MENSAJE QUE EL LIBERTADOR SIMÓN
BOLÍVAR
DEBÍA PRESENTAR
AL CONGRESO NACIONAL, EL 10 DE
FEBRERO DE 18261
Señores:
La instalación del primer Congreso Constitucional es el
acontecimiento más grande que podría desear el Perú para poner a la República
en estado de dar a sus instituciones el complemento que ellas requieren. Más de
dos años a que se me honró con el mando de la nación: entonces el
Estado se hallaba sumergido en las mayores calamidades; pero
la victoria de Ayacucho restableció a la
República en la integridad de sus goces y de sus derechos. El Ejército vencedor
logró en su marcha benéfica rescatar los pueblos que gemían bajo el yugo
español. El año de 1825 fue señalado por la libertad del Alto Perú y por la
muerte del último tirano que hollaba todavía el suelo de los Andes. Los
primeros días de este año han sido testigos de la rendición de la plaza del
Callao. Así se ha terminado la guerra continental. Séame permitido felicitar a
la República por la gloria de sus bravos y por la libertad del Nuevo Mundo.
Todo el Ejército de Colombia no ha vuelto a su país porque
una división ha estado empleada en el sitio del Callao, otra se ha pedido a
Colombia para el servicio del Alto Perú y la del general Lara, que se halla en
Arequipa, no ha sido ajustada todavía por falta de fondos. A pesar de todo, ya
ha empezado a embarcarse y pronto estará fuera del Perú.
Desde que el Congreso General quiso obligarme de nuevo al
glorioso encargo de presidir la República, me facultó para delegar el Poder
Supremo, que había recibido de sus manos, en un Consejo de Gobierno, compuesto
del Gran Mariscal La Mar y de los Ministros del despacho. Así lo hice,
reservándome tan sólo la autoridad militar, que debía conservar hasta la
conclusión de la guerra.
El Consejo de Gobierno, que con tanta probidad y firmeza ha
desempeñado sus funciones, dará al Congreso cuenta de su administración y del
estado de la República. Por lo que a mí toca, sólo debo deciros que los
departamentos del Alto y Bajo Perú, que acaban de librar nuestras armas y que
yo he regido por algunos meses, han recibido aquellas mejoras legales y
económicas que el tiempo y las circunstancias han permitido darles; allí reinan
las leyes constitucionales con todo su hermoso rigor; los puertos se han
abierto al comercio; sobre los Andes se han mandado construir caminos; se han
ordenado establecimientos de educación científica para la juventud y los fondos
para ellos se han señalado. La minería se ha fomentado con la baja de derechos.
He dictado reglamentos benéficos y generosos en favor de los indígenas que se
hallaban oprimidos por ese Gobierno perverso que hemos expulsado; estos
primitivos propietarios de nuestro país han sido el objeto de mi predilecta
solicitud; y todos los peruanos del Sur han obtenido junto con la libertad, los
bienes que dependían de mis facultades.
El Gran Mariscal de Ayacucho y el Gobierno del Río de la
Plata convidaron a los ciudadanos del Alto Perú para que en una Asamblea
General deliberasen sobre su suerte y Gobierno; y a mí no me era posible impedir
un acto tan legítimo y tan conforme con los principios del Congreso Constituyente.
La Asamblea decidió erigirse en nación libre y soberana; quiso, además, que yo
dirigiese los primeros pasos de la nueva República y que la autoridad ejecutiva
la ejerciese el Gran Mariscal de Ayacucho. La sabiduría de los Representantes
del pueblo formará de este importante suceso el juicio que él merece; más yo no
podré ocultar la gratitud sin límites que debo a un pueblo que ha querido
arrancarse su nombre y darle el mío a todas sus generaciones. Yo espero el
reconocimiento de Bolivia como la recompensa de mis débiles servicios.
Señores:
El Congreso Constitucional va a empezar sus tareas
legislativas en las circunstancias más gloriosas para el Perú, pues se halla
libre y en reposo, gozando de los triunfos de sus armas, del orden que ha
establecido la administración y de la sabiduría de las leyes más liberales del
mundo.
En medio de tales prosperidades era mi ardiente deseo devolver
el Poder Público que la nación me había confiado y dejaros en plena libertad de
obrar sin la presencia de un Ejército auxiliar y de un jefe extranjero; pero el
pueblo, la capital de la República, todas las corporaciones y vosotros mismos
habéis mostrado vuestra terrible alarma por mi separación del Perú; yo, pues,
no he podido resistir a los votos de una nación que se empeña en honrarme con
su confianza y en oprimirme con sus bondades.
¡Representantes del pueblo! Os ofrezco nuevamente mis
servicios hasta que mi patria me llame o mi conciencia me persuada que no soy
más útil a los peruanos.
1 El
Congreso, convocado por Bolívar en Arequipa, el 20 de mayo de 1825, no llegó a
reunirse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario