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DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA

DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA
FRANCISCO IGARTUA CON DORIS GIBSON, PIEZA CLAVE EN LA FUNDACION DE OIGA, EN 1950 CONFUNDARIAN CARETAS.

«También la providencia fue bondadosa conmigo, al haberme permitido -poniendo a parte estos años que acabo de relatar- escribir siempre en periódicos de mi propiedad, sin atadura alguna, tomando los riesgos y las decisiones dictadas por mi conciencia en el tono en que se me iba la pluma, no siempre dentro de la mesura que tanto gusta a la gente limeña. Fundé Caretas y Oiga, aunque ésta tuvo un primer nacimiento en noviembre de 1948, ocasión en la que también conté con la ayuda decisiva de Doris Gibson, mi socia, mi colaboradora, mi compañera, mi sostén en Caretas, que apareció el año 50. Pero éste es asunto que he tocado ampliamente en un ensayo sobre la prensa revisteril que publiqué años atrás y que, quién sabe, reaparezca en esta edición con algunas enmiendas y añadiduras». FRANCISCO IGARTUA - «ANDANZAS DE UN PERIODISTA MÁS DE 50 AÑOS DE LUCHA EN EL PERÚ - OIGA 9 DE NOVIEMBRE DE 1992»

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«Cierra Oiga para no prostituir sus banderas, o sea sus ideales que fueron y son de los peruanos amantes de las libertades cívicas, de la democracia y de la tolerancia, aunque seamos intolerantes contra la corrupción, con el juego sucio de los gobernantes y de sus autoridades. El pecado de la revista, su pecado mayor, fue quien sabe ser intransigente con su verdad» FRANCISCO IGARTUA – «ADIÓS CON LA SATISFACCIÓN DE NO HABER CLAUDICADO», EDITORIAL «ADIÓS AMIGOS Y ENEMIGOS», OIGA 5 DE SEPTIEMBRE DE 1995

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LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

«Siendo la paz el más difícil y, a la vez, el supremo anhelo de los pueblos, las delegaciones presentes en este Segundo Congreso de las Colectividades Vascas, con la serena perspectiva que da la distancia, respaldan a la sociedad vasca, al Gobierno de Euskadi y a las demás instituciones vascas en su empeño por llevar adelante el proceso de paz ya iniciado y en el que todos estamos comprometidos.» FRANCISCO IGARTUA - TEXTO SOMETIDO A LA APROBACION DE LA ASAMBLEA Y QUE FUE APROBADO POR UNANIMIDAD - VITORIA-GASTEIZ, 27 DE OCTUBRE DE 1999.

«Muchos más ejemplos del particularismo vasco, de la identidad euskaldun, se pueden extraer de la lectura de estos ajados documentos americanos, pero el espacio, tirano del periodismo, me obliga a concluir y lo hago con un reclamo cara al futuro. Identidad significa afirmación de lo propio y no agresión a la otredad, afirmación actualizada-repito actualizada- de tradiciones que enriquecen la salud de los pueblos y naciones y las pluralidades del ser humano. No se hace patria odiando a los otros, cerrándonos, sino integrando al sentir, a la vivencia de la comunidad euskaldun, la pluralidad del ser vasco. Por ejemplo, asumiendo como propio -porque lo es- el pensamiento de las grandes personalidades vascas, incluido el de los que han sido reacios al Bizcaitarrismo como es el caso de Unamuno, Baroja, Maeztu, figuras universales y profundamente vascas, tanto que don Miguel se preciaba de serlo afirmando «y yo lo soy puro, por los dieciséis costados». Lo decía con el mismo espíritu con el que los vascos en 1612, comenzaban a reunirse en Euskaletxeak aquí en América» - FRANCISCO IGARTUA - AMERICA Y LAS EUSKALETXEAK - EUSKONEWS & MEDIA 72.ZBK 24-31 DE MARZO 2000

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domingo, 18 de enero de 2009

