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DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA

DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA
FRANCISCO IGARTUA CON DORIS GIBSON, PIEZA CLAVE EN LA FUNDACION DE OIGA, EN 1950 CONFUNDARIAN CARETAS.

«También la providencia fue bondadosa conmigo, al haberme permitido -poniendo a parte estos años que acabo de relatar- escribir siempre en periódicos de mi propiedad, sin atadura alguna, tomando los riesgos y las decisiones dictadas por mi conciencia en el tono en que se me iba la pluma, no siempre dentro de la mesura que tanto gusta a la gente limeña. Fundé Caretas y Oiga, aunque ésta tuvo un primer nacimiento en noviembre de 1948, ocasión en la que también conté con la ayuda decisiva de Doris Gibson, mi socia, mi colaboradora, mi compañera, mi sostén en Caretas, que apareció el año 50. Pero éste es asunto que he tocado ampliamente en un ensayo sobre la prensa revisteril que publiqué años atrás y que, quién sabe, reaparezca en esta edición con algunas enmiendas y añadiduras». FRANCISCO IGARTUA - «ANDANZAS DE UN PERIODISTA MÁS DE 50 AÑOS DE LUCHA EN EL PERÚ - OIGA 9 DE NOVIEMBRE DE 1992»

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«Cierra Oiga para no prostituir sus banderas, o sea sus ideales que fueron y son de los peruanos amantes de las libertades cívicas, de la democracia y de la tolerancia, aunque seamos intolerantes contra la corrupción, con el juego sucio de los gobernantes y de sus autoridades. El pecado de la revista, su pecado mayor, fue quien sabe ser intransigente con su verdad» FRANCISCO IGARTUA – «ADIÓS CON LA SATISFACCIÓN DE NO HABER CLAUDICADO», EDITORIAL «ADIÓS AMIGOS Y ENEMIGOS», OIGA 5 DE SEPTIEMBRE DE 1995

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LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

«Siendo la paz el más difícil y, a la vez, el supremo anhelo de los pueblos, las delegaciones presentes en este Segundo Congreso de las Colectividades Vascas, con la serena perspectiva que da la distancia, respaldan a la sociedad vasca, al Gobierno de Euskadi y a las demás instituciones vascas en su empeño por llevar adelante el proceso de paz ya iniciado y en el que todos estamos comprometidos.» FRANCISCO IGARTUA - TEXTO SOMETIDO A LA APROBACION DE LA ASAMBLEA Y QUE FUE APROBADO POR UNANIMIDAD - VITORIA-GASTEIZ, 27 DE OCTUBRE DE 1999.

«Muchos más ejemplos del particularismo vasco, de la identidad euskaldun, se pueden extraer de la lectura de estos ajados documentos americanos, pero el espacio, tirano del periodismo, me obliga a concluir y lo hago con un reclamo cara al futuro. Identidad significa afirmación de lo propio y no agresión a la otredad, afirmación actualizada-repito actualizada- de tradiciones que enriquecen la salud de los pueblos y naciones y las pluralidades del ser humano. No se hace patria odiando a los otros, cerrándonos, sino integrando al sentir, a la vivencia de la comunidad euskaldun, la pluralidad del ser vasco. Por ejemplo, asumiendo como propio -porque lo es- el pensamiento de las grandes personalidades vascas, incluido el de los que han sido reacios al Bizcaitarrismo como es el caso de Unamuno, Baroja, Maeztu, figuras universales y profundamente vascas, tanto que don Miguel se preciaba de serlo afirmando «y yo lo soy puro, por los dieciséis costados». Lo decía con el mismo espíritu con el que los vascos en 1612, comenzaban a reunirse en Euskaletxeak aquí en América» - FRANCISCO IGARTUA - AMERICA Y LAS EUSKALETXEAK - EUSKONEWS & MEDIA 72.ZBK 24-31 DE MARZO 2000

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sábado, 27 de junio de 2009

FRANCISCO IGARTUA - Ultima sesion de directorio de Editora Eusko Andina S.A


ACTA DE SESION DE DIRECTORIO

En la ciudad de Lima, siendo las 16:00 horas del día viernes 01 de setiembre de 1995, en el local de la sociedad, sito en Paseo Parodi Nº 508, San Isidro, se reúnen los siguientes Directores de la Empresa Editora Eusko Andina S.A, Srta. Carolina Arias Córdova y el Sr. Francisco Igartua R. actuó como presidente la Srta. Carolina Arias y como Secretario el Sr. Francisco Igartua, dejándose constancia expresa de que se cuenta con el Quórum de Ley a fin de adoptar los acuerdos materia de la convocatoria.

Hizo uso de la palabra la Srta. Carolina Arias para efectos de presentar su renuncia irrevocable al cargo de Presidente del Directorio y Gerente General, dejando constancia de su agradecimiento por la confianza depositada por el Directorio desde su ingreso en 1978 a la fecha. A su vez manifestó lo siguiente e hizo entrega de un informe y sobre la situación con la venta del inmueble:

1. Todo el personal de Empresa Editora Eusko Andina S.A. ha sido debidamente liquidado de acuerdo a Ley.

2. Con la venta neta de la publicidad se cancelara parte de la deuda de las AFP que quedarían en la siguiente situación.

Deuda Pendiente

AFP Horizonte S/. 4,093.66 CANCELADA

AFP Nueva Vida S/. 2,360.92 CANCELADA

AFP El Roble S/.45,000.00 CANCELADA

AFP Horizonte S/. 4,093.66 CANCELADA

3. Saldo Pendiente al Banco Continental S/. 17,595.55.

4. Deuda por servicio de teléfonos US$/. 2,500.00.

5. Deuda IPSS S/. 124,000.00.

Con respecto a la deuda del IPSS se les ha insistido permanente por escrito, entrevistas y llamadas telefónicas desde hace un año atrás para que cumplieran con el Contrato 1814-6CRM-94, e inclusive 15 días antes de la aparición de la ultima edición Nº 756 programada para el 5 de setiembre, se envió una comunicación por escrito con fecha 21 de agosto, manifestándoles que la última opción de poder cancelar nuestra deuda pendiente, era con la publicación de un suplemento de 16 o 30 paginas, si así lo preferían, lamentablemente no respondieron.

6. Deuda Tributaria SUNAT.

Saldo pendiente D.S. Nº 048-94-PCM S/. 163.50

Deuda Enero desde 1994 a la fecha S/. 720.00

Asimismo, se envió una carta con fecha 21 de agosto de 1995 y se tuvo una entrevista personal con el Sr. Adrián Revilla el día viernes 25 de agosto, para explicarle la situación y lamentablemente no aceptaron nuestra propuesta.

Hay que dejar la debida constancia, que de la misma manera se trabajo durante mas de un año exclusivamente para insistir permanentemente, vía cartas por escrito, así como entrevistas con las máximas autoridades, tanto publicitarias, como con los Sres. Guerra García y el propio Superintendente, para efectos de explicarles nuestras propuestas y solicitarles que hagan efectivo su contrato de canje publicitario.

En ese aspecto dijeron que los iban a estudiar; jamás nos respondieron y antes de los 15 días de la aparición de la última edición, se les volvió a solicitar que con un suplemento de las páginas que fueran necesarias podía la Empresa Editora Eusko Andina S.A. pagar sus deudas, lamentablemente no fue aceptada.

La Srta. Arias, asimismo, manifestó que en el caso de que se decidiera reflotar la empresa, de acuerdo a las varias propuestas, allí se tiene el estudio elaborado por IMASSEN con fecha 25 de junio de 1995 y en el supuesto caso con los futuros accionistas no se llegase a ningún acuerdo, ella recomendaba que la empresa debería declararse en INSOLVENCIA por medio del D.L. 26116. También explicó que todos los detalles y procedimientos están en el informe que se ha entregado al Sr. Francisco Igartua.

Con respecto a la parte contable, se ha solicitado al Sr. Max Meza para efectos de que prepare un balance general de situación al día con todos los respectivos intereses y con toda la información al día para que se pueda proceder ya sea para el relanzamiento y /o para la presentación a la insolvencia de INDECOPI, para ambos casos estamos a su disposición para cualquier situación, suya y/o del nuevo directorio.

Se deja debida constancia, que se trabajo hasta el último momento intentando dejar saneado sobre todo la parte tributaria, lamentablemente pareciera que razones políticas no permitieron que así fuera. No habiendo más asuntos que tratar, se suspendió la sesión a fin de redactar la presente acta, la que fue leída y aprobada sin observaciones, firmándola en señal de conformidad. Luego se levanto la sesión siendo las 19:30 horas.

viernes, 26 de junio de 2009

FRANCISCO IGARTUA - INCOMODANDO AL PODER - EL CHITO RIOS


Reproducimos el fragmento de un testimonio escrito por Ricardo Uceda en su libro “Muerte en el Pentagonito”, referente a la intervención de la revista Oiga en la identificación de los miembros apristas del grupo paramilitar Rodrigo Franco:

“Sin embargo, el 7 de agosto de 1989 ocurrió el hecho imprevisto: “El Chito” fue fotografiado por la revista Oiga en un bar de Lince feliz entre varias botellas de cerveza. Afuera lo esperaba el auto a su servicio, un Toyota Crecida AG-8211, que resultó ser un vehículo de la Policía. La difusión de las fotos causó un escándalo y puso en un verdadero aprieto al Ministerio del Interior. Aún así este golpe sería insignificante comparado con el hecho imprevisto

Luque llamó a Ríos de urgencia. Pálido como nunca antes, le mostró unos papeles impresos que, según dijo, correspondían a un extenso informe que la revista Oiga estaba imprimiendo. Luque –Ríos no sabía como- se enteraba de lo que publicaban Oiga y Caretas antes de que las revistas circularan. El artículo que le pidió leer se titulaba: “Confesión de un desertor del Comando Rodrigo Franco”. Narraba con lujo de detalles la organización que funcionaba en la casa de la avenida Dos de Mayo: quién era quién, como operaban, que ilicitudes cometieron…”

THE FALL OF FUJIMORI - LA CAIDA DE FUJIMORI

martes, 23 de junio de 2009

ABC INTERNACIONAL - Fujimori desencadena la represión - El Ejército despliega una fuerte persecusión selectiva contra la prensa

32/ABC internacional Miércoles 8-4-92

Fujimori desencadena la represión

El Ejército despliega una fuerte
persecución selectiva contra la Prensa

La falta de libertad obliga a todos a "interpretar el silencio”
Madrid. Cesar Hildebrandt


“La comunidad internacional no nos entiende”, pretendía quejarse el auto superdotado presidente del Perú, Albero Fujimori, la noche del lunes. Habían transcurrido tan solo veinticuatro horas en el doctor Hyde de la democracia peruana y había terminado de presidir el Consejo de Ministros que tuvo a periodistas como testigos. No todos los miembros del gremio de Prensa, sin embargo, fueron invitados a la magna cita.

