LA TERCERA
En la guerra del pacifico, circulaban libremente, se alojaban
en casas, comían en un hotel y recibían visitas en la estación de trenes.
Quizás el buen trato hizo que sólo uno se fugara.
por Roberto Farías
¿Aló, familia Burucúa? ¿Son ustedes descendientes de un
médico peruano?” Este curioso llamado, recuerdan en esa familia, que son los
únicos Burucúa de la guía, se ha producido ya varias veces. La penúltima, hace
unos años, cuando en 2003 un tataranieto del héroe peruano de la Guerra del
Pacífico, Leoncio Prado, buscaba antecedentes de su paso por Chile.
Específicamente de su estancia como prisionero en la comuna de San Bernardo.
¿Y por qué acudir a los Burucúa? Porque Bernardo Burucúa,
médico del Ejército peruano, fue -junto a Fernando Rivera- uno de los
destacados prisioneros peruanos que se quedaron a vivir en Chile y su
descendencia podría tener información. Estando preso, Burucúa trabajó como
médico en el Hospital Parroquial de San Bernardo. Dejó tan buena impresión, que
no quiso repatriarse, se integró a la vida social y se casó acá. Su nombre
figura entre los fundadores del cuerpo de bomberos en 1903. “Fue un miembro
activo de la política local y sólo en alguna ocasión le sacaron en cara su
pasado como prisionero de guerra”, recuerda el profesor de historia Carlos
Besoaín. “Pero Burucúa al parecer no dejó descendencia. Ni siquiera sus restos
están en el cementerio local”, afirma. Y los Burucúa de la guía son
descendientes vascos directos.
La búsqueda del descendiente de Prado le permitió a Besosaín
hurgar en la estadía de los prisioneros de guerra en San Bernardo.
Había sido tal la conmoción que despertó el Combate Naval de
Iquique que, cuando el 8 de octubre se capturó el Huáscar en el Combate de
Angamos, los 16 sobrevivientes peruanos recibieron en Chile trato de héroes y
fueron encarcelados en condiciones especiales. Entre ellos iba Mariano
Portales, quien disparó a Prat y Pedro Gárezon Thomas, el último en comandar el
Huáscar muerto Grau. Se les embarcó en el buque Blanco Encalada a Antofagasta y
luego en el Copiapó a Valparaíso. Mientras en Santiago, el coronel chileno
Antonio Bustamante tenía la misión de encontrar una casaquinta en San Bernardo
-por estar cerca de Santiago- para alojar a los prisioneros. La encontró en
calle Freire 24, a media cuadra de la plaza donde hoy hay un edificio
comercial.
Las cartas de los prisioneros revelan el viaje. Escribe
Fermín Diez Canseco con la ortografía de la época: “A bordo del Copiapó,
Mejillones, 9 de octubre. Mi adorada mamá. Estoi prisionero; no sé dónde me
llevarán, pero supongo que a Valparaíso. Consuélese i crea usted que a cada
instante pienso en todos”. El guardiamarina Francisco Retes escribió
posteriormente: “San Bernardo, 15 de octubre de 1879. Querida mamá, anoche
llegamos a esta pequeña población situada a muy corta distancia de Santiago, en
donde estamos perfectamente alojados en una casa huerta. Espero por el gobierno
y recibiendo las mayores atenciones de parte de los encargados de cuidarnos”.
En el diario El Maipo del 9 de noviembre de 1879 relata el
buen vivir que tenían los 16 prisioneros: “Podían levantarse a cualquier hora
dentro de la mañana, hasta que se les llamaba a almorzar en el Hotel Bolívar.
Podían circular hasta la plaza. En la tarde algunos leían y otros recibían
visitas de la capital, de familias que tenían conocidos en Lima. A las cinco y
media se les llamaba a comer. Luego llega la noche y con ella cierta tristeza
que algunos disipan jugando al billar en el hotel vecino”.
A comienzos de noviembre de 1879 se acordó un canje de
prisioneros con Perú. Un mes después, el 3 de diciembre arribaban a Valparaíso
los prisioneros de la Esmeralda que fueron recibidos como héroes. El 30 de
diciembre llegaron los marinos peruanos a Callao, pero no recibieron el mismo
trato. El nuevo Presidente Nicolás Piérola les negó honores oficiales y les
impuso un sumario por la pérdida del Huáscar.
Mauricio Pelayo, un investigador autodidacta y coleccionista
de la Guerra del Pacífico, creó el sitio web www.chiletumemoria.cl donde uno
puede rastrear 80 mil nombres de soldados de la Guerra del Pacífico chilenos.
Relata algo más de los prisioneros peruanos. “Como la Guerra continuó y se
extendió hacia más al norte”, explica Pelayo, “muchos prisioneros de la Campañas
de Tacna y Arica fueron enviados a San Bernardo. Nuevamente la localidad al sur
de Santiago recibió a muchos militares peruanos. Sin embargo, en esta
oportunidad los prisioneros no llegaron a un cuartel, morada o edificio
específico, sino que se les alojó en las viviendas de distintas familias de la
villa. Cada hogar recibió una asignación mensual por parte del gobierno, la
cual alcanzaba a 23 pesos por cada persona hospedada”. Entre ellos venía
Leoncio Prado, el héroe, que fue tomado prisionero en Tarata, en la sierra
peruana en 1880. Estuvo en Chile dos años, hasta que en 1882 y para ser
repatriado, juró no volver a tomar las armas contra Chile. Sin embargo, lo hizo
y en la batalla de Huamachuco fue herido y capturado. Estando en prisión en la
sierra contrajo tisis y dice el mito que fue fusilado en su cama.
Según Mauricio Pelayo, el único prisionero que se fugó de San
Bernardo fue el comandante peruano Erasmo Cornejo.
El profesor Carlos Besoaín calcula que los prisioneros
alojados en San Bernardo llegaron a ser entre 350 y 600. No siempre todo fue
pacífico. Algunos no fueron aceptados en las casas por borrachos y revoltosos.
Otros agradecieron el delicado cautiverio.
La mayoría de los presos fueron repatriados en 1883 cuando
terminó la guerra. El único rastro actual de esa historia fue que en la década
del 80 se abrió un pasaje en San Bernardo llamado Doctor Burucúa. Nada más.
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