FRANCISCO IGARTUA - EDITORIAL - ALAN GARCÍA CONTRA EL PERÚ

Francisco Igartua
CUANDO oía, el viernes, entre desconcertado y sorprendido, los malabares retóricos del presidente Alan García, me vino a la mente la descripción que de él me hace, en reciente carta, un lector de esta revista. Las palabras libertad y democracia, maravillosamente conjugadas en el siempre fluido lenguaje presidencial, me sonaban imperceptiblemente a falsas, a tener signifi­cado contrario a lo que el presidente decía. Hablaba con indiscutible elocuencia e impecable hilación lógica de continuidad democrática, de elecciones limpias, de plenas garantías electorales y, a la vez, de inmediato, engañosamente, convocaba a elecciones regionales en la mitad del territorio nacional, a pesar de que todo el mundo sabe, según propia confesión del premiar Luís Alberto Sánchez, que, en las circunstancias actuales, las elecciones regionales no son sino una trampa, destinada a confundir, enturbiar, desestabilizar las elecciones generales. Tan así se veían que el premier Sánchez juró y rejuró que no serían convocadas; luego dejó entrever que no estaría mal ensayarlas en una región piloto; y hace poco el APRA aseguró que en sólo dos regiones habría elecciones. Hoy, la convocatoria ya llega a cuatro. Con qué precisión describe en su carta al presidente García este lector amigo:

“Nadie puede acusarlo de incapacidad para adaptarse a los constantes cambios de la coyuntura política. Nadie como él percibe las oportunidades que las situaciones más adversas le ofrecen. Tiene, políticamente hablando, más vidas que un gato, mayor habilidad que el felino más ágil para caer siempre de pie. Adivina siempre muy bien cuál es el punto más vulnerable del país en un momento dado, y sabe dónde aplicar el golpe más certero para dañamos, como no, lo haría el más consumado karateca... Nadie sabe mejor que él cómo tender una nube de 'palabras para disfrazar sus propósitos' y engañar a los incautos. Nadie como él se las entiende para explotar la ingenuidad imperdonable -según él- de nuestros políticos, los de su propio partido y los contrarios".

“Alan García contra el Perú” es el título de la carta que voy a seguir transcribiendo. Y cómo le da la razón a este título el espectacular discurso del viernes!...

No pudo ser más cierta y encendida, más racional y convincente, la defensa que hizo el presidente García de la regionalización. Sin embargo, más allá de la inoportunidad y precipitación de la regionalización aprista, hubo también un fuertísimo y desagradable sinsabor en la palabra presidencial: El sabio doctor Alan García ha constatado -según dijo- que la organización política actual -la que consagran nuestras leyes- está hecha para que usufructúen del sistema sólo los poderosos. Y para destruir el sistema, no para darle continuidad y vida, es que se necesita la regionalización. Para Alan García, el meollo de la cuestión está siempre no en la unión y el consenso sino en el enfrentamiento, en el odio y la revancha; aunque use, para engañar, las palabras al revés. Los gobiernos regionales, en el esquema mental del presidente García, no deben nacer para integrar más a esta República unitaria sino para desintegrarla, para enfrentar a las regiones con el gobierno central, para dividir a los peruanos entre buenos y malos, entre pueblo y dirigentes, entre miserables y triunfadores. La regionalización en manos de Alan García no es arma para realizaciones fecundas, es semilla de maldad, de rencores y enfrentamientos que espera le estallen en la cara al próximo gobierno.

A pesar del país de maravillas que, con desbordante imaginación e infinidad de cifras y datos falsos, nos presentó como futuro y presente del Perú; a pesar de descubrir tardíamente que son necesarios los tribunales militares para poder combatir con eficacia al terrorismo -tardíamente porque sabe que para lograr tal propuesta se requiere una reforma constitucional o la declaratoria del estado de sitio-; a pesar de su deslumbrante retórica, el presidente Alan García es, como dice el amigo lector de OIGA, el enemigo número uno del Perú:

"Con frecuencia se discute -escribe mi amigo- cuál es el mayor enemigo que el Perú enfrenta en nuestros días, si la inflación o el terrorismo. Es una discusión académica e inútil. El mayor enemigo que enfrenta el Perú en estos momentos es Alan García. Lo es porque ninguno de esos gravísimos problemas, ni tampoco el narcotráfico, habrían alcanzado las dimensiones a que han llegado si no fuera por Alan García.

"En realidad la crisis económica ha sido provocada, no involuntariamente sino a sabiendas, por Alan García. Y el terrorismo no habría crecido en la forma como lo ha hecho de no haber sido por la colaboración pasiva de Alan García”.

"Alan García ha arruinado económicamente al Perú con su negativa a adoptar una política coherente frente a la crisis que sus propias directivas de gobierno han provocado; con su negativa a nombrar un ministro de Economía capaz, que estuviera a la altura de las circunstancias. Ya los mediocres que ha llamado al Gabinete no los ha dejado siquiera aplicar las medidas que ellos hubieran deseado, sino que les ha impuesto sus propias y aberrantes ideas”.