Ausente notorio, por ejemplo, fue Francisco Igartua, director del semanario “Oiga”, clausurado en la madrugada del martes. Otra omisión significativa fue la de no convocar al director de noticias de la emisora radial “Antena 1”, cuya supresión de sus emisiones al aire por las fuerzas militares tuvo contornos dramáticos porque fue transmitida en vivo y en directo por un locutor que iba anunciando a los oyentes la llegada de los comandos. Al final, una protesta apenas audible y un golpe seco de micrófono bajaron el telón de esa estación radial, que hacía unos minutos había leído la flamígera carta del ex Fernando Belaunde. En ella, el veterano líder de Acción Popular la extendida tesis de que el ingeniero Fujimori, al divorciarse de la Constitución, ha dejado vacante la Presidencia. Otro desinvitado obvio era el periodista Gustavo Gorriti, acusado esa misma noche por el ministro de interior, general Juan Briones, de posesión de documentos militares secretos. Posteriormente, Gustavo Gorriti, corresponsal del diario español “El País”, fue puesto en libertad.

Gustavo Gorriti, corresponsal del diario español “El País”, fue liberado ayer tras dos días de encarcelamiento.

El clima de represión selectiva, eficaz y apenas brutal, lo describía perfectamente la periodista de televisión Roxana Canedo, quien, impedida, como todos sus colegas, de hablar con libertad, se limito a decirle a su teleaudiencia: “interpretan mi silencio”.

Otros periodistas igualmente preocupados y nada palaciegos eran los corresponsales extranjeros, que acababan de descubrir que sus visados expiran en junio próximo y que su renovación, como le dijo un funcionario policial a uno de ellos, “dependerá de su actitud”.

Las FFAA y el narcotráfico

Sonriente, Fujimori presidio esa sesión ministerial en la que empezó a abordarse la reforma del poder judicial y nuevas medidas en la lucha contra el narcotráfico. Como se sabe, diversos medios periodísticos, locales e internacionales, han acusado a las Fuerzas Armadas de no castigar a elementos castrenses abiertamente complicados en el cobro de cupos a los narcotraficantes colombianos que aterrizan en algunos de los sesenta aeropuertos subrepticios del Alto Huallaga.

Mientras los ministros confirmados y pringados con el golpe se excusaban de formular declaraciones, el brioso titular del Interior si pidió micrófonos para decir, luego de acomodarse la guerrera, que las armas pesadas presuntamente halladas en el local del Partido Aprista –granadas, cohetes portátiles y ametralladoras– y en la casa del ex ministro del Interior de Alan García, Agustín Mantilla, justificaban las medidas represivas en contra del partido que fundara Haya de La Torre.

No hubo tiempo de preguntarle qué tipo de armamento se había encontrado en las sedes de las centrales sindicales del país –CGTP, CTP y CTRP–, cerradas a piedra y lodo por la Policía, o en las Universidades, también acordonadas por fuerzas militares y con sus actividades interrumpidas.

Ninguno de los comedidos hombres de Prensa que recogían las declaraciones de Briones preguntó por qué la Policía creyó conveniente efectuar disparos al aire y emplear gases lacrimógenos y cachiporras contra un grupo de parlamentarios, encabezado por el decano del Colegio de Abogados de Lima y senador Raúl Ferrero, que se había reunido para firmar un manifiesto en el que se declarada la vacancia de la Presidencia.

Estrecha vigilancia

La carencia de ministro de Educación –único puesto en el Gabinete Fujimori– tampoco posible que alguien preguntara por que el local del SUTEP, el sindicato peruano, se hallaba rodeado de mi militares.

Detenido en su domicilio, el presidente de la Cámara de Diputados, Roberto Ramírez del Villar, que salvara la vida hace unos meses tras sufrir una crisis cardiopulmonar, fue advertido por un portavoz del Ministro del Interior de que se abstuviera de formular declaraciones a la Prensa internacional.

La Casa Blanca suspende la
ayuda económica y financiera
Nueva York, Juan Vicente Boo


Al final de una reunión urgente que se prolongo hasta la madrugada del martes, la Organización de Estados Americanos condeno duramente la medida golpista del presidente Alberto Fujimori y advirtió que los acontecimientos en el Perú “afectan los mecanismos de representatividad democrática en toda Iberoamérica”. A su vez, Estados Unidos anuncio oficialmente la suspensión de ayudas económicas y financieras a ese país, con la sola excepción de la ayuda humanitaria y en tanto la situación se prolongue.

La ayuda que EEUU retirara a Perú incluye 45 millones de dólares cargo para ejercicio fiscal de 1992, que no ha sido clausurado todavía, y otros 275 millones del actual ejercicio de 1992

Así pues Estados Unidos mantiene la postura de firmeza contra el Golpe.

Contra la neutralidad

Exaspera la timidez de ciertos pronunciamientos oficiales acerca del golpe peruano. No se puede ser neutral, como decía Sartre, ante la peste bubónica. Lo del Perú no es una amenaza sino un hecho consumado, y el paso de las horas apunta a la esclerosis de la dictadura militar que hoy cuelga patéticamente de ese minúsculo filamento civil que se llama Alberto Fujimori. La resistencia interna está paralizada por los arrestos y las golpizas –la ultima la recibió, y durísima, el senador Raúl Ferrero, del Movimiento Libertad– y el mutismo informativo ha invadido de silencio la sociedad peruana. Solo circula, a la velocidad peruana. Solo circula a la velocidad de la luz, el rumor, el rumor, el rumor.

En estas circunstancias, la acción internacional opera una doble función: la de censor moral y la de sucedáneo de la imposible acción interna. Ha dado un paso George Bush suspendiendo la ayuda al Perú que trabajosamente se había conseguido a lo largo de dos años, en buena parte porque la camarilla uniformada que manda en el Perú está seriamente comprometida con el narcotráfico en la zona del Alto Huallaga. Recibí personalmente informaciones durante la campaña electoral de 1990 acerca del infame contubernio narco-militar y en los últimos meses tanto el Senado norteamericano como un oportunista asesor gubernamental que renuncio hace poco tiempo han señalado que la corrupción proveniente de esa fuente esta mas allá de toda duda. Probablemente estas razones pesan en la conciencia norteamericana a la hora de actuar frente al nuevo Perú.

Los Gobiernos latinoamericanos se pronuncian aisladamente y no en conjunto. Debieran hacerlo a través del Grupo de Rio o el foro de la OEA, y la Comunidad Europea debería dar un carácter continental a los discursos crecientemente firmes del Gobierno español sin perder más tiempo. Es errado pensar que la reacción internacional debe dar tiempo a la posibilidad de que las cosas recuperen su cauce normal en el Perú. Los factores trabajan inversamente: a medida que se institucionaliza la traición, se hace evidente que solo la irradicación desde el extranjero puede devolver energía a la agónica resistencia y provocar esas fisuras en las Fuerzas Armadas, que de momento no asoman. La comunidad internacional no es ya un espectador, sino un elemento en juego. La última esperanza. El Gobierno español está en condiciones de movilizar a la Comunidad Europea. Ahora.

No me canso de insistir en el efecto domino que puede tener el ocaso de la democracia peruana. El peligro inmediato se llama Brasil. Otra razón poderosa para exigir al mundo su enrolamiento en una legión extranjera en pro de la libertad de los peruanos. Está en juego el destino del Perú, el destino de América y el destino de lo que alguna vez se llamo nuevo orden mundial y hoy suena tan lejano.

Alvaro VARGAS LLOSA

lunes, 22 de junio de 2009

FRANCISCO IGARTUA – SIEMPRE UN EXTRAÑO - 1995

“Nunca entendí por que en el Perú se destruían los hombres de valer unos a otros. Hoy veo esa política como un crimen contra el país. Es irritante que tantas generaciones de hombres inteligentes hayan pasado por la vida peruana sin haber podido dejar nada de lo mucho o poco que poseyeron para darle a su comunidad; porque otros hombres, también inteligentes, les cortaron el paso no dejándolos florecer y entregar sus frutos. ¿Cuándo aprenderemos a convivir honestamente dentro de una pacifica discrepancia?”. FRANCISCO IGARTUA - Siempre un extraño - 1995

DIARIO EL COMERCIO - LIMA PERU


El sábado 4 de mayo de 1839 aparece la primera edición del diario El Comercio, y con ella el inicio de una nueva era en el periodismo peruano.

domingo, 21 de junio de 2009

DON LUIS MIRO QUESADA - 90 AÑOS EN 90 MINUTOS - Oiga 4/11/1970






Oiga – Portada y Págs. 14, 15, 16, 17

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OIGA SEMANARIO DE ACTUALIDADES

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NUMERO 402



AÑO VII



4 DE DICIEMBRE DE 1970

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90 AÑOS



QUE SON NOTICIA

SOY AMIGO hasta donde llegan los límites de mi país…


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DON LUIS MIRO QUESADA



90 AÑOS EN 90 MINUTOS

MAÑANA sábado cumple 90 años don Luis Miró Quesada, patricio ejemplar a quien el Perú le debe mucho y periodista de garra, hombre de combate y de pasión, al que –seguramente por estas razones– nos sentimos cariñosamente ligados. Como homenaje de OIGA a su figura patriarcal, van a continuación unos ágiles apuntes de Manuel Jesús Orbegozo. En ellos está retratado el temple, la firme y sobria personalidad de don Luis, un hombre con auténtico valor –que es el moral–, de exquisito trato y terco cariño al Perú y a los suyos, Un hombre joven a sus noventa años.

0 minutos: “Yo sabía que nos iban a atacar y por lo tanto hice la advertencia: Hay que comprar armas, re­vólveres, tenemos que armarnos. Mi padre no quería exponernos y mi her­mano Antonio era enemigo de la vio­lencia, en esos días había perdido un hijo y estaba anonadado. Oscar y Mi­guel estaban de acuerdo conmigo.

2 minutos: “Aquí tiene usted el té, el azúcar, sírvase. Verá Ud., esto es lo único que me queda de sajón”. Cla­ro, sabemos además, que todo el res­to lo tiene de criollo, aunque una vez, cuando le sirvieron un vaso de vino, usted había dicho: “Ustedes saben de mi profundo nacionalismo, pero en materia de vinos –de los que suelo beber un sorbo de tarde en tarde–, bueno, no soy muy nacionalista que digamos”.

