Canta Claro
Por Francisco Igartua
EL PRECIO
DE LA PREPOTENCIA Y LA CREDULIDAD
La semana
pasada inicié esta columna recordando a la Armada Invencible y al accionar
guerrillero de los marinos ingleses, protegidos en los vientos, y la terminé
sospechando que los iraquíes no se enfrentarían frontalmente a la prodigiosa
maquinaria de guerra norteamericana, sino que acudirían a la resistencia urbana
y a las guerrillas populares, obligando al enemigo a masacrar a la población. Y
así ha ocurrido no porque yo cuente con una bola de cristal. Simplemente me
dejé conducir por un elemental conocimiento histórico y un mínimo de sensibilidad
para entender a los iraquíes, de alguna manera vin-culados al nacimiento de la
historia humana, o sea con tradiciones que defender frente a cualquier agresor.
Es evidente
que los norteamericanos han estudiado al detalle e inútilmente el color y
consistencia del aire y de la arena iraquíes y han escuchado, crédulos, las
voces de exiliados y de espías que posiblemente eran espías de Hussein; lo que
no se les ocurrió hacer es ponerse en la piel de los iraquíes y lograr así
entender que un pueblo con historia milenaria no iba a recibir con música y
banderas al ejército de una nación que, con arrogancia imperial (recogida de
sus escuderos ingleses) y clara codicia de petróleo, se propone imponer un
nuevo orden internacional.
Esta falta
de sensibilidad para comprender al otro, a los demás, y su prepotente desafío a
las Naciones Unidas, han colocado a Estados Unidos en una encrucijada fatal.
Han logrado que Iraq, como pueblo ofendido, haga suya la causa de Saddam
Hussein y que el vertiginoso desarrollo de las comunicaciones, tanto o más sorprendente
que el de las armas, ponga a las masas del mundo entero en su contra. Ya no es
la época en la que los soldados de Su Majestad Británica aplastaban pueblos y
nadie (sólo los lugareños) se enteraba de los detalles feos de esas conquistas.
Los
propósitos iniciales de Estados Unidos han sido derrotados y queda endeble su
futuro imperial, futuro que su escudero mayor se resiste a apoyar. Presionado
por la opinión pública británica, Blair no desea que Iraq pase a ser gobernado
por un procónsul norteamericano.
Este es, en
resumen y hasta ahora, el penoso resultado del proyecto "demolición y
pavor" montado por el señor Bush. Dentro de algún tiempo se verá si
resulta o no pírrica la sí segura victoria de la coalición británico-estadounidense,
a la que podría añadirse en nombre de la despistada España del señor Aznar,
pero no la de los cuarenta desconocidos países que agradecen el anonimato cada
vez que Bush los menciona sólo por número aritmético.
FONDO
EDITORIAL PERIODISTICA OIGA
La semana pasada inicié esta columna recordando a la Armada Invencible y al accionar guerrillero de los marinos ingleses, protegidos en los vientos, y la terminé sospechando que los iraquíes no se enfrentarían frontalmente a la prodigiosa maquinaria de guerra norteamericana, sino que acudirían a la resistencia urbana y a las guerrillas populares, obligando al enemigo a masacrar a la población. Y así ha ocurrido no porque yo cuente con una bola de cristal. Simplemente me dejé conducir por un elemental conocimiento histórico y un mínimo de sensibilidad para entender a los iraquíes, de alguna manera vin-culados al nacimiento de la historia humana, o sea con tradiciones que defender frente a cualquier agresor.
ResponderEliminarEs evidente que los norteamericanos han estudiado al detalle e inútilmente el color y consistencia del aire y de la arena iraquíes y han escuchado, crédulos, las voces de exiliados y de espías que posiblemente eran espías de Hussein; lo que no se les ocurrió hacer es ponerse en la piel de los iraquíes y lograr así entender que un pueblo con historia milenaria no iba a recibir con música y banderas al ejército de una nación que, con arrogancia imperial (recogida de sus escuderos ingleses) y clara codicia de petróleo, se propone imponer un nuevo orden internacional.
ResponderEliminarEsta falta de sensibilidad para comprender al otro, a los demás, y su prepotente desafío a las Naciones Unidas, han colocado a Estados Unidos en una encrucijada fatal. Han logrado que Iraq, como pueblo ofendido, haga suya la causa de Saddam Hussein y que el vertiginoso desarrollo de las comunicaciones, tanto o más sorprendente que el de las armas, ponga a las masas del mundo entero en su contra. Ya no es la época en la que los soldados de Su Majestad Británica aplastaban pueblos y nadie (sólo los lugareños) se enteraba de los detalles feos de esas conquistas.
ResponderEliminarLos propósitos iniciales de Estados Unidos han sido derrotados y queda endeble su futuro imperial, futuro que su escudero mayor se resiste a apoyar. Presionado por la opinión pública británica, Blair no desea que Iraq pase a ser gobernado por un procónsul norteamericano.
ResponderEliminarEste es, en resumen y hasta ahora, el penoso resultado del proyecto "demolición y pavor" montado por el señor Bush. Dentro de algún tiempo se verá si resulta o no pírrica la sí segura victoria de la coalición británico-estadounidense, a la que podría añadirse en nombre de la despistada España del señor Aznar, pero no la de los cuarenta desconocidos países que agradecen el anonimato cada vez que Bush los menciona sólo por número aritmético.
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