Perú,
tierra “ensantada”
José Antonio
Benito
Si
Ávila se define como “tierra de cantos y de santos”, Perú puede hacer lo propio
y aceptar el título de “tierra encantada” y “ensantada”, por los santos que la
han poblado.
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Santos y Santidad
en el Perú Virreinal.
Prólogos de
Bertrand de Margerie S.J. y Guillermo Lohmann Villena.
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Una noche de insomnio, una profesora
judía, atea, discípula del famoso filósofo Husserl, se levantó de la cama, tomó
uno de los libros de su estantería y comenzó a leer y leer. Casi al amanecer,
cerró el libro, murmurando feliz: Ésta es la Verdad Se trataba del "Libro
de la Vida" de Santa Teresa de Jesús. Era el año de 1920. Posteriormente,
ingresó en el Carmelo y fue martirizada por los nazis en 1942. En 1998 fue
canonizada, en 1999 fue designada copatrona de Europa y en el 2002 doctora de
la Iglesia. ¿Qué fue lo que le cautivó de la lectura teresiana? ¿Su
autenticidad sin doblez? ¿Su reciedumbre y coherencia? ¿Su vida rebosante de
entusiasmo? ¿Su alegría contagiosa, fruto del más puro amor a Dios y a su
prójimo?
Largo exordio para decirles que el libro
que reseño me fue entregado como regalo de Reyes a las 10 de la mañana, comencé
a leerlo tras el almuerzo y no pude dejarlo hasta acabarlo. A pesar de su gran
extensión, se lee de un tirón, por su agilidad de estilo y el gran aporte de
nuevos contenidos.
“El recuento de santos y hombres
virtuosos parece inacabable. Aún hoy la santidad es fruto frecuento en nuestras
tierras, pero la cultura secularizada pocas veces vuelve sus ojos hacia ella.
Durante los muchos años del virreinato, en cambio, fue piedra angular de su
comunidad, suma de la sabiduría de su época y presencia ejemplar del hombre de
Dios en el mundo” (p.323). Así comienza el epílogo el autor, en tono de
desahogo y de confidencia. Sin embargo, lo importante es poder contar con el
retrato de 5 santos, 4 beatos, 20 siervos de Dios y 40 virtuosos en una sola
obra, como fruto de largas horas de investigación de archivo, de consulta
bibliográfica y de especialistas, así como de agudas reflexiones.
Además de la biografía de los conocidos
santos (Rosa de Lima, Martín de Porras, Juan Macías, Francisco Solano y Santo
Toribio) y la beata: Sor Ana de los Ángeles de Monteagudo de Arequipa., se nos
presenta la de la Beata Narcisa de Jesús Martillo Morán, oriunda del Ecuador,
pero fallecida en Lima, en 1869; y beatificada el 25 de octubre de 1992; el
beato camilo P. Luis Tezza, nacido en Italia en 1841, fallecido en Lima en
1923, y beatificado en el 2001; y el padre salesiano José Calasanz Marqués,
español nacido en 1872, que trabajó en la parroquia “Sagrado Corazón” de
Magdalena del Mar, martirizado en España en julio de 1936, y beatificado en el
2001.
Entre los siervos de Dios, se presentan
las semblanzas de Fray Diego de Ortiz (1532-1571), protomártir del Perú, en
Vilcabamba y que fue muerto en 1572 por denunciar la incoherencia cristiana de
Tito Cusi Yupanqui y familia, el agustino Luis López de Solís (1535-1606), el
mercedario Gundisalvo ( Fray Gonzalvo) Díaz de Amarante (1540- El Callao en
1618),. Diego Martínez, SJ (1542-1626),. Juan Sebastián de la Parra
(1550-1622),.el popular P. Pedro Urraca (1583-1657), Juan de Alloza SJ
(1597-1666), Francisco del Castillo (1615-1673) S.J., el sastre indio Nicolás
de Dios Ayllón (1618), el juandediano. Francisco Camacho (1629-1698), Luisa de
la Torre Rojas (Beatita de Humay) (1819-1869),. Rafaela de la Pasión
Veintemilla (1836-1918), fundadora de las Agustinas Hijas del Santísimo
Salvador, Pío Sarobe Otaño (1855-1910), misionero en Ocopa,, Sor Teresa de la
Cruz Candamo (1875-1953),.Mons. Octavio Ortiz Arrieta (1879-1958), Melchora
Saravia Tasayco, la Melchorita (1895-1951), Monseñor Emilio Lissón Chavez,
arzobispo de Lima (1872-1961), Martín Fulgencio Elorza Legaristi, obispo de
Moyobamba, pasionista (1899-1966), y, finalmente, los candidatos mártires de
Chimbote, los Padres franciscanos: Miguel Tomazek y. Zbigniew Strzalkowski, así
como el sacerdote diocesano italiano P. Sandro Dordi.