"Alan García no ha hecho del Perú un país de maravillas, como él dice; lo que ha hecho es empobrecer a la población en una magnitud inverosímil -él que se decía defensor de los pobres- y la va a seguir arruinando con la gigantesca emisión monetaria que se acaba de aprobar, y con las emisiones sucesivas que seguirán inevitablemente”.

"Alan García ha dejado que el terrorismo avance en nuestras serranías, cope extensas zonas de la selva y empiece a cercar Lima y otras ciudades de la costa. Lo ha dejado porque conviene a sus propósitos”.

"Nadie puede acusar a Alan García de no saber lo que hace o de cometer errores a pesar suyo. El sabe muy bien qué es lo que busca, aunque los 'blancos que persigue sean cambiantes y con frecuencia contradictorios”.

"Pero ¿qué persigue Alan García? ¿Hay algún propósito definido detrás de tanta incoherencia? Si hacemos un recuento de sus metas temporales no será difícil descubrir la lógica megalómana y demencial que se oculta detrás de tantas contradicciones...”. "Su primer propósito -negado por él pero voceado hasta desde las azoteas por sus partidarios – fue el de ser reelegido. Fracasó.
“Enseguida trató de preparar el terreno para la victoria electoral de una coalición encabezada por un aliado de otra tienda partidaria, que preparara su regreso triunfal en 1995. Fracasó”.

“Incapaz de influir decisivamente el resultado de las próximas elecciones presidenciales, se propuso boicotear esos comicios, haciendo que su realización fuera imposible en amplias zonas del país. Al no tener las elecciones resultados constitucionalmente inequívocos e incontrastables podría intentar que un Parlamento sumiso le prolongara su mandato. El avance de la subversión en áreas extensas del país contribuía muy bien a sus propósitos”.

"Aparentemente ha abandonado esos planes porque la opinión pública y la presión castrense lo han obligado a dejar que las Fuerzas Armadas actúen con energía frente a la insurgencia, y porque se ha dado cuenta de que el país no aceptaría ese fraude”.

"Ante el surgimiento de una candidatura de la oposición que encarna las esperanzas de un pueblo malherido, y cuya victoria arrolladora ya se avizora en el horizonte, Alan García se propone ahora dejarle un país catastróficamente arruinado, ingobernable por las tensiones sociales acumuladas y las nuevas tensiones regionales que él está creando, un país a punto de estallar. Se ha propuesto asegurar el fracaso de Mario Vargas Llosa aun antes de que se ciña la banda presidencial”.

"Alan García le ha declarado la guerra al país. Como una amante despechada, puñal en mano, Alan García le grita al Perú: Si no eres mío no serás de nadie".

Esta es la realidad que vive el Perú, esta es la verdad que conoce el pueblo que acude a los mercados para parar la olla. Esa “extraordinaria bonanza" que nos trajo el gobierno aprista, con la interrupción -según él- de un pequeño bache que ya estamos superando, sólo existe en la elegante retórica del doctor Alan García, en su mágica manipulación de las palabras.

domingo, 28 de diciembre de 2008

El PERU Y SU DESTINO por Francisco Igartua - Revista IDEELE - Instituto de Defensa Legal


Me pide ideele que responda un largo rosario de preguntas en cuatro o cinco cuartillas. O sea, me pide un milagro; no sólo por el cúmulo de interrogantes, sino por el tema que éstas abordan: razón de ser y destino del Perú. Una tarea que le costó toda una vida a Jorge Basadre, debo yo concretarla, a la carrera, en unos cuantos párrafos... Y como a la inconsciencia le está permitida todo, acepto el reto. Comenzaré por el nacimiento del Perú como república.

Se dice con suficiencia doctoral que la pobre existencia del Perú y de los demás países latinoamericanos se debe a que no fuimos colonizados por los sajones protestantes sino por los católicos españoles. De ahí –afirman estos sabios profesores universitarios nórdicos–, de ese punto de partida, resultamos siendo lo que somos: países margi­nales.

Y el hecho es irrefutable si no se entra al meollo del asunto. Es cierto que Inglaterra y el protestantismo colonizaron los Estados Unidos y que su costa atlántica fue refugio del excedente poblacional del otro lado del océano. También es verdad que esos colonos con nivel cultural relativamente alto gozaron de reglas económicas liberales y que Inglaterra tuvo a los Estados Unidos como una especie de extensión de las islas británicas, donde se invertía y donde se permitía el intercambio comercial con el mundo.

Pero ocurre, a la vista de cualquier observador desapasionado, que la comparación es impertinente y racista. Por lo tanto, España no colonizó América: la conquistó y la convirtió en territorios productores de riqueza para la metrópoli. A América no se trasladaron colonos sino soldados y funcionarios españoles. España no tenía entonces, luego de guerras sin fin, y con sus tercios ocupando Europa, excedente para exportar. El único proyecto colonizador que hubo en la América española es el de las misiones jesuitas en Paraguay, una colonización no hecha por blancos que desplazaban a los indígenas sino por indígenas guiados por unos cuantos frailes.


La presencia de España y Portugal en América no fue colonizadora –en el sentido que le estoy dando a la palabra–; fue parecida a la de Inglaterra en la India y África... ¿Y qué es lo que vemos ante nuestros ojos? ¿Qué queda en limpio de la presencia inglesa en esas tierras?... En este terreno, colocados así en situaciones similares, es que cabría hacer la comparación; y no será España, por supuesto, ni el moreno mundo latino, los que salgan mal parados de ella.

Producto de ese sistema virreinal español es el Perú republicano, y de ese Perú es del que debemos dar cuenta los peruanos, los habitantes de una república que nació con la independencia, pues nuestro pasado precolombino se quedó olvidado y escondido en las inmensidades del Ande y nunca tuvo –ni tiene ahora que va bajando de las alturas– arte ni parte, como no sea derramar su sangre en los muchos desastres y pocos aciertos del Perú republicano. Este Perú que va en camino de hacerse nación y cuya razón de ser, paradojalmente, más tiene que ver con su pospuesto pasado indígena que con la Lima virreinal. Un pasado que sí pesará en el Perú de mañana.

¿Qué tenía el Perú al nacer y qué tiene ahora?... Es la primera pregunta que me hago, recordando una nota de prensa que da cuenta del descubrimiento, en el fondo del mar, de un galeón hispano en las cercanías de Guayaquil. Ese galeón, contaba el cable, había estado cargado con barricas de vino, con peroles de cobre, con vasijas de aceite y gran cantidad de monedas de oro y plata. El galeón, construido en América, había ido cargando la mercadería en los puertos de la costa peruana y había naufragado al tomar rumbo a Panamá. Corría el siglo XVIII.

¿Qué hicimos los peruanos con esa economía que heredábamos del virreinato español?... Ese galeón, salido de astilleros peruanos, llevaba mosto transformado en vino, olivas convertidas en aceite, cobre hecho peroles y monedas de oro y plata acuñadas en el Perú. O sea, en ese entonces nuestra riqueza salía con valor agregado por una industria no tan incipiente para la época.

¿Por qué no continuamos los peruanos por esa ruta? ¿Por qué echamos por la borda esa oportunidad y nos transformamos en exportadores de materia prima?
El hecho, sin embargo, tiene alguna explicación: mientras en el norte de América no había mayores trabas para el intercambio comercial, en los virreinatos españoles todo estaba sometido a una estructura comercial sumamente rígida y centralizada. Nada podía intercambiarse, ni siquiera de un virreinato a otro, sin la intervención de la metrópoli. Una metrópoli que, además, en el siglo XIX se encontraba en la más absoluta decadencia y no podía siquiera seguir siendo mercado para América.

La situación del Perú de esos años podríamos compararla con lo que ocurre hoy en las naciones del Pacto de Varsovia, luego del derrumbe del comunismo soviético. A la mayoría de éstas el cataclismo sufrido las ha dejado convulsionadas, y la misma poderosa Alemania no logra todavía absorber la crisis de su lado oriental... Y se me ocurre que el derrumbe del imperio español, también centralista y dogmático, debió parecerse a la caída del Muro de Berlín.

Lo que sí no tiene explicación son los yerros de la república peruana posteriores a las anárquicas pugnas entre nuestros anacrónicos caudillos de los primeros años, que fueron sin duda producto del trauma que significó para los peruanos en general nuestra inesperada independencia y, también, de la inmadurez criolla, abanderada de ese alzamiento libertario.

Por lo tanto, ¿por qué han fracasado siempre, lastimosamente, los intentos por institucionalizarnos, y por qué hemos aceptado complacidos a los muchos mandones que han sobrepuesto su voluntad a la ley?...

