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DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA

DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA
FRANCISCO IGARTUA CON DORIS GIBSON, PIEZA CLAVE EN LA FUNDACION DE OIGA, EN 1950 CONFUNDARIAN CARETAS.

«También la providencia fue bondadosa conmigo, al haberme permitido -poniendo a parte estos años que acabo de relatar- escribir siempre en periódicos de mi propiedad, sin atadura alguna, tomando los riesgos y las decisiones dictadas por mi conciencia en el tono en que se me iba la pluma, no siempre dentro de la mesura que tanto gusta a la gente limeña. Fundé Caretas y Oiga, aunque ésta tuvo un primer nacimiento en noviembre de 1948, ocasión en la que también conté con la ayuda decisiva de Doris Gibson, mi socia, mi colaboradora, mi compañera, mi sostén en Caretas, que apareció el año 50. Pero éste es asunto que he tocado ampliamente en un ensayo sobre la prensa revisteril que publiqué años atrás y que, quién sabe, reaparezca en esta edición con algunas enmiendas y añadiduras». FRANCISCO IGARTUA - «ANDANZAS DE UN PERIODISTA MÁS DE 50 AÑOS DE LUCHA EN EL PERÚ - OIGA 9 DE NOVIEMBRE DE 1992»

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«Cierra Oiga para no prostituir sus banderas, o sea sus ideales que fueron y son de los peruanos amantes de las libertades cívicas, de la democracia y de la tolerancia, aunque seamos intolerantes contra la corrupción, con el juego sucio de los gobernantes y de sus autoridades. El pecado de la revista, su pecado mayor, fue quien sabe ser intransigente con su verdad» FRANCISCO IGARTUA – «ADIÓS CON LA SATISFACCIÓN DE NO HABER CLAUDICADO», EDITORIAL «ADIÓS AMIGOS Y ENEMIGOS», OIGA 5 DE SEPTIEMBRE DE 1995

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LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

«Siendo la paz el más difícil y, a la vez, el supremo anhelo de los pueblos, las delegaciones presentes en este Segundo Congreso de las Colectividades Vascas, con la serena perspectiva que da la distancia, respaldan a la sociedad vasca, al Gobierno de Euskadi y a las demás instituciones vascas en su empeño por llevar adelante el proceso de paz ya iniciado y en el que todos estamos comprometidos.» FRANCISCO IGARTUA - TEXTO SOMETIDO A LA APROBACION DE LA ASAMBLEA Y QUE FUE APROBADO POR UNANIMIDAD - VITORIA-GASTEIZ, 27 DE OCTUBRE DE 1999.

«Muchos más ejemplos del particularismo vasco, de la identidad euskaldun, se pueden extraer de la lectura de estos ajados documentos americanos, pero el espacio, tirano del periodismo, me obliga a concluir y lo hago con un reclamo cara al futuro. Identidad significa afirmación de lo propio y no agresión a la otredad, afirmación actualizada-repito actualizada- de tradiciones que enriquecen la salud de los pueblos y naciones y las pluralidades del ser humano. No se hace patria odiando a los otros, cerrándonos, sino integrando al sentir, a la vivencia de la comunidad euskaldun, la pluralidad del ser vasco. Por ejemplo, asumiendo como propio -porque lo es- el pensamiento de las grandes personalidades vascas, incluido el de los que han sido reacios al Bizcaitarrismo como es el caso de Unamuno, Baroja, Maeztu, figuras universales y profundamente vascas, tanto que don Miguel se preciaba de serlo afirmando «y yo lo soy puro, por los dieciséis costados». Lo decía con el mismo espíritu con el que los vascos en 1612, comenzaban a reunirse en Euskaletxeak aquí en América» - FRANCISCO IGARTUA - AMERICA Y LAS EUSKALETXEAK - EUSKONEWS & MEDIA 72.ZBK 24-31 DE MARZO 2000

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jueves, 15 de junio de 2017

Pedro Planas fue eso: una mente hábil para razonar y encontrar luces que iluminaran nuestro destino patrio, fue hombre de inteligencia excepcional, tan veloz en el pensar que las palabras le quedaban retrasadas, haciéndose apresurado el lenguaje, precisaba Igartua en su nota postrera. “Nunca en mi largo corrido por las redacciones tropecé con un joven de mente tan despierta como la de Planas”. Igartua para entonces ya no tenía “Oiga”; presionado por el fujimorismo se había visto obligado a desprenderse de ella para indemnizar a sus trabajadores, y la nota la hacía en Ideelemail, publicación electrónica del Instituto de Defensa Legal-IDL (*). Tres años antes de esa fecha, en noviembre de 1998, quien esto escribe fue testigo del gran respeto y aprecio que Igartua le tenía a Planas. En esa época ya Igartua hablaba de refundar “Oiga” y a un grupo de cercanos amigos nos había encargado esa tarea, empezando por recuperar legalmente el logotipo, lo cual se logró pero lamentablemente años después cuando el propio Igartua había muerto. En esa fecha, sin embargo, estando Planas presente, y amigos cercanos como Guillermo Rey Terry, Enrique Moncloa Diez Canseco y Percy Buzaglo Terry, nos dijo a Planas y a mí que éramos a su muerte los encargados de continuar su tarea en “Oiga” y que Planas era el más indicado para ser Director. Estábamos en la oficina de Moncloa, tras una larga conversación de la que también fui testigo con Carlos Montori Alfaro, que sabía también de su decisión. Planas se lo merecía: en ocasiones en que Igartua estaba ausente, escribía los editoriales de “Oiga”, y bien recordaba el fundador de “Oiga” que no era un periodista clásico a tiempo completo sino que “su inquietud lo llevaba más allá del trajín periodístico y fruto de esa inquietud eran sus libros, sus despiadados y doctos análisis de la realidad peruana, sobre todo lo que atañe a nuestro presente. Víctor Andrés Belaunde, Riva Agüero, Haya, Mariátegui y Leguía desfilan por sus páginas dejando –con sus aciertos y desaciertos- lecciones para el hoy y el mañana” (**). Para el año 2001, en que murió Planas, ya se había avanzado colocando “Oiga” en Internet vía “oigaonline”. El cáncer segó la vida de Paco el 24 de marzo de 2004, y no pudo ver como posteriormente se recuperó legalmente todo el patrimonio cultural y la decencia de su amada revista. Paco ya no existe físicamente, Planas tampoco, pero la inspiración de ambos sigue vigente. Son ellos los que guían el proyecto compartido de hacer de Oiga nuevamente una presencia constante en el periodismo peruano, no solo como ejemplo de las grandes tareas por hacer sino también como testimonio histórico de un periodismo honesto y realista, que es cada vez más “rara avis” en nuestro país.

