LOS
COMERCIANTES VASCOS
EN EL
VIRREINATO PERUANO
Profesor Dr.
Guillermo Lohmann Villena
Catedrático
de las Universidades del Perú
Mayor de San
Marcos y Lima
VI
EL ESPÍRITU
DE SOLIDARIDAD ENTRE LOS HIJOS
DE LAS
PROVINCIAS VASCONGADAS
A lo largo
de las páginas anteriores se habrá ido percibiendo un rasgo distintivo en las
relaciones entre los oriundos de las comarcas vascongadas: su voluntad de
cohesión vernácula a la hora de entablar operaciones de carácter utilitario. No
será en consecuencia improcedente añadir unos párrafos dedicados a informar
sobre la concreción de ese talante de fraternidad (maitasuna) transpuesto desde
su ámbito pragmático a una esfera entrañable.
En 18 de
Marzo de 1612 un nutrido grupo de vascos compró a D. Luis de Mendoza y Ribera
la capilla del Santo Cristo en el brazo izquierdo del crucero de la iglesia de
San Francisco para instalar en ella la cofradía de Nuestra Señora de Aránzazu y
en la bóveda subterránea un enterramiento. Siete años más tarde se aprobaban
las primeras Constituciones que regirían la “Congregación y Hermandad de los
caballeros hijosdalgo que residen en la Ciudad de los Reyes, naturales del
Señorío de Vizcaya y provincias de Alava, Reino de Navarra, y de las cuatro
Villas de la costa de la Montaña, que son Laredo. Castro Urdiales, Santander y
San Vicente de la Barquera”. Las definitivas se sancionaron en 12 de Abril de
1636, en que el número de cofrades ascendía ya a 105.
Como reza
su preámbulo, “El fin de esta Hermandad y congregación a mayor gloria de Dios
Ntro. Señor y de la Santísima Virgen Ma. su Madre, es unirse y confederarse
todas las personas caballeros hijodalgo, así los de la provincia de Guipuzcoa
corno del Señorío de Vizcaya con sus Encartaciones y los demás aquí referidos
que hubiese en esta ciudad, en orden a ejercitar entre sí y con los de su
nación obras de misericordia y caridad Christiana así en vida como en muerte
...”.
La segunda
cláusula puntualiza los requisitos indispensables para pertenecer a la
Hermandad: “... porque la nobleza y limpieza de sangre es donde Nuestro Señor
ayuda mucho a la virtud y buenas obras el ser hijos y descendientes de buenos,
se ordena para mayor decoro de esta Congregación que todos los que hubieren de
ser recibidos en ella sean originarios de las partes y lugares de suyo
referidas o sus descendientes por vía de varón, nobles y limpios, de conocido
nacimiento y opinión...”. Estaban expresamente excluidos los que desempeñasen
alguna ocupación calificada de infame.
A la par de
su campo de acción espiritual como cofradía canónicamente instituída, la
Hermandad desarrollaría un plan de socorros mutuos. Las obras de caridad
consistían en visitar a los enfermos acogidos en los hospitales; sorteo de
dotes para huérfanas pobres y recorrer las cárceles por si hubiese en ellas
miembros de la hermandad presos por deudas, a fin de asistirlos en su defensa,
o si la deuda fuese por una suma moderada, la institución se subrogaría para su
cancelación, con cargo de reembolso de honor adquirido con ella.
La función
principal de instituto se celebraría con toda solemnidad cada 3 de Mayo, pero
también se realizaban cultos de gran aparato en la festividad de la
Purificación (2 de Febrero), de la Anunciación (25 de Marzo), de la Asunción
(15 de Agosto) y de la Purísima (8 de Diciembre) (273).
