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DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA

DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA
FRANCISCO IGARTUA CON DORIS GIBSON, PIEZA CLAVE EN LA FUNDACION DE OIGA, EN 1950 CONFUNDARIAN CARETAS.

«También la providencia fue bondadosa conmigo, al haberme permitido -poniendo a parte estos años que acabo de relatar- escribir siempre en periódicos de mi propiedad, sin atadura alguna, tomando los riesgos y las decisiones dictadas por mi conciencia en el tono en que se me iba la pluma, no siempre dentro de la mesura que tanto gusta a la gente limeña. Fundé Caretas y Oiga, aunque ésta tuvo un primer nacimiento en noviembre de 1948, ocasión en la que también conté con la ayuda decisiva de Doris Gibson, mi socia, mi colaboradora, mi compañera, mi sostén en Caretas, que apareció el año 50. Pero éste es asunto que he tocado ampliamente en un ensayo sobre la prensa revisteril que publiqué años atrás y que, quién sabe, reaparezca en esta edición con algunas enmiendas y añadiduras». FRANCISCO IGARTUA - «ANDANZAS DE UN PERIODISTA MÁS DE 50 AÑOS DE LUCHA EN EL PERÚ - OIGA 9 DE NOVIEMBRE DE 1992»

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«Cierra Oiga para no prostituir sus banderas, o sea sus ideales que fueron y son de los peruanos amantes de las libertades cívicas, de la democracia y de la tolerancia, aunque seamos intolerantes contra la corrupción, con el juego sucio de los gobernantes y de sus autoridades. El pecado de la revista, su pecado mayor, fue quien sabe ser intransigente con su verdad» FRANCISCO IGARTUA – «ADIÓS CON LA SATISFACCIÓN DE NO HABER CLAUDICADO», EDITORIAL «ADIÓS AMIGOS Y ENEMIGOS», OIGA 5 DE SEPTIEMBRE DE 1995

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LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

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LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

«Siendo la paz el más difícil y, a la vez, el supremo anhelo de los pueblos, las delegaciones presentes en este Segundo Congreso de las Colectividades Vascas, con la serena perspectiva que da la distancia, respaldan a la sociedad vasca, al Gobierno de Euskadi y a las demás instituciones vascas en su empeño por llevar adelante el proceso de paz ya iniciado y en el que todos estamos comprometidos.» FRANCISCO IGARTUA - TEXTO SOMETIDO A LA APROBACION DE LA ASAMBLEA Y QUE FUE APROBADO POR UNANIMIDAD - VITORIA-GASTEIZ, 27 DE OCTUBRE DE 1999.

«Muchos más ejemplos del particularismo vasco, de la identidad euskaldun, se pueden extraer de la lectura de estos ajados documentos americanos, pero el espacio, tirano del periodismo, me obliga a concluir y lo hago con un reclamo cara al futuro. Identidad significa afirmación de lo propio y no agresión a la otredad, afirmación actualizada-repito actualizada- de tradiciones que enriquecen la salud de los pueblos y naciones y las pluralidades del ser humano. No se hace patria odiando a los otros, cerrándonos, sino integrando al sentir, a la vivencia de la comunidad euskaldun, la pluralidad del ser vasco. Por ejemplo, asumiendo como propio -porque lo es- el pensamiento de las grandes personalidades vascas, incluido el de los que han sido reacios al Bizcaitarrismo como es el caso de Unamuno, Baroja, Maeztu, figuras universales y profundamente vascas, tanto que don Miguel se preciaba de serlo afirmando «y yo lo soy puro, por los dieciséis costados». Lo decía con el mismo espíritu con el que los vascos en 1612, comenzaban a reunirse en Euskaletxeak aquí en América» - FRANCISCO IGARTUA - AMERICA Y LAS EUSKALETXEAK - EUSKONEWS & MEDIA 72.ZBK 24-31 DE MARZO 2000

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viernes, 10 de abril de 2009

FRANCISCO IGARTUA – EDITORIAL – Dos caras de la moneda: Fujimori–Pérez de Cuéllar – Revista Oiga 17/10/1994


