Canta claro
Por FRANCISCO IGARTUA
SOBRE LAS BENDITAS O MALDITAS
PRIVATIZACIONES
Hasta hace poco el grito
gubernamental era "privatización o muerte", pero, de pronto, tras el
arequipazo, el grito se silenció por completo. Y se pasó "a otra
cosa". Lo que resulta desconcertante, pues si era de muerte la privatización,
el tema debió ser mantenido en el debate público, aunque al mismo tempo se
paralizaran las ventas de los activos nacionales, para decidir luego si se
seguía o no con ellas. Y de ello me ocuparé este sábado con las salvedades el
caso.
Para los que de economía sólo
sabemos cómo andan nuestros bolsillos y los de la gente que frecuentamos; para
los que presenciamos y nos duele y avergüenza la miseria de la calle limeña y
de los pueblos del Perú; para los que no llegamos a entender cómo puede ser
normal que frente a asalariados de 200 soles al mes haya funcionarios que, sin
remordimientos, reciban sueldos de 10 mil dólares, para quienes no somos
economistas, pero sí testigos sufrientes de esa ciencia (que nada tiene de
exacta), no podríamos opinar del tema si no recurriéramos a la elemental sabiduría
de la razón y al testimonio recogido en otros países que es lo que he hecho en
estos días usando el teléfono y perdiendo tiempo frente a la televisión.
Chile, un ejemplo a la mano
Por lo pronto, puedo afirmar que
no es verdad, que no es cierto que sólo privatizando tendremos futuro. Y el
ejemplo está muy cerca, aquí en el sur, en Chile, donde no se ha privatizado su
más importante riqueza (el cobre) y donde el Estado, aparte de mantener el
control de Codelco y otras empresas, no se ha cegado con las privatizaciones y
ha sabido entender que si todo se privatiza hoy y el ingreso se emplea en
cubrir déficits, mañana no se tendrá otro remedio que vender el territorio a
pedacitos. Con lo que, dramáticamente, se cumpliría una socarrona sugerencia
referida a la bohemia chilena del siglo pasado. Entonces se decía en maliciosa
intimidad: ¿por qué no vendemos Chile y nos compramos un país más chiquitito,
pero más cerca de París?"... Chile de hoy, curado del sueño del París luz
del mundo, propicia la inversión extranjera, pero no para deshacerse de los
activos del país, sino para que el capital de fuera se asocie, asuma gerencias
o acepte concesiones. Lo que no quiere decir que, dogmáticamente, satanice las
privatizaciones. A las que ha recurrido cuando eran convenientes y aceptadas
como "benditas" por las poblaciones que, a través de las tarifas, son
las que pagan las inversiones y los intereses de los inversionistas. (En Chile
también hubo protestas en algunas regiones contra las privatizaciones).
Aquí, en el Perú, un dogmatismo
fanático es el que domina el pensamiento de nuestros liberales, muchos de los
cuales razonan como el viejo catecismo y parten de premisas escolásticas como
la distancia más corta entre dos puntos es la línea recta", sin advertir
que la realidad desmiente el dogma cuando coloca un monte, un río o un bosque
en medio de los dos puntos. Obstáculos que son nada al lado de los que se presentan
en la variadísima ejecución económica. Y es premisa obcecada eso de que sólo
las privatizaciones nos podrán sacar de la pobreza.
También en las calles de Londres
Y vuelvo a la calle. A la
experiencia del hombre de a pie en Londres, que me informa sobre el tema del
día allí. Me dice que la mayor preocupación hoy en Inglaterra son los
accidentes ferroviarios y que los ingleses maldicen la privatización de estas
empresas, por ser ella la responsable de esas catástrofes y del calamitoso
servicio que prestan. "Esas compañías -opina la calle londinense- se
preocupan ante todo de sus utilidades y descuidan las costosas medidas de
seguridad". Y la indignación de los ingleses crece cada vez que recuerdan
el impecable servicio de los trenes franceses, que son estatales.
Claro que la queja de la calle
londinense y la eficacia de las ferrovías francesas son hechos ajenos a nuestra
realidad, pero sí sirven de referencia para que desconfiemos de los fanáticos
de la privatización y entendamos que seguir a pie juntillas a esos economistas
liberales resulta lo mismo que aquello de "no ir a misa es
condenarse" (y conste que yo no rehúyo ir a misa).
Lo mismo aquí en el Perú
No faltan, sin embargo,
referencias locales para actuar con sensatez. Es el caso del agua para Lima.
Una empresa italiana está abasteciendo con agua de primera calidad al cono
norte. Pero esta empresa no ha comprado nada. Ha invertido para purificar aguas
del río Chillón, las que vende a Sedapal. Y lo mismo puede hacerse con
proyectos de mayor envergadura u otros más humildes, como el que elaboró hace
años el ingeniero Federico Uranga para traer el agua limpísima de las alturas
de Cañete a las poblaciones de las playas del recorrido y al cono sur de la
ciudad. Un proyecto que pudo ser financiado localmente si no fuera por la falta
de colaboración comunitaria de los pobladores de la ruta, por infelices
rivalidades entre alcaldes y por sujeción a nuestra atávica maldición, a la
idea del papá gobierno que todo lo puede y debe resolver.
Las privatizaciones no son el
diablo, pero tampoco la santidad.
Fuente:
FONDO EDITORIAL PERIODISTICA OIGA
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