2
I
LAS APARICIONES DE EZKIOGA
Las apariciones de Ezkioga fueron para los católicos
españoles la respuesta del cielo contra el advenimiento de la II República. (14
de abril de 1931). En efecto, comenzaron las apariciones el domingo siguiente
de las elecciones constituyentes. Para los sociólogos de la religión, fue la
reacción de la conciencia religiosa colectiva, agredida por la República. El
hecho interesó sériame nte a los políticos, y el caso de Ezkioga fue presentado
a las Cortes de Madrid como un peligro nacional. Tomaron parte en la discusión
hombres de la talla de Romanones, Unamuno y Baroja. Manuel Azaña, siendo Ministro
de la Guerra, encargó el 22 de julio de 1931, a Gregorio Marañón realizar, de incógnito,
una investigación. Cuatro veces acudió a Ezkioga el Obispo Irurita desde Barcelona.
Se dan cita en el olvidado lugar guipuzcoano personas del mayor rango en la santidad
contemporánea. El Ven. Amundaráin, fundador de las Aliadas, y la Sierva de Dios
Magdalena Aulina, fundadora de las Operarias Parroquiales, asistieron a los trances
extáticos de los videntes. La Ven. M. Magdalena Marcucci se escribía desde su monasterio
pasionista de Deusto con Evarista Galdós. Recibió también comunicaciones superiores
en Ezkioga la mística Esperanza Aranda. Numerosas personalidades de Europa,
especialmente de Francia, Bélgica e Irlanda se presentaron en Ezkioga. Entre ellos
sobresale el escritor católico y académico de la lengua francesa, Gaëtan de Bernoville.
¿Qué fue lo que sucedió en Ezkioga en 1931?
He aquí la sencilla historia de lo que sucedió el 30 de junio
de 1931, domingo, séptimo día de la Novena de la Antigua, y fiesta de San
Marcial. A la hora del Ángelus la niña Antonia Bereciartúa -de 11 años- bajaba
del caserío Igarzábal-Erdi hacia su casa, llevando una marmita llena de leche.
Al llegar al lugar en que su sendero cruza con el que va del caserío
Basterreche hacia la vecina fuente, se encuentra con su hermanito
Andrés. En este momento, Antonia se para y, de pronto, en
unos robles cercanos ve a la Virgen. Volviendo la cara inmediatamente hacia su
hermano le dice en vascuence:
“¡Mira la Virgen!” Entones Andrés vuelve la cabeza y la ve
también. Los dos hermanitos se arrodillan inmediatamente, y rezan juntos el
«Ave María». Tenía corona semicircular luminosa. Llevaba en el brazo izquierdo
al Niño Jesús, vestido de blanco, y en la mano derecha una cosa que parecía un
pañuelo. La Virgen no pronunció ninguna palabra sensible. Produjo en los niños
solo un interior atractivo espiritual irresistible a rezar. En .cuanto llegaron
a casa contaron los niños su experiencia. Nadie, ni los padres ni la gente, les
creyó.
Al día siguiente -2 de julio fiesta de la Antigua y último
día de la novena- ya por la mañana, el Párroco, el Venerable D. Antonio
Amundaráin quiso informarse de todo lo sucedido, de boca de Antonia
Echezarreta. Según una tradición local, doce labradores acompañaron al grupo
formado por los dos niños y el Párroco. Había comenzado ya la afluencia de
fieles al lugar de las apariciones que en pocas semanas traería decenas de miles
de peregrinos. El día 3 los niños ven de nuevo a la Virgen en presencia del párroco
y un coadjutor. El día 4 hay ya más de 500 personas cerca del roble. Los niños contagian
a la gente su deseo de orar y piden al capellán de Zumárraga dirija el rezo del
rosario en voz alta y así se inicia una práctica que se repetirá luego todos
los días. El 7 de julio fue la jornada más importante. Ese día aparecieron las
primeras informaciones de la prensa, y la afluencia fue numerosa. Era también
el final de la primera semana de las apariciones. Este día sometieron a los
niños a una prueba de veracidad. A la niña la dejaron en el robledal. Al niño
se lo llevaron a la otra falda del monte. A cada uno de los videntes le
acompañaba un sacerdote. La visión empezó a las ocho y cuarto. Duró el tiempo
de un rosario. Terminado el Rosario, y desaparecida la visión, cada uno de los sacerdotes
escuchó de labios de los dos hermanos una narración completamente coincidente.
Como se ha indicado ya, la Virgen no habló nunca a los primeros videntes.