7 minutos: Hay que recordar que era setiembre (1919), y en el cielo bri­llaba la constelación de Virgo. Los gendarmes habían dado otro golpe y la ciudad (acaso 100 mil habitantes) se había conmocionado un poco. La Ley Seca entraba en vigencia en los Estados Unidos bajo los auspicios de “La cosa nostra” y en el cine Alham­bra, Olga Petrov hacia su debut, con orquesta. Don José Pardo se cubre con un paletó, se pone sus guantes de previl, toma su sombrero de paño negro y se da preso. Entre ga­llos y medianoche se lo llevan al Pa­nóptico (todavía no se había inventa­rio El Frontón) y Leguía inicia así el oncenio.

12 minutos: “En el seno de mi fa­milia yo insistía en armarnos, esgri­miendo dos argumentos: A) de orden moral y B) de orden práctico. A, por­que eso significa defender nuestra ca­sa, nuestra propiedad, el periódico; y B, porque a ningún gobierno nuevo le conviene un conflicto de esta natura­leza, en pleno centro de la ciudad”.

17 minutos: El coronel Samuel del Alcázar que había hecho la campaña de la Breña con el general Andrés Avelino Cáceres, se decide a atacar Palacio de Gobierno. Cuando llega, Cáceres le sale al frente: “¿Qué va a hacer Ud., coronel?” le dice. El coro­nel le contesta: “Simplemente voy a hacer lo que Ud. nos ha enseñado, mi general”. Cáceres le replica “¿qué?...” “Bueno –le contesta del Alcázar–, no entiendo bien lo que me dice Ud., mi general”; toma su espada y la quiebra en dos en su rodilla. Se da media vuelta y pasa a formar la le­gión de los tercos y frustrados defen­sores de la Ley.

Enérgico poder de decisión

21 minutos: “El 10 de setiembre, una turba ataca las oficinas de “La Pren­sa”. Las incendia, las apedrea. Enton­ces, nosotros nos ponemos sobre avi­so. A las 7 de la noche estamos en la dirección del periódico, cuando en eso suena el teléfono. Descuelgo el fono y oigo la voz de mi cuñado Alejandro Garland que me llama desde “El Palais Concert”, “Aló, Luis, una poblada va a atacar El Comercio”. No había tiempo que perder: Tú allí, Lizandro; Oscar, Miguel, ustedes allá; Juan, Tomás, rápido, a sus emplazamientos, us­tedes también Pedraza, Vega, éramos 17 en total.

26 minutos: “Afuera se oía ulular a la multitud. Gritan desaforadamente, abajo El Comercio, mueran los miro­quesadas. Teníamos un punto débil: La puerta de administración, que ce­dió ante el empuje. Antes de que la turba entrara al hall principal le gri­to al conserje para que eche llave a la puerta, veo que le tiemblan las ma­nos, corro, le quito las llaves y tran­co. Después comprobaríamos que el conserje era un traidor. Desconecté la llave principal de la luz y corrí a parapetarme detrás de cuatro bobinas. Todo había quedado bajo la penum­bra y sólo se veía los fogonazos de los disparos. Comprendimos que nos estábamos jugando la vida y contes­tamos el fuego. Cae un atacante en el hall y la turba frena su embestida. La grita era ensordecedora, Una ba­la atraviesa el sombrero de Miguel. Vemos que cae otro, otros; pero el fuego no cede, hasta que poco a poco se va apagando, crepitando como una gran hoguera. Había trascurrido más de 30 minutos. Nos habíamos sal­vado y habíamos salvado El Comer­cio.

30 minutos: Un sorbo de té, otro sor­bo, y otro.

31 minutos: El doctor Oscar Miró Quesada me había dicho una vez: Ad­miro, en mi hermano Luis, la armo­nía que guarda entre la rectitud y el sentimiento. También, su nacionalis­mo total, sin xenofobia, y su gran amor por la justicia social. Pero entre otras cosas, su enérgico poder de decisión. Una vez, Glicerio Tassara iba a lanzar otra edición de “Idea Li­bre” contra mi padre. Estábamos en un rincón de la universidad cuando Luis dijo: “Vamos a impedir que sal­ga ese ataque”. Recuerdo que con no­sotros estaban Pazos Varela y Carlos Zavala. Fuimos a “Idea Libre”. No bien entradmos en la dirección, Tassara sa­có su revólver y me apuntó. Luis sal­tó sobre él, pero ya Tassara había dis­parado. Lo rodeamos para desarmar­lo, mientras Pazos Varela estaba ago­nizando ahí mismo. El tiro le había caído en el corazón. Cosas del destino, pero Luis ha sido así siempre”.



38 minutos: “Me han dado fama de ser un hombre duro, pero no lo soy. Yo trato de llevarme bien con todo el mundo. Lo que pasa es que confun­den energía de carácter con dureza. Antes de decidirme yo pienso dema­siado y sólo cuando estoy seguro de que tengo razón, ya no doy marcha atrás”.

¿Es eso karate, profesor?...

40 minutos: Había que establecer re­laciones entre su cuerpo y su alma. Preguntar si su espíritu es inversa­mente proporcional a su estatura. Cuando joven, no hubo deporte que dejara de practicar. Ciclismo, atletis­mo, fútbol, cricket, remo y tal vez ka­rate. Había que imaginarlo escuchando al profesor japonés, las enseñanzas de la doctrina Zen: “El karate no es pa­ra usarlo en nuestro propio beneficio sino en defensa de un ideal de justi­cia. Hay que ser prudente (como él) hasta donde sea posible para evitar todo motivo de fricción. Eso nos lle­va a la necesidad de mantener una norma de modestia y corrección (co­mo él) en todas las situaciones de la vida, aún en el hablar, en el comer, en el obrar. / ¿Es eso karate, profesor? /. Sí, eso, pero además, es esperar a que el adversario reflexione y desista y só­lo en última instancia que salga el ar­ma de que disponemos como cortan­do el aire”.

45 minutos: Su rostro, a veces me parece borgiano o ¿será solamente pa­ra asociarle esta frase?: Mi cuerpo pue­de sentir miedo, pero yo no. (Borges).

46 minutos: Luis Miró Quesada de la Guerra, nacido cuando la patria atra­vesaba los momentos más luctuosos de su historia (1880), ingresó a trabajar en el diario que hasta hoy dirige, en 1903. “Ese año me pusieron en pla­nilla, pero no recuerdo cuál fue mi salario. Creo sí, que fue demasiado poco”. Eran, en realidad, las viejos tiempos de la zarzaparrilla de Bristol, del agua de Melisa y el Cordial Cere­bral (remplazado ahora por el gero­vital) y se publicaban avisos que de­cían: “Vendo 2 bueyes y dos vacas le­cheras, ofertas en domicilio”; se es­cribía tejido con g y las noticias po­liciales aparecían así: “Al subir el Puente de Piedra que está en declive, sucedió que los caballos resbalaron cayendo por el lado izquierdo, rom­piéndose los ganchos a que estaban sujetos los caballos, el carro retroce­dió y dos personas que iban allí se tuvieron que arrojar llenas de temor”. Ahora, un solo titular causa veinte veces más miedo: “Jet se estrella, mue­ren 110”.



56 minutos: Eran otros tiempos, y aunque no había Gladys que aparecieran eróticamente, ya la publicidad te­nía sus trucos: Arriba, la cara amarga de un fumador que se queja: ¡Demo­nios, qué cigarro tan malo! Abajo: la misma cara del fumador, pero son­riendo: ¡No os veriais en esos apuros si fumarais cigarrillos El Figaro!, por ejemplo.

Aversión a los reportajes

58 minutos: Cuando me advirtió que ya habíamos conversado algo, me pe­só no haber llevado lápiz para tomar alguna nota. "No se preocupe (me di­jo él), porque yo no le he concedido una entrevista. Hemos conversado pa­ra que Ud. haga una semblanza, si al­go tuviera que escribir sobre mí”, agre­gó. (Después su hija Elvira, insepara­ble compañera de sus viajes a través del tiempo y de los mares, confirma­ría la aversión del ilustre hombre de prensa, a los reportajes. “¿Para qué –contesta él – si tengo un periódico donde puedo verter mis opiniones?”

61 minutos: Los perros me recibie­ron con ladridos en su residencia, y uno de ellos casi se pasó de leal. A propósito, para el doctor Miró Quesada, nada hay más valorativo en el hombre que la lealtad y la amistad, pero con una advertencia: ‘Soy amigo hasta donde llegan los límites de mi país. Porque entre los intereses de la patria y los de la amistad, a la amis­tad hay que dejarla de lado”.

66 minutos: En un sofá muy muelle, en su residencia de Javier Prado, de­lante de unas breves estatuas de már­mol, el hombre hace recuerdos infini­tos. Su vida llena de anécdotas co­mienza cuando a los pocos días de na­cido, ante la invasión de los chilenos, tiene que ser llevado a Ancón en una caja de vino. Después todo es un ir y venir incesante. De clorificar el agua que bebe Lima, puede pasar o pasa con facilidad a una legación en Suiza; de asfaltar el jirón de La Unión va a re­presentar al país en La Liga de las Na­ciones. Es alcalde de la ciudad con la misma maestría con que desarrolla su cátedra en San Marcos. Escribe un editorial, dos, cien contra la IPC igual como funda el primer refectorio es­colar en el país. “Según una encues­ta que mandé hacer, los niños pobres se desmayaban en la primera hora de clase. Resulta que no comían la no­che anterior ni tomaban desayuno en la mañana siguiente”. Entonces fun­da ese refectorio, propone escuelas al aire libre al estilo de Charlottembur­go y pide como allá, para los niños, doble ración de alimento, doble ra­ción de aire puro y media ración de trabajo.

¿Recuerdos imborrables? Los dolorosos.

70 minutos: No se puede dar la vuel­ta al mundo de una vida de 90 años en 90 minutos, pero resulta hermoso intentarlo aunque sea para titu­lar. Pero, digamos, doctor Luis, ¿po­dría señalar algunos de sus recuerdos imborrables?. “Los imborrables siem­pre resultan ser los más dolorosos. El placer es siempre pasajero, el dolor es permanente y a veces, hasta eterno”. Entonces, quiso recordar a su espo­sa. “Elvira –dijo– fue una mujer sin la cual yo no habría llegado a ser al­go en la vida. Ella me daba aliento para toda empresa, Leguía me man­dó decir una vez que me daba 15 días para arreglar mis papeles. Yo le man­dé decir, primero que averiguara dón­de estaba escondido; segundo, que me hiciera detener; y, tercero, que me de­portara. En esos días, había una re­cepción oficial en una embajada. Yo le dije a Elvira, vamos a la recepción. Fuimos y mi presencia causó revuelo singular. Lo recuerdo, perfectamente, todo ahora.