Pedro Planas: la Esperanza Frustrada
Por Pedro Planas Silva

Al cumplirse diez años de la temprana muerte de Pedro Planas, no podemos menos que recordar la enorme pérdida que significó su partida para el periodismo y la intelectualidad peruana. Tenía apenas 40 años, y pese a que sus aportes ya dejaban huella, tenía aún por delante visibles retos tanto en el periodismo y la cultura política nacional.

Francisco Igartua, Fundador y Director de la revista “Oiga”, de quien Pedro Planas fue una especie de brazo derecho, definió con apropiadas palabras esa esperanza frustrada: “se nos ha ido Pedro Planas justo cuando llegaba a la madurez, y parecía que, por fin, su voz inteligente comenzaba a señalarle a la República el camino de rectificación a los muchos desatinos de nuestra historia” decía Igartua.

Pedro Planas fue eso: una mente hábil para razonar y encontrar luces que iluminaran nuestro destino patrio, fue hombre de inteligencia excepcional, tan veloz en el pensar que las palabras le quedaban retrasadas, haciéndose apresurado el lenguaje, precisaba Igartua en su nota postrera. “Nunca en mi largo corrido por las redacciones tropecé con un joven de mente tan despierta como la de Planas”.

Igartua para entonces ya no tenía “Oiga”; presionado por el fujimorismo se había visto obligado a desprenderse de ella para indemnizar a sus trabajadores, y la nota la hacía en Ideelemail, publicación electrónica del Instituto de Defensa Legal-IDL (*).

Tres años antes de esa fecha, en noviembre de 1998, quien esto escribe fue testigo del gran respeto y aprecio que Igartua le tenía a Planas. En esa época ya Igartua hablaba de refundar “Oiga” y a un grupo de cercanos amigos nos había encargado esa tarea, empezando por recuperar legalmente el logotipo, lo cual se logró pero lamentablemente años después cuando el propio Igartua había muerto.

En esa fecha, sin embargo, estando Planas presente, y amigos cercanos como Guillermo Rey Terry, Enrique Moncloa Diez Canseco y Percy Buzaglo Terry, nos dijo a Planas y a mí que éramos a su muerte los encargados de continuar su tarea en “Oiga” y que Planas era el más indicado para ser Director. Estábamos en la oficina de Moncloa, tras una larga conversación de la que también fui testigo con Carlos Montori Alfaro, Mecenas de nuestro proyecto, que sabía también de su decisión.

Planas se lo merecía: en ocasiones en que Igartua estaba ausente, escribía los editoriales de “Oiga”, y bien recordaba el fundador de “Oiga” que no era un periodista clásico a tiempo completo sino que “su inquietud lo llevaba más allá del trajín periodístico y fruto de esa inquietud eran sus libros, sus despiadados y doctos análisis de la realidad peruana, sobre todo lo que atañe a nuestro presente. Víctor Andrés Belaunde, Riva Agüero, Haya, Mariátegui y Leguía desfilan por sus páginas dejando –con sus aciertos y desaciertos- lecciones para el hoy y el mañana” (**).
Para el año 2001, en que murió Planas, ya se había avanzado colocando “Oiga” en Internet vía “oiga online”. El cáncer segó la vida de Paco el 24 de marzo de 2004, y no pudo ver como posteriormente se recuperó legalmente todo el patrimonio cultural y la decencia de su amada revista.
Paco ya no existe físicamente, Planas tampoco, pero la inspiración de ambos sigue vigente. Son ellos los que guían el proyecto compartido de hacer de Oiga nuevamente una presencia constante en el periodismo peruano, no solo como ejemplo de las grandes tareas por hacer sino también como testimonio histórico de un periodismo honesto y realista, que es cada vez más “rara avis” en nuestro país.

7 de Octubre de 2011

(*).- N° 183, 16 de Octubre de 2001.

(**).- Pedro Planas Silva, nacido 22 de marzo de 1961, estudió Ciencias de las Comunicaciones en la Universidad de Lima, y posteriormente realizó un posgrado en Derecho Constitucional y Ciencias Políticas en el Centro de Estudios Constitucionales de Madrid. Fue profesor de Derecho Constitucional Comparado en universidades limeñas, y destacó sobre todo por ser acucioso colaborador de la revista “Oiga” y prolífico autor de ensayos políticos ("Rescate de la Constitución", "El Estado moderno" y "La Constitución traicionada", en colaboración con Domingo García Belaunde, etc.); además de textos sobre temas constitucionales y jurídicos. Fue un vehemente luchador contra la dictadura de Alberto Fujimori. Falleció el 7 de octubre del 2001 a las 3.30 de la tarde a causa de un paro cardíaco mientras visitaba la ciudad sur andina de Ayacucho.

Clausuré Oiga porque en el Perú de hoy, si no se cuenta con abundante avisaje comercial —cada días más escaso salvo el del Estado—, es imposible, matemáticamente imposible, sostener un medio de expresión veraz e independiente. Gracias al régimen fujimorista pesan sobre la prensa peruana tan fuertes cargas tributarias —únicas en el mundo, pues no existen en país alguno impuestos a las ventas e importaciones para los medios de comunicación o son solo simbólicos al lado del caso peruano—; pesan en la actualidad —repito— sobre la prensa peruana por fuertes cargas tributarias que la hacen prisionera de la Sunat, entidad que, a sabiendas o no, queriéndolo o sin querer, actúa como agente de extorsión gubernamental. De este modo es que los medios de expresión peruanos, salvo honrosas excepciones (entre las que cabe destacar el nombre de Gustavo Mohme), han quedado prisioneros del Gobierno. Y no se los liberará por medios acuerdos de equidad ni disposiciones legales, todos ellos instrumentos que pueden ser utilizados para liquidar la libertad de prensa, tal como lo hizo el régimen militar en 1974. Para que los medios de información se comporten periodísticamente hay que liberarlos del chantaje tributario al que están sometidos. Así, sacándolos del cautiverio y no por reglamentaciones que, siempre, serán espada de Damocles sobre la libertad de prensa, es como se logrará que la prensa hablada y escrita sea libre.

Sobre la reaparición de Oiga

Señores directores:

Vuelvo a sentirme obligado a expresar mi estupor por el nuevo mundo de que en estos días electorales reaparecerá Oiga, el semanario que fundé hace más de medio siglo y por cuya línea de conducta sufrí cárceles y destierros en diversas dictaduras; y al que, hace ya algún tiempo, me vi forzado a cerrar para evitar ir preso por delincuente tributario.

