TRISTE ES LA MUERTE Y ES MUY TRISTE CUANDO MUERE LA
INTELIGENCIA
Nada más doloroso que renunciar a alguien. Y hemos venido a
devolverle a la tierra el cuerpo del ingenioso y agresivo prosista que llenara,
desde su mocedad hasta ayer, el lugar más destacados y bullicioso del
periodismo peruano. Solo para el mañana –señalando por campo toda América
Hispana– ha dejado Federico More la tarea, demasiado ambiciosa, de poderlo
igualar. Le gusto ser primero. Y lo fue siempre. Nadie uso de la pluma con la
habilidad de él, nadie supo hacerse odiar y temer como él y ninguno habrá que
haya gozado de la amistad más que el. Caballo desbocado, tuvo ideas demasiada
emotivas sobre la realidad social y política; pero, adoro con desenfreno lo que
creyó justo. Paso la vida entreteniéndose en decir que lo que más amaba era un
crepúsculo, frente al mar, o el silencio infinito de su puna. Lo que siempre
hizo fue vivir apasionadamente, buscando sin cesar una trinchera de combate,
queriendo- en el mundo de las ideas –unir la luna con la tierra. Fue poeta, en
lucha constante por hacer vivir a los hombres dentro de una libre y
divertida discrepancia. Y por poeta,
quiso ser político. Lo vencieron la poesía y el humorismo. Ese sutilísimo
humorismo sajón que permite llorar bajo
la risa. Vivió entre sueños encantados y chispeantes; que no impidieron, sin
embargo, que muy a menudo coincidiera en su trágica angustia por su pueblo con
las multitudes, a las que detesto con convicción de aristócrata de la
inteligencia. More no entendió de la vida sin pelea…. Y ha caído peleando. Honra
a CARETAS el haber sido su última trinchera. Los que hemos estado hasta su fin
a su lado, sabemos que no lo mato la muerte. Federico se dejo morir. En un país
donde cada día es menos valorada la inteligencia; en momentos en que se han
perdido hasta las buenas maneras -de las que el gusto tanto- ; y cuando las
posibilidades de rehacer la fe de su pueblo, a base del respeto a la
discrepancia, se transforman en seguro temor de tener que continuar en obligada
convivencia, no creyó encontrar otro camino que el de dejarse morir ¿Qué hacia él, eterno discrepante, en un
mundo de silencio? Como sus amigos, los viejos griegos, se fue
sonriéndole a la vida. Junto a Federico enterramos otra esperanza maltratada.
Discurso pronunciado por Don Francisco Igartua, director de
Caretas en el Cementerio de Baquijano del Callao, con ocasión del sepelio de
Don Federico More. En esta ocasión también hicieron uso de la palabra los señores
Oscar Miro Quesada, Emilio Armaza, José Antonio Encinas, Esteban Pavletich y el
Dr. De la Puente.
La segunda edición del libro FRANCISCO IGARTUA, OIGA Y una pasión quijotesca, no estaría completa
sin la publicación de este memorable discurso.
Fuente:
Caretas, Año V, 28 de
Febrero al 14 de marzo, 1955 – N° 60.
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