Canta clara
por FRANCISCO IGARTUA
Pronto seremos una democracia irreconocible
Mañana, millones de peruanos estarán votando convocados para
dos elecciones que son totalmente distintas. Una es vecinal, terreno que el
electorado conoce y no se pierde en él. Y la otra es nebulosa, aire, vuelo a lo
desconocido, al mundo de la regionalización, a algo que, para muchos, será un
Perú dividido en pedacitos.
Hay, en cuanto a las elecciones municipales, una excepción:
la de Lima, jamás tan politizada como la de mañana. El alcalde y candidato
Andrade, confiado en su buena gestión, no percibió que la bajuna campaña
iniciada contra él sorpresivamente por los parlamentarios Rey y Barba (voceros
de Unidad Nacional), era una advertencia de que la contienda electoral limeña
se saldría por completo del ámbito vecinal. Mucho menos logró captar, porque
sólo ahora es fácil descubrirlo, el juego político de esos dos aventureros del
acomodo. No advirtió que jugaban (y juegan) a colocarse en el bando más seguro,
antes del rompimiento del PPC con Unidad Nacional, movimiento del que será
cabecilla Castañeda, quien ya gustó de la aspiración presidencial (con él, gane
o pierda el 2006, Rey y Barba tienen asegurados sus puesto en el Congreso).
Esta realidad es la que recién hace unos días descubrió Andrade y es la que lo
obligó a cambiar su campaña. ¿Lo hizo a tiempo? Mañana lo sabremos.
Regionalización: no es cuestión de ley
En cuanto a la regionalización no es este un asunto de buena
o mala ley. Regionalizar no es descuartizar un territorio, que es lo que resultará
de las elecciones de mañana. Regionalizar, en el caso peruano, es agrupar zonas
que puedan tener viabilidad económica, para servir a la necesaria
descentralización del país. Todo lo demás es cuento. No hay un solo
departamento peruano que pueda llamarse región y eso de las futuras macrorregiones
se volatizará apenas se instalen los gobiernos departamentales.
Lo que nos espera, muy pronto, con esta descabellada
regionalización, es una catástrofe muy bien explicada en este diario por
Kuczynski. Un dramático desembalse de furias sociales que ojalá no nos lleven
al caos económico.
Lo que ocurra, pues, no será culpa de la ley, que puede ser
corregida o remendada de aquí a fin del año, sino del disparatado planteamiento
raigal. Se alega, por ejemplo, que la ley margina a "la sociedad
civil", pero hay razones en este tema que obligan a deslindar posturas y a
saber qué es eso de la "sociedad civil". Sin duda una entidad en la
que no pueden faltar los trabajadores organizados, el empresariado, representantes
de los gremios profesionales y de las universidades (si existe alguna en la
región)... pero no juntas directivas escogidas a dedo. Porque si no hay un
reglamento preciso ¿quién decide si una liga gay o la cofradía del Señor de los
Milagros esté representada en esa "sociedad"? ¿Acaso la cofradía no
está bastante más compenetrada con el pueblo que el Foro Ecológico, CAE y
tantas otras entidades que, aunque muy respetables, sólo tienen apoyo cupular?
¿No sería la resurrección, aunque son signo distinto, de las "fuerzas
vivas" de antaño?
Bastaría, pues, un buen reglamento para acercar posiciones
sobre lo que se entendería por "sociedad civil". Y lo mismo puede
decirse sobre otras observaciones a tan peregrina ley de regionalización.
El deber de los medios
Pero si hay un tema de la semana, especialmente urticante
para mí, es el comportamiento de la prensa en estas elecciones. Comportamiento
que llega al ápice en el caso del embeleco de debate a campo abierto entre
los candidatos a la alcaldía de Lima. En este caso, y también en otros, los
medios tenían la obligación de opinar contra tan disparatadísimo
enfrentamiento. Y no lo hicieron. Más bien se dedicaron a azuzar a los
contendores al estilo de los empresarios del box.
Los debates en los años griegos eran en el ágora. Pero hoy,
con la moderna tecnología, resulta farsa lo que ocurrió en Manchay. Una
necedad que pudo resultar calamitosa y que obligó a la movilización de mil
policías; porque las plazas, sea la San Martín o la de Comas, no son espacio
para debates cuando la radio y la televisión llegan a todos los hogares (desde
las humildes chozas a los palacios principescos) sin otra discriminación que
el tamaño de pantalla o trasmisor.
Frente a tan grande despropósito la prensa estaba obligada a
opinar, a orientar al público (que ese es su deber) y no limitarse a informar,
refugiándose en la llamada objetividad; aunque basta repasar las informaciones
electorales de la semana para comprobar que ésta es otro cuento. Tenían los
medios que opinar en primera página (en el caso de los periódicos), no en
escondidas columnas editoriales. A este paso, en el Perú van a darse debates
políticos en los estadios, con barras bravas incluidas. Así llegaremos a
sublimar la democracia hasta un punto que la hará irreconocible.
Fuentes:
FONDO EDITORIAL PERIODISTICA OIGA
FONDO EDITORIAL PERIODISTICA OIGA
Diario CORREO, 6 de Noviembre de 2002
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