75 minutos: Luis Miró Quesada (Una orquídea y una lágrima, todos los sá­bados en la tumba de su esposa) ha callado y en sus ojos hay un brillo que podría afirmar, es una lágrima.

78 minutos: Ahora es lunes y esta­mos bajo el signo de escorpio. Ya regresó el hombre de la Luna y Viet­nam todavía está crucificado, pero en un tiempo atrás, el presidente Prado lo hizo llamar con urgencia. Estados Unidos se había dirigido al Perú pre sionándolo para que retirara sus tro­pas de la Provincia de El Oro. La comisión consultiva había aceptado por unanimidad que las tropas se retira­ran.
—Tenemos que hacerlo— le dijo el presidente.
—No puede ser — contestó Miró Quesada— la provincia de El Oro es la prenda que tiene el Perú para po­der arreglar definitivamente sus dife­rendos con el Ecuador. Las tropas no deben retirarse.
—Es que no nos queda otro camino.
—Entonces, yo escribiré en contra —dijo Miró Quesada.

Hubo más diálogos, otro miembro de la comisión dijo que podríamos ser objeto de humillación. Miró Quesada respondió que humillación sería ceder ante las presiones diplomáticas. “Tal vez podríamos ceder ante el desem­barco de tropas norteamericanas en Tumbes”, replicó, y se dio media vuel­ta. Pero la historia ha dado su ver­sión eterna: El Perú no retiró sus tropas.

85 minutos: “No deseo enturbiar con esos recuerdos esta fecha, pero el gran error del Apra fue matar a mi her­mano, cuando yo era quien escribía los editoriales. Haya tenía conocimiento de que iba a cometerse ese cri­men y si no lo supo directamente, cuando menos lo sabía en alguna for­ma. Pero, dejemos esas cosas para otra vez”, porque las sombras han caí­do sobre los altos árboles y los días. ¡Ya es hora de ir al diario, a ver qué pasa!

89 minutos: Doctor, ¿por qué no es­cribe Ud. sus memorias'?
—Las memorias sólo deben escribir­las los grandes hombres.

90 minutos: Mañana que cumple 90 años, ¿qué editorial escribirá el Dr. Miró Quesada, en su propio corazón?

LUIS MIRÓ QUESADA DE LA GUERRA

Luis Miró Quesada de la Guerra

Continuando siempre nuestra patriótica labor por el acercamiento espiritual de nuestra querida patria España, con estas Repúblicas iberoamericanas hasta conseguir algún día una gran federación hispana en que reunidas nuestras fuerzas y nuestras inteligencias, pudiéramos hacer brotar una nueva ciencia, una nueva literatura y la fuerza suficiente para defender nuestros intereses comunes, hoy tenemos el honor de presentar a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires, una de las figuras representativas de más valer en la vida pública del Perú, al egregio ciudadano doctor Luis Miró Quesada.

En estos tiempos de exagerado individualismo, de movimientos y de ruido, los obreros del pensamiento, como lo es nuestro biografiado

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su valor representativo y su talento son nulos ante la opinión, y, mientras dura el drama tienen que retirarse detrás de bastidores, dejando el escenario a los de las vueltas coloradas y a los hombres de sable.

Pero cuando el orden se restablece y se extingue el ruido de los sables y se da a estos su recompensa en grados u ovaciones; entonces el obrero del pensamiento, por medio del periodismo, y en la imprenta en ese gigante que habla todas las lenguas, que combate por todos los intereses; vuelve a dejar oír su voz imponente y majestuosa y continúa esa lucha emprendida por la imprenta, hace cuatro siglos en favor de la libertad y del progreso. Gracias a la imprenta, el pensamiento democrático ha tomado poderosa expansión, y la fuerza, único derecho de las sociedades antiguas, ha sucumbido ante la razón, que es el Evangelio de los pueblos modernos.

Nuestro biografiado el doctor Luis Miró Quesada, es uno de los obreros del pensamiento que más se han distinguido y se distinguen entre las figuras representativas del Perú. Este distinguido ciudadano recibió su instrucción elemental en Inglaterra; y después de hacer en Lima su instrucción secundaria, ingresó a la Universidad siendo, en ella notabilísimo alumno primero y eminente profesor después. En efecto, egresado de la Universidad en 1905, fue elegido catedrático de Pedagogía en la Facultad de Letras donde hoy es subdecano y su representante en el Concejo de la Facultad, alto cuerpo que tiene a su cargo la dirección Universitaria.

Dicta el curso de Pedagogía desde 1908; y ha publicado muchas de sus interesantes lecciones en forma de artículos en la Revista Universitaria. Hoy mismo tiene en preparación su obra completa sobre pedagogía. Su reputación de profesor, de hombre de ciencia y de hombre de estudio ha determinado insistentes requerimientos del ambiente público para que dicte alguna cátedra de Derecho Político o de Ciencia Económica, mas Miró Quesada ha persistido en la actitud de concretarse a su enseñanza de Pedagogía, sin interrumpir sus lecciones, salvo cuando fue al Primer Congreso Panamericano de Delegado del Perú y al Congreso de Educación de Búfalo.

El ejercicio de su cátedra no le ha impedido, sino precisamente le ha facilitado el gran éxito de sus labores de periodista en El Comercio, periódico del cual es uno de los propietarios y del que actualmente es director por la ausencia de su hermano el distinguido hombre público Antonio Miró Quesada del que nos ocupamos en esta «Galería de honor», el 9 de setiembre último, y de Óscar Miró Quesada del que también nos hemos ocupado en esta misma «Galería de honor» el 5 de julio último en la que consta que esta idea nos la sugirió el notabilísimo discurso hispanófilo que pronunciara este último en el banquete que se diera en el Casino Español el 17 de mayo pasado con esta capital en celebración del aniversario del natalicio de nuestro Augusto Monarca el Rey don Alfonso XIII.

Conjuntamente con las actividades de profesor y de periodista, nuestro biografiado ha sido diputado a Congreso desde 1907 a 1912, exhibiendo entonces sobresalientes aptitudes de orador y de estadista;

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dedicando también su acción a la defensa de las libertades públicas y de las clases obreras. Es evidentemente Luis Miró Quesada un político de sentido democrático, pudiéndose decir que está en la izquierda del Partido Civil, histórico partido constituido en su derecha por elementos aristocráticos, reacios aun a comprender que si los partidos políticos renuncian a renovar sus métodos y sus anhelos, renuncian a la vida y a la razón de vivir.

Esa misma tendencia democrática llevó a Luis Miró Quesada a ejercer las funciones de Alcalde Municipal de Lima; a iniciar la obra de los refectorios escolares, a mejorar las condiciones de la Escuela Popular y a mejorar las condiciones del servicio municipal del agua. Pero Luis Miró Quesada puso mirada más alta y más fecunda aun: quiso sanear Lima contratando un empréstito. Todo estuvo listo para este fin, pero en la Cámara de Diputados, un grupo de diputados civilistas coligado con los diversos grupos anticivilistas, cerraron el paso a la bella iniciativa de Luis Miró Quesada. Entonces perdió Lima la oportunidad de tener buenos pavimentos, entonces espectó el país la coalición heteróclita de civilistas y anticivilistas en contra de Luis Miró Quesada, miembro eminente de ese partido; y entonces pudo verse que en medio de la descomposición de la mayoría civilista del Parlamento, flotaba la falta de instinto de un partido para conservar su cohesión única manera de conservar «el Poder para bien público».

He aquí diseñada a grandes rasgos la importante personalidad de este distinguido peruano verdadero hispanoamericano, pues desciende en línea recta de aquellos esforzados y valerosos conquistadores que llegaron a la América a mediados del siglo XVIII.

El fundador en la América de la familia Miró Quesada fue el señor Francisco G. Miró que vino al istmo de Panamá a mediados del siglo XVIII, como oficial del ejército español, el que fue casado con la señora Ana Meyner, y murió en Panamá en la clase de General de Brigada del Ejército del Rey. Un nieto suyo llamado Tomás, se casó en 1831 con la señora Josefa de Quesada hija de don Miguel de Quesada, también español natural de Granada en Andalucía, y de doña Catalina Velarde, panameña, hija de un general español. De este matrimonio nació don José Antonio Miró Quesada, padre de la pléyade de intelectuales y distinguidos peruanos: don Antonio, don Óscar y nuestro biografiado don Luis que con su talento, probidad y clara inteligencia han dado honra y gloria a esta patria, y a cualquiera nación del mundo que hubieran tenido la suerte de tenerlos en su seno.

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Local central del diario El Comercio - Lima Peru


"Tampoco se podría, sin embargo, no tomar en cuenta para entender esa relación el hecho mismo del asilo. Se trataba de algo que, por un lado, debía enorgullecer a El Comercio y que, por otro, había impedido que Francisco fuera a caer de nuevo en el insoportable asador panameño. Por primera vez en la historia del periodismo, el edificio de un diario, igual que las catedrales de la Edad Media, había servido de asilo a un perseguido...". Francisco Igartua Rovira - "Siempre un extraño"

sábado, 20 de junio de 2009

FRANCISCO IGARTUA – SIEMPRE UN EXTRAÑO - 1995 - "Un diario le sirvió de asilo"

Francisco Igartua Rovira

El vuelo de Santiago a Lima fue largo por la emoción del regreso. Francisco no pudo leer una línea ni dormir un minuto durante el viaje. La conversación con Holt y el corresponsal del New York Times, la seguía a medias y en algunos momentos se iba de ella por completo. La aventura había sido emocionante, pero muy dolorosa la separación de Ella. En muchos momentos había sido insoportable tenerla lejos. Pero volvía y volverían a estar juntos. También extrañaba Caretas, su obra, su esperanza, su buena sociedad con Doris Gibson. La lucha política lo reclamaba y el estaba obligado a no rehuirla. Más cuando se iniciaba la campaña de zapa contra la dictadura.

Al llegar a Lima, por simple precaución les pidió a Holt y al corresponsal americano que bajaran los tres juntos.

-Por siaca.

Y los dos asintieron en que la idea era prudente. Lo flanquearían desde la escalera de bajada a tierra.

¡Ni que hubieran sido adivinos!

Al pie del avión lo esperaba a Francisco media docena de investigadores que le bloquearon la entrada.