Pocos son los ciudadanos del país que no hayan quedado atónitos ante la avalancha de candidatos a la Presidencia de la República y más asombrados quedarán, al parecer, con la catarata de postulantes que ambi­cionarán: un asiento en el Congreso ‘unicameral’, establecido ‘por una Consti­tución obra de los parlamentarios del CCD. Gente que asumió el cargo jurando que no ganaría más de un sueldo mínimo y que no volvería postular de inmediato, dos juramentos; incumplidos, pues todos los cecedistas quieren volver al Congreso y van acabando su gestión con los emo­lumentos más altos de la historia. En lo único que cumplieron a cabalidad los pupilos de Yoshiyama es en servir de Aliento o de tapadera al propósito princi­pal para ‘el que fue convocado el CCD: establecer la reelección presidencial, para poder reeditar la Patria Nueva de Leguía, aunque no por once sino por un plazo de veinte años.

Pero, dejaré de lado esta jeremiada, demasiadas veces repetida sin llegar a conmover la conciencia de ningún cecedista. Pasaré a la gran pregunta del momento: ¿a qué se debe esta riada de candidatos? ...A algo sumamente sim­ple. A que este régimen de la Reconstruc­ción Nacional, surgido del golpe de Esta­do del 5 de abril del 92, ha logrado uno de sus propósitos fundamentales: destruir, pulverizar, hacer desaparecer la institucionalidad peruana, aún incipiente y lle­na de fallas por corregir, pero cimiento para el futuro. En poco tiempo derrumbó el armazón institucional de la República. De allí que cada ciudadano, sin atadura alguna con la comunidad organizada, se sienta capaz de intentar llegar a la Presidencia o al Parlamento, con el simple apoyo de un grupo de amigos o con algún socio capitalista en firmas. Es la respues­ta propia del ambiente subdesarrollado en que vivimos, del mundo chicha im­puesto por Fujimori y sus asociados milita­res, frente a un problema que se ha presen­tado en distintas épocas en muchos lugares del mundo en épocas de crisis doctrinarias. Un problema que nada tiene de novedoso. Ni siquiera en las democracias más desarrolladas. Se trata simplemente de algo cíclico: del desgaste de la confianza popu­lar en los partidos políticos, que son los canales orientadores de las inquietudes ciu­dadanas, y del debilitamiento de las co­rrientes ideológicas. Esta crisis de los par­tidos, este divorcio entre el pueblo y los organismos partidarios, no es particulari­dad peruana, no es problema exclusiva­mente local. Se ha dado con frecuencia en Francia, por ejemplo. También en Italia y en otras naciones europeas y en las lati­noamericanas más evolucionadas. Pero cuando se produce esta pérdida de con­fianza en los partidos políticos, cuando la repulsa a los partidos los elimina como intermediarios de las corrientes ciudadanas, en esos países surgen las instituciones nacionales, que reemplazan momentáneamente o en definitiva -reemplazándolos- a los partidos. En un medio civilizado no funciona la turbamulta del público,-se produce el desborde irreflexivo de las ambiciones particulares, el caos, la anarquía candidateril; sino son las instituciones las que toman la posta de los partidos en la tarea de encauzar la vida política de la nación. Salvo cuando aparecen los caudillos salvadores, los providenciales -Hitler, Mussolini-, que siempre terminan destruyendo a las naciones.

Pero, ¿qué es lo ocurrido en estos últimos cuatro años en el Perú?... Una a una, con el aplauso ignorante de los de arriba y los de abajo, ilusos creyentes en la eficacia del autoritarismo, se han ido desmontando o anulando todas las instituciones de la República, sin que nada las reemplace. Poco a poco, éstas han sido arrasadas y sólo han quedado sombras de ellas. El país se ha acostumbrado, con el fanático beneplácito de los poderosos, de los ricos los grandes favorecidos de Fujimori-, a que se cumpla la voluntad de una sola persona, en la que se concentra, en ella sola, la ley, el orden, la justicia, la moral y la verdad.