Mi estupor se debe a que es fácil sospechar la intención de esta reaparición de Oiga. Es extraño, por decir lo menos, que la revista vuelva, para “difundir información veraz e independiente”, cinco años después de su cierre y del traspaso que hice del logotipo de Oiga a una persona interesada, según me dijo, en dirigir una publicación de frivolidades del mundo social y del espectáculo.

El hecho, por lo tanto, me obliga a exponer nuevamente las razones por las que hice mutis de la escena periodística peruana.

Clausuré Oiga porque en el Perú de hoy, si no se cuenta con abundante avisaje comercial —cada días más escaso salvo el del Estado—, es imposible, matemáticamente imposible, sostener un medio de expresión veraz e independiente. Gracias al régimen fujimorista pesan sobre la prensa peruana tan fuertes cargas tributarias —únicas en el mundo, pues no existen en país alguno impuestos a las ventas e importaciones para los medios de comunicación o son solo simbólicos al lado del caso peruano—; pesan en la actualidad —repito— sobre la prensa peruana por fuertes cargas tributarias que la hacen prisionera de la Sunat, entidad que, a sabiendas o no, queriéndolo o sin querer, actúa como agente de extorsión gubernamental. De este modo es que los medios de expresión peruanos, salvo honrosas excepciones (entre las que cabe destacar el nombre de Gustavo Mohme), han quedado prisioneros del Gobierno.

Y no se los liberará por medios acuerdos de equidad ni disposiciones legales, todos ellos instrumentos que pueden ser utilizados para liquidar la libertad de prensa, tal como lo hizo el régimen militar en 1974. Para que los medios de información se comporten periodísticamente hay que liberarlos del chantaje tributario al que están sometidos. Así, sacándolos del cautiverio y no por reglamentaciones que, siempre, serán espada de Damocles sobre la libertad de prensa, es como se logrará que la prensa hablada y escrita sea libre.

Vuelvo a tener que aclarar que hace cinco años traspasé el logotipo de Oiga y que nada sé de los vaivenes de esa lejana transacción y nada, absolutamente nada, me liga a la publicación que con el nombre de Oiga comenzará a circular en estos días electorales en los que sobra decir cuál será mi voto.

FRANCISCO IGARTUA,

El Comercio, 24 de abril de 2000

Imaginamos que nadie creerá hoy que la posición de OIGA frente al gobierno aprista obedeció a prejuicios mentales o a escondidas vendettas. «Desafortunadamente, Igartua tuvo razón», era el único reconocimiento que tuvo a bien circular alrededor de 1987 y 1988. En todo caso, que quede en nuestra memoria la campaña casi solitaria que emprendió OIGA en esos años de pletórica «luna de miel». Ahí está el Editorial clave: «Por qué y para qué seremos oposición» (22/4/85). Ahí están los llamados permanentes de Igartua a construir una auténtica «oposición democrática y fiscalizadora»: vano llamado, que fue incapaz de romper el estado hipnótico de nuestra prensa. Ahí están las tempranas advertencias en torno a la «moralización» (predicada por altoparlante desde el 28 de julio) y las primeras campañas de denuncia, aquellas campañas tan demandadas – en su lectura – allá por 1988 y 1989. Ahí está la protesta contra el manejo que realiza Palacio de la información y de los titulares (Edit. «El cerebro político» del 16/9/85), gracias al permiso otorgado por una prensa voluntariamente domesticada (caso peor a si hubiese sido censurada por decreto). Precisamente, ese editorial – que explica con triste realismo la crueldad de los peñascos que habría de lidiar la cada vez más frágil embarcación en la que navegaba el espíritu sanamente inquisidor de OIGA – culmina con esta sensible y desgarradora post data : «En una columna del diario HOY se nos amenaza con quitarle a OIGA el avisaje estatal. ¡No se nos ocurrió que el gobierno comenzaría tan pronto a atentar contra la libertad de prensa! Pero no cambiaremos de línea. Creemos que sin oposición no hay democracia y no estamos dispuestos por lo tanto a plegarnos a la mayoría de la prensa nacional, domesticada por el APRA ». Y así sucedería también, luego, con los avisajes privados. La amenaza – el chantaje – sobre el empresario timorato, sin más óptica que su bolsillo, tuvo exitoso resultado, aun después del intento de confiscar la banca y los seguros (y acaso por el temor surgido desde entonces). Tal política, digna de pupilos de Al Capone, fue estrictamente recogida por la administración actual, como el único medio de doblegar la crítica de OIGA. ¿Hubiese sido preferido acaso, para gozar de los ingresos que trae la publicidad, ingresar entusiasta a la «luna de miel» con García y, luego, sin ninguna vergüenza, encaramelarme con el Fujimorismo anti-García? Si, sin duda hubiese sido más provechoso para las arcas de OIGA. Pero, Igartua sabía que, de rodillas, nunca se hace buen periodismo. Y así, cierra esta etapa, pero con el honor en alto.

La Crítica solitaria

Por Pedro Planas Silva

Parecen tan lejanos esos esforzados años de 1985 y 1986. El seductor verbo de un joven candidato presidencial, recompensado con la Presidencia de la República por remozar la vetusta arquitectura de su partido de origen, portando un ego visiblemente alterado por ese penoso deporte peruano de los aplausos, encuentra a Igartua – como Ulises – amarrado en su poste principista, intentando triturar una a una las múltiples promesas musicales que fluían de la inatacable labia. Y donde otros festejaban una mar plácida y quieta, al grado de zambullirse en las nuevas aguas sin ninguna precaución, Igartua – desde su puesto de alta vigía, allende la arena – advertía aguas movidas y detectaba solitariamente objetos oscuros y engañosos moviéndose a sus anchas, bajo el aparente remanso. Igartua… ¡aguafiestas! Claro que sí: aquel paisaje de postal, que espontáneamente repartía la prensa nacional e internacional, tenía como casi único detractor, a un tozudo y vasco metereólogo, cuyo mérito (pecado, dicen los coyunturales) fue siempre proyectarse más allá del petrificado horizonte captado por la postal. Y así, cuando bramaron los cielos y apareció el intempestivo tsunami estatista de 1987, todos olvidaron la esforzada labor del vigía. Todos se parapetaron en torno al puesto de salvavidas, más, en esa nueva foto de postal, Igartua era visto como uno más…

