DISCURSO DEL PRESIDENTE DEL CONGRESO
CONSTITUYENTE,
CARLOS PEDEMONTE, AL INICIARSE LA
DISCUSION DE LA PRIMERA
CONSTITUCION POLITICA DEL PERU, EL 28
DE ABRIL DE 1823
Amaneció, por fin, señores, el día suspirado por los pueblos,
en que reunidos los dignos Representantes de la nación peruana van a dar
principio a las gloriosas tareas de constituir su ser político. Tareas que
aunque carecen del aparato bullicioso con que la Fuerza Armada arroja de un
territorio la dominación injusta que lo oprime, son, en cambio de eso, tanto más
importantes cuanto que ellas solas presentan al ciudadano el verdadero objeto de
sus sacrificios y la inapreciable felicidad que ellos le valen. Un país, libertado
de la tiranía, no ha hecho otra cosa que derribar el terrible muro que la ambición
de los gobernantes ofrece de ordinario a la prosperidad de los pueblos; más esta
no se logra con solo haber removido los impedimentos de obtenerla.
Indispensables son, cierto, y muy costosas, las fatigas del labrador que roza
las malezas de un terreno y que arrancados de raíz los robustos espinos que le
cubren le hace capaz de recibir de cualquier cultivo. Pero, si esto no siguiese
¿Cuál sería el premio proporcionado a sus sudores? La tierra viciosa abortaría
en breve nuestras plantas, más perniciosas, tal vez, que las primeras; y tanto
sudor, tantas fatigas y sacrificios tantos, solo habría servido para mudar la
faz del terreno, pero de ningún modo para mejorarle. ¡Qué suerte tan semejante
corren los Estados y los campos! …estos, sin cultivo son del todo estériles y
tal vez gravosos a sus mismos dueños; aquellos, sin leyes son absolutamente
infecundos en bienes sociales y las más veces ominosos a la misma felicidad de
los ciudadanos.
Un país independiente, vuelvo a decirlo, por el simple hecho
de ser libre, no es todavía para sus moradores una patria. Este nombre sagrado
no le vincula jamás nación alguna al territorio en que nos fija nuestra elección
o la naturaleza. Patria es una asociación de individuos, formada bajo leyes
justas que aseguren los derechos imprescriptibles de cada uno y le dejen
expedito para ser feliz cuanto pueda sufrirlo el bienestar de los demás. Por
apartarse de estas nociones exactas han visto los pueblos, con dolor, en las épocas
de sus revoluciones, profanarse este título augusto para perturbar a su sombra
el orden público, atropellar ajenos derechos, satisfacer pasiones y consagrar
todo el que quiere sus caprichos.
Necesario es, pues, y muy debido a las nobles virtudes del
pueblo peruano, precaverle a tiempo del funesto escollo en que el deseo
ardiente de la libertad suele estrellarse cuando no hay una patria. Y pues, aún
sin haberla, hemos admirado más de una vez hermanadas perfectamente la subordinación
más arreglada con el entusiasmo más exaltado, fenómeno tan raro en los tiempos de
convulsiones civiles, ¿cuánto no debemos lisonjearnos desde ahora de su respeto
y obediencia a la ley fundamental del Estado sobre lo que puede cada uno elevar
sin trabas hasta el cielo el edificio de la fortuna? Tanto importan ¡oh ciudadanos!
Las gloriosas tareas de vuestros Representantes, en el arduo empelo a que hoy
entramos. Hónrese, en buena hora, con gratitud eterna, el valor y los esfuerzos
de nuestros libertadores; pero quede reservada a nosotros la satisfacción de
hacernos conocer y gustar los deliciosos frutos de nuestra libertad. Repitámoslo
otra vez: un país independiente puede muy bien ser desgraciado; pero una nación
bien constituida no puede dejar de ser feliz.
¡Padres de la patria! Constitución quiere y necesita el
pueblo: comencemos dársela. En ella solo contempla afianzados sus derechos y
enfrenada por leyes sabias la peligrosa libertad de gentes irreflexas. Cuanto más
retardemos, desde hoy, la sanción de esta carta sagrada, más aventurados ve el
ciudadano sus sacrificios y los bravos militares adquieren más derecho para
demandarnos el precio de su sangre. Entremos con ellos en la honrosa
competencia de llegar primero al término de nuestros trabajos. La campaña
decisiva ya va a abrirse; plegue al cielo que cuando destruido el último
enemigo vengan nuestros victoriosos guerreros a decirnos: Esta conquistada
nuestra independencia podamos responderles también está constituida vuestra patria.
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