¿Por qué extrañarse, por qué quedar- se atónitos ante la voluntad de decenas y centenas de peruanos que desean emularlo?

¿De qué nos espantarnos, por qué alarmarnos ante la cantidad circense, carnavalesca, de candidatos, si a nadie le ha preocupado, si no hay quien siquiera advertido la manera desaprensiva, el olímpico desprecio por la ley puesto en evidencia por el jefe de Estado cuando respondió, en la TV, a la pregunta de si sabía o no que su compañero de fórmula, el doctor Paredes Canto, tenía proceso judicial abierto, acusado de la malversación de un millón de dólares? No se refirió a la conocida honorabilidad del doctor Paredes, ni a que un proceso judicial, mientras no haya sentencia condenatoria, no es impedimento para postular. No, el señor Fujimori defendió a su elegido mofándose de la ley que condena la malversación.

Nadie ha quedado atónito ante la enorme barbaridad dicha por el jefe de Estado, que a diario se burla de la ley según su Capricho, o la cambia según su antojo. Ahora resulta, según fallo de Fujimori, que no es delito malversar fondos del Estado- que es lo que él hace a diaria en su campaña-, digan lo que digan los códigos. Salvo en el caso del general Jaime Salinas Sedó, que ha sido condenado a cinco años de cárcel, porque así lo dispuso Fujimori, por la supuesta malversación de 27.mil dólares que el general constitucionalista jamás vio, que nunca pasaron por sus manos. Conde­nado sin permitirle siquiera abrir la boca en su defensa.

Todo esto, repito, al margen de la reco­nocida honorabilidad del señor Rector de la Universidad de Cajamarca, quien con toda seguridad saldrá libre de la instrucción judicial que se le ha abierto por desviar de destino un millón de dólares, máxime aho­ra cuando los jueces han de estar desconcertadísimos y deben sentirse coaccionados ante el candidato oficial Paredes Canto, quien, hasta dos días antes de ser nominado compañero de fórmula de Fuji­mori, capitaneaba la huelga de docentes contra el gobierno, lanzando discursos muy poco académicos sobre la inconducta de Fujimori frente al magisterio.

Tampoco ha sorprendido a nadie -pa­reciera que los peruanos han perdido su capacidad de asombro- que el jefe de Esta­do haya escogido como primer vicepresi­dente al presidente de la sociedad de los poderosos del Perú, sin importarle averi­guar si la madre del señor Márquez pos­tulaba en la fórmula de otro candidato, también a la vicepresidencia. Aunque ¿por qué alarmarse ante tamaña grosería cuando Fujimori ha hecho de la confron­tación, del pleito, de la agresión su distin­tivo político? ¿Por qué había de preocu­parle a Fujimori crear un desagradable conflicto familiar al interior de la familia Márquez si él está satisfechísima destru­yendo su propio hogar?


Lo que sí, extrañamente, ha preocu­pado a muchísimos ciudadanos, sobre todo a los fujimoristas y a no pocos ene­migos -igual que OIGA- del golpista del noventa y dos, es la fórmula presidencial que encabeza el doctor Javier Pérez de Cuéllar. Les molesta -no a OIGA- que sea el peruano más ilustre a nivel internacional; les mortifica que goce de muy buena salud; los irrita que él haya sido quien, como Secretario General de las Naciones Unidas, convenció al presidente electo Alberto Fujimori de que se llevara bien con los organismos internacionales y pusiera de lado sus planes populistas

FRANCISCO IGARTUA – EDITORIAL – “Honradez, tecnología e irresponsabilidad” – Revista Oiga 10/10/1994


Buena parte del territorio nacional volvió a quedar sin luz, sin fuerza eléctrica, por culpa de la insania terrorista, que ha querido conmemorar algún macabro acontecimiento el jueves pasado. Pero la voladura de unas cuantas torres, el más fácil de los actos de sabotaje, no logra paralizar gran parte del país más de unas horas. Y ya van algo así como dos días de apagón.