Al caer la popularidad de Alan García (en tendencia proporcionalmente inversa al ritmo inflacionario), la voz de  OIGA tiene mayor eco. Sus denuncias, ahora sí son escuchadas y hasta reproducidas. Sus editoriales, son leídos en voz alta y citados con orgullo., Precisamente en esa época, cuando Igartua compartía – gustoso – su rol de atento vigía y de insobornable catón. Por contraste, la actitud hacia OIGA en 1985 y 1986, tuvo caracteres de lectura clandestina, comentario a media voz y hasta hubo editoriales cuya lectura fue negada con orgullo («leo OIGA, pero no leo a Igartua»). Aun quienes estuvimos en el equipo de OIGA en aquellas jornadas, tenemos algo de desmemoriados y nos asombra encontrar, a mediados de 1986, críticas a Ulloa y a D'Ornellas por su perpetua «luna de miel» con García y hasta un valiente artículo de nuestra muy leída «Pandora» (Evelyn Fassio) cuestionando al periodista de «La Ventana de Papel» por reprocharnos a nosotros no tener esperanzas en ese joven presidente que hace tantas cosas buenas por el Perú (¡!).

Imaginamos que nadie creerá hoy que la posición de OIGA frente al gobierno aprista obedeció a prejuicios mentales o a escondidas vendettas. «Desafortunadamente, Igartua tuvo razón», era el único reconocimiento que tuvo a bien circular alrededor de 1987 y 1988. En todo caso, que quede en nuestra memoria la campaña casi solitaria que emprendió OIGA en esos años de pletórica «luna de miel». Ahí está el Editorial clave: «Por qué y para qué seremos oposición» (22/4/85). Ahí están los llamados permanentes de Igartua a construir una auténtica «oposición democrática y fiscalizadora»: vano llamado, que fue incapaz de romper el estado hipnótico de nuestra prensa. Ahí están las tempranas advertencias en torno a la «moralización» (predicada por altoparlante desde el 28 de julio) y las primeras campañas de denuncia, aquellas campañas tan demandadas – en su lectura – allá por 1988 y 1989. Ahí está la protesta contra el manejo que realiza Palacio de la información y de los titulares (Edit. «El cerebro político» del 16/9/85), gracias al permiso otorgado por una prensa voluntariamente domesticada (caso peor a si hubiese sido censurada por decreto).

Precisamente, ese editorial – que explica con triste realismo la crueldad de los peñascos que habría de lidiar la cada vez más frágil embarcación en la que navegaba el espíritu sanamente inquisidor de OIGA – culmina con esta sensible y desgarradora post data : «En una columna del diario HOY se nos amenaza con quitarle a OIGA el avisaje estatal. ¡No se nos ocurrió que el gobierno comenzaría tan pronto a atentar contra la libertad de prensa! Pero no cambiaremos de línea. Creemos que sin oposición no hay democracia y no estamos dispuestos por lo tanto a plegarnos a la mayoría de la prensa nacional, domesticada por el APRA ».

Y así sucedería también, luego, con los avisajes privados. La amenaza – el chantaje – sobre el empresario timorato, sin más óptica que su bolsillo, tuvo exitoso resultado, aun después del intento de confiscar la banca y los seguros (y acaso por el temor surgido desde entonces). Tal política, digna de pupilos de Al Capone, fue estrictamente recogida por la administración actual, como el único medio de doblegar la crítica de OIGA.  ¿Hubiese sido preferido acaso, para gozar de los ingresos que trae la publicidad, ingresar entusiasta a la «luna de miel» con García y, luego, sin ninguna vergüenza, encaramelarme con el Fujimorismo anti-García? Si, sin duda hubiese sido más provechoso para las arcas de OIGA. Pero, Igartua sabía que, de rodillas, nunca se hace buen periodismo. Y así, cierra esta etapa, pero con el honor en alto.

Oiga 5 de septiembre de 1995

miércoles, 14 de junio de 2017

Entre al poder por medios legales. La gente cree que' un dictador es solamente aquel que derroca a un presidente electo por el pueblo. Si usted es Presidente Constitucional, quedará libre de sospechas. Si usted es militar y quiere realizar un proyecto de veinte años, tome como rehén al Presidente Constitucional. Y ofrézcale poder, mucho poder, y por muy largo tiempo. Verá como acepta. Planeé cuidadosamente su golpe de Estado, injuriando sistemáticamente a sus opositores y a instituciones representativas como el Parlamento. Provoque las iras populares contra ellos. Usted no es un demócrata y gobernará con una cúpula cerrada. Pero no se preocupe: nadie se quejará. Acuse a los partidos políticos de ser una cúpula, aunque no tengan poder. Así gana tiempo y el desprestigio que caerá sobre ellos redundará en su beneficio. Asegúrese el control de los poderes fácticos, principalmente del Ejército y del empresariado. Apenas tenga sus incondicionales en el Ejército, modifique el estatuto institucional para perpetuarlos en su proyecto de largo plazo. De los empresarios, ni se preocupe. Invítelos a viajar con usted por Oriente y Occidente. Serán todos suyos. Cuando ejecute su golpe de Estado, invente un nuevo término que impida asociar su régimen con una dictadura. En algunos países, el periodismo tiene vocación de papagayo y hará solo el papel. Podría denominarlo 'autogolpe'. Así, usted aparecerá como supuesta víctima del golpe y la media voz de periodistas y analistas se sentirá a gusto, pues no quieren incomodar sus conciencias denunciando la verdad. También puede denominarse, simplemente, "los sucesos del 5 de abril". Contra los críticos del golpe de Estado, apele a argumentos nacionalistas. Diga que esos cuestionamientos al golpe "perjudican la imagen del país". Usted sabe bien que su golpe fue el causante de la mala imagen, pero como la gente acepta el hecho consumado, acusará fácilmente de antipatriotas a quienes lo intenten criticar. Prometa que usted traerá una 'nueva democracia'. Aunque es un viejo pretexto, empleado por los dictadores de todas las estirpes, hay países de precaria cultura democrática en los que todavía tiene éxito. No se olvide: cada vez que prometa esta 'nueva democracia’, critique ácidamente a la anterior. Siempre encontrará solícitos columnistas que se harán eco de sus discursos.

