PROCLAMA DE LA JUNTA GUBERNATIVA DEL
PERU
LA JUNTA SUPREMA DE GOBIERNO A LOS
PERUANOS
Peruanos:
Desde que el pueblo nos honra con su confianza, poniendo en
nuestras manos las riendas del Gobierno, resolvimos acreditar no con palabras
sino con hechos nuestro celo patriótico y nuestro puro y ardiente voto por la
felicidad de la Republica. Todo se dispuso; todo anunciaba próxima su salud;
pero el cielo quiso retardarla.
Conciudadanos:
El Ejército va a emprender nuevas operaciones. Un aliento
sobrenatural le anima, porque tiene que vengar una nueva injuria. El sol del Perú
no puede ya sufrir un eclipse total; las nubes que pasan bajo de Él lo ocultaran
parcialmente un momento, para presentarlo luego con mayor resplandor.
Los enemigos hacen esfuerzos extraordinarios como
convulsiones de un cuerpo que se disuelve, envolviendo en sus ruinas a nuestros
desgraciados hermanos, que solo esperan el impulso de nuestros brazos para
romper sus cadenas. Ahora es cuando nosotros debemos manifestar ese noble
ardimiento, que solo sienten las almas libres y ese desprendimiento generoso,
propio solo de republicanos. Las necesidades crecen, es verdad; los recursos
escasean; pero el patriotismo tiene en sí un fondo inagotable. No penséis en
los males y privaciones que son necesarios; pensad solo en los bienes
inapreciables que vas a reportar: el triunfo de la causa, la independencia y la
paz.
Considerad las calamidades que sufre y llora el país que
ocupan los enemigos, a manera de los árabes y vándalos sus progenitores; y
calculad los males que os esperan si penetrasen nuestro recinto como
conquistadores.
Compatriotas:
Renovad el entusiasmo del 7 de setiembre que decidió para
siempre de nuestros destinos. Corred todos a las armas; ya sabéis, por una
triste experiencia, que nuestros opresores no entienden medio de tratar y
convenirse sino con el cañón, suprema razón de los tiranos... y la única también
que puede refrenarlos.
Ya habéis visto a vuestros hijos inflamados de espíritu
marcial: reunidos a la sombra del estandarte patrio marchar a sus cantones con
tanta serenidad, como si no oyesen los clamores de sus madres y esposas; y con
tanta fiereza, como si ya marcharan a los combates
Loor y gloria a los beneméritos jefes y oficiales de los
cuerpos cívicos, que solo respiran honor y amor de patria en los mayores
peligros.
Corred todos a engrosar sus filas; a vuestro valor y lealtad esta
encomendada la defensa de esta heroica y opulenta capital; no haya clase, ni distinción
exenta de esta obligación sagrada; y si por desgracia hubiese alguno que la desconozca,
que salga inmediatamente de nuestro seno, llevando consigo la execración, la
infamia y la condenación de no volver jamás para disfrutar los días de gloria y
serenidad que prepara nuestra decisión. Considerad, en fin, que si os armáis,
no es para esclavizar pueblos sino para librarlos y consolarlos; no para servir
a los caprichos de un ambicioso, sino para cimentar la felicidad pública sobre
las bases de la libertad civil y política, a la sombra de leyes benéficas,
dictadas por vuestros dignos Representantes.
Argentinos, chilenos, peruanos: corramos todos a las armas.
Si, amigos, corramos a las armas, para defender la propiedad del suelo
americano, el sagrado de nuestros hogares, la santidad de nuestros templos, la
castidad de nuestros lechos conyugales y la reverencia del sepulcro de nuestros
padres.
La Mar.- Alvarado.- Salazar.
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