martes, 19 de marzo de 2013


Canta Claro
Por Francisco Igartua
AQUÍ LOS SOLES Y LOS DEDOS TIENEN
EL TAMAÑO QUE TE DÉ LA GANA

En el Perú, donde, como decía Guillermo Hoyos, sólo falta que llueva para arriba, no es de extrañar que la vieja frase "no se puede tapar el sol con el dedo" no tenga sentido, pues aquí, en el Perú cada uno tiene su sol y su dedo, adaptables a gusto del día. Si el sol molesta se le achica y se agranda el dedo, o al revés, según convenga.
Sería espantoso, pero....

Semejante disparate es lo que sacamos en limpio luego de leer los periódicos de la semana y perder el tiempo en la televisión y la radio. Me explico: en las últimas encuestas vienen apareciendo los peruanos que añoran a Fujimori. Y la respuesta de los que no quieren aceptar esta realidad no puede ser más peruana. Por lo pronto, todos o casi todos los que se encabritan con la noticia olvidan que fueron fervientes fujimoristas durante largo tiempo y la emprenden contra su ídolo de ayer echándole todos los barros que hay a la mano. Sin advertir que algunos no le corresponden, con lo que, en lugar de dañar su imagen, hacen que los resurrectos fujimoristas estimen que, como hay una o dos acusaciones sin sustento, toda la crítica que se le hace no responde a la verdad. Por ejemplo, en estos días he leído, en las furiosas reacciones desatadas contra las encuestas, que uno de los crímenes mayores de Fujimori fue imponer la reelección del año 2000. Y esto no es cierto. Ese habría sido un error político de envergadura, pero no faltan juristas que opinan (en silencio porque no desean ser masacrados por la prensa) que no es un crimen interpretar que en 1993 se inició una nueva etapa constitucional, por lo que la del 95 fue la primera elección de Fujimori. Interpretación más que forzada, pero no indefendible ni criminal. Por lo que, descalificar al prófugo y ennoviado ex presidente japonés con semejante argumento, es debilitar la condena pública que Fujimori merece. Basta que una sola de las acusaciones sea falsa o irrelevante (tampoco está probado lo del narcotráfico) para que el fujimorismo encuentre que todas las acusaciones son infundios contra el ídolo que resucita.

Seamos, pues, veraces y sapientes en el enjuiciamiento a Fujimori si deseamos que no vuelva o, si lo hace, que sea para ser enjuiciado por sus crímenes evidentes, tantos y tan enormes que es protegerlo el añadirle delitos que no han sido probados. Sin embargo, sí puede probarse que el jefe máximo del Grupo Colina era Fujimori (hay tres documentos con su firma reclamando el ascenso de estos criminales después de las masacres de estudiantes en Huancayo, antes de La Cantuta y Barrios Altos): también puede probarse contundentemente que fue una picardía punible la venta de su terreno para justificar el pago de la educación de sus hijos; y no necesita probarse quién era el jefe supremo de la gavilla de generales que robaron millones; quién el interesado en premiar o castigar a la prensa; quién el que manipulaba al Poder Judicial para hacer lo que le daba la gana (como negar su huella y su firma para agraviar a la señora Higuchi, la madre de sus hijos); quién el que ordenaba a Montesinos para beneficiarse él con las órdenes y no al revés. ¿Para qué añadirle delitos que no están probados? ¿Para qué engordar el dedo queriendo ocultar el sol?

El desamparo de los alcaldes
Estamos en días de despiporres. Un jurisconsulto de nota, por ejemplo, se siente en la obligación de defender al Poder Judicial y declara que una acción de amparo no anula inmediatamente una orden municipal. Afirma que para que el amparo se haga efectivo necesita otra medida cautelar y el pronunciamiento de otro juez y de la Corte. ¡Linda y pontifical manera de tapar el sol con el dedo de la teoría! En la práctica, hoy en día se cuentan por centenares los amparos paralizando disposiciones municipales. Como demostración inmediata está el alcalde Andrade teniendo que impedir, a palo limpio y a duras penas, que las combis y ómnibus, amparados por los tribunales, siguieran envenenando el aire de la avenida Abancay. Ninguna autoridad y menos la judicial le dio la mano, sólo obtuvo el apoyo de los vecinos, quienes comprobaban a diario la lenta pero mortal consecuencia de los humos tóxicos que lanza la congestión vehicular.