No pienso que sea indispensable copiar a los Estados Unidos, que quedaron institucionalizados con su inamovible acta de fundación, pero sí creo que los países latinoamericanos han actuado irracionalmente y en su perjuicio al no comprender que cualquier conjunto social –sea nación, club, congregación religiosa o sindicato– no puede vivir armónica y continuadamente sin instituciones válidas y respetables, que estén por encima de los apetitos personales y de los intereses de grupo.

Esta es la gran falla que persiste en el curso de nuestra historia, plagada de rivalidades personales insustanciales, de ridículas vanidades y de envidias y rencores menudos. Sin este lastre, posiblemente el Perú habría podido retomar el camino del desarrollo que muestran los restos de ese galeón construido en las costas peruanas y naufragado con su cargamento de "valores agregados" en las cercanías de Guayaquil en algún año del siglo XVIII.

¿No tienen, pues, futuro el Perú ni América Latina?... Sin duda que no, si nos dedicamos a fundar "Patrias Nuevas" cada vez que les venga en gana a los mandones de turno, como Porfirio Díaz o Augusto B. Leguía en el pasado y hoy Chávez en Venezuela, copiando al peruano Fujimori.

Pero sí habrá futuro, aunque no fácil, si nos decidimos a corregir los yerros del pasado y a institucionalizarnos. No será fácil porque, en su tiempo, no supimos evitar ser marginados del concierto de las naciones punteras –nos independizamos pero no nos desligamos de España–, y hoy será tarea titánica romper la cortina de acero que, a través de un intercambio comercial manipulado, separa a los países del primer mundo del resto de la humanidad. Cuando, por ejemplo, los dirigentes socialistas del mundo entero, reunidos hace pocas semanas en París, proclaman que el mercado debe estar al servicio del hombre, lanzan un bello eslogan y esconden que los Blair, Jospin y Cía. cuidarán de que ese hombre sea europeo. Porque a eso los obligan los votos que los han colocado en el poder, así como también los votos obligan al gobernante de los Estados Unidos a cuidar del hombre norteamericano. Ese es el orden mundial del día. Y es un orden lógico.

Sin embargo, la historia es larga y más previsible de lo que muchos creen. Mientras tanto, grande es la tarea que tenemos por delante para que a la hora del cambio de guardia la historia no nos vuelva a coger desprevenidos como en los días de la independencia. Tenemos que comenzar por integrarnos, lo que significa un tremendo esfuerzo educativo; por añadir valor agregado a nuestra producción e inducir al ahorro nacional; por seguir acrecentando la infraestructura del país y devolver a las provincias el rango que han perdido; y, ante todo, debemos lograr que la ley, la institucionalidad, impere sobre el poder.

Para dejar de ser republiquetas, miradas con indiferencia o menosprecio por el primer mundo –declaraciones sueltas de funcionarios europeos recién ingresados al desarrollo dicen más que las muestras oficiales de respeto que se nos hacen–, los países latinoamericanos debemos apurar el paso para convertirnos en las repúblicas que aún no somos. Debemos hacerlo sin complejo alguno de inferioridad, pues si los Estados Unidos y más aún Europa gozan de poder y bienestar desde hace siglos, salvo hambrunas que América Latina en más de una oportunidad alivió, no nos sirven de ejemplo a seguir en asuntos de moral, justicia, humanismo y respeto a la vida. Las atrocidades y despotismos europeos jamás se han producido en estas tierras, excluidas del club de los privilegiados pero no ajenas a la elite mundial de la cultura. No estamos condenados a cadena perpetua.

Fuente: Revista IDEELE - Instituto de Defensa Legal.

jueves, 25 de diciembre de 2008

FRANCISCO IGARTUA - EDITORIAL - ¿SE PUEDE HABLAR DE LIBERTAD DE PRENSA EN EL PERÚ?

Francisco Igartua
No hay libertad más respetada -de la boca para afuera- que la libertad de prensa y en algunas declaraciones oficiales, o sea públicas, de ciertas dictaduras encubiertas, como la peruana, se llega hasta la veneración por ella. Sin embargo, en la realidad, en los hechos concretos, no hay libertad más maltratada -y maltratada por unos y por otros- que la libertad de prensa. Ni siquiera es vista con beneplácito por los mismos gobiernos democráticos y ninguna otra libertad es más aborrecida por todos los que ejercen o aspiran a ejercer un gobierno autocrático o absoluto.