No es, pues, sólo la mano del terror la que ha producido un suceso que ha vuelto a irritar el ánimo ciudadano. ‘A la desesperada acción de. Sendero sé ha unido esta vez la ineptitud, la ineficacia real, la tecnología chicha de un régimen que viene engañando al país durante un largo tiempo, pero que ya no puede seguir ocultando su verdadera fisono­mía: habilidad para adaptarse criollamente a la corriente de moda, incapaci­dad para resolver problemas por cuenta propia y muy baja moral. Mediocridad en toda la línea.

El desafío terrorista no debe alarmar al país. No diré que son manotazos de ahogado para no repetir la torpe monserga oficialista, pero la verdad es que el mismo día que cayó el Muro de Berlín, se desplomó la Unión Soviética y se esfumó como voluta de humo el marxismo, el Partido Comunista de Abimael Guzmán, llamado Sendero Lu­minoso, dejó de ser el peligro terrible que, con el tiempo, pudo haber sido. El marxismo era la cantera de los cuadros de Abimael. La posterior captura de éste significó el entierro de la secta. Lo que queda de ella son restos de la orga­nización, son núcleos desorientados de gente imposibilitada de escapar de la locura en la que está sumergida, porque se ha habituado al modo de vida clan­destino que viene llevando. Hoy por hoy no son ningún peligro, aunque más de un susto puedan seguir dándonos. El riesgo está en el futuro. Si se diera el caso, por ejemplo, de que remozadas ideas revolucionarias, inspiradas en nue­vas ansiedades de las masas; lograran audiencia, reactivaran a esos rezagos de Sendero y captaran, adeptos sensibilizados por la miseria popular que no disminuye sino que va creciendo. Pero eso, será mañana, no es hoy.

Hoy, el problema del país es el mismo, que cualquier agudo observador pudo entrever desde los primeros días del régimen de Fujimori. El pacto del Ejército con el presidente constitucional y más tarde, gracias al golpe del 5 de abril del 92, con el líder del gobierno de la “Reconstrucción Nacional”, no es otra cosa que una alianza entre la incapacidad y el desatino de los militares y la mediocridad, sin tecnología alguna, de Fujimori y sus partidarios. La única habilidad de los socios ha sido entregarse sin condiciones al Fondo Monetario y al Banco Mundial, dejando el manejo de la economía en manos de la derecha. Fu­jimori se encarga del papel de demago­go y las Fuerzas Armadas se dedican a poner orden al antiguo estilo, con cier­tas innovaciones neonazis, como los operativos psicosociales y las tenebrosas vigilancias del SIN.

Los frutos de esta corte de lisiados mentales se está poniendo a la vista, aunque algunos la disculpen comparándola con el desastre apocalíptico de Alan García y merezca los elogios del FMI y del Banco Mundial, felices porque el Perú está pagando sus deudas, incluidas la estafa del Mantaro y Pachitea. Está a la vista el pleito de callejón de Susana y Alberto, con acusaciones que no son moco de pavo; cualquiera puede visitar las carreteras que se desmoronan solas del constructor, ministro y funcionario Vittor, socio de los que se alzaron con las coimas del BCCI; son visibles los contratos que ejecuta como negocio el Ejército, con maquinaria del Estado, en detrimento de los medianos constructo­res, no de los ricos, pues éstos comen en la misma mesa de Fujimori; y apenas se ocultan las constantes compras y ventas otorgadas a dedo, previa eliminación del sistema de licitaciones, gracias a ‘emergencias’ sacadas de la manga.

Una de estas ‘emergencias’ es la que permitió, contrariando advertencias de técnicos especializados en cuestiones eléctricas, que los sabios Hokama y Yoshiyama, previa consulta con el matemático agrario Fujimori, resolvieran, porque les vino en gana –sin coimisiones naturalmente-, la compra de las turbinas de la Central Térmica de Ventanilla, que es la qué ha colapsado con año y medio de uso y es el motivo central del apagón que hoy sufre gran parte del país. Y si a esto se une el inadecuado mantenimiento de la Central del Mantaro, como puntualiza el modesto técnico na­cional, el experimentado ingeniero eléc­trico don Augusto Martinelli Tizón, no se aleja de la verdad quien anuncie que nos hallamos ante una catástrofe monumen­tal. (Ver artículo del ingeniero eléctrico Martinelli Tizón páginas más adelante).