Las sabias explicaciones del jurisconsulto se estrellan contra la realidad, contra los cientos de discotecas que funcionan con un amparo en la mano. Y, para el caso, otro ejemplo (éste en las serranías de Lima). Los domingos y días feriados la paz del lugar se interrumpía y estremecía con las estridencias musicales de varios locales de recreo. Estridencias que los cerros amplifican. Y el comentario de los vecinos de fin de semana era el más fácil: "Seguro que coimean al alcalde". Sin embargo, grande fue la sorpresa de los vecinos cuando, en contacto con el alcalde, éste les aclaró la situación: "Si ustedes me hacen llegar sus quejas yo acallaré esos ruidos, porque si yo intervengo por mi cuenta de seguro que me abrirán proceso penal por abuso de autoridad". Y era cierto. Tiene abierto cuatro o cinco juicios. Hoy cuando el ruido molesta es por culpa de los vecinos que no hacen llegar sus quejas al alcalde.

FUENTE:
FONDO EDITORIAL PERIODISTICA OIGA

6 comentarios:

  1. En el Perú, donde, como decía Guillermo Hoyos, sólo falta que llueva para arriba, no es de extrañar que la vieja frase "no se puede tapar el sol con el dedo" no tenga sentido, pues aquí, en el Perú cada uno tiene su sol y su dedo, adaptables a gusto del día. Si el sol molesta se le achica y se agranda el dedo, o al revés, según convenga.
    Sería espantoso, pero....

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  2. Semejante disparate es lo que sacamos en limpio luego de leer los periódicos de la semana y perder el tiempo en la televisión y la radio. Me explico: en las últimas encuestas vienen apareciendo los peruanos que añoran a Fujimori. Y la respuesta de los que no quieren aceptar esta realidad no puede ser más peruana. Por lo pronto, todos o casi todos los que se encabritan con la noticia olvidan que fueron fervientes fujimoristas durante largo tiempo y la emprenden contra su ídolo de ayer echándole todos los barros que hay a la mano. Sin advertir que algunos no le corresponden, con lo que, en lugar de dañar su imagen, hacen que los resurrectos fujimoristas estimen que, como hay una o dos acusaciones sin sustento, toda la crítica que se le hace no responde a la verdad. Por ejemplo, en estos días he leído, en las furiosas reacciones desatadas contra las encuestas, que uno de los crímenes mayores de Fujimori fue imponer la reelección del año 2000. Y esto no es cierto. Ese habría sido un error político de envergadura, pero no faltan juristas que opinan (en silencio porque no desean ser masacrados por la prensa) que no es un crimen interpretar que en 1993 se inició una nueva etapa constitucional, por lo que la del 95 fue la primera elección de Fujimori. Interpretación más que forzada, pero no indefendible ni criminal. Por lo que, descalificar al prófugo y ennoviado ex presidente japonés con semejante argumento, es debilitar la condena pública que Fujimori merece. Basta que una sola de las acusaciones sea falsa o irrelevante (tampoco está probado lo del narcotráfico) para que el fujimorismo encuentre que todas las acusaciones son infundios contra el ídolo que resucita.