Contra la libertad de prensa, por ejemplo, reaccionó violentamente, la semana pasada, Sendero Luminoso, cuando hizo estallar una bomba criminal en la casa de un periodista, Patricio Ricketts. A las ilusiones verbales -mejor dicho escritas- de este tropical arequipeño, que describía a Fujimori como a César bajo el arco de sus triunfos milita­res, escoltado por una procesión de vencidos senderistas, respondió el terrorismo con dinamita, al bárbaro estilo de los que creen que matando pueden imponer sus ideas.

Pero no sólo a dinamitazos se actúa contra el periodismo. Hay maneras más taimadas y más eficaces para destruirlo o silenciario. Al atentado criminal se responde casi siempre como ha respondido Ricketts: con un valeroso y desafiante "no me rindo", que produce instantánea admiración, aplausos, solidaridad y hasta un ligero roce con la gloria y la fama. La reacción en este caso es parecida a la que muchos tienen frente a las dictaduras abiertas, acostumbradas a castigar las rebeldías con clausura del periódico, cárcel y destierro. Pero a la hipócrita hostilidad de un gobierno no se le puede contestar con un desplante heroico, más si la agresión se limita a una o dos empresas periodísticas. La prudencia en estas situaciones aconseja, más bien, callar; pues es muy improbable encontrar apoyo para las protestas, ni siquiera entre los colegas. En estos casos no queda sino el silencio y seguir adelante, como lo ha hecho OIGA hasta hoy.

Este tema fue abordado por la Sociedad Interamericana de Prensa en su reciente reunión de México, aunque apenas de soslayo, ya que la declaración de la cita mexicana puso énfasis en el meollo principista de la libertad de prensa como columna vertebral de la democracia. Le faltó a la SIP la precisión de la Unión Mundial de la Prensa que, en setiembre pasado, en Berlín, se pronunció así: "El actual mayor acoso contra la libertad de expresión son los impuestos, que elevan el precio de los periódicos a niveles que los alejan del público".

¿Con cuánto mayor calor se hubiera expresado la Unión Mundial de la Prensa si en otros países el impuesto a la venta de periódicos y revistas llegara al 18% del precio de tapa, como ocurre en el Perú? Se trata de una cifra inimaginable en cualquier nación civilizada, donde, por lo general, la prensa, igual que los libros, las medicinas y los alimentos básicos no pagan impuestos o pagan porcentajes mínimos. Tampoco tiene cargas tributarias la educación, única excepción aceptada hoy en el Perú, quién sabe -piensan los maliciosos- porque dirigentes de negocios educativos han sido o son ministros de Estado. ¿Por qué se exceptúa la educación y no los libros, los periódicos, las revistas, con los que se educa tanto como con las escuelas? Pueblo que no lee, es pueblo que no piensa, que no medita, que no logrará mejorar su cultura cívica. Es un pueblo disminuido. Y con pueblos culturalmente lisiados es imposible forjar una nación. La televisión, por lo menos hasta hoy, no puede reemplazar a la lectura. La voz y las imágenes son óptimas para informar y hasta para enardecer el ánimo de las multitudes. No impulsan la meditación de los ciudadanos. Y ciudadanos cabales es lo que la República requiere para que hagamos de este país con raíces profundas una nación de futuro.

¿Por qué las ventas de revistas y periódicos -también de libros- deben ser castigadas con 18% de IGV, mientras que la TV distribuye su información y sus mensajes libre de impuestos? ¿Por qué esta discriminación en contra de la lectura?

Más aún, en el caso específico de OIGA: ¿por qué esta revista fue la única publicación presionada con amenazas de cierre y embargos para que no se retrasara en el pago de impuestos, discriminándola : ¿poniéndola al borde de la quiebra? (Hoy esa presión ha amenguado no por respeto a la libertad de prensa sino porque hubiera sido monstruoso que a OIGA se le siguiera acogotando mientras se arregla la falta de pago con el resto de la prensa nacional, a la que nunca se le exigió, como a OIGA, estar al día en sus cuentas, bajo amenaza de embargo).

Pero la enmascarada dictadura militar presidida por Fujimori no sólo echa mano a los impuestos para agobiar y destruir a la prensa de oposición. También utiliza el sabotaje publicitario: ni un solo aviso estatal -ni siquiera por equivocación- se publica en las revistas que son portaestandartes de las críticas al régimen. Y a este sabotaje se unen las empresas privadas; unas -la mayoría­ por directa presión del gobierno y otras -los fenicios de siempre- por inveterada disposición a cobijarse bajo el manto del poder de turno.