-Usted no puede ingresar. Debe volver al avión y seguir a Panamá.


El que le hablaba era un zambo alto, colocado detrás de los dos que le cerraban el paso. Otros tres vigilaban de cerca.

-¡Aquí esta mi pasaporte con el visado correspondiente!

-No sé. Es la orden.

-¡Aquí esta mi visa! –grito Francisco apoyado en los dos norteamericanos.

-No puede pasar.


-¿Cómo que no puedo? –y se agarro a los brazos de sus dos amigos-. Si quieren me suben a patadas, Pero aquí se arma un escándalo de los mil diablos y tengan ustedes presente que estos dos señores son periodistas extranjeros que darán cuenta en el mundo del abuso que están ustedes cometiendo. ¡Aquí esta mi visa! Y si quieren ­–volvió a insistir- me suben a la fuerza, pero en el mundo se sabrá que grado de dictadura hay en el Perú. Estos dos periodistas harán pública su protesta por lo que están viendo.

Del brazo de Holt y del corresponsal del New York Times, comenzó a caminar por la explanada. Los policías comenzaron a desconcertarse…

Los tres siguieron avanzando hasta llegar al hall de la Corpac. Detrás de la barandilla de metal dorado estaban Ella, Doris y su hermana Mima.

De pronto el se separo de los norteamericanos y salto la barandilla. La cogió del brazo a Ella y los cuatro salieron corriendo a la calle. Tomaron un taxi y el ordeno:

-A El Comercio, a toda prisa; cobre lo que quiera.


El que hubiera estado hablando de El Comercio hacia unas semanas, justo en ese mismo aeropuerto, fue lo que le dio la idea. El periódico tenia la puerta abierta día y noche y la policía –que con toda seguridad los iba seguir de inmediato- no se le ocurriría que buscaría refugio en un periódico. Para los de la “secreta” trataría de asilarse en una embajada y las embajadas siempre tienen sus puertas cerradas…

Exactamente, a los pocos minutos, dos autos policiales lo seguían de cerca. Ella lo agarraba fuertemente de la mano, mientras el pensaba como salir a la carrera del auto y como meterse a la dirección del diario o, mejor, a la jefatura de la redacción, que era la de mas fácil acceso.

Se cambio de sitio con Doris para quedar junto a la puerta derecha del auto. Desde allí, de un salto, estaría dentro de El Comercio. Y así fue. En segundos, Francisco se hallo en la oficina de su viejo amigo Emilio Armaza, jefe de redacción del diario de La Rifa desde poco después que salio de La Prensa junto con Francisco. Armaza contestaba en ese momento el teléfono. Y antes de que colgara el fono, irrumpieron en la oficina los policías. Dirigiéndose a Armaza lo conminaron, mostrándole sus placas:

-El señor tiene que salir de aquí, nos debe acompañar.

-Perdón señores -respondió Armaza después de terminar su conversación telefónica-, el señor Igartua esta aquí de visita. Ha venido a ver a don Luis Miro Quesada y no saldrá hasta que no termine su reunión con don Luis.


-Pero…

-No hay nada que añadir. Además, a don Luis no le agrada la presencia de los policías en la reducción. Por favor, señores afuera, si quieren en el hall de la entrada o en la calle.

Todo esto lo decía Armaza sentado en su escritorio, inmutable.

Los investigadores se retiraron desconcertados, cabizbajos.

Francisco, mudo, seguía sentado frente a Armaza.

-Don Luis ha dado orden de que no te dejemos sacar de aquí. Ni siquiera a la fuerza.


A los pocos días el mismo don Luis Miró Quesada le explico a Francisco que, al momento de salir del auto, lo vio su cuñado, García Irigoyen, y en un ese instante lo llamo por teléfono y él a su vez, de inmediato se comunico con Armaza. Ocurrió, por suerte, que todos estaban en sus puestos al lado del teléfono y que los aparatos se encontraban desocupados.

Eso de “ni siquiera a la fuerza” no era una frase; al poco rato apareció, con su caminar cansino y su pelo plateado, Rolando, el hombre de confianza de don Luis y jefe de la seguridad interna del periódico. Lo acompañaban varios guardias armados.

Ese día y el siguiente los pasó Francisco encerrado en El Comercio, durmiendo en una oficina del segundo piso que se habilito como improvisado dormitorio. Solo lo visitaba, Ella, Doris y su hermana Mima, con quienes almorzaba y comía.

En todo ese tiempo no apareció un Miró Quesada por el periódico.

-Cualquier incidente –explico después Don Luis- con cualquier miembro de la familia hubiera agravado innecesariamente la situación.

Toda la manzana estaba rodeada de investigadores y policías mientras el periódico negociaba con el gobierno.

Pero en la prensa de Lima no se publicaba una línea de lo que estaba ocurriendo.

Solo al tercer día apareció el doctor Guzmán Marquina, presidente de la Asociación de Periodistas, amigo de Francisco, con la propuesta de solución: en compañía de él, representante del gremio Francisco visitaría al Ministro de Guerra, general Romero Lobo, en su casa de Barranco, no en el Ministerio. Y allí mismo el jefe de la Policía de Investigaciones y el jefe del Resguardo Aduanero le darían ingreso oficial al país. Así quedaría concluido el incidente y no se tocaría más el tema. Mejor dicho el “incidente” quedaría silenciado.

No eran épocas con posibilidad de ponerse bravo. E, indudablemente, El Comercio intervenía con sus buenos oficios patrocinando un acuerdo sin ganadores y perdedores.

Francisco acepto y, en compañía de Doris Gibson, visito al general Romero Lobo. No hubo problemas para salir de El Comercio. En la mañana había desaparecido el cordón policial de la manzana. El introductor ante el ministro fue el doctor Guzmán Marquina.

Hubo sonrisas, chistes y alguna broma sobre Alejandro Esparza Zañartu, el factótum del Ministerio desde la Dirección del Gobierno, a quien el acuerdo había marginado, queriendo, al parecer, hacer notar que el ministro no estaba pintado en la pared. Aunque lo más probable habría sido que Esparza no quiso dar su brazo a torcer y al final transo con un “hágalo con otro”. Tampoco El Comercio era santo de la devoción de Esparza, pero a tanto no podía llegar su prepotencia.

Sacar a Francisco asaltando el periódico hubiera sido demasiado. El escándalo internacional habría tumbado al Gobierno de Odria.

Al jefe de la Policía de Investigaciones, que aseguro estar dispuesto a dar la vida por su ministro, el general Romero Lobo le respondió con una broma muy sobria que lo dejo muy mal parado. Fue algo como “no afirme eso, señor, porque no lo voy a querer a mis ordenes; no desearía ser responsable de la muerte de tan eficiente funcionario”. Al final se sirvió una copa y, previas palabras de Guzmán Marquina, brindaron “por el feliz reingreso al Perú -aunque algo irregular- del director de Caretas”.

Todo, sin embargo, quedo silenciado. Nada de lo ocurrido se hizo público. El siguiente editorial de la revista fue una especie de “como decíamos ayer”. Francisco se limito a una pequeña referencia al “obligado viaje a Panamá”. La correspondiente compuesta de El Comercio sobre el tema fue parecida.

De este modo se inicio una estrecha amistad entre Francisco y don Luis Miro Quesada. Una amistad que nació, quien sabe, no tanto por el hecho mismo del asilo como por la mutua por la mutua simpatía que surgió espontáneamente durante la charla que sostuvieron después que pasaron los “incidentes”, Ocurrió en la visita de cortesía que Francisco le hizo a don Luis en su despacho de la Calle La Rifa.

Aunque de temperamentos muy diversos y hasta disonantes en algunas posiciones, Francisco quedo subyugado por la recia personalidad de don Luis, por su sutileza para enfocar los temas y los problemas, su rápida percepción de las situaciones políticas y su prudente accionar cuando se trataba de asuntos que consideraba fundamentales.

-En cuestiones de libertad de expresión hay que ser siempre categóricos y no callar ningún atropello a la libertad de prensa. Siempre hay que protestar por la prisión o la deportación de un periodista, sea quien sea este (la única excepción, por razones muy personales
–el Apra había asesinado a su hermano y a su cuñada-, eran los apristas). La protesta por lo demás colegas es una especie de seguro para uno mismo.

Y siguió en tono muy confidencial, sabiendo seguramente que unos meses antes, en un apuro que tuvo Francisco con la policía, La Prensa de Beltrán no lo dejo refugiarse en su local:

-Por ejemplo, no le extrañe a usted que, tal como van o van a ir las cosas, puede caer en la cárcel el señor Beltrán. Eso no ocurriría conmigo.


Pareció voz de adivino porque, pocos años después, cuando La Prensa se paso a la oposición y reconoció que la dictadura no es un sistema apropiado para el desarrollo equilibrado de un país, don Pedro Beltrán y su gente fueron tomados presos y encarcelados en la Isla, en El Frontón.

Su percepción del futuro, sin embargo, no lo dejo vislumbrar algo muy remoto: el atropello a todos los diarios y al propio don Luis, en mil novecientos sesenta y cuatro, cuando el Perú, gobernado por el General Velasco, corrió el riesgo de volverse otra Cuba.

De esa larga charla, que fue una verdadera lección de periodismo político; de sapiencia en el manejo de las vanidades humanas; de estrategias a emplear frente a las prepotencias de los poderosos y a las debilidades morales del enemigo; de inteligente hurgar en la capacidad del adversario; desde aquel entonces, el joven Francisco y el viejo don Luis fueron tejiendo una muy bella y calida amistad.

Tampoco se podría, sin embargo, no tomar en cuenta para entender esa relación el hecho mismo del asilo. Se trataba de algo que, por un lado, debía enorgullecer a El Comercio y que, por otro, había impedido que Francisco fuera a caer de nuevo en el insoportable asador panameño. Por primera vez en la historia del periodismo, el edificio de un diario, igual que las catedrales de la Edad Media, había servido de asilo a un perseguido

Caretas ILUSTRACION PERUANA - 1-15 Diciembre de 1952 - Precio: Tres Soles

Caretas QUINCENARIO DE ACTUALIDADES GRAFICAS - SOBRE LA MISMA RUTA - Doris Gibson - Año III - 1-15 de diciembre de 1952 - Nº 33

miércoles, 17 de junio de 2009

SEBATIAN SALAZAR BONDY - Oiga 8/07/1966


Oiga – Portada y Págs. 20 y 21

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SEBASTIAN SALAZAR BONDY

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EN LA CULTURA

El día 4 de julio –primer aniversario de la desaparición de nuestro inolvidable colaborador Sebastián Salazar Bondy– se efectuó una romería a su tumba del cementerio El Ángel. Numeroso público acudió a ese acto de homenaje y recordación, que testimonia la huella honda que a su breve paso por esta vida dejó el autor de tantas obras en vías de convertirse en clásicas de nuestras letras. Familia­res, periodistas, escritores, amigos y admiradores de Sebastián for­maron el compacto grupo que visitó su última morada.

