¿Volverá a los diez años?
FRANCISCO IGARTUA
![]() |
FRANCISCO IGARTUA Director Fundador Fondo Editorial Revista Oiga |
Comenzaré haciendo una pregunta de
actualidad; _ ¿Cuando ustedes van al cine dicen vamos a visionar "El Verdugo"?
¿Alguna vez dijeron hemos visionado a Madonna? Creo que no... ¿Por qué, pues,
al sobrecogedor espanto de los videos o vídeos que van poniendo en calzoncillos
las profundas inconsistencias y descaradas desvergüenzas de la sociedad peruana,
hemos de acompañarlo con el inventado, extravagante y disonante verbo visionar?
¿Para disimular el espanto o para engañarnos y creer que lo que vemos no es
realidad sino visiones? ¿Y qué es lo que vemos, lo que estamos viendo y no
visionando, en esta tormentosa realidad peruana de los últimos meses? Estamos
viendo y comprobando que esta etapa signada por los videos y el ignaro visionar
es la más negra y despreciable de nuestra historia.
La catástrofe de 1879 nos humilló
y empobreció, pero sin ensuciarnos moralmente; y, en contrapartida, nos dio a
Grau y Bolognesi, con sus homéricas hazañas. Y los once años de Leguía, que
fueron un largo engaño de grandezas y oropeles encubridores de terrores y
ruindades nunca antes vistas, tuvieron un final tan lleno de tragedia que
empequeñeció y hasta redimió sus culpas. El infeliz y nauseabundo régimen fujimorista
ha superado ampliamente al delirio leguiista y su caída nos ha hundido en una
postración mayor que la derrota del 79. Esto lo ha entendido el Perú entero y,
por lo tanto, el "nunca más" ha sido puesto en la orden del día,
donde bien puesto está. Pero ¡mucho cuidado con desparramar la vista y
descuidar el blanco central!
El régimen que, felizmente, ya vemos
en la picota no es un ente colegiado. Como la mayoría de estas monstruosidades
históricas, el gobierno que acabamos de padecer tiene cabeza y hasta doble,
pues pareciera que el proyecto militar, que hizo a Fujimori presidente para
veinte años, fue cambiando, evolucionando, hasta que, poniendo de lado al
organismo colegiado diseñado por sus autores para mandar, terminó siendo una
autocracia bicéfala. Esto es lo que dicen los hechos que vamos conociendo con
asco y estupor.
Y siendo así las cosas, ¿está bien
que nos preocupemos más por la comparsa, por los partiquinos del macabro
espectáculo, que por las dos cabezas del monstruo? Sobre todo, sería
imperdonable que descuidemos la cabeza principal; ya que Vladimiro Montesinos
es papel quemado, sin posibilidad alguna de reciclaje, mientras que Fujimori,
por el camino que vamos, va a terminar sin castigo, con apenas una
inhabilitación de diez años, al cabo de los cuales puede volver como Alan
García, para recordar "el lado bueno de su régimen". Y, por ese
camino, el "nunca más" resultará un penoso fiasco. Lo que hay que
hacer es remachar y remachar que el régimen fujimorista tiene una sola cara, de
la que es responsable su jefe, el señor Fujimori. Ya que resulta imposible
creer, como interesada o ingenuamente creen algunos, que Alberto Fujimori —quien
tenía dormitorio al lado de su asesor— desconocía las ignominiosas
manipulaciones que Montesinos realizaba para entornillarlo a él en la
Presidencia y que, como un 'caído del palto', no estuviera enterado de los
millones de dólares que circulaban por las manos de Montesinos. Tampoco es
posible que no estuviera al tanto de la 'limpieza de terrucos', pues él,
Fujimori, insistió dos veces ante el Comando del Ejército, a fines de 1991,
para que fueran ascendidos Huamán, Martín Rivas, Pichilingue, etc., "por
los servicios prestados en las universidades" (en ese entonces habían
desaparecido muchos estudiantes de Huancayo y otras localidades de la sierra
central).
El régimen fujimorista no tiene lado
bueno, ha sido una ciénaga pestilente, una organización mañosa puesta al
servicio de una pareja de desalmados. La paz en las fronteras norte y sur, la
cuantiosa obra pública, algunos aciertos económicos y de asistencia social, en
nada compensan todo el mal que en el terreno cívico, moral y económico le ha
hecho al Perú el monstruo bicéfalo que se apoderó de un proyecto militar que,
aunque aberrante, ninguno de los que lo montaron se imaginó que devendría en
una perversa trituradora de seres humanos e instituciones, entre ellas la
propia Fuerza Armada.
Fuente:
El Comercio, Viernes 22 de febrero de 2001.
Sección Editorial a21
Edición
y Compilación: Jhon Bazán & Josu Iñaki Bazán
No hay comentarios:
Publicar un comentario