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  3. Seamos, pues, veraces y sapientes en el enjuiciamiento a Fujimori si deseamos que no vuelva o, si lo hace, que sea para ser enjuiciado por sus crímenes evidentes, tantos y tan enormes que es protegerlo el añadirle delitos que no han sido probados. Sin embargo, sí puede probarse que el jefe máximo del Grupo Colina era Fujimori (hay tres documentos con su firma reclamando el ascenso de estos criminales después de las masacres de estudiantes en Huancayo, antes de La Cantuta y Barrios Altos): también puede probarse contundentemente que fue una picardía punible la venta de su terreno para justificar el pago de la educación de sus hijos; y no necesita probarse quién era el jefe supremo de la gavilla de generales que robaron millones; quién el interesado en premiar o castigar a la prensa; quién el que manipulaba al Poder Judicial para hacer lo que le daba la gana (como negar su huella y su firma para agraviar a la señora Higuchi, la madre de sus hijos); quién el que ordenaba a Montesinos para beneficiarse él con las órdenes y no al revés. ¿Para qué añadirle delitos que no están probados? ¿Para qué engordar el dedo queriendo ocultar el sol?

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  4. Seamos, pues, veraces y sapientes en el enjuiciamiento a Fujimori si deseamos que no vuelva o, si lo hace, que sea para ser enjuiciado por sus crímenes evidentes, tantos y tan enormes que es protegerlo el añadirle delitos que no han sido probados. Sin embargo, sí puede probarse que el jefe máximo del Grupo Colina era Fujimori (hay tres documentos con su firma reclamando el ascenso de estos criminales después de las masacres de estudiantes en Huancayo, antes de La Cantuta y Barrios Altos): también puede probarse contundentemente que fue una picardía punible la venta de su terreno para justificar el pago de la educación de sus hijos; y no necesita probarse quién era el jefe supremo de la gavilla de generales que robaron millones; quién el interesado en premiar o castigar a la prensa; quién el que manipulaba al Poder Judicial para hacer lo que le daba la gana (como negar su huella y su firma para agraviar a la señora Higuchi, la madre de sus hijos); quién el que ordenaba a Montesinos para beneficiarse él con las órdenes y no al revés. ¿Para qué añadirle delitos que no están probados? ¿Para qué engordar el dedo queriendo ocultar el sol?

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  5. El desamparo de los alcaldes
    Estamos en días de despiporres. Un jurisconsulto de nota, por ejemplo, se siente en la obligación de defender al Poder Judicial y declara que una acción de amparo no anula inmediatamente una orden municipal. Afirma que para que el amparo se haga efectivo necesita otra medida cautelar y el pronunciamiento de otro juez y de la Corte. ¡Linda y pontifical manera de tapar el sol con el dedo de la teoría! En la práctica, hoy en día se cuentan por centenares los amparos paralizando disposiciones municipales. Como demostración inmediata está el alcalde Andrade teniendo que impedir, a palo limpio y a duras penas, que las combis y ómnibus, amparados por los tribunales, siguieran envenenando el aire de la avenida Abancay. Ninguna autoridad y menos la judicial le dio la mano, sólo obtuvo el apoyo de los vecinos, quienes comprobaban a diario la lenta pero mortal consecuencia de los humos tóxicos que lanza la congestión vehicular.

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  6. Las sabias explicaciones del jurisconsulto se estrellan contra la realidad, contra los cientos de discotecas que funcionan con un amparo en la mano. Y, para el caso, otro ejemplo (éste en las serranías de Lima). Los domingos y días feriados la paz del lugar se interrumpía y estremecía con las estridencias musicales de varios locales de recreo. Estridencias que los cerros amplifican. Y el comentario de los vecinos de fin de semana era el más fácil: "Seguro que coimean al alcalde". Sin embargo, grande fue la sorpresa de los vecinos cuando, en contacto con el alcalde, éste les aclaró la situación: "Si ustedes me hacen llegar sus quejas yo acallaré esos ruidos, porque si yo intervengo por mi cuenta de seguro que me abrirán proceso penal por abuso de autoridad". Y era cierto. Tiene abierto cuatro o cinco juicios. Hoy cuando el ruido molesta es por culpa de los vecinos que no hacen llegar sus quejas al alcalde.

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