El mismo día, a las 7 de la noche, en nuestras oficinas de redac­ción se descubrieron dos magníficas ampliaciones –una de Sebas­tián Salazar Bondy y otra de Juan Sardá–, las cuales presidirán los afanes cotidianos, las alegrías y tristezas, las inquietudes y nerviosas búsquedas que a todos los miembros de esta casa –gran familia cívica– nos cuesta la semanal y puntual aparición de OIGA.

Familiares de Sebastián Salazar Bondy y de don Juan Sardá es­tuvieron presentes, y a la esposa y al hijo de los extintos –respec­tivamente– correspondió el descubrir las fotografías que perpetúan y mantienen vivo el recuerdo de nuestros dos grandes desaparecidos.

Palabras de nuestro director y de José Alvarado Sánchez –finí­simo poeta y diplomático sin tacha– precedieron la realización del emotivo y simbólico acto.

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DIOS Y SEBASTIÁN
por H. GRIFFITHS ESCARDO


LO casé con Irma y bauticé a Ximena. Es­tos fueron los contactos oficiales a través de la Iglesia con Sebastián. Nuestros contactos humanos fueron numerosos y re­lativamente frecuentes. Nunca en ellos logré encontrar el hondo ateísmo que muchos le atribuyeron a Sebastián. Nunca incluso en nuestras conversaciones tuvo alguna frase desagradable y dura contra las cosas en que yo creo fuertemente. Eso era indigno de él. Estaba hecho siempre de un profundo respe­to por la dignidad de los demás y cultivaba fervorosamente el amor a la libertad de los otros. Mucho conversamos con Sebastián de cosas, personas e instituciones. Coincidimos frecuentemente en las críticas, incluso de he­chos y personas adjetivas de la Iglesia, pero siempre se mantuvo afectuosamente asoma­do a lo esencial. Recuerdo su interés y su afán –los afanes de Sebastián– de tener en la cabecera de su cama al “Taitacha”, Señor de los Temblores cuzqueño. Y lo consiguió.

En su vida, y en su actuación, Sebastián fue, para mí, profundamente cristiano –en que el cristianismo tiene y posee de culto a la verdad y de vivir en lo auténtico. Su sensibilidad por los demás, unida a un cari­ño fraternal por ayudar, lo muestra íntegra­mente identificado con los valores esenciales de la doctrina de Cristo.

Sebastián combatió siempre –y se le lla­mó amargado–, la hipocresía, la falta de línea, la venta a intereses y situaciones. No dudó –y lo realizó plenamente– en expo­nerse, incluso, al hambre antes de prostituir su verdad y sus convicciones. Muchas veces podíamos y debíamos estar en desacuerdo con él. Pero todo quedaba mitigado por su desprendimiento, por su entrega a sus ideas, y porque en medio del cambio de opiniones estaba su exacto sentido humano, su auscul­tar la sensibilidad ajena y su comprensión sonriente y cálida.

Días antes de morir, me entregó su foto­grafía con esta dedicatoria, que me sirve co­mo lema y estímulo en mi mesa de trabajo: “A Harold que sirve a Dios porque sirve al Hombre”, Dios y Hombre con mayúscula.

¿Se puede entonces presumir de los ateis­mos o las amarguras de Sebastián?

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SEBASTIÁN RECHAZO EL PACTO
por FRANCISCO MONCLOA


SEBASTIAN era implacable. Y tenía razón. Muchas veces nos deteníamos en las ca­lles limeñas y me mostraba conmovido el cuadro de un mendigo habituado a su mise­ria en medio de la despreocupación egoísta de las gentes que transitaban a su lado. Casi gritaba: “ni siquiera ven el horror que ellos mismos producen”. Y extendía los brazos pa­ra acusar a todos.

Otra noche, ante la pregunta con que lo emplazó un antropólogo extranjero, recono­ció: -sí, los intelectuales vivimos en un me­dio burgués. Y esa es nuestra contradicción. Yo trato de resolverla afirmando mi posición en cada instante, para que la burguesía que nos acosa con sus halagos y amenazas y mi propia necesidad de subsistencia, sepan que no me doblegaré. Cada afirmación mía es respondida por una agresión, por un ase­dio que reclama la capitulación. Al final quedaré al margen.

Sí, Sebastián rechazó el pacto impuesto. Aquel pacto que permite sobrevivir a otro a cambio de su silencio o complicidad. An­tes de cumplir sus 30 años había sido un es­critor exilado, como califica Vargas Llosa a aquellos que encuentran en la fuga, intelec­tual o física, la salida frente al reto de su realidad. Pero justamente a la edad en que los hombres del Perú comienzan a doblegar­se ante la presión del medio corruptor que sitia blanda pero insistentemente la esperan­za y la angustia de los rebeldes, Sebastián comprendió al Perú, se incorporó a él, se identificó con él, tomó partido. Dejó de ser el escritor exquisito para enclavar sus lar­gas piernas en medio de la plaza céntrica y acusar a los bárbaros, a los tímidos, a los egoístas, a los que se inclinan y detienen en la batalla, a los que perdonan a los amos para ser perdonados por los amos.

Se unía a las columnas que emergían en la lucha, pero seguía su camino cuando sus momentáneos compañeros titubeaban y mi­raban hacia atrás. Y en cada oportunidad, como si la frustración de los otros reclama­se de él una actitud más tajante, Sebastián radicalizaba su mensaje. La única forma de mantenerse enhiesto en medio de la tibieza.

Sebastián quería creer en los hombres que cantaban la esperanza. Lo necesita porque el Perú necesita de la esperanza. Y por creerlo, erré alguna vez: el canto que entonaban esos hombres no era auténtico. Entonces levantó el arma y golpeó violentamente.

Amó a Cuba e hizo suya su epopeya, no sólo porque amaba a la Revolución Cubana, sino porque sabía que era la antítesis del acomodo limeño. Cuba comprometía y Se­bastián no admitía la componenda. Cuando semanas antes de su muerte hubo quien lo convocó a colaborar con una institución dis­frazada de liberal y progresista, Sebastián le respondió: “publíquenme un libro. Se llama­rá “Por qué creo en la Revolución Cubana”. Era demasiada condición para el invitante. Había sido medido con la regla de Sebas­tián con aquella medida que rechazaba los matices encubridores de debilidades y opor­tunismos.

Llegó al socialismo por amor a la solida­ridad humana. Llegó por amor al hombre y por ocio a la injusticia, llegó con la alegre decisión de otear mundos mejores. Y des­pués de creer, hurgó en las páginas el sus­tento intelectual.

Nunca admitió el sectarismo. Recuerdo su indignación cuando alguien le acusó de par­ticipar en un encuentro internacional de es­critores en el que también se habían senta­do representantes de los Estados Unidos. “No permito a la policía que indague sobre mis decisiones. Tampoco se lo permitiré a uste­des”. Sebastián era muy superior a la con­signa. Y de su actitud no había derecho a dudar.

Sí, Sebastián rechazó el pacto. A él no lo derrotaron ni lo ablandaron. De él no logra­ron hacer un silencioso. Y tal vez cuando la muerte lo arrancó del combate, sus enemi­gos, los claros y los emboscados, los que crean la miseria y la injusticia y aquellos otros que criticándola se adhieren o tratan de justificar su conformismo y debilidad con razones tácticas, los que sonríen y abren los brazos para atraer a los que denuncian y aquellos que no resisten la tentación del abrazo que silencia, todos, uno; otros, tal vez sintieron un alivio. Pudieron, entonces acogerlo en la fama.

Pero por sobre su prestigio de escritor y poeta, Sebastián es un símbolo. Un símbolo de la intransigencia contra la blandura y el temor, de la valentía contra la cobardía, del sacrificio contra el cómodo allanamiento de la palabra entera frente a la media palabra, de la protesta frente al silencio cómplice. Y su actitud es la mejor de sus obras.

NOTAS Y COMENTARIOS - Sebastián, la cultura - Juan Gargurevich Regal - Universidad Nacional Mayor de San Marcos





NOTA Y COMENTARIOS
Sebastián, la lectura
JUAN GARGUREVICH REGAL
Universidad Nacional Mayor de San Marcos

jgargure@pucp.edu.pe


Los dramaturgos dicen que siempre fue suyo; los periodistas insisten que nunca salió de la redacción; los poetas no dudan en colocarlo en sus filas; los críticos de arte lo pretenden; los políticos de izquierda alegan que fue, por sobre todo, hombre de filiación y de fe, socialista ardoroso: los sociólogos aseguran que nadie describió antes tan bien a Lima y lo limeño. Y él mismo decía que hubiera preferido ser actor.

Todos reclamas a Sebastián Salazar Bondy y tienen razón. Lástima que siguió el destino de los igualmente precoces Mariátegui, Valdelomar y murió en 1965 a los escasos 41 años, convertido ya en el más importante periodista y animador cultural que hemos tenidos.

La noticia de su muerte sacudió a Lima y su entierro fue multitudinario. Las notas periodísticas, lamentando su desaparición, se sucedieron en diarios y revistas hasta sobrepasar el centenar. Todos se sintieron obligados a decir algo.

José María Arguedas era el director de la Casa de la Cultura en esa época y no halló mejor manera de rendirle homenaje que llevar sus restos a su local institucional, en la plazuela San francisco, una antigua casa colonial restaurada en evocación de los tiempos coloniales que precisamente el ilustre fallecido detestaba. Por eso su principal biógrafo, Hirschhorn, se quejaría de la decisión: “….Qué lugar menos apropiado

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para el hombre que fustigó el mito de la Arcadia colonial! ¡Qué mentira para el hombre que simbolizaba la integridad cultural del Perú…”.

Delante de su féretro hablaron Alberto Ruiz Eldredge, por el Social Progresismo: Abelardo Oquendo y José Miguel Oviedo, por sus amigos; Alberto Tauro del Pino, por la Biblioteca; Estuardo Núñez, por San Marcos. Y por la Sociedad de Escritores, de la que Sebastián era vicepresidente, habló Washington Delgado, quien lo describió así:

Todos los géneros pasaron por su pluma inagotable: la comedia, la tragedia, la farsa, el ensayo. La crítica literaria, el cuento, la novela, la fábula, la poesía rimada, el verso libre, la prosa poética. No sólo escribió para la escena o para el libro, se prodigó también la revista y el periódico, y tuvo tiempo, todavía e inexplicablemente, para dictar conferencias y asistir a congresos y encuentros de escritores donde siempre brilló su ingenio, la belleza de sus palabras y la hondura de sus ideas…
(...)