El cerco sobre la prensa independiente, sobre el periodismo que se resiste a la autocensura -que es la cómoda censura propiciada por el régimen-, se va cerrando en todos los frentes. Uno de éstos es el de la información. Tampoco una sola foto, una sola entrevista o una sola noticia del gobierno es proporcionada a las publicaciones opositoras. A ellas no se les abre una sola fuente de información oficial.

Valga el siguiente ejemplo para mayor ilustración sobre los maltratos que sufre la prensa opositora en este país:

Hace pocos días se iniciaba la visita del señor Fujimori a Chile, con ocasión de la transmisión de mando en ese país. Patricio Aylwin entregaba la posta democrática a Eduardo Frei. Como de costumbre, la prensa de 'oposición no estaba invitada para acompañar en el viaje al jefe de Estado. Teníamos que bailar con nuestro pañuelo -reducido ya a la nada- y la importancia del suceso obligaba a bailar. Acudimos, pues, a una empresa de transporte y le ofrecimos, como es costumbre, cambiar un pasaje para nuestro enviado con menciones a la compañía en las crónicas de Santiago... Obtuvimos, claro está, el pasaje ­no son tantos los fenicios-, pero con este angustioso ruego: "No nos mencionen absolutamente para nada, que no quede huella de un solo vinculo de nosotros con OIGA".

¿Se puede hablar de libertad de prensa en el Perú?

FRANCISCO IGARTUA - EDITORIAL - UN HUAICO CONTRA LA LIBERTAD DE PRENSA

Francisco Igartua
En los últimos meses la atención de todas las administraciones de las empresas periodísticas -todas, salvo excepciones contadísimas que confirman la situación general han estado y están obsesionadas con el IGV, impuesto a las ventas que, en el caso de la prensa escrita, tiene como intermediarios con el público -que es al que va dirigido el IGV- a los canillitas, a los puesteros, a los más informales de los trabajadores informales, en realidad vendedores volátiles, nómadas de la ciudad, a los que es imposible trasladarles el cobro del impuesto y que, además, por su trabajo, cobran un porcentaje sobre el precio de tapa, no sobre la factura -que no hay ni pueda haberla- de la empresa.

Como se ve, no hay impuesto más antitécnico que el IGV a la venta de diarios y revistas. Son el único producto que llega al público no por medio de un tendero sino por la mágica y nada técnica alfombra de los canillitas. ¿Cómo hacer para introducir en el mundo de la facturación a estas mágicas alfombras sin cara conocida, de padres imprecisos, pero con la fuerza suficiente para hacer valer su contrato (no escrito) de porcentaje sobre el precio de tapa? Sin canillitas no hay venta de periódicos ni revistas. (En los países muy desarrollados las máquinas los reemplazan y sus sistemas de producción le han quitado encanto a este arte y oficio que es el periodismo, transformándolo en fábrica de noticias y comentarios. Nosotros, por fortuna en estos casos, todavía no somos desarrollados y aún pueblan nuestras calles esos simpáticos personajes trashumantes que llamamos canillitas).

Pero no sólo antitécnico es el IGV a la venta de periódicos, también es una aberración, porque contra lo que piensan los ortodoxos, los fanáticos, los poseídos por el liberalismo, todas las reglas hechas por el hombre -y la ciencia económica es humana, además de inexacta- tiene excepciones que, precisamente, confirman la regla. En este caso, la regla de que no debe haber excepciones en materia de impuestos. Regla correcta, justa, ordenadora. Sin embargo, siendo el IGV un impuesto que va dirigido al consumidor y que, por lo tanto, aumenta directamente el precio de los productos ¿por qué no será posible, como mínimo gesto de solidaridad humana y más cuando el IGV es del 18% como es en el Perú, que se haga excepción con las medicinas? Dirán los fanáticos, que así también se beneficia a los ricos. Pero ¿cuántos son los ricos y en cuánto se benefician con un descuento del 18% en las medicinas? Porcentaje que sí muchísimos pobres no pueden cubrir y por lo que no podrán tomar la medicina que los libre de la enfermedad y de la muerte.

Pero no quiero hacer de esta nota un lamento fúnebre. Volveré, pues, al inicio de estas líneas y aclararé que las circunstancias me obligan en estos días a ocuparme de los menesteres administrativos de la empresa, a pesar de lo que muchas veces he dicho: que a mí me administran, que siempre me han administrado. Lo que es cierto. Aunque sin que haya podido librarme de ingresar algunas veces a estos enredosos terrenos.