EDITORIAL "Cómo terminan las democracias"
Por Pedro Planas Silva

Hace algunos años, Jean Francois Revel publicó un libro titulado 'Cómo terminan las democracias'. Por el título, algunos apresurados imaginaron que sus páginas registraban todo un manual para el perfecto golpista. Grande fue el chasco. Ahí Revel advertía, por el contrario, respecto a cómo los dictadores inventan un enemigo externo o un enemigo interno para justificarse en el poder por largos años. Pero, en nuestros tiempos nublados, no es difícil imaginar las recomendaciones que traería un manual de tal envergadura:

Entre al poder por medios legales. La gente cree que' un dictador es solamente aquel que derroca a un presidente electo por el pueblo. Si usted es Presidente Constitucional, quedará libre de sospechas. Si usted es militar y quiere realizar un proyecto de veinte años, tome como rehén al Presidente Constitucional. Y ofrézcale poder, mucho poder, y por muy largo tiempo. Verá como acepta.

Planeé cuidadosamente su golpe de Estado, injuriando sistemáticamente a sus opositores y a instituciones representativas como el Parlamento. Provoque las iras populares contra ellos. Usted no es un demócrata y gobernará con una cúpula cerrada. Pero no se preocupe: nadie se quejará. Acuse a los partidos políticos de ser una cúpula, aunque no tengan poder. Así gana tiempo y el desprestigio que caerá sobre ellos redundará en su beneficio.

Asegúrese el control de los poderes fácticos, principalmente del Ejército y del empresariado. Apenas tenga sus incondicionales en el Ejército, modifique el estatuto institucional para perpetuarlos en su proyecto de largo plazo. De los empresarios, ni se preocupe. Invítelos a viajar con usted por Oriente y Occidente. Serán todos suyos.

Cuando ejecute su golpe de Estado, invente un nuevo término que impida asociar su régimen con una dictadura. En algunos países, el periodismo tiene vocación de papagayo y hará solo el papel. Podría denominarlo 'autogolpe'. Así, usted aparecerá como supuesta víctima del golpe y la media voz de periodistas y analistas se sentirá a gusto, pues no quieren incomodar sus conciencias denunciando la verdad. También puede denominarse, simplemente, "los sucesos del 5 de abril".

Contra los críticos del golpe de Estado, apele a argumentos nacionalistas. Diga que esos cuestionamientos al golpe "perjudican la imagen del país". Usted sabe bien que su golpe fue el causante de la mala imagen, pero como la gente acepta el hecho consumado, acusará fácilmente de antipatriotas a quienes lo intenten criticar.

Prometa que usted traerá una 'nueva democracia'. Aunque es un viejo pretexto, empleado por los dictadores de todas las estirpes, hay países de precaria cultura democrática en los que todavía tiene éxito. No se olvide: cada vez que prometa esta 'nueva democracia’, critique ácidamente a la anterior. Siempre encontrará solícitos columnistas que se harán eco de sus discursos.

Busque disimular la ilegitimidad de su cargo con cierto apoyo popular. Apele a mecanismos psicosociales de 'propaganda y, sobre todo, realice un festival de encuestas que lo favorezcan. Usted sabe que la democracia es pluralidad y que la soberanía es propia de monarcas tipo Luis XIV. Pero, como nadie repara en estas sutilezas, usted, gracias R las encuestas, se perfilará como un augusto Emperador.

De nada le servirá su golpe de Estado si es que no intenta copar las instituciones. Para ello, agite el espejismo constitucional. Reclame la elaboración de un nuevo texto constitucional. Cope el Parlamento, el poder Judicial, la Contraloría, la Fiscalía y toda otra institución que tenga olor a fiscalización. Y no se olvide de aprobar la reelección presidencial. Aunque sea por un período. Después, en su segundo mandato, podrá colocar la reelección indefinida.

Tenga, para su uso personal, un doble gobierno. Para el exterior, tendrá ministros, que no necesitará reunir. Pero su verdadero equipo de gobierno será otro. Tenga a un familiar suyo -si es su hermano, mejor-, como máxima figura de la administración pública, encargado de nombrar funcionarios, instruir a los ministros y dirigir y cobrar las licitaciones. Como no tendrá cargo conocido, él estará libre de todo control y de cualquier denuncia. Deje, incluso, que suplante su rúbrica en los decretos supremos y en las resoluciones. Usted debe dejar de gobernar para entrar en campaña. Así se mantendrá en permanente olor de multitud.

Para preparar su estrategia de campaña permanente, invente una estructura especial. Podría ser un ministerio. En ese caso, para evitar suspicacias, suprima otro ministerio, que no considere útil, como el de Vivienda. Si quiere intensificar el efecto publicitario, denomínelo 'Ministerio de la Presidencia', pues así la gente lo asociará inmediatamente con usted. Y verá que, con el tiempo, hasta los periodistas más críticos, se acostumbrarán a convivir con tal estructura ministerial, cuya verdadera utilidad sólo usted conoce.

Usurpe las funciones que corresponden a los gobiernos regionales y a los municipios. Esos son los problemas más cercanos de la población. Inaugure y pinte escuelas y haga oídos sordos si es que le recuerdan el grave problema de la deserción escolar. Construya carreteras, pistas, plazas y parques. Arregle el agua y el desagüe. Así, no tendrá ningún competidor de su nivel. Y cada vez que visite los poblados, no se olvide de llevarles obsequios y de ofrecerles mucho más para otra oportunidad. Pregúnteles a los pobladores si quieren que usted vuelva. Le dirán que sí. Y así lo tendrán siempre muy presente.

Use almanaques como publicidad personal. Repártalos usted mismo, persona por persona. En lugares muy poblados, que lo ayude alguna autoridad civil o militar. No importa los meses del año en que usted reparta el almanaque. Lo que importa es su rostro. Esta excelente táctica publicitaria le rindió grandes beneficios a Napoleón. El repartió almanaques con las efemérides napoleónicas y los ciudadanos los colgaron en parte visible de sus casas. Así, el día de la elección, salieron de casa sabiendo por quién votar. Si usted está en un país civilizado, no emplee recursos públicos, porque sería delito (malversación) y le traerá graves problemas. Si gobierna en un país donde la gente acepta fácilmente sus atropellos, utilice impunemente los fondos públicos. No sea tonto. ¿Quién lo va a fiscalizar? ¿La Contraloría que usted maneja? ¿El CCO?

No se olvide de las formalidades. Ofrezca garantías electorales. Asegúrese que compitan con usted tres, ocho o diez candidatos. Nadie podrá competir contra sus métodos publicitarios, si es que usted sigue paso a paso estas recomendaciones. Los candidatos serán sus mejores aliados. Y su triunfo tendrá legitimidad.

