Miercoles, 13 de noviembre de
2013 | 6:24 am
Maxwell Cameron. Director del
Centro de Estudios para las Instituciones Democráticas de la Universidad de la
Columbia Británica / Canadá.
Ana Núñez.
Recién llegado a nuestro país
para dictar un curso sobre logros y desafíos de la democracia en la región,
Cameron echa un vistazo a los procesos que hemos vivido en los países
latinoamericanos. A su entender, en la región hay una gran variación en los
tipos de democracia y en la calidad de esta.
La región vivió épocas de
caudillos y dictaduras. Luego se pasó por procesos de recuperación de la
democracia, tras lo cual se iniciaron transiciones de fortalecimiento
institucional. ¿En qué estamos ahora?
Han pasado más de 30 años de
democracia para la región en general y hemos pasado de una etapa de transición
a un proceso que hasta cierto punto se puede llamar de consolidación, aunque es
un concepto un poco cuestionado...
¿Cuestionado, en qué sentido?
Hablar de consolidación siempre
genera la idea de que hay un solo modelo (de democracia) y que los países están
"rumbo a", cuando en realidad
lo que se ve en América Latina en este momento es una gran diversidad de
regímenes democráticos. Hay una gran variación en los tipos de democracia y en
la calidad de las democracias.
¿De ahí que algunos consideran
que Venezuela es una democracia y otros no...?
Para tratar de comprender esa
diversidad, en la literatura de la ciencia política han florecido muchos
conceptos de la democracia, como por ejemplo el planteado por el politólogo
argentino Guillermo O'Donell de democracia delegativa, que es la democracia
–como justamente mencionaste– de caudillos. Esta es una democracia electoral en
la que el presidente gobierna pero sin los mecanismos de peso y contrapeso, sin
separación de poderes, sin respetar el estado de derecho y pasando por encima
de las instituciones representativas.
Algunos han planteado que en la región, en este momento, hay híbridos
entre democracia y autoritarismo, y de ahí surgió el concepto de autoritarismo
competitivo, vale decir, regímenes que surgen de procesos electorales hasta
cierto punto competitivos, pero que en el fondo no son democráticos porque no
respetan derechos y libertades fundamentales.
¿Ese sería el caso de Venezuela?
Algunos lo consideran así, pero
yo no, porque no ha habido ningún fraude electoral. Han ganado elecciones tras
elecciones. Creo que la pregunta sería: ¿qué hubiera pasado si Maduro hubiera
perdido las elecciones? ¿Hubiera aceptado o no los resultados?
Ahí se hubiera visto la verdadera
catadura democrática...
Claro. Para decir que hay un
régimen autoritario, se tiene que poder afirmar que hay un grupo de poder, que
puede ser un grupo mafioso o un grupo militar, un poco lo que hubo en Perú en
los años 90, donde gobernaba una mafia en torno a Fujimori y Montesinos. Eso
fue un régimen autoritario aunque tenía legitimidad electoral y no iba a ser
posible cambiar ese régimen a través de la vía electoral. Ese es el tema. En el
caso de Venezuela, creo que sí es posible que gane la oposición en las próximas
elecciones.
Hugo Chávez promovió su proyecto
del Alba, que fue seguido por países como Bolivia y Ecuador. Muerto Chávez,
considera que se ha desideologizado un poco la región?
Yo creo que sí. De hecho, el
proceso bolivariano, los cambios que él inspiró –con ese guión de ganar
elecciones, convocar una Asamblea Constituyente, cambiar la Constitución y
luego acumular mucho poder para hacer políticas de redistribución– y que ha
aplicado Correa, que ha aplicado un poco distinto Morales, y que se ha
intentado en Nicaragua, en Honduras, creo que eso ha llegado a su límite y
estamos en una época post bolivariana, y sin muchas posibilidades de que se
avance en ese proceso. Vemos el caso de Brasil. Frente a las manifestaciones,
Dilma Rousseff planteó la idea de un cambio constitucional y eso no ha generado
mucho...
Más que ideológico, parecen ser
los intereses económicos los que unen ahora a los países.
Creo que todavía hay modelos
distintos. Todavía hay un modelo extractivista neoliberal, que es el caso de
Perú, Chile, México, o lo que es la Alianza del Pacífico, y creo que hay un
modelo populista neoextractivista, que es el modelo de Chávez, de Evo...
Hay varias coincidencias entre
los que practican tal o cual modelo, y una de ellas es que en los que usted
califica de populistas neoextractivistas hay problemas con ciertas libertades,
como las de prensa y expresión.
No es un tema que yo haya
estudiado mucho, pero me da la impresión de que cualquier gobierno que plantea
reformas grandes va a encontrar oposición por grupos de facto muy importantes,
entre ellos los medios. En América Latina hay muchos países con gran
concentración de medios y estos sectores pueden ser feroces en su oposición al
cambio político; por tanto, esos regímenes
han tenido enfrentamientos con los medios muy importantes y políticas de
restricción de la libertad de expresión, cosa que es obviamente bastante seria,
pero también hay que ver el tema de fondo, que es el poder de los medios.
Se dice que para que haya una
verdadera libertad de expresión, debe haber variedad, pluralidad, en los
medios. ¿Qué tan peligrosa es la concentración de medios por algún grupo
empresarial?
Yo creo que hay que tomarlo muy
en serio. Hay un principio básico en la teoría democrática que es la
poliarquía. Robert Dahl decía que es necesario tener acceso a información
alternativa, a distintos medios de comunicación. Lo más importante es que haya
diversidad de opinión en los medios. Y yo creo que sí, cuando hay
concentración, control empresarial sobre muchos medios, esto genera una duda
muy natural acerca de hasta qué punto todos los medios van a reproducir la
misma línea. En esos casos hay que hacer un esfuerzo de desconcentración o por
lo menos una fuerte regulación para asegurar la diversidad...
"Regulación" es una
"mala palabra" cuando se habla de medios...
Sí, ese es el problema porque
muchas veces los gobiernos quieren controlar la opinión. Pero a mi juicio, la
regulación para asegurar diversidad de opinión, la regulación para garantizar
las libertades para los periodistas, ese tipo de regulación no va en contra de
la democracia sino más bien es básica. Hay que reconocer que en América Latina
muchas veces los medios de comunicación han sido actores políticos y algunas
veces su papel no ha sido positivo.
¿Y es tan peligrosa la situación
como para decir que atenta contra la democracia?
Sí, en la medida en que no
permite que el ciudadano tenga acceso a la variedad de información necesaria
para formar una opinión adecuada.
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