Se añaden, además, precisas biografías
de cientos de nombres que practicaron la virtud en Perú, tanto en el virreinato
(: Fray Benito de Jarandilla, Isabel de Porras Marmolejo, Fray Juan Gómez,
Monseñor Francisco Verdugo, Estefanía de San José, Antonio Ruiz de Montoya,
Miguel de Ribera, Úrsula de Cristo, Francisco de San Antonio, Juana del Santo
Niño, Juan Cordero, Francisco indio, Miguel de Guinea, Juana de San José Arias,
Antonia Lucía del Espíritu Santo, Alonso Messía, Ignacia María del Sacramento
Ochoa, Catalina de Yturgoyen-Amasa..). como en la época republicana (José Ramón
Rojas, “Padre Guatemala”, por ese país su lugar de nacimiento, el apóstol de
Ica (1775-1839) Manuel Pardo, S.J. (1877-1906) , Mateo Crawley-Boevey
(1875-1960), Pascualito Fuster (1888-1950).
Todo ello en el marco de una
fundamentación teológica ( “Santos, santidad e historia”, “La Reforma Católica
y el impulso de la santidad”, “La mortificación y las batallas contra el
demonio”) y sociológica (“El Perú de los santos virreinales”, “Militancia
católica, cultura barroca y santidad”, “Los santos y las concepciones políticas
y sociales”, “La posteridad de los santos”). El autor, excelente conocedor de la
teoría del “cuerpo” de la república, deja bien clara que su intención no es
presentar un desfile inconexo y yuxtapuesto de hombres paranormales en el
espíritu, sino adentrarse en el mundo virreinal –“época de creación...de
surgimiento de una nueva sociedad” (Jorge Basadre), concebido como “cuerpo
social organizado para servir a Dios, pero devastado en sus intimidades por el
pecado” (p.18)
La obra cuenta con dos “padrinos” de
excepción, el Dr. Guillermo Lohmann Villena que abre la obra con un prólogo
magistral en el que compara el trabajo con la “Legenda aurea” y el “Flos
sanctorum”, y el P. Bertrand de Margerie, S.J., -ya en compañía de los
virtuosos descritos- quien escribe un bello prefacio: “Los santos de Lima,
pletóricos de gracia durante su vida terrena, han llegado a la plenitud de la
gloria celestial porque utilizaron generosa y perseverantemente los medios
puestos por la Iglesia a su disposición para santificarse, convirtiéndose para
nosotros en una permanente invitación a la felicidad”(p.15).
Un gran acopio bibliográfico e
iconográfico hacen del estudio un auténtico arsenal informativo que posibilita
las deseadas biografías de estas figuras paradigmáticas que abren dilatados
horizontes de esperanza la sociedad del Nuevo milenio.
Si como escribieron los Padres sinodales
en “Ecclesia in América” "La expresión y los mejores frutos de la
identidad cristiana de América son sus santos” (nn.14-15), este libro lo avala
de forma sobresaliente para el Perú. A pesar de su gran extensión, se lee de un
tirón, por su agilidad de estilo y el gran aporte de nuevos contenidos. La obra
se hace indispensable tanto para todo estudioso del mundo virreinal peruano
como para todo cristiano que sabe que está llamado a la santidad.
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