Si su nuevo Parlamento le resulta adverso, es porque ha habido alguna falla en la aplicación de estas instrucciones. Pero, no se preocupe. Tiene usted tiempo. Repase estas instrucciones y aplique, contra ese nuevo Parlamento, las recomendaciones primera y segunda.

Hasta ahí el apretado resumen de este manual del perfecto dictador. Un manual que, en estos tiempos nublados, no resultaba tan difícil de imaginar.

Archivo Revista Oiga 28 de noviembre de 1994.
Archivo Francisco Igartua Rovira 1923. 2004.
Archivo Arantzazu Euzko Etxea Lima 1612.2017.

martes, 13 de junio de 2017

El sábado 4 de abril de 1992, cerramos la edición de la revista anunciando en la portada que el golpe se venía. La carátula también estuvo dedicada a la figura de la primera dama Susana Higuchi, autora la semana precedente de una grave acusación a sus cuñadas Juana y Rosa Fujimori, responsables —según ella— de un tráfico de ropa usada a través de la ONG Apenkai. La revista salió a circulación el lunes 6 de abril, al día siguiente del mensaje golpista del hasta entonces presidente constitucional. Sin duda, el incidente de la ropa usada adelantó la ejecución del asonada militar. Nos constituimos en la puerta de OIGA que ya había sido tomada por tropas del ejército. Me indigné con uno de los soldados advirtiéndole que terminaría preso cuando la aventura antidemocrática culminase. El soldado rastrilló su arma y Paco me jaló del brazo hacia un costado. “No juegues al héroe —me reprendió con firmeza pero sonriente— Esto será cuestión de días. No es un golpe como los de otros tiempos”, dijo.

Igartua y el 5 de abril
Un gran periodista visionario de un periodo nefasto de la historia.

 por César Campos 

Lo dije en innumerables oportunidades y escrito no menos: valoro como la mejor experiencia periodística de mi vida haber trabajado junto al gran Francisco “Paco” Igartua, fundador de las dos revistas que por casi cinco décadas disputaron la preferencia ciudadana marcando la agenda política del país. Me refiero a OIGA y Caretas.

OIGA nació en noviembre de 1948, pocos días después del golpe militar encabezado por Manuel Odría contra la administración democrática de José Luis Bustamante y Rivero. Apenas sacó a circulación dos números, fue clausurada por la flamante dictadura mientras que Igartua iba a parar con sus huesos a la Penitenciaría de Lima. En 1950, a al lado de la tenaz Doris Gibson lanzó al mercado Caretas, cuyo nombre fue tomado de un semanario argentino con un nominativo más completo: Caras y Caretas. Paco explicó que como el Perú vivía controlado por la bota castrense, no alcanzábamos a ver las “caras” de los acontecimientos sino solo las “caretas”. Por supuesto, al poco tiempo también fue clausurada. Gibson e Igartua fueron deportados.

Desde 1963, Igartua retomó la aventura de OIGA. Apoyó con vehemencia los inicios del primer gobierno del arquitecto Fernando Belaunde y con esa misma vehemencia lo combatió por no cumplir sus promesas. Rechazó el golpe del general Juan Velasco pero luego adhirió al régimen militar porque encarnaba los cambios sociales que su generación promovía. Una desavenencia con ese régimen a raíz de la crisis económica que ocultaba hizo que OIGA sufra una nueva clausura e Igartua otra deportación, esta vez a México. Retornó al país con los vientos de la transición democrática de la Asamblea Constituyente de 1978 y las elecciones generales de 1980. OIGA volvió a publicarse.

Paco me convirtió en el redactor principal de la sección Política de OIGA desde mi ingreso a la revista, en mayo de 1991. Reemplacé en esa función a Pedro Planas, quien asumió los informes especiales. Nuestra consigna era vigilar muy de cerca el desenvolvimiento del gobierno de Alberto Fujimori, quien ya había tenido expresiones sutiles contrarias al orden democrático establecido. El presidente no sumaba con su lenguaje sino, por el contrario, atacaba la institucionalidad constitucional cada vez que podía. “Lee siempre las entrelíneas de sus discursos —me recomendaba Igartua— y descubrirás sus verdaderas intenciones autoritarias”.

La verdad es que algunos en la revista no compartíamos la susceptibilidad de nuestro director y la juzgábamos exagerada. Peor todavía cuando nos señalaba que Fujimori estaba preparando un golpe de Estado, algo que nos parecía inimaginable para la última década del siglo XX, en plena caída sistemática de las últimas dictaduras en América Latina. Las complicaciones fueron mayores cuando un “pajarito verde” (llámese una fuente militar) le proporcionó a Paco un plan de gobierno de veinte años elaborado en las instalaciones castrenses durante la última etapa de la administración de Alan García y que contenía todo un programa de acción para recuperarnos de la honda crisis económica, social y política, especialmente de la amenaza terrorista. Programa que solo podía llevarse a cabo bajo la tutela de los cuarteles.

OIGA publicó extractos de ese plan a fines de 1991 y demostró la enorme identidad que Fujimori guardaba con su derrotero. Paco me enviaba a entrevistar a parlamentarios y políticos para que avalaran su tesis de la inminencia de un golpe. Yo lo hacía de mala gana y hasta encontré aliados de mi escepticismo (recuerdo al diputado del Fredemo Enrique Ghersi) pero otros le daban la razón a Igartua (recuerdo a Alfonso Grados Bertorini).

El sábado 4 de abril de 1992, cerramos la edición de la revista anunciando en la portada que el golpe se venía. La carátula también estuvo dedicada a la figura de la primera dama Susana Higuchi, autora la semana precedente de una grave acusación a sus cuñadas Juana y Rosa Fujimori, responsables —según ella— de un tráfico de ropa usada a través de la ONG Apenkai.

La revista salió a circulación el lunes 6 de abril, al día siguiente del mensaje golpista del hasta entonces presidente constitucional. Sin duda, el incidente de la ropa usada adelantó la ejecución del asonada militar. Nos constituimos en la puerta de OIGA que ya había sido tomada por tropas del ejército. Me indigné con uno de los soldados advirtiéndole que terminaría preso cuando la aventura antidemocrática culminase. El soldado rastrilló su arma y Paco me jaló del brazo hacia un costado. “No juegues al héroe —me reprendió con firmeza pero sonriente— Esto será cuestión de días. No es un golpe como los de otros tiempos”, dijo.

Volvió a tener razón. La flamante autocracia retiró a las tropas de todos los medios de comunicación y Fujimori, más maquiavélico que nunca, pidió “disculpas” por las molestias ocasionadas a la prensa y hasta visitó a los directores del diario El Comercio para simbolizar la supuesta franqueza de su pena por el atropello.