Vivimos en edades oscuras, ha dicho gráficamente, exactamente Bertold Brecha. Y porque vivimos en la oscuridad, buscamos y nos agrupamos en derredor de las pocas luces que, heroicamente, aparecen. Nos reunimos, como ahora, ante quien encendió su lámpara y la elevó y mantuvo en alto y al morir nos la deja para que la alimentemos con el mismo fervor suyo y no dejar que nunca se apague.

Los escritores del Perú lamentamos la temprana muerte de Sebastián, el vacío que deja hoy para mañana, para siempre. Pero nos consuela saber que su recuerdo no será un nombre vano que el tiempo difumine y borre porque su recuerdo está encarnado en una obra literaria grande, hermosa y profunda que los años habrán de acrisolar continuamente.

Pocos tan limeños como Sebastián, que conoció tanto la ciudad que trazó su retrato más certero y descarnado en el célebre ensayo “Lima la Horrible”, reconociendo que Lima “hizo a su autor e hizo su aflicción por ella”.

En junio de 1965, a pocos meses de su muerte, improvisó una autobiografía en el tantas veces recordado Primer Encuentro de Narradores Peruanos, en Arequipa. Y contó de su barrio, su familia, amigos y viajes. Leamos algo de su relato.

“Nací en la calle Corazón de Jesús, en el barrio de La Chacarilla, en Lima, al lado de la Iglesia de los Huérfanos, en el corazón de la ciudad. Mi hogar fue un hogar de la clase media, un típico hogar de la clase media, formado por familias que venían de la provincia, viejas familias propie-

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tarias, pauperizadas por la invasión imperialista y, también, por la vida de lujos, de pompa, de señorío aristocrático que habían llevado en seis propias tierras natales. Y también desciendo de emigrantes franceses, posiblemente, si los pruritos tos genealógicos de un primo o no han fra­casado, de una familia judía del ghetto de Praga. Mi padre emigrado del Norte, de Chiclayo, se hizo de una relativa posición social y económica en el comercio, que hizo crisis alrededor de 1933, con una quiebra y con su muerte.

Aquí también habló del colegio San Agustín del que hizo mayores referencias en Lima la Horrible) y del “mundo de las represiones, de las inhibiciones, de las prohibiciones, de los prejuicios (...) Es alrededor del quinto año de primaria, cuando tendría yo 10 ú 11 años, cuando aparece en mí una necesidad de expresión que cumplí escribiendo poesías y novelas ocultamente y que mis profesores no descubrieron jamás”.

Fue precisamente en aquel colegio en que conocí Sebastián (lo llamaremos así de ahora en adelante) hacia el año 1951 –si no recuerdo mal. Los mayores editábamos la revista “Mundo Agustiniano” reunidos en una pequeña habitación con estantes donde reposaba la colección de “Mundos” anteriores.

Un día entró el padre Benito, el director, acompañado de ese joven delgado y elegante y nos dijo que era un ex alumno, poeta y periodista, que había colaborado con la revista hacía años y que quería buscar algo en la colección.

–Aquí publiqué algunos materiales, vengo a ubicarlos --nos contó el visitante luego de saludarnos con cordialidad inesperada. Supimos luego que en “Mundo Agustiniano" también habían publicado su hermano, el filósofo Augusto, y el poeta Alejandro Romualdo Valle.

Nunca me olvidó. Las pocas veces que volvimos a conversar me saludó, afable, diciendo “Ajá, el agustino”. Yo tampoco, por supuesto, porque nos había unido la experiencia de curiosear, en años distintos, por los umbríos y silenciosos claustros agustinos, encontrar la sacristía de la iglesia y ver en un rincón oscuro la aterradora escultura “La Muerte” de Baltasar Gavilán, un esqueleto que levanta el arco y tensa una flecha para el siguiente que llevará al Infierno...

Pero lo vi en muchas ocasiones porque el centro de Lima era pequeño y los periodistas frecuentábamos los mismos lugares, encontrándo‑

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nos con frecuencia. Era fácil encontrarlo en cafés como el Dominó de las Galerías Boza; el Hueco de la Pared, en la calle Jesús María, donde lonchaba el Bar Zela en la Plaza San Martín; el café San Martín un poco más allá donde reinaba el turrón de Doña Pepa, el café Viena, reino de los pintores; y claro, en la legendaria librería de Juan Mejía Baca y la vecina Panadería y Pastelería Los Huérfanos.

También pude verlo en la Plaza San Martín, en febrero de 1956, en un agitado episodio de la política nacional. El presidente Odría había mandado asaltar el diario La Prensa, en el jirón de la Unión, y ordenado apresar a su director Pedro Beltrán y a todos los redactores, acusándolos de subversión. Y los periodistas de La crónica (entonces en la Av. Tacna) llegamos corriendo a tiempo para ver cómo conducían a un apretado grupo de colegas hacia la cárcel. Entre ellos, entonando con energía el Himno Nacional, estaba Sebastián. Todos terminaron en la isla penal El Frontón por una breve temporada.

–“Agustino, pregúntale algo” –me dijo cuando un puñado de periodistas nos sentamos alrededor del actor francés Jean Vilar, que visitaba Lima con su compañía. Era una conferencia de prensa en el Hotel Bolívar y Sebastián, amigo del artista, traducía preguntas y respuestas.

Pocos años después, hacia 1962, lo entrevisté en su casa, cerca del cine Canout , en Miraflores, para una revista institucional que publicaba la Backus y Johnston y pude entonces conversar con el afamado colega por un par de horas; y conocí a su esposa Irma y a su liadísima hija, Ximena.

Sebastián y Augusto Salazar Bondy estuvieron entre los fundadores y animadores del Movimiento Social Progresista, de izquierda independiente no prosoviética, que tuvo presencia importante en el proceso electoral de 1956. Su local quedaba en el jirón Chincha y se reunían allí para planificar acciones y comer.

Efraín Ruiz Caro, también fundador del MSP, contaba que un día alguien tocó la puerta con insistencia a la hora del almuerzo y Luis Felipe Angell, Sofocleto, quien por entonces era miembro del Movimiento, asomó a la ventana para averiguar quién interrumpía:

—¡Qué pasa!

–Por favor, el señor Salazar Bondy…

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El ingenioso Sofocleto no lo pensó dos veces y contesto:

-¿Cuál de ellos? ¿El que piensa o el que escribe?

Sebastián solo tenía 22 años cuando fue llamado por Matilde Pérez Palacio para dictar el curso “Principios de periodismo y Redacción de originales" en el novísimo Instituto de Periodismo de la Universidad Católica, en 1946.

Doña Matilde quería los mejores profesores y le recomendaron a ese joven que era ya un veterano de la crónica y la columna.

Y es que Sebastián, que había concluido el colegio a los 16 años, ingresó a la Universidad de San Marcos, se aburrió del Derecho y buscó trabajo en el periodismo, ingresando por primera vez a La Prensa en 1944. La dirigía Guillermo Hoyos Osores y era la época en que el diario de Baquíjano no daba tumbos, pues todavía no lo haba asumido Pedro Beltrán. A los pocos meses ya era el Jefe de Redacción porque era difícil encontrar en el medio a alguien de la lucidez y capacidad de trabajo de ese joven capaz de redactarse el diario entero.

Pero La Prensa decidió apoyar la candidatura del Mariscal Eloy Ureta, para las elecciones de 1945 y Sebastián, que era partidario de José Luis Bustamente y Rivero, se vio obligado a renunciar.

Para completar el presupuesto asumió cursos de literatura e historia en los colegios Italiano, Guadalupe, Lord Cochrane. Poco después su nombre estará en las revistas El Mundo, Jornada. Será jefe de Redacción de Turismo y después redactor principal del nuevo diario La Nación.

Todavía persistirá en la enseñanza con el curso de literatura de la Escuela Nacional de Bibliotecarios, seguramente llevado por Jorge Basadre, a quien había asistido por una temporada en la etapa de reorganización y construcción de la nueva Biblioteca

Y en medio de esa casi febril actividad laboral –que llamaba la aten­ción por su aspecto aparentemente frágil– frecuentaba los círculos ar­tísticos junto con sus nuevos amigos Sologuren, Eielson, Blanca Varela su esposo Fernando Szyslo, Emilio Adolfo Westphalen, José Bresciani prepara y publica la antología La poesía contemporánea del Perú.

En 1946 su vida de periodista y poeta dio un vuelco porque llegó a Lima la famosa compañía teatral de la gran republicana exiliada Margari­ta Xirgú, que traía nada menos que a Santiago Ontañón, el escenógrafo de García Lorca. En el elenco brillaba la talentosa actriz Inda Ledesma,

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de quien Sebastián se enamoró como un colegial. Y así también reafir­mó su pasión por el teatro escribiendo Amor, gran laberinto que mereció el Premio Nacional de Teatro al año siguiente.

Pero Lima no tenía suficiente espacio para desarrollo de una actriz como la. Ledesma. Y entonces decidieron vivir en Buenos Aires.

Un intelectual de su envergadura no podía pasar desapercibido y muy rápido se vinculó con literatos de su generación, como julio Cortá­zar, y exiliados españoles, escribiendo para el diario La Nación y trabajando de planta para la Editorial Losada. Y de paso, asistiendo a cursos libres de filosofía y letras en la Universidad de Buenos Aires.

Contó alguna vez que cuando llega paso momentos muy difíciles. Urgido de dinero debió vender hojas de afeitar como ambulante; luego logró una plaza de corrector de pruebas y finalmente ingresó al diario citado.

Publicó dos poemarios, fue llamado a escribir a la célebre revista Sur de Victoria Ocampo, pero su aventura bonaerense llegó a su fin; la unión con la actriz no marchaba y decidieron que era mejor poner fin a la relación.

Regresó entonces a Lima poniendo su mayor interés en el teatro; y tanto, que el Ministerio de Educación lo contrató, en 1950, para reorganizar la Sección de Teatro. En años sucesivos estrenará varias obras y obtendrá nuevamente el Premio Nacional de Teatro por su drama Rodil.