Fue esta la razón por la que la semana pasada tuve que asistir a una reunión con el señor Alfredo Jalilie, el hombre del Tesoro, en la que estuvieron presentes y participaron los representantes de todos los medios de prensa, salvo dos o tres excepciones que uno de los asistentes explicó puntualizando que esos diarios, igual que la TV, reciben de la Sunat suficientes avisos pagados para luego cubrir sus cargas tributarias, sin verse, como todos los demás, en situación de quiebra.

Para que no hubiera malentendidos en la reunión y para que estos asuntos sean transparentes, escribí unos apuntes que ahí, en el Ministerio de Economía, leí y que aquí reproduzco:

Para que no se me escape la lengua, para no caer en desatinos y exabruptos por mi torpeza para hablar, voy leer estas notas, escritas a vuela lápiz:

Por lo que parece -aparte de una anterior a la que asistió nuestra gerente- ha habido reuniones previas en otros lugares que no es éste, para llegar acuerdos que no conozco, porque a esas reuniones OIGA no fue invitada.

Me veo obligado, por lo tanto, a señalar, en primer lugar, que el impuesto del IGV es injusto, antitécnico, absurdo. Ya esto lo habrán planteado todos mis colegas.

Si el Estado quiere contribuir a la enseñanza popular -se habla de que editemos libros escolares-, si desea formar ciudadanos con educación cívica, lo primero que debe hacer es propiciar y no entorpecer con impuestos la difusión de la lectura, de los periódicos, que son los libros elementales de la actualidad y más en países embrionarios como el nuestro.

Por algo la Unión Mundial de la Prensa ha declarado, en setiembre, en Berlín, que' "el actual mayor acoso contra la libertad de expresión son los impuestos, que elevan el precio de los periódicos a niveles que los aleja del público".

El tema no es, pues, local. Es más amplio. Sin embargo, en Alemania el IGV o IVA para la prensa es 6%, en España 3%, algo parecido ocurre en Italia... Mientras que en Francia, Holanda, Dinamarca y otros países nórdicos el IGV no sólo no existe sino que los periódicos tienen subvención estatal.

Ningún otro país en el mundo, a excepción del Chile de Pinochet, se carga con 18% la cuenta de periódicos y revistas; o sea la difusión de la lectura. (Un reciente intento de hacer lo mismo en Bulgaria ha concluido con el rechazo en pleno de la prensa búlgara). Por algo están comenzando las protestas en el Chile democrático. A pesar que los periódicos en Chile, como en la generalidad de los países europeos y en los de América del Norte, están libres -repito- están libres de impuestos de aduana, que aquí son altos y en un momento fueron mayores sólo para las revistas. Chile -hay que recordarlo- es productor de papel periódico. En el Perú el papel nacional es de caña. Un asesino de las rotativas. Eso lo sabe bien el presidente del Congreso, el señor Yoshiyama.

El 18% de IGV es una carga más que injusta, es discriminatoria si nos comparamos con la televisión o la radio, que difunden sus mensajes y sus informaciones sin pagar IGV. ¿Por qué ocurre tamaño despropósito? ¿Por qué esa misma difusión, libre de impuestos en la TV, ha de pagar 18% de IGV cuando se hace por escrito y alienta la lectura del pueblo?

Al estar aquí presente quiero, sin quejarme de nada ni de nadie, puntualizar que la situación de OIGA, al tener una deuda bastante más pequeña que la de otros, ya que sus atrasos en los pagos son muchos menores, no le permite asociarse al entusiasmo por imprimir separatas y menos libros que -lo digo de paso- serán distribuidos como donación personal por el candidato del gobierno. OIGA está limitada a pagar su deuda -deuda injusta y absurda, repito- por medio de avisaje que, por lo que parece, es una de las opciones que se habrían acordado en reuniones a las que no he sido invitado.

Y, algo más: Esa deuda debe ser cancelada a la firma del contrato publicitario, porque, de no ser así, las multas y las moras podrían aplastarnos como bola de nieve... la bola de nieve o, mejor dicho, en peruano, el huaico de piedras y barro que es el IGV contra la libertad de prensa.

La buena voluntad expresada por el señor Jalilie y otros representantes del gobierno, hacen pensar que habrá solución a esta injustísima situación.