OIGA se mantuvo firme pugnando por el rescate de la democracia hasta su última edición a fines de 1995. Salió de circulación ahogada por la falta de recursos económicos (las grandes empresas estaban felices junto al régimen fujimorista y no ponían un solo aviso).

Igartua falleció el mes de marzo del 2004 y hoy quiero reivindicarlo como el gran periodista visionario de un episodio nefasto de la historia peruana, combatiente por los valores de la libertad y paradigma de la entereza frente a quienes buscan derrotarlos.  



Cuando uno empieza a hacer carrera en la profesión elegida para ganarse la vida, lo hace sin pensar en el tiempo que pasará. Los años llegarán uno tras otro sin que nos demos cuenta, sin celebraciones particulares, recibiendo la felicitación de quienes se acuerdan de uno. Y así, sin darme cuenta, han pasado ya 23 años desde que empecé mi andar en el periodismo. Las páginas de la desaparecida revista OIGA, dirigida por Francisco ‘Paco’ Igartua, fueron más que una escuela, más que una maestría. Esa primera experiencia me marcó. Era la revista que siempre leía cuando era adolescente, ‘un pulpín’ como dicen ahora, era la que más me gustaba, la que devoraba de principio a fin cada semana. Y en su redacción me vi sentado un día. La aventura duró un año. Era el gobierno de Alberto Fujimori, el ex presidente que se convirtió en dictador y ahora en inquilino de la DINOES. En sus planes, en su estrategia de gobierno, no había lugar para una prensa independiente, y OIGA tuvo que cerrar, asfixiada por la falta de publicidad y el ajusticiamiento tributario a la que fue sometida, para no comprometer su línea editorial. Sin OIGA, no hubo quien alzará la voz contra la corrupción, contra la falta de valores y principios. Solo se escuchaban gritos a los que nadie hacía caso.

Vivir Bien
21 años de periodismo independiente, plural y comprometido

por Tulio Arévalo van Oordt

Cuando uno empieza a hacer carrera en la profesión elegida para ganarse la vida, lo hace sin pensar en el tiempo que pasará. Los años llegarán uno tras otro sin que nos demos cuenta, sin celebraciones particulares, recibiendo la felicitación de quienes se acuerdan de uno.

Y así, sin darme cuenta, han pasado ya 23 años desde que empecé mi andar en el periodismo. Las páginas de la desaparecida revista OIGA, dirigida por Francisco ‘Paco’ Igartua, fueron más que una escuela, más que una maestría. Esa primera experiencia me marcó. Era la revista que siempre leía cuando era adolescente, ‘un pulpín’ como dicen ahora, era la que más me gustaba, la que devoraba de principio a fin cada semana. Y en su redacción me vi sentado un día.

La aventura duró un año. Era el gobierno de Alberto Fujimori, el ex presidente que se convirtió en dictador y ahora en inquilino de la DINOES. En sus planes, en su estrategia de gobierno, no había lugar para una prensa independiente, y OIGA tuvo que cerrar, asfixiada por la falta de publicidad y el ajusticiamiento tributario a la que fue sometida, para no comprometer su línea editorial. Sin OIGA, no hubo quien alzará la voz contra la corrupción, contra la falta de valores y principios. Solo se escuchaban gritos a los que nadie hacía caso.

Pero un año después del cierre de OIGA, llegaría Vivir Bien. Recuerdo que un domingo por la noche al llegar a casa me dieron el encargo. Te ha llamado Alfonso Bermúdez, me dijeron. Pide que le devuelvas la llamada. Así lo hice y ‘el Tigre’ me dijo, “flaco, tienes trabajo otra vez. Volvemos al periodismo”. Alfonso, además de haber sido mi Jefe de Informaciones en OIGA, es mi amigo (ahora dirige una revista en New Jersey, con relativo éxito) y fue quien más me aconsejó sobre el quehacer periodístico en aquellos años. Me citó a una oficina en la calle Schell, en Miraflores, justo en el edificio donde quedaba la ex sucursal del Bank of Tokyo. Ahí conocí a Willy Sacio Matute, dueño y director de la que a partir de entonces sería Vivir Bien, la revista de la ciudad. El Editor General era ‘el Tigre’, Alfonso Bermúdez. La redacción la completaban Orazio Potestá, compañero de universidad y ex compañero en OIGA, pero sobre todo uno de los pocos amigos que deja esta carrera, y Mercedes Almeyda. Nuestro fotógrafo era el veterano Ricardo Queija, que llegaba siempre quejándose, pero con la foto encargada, y la historia repetida de haber sido fotografiado a las vedettes más exuberantes para las páginas del diario Ojo. Nunca verificamos esa historia, pero la escuchábamos con el respeto que se merece una persona grande, mayor. La diagramación era ‘culpa’ de Pancho Borja. Parecía un bombero apagando incendios, sobre la extinta hoja de pauta.

Y así empezó Vivir Bien, teniendo como tema el quehacer de la ciudad. Todo lo referido a nuestra ciudad tenía espacio de difusión y análisis en sus páginas. Desde política y economía, hasta seguridad, arquitectura y transporte. Era 1996 y la salida de la revista coincidía con la Cumbre de las Ciudades en Estambul. En los primeros números de la revista ya se tocaban temas premonitorios como la situación de la Costa Verde y la ahora indetenible ola de inseguridad.

Esos primeros números nos sorprendieron también con la recuperación de la residencia del Embajador de Japón, tomada por un comando terrorista del MRTA. La Operación ‘Chavín de Huantar’ dio la vuelta al mundo y Vivir Bien estaba ahí para contarla. Y también para dar cuenta de los proyectos paisajísticos que se deberían hacer en su lugar como memoria de la amistad peruano japonesa y en recuerdo de una época que deberíamos volver a vivir.

A los pocos meses de aparecida la revista nos quedamos sin editor general. Alfonso Bermúdez se alejó de la revista por motivos personales que además coincidieron con una mejor oferta laboral. “Quédate Tulio, tú vas a ser ahora el editor. Vas a ver que es mejor ser cabeza de ratón, que cola de león”, fue uno de sus últimos consejos.

Pero también aprendimos del director, de Willy Sacio M. Así le gusta escribir su nombre. Su solidaridad, fue lo primero que me llamó la atención y lo primero que aprendí. Recuerdo una mañana que fuimos a tomar desayuno a La Aurelia, un local que quedaba en la calle Diez Canseco, también en Miraflores, famoso por sus ravioles artesanales. Ese día mientras comíamos un pan con chicharrón y tomábamos café (en aquellos años aún tomaba café, dos jarras al día, y fumaba, dos cajetillas y media diarias de Premier), una anciana indigente entró a la cafetería y Willy en vez de darle una propina, la hizo sentar en una mesa y pidió para ella lo mismo que habíamos estado comiendo nosotros.