En la bóveda
podrían inhumarse los restos mortales de los hermanos, sus viudas, hijos legítimos
y los de oriundez vasca indigente, aunque no hubiesen pertenecido a la
Cofradía. Así nos consta que en ese enterramiento se sepultaron, a petición
propia (sólo de los mencionados en estas páginas) los siguientes: Aguinagalde,
Amenabar, Amez, Arieta y Ezcarraga, Arrese, Arriaga, Azcárraga, Calatayud,
Echevarría y Uría, Elcano y Balda, Gorostizaga (274), Guisasola,
Ibargüengoitia, Izarnotegui, López Escudero, Larrea y Amez, Obiaga,
Orobiogoitia (que legó en su testamento 500 pesos para solemnizar los cultos de
las imágenes de Nuestra Señora de Aránzazu y de Nuestra Señora de Begoña, más
otra suma igual para el adorno de los altares), Domingo de Zaldívar y su
sobrino Manuel, y Zelayeta (275).
La directiva
estaba compuesta por dos Mayordomos, cuatro Diputados y un Procurador, que se
elegían cada 3 de Mayo por períodos anuales.
Seguramente
a ejemplo de Sevilla, en donde los vascongados residentes en ella se acogieron
a la iglesia de San Francisco (276), los de Lima también se inclinaron por el
templo de la misma Orden. En la capilla adquirida en 1612, respetando el
primitivo retablo que lucía una pintura de Nuestro Señor, asentaron otro para
rendir culto a una imagen de la Virgen de Arantzazu, copia directa de la
original que se venera en los riscos de Oñate. La talla fue encargada por el
comerciante Juan de Urrutia, Cónsul del Tribunal del Consulado (1623 y 1624) y
Prior del mismo (1631, 1634 y 1639); su costo ascendió a 12.000 pesos. En medio
de grandes festejos y tras una solemne procesión, fue instalada en su lugar el
18 de Octubre de 1646. El retablo original su destruyó en 1656, cuando se
desplomó por entero la iglesia, y se le substituyó por uno de e barroco, que a
juzgar por las descripciones era soberbio y magnífico, conservan (cedro su
color natural. Lo terminó de esculpir en 1705 el artífice ensamblador Jose
Castilla (autor también del retablo de la iglesia de Jesús María, única obra
subsistente hoy, y por la cual se puede apreciar su maestría en el arte de la
gubia), segundo retablo pereció a su vez destruido por un incendio en
Septiembre de 1899 lo redujo a pavesas, junto con la imagen, sobresaliente
pieza de la imaginería española (277).
La cristiana
confraternidad también se ejercitaba a título particular descollando en este
humanitario menester el guipuzcoano Ignacio de Elola, que socorría al asiento”
a personas menesterosas y vergonzantes (278) y el ya recordado Martín Zelayeta,
que además de las obras de misericordia apuntadas, instituyó un patrón cuyas
rentas destinó para mayor ostentación del culto de la capilla de Nuestra Señora de
Aránzazu.
A lo largo de las páginas anteriores se habrá ido percibiendo un rasgo distintivo en las relaciones entre los oriundos de las comarcas vascongadas: su voluntad de cohesión vernácula a la hora de entablar operaciones de carácter utilitario. No será en consecuencia improcedente añadir unos párrafos dedicados a informar sobre la concreción de ese talante de fraternidad (maitasuna) transpuesto desde su ámbito pragmático a una esfera entrañable.
ResponderEliminarEn 18 de Marzo de 1612 un nutrido grupo de vascos compró a D. Luis de Mendoza y Ribera la capilla del Santo Cristo en el brazo izquierdo del crucero de la iglesia de San Francisco para instalar en ella la cofradía de Nuestra Señora de Aránzazu y en la bóveda subterránea un enterramiento. Siete años más tarde se aprobaban las primeras Constituciones que regirían la “Congregación y Hermandad de los caballeros hijosdalgo que residen en la Ciudad de los Reyes, naturales del Señorío de Vizcaya y provincias de Alava, Reino de Navarra, y de las cuatro Villas de la costa de la Montaña, que son Laredo. Castro Urdiales, Santander y San Vicente de la Barquera”. Las definitivas se sancionaron en 12 de Abril de 1636, en que el número de cofrades ascendía ya a 105.
ResponderEliminar