ADIOS CON LA
SATISFACCIÓN
DE NO HABER
CLAUDICADO
HASTA PRONTO
CON DIGNIDAD
La verdad
cuando ingresé a trabajar en OIGA, hace 18 años, no pensé que me quedaría tanto
tiempo. Sabía que era una empresa periodística y que yo necesitaba trabajar
allí. Tenía dos hijos muy pequeños que mantener y la revista se había
convertido en mi principal esperanza para el futuro. Hasta ese momento había
leído mucho pero sabía muy poco de periodismo y menos sospechaba que andando
los años me convertiría en lo que llaman “ratón de biblioteca” o más
propiamente de archivo.
Eran los
tiempos en que todos los que trabajaban desempeñaban varias funciones. Esto se
convirtió en una característica y en los años siguientes los amigos del señor
Francisco Igartua, don Paco, se admiraron siempre de que cada edición de la
revista pudiera ser hecha por tan poca gente. Empecé a laborar como secretaria
de don Paco, desde el segundo número de esta quinta, heroica etapa de la
revista. Al mismo tiempo era telefonista, encargada del archivo, coordinadora
periodística porque concertaba entrevistas para el personal de redacción y
fotógrafos también, y hasta me daba tiempo para pasar a “Letraset” los
titulares de las notas periodísticas, dejándolos listos para ser procesados en
fotomontaje, en la imprenta.
Muy pronto,
el trabajo de archivo me fue absorbiendo cada vez más y fue muy explicable para
mí: don Paco le daba a la parte gráfica (fotos) una gran importancia. El
siempre ha dicho que no bastaba que las fotos sean del personaje aludido en la
información o ni tampoco era suficiente que las fotos sean del “tema”, sino que
debían guardar entre ellas una armonía y contribuir a completar el mensaje. Don
Paco mismo me fue ubicando cada vez más en el archivo. Muy pronto aprendí —y lo
repetí tanto como el mismo señor Igartua— lo que él sostuvo siempre como una de
las sentencias más sagradas de su concepción gráfica: “La nota puede ser muy
buena, pero sin fotos... ¡No sale!. Y la verdad era que sin fotos, las notas no
salían.
¡Cuánto
aprendí de sus enseñanzas! Y como yo, todos los que pasaron por OIGA
aprendieron mucho. Claro, cada cual según su propia capacidad. Recuerdo, por
ejemplo, un día que la famosa “Pandora” llegó a mi oficina un poco asustada y
me dijo: “Lily, Paco está furibundo, no grita sino que da alaridos”; es que don
Paco estaba en una reunión con todos los gráficos.
También
recuerdo como, con el mismo tono magistral que usaba para corregir verbalmente
los errores de construcción que detectaba en los originales, enseñaba también a
los redactores novatos algunos recursos, no digamos trucos, de la redacción
periodística. No fue de los que consideran que los jóvenes “deben experimentar
en carne propia para que aprendan”. Todo lo contrario. Fue el primer colaborador
de sus redactores jóvenes. Los orientaba en la parte creativa, los estimulaba
para que sean incisivos pero respetuosos, y si era posible les evitaba trabajo
inútil. Y siempre respetó mucho el talento de los periodistas jóvenes.
En cuanto a
mí, me siento orgullosa de haber trabajado en este OIGA de 1978 a 1995 porque
creo que hizo historia y porque no me ha deparado riqueza ni comodidades, pero
sí me ha dejado mucho de bueno y de edificante que contar a mis hijos. ¿Qué
cosa más enaltecedora puede haber que el haber trabajado en este OIGA, quinta etapa, que si algunos poderosos detractores se ganó no fue por promover
intereses ajenos a los específicos de la patria o por silenciar las
inmoralidades, o por permitir el avance de la barbarie en perjuicio del futuro
de las instituciones tutelares que sustenta a todo el país?
En estos
momentos siento el deber de mencionar mi recuerdo y mi homenaje al joven
reportero gráfico Amador García, un ayacuchano noble y trabajador, sacrificado
innecesariamente con balas asesinas en las alturas de Uchuraccay. Al escribir
estas líneas de despedida, quiero agradecer a todos los que colaboraron conmigo
en las labores diarias del archivo, y a quienes me brindaron su amistad.
Gracias a ti Gloria, Carolina, Anita.
Sobre todo,
gracias a usted, don Francisco lgartua. Gracias por habernos mantenido a su
lado hasta el final: Gracias por habernos enseñado a levantarnos más
estimulados apenas caemos. Y gracias porque nos ha contagiado el espíritu
rebelde que impulsa a defender las ideas constructivas que tanta falta hace en
nuestro país. Por eso estamos seguros que mientras le queden a usted fuerzas
para levantarse una vez más OIGA volverá a resurgir. Entretanto, no un adiós
sino un hasta pronto.
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