Me ha llegado una carta inédita del misionero pasionista P. Modesto Erviti Elcano, dirigida a su paisano y compañero de curso P. Jesús Lizarraga en el lejano 1947 desde su puesto de Misión.
El joven P. Modesto había pertenecido a una generación
pasionista formada bajo la influencia del ideal misionero. En los centros de
estudio pasionistas se recibían revistas misioneras y visitas de los esforzados
pasionistas en tierras del Perú. De ahí que el P. Modesto fue imbuyéndose de
este gran ideal, hasta el punto que al término de sus estudios teológicos,
decidió pedir a sus Superiores le permitieran ordenarse sacerdote en la ciudad
de Yurimaguas (Perú), sede de la Misión.
Conseguido el correspondiente permiso, se despidió de España
y se embarcó hacia tierras lejanas. El Obispo de Yurimaguas, Mons. Atanasio
Jáuregui, le ordenó sacerdote el 1 de diciembre de 1946 en la catedral
yurimagüína.
Pero poco duraría la aventura misionera de este joven
pasionista. Instalado en Borja, reciente residencia misional, donde contactó
admirablemente con la humilde gente de aquella apartada zona, en menos de año y
medio se vino abajo su proyecto: una enfermedad intestinal acabó con su preciosa
vida.
Nacido en Añorbe (Navarra-España) el 12 de febrero de 1922,
falleció en Lima el 8 de mayo de 1948, a los 26 años de edad. ¡Admirable testimonio de este pasionista navarro!
San Pablo, Borja,
octubre de 1947
R. P. Jesús del Corazón de María.
ROMA.
Muy querido padre Jesús: ¡qué bromica!
A pesar de que no se borra de delante la memoria de mis
compañeros, he estado muy distanciado de ellos respecto a comunicaciones.
Teniendo delante las promesas del P. Cosme de felicitarme por Pascua de Resurrección.
¡Por Pascua!
El 10 de octubre
hacía actos de conformidad con la voluntad de Dios y bendecía la mano que me
trajo a Borja y a este aislamiento de la vida misionera. La vida de aquí es
para mí un encanto. Pero, cierto que sentía un poco la falta de noticias. Por
fin, el diez de octubre me llegaron cartas de todas las latitudes.
En su carta me
pregunta qué tal se vive en Borja o
donde se halle mi paradero. ¡Borja! ¡El santo retiro de Borja es mi morada! Mi
casa lleva otro nombre, San Pablo (es un fundo con treinta vacas, y varios
kilómetros de terreno, árboles frutales, etc.), sita a pocos metros del Marañón
y a un kilómetro de la boca del Pongo de Manseriche. Figúrese, pues, si tendré
trabajo y ocupación para días. Y tenga en cuenta que esta granja estaba
abandonada a la vorágine de la zona tórrida; convertida en monte, es la frase
que mejor le cuadra.
Para capilla nos
sirve una habitación de la casa. Sin Santísimo, por supuesto, por carecer de un
sagrario. Y después de todo, sin medios para hacerlo.
El clima es bastante
bueno, gracias al airecillo que lanza el cañón del Pongo. Pero también es
verdad que estoy regando esta tierra con sudores gordos; cada vez que ando de
hacha o azadón ruedan los árboles por tierra
(y es casi diariamente). Entre paréntesis, aquí nunca ha llegado la
temperatura a los 40 grados.
Estoy acompañando al
P. Martín Corera desde el 20 de mayo. Comulgamos ambos en los mismos ideales,
siendo nuestro sueño la formación del “Catecumenado”, que ya es una realidad.
Pero vayamos despacito.
Le digo arriba algo
de nuestro aislamiento en Borja y falta de comunicación con mis compañeros; no
obstante, mi recuerdo no se aparta de los que muchos días vivimos juntos. He
seguido paso a paso los días de San Jeremías, San Enrique, San Elías… ¿Y qué
sueño? Yo quería, junto con mis oraciones, hacer algún pequeño obsequio a esos
buenos Padres. ¡Qué le parece! Soñaba con mi chocolate. Quería acompañarles al
paseo y darles a gustar, en nombre de esos Padres, una suculenta merienda de chocolate.
Pero al chocar con la realidad irrealizable, me lo tomé yo acompañado de P.
Martín. Y, pues sé que a S. R. le gustan las cosas claras y el chocolate
espeso, voy a explicarme. Mi deseo era obsequiarles chocolate, porque lo
cosechamos aquí en gran abundancia, y qué rico resulta. Un poco nos costó en
llegar al punto del chocolate español (el que lo hacen aquí no tiene ni punto
de comparación con el de España). Pero ya hace tiempo que saboreamos chocolate
fresco y bueno. ¡Y sin racionamiento! De modo que estamos reparando la escasez
a que nos vimos sometidos los primeros días de nuestra estancia en Borja. Le
acompaño con el recuerdo, también me acuerdo de ellos en la santa misa.
Me dice en la suya
que estaré enterado del paradero de los compañeros de Deusto; la carta, que me
ha llegado del P. Alfredo, es del mes de junio; de modo que S. R. es quien me
da un poco de luz sobre el particular. La revista Redención no la he visto
desde el mes de diciembre pasado; esto por una parte, y la continua ocupación,
por otra, me voy comiendo los deseos de
escribir artículos para Redención. ¡Y el P. Cosme me decía que mandarían un
número para cada Residencia!
También estaba ayuno
de las fiestas de Añorbe con motivo de la Inauguración. Y ahora me toca el
“cuéntame muchas cosas de por ahí”, que me dice en la suya.
Para que no crea que
mi vida se reduce al cultivo de la granja San Pablo, voy a empezar a hablarle
sobre nuestra vida de apostolado. Hasta el presente no he hecho ninguna
excursión por los ríos, pues hemos tenido orden de no efectuarlas. Más no por
eso he dejado de tener roce con los indios aguarunas y huambisas. El domingo de
Resurrección bauticé a un indio murato a quien le puse por nombre Domingo.
Al decir que no me
ha faltado roce con indios, me refiero a los que suelen venir a Borja y a los
que conviven a nuestro lado formando el
“Catecumenado”. Todavía son pocos, pero nos han prometido otros muchos que
también quieren venir, y no hay duda que la gracia de Dios les trae a algunos
de modo misterioso. Gracias a estos indios, voy conociendo algo su lenguaje
aguaruna.
Los cholitos
desnuditos, puedo decir que aquí es una rareza. Difícilmente les verá in puris
naturalibus, y menos tratándose de niñas. Éstas tienen en mucho honor la
modestia y el recato.
Y pues hablo de
indios, vaya sustazo que me dieron hace pocos días. Era en el silencio de las
altas horas de la noche. Yo me
entretenía en limpiar una especie de castañas que aquí llaman “pan de árbol”.
El P. Martín se había acostado. La puerta de entrada la teníamos de par en par
y a mi costado, de modo que la podía ver de reojo. De pronto, con más silencio
que un espectro, diviso que penetra un personaje extraño y se acerca a mi lado.
Con más miedo que valentía, me apresuré a exclamar: “¡Hola! ¿Qué le trae aquí a
estas horas?” “Ver Padre”, me responde. Repuesto de mi susto, me pongo a
conversar con él, que a duras penas nos entendíamos….
Pero nuestra
actuación evangélica se concentra mayormente entre los blancos, o cholos
propiamente. Visitas a la escuela, catecismos, misa los domingos, etc. La
primera comunión de niños el día de las Mercedes.
Todos mis pequeños
ahorros de mi manufactoría de rosarios, no son suficientes para contentar a las
peticiones de estos golosos de chucherías. Cuando me llegue la maleta que me
trajo el P. Anacleto,…. ¡La espero con un ansia!
También me dice el
P. Juan Primo que han llegado a Yurimaguas los cuadros del Sagrado Corazón que
me envió el P. Alfredo. Y me dice el P. Juan: “Son muy valiosos”: quiere que
los vendamos en la librería “Santa Rosa” (de Acción Católica rigurosa).
Voy a terminar,
Padre Jesús; de alia re puede consultar al P. Bernardo. Le pido encarecidamente
sus oraciones y las de los compañeros, pues necesidades hay de sobra, y
ciertamente que en muchos casos se ve obrar la mano de Dios.
Modesto. En los
Corazones de Jesús y María vivamos en unión de oraciones.
Fuente:
CONGREGACION PASIONISTA DEL PERU
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