Canta Claro
Por FRANCISCO IGARTUA
SOBRE EL ORIGEN DE NUESTRAS DESESPERANZAS
Algunos peruanos extreman el patriotismo y la realidad, y
fantasean con las glorias del imperio y las maravillas Moche y Nazca. Se trata
de una actitud pasadista si no se tomara como simple punto de partida. Otros
sueñan con el virreinato limeño y les hacen ascos a los indígenas. Actitud
también pasadista y, además, reaccionaria y estúpida. Son dos posiciones
antiguas que hasta hoy persisten. Una representa a la Sierra y la otra a Lima,
a la Costa. Dos sentimientos nacionales contrapuestos, pero los dos son el Perú.
Un terna antiguo que a comienzos del siglo XX le hizo decir a Federico More:
"Ambas razas esbozan la vuelta al pasado por caminos opuestos... (pero)
acaso algún día se encuentren en un punto y ese punto será el porvenir".
Un porvenir que nos sigue siendo esquivo y a lo que hay que
añadir la resurrección de otras viejas actitudes, ayer extravagantes y hoy muy
agresivas, recubiertas de modernidad y referidas ya no sólo a los países con
tradición precolombina sino a todo el mundo latinoamericano.
La primera de ellas es la de quienes, con espíritu opacado y
denotista, creen (y lo dicen) que mejor nos hubiera ido ser conquistados por
los ingleses. Seriamos, según este sentir, parte de los poderosos Estados
Unidos de América. Claro que no seriamos nosotros, sino otros, miembros de una
raza diferente a las nuestras.
¿Seríamos como Australia, Canadá o Nueva Zelanda?
Otra actitud, más infeliz aún y de nula autoestima, es la que
se lamenta por no haber sido los ejércitos ingleses nuestros liberadores del
yugo español. Es una penosa actitud de desprecio a ellos mismos, a los que la
esgrimen, pues no son sajones sino criollos, igual que Bolívar y San Martín.
Son renegadores de su propia sangre (mestiza).
Dicen estos infelices parricidas que mejor hubiera sido salir
del yugo español por mano inglesa, pues si así hubiera sido, hoy seríamos
países similares a Australia, Canadá y Nueva Zelanda. Pero así no fue. Y el
destino al que deberíamos aspirar es superar a la España actual, bastante más
civilizada y de mayor bienestar que las desabridas ex colonias de Inglaterra. Y
para ello hay un solo camino. El que nos trazó el genio iluminado de Bolívar.
¿Quién tiene la culpa de que lo que pareció iban a ser las
tierras de la esperanza se encuentren hoy en caótica desesperanza?
No la tienen las bellaquerías anglófilas citadas, porque son
reacciones de pequeños círculos vacíos de seriedad y llenos de ánimo epatante.
Sí son respon-sables las menudas rivalidades de nuestros caudillos, azuzados
por los intereses comerciales de la clase dominante; también los dirigentes que
sólo atinan a mirar un modelo, el norteamericano, creyéndolo tabla de salvación
de nuestras calamidades; sin advertir que los Estados Unidos están muy
interesados en nuestras miras y demasiado desinteresados en apoyar nuestro
desarrollo. También lo son la ignorancia y la pillería: el desprecio a las
leyes y reglamentos; la rapiña de los funcionarios públicos; la falta de tenacidad
y de amor y dedicación al trabajo, sobre todo en las clases altas.
Los pequeños y miopes intereses comerciales
Sin embargo, si repasarnos sin prejuicios la postración de
los pueblos latinoamericanos, caeremos en que, aparte las debilidades arriba
señaladas, no son válidas las razones que más se usan para "explicar"
nuestros desastres. Ni siquiera se les puede achacar a la falta de educación.
Ahí está de ejemplo Argentina. Un país con educación sobresaliente, que cuenta
con más premios Nóbel que algunos países europeos, ha caído en el abismo y hoy
está en la mis-ma desesperanza que Paraguay o Venezuela. ¿Cuál entonces es el
origen profundo de nuestras desdichas?
No es que debemos poner de lado las escuelas (que tanta falta
nos hacen en el Perú) ni que olvidemos nuestras tontas picardías, sino que es
necesario investigar otros terrenos para hallar las causas más hondas del
desastre. Y no será difícil llegar a la conclusión de que estamos como estamos
por culpa de los gobiernos. Pero aquí viene la gran pregunta: ¿quiénes nos han
gobernado?
Por lo pronto, no han sido los militares que ocuparon las
presidencias al nacer nuestras repúblicas, tampoco los civiles y los otros
militares que los reemplazaron. No, las pocas etapas democráticas y las muchas
dictaduras que hemos tenido han sido siempre (o casi siempre para ser exactos)
marionetas en manos de negociantes sin aspiraciones grandes, sin metas altas,
ávidos de dineros fáciles. Nunca (o casi nunca) hemos tenido gobiernos éticos,
fuertes y eficaces, que son los que pueden actuar por encima de los intereses
de los mercaderes. Son esos mercaderes, las grandes y miopes sociedades
empresariales, los responsables de que hayamos traicionado el visionario
mandato de Bolívar. Son los pequeños y egoístas intereses comerciales los que
no han permitido y no permiten que seamos una comunidad de naciones.
Fuente:
FONDO EDITORIAL PERIODISTICA OIGA
No hay comentarios:
Publicar un comentario