocos votos de diferencia. ¡Pobre Perú es el que nos muestran estos opositores sin talento y sin coraje! ¡No se atreven a dar, con audacia, el gran paso -a la vez que el único eficaz- para dejar sin máscara democrática al fujimorismo, porque detrás de cada hombre hay -dicen­ un reemplazo, un accesitario, más infeliz que ellos!

No responden al fondo del asunto.

Esquivan el golpe escudándose en que hay la posibilidad de que las cosas empeoren por culpa de unos desconocidos que ellos describen como voraces por el puesto y por los emolumentos que lo acompañan. (Emolumentos mucho, muchísimo más copiosos que los del Parlamento disuelto por el golpe militar). E insisten en no explicar, racionalmente, porqué permanecen en el CCO a sabiendas de que allí sirven al gobierno y no a la oposición. Los miembros de la oposición en el CCO saben que su presencia y participación en los debates parlamentarios es hacerle el juego al gobierno; es darle vida al disfraz democrático del régimen; es convalidar todos y cada uno de los atropellos que allí se consagran; y, sobre todo, es darle una máscara para engañar a quienes lo ob­servan desde el exterior.

Los cecedistas de la oposición, por ejemplo, nada tienen que hacer en el debate electoral. No está en sus manos nada que signifique garantía de elecciones limpias para el próximo año. Sea cual sea el estatuto electoral que salga del CCO, el gobierno no lo cumplirá en lo que no sea de su conveniencia, como no cumplió, en el referendo y en la elección del CCO, ninguna de las normas que no le agradaban de la ley electoral vigente en esas fechas. Será inútil cualquier estatuto -hecho por Siura o por la oposición-, porque será acatado sólo en lo que al gobierno se le antoje cumplir. También, igual que ayer, la Fuerza Armada -controlada por la cúpula que gobierna- seguirá actuando como partido político del régimen, escudada esta vez en "la guerra contra la pobreza", que es, coincidentemente, la bandera electoral de Fujimori. Y no igual, sino más que ayer, las arcas fiscales estarán al servicio de los intereses electorales del gobierno...

Sin embargo, y aquí llegamos al tema de fondo y al fondo del problema, el gobierno no sólo no es ganador anticipado sino que no ganará las elecciones. Esto, a pesar del apoyo militar, del saqueo de los presupuestos del Estado -destinado a comprar votos- y de la imagen democrática que el inútil debate electoral le está obsequiando. El gobierno podrá reírse y se reirá de todas las normas y leyes electorales, pero lo que no podrá es evitar las elecciones. Tampoco podrá postergarlas. El gobierno está condenado a realizar elecciones y a realizarlas en la fecha señalada. No tiene escapatoria. Hay compromisos internacionales que lo tienen atado, que lo obligan. Y en los procesos electorales se pueden hacer muchas trampas, menos una: alterar el resultado del conteo de los votos cuando ese conteo se hace en mesa, ante los personeros de los candidatos, con copia del acta para cada uno de los participantes. A lo que hay que añadir tinta indeleble y depuración de padrones Esto es lo único que hay que vigilar. Y la vigilancia se puede hacer desde la calle. El resto del debate es puro engaño, fuegos fatuos, éter, adormidera y, sobre todo, obsequio que la oposición le hace al régimen de un disfraz democrático.

De todos modos habrá, pues, elecciones y en esas elecciones el gobierno hará todas las trampas ya señaladas. Pero no ganará. Porque lo que no podrá hacer, repito, es manipular los resultados. Ya que si se llegara al impensado extremo de variar las reglas del recuento en mesa, habría que dejar que Fujimori compitiera con su sombra, sin contrincantes, igual que Odría. Y eso, democráticamente, también 'es perder'.

Si algo puede hacer la oposición cecedista para colaborar en la derrota electoral de la dictadura encubierta que nos impuso el golpe militar del 92 y que el 95 intenta perpetuarse con la reelección, no es permaneciendo en el hemiciclo sino, al revés, saliéndose de él y dejando a los gobiernistas sin juego: correteando solos por la cancha, buscando competidores, peleando contra el viento, desesperándose con los exabruptos que le soplan desde lo alto a Martha Chávez. (Por último, no necesitarían los opositores del CCO renunciar a la curul, ni siquiera a la tesorería, si es que saben montar una huelga inteligente; aunque así quedarían a la altura en que ellos ponen a los accesitarios)

-Pero ¿y el candidato? Preguntarán algunos pragmáticos de este bando, que quieren saber si hay, agua en la piscina.

-¿Qué, están ciegos? Acaso no está ya a la vista.