Y por supuesto sigue escribiendo de todo lo relativo a la cultura desde la Página Editorial de La Prensa, a la que reingresó en 1952, pese a sus posiciones políticas opuestas a las propugnadas por el nuevo propietario Beltrán, representante de la oligarquía agraria.

Por ejemplo, junto con su hermano Augusto, estará entre los funda­dores en 1955 del Movimiento Social Progresista, ya citado, una nueva apuesta por la izquierda; y pondrá su gran experiencia periodística su pluma, al servicio del periódico del grupo, el semanario Libertad. Se juntó allí lo mejor del liberalismo intelectual de aquellos años y al poco tiempo comenzaron a recibir ataques de todas las otras tiendas políticas. Por ejemplo, Eudocio Ravines los señaló como agentes del comunismo internacional y el Partido Comunista insistió en que eran una creación del imperialismo yanqui y la CIA para dividir y debilitar al movimiento obrero en su marcha triunfante hacia la revolución.

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En 1956 hará un viaje decisivo a París, becado por el gobierno fran­cés para estudios de teatro. Al retornar, recibe en 1958 el Premio Nacional de Periodismo por conjunto de artículos sobre temas culturales.

En total, en las dos etapas que trabajó en La Prensa escribió exactamente 1,505 artículos, la mayoría sobre cultura.

Radicalizado, distante del pensamiento de Beltrán, no podía seguir en La Prensa y renunció pensando quizá dedicarse totalmente a la literatura. Había polemizado con su propio diario varias veces, primero sobre el tema de la planificación estatal y luego sobre las propuestas económicas del Padre Lebret, un reputado economista francés cuyas ideas apoyaba. Enterado de su salida Luis Miró Quesada lo invito inmediatamente a escribir en El Comercio sin condiciones; y allá trasladó su talento creativo y polémico el prolífico Sebastián, en mayo de 1959. Y su primer artículo fue de elogio a la propuesta del Padre Lebret.

Uno de sus amigos más cercanos y también militante del Social Pro­gresismo, el crítico José Miguel Oviedo, recordaría el episodio muchos años después:

Lo vi muchas veces en la vieja redacción de La Prensa, donde lo esperaba mientras él tecleaba furiosamente en una destartalada máquina de escri­bir. Era un hombre de izquierda y su posición dentro del diario, condu­cido con mano férrea por Pedro Beltrán, se iba haciendo crecientemente más difícil. Tuvo que renunciar y pasó luego a colaborar en El Comercio con artículos sobre cultura y política que yo nunca dejaba de leer; como por esos años yo colaboraba en la página literaria del Dominical, nues­tros encuentros allí eran frecuentes.

Hermanados por su amor al teatro había hecho gran amistad con la actriz Lucia Irurita y su esposo, el escultor Carlos Bernasconi, y otros actores que habían fundado la “Compañía de Teatro Irurita”, todos em­peñados en promover una sala teatral en el pequeño auditorio de Radio Mundial en el jirón de la Unión, al lado de La Prensa. Y un día, cafeteando, Bernasconi y Sebastián coincidieron en su admiración por Flo­ra Tristán, ese dramático personaje de la historia peruana. A las pocas semanas, Sebastián los llamó para leerles su nueva obra Flora Tristán, escrita pensando en Lucía para el rol central. Fue estrenada con éxito en el Teatro Mundial en ese 1959.

Su participación en El Comercio eran su columna “El Laberinto y el Hilo” ensayos breves en el Suplemento Dominical, todos sobre cues‑

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tiones culturales porque la política la hacía en “Libertad” donde man­tenía la columna “La Honda de David” con su nombre y hacía crítica política con los seudónimos de “Pepe Chacarilla” y “Pepe Cocharcas”.

La Revolución Cubana había sido adoptada con adhesión incondicional por los progresistas, y a tal punto que Libertad era prácticamente un propagandista oficioso del proceso. En su colección pueden leerse amplios textos dedicados a Fidel Castro, Che Guevara, entrevistas, noticias (incluso una hoy rara extensa crónica del humorista Sofocleto sobre su viaje a La Habana cuando todavía militaba en el partido).

Sebastián, por supuesto, participaba de tal entusiasmo y polemizaba ardorosamente con sus antiguos colegas de La Prensa como Manuel Agui­rre Roca, Enrique Chirinos, Juan Zegarra Russo, Arturo Salazar Larraín.

Al año siguiente tuvo la importante experiencia de visitar Moscú, la capital de la hoy desaparecida Unión Soviética que por entonces era el antagonista principal de los Estados Unidos. Y luego pasó a conocer a China cuyo proceso socialista le causó también gran impresión.

Su intensa actividad periodística y artística no pasaría desapercibida y obtuvo dos premios más, el “Cabotín” de periodismo y el “León de Greiff”, de Venezuela, para poetas latinoamericanos.

En enero de 1962 viaja a Cuba –Junto con el poeta Alejandro Romualdo- convocado a ser jurado del premio de Teatro de Casa de las Américas, y los textos que publica al retornar evidencian con claridad que su opción política es ya el socialismo. El 8 de febrero de ese año -el Movimiento convocó a sus militantes a escuchar la conferencia de Sebastián, que tituló “Cuba, nuestra revolución”. En la noche del día 8 centenares de personas colmaron el viejo local del jirón Chincha para escuchar su texto que leyó como “Carta a un Juan Cualquiera” y que comenzó diciendo:

Hace unas horas que regresé de La Habana. Estuve en Cuba como sabes, cerca de un mes. Buena parte de lo que vi y sentí en esa hermosa isla del Caribe, en donde triunfalmente se cumple la primera revolución socialista de nuestro continente, ocupará las largas páginas de esta carta...
(…)

En el Perú vivimos sitiados por la propaganda imperialista, por las informaciones de fuente norteamericana que publican los grandes diarios, por las imágenes que la televisión nos impone con su fuerza persuasiva, por la ensordecedora vociferación de la radio, por los torvos carteles que nos mete por los ojos la caótica publicidad callejera.

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Volvió entonces Sebastián al periodismo político y cultural en las páginas amigas del Oiga liberal de entonces con el cargo de redactor Principal.

No cesó en su actividad literaria; viajo a Japón invitado a ver el teatro No, pasó a México, publicó Dios en el cafetín, pero sobre todo logró que se publique en México su famoso ensayo Lima la Horrible.

En 1965 estuvo en Génova y siguió escribiendo casi frenéticamente, terminando Ifigenia en el mercado y El rabdomante (que le significará, esta vez de manera póstuma, otro Premio Nacional de Teatro).

Cuando preparaba su poemario El Tacto de la araña y redactaba la no­vela Alférez Arce, Teniente Arce, capitán Arce le sobrevino el grave ataque al hígado que acabó con su vida.

El drama ocurrió el 29 de junio. Francisco Igartua lo describió días después. “Cayó aquí. En la mesa de al lado, en su escritorio, el que fue suyo desde la fundación de Oiga. Cayó sobre esta máquina de escribir al terminar este renglón: “iQué linda sería la vida si tuviera música de fondo!”. Auxiliado por sus compañeros de trabajo alcanzó a calle. Allí le vino el vómito de sangre, luego a su casa, al hospital, la operación desesperada e inútil. Cayó luchando con su arma al lado: la máquina de escribir: Cayó en una trinchera de Oiga, su Última trinchera”.

Volvamos a Vargas Llosa para un elogio final:

...Los homenajes que se le rindieron, la conmoción que su muerte causó, las múltiples manifestaciones de duelo y de pesar, esas coronas, esos discursos, ese compacto cortejo, son el toque de silencio, los cuarenta cañonazos, las honras fúnebres que merecía tan porfiado y sobresalien­te luchador...

¿Cuánto publicó Sebastián, en artículos, libros, antes de su desapari­ción? En teatro se registra Pantomimas 1950), Rodil (1952), El de la valija (1953), No hay isla feliz (1954), Algo que quiere morir (1956), Seis Juguetes (1958), El fabricante de deudas (1964), Ollantay (1965).

En poesía Rótulo de la esfinge (1943), Voz desde la vigilia (1944), Cuaderno de la persona oscura (1946), Máscara del que duerme (1949), Tres con­fesiones (1950), Los ojos del pródigo (1951), confidencia en alta voz y Vida de Ximena (1960), conducta sentimental (1963). Su poemario El Tacto de la Araña fue publicado póstumamente en 1965, pocos meses después de su muerte.

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En narrativa Náufragos y sobrevivientes (cuentos, 1954), Pobre gente de París (1958), El señor gallinazo vuelve a Lima (cuento para niños, 1961), Dios en el cafetín (cuentos, 1964). Su novela inconclusa AIférez Arce, Teniente Arce, capitán Arce fue publicada póstumamente en 1969.

En ensayos Cuba, nuestra revolución (1962), Lima la horrible (1964). Y sobre arte: Arte milenario del Perú. Latinas y textos reunidos por Sebastián Salazar Bondy (1958), Del hueso tallado al arte abstracto (1960) y Cerámica peruana prehispánica (1964).

En la zona de publicaciones en revistas, periódicos y antologías su producción fue copiosa y merece destacarse su Antología general de la poesía peruana que compartió con Alejandro Romualdo Valle, publicada en 1957.

Respecto de sus publicaciones en diarios y revistas, Hirshchorn plantea la hipótesis de que Sebastián quizá hubiera preferido, como lo dijo alguna vez José Carlos Mariátegui, no agotar esfuerzos en la cotidiani­dad de la redacción: “… privilegió el artículo periodístico no porque fuese su vía preferida sino porque tenía que ganarse la vida” aunque puntualiza más adelante que “las columnas de los periódicos le permitieron ejercitarse plenamente en la escritura, hacerse conocer y sobre todo son el mejor medio de análisis que sea asequible a la mayoría, permitiendo también expresar sus ideas sobre la vida, política”. Y añade en una nota al pie: “Un escritor peruano no puede vivir de su pluma”.

Quizá obvia el distinguido biógrafo la cuestión de la vocación temprana que, unida a su precocidad, lo llevaron a las redacciones de los periódicos: “... afirmé la conciencia de que mi vocación [por la literatura. Nota Mía] era una vocación profunda, era un oficio que debía ejercerse como oficio y que me permitió abandonar, con toda la posesión del acto que realizaba como una liberación, abandonar la Facultad de Derecho, a la que me condenaba la rutina”.

En suma, escribir era su vocación y no sólo para la creación, como hemos visto, encontrando en el periodismo el terreno ideal para hacerlo y eligiéndolo como modo de vida. Hay muchos escritores que viven de su holgura y que sin embargo no abandonan el periódico porque éste es una caja de expresión y de resonancia con virtudes que no posee la literatura.