FRANCISCO IGARTUA
EDITORIAL Otra vez la inútil conseja de Brecht
Revista Oiga 11/08/1995
Se ha repetido tantas veces la conseja de Brecht, y tan
inútilmente, que me parece perder el tiempo volverla a citar: Vinieron por el
sastre de abajo, pero yo no era sastre... Vinieron por el vecino religioso,
pero yo no era religioso... Hasta que vinieron por mí...
Lo mismo está ocurriendo hoy en el Perú y nadie o casi nadie
se inmuta. La persecución no es contra ti, contra los individuos, sino contra
las instituciones, muchas veces contra corporaciones adversas a tu sentir y
ajenas a tu gremio, por lo que te quedas quieto, sin advertir que la próxima
puede ser tu comunidad. Se agravió, por ejemplo, a los jueces y magistrados y
se arrasó con la institución judicial... y muchos pensaron ¿por qué deberían
preocuparse los que no eran jueces, o magistrados?... Lo mismo ocurrió con los
Colegios Profesionales, pero como millones de peruanos no son profesionales
¿por qué habría de cundir la alarma?... Los municipios fueron atropellados,
pero como la mayoría no es concejal ni pretenden serlo hubo silencio... Se
vilipendió a los políticos y a los partidos y como ni partidos ni políticos son
gratos cuando están lejos del poder, la multitud los repudió y los halló
“tradicionales”, la nueva voz descalificadora... Ahora le ha tocado el turno a
la Iglesia, y para agraviarla impunemente, con alevosía y ventaja, el agravio
vino unido a un tema sobre el que la Iglesia sostiene una posición que no es
bien vista por la mayoría de las gentes. Y la reacción es: ¿por qué rechazar
esos agravios si uno no es religioso? ¿Por qué preocuparse por el manoseo a una
institución que sostiene una posición diametralmente contraria a la libertad
sexual, a la que uno es afecto?
El conflicto creado por el presidente de la República con su
agresiva referencia, en el Mensaje del 28, al control de la natalidad,
aderezada con unos cuantos insultos a la Iglesia, es un hecho político y no
otra cosa. Un conflicto en el que nada tienen que ver las te de cobre, los
condones, las abstinencias, las píldoras y ni siquiera el aborto. Se trata de
un gesto político dirigido a someter a la Iglesia como institución, planteado
en un terreno estratégicamente escogido para, en la confrontación buscada, el
gobierno cuente con todas las circunstancias a su favor, ya que son los más y
no los menos los que prefieren no ser molestados con interferencias morales a
la hora del placer sexual y son numerosísimos los ciudadanos con odio natural a
lo religioso, a lo sobrenatural, a la disciplina ética que no parta de la
propia voluntad. Aparte de que no hay persona consciente que no se preocupe y
alarme con el crecimiento de la natalidad en medio de la miseria, el hambre, el
abandono y la ignorancia.
No se trata, como Expreso ha querido hacer creer, de que los
exabruptos presidenciales contra la Iglesia se produjeron como apurada y simple
respuesta a la homilía del Cardenal Vargas Alzamora en el Te Deum, en la que
éste hizo genérica y conceptual referencia a las obligaciones de los gobernantes.
No. El Mensaje se produce poco después del Te Deum y fue leído. Era un texto
escrito de antemano. Los insultos de “vacas sagradas y tabúes que se derrumban”
fueron, pues, premeditadamente consignados en el Mensaje para crear el
conflicto político. Más todavía, al día siguiente y al subsiguiente, en El
Peruano, el periódico oficial del Estado -o sea de todos los peruanos-, aparecen
dos artículos donde se insulta a la Iglesia hasta la náusea -ver sección En el
Perú-, bajo la firma del secretario del presidente Fujimori.
La intención política no puede estar más clara y sólo a los
ingenuos se les ocurre caer en el juego y ensartarse en la oscura polémica
sobre métodos para lograr el sexo seguro. La Iglesia, con habilidad antigua, no
cayó en el anzuelo. Planteó, en un comunicado del pleno episcopal, su razonado
rechazo al aborto, al asesinato de una vida ya nacida, expuso su doctrina sobre
los métodos de planificación familiar y con un largo capotazo alejó de sus
terrenos al toro bravo que el gobierno le había soltado. Y para rematar la
faena, con sosiego de civilización añeja, monseñor Irizar explicó: “Cada pareja
y persona es responsable de su vida conyugal; en ese sentido nosotros ayudamos
-desde la Iglesia- a formar conciencia, pues, al final, cada persona decide en
su conciencia ante Dios. Por eso, al santuario de la conciencia, no entramos;
ahí no entra nadie, mucho menos el Estado”. En resumen, la Iglesia no propone
ni alienta una política poblacional. Ese es terreno del Estado. Lo que la
Iglesia tiene es una doctrina al respecto que los fieles a ella y los hombres
de buena voluntad están en libertad de seguir. Una doctrina que no propugna la
procreación irresponsable sino la paternidad responsable y a la que le preocupa
no tanto el número de habitantes sino la forma como estos aumentan.
Lima, octubre 13, 1995
ResponderEliminarSeñor Director:
Es necesario añadir a la lista de adhesiones de respaldo a Oiga y al colega Francisco Igartua, y al texto circulado a iniciativa de El Comercio y de CARETAS a través del Instituto Prensa y Sociedad, las firmas en orden alfabético de los siguientes congresistas-periodistas: María Ofelia Cerro, Enrique Chirinos Soto, Javier Diez Canseco, Harold Forsyth, Alfonso Grados Bertorini, Gustavo Mohme Llona, Henry Pease García, Anel Townsend y Denis Vargas Marín.
Resulta gratificante la diversidad de posiciones reflejada en esta lista, y la hidalguía civilizada de personas que han tenido diferencias tajantes con la publicación en cuestión.”
CARETAS, Nos Escriben, Edición N° 1385 (19/10/1995).