Todo el tiempo las apariciones a los dos niños mantuvieron
esa característica.
Los primeros videntes nunca entraron ni en éxtasis ni en
trance, pero quedaban como transfigurados. Incluso en el estruendo propio de un
ambiente de agitación de los días posteriores, cuando se multiplicaron los
videntes, y la agitación dominaba en la campa, los niños mantenían el aspecto
de recogimiento profundo de sus propias visiones. Este rezo fue el que provocó
las visiones de conversión y otros fenómenos a modo de una onda expansiva que
partía de la persona de los videntes Bereciartúa. La realidad contagiosa de
Ezkioga era el rezo masivo del santo rosario que, por su seriedad y fervor, suscitaba
efectos espirituales que atraían a la gente en una manera inexplicable. Los videntes
interrumpían con frecuencia el rezo con espontáneas exclamaciones, que enardecían
al devoto público. Así se creó una maravillosa interacción entre el pueblo, los
sacerdotes que dirigían el rezo y los videntes que lanzaban al aire sus gritos
de oración. El efecto era como el oleaje de un océano místico que arrastraba a
la multitud.
No hubo en Ezkioga ni misas, ni rezo de salmos o plegarias
litúrgicas. Solo el rosario.
Era un inmenso clamor de la muchedumbre enardecida por el
fervoroso rezo del rosario y las apariciones. Las visiones de los hermanos
Bereciartúa congregaron en los meses de julio-diciembre de 1931 aproximadamente
un millón de peregrinos. Entre estos se mezclaron algunas personas fáciles a la
utilización publicitaria de la prensa, y dóciles a los intereses políticos del
momento histórico. Ellos protagonizaron las desviaciones condenadas por la
autoridad eclesiástica. La gran masa de peregrinos venía con buena fe y mucha
confianza en la intervención misericordiosa de la Virgen.
El mismo día 28 de julio publicó el Vicario General de
Vitoria, Dr. D. Justo Antonino Echeguren, una clarificación, negando la
existencia de una Comisión Oficial. Fue al tiempo de este vacío de liderazgo
eclesiástico cuando empezaron las desviaciones que se convirtieron en el objeto
principal de la vigilancia eclesiástica diocesana. El caso primero y más sonado
fue la simulada estigmatización de Ramona Olazábal que trajo la inmediata
intervención del Vicario General que la declaró desprovista de todo carácter sobrenatural.
El incumplimiento del milagro anunciado por Patxi Goicochea
para el 26 de diciembre procuró al Vicario General la ocasión para prohibir a
los sacerdotes dirigieran el rosario y, negar los sacramentos a los videntes
que acudieran a Ezkioga. Todos estos actos de la autoridad diocesana revelaban
la convicción del Vicario General sobre la falsedad de todo lo de Ezkioga. El
10 de junio de 1932 el Vicario General negó también la licencia para construir
una capilla en el lugar de las apariciones. Siguió la privación de sacramentos
a los videntes desobedientes.
El Obispo de Vitoria, en una carta pastoral del 7 de septiembre
de 1933 condenó las apariciones. También el Santo Oficio de Roma las condenó.
El 18 de junio se publicó en L’Osservatore Romano el definitivo decreto
condenatorio de Ezkioga. Así concluyó el proceso eclesiástico sobre los sucesos
marianos de Ezkioga.
La historia de las apariciones de Ezkioga tiene no pocas cosas singulares. La primera de ellas es la atención mínima que los autores conceden al fenómeno de los comienzos. Los medios de comunicación se interesaron muy pronto de los hechos extraordinarios y más aparatosos, y dejaron en la penumbra, si no en la oscuridad más completa, la historia de los comienzos. No se dan ni los nombres de los primeros videntes. Las informaciones eclesiásticas no dan su nombre, y las edades las ponen equivocadas. Nunca aparece en un documento eclesiástico español el nombre de los primeros videntes Ni siquiera en las encuestas a que han sido sometidos recientemente los testigos de los sucesos de Ezkioga, se han ocupado de interrogar a los hermanos Bereciartúa. De las apariciones parece que en la actualidad solo interesa el aspecto social de lo religioso de tales eventos. Esta es la razón por la cual la historia de los orígenes esté tan envuelta en la oscuridad. Sin pretender ser exhaustivos vamos a ofrecer en este trabajo los datos que hemos podido rescatar sobre los hechos fundantes de Ezkioga, a base de unas sumarias encuestas realizadas en varias visitas a los testigos de los dos niños, en Zumárraga[1]
ResponderEliminar