Willy tiene esos detalles. A muchos puede no gustarles su personalidad, su comportamiento abrumadoramente avasallador, pero es solidario y respetuoso con los que menos tienen. Además de tener una agudeza de análisis, sabe estar atento a todo lo que dicen los demás. 

Pero volvamos con Vivir Bien. Hacer empresa en el Perú nunca ha sido fácil. Y menos si se trata de empresas periodísticas. Vender publicidad para sostener una planilla mensual, de una publicación gratuita, no es cosa de juego. A pesar de lo difícil que resulta conseguir los avisos que mantengan el costo de la revista y dejen alguna ganancia, Vivir Bien no se detuvo. No tuvo que renunciar a su la independencia con ha ejercido el periodismo estos primeros 21 años.

De ser la revista de la ciudad, pronto se convirtió en una revista de carácter intelectual y político, en la cual se respiraba pluralidad. A pesar de ser su director y redactores opositores al gobierno de Fujimori. Y es que en sus páginas había espacio para personajes tan disimiles como los ya desaparecidos Carlos Torres y Torres Lara o Javier Diez Canseco, fujimorista e izquierdista, rivales irreconciliables en el Congreso de hace 20 años, pero que los lectores de Vivir Bien podían leer con una página de diferencia.

Ahí ya la revista se ocupaba de quehaceres más amplios, como la leva a la que eran sometidos nuestros jóvenes en las ciudades de la sierra, la trata y tráfico de mujeres, así como también el narcotráfico o los acuerdos de paz con el Ecuador o el sempiterno problema de la informalidad de nuestra economía.

Han pasado 21 años desde que saliera el primer número de Vivir Bien. Recuerdo el primer ese primer número, porque se celebró con un almuerzo en un restaurante de Jesús María, que ya no existe. No me di cuenta cuando pasaron 5 años, mucho menos cuando pasaron 10. Pero cuando Willy Sacio me hizo notar, al pedirme este artículo, que ya habían pasado 21 años, me puse a pensar en el lugar que ocupa esta revista en mi carrera periodística, en lo ingrata que puede ser a veces esta profesión, en los amigos que gané, en los que quedaron en el camino, en fin, en tantas cosas vividas.

Esperemos que estos sean solo los primeros 21 años de Vivir Bien. Que la independencia y el compromiso periodísticos, bien valen la pena cualquier sacrificio. Larga vida Vivir Bien.     
    


domingo, 11 de junio de 2017

El señor IGARTUA ROVIRA.— Bueno, ¿por qué no se le hace la investigación debida al señor Fujimori? ¿Por qué hasta hoy se niegan a hacer una investigación a los sucesos anteriores al pedido de Fujimori para que sean ascendidos los miembros del Grupo Colina? Hasta este momento ha habido una negativa total de todas partes. Al señor Fujimori ustedes no lo pueden acusar por Barrios Altos y La Cantuta porque los ascendió, porque el ascenso fue anterior, o sea el señor Fujimori no podía ser adivino. Pero sí había acontecimientos anteriores que sí obedecían al mandato de él de ascenderlos, diciendo: “Por los trabajos especiales realizados en las universidades del país”. Anterior a ese mandato, que además lo exige 3 veces, han ocurrido una cantidad de asesinatos de estudiantes, sobre todo en la Universidad del Centro, y esto no sé por qué extraña razón nadie lo quiere tocar.

El señor IGARTUA ROVIRA.— Ahora, ¿yo puedo hacer alguna pregunta a ustedes?

El señor PRESIDENTE.— Fuera de récord, cómo no.

El señor IGARTUA ROVIRA.— Bueno, ¿por qué no se le hace la investigación debida al señor Fujimori? ¿Por qué hasta hoy se niegan a hacer una investigación a los sucesos anteriores al pedido de Fujimori para que sean ascendidos los miembros del Grupo Colina? Hasta este momento ha habido una negativa total de todas partes. Al señor Fujimori ustedes no lo pueden acusar por Barrios Altos y La Cantuta porque los ascendió, porque el ascenso fue anterior, o sea el señor Fujimori no podía ser adivino. Pero sí había acontecimientos anteriores que sí obedecían al mandato de él de ascenderlos, diciendo: “Por los trabajos especiales realizados en las universidades del país”. Anterior a ese mandato, que además lo exige 3 veces, han ocurrido una cantidad de asesinatos de estudiantes, sobre todo en la Universidad del Centro, y esto no sé por qué extraña razón nadie lo quiere tocar.

El señor PRESIDENTE.— Nosotros... El señor IGARTUA ROVIRA.— No, no lo quiere tocar nadie, ni los apristas ni nadie.

El señor PRESIDENTE.— Bueno, no vamos a desarrollar el tema. En todo caso, es una apreciación.

El señor IGARTUA ROVIRA.— No, no es una apreciación. Son hechos concretos.

El señor PRESIDENTE.— La apreciación que usted tiene que esta comisión no está tratando este tema a profundidad, sí estamos tratando el tema a profundidad y sobre esos hechos ya hemos empezado a recoger información. Oportunamente vamos seguramente a plantearle a la comisión y seguir este trabajo. Yo no sé si tiene algo más que agregar, usted lo puede hacer.

El señor IGARTUA ROVIRA.— Nada.

El señor PRESIDENTE.— ¿Ya no hay ninguna pregunta? Entonces, le vamos a agradecer al señor Francisco Igartua su presencia en esta comisión y vamos a suspenderla momentáneamente, siendo las 4 y 59 para despedirlo y recibir al nuevo invitado.


Departamento de Transcripciones: CONGRESO DE LA REPÚBLICA SEGUNDA LEGISLATURA ORDINARIA DE 2002 COMISIÓN INVESTIGADORA ENCARGADA DE CUMPLIR LAS CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES DE LAS CINCO EX COMISIONES INVESTIGADORAS RESPECTO AL PERÍODO DEL GOBIERNO DEL EX PRESIDENTE ALBERTO FUJIMORI FUJIMORI (Sesión Reservada) (Vespertina) MIÉRCOLES 11 DE JUNIO DE 2003 PRESIDENCIA DEL SEÑOR ERNESTO AMÉRICO HERRERA BECERRA

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