Mientras tanto, pontifican sobre todo lo humano y lo divino, decretando ‘emergencias’ a troche y moche, el ingeniero Yoshiyama –que recién ha obtenido el título en una oscura universidad limeña y cuya mayor hazaña ha sido el desastroso proyecto papelero del velascato–, el ingeniero Hokama –de difusa espe­cialidad– y el matemático agrario Alber­to Fujimori, asesorado por su hermano, Santiago Fujimori, abogado especiali­zado en Relaciones Públicas de la emba­jada de Japón.

Este es el Perú de la Moralización, la Tecnología y el Trabajo sobre el que impe­ra, como un shogun dueño de vidas y haciendas, el señor Alberto Fujimori, dispensador, al estilo medieval, de obse­quios y castigos. Con una particularidad: una cierta sonrisa cachacienta de medio lado, que delata su calidad chicha, si lo comparamos con don Augusto B. Leguía, una de las mayores calamidades de la reciente historia nacional.

FRANCISCO IGARTUA – EDITORIAL – Prohibido leer y comer – Revista Oiga 3/10/1994


Un amigo, favorecido por los dioses con el apetito de leer, se quejaba hace unos días de los precios en las librerías y me aconsejaba usar este título —‘Pro­hibido leer y comer’—, diciéndome que, para él, esa frase resumía la impresión que iba teniendo del país, meses después de haberse reincorporado a la pa­tria.

—Los libros están carísimos y los mer­cados también. Yo hago la plaza. No hablo de los restaurantes, porque bara­tos no son en ninguna parte.

De lo que se olvida mi viejo amigo es de las enfermedades. El siempre está sano. Y, por lo tanto, no puede añadir, a las prohibiciones halladas por él, la de enfermarse.

—Sólo falta —añadía yo— que el go­bierno escuche el reclamo editorial de ‘Expreso’ del martes 27 e imponga a la educación el 18% de IGV. Seríamos el país más feliz de la tierra. La Albania del liberalismo. Sin una sola exoneración tributaria, como quiere ‘Expreso’. ¿No sería algo maravilloso que los recibos que nos lleguen de los colegios, institutos y universidades vengan con 18% por IGV?

—No me hagas reír.

Pero así es. Así está escrito en ‘Ex­preso’ del 27: ‘No a las exoneraciones’. Y en tono fundamentalista, de Ayatolas olímpicos, insiste en su credo de que la ley (la única verdadera naturalmente) y las reglas económicas deben ser iguales para todos y “ningún sector o empresa debe gozar de exoneraciones o privile­gios de ninguna naturaleza. Los regíme­nes especiales crean distorsiones en el sistema de precios que hacen ineficien­te el mercado”...

¿Con que a subir 18% los recibos de los colegios y universidades, no es cier­to?... Y es claro que piensan así y les gustaría probar si camina el experimen­to. Porque así está escrito. Eso dice la ley, la única, la infalible... Pero ocurre que siempre pesan los intereses, en este caso los intereses políticos del gobierno de Fujimori, y ‘Expreso’ se olvida que el sector educación está exonerado. No lo nombra. Sabe que, si se tocan los reci­bos escolares y universitarios, los votos se les escaparán al señor Fujimori como hojas de otoño en vendaval.

Aunque también pueda ser que ese olvido se deba a que ‘Expreso’ haya comenzado a entender que las excep­ciones son casi consustanciales a las reglas. Sabe ‘Expreso’, por ejemplo, que las reglas del idioma son severas, pero no tanto para obligarnos a decir cabió en lugar del excepcional cupo. Y lo mismo puede y debe ocurrir con las normas del mercado. Es bueno, es salu­dable que no haya exoneraciones. Es lo sensato, es lo lógico. Y ojala no hubiera necesidad de una sola excepción. Pero la realidad nos indica que la pureza total es imposible, salvo la de los santos y santas, aunque sólo cuando ya llegaron al cielo, no mientras estuviéronles ron­dando las tentaciones terrenales.

