Desoyendo con dolor las exigentes demandas del pueblo y del
Ejército, he permanecido resignado durante los días que se han seguido a la
vergonzosa fuga de Prado y al advenimiento del inválido general La Puerta,
esperando que el Ejército se decidiese por fin a dominar las consideraciones de
una mal entendida lealtad, que impedía a una parte de él obrar según sus
aspiraciones, que son las aspiraciones de la nación; y anheloso de evitar todo
choque entre hermanos y la pérdida de parte de nuestras fuerzas.
La atolondrada e impaciente ambición del general La Cotera,
después de ahogar brutalmente la unísona manifestación de los pueblos de Lima y
el Callao, ha creado ayer un conflicto, empleando las fuerzas a sus órdenes
para desarmar a los patriotas del Ejército a quienes sólo preocupa la salvación
del país y el vencimiento del enemigo exterior.
Pocos momentos han bastado en Lima para demostrar cuan
irresistible era el patriótico deseo del pueblo y el Ejército, y me habría sido
suficiente permanecer algunas horas más en la capital para poner término a toda
resistencia.
Cediendo no obstante a los móviles antes expuestos, preferí
retirarme a esta plaza, que me ha recibido sin resistencia de ningún género,
con el fin de hacer imposible todo choque entre hermanos, y favorecer la
adhesión tranquila de las que aún quedan en Lima al régimen político proclamado
meses ha por la nación en masa.
Así toda lucha se hace por entero inexcusable y descarga sin
pretextos la responsabilidad de sus daños sobre sus autores únicos.
La parte del Ejército aún a sus órdenes en Lima, no querrá,
confío en ello, permitir que esa responsabilidad llegue a tener lugar con
inmenso daño de todos.
La hora de la reparación nacional ha sonado. En la serie de
desastres que han marcado la historia de nuestra guerra exterior, el Perú no
tiene parte alguna. Al sacudir, como lo hace en este momento, el viejo régimen,
eleva las más elocuentes protestas contra aquella deplorable historia y se
presenta digno de su nombre y su destino ante los demás pueblos de la tierra.
Para nosotros no hay ni puede haber sino una sola aspiración:
el triunfo rápido y completo sobre el enemigo extranjero. Para esta obra no hay
sino hermanos, sin memoria siquiera de pasadas divisiones y estrechados por el
vínculo indisoluble del amor al Perú.
Cuanto retarde el instante de la completa unidad nacional es
un delito de lesa patria. Ella es la condición del poder y del Perú. A ella ha
consagrado y consagra por eso sus preferentes esfuerzos vuestro conciudadano y camarada.
Nicolás de Piérola
Callao, diciembre 22 de 1879.
1 El
Peruano, 25 de diciembre de 1879.
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