viernes, 11 de julio de 2014

EN EL PERÚ

La Republica
Prensa escrita peruana: El poder de informarse se concentra

Miercoles, 11 de septiembre de 2013 | 5:25 pm

Columna: Pensando en voz alta, de Javier Protzel.

La adquisición de una mayoría de acciones de EPENSA por el Grupo El Comercio (GEO) no es una buena noticia . Cuando las instituciones del Estado están alarmantemente desacreditadas y la política en crisis, como ocurre ahora, la influencia de los medios masivos tiende a crecer, siguiendo una regla de proporción inversa. Y en este caso todos sabemos que el Grupo El Comercio controlará cerca del 80% de la facturación del total de diarios en este país. Semejante posición de dominio conculca la libertad de prensa al vulnerar un principio de pluralidad elemental para la opinión ciudadana en cualquier democracia.



La concentración de la propiedad empresarial es un proceso característico del capitalismo tardío visible a escala global, y en el caso de los medios de comunicación éste asume una forma conglomeral. Racionalizar costos mediante fusiones, eliminar  competidores para aumentar la rentabilidad, acaparar publicidad y buscar nuevos mercados son algunos de los motivos de esta tendencia de los peces grandes a devorarse a los pequeños. Empero las tendencias son muy variables. Mientras se calcula que unos siete grandes conglomerados mediáticos facturan alrededor del 60% de la facturación mundial, en América Latina, precisamente la región más desigual del mundo, encontramos la concentración más alta. Una amplia investigación del IPyS conducida por Mastrini y Becerra (2008) mostró una recurrencia continental de este fenómeno en materia de prensa, con abundancia de altas y crecientes tasas de propiedad concentrada en las cuatro empresas periodísticas de mayor facturación en cada país: 67% en el Brasil, 81% en Argentina, 92% en Chile, 60% en Bolivia. En cambio, la compra de EPENSA (que publica Correo, Ojo, Ajá, El Bocón) se añade a El Comercio, Trome, Perú 21 y Gestión permitiéndole a un solo grupo económico controlar casi el 80%  de la prensa diaria .



Esta posición dominante es insólita para cualquier observador extranjero, pues si bien en otras latitudes existe esa tendencia, hay leyes que la limitan y concepciones diferentes del trabajo periodístico. En Europa, especialmente en países escandinavos y en Holanda, han existido al contrario políticas públicas de explícito resguardo a la libertad y variedad de la información. Y en todos ellos, los sistemas de medios – si cabe la expresión – siguen contando con operadores públicos audiovisuales de peso, garantes de la diversidad de opiniones, la BBC por ejemplo. Por su lado, los Estados Unidos cuentan con estrictas leyes antimonopolio y una amplia gama de medios impresos a escala nacional según la ciudad: New York Times , Washington Post , San Francisco Chronicle , Boston Globe , etcétera, de modo que los empresarios peruanos difícilmente podrían argumentar que una regulación adecuada sería autoritaria. Es más bien lo contrario.



Esta compra de acciones, que no será la última, ocurre como corolario del crecimiento de las industrias culturales consiguiente a la expansión económica del país y se expresa en la inversión publicitaria (en 2012 superó los 650 millones de dólares frente a los 192 de 2001). Es entonces una acumulación de capital, fuera de tratarse de una de poder . Pero lo más singular es que ocurre al incrementarse la circulación nacional de diarios, la cual pasó de 2007 a 2011 de 1’200.000 ejemplares a más de dos millones. En 2012 Trome se ha ubicado entre los periódicos más leídos de América del Sur, contándose más de dos millones de lectores y medio millón de ejemplares vendidos sólo en Lima, en contraste frente a otras regiones agobiadas por la disminución de lectores. Al poner en perspectiva histórica este probable recorte de la diversidad de las orientaciones políticas en el espacio público de los medios, las comparaciones resultan inevitables. Si la incautación de los diarios en los años setenta por el gobierno militar nos sometió a la censura y al punto de vista monocorde del discurso oficialista, la compra de la prensa chicha por el régimen fujimontesinista alimentó a buena parte de la ciudadanía con calumnias y desinformación. La presente situación no llegaría a esos extremos, pero el ámbito de influencia de un solo grupo editorial será más amplio que en el pasado. De hecho, ya estábamos hace años en una situación estructuralmente oligopólica, pues aun así el Grupo La República hubiese adquirido el paquete accionario de EPENSA, ambos operadores habrían acaparado el 98% de la facturación, más que en los casos chilenos de El Mercurio y COPESA. 




Intentando teorizar, el lector no creerá a pie juntillas lo que la prensa política argumente, pero ésta sí podrá construirle la agenda de asuntos públicos privilegiando ciertos temas y minimizando u ocultando otros. Arma absoluta. Esto último es lo inquietante cara a las elecciones de 2016 y a ciertos efectos colaterales: la autocensura en algunos periodistas y la sujeción del mercado publicitario a la discrecionalidad del más poderoso, silenciando las voces discordantes.

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