Y que ‘Expreso’, al parecer, está ad­virtiendo que las excepciones no son el diablo con cuernos y rabo —siempre, por supuesto, que sean absolutamente razonables-; lo insinúa ese mismo edi­torial cuando, por primera vez, reconoce “que hay muchos países en los que los periódicos y revistas, por esas ra­zones, están exonerados del IGV”. No dice que todos esos países que quebran­tan la sacrosanta ley del mercado sin exoneraciones son los más civilizados, los más democráticos, los más estables, los más desarrollados del orbe. Los más institucionalizados. No revela que en esos países tampoco se paga IGV por la compra de alimentos básicos, medici­nas y libros. En esos países —que ya están desarrollados y muchos de ellos integrados por una sociedad satisfecha—se cuida la salud, la educación, la cultu­ra, las bases del desarrollo. Saben cómo fue alcanzado y por dónde puede perderse. Además, ‘Expreso’ afirma —y no es exacto— que esa exoneración existe en ‘muchos países’ sólo porque la TV no paga por la información y los comentarios que emite y porque “a los periódi­cos y revistas les es difícil (en el Perú es imposible) trasladar el IGV a los vende­dores”. No sólo por esas razones. La principal es otra y la enfocó con preci­sión el Congreso Mundial de Prensa realizado en Berlín dos años atrás: la presión tributaria aleja a los lectores de los periódicos. Es en la actualidad, sen­tenció ese Congreso, el mayor obstácu­lo para la libertad de prensa.

La prensa es libre cuando depende únicamente de sus lectores. Y con 18% de IGV eso es imposible de toda impo­sibilidad. La prueba está en ‘Expreso’ mismo. En los últimos años —como mu­chos otros medios— por su imposibili­dad matemática de asumir ese 18% de IGV, acumuló una gigantesca deuda tri­butaria, que ahora pagará con avisaje del Estado. O sea el Estado te da avisos y con esos avisos le pagas al Estado. Una solución absolutamente disparata­da, aunque también OIGA se haya visto obligada a pasar como carnero por el ‘arreglo’. Porque, ¿qué pasa si el Estado encuentra pretextos para seguir sabo­teando publicitariamente a los medios que lo critican?

La única solución justa y razonable para la prensa es la exoneración del IGV, un impuesto absurdo, que atenta directamente contra la libertad de ex­presión y que impide al periodismo re­fugiarse, cuando es perseguido por el sabotaje del Estado o de los poderosos, en el favor del público, el único sobera­no en una democracia.


Pero no sólo es aberrante el IGV en el caso de la prensa. Quién sabe más lo es cuando se trata de medicinas, de libros y de alimentos básicos. Y, por supuesto, de educación. Por fortuna todavía exonerada del 18% del IGV.

FRANCISCO IGARTUA – EDITORIAL – Cuatro sucesos desiguales – Revista Oiga 26/09/1994


Semana de hechos significativos ha sido ésta. Por un lado, Javier Pérez de Cuéllar aceptó el reto de ser candidato a la presidencia, a pesar de conocer - las circunstancias en las que tendrá que competir – “No cuento con el apoyo de fuerzas económicas y menos aún con los variados recursos del poder”- pero también a sabiendas, por experien­cias locales y extranjeras, de que el dinero y el poder no compran conciencias. Se trata de un hecho histórico que se alza contra la vieja práctica política de la reelec­ción, que tan malos resultados dio siempre en el Perú y en América Latina. Aquí, en estas latitudes, la reelección transformó en dioses, impajaritablemente, a los autócra­tas. De este tema, del lanzamiento de la candidatura de Pérez de Cuéllar y del men­saje memorable y preciso pronunciado el jueves pasado por el ex Secretario General de la ONU, se ocupa la revista en las páginas que siguen.

Otro hecho destacable, en cierta for­ma vinculado al anterior, se produjo en la selva: el jefe de Estado, ingeniero Fuji­mori, se subió a un helicóptero de la organización norteamericana antinarcóti­cos, y dio orden de que arrancara. La orden no se cumplió de inmediato y el jefe de Estado montó en cólera, se bajó del aparato y los pilotos -miembros de la po­licía peruana- han sido traídos a Lima, quedando los aparatos inmovilizados. Un nuevo incidente que coloca las relaciones peruano-norteamericanas en un punto de tensión mayor que el producido en época de Velasco con la expropiación de la IPC.

No es del caso, naturalmente, diluci­dar quién tuvo la razón en este incidente. Muchos sucesos del pasado y, ahora, la falta de sensibilidad política exhibida por Estados Unidos en su prepotente inter­vención en Haití, haciendo de policía internacional y poniendo en ridículo a la OEA, nada abonan en favor del coloso imperial. Sin embargo, vale el hecho para un análisis interno de los límites que debieran respetar los jefes de Estado y que en América Latina no respetan, por lo que la reelección en estas naciones se transforma en un trampolín a la perpetuidad monárquica.
Los bienes del Estado, en todo país bien constituido, institucionalizado, no son propiedad de los mandatarios ni pue­de dárseles el uso que a éstos les venga en gana. Como ocurrió, por ejemplo, con un barco de guerra movilizado para custodiar un paseo marino de los hijos del jefe de Estado, ingeniero Fujimori. Y si los mandatarios no deben darles a los bienes de la nación uso diferente al que la ley establece, mucho menos deberían echar mano a la propiedad particular o a la de otros estados, que dan apoyos con fines específicos. Racionalmente no es lógico desviar el empleo de un helicópte­ro, destinado a combatir el narcotráfico, a visitas de saludo y reparto de almana­ques... Pero no sigamos con el tema, porque tan cómico es ver a EE.UU. em­pantanado en Haití, cual elefante deses­perado por aplastar un mosquito, como contemplar a nuestro folclórico jefe de Estado, cubierto de ponchos y chullos, afanado en repartir regalos para com­prar su reelección. Arbitrar entre dos extravagancias es perderse en el vacío.

Las otras dos noticias de la semana son diametralmente opuestas entre ellas. Una es de celebración, de fiesta, de orgu­llo nacional. La otra es una tragedia ho­rrenda, es la dolorosa realidad peruana que nos explota en la cara.

¡Cómo no va a ser hecho jubiloso para todos que el banco Wiese haya logrado presencia, con la bandera del Perú al lado, en la Bolsa de Nueva York! Pero si es motivo de alegría el triunfo internacio­nal de un banco que surgió de la imagina­ción y capacidad empresarial de don Augusto Wiese y la tesonera dirección técnica de don Rafael de Orbegozo, es ocasión para derramar lágrimas de rabia al enterarnos, por un diplomático extranjero, transido de dolor, que ha muer­to de tuberculosis -¡de TBC al borde del siglo XXI!- un joven genio peruano, alumno de una importante universidad.

Los señores de Expreso pueden estar satisfechos. El Joven Wilfredo Ruiz ha muerto tuberculoso porque en el Perú se está cumpliendo con rigidez militar su consejo de que no haya excepción algu­na en materia tributaria, por lo que las medicinas para la TBC pagan 18% de IGV, haciéndolas inalcanzables para los pobres como Wilfredo Ruiz, un mucha­cho de pueblo con una inteligencia superdotada, que había quebrado todas las tablas de medición en los exámenes de ingreso a las universidades. Tampoco se libran del 18% de IGV, para satisfacción de Expreso; la leche, los huevos, el pan, que pudieron salvar de la muerte a Wil­fredo Ruiz. Pero al pobre de Wilfredo Ruiz sólo le sobraba inteligencia pura, no terna la viveza, la cintura intelectual, la picardía comercial’ de los hombres de Expreso. Wilfredo Ruiz no habría podi­do convencer a los militares, como lo ha hecho Expreso, para que ellos, los mili­tares, le proporcionen el dinero para pagar sus impuestos. Y no es que yo esté alucinado. No. Lo que cuento está comprobado en las propias páginas de Ex­preso. El Ejército, que nada tiene que divulgar, no sólo publica constantemen­te avisos en el diario de Orejuelas. Tam­bién da cabida a suplementos -a todo color- colocando al general Nicola di Bari en olor de santidad y mezclando a los dos más connotados miembros del Jurado Nacional de Elecciones con los jefes militares “que controlarán el proce­so electoral”, frase textual pronunciada por el ministro de Defensa en el CCD. Se trata de los doctores Nugent y Muñoz, justo los dos integrantes de ese jurado con historial nada santo, ligado a los ‘controladores’ del proceso. El suplemen­to del que hablo es de anteayer, sábado veinticuatro. ¿Cuánto pagó Nicola di Bari por él? No con su plata, por supuesto, ni con la de Fujimori, sino con el dinero que el pueblo le entrega al Estado cada vez que compra (con 18% de IGV) una medicina, un pan, un huevo, un vaso de leche, todas esas pequeñas cosas que hubieran servido para que Wilfredo Ruiz no muera y su cerebro privilegiado no se extinguiera an­tes de haber dado frutos a la patria.

FRANCISCO IGARTUA – EDITORIAL – Dos delitos en un solo acto – Revista Oiga 12/09/1994


Howard Rodríguez, comandante de la región norte y brazo derecho del general Nicola di Bari, jefe del Ejército y del Comando Conjunto, al ser sorprendido por un fotógrafo de La República en fla­grante delito -repartiendo almanaques de propaganda a un líder político-, re­accionó con grosería, halagos y chanta­jes, violentamente, hasta lograr lo que quería: censurar al periódico. El rollo fotográfico, con las pruebas del delito, fue destruido por los soldados que acompañaban al general. El atentado contra la libertad de prensa no ha podi­do, pues, ser más transparente; y no puede haber mayor evidencia de la pre­sión que se está ejerciendo, desde aho­ra, sobre el electorado, con miras a las elecciones del año entrante. Presión que la ley electoral y el código penal peruanos condenan con varios años de cárcel.

Sin embargo, aparte de unas líneas informativas y uno que otro editorial de repulsa en la prensa diaria, nada más se ha hecho para que el periodismo peruano haga sentir su voz de protesta por este atentado, que no es contra La República, sino contra toda la prensa. Mientras que a las televisoras, salvo alguna excepción, el hecho les mereció unos pocos minutos de desganada in­formación, incluida una media lectura de los comunicados de protesta de las asociaciones gremiales nacionales y extranjeras.

Se trata de un hecho gravísimo, por partida doble. Pero, como si nada hu­biera pasado, “el mundo sigue andan­do”, plácidamente, en el Perú.

También en estos días la fiscal Eguía no ha encontrado huella de delito en las denuncias de la señora Susana Higuchi de Fujimori. La fiscal Eguía ha ‘investigado’ y no ha visto, no ha querido ver, cómo se hicieron humo más de cuatro millones de dólares, girados por este gobierno, en el fantasmal proyecto Pachacutec. Además, ha ‘investigado’ y ha encontrado que es un angelito el ex –ministro Vittor, a pesar, de que, a contrapelo de la ley, su compañía ejecutaba Obras del Estado, ganadas a dedo; y a pesar de las pruebas contundentes, publicadas en OIGA, de los negocios montados en Chile por el señor Vittor con los prófugos del millonario soborno del BCCI, los señores Figueroa.

Todo esto ha ocurrido en la cara del país entero y aquí no ha pasado nada. Ni los fiscales supremos han abierto la boca ni la gran prensa se ha escandalizado con la conducta de la fiscal Eguía. “El mundo siguió andando...”.

En el CCD hay varias voces de protesta, pero se estrellan contra la olímpica frescura de la doctora Martha Chávez que se niega y se niega a mirar lo que hasta los ciegos ven, alegando que OIGA no le ha entregado pruebas sobre Vittor. ¡Pero si las pruebas no están en nuestro poder! Lo que tenemos en OIGA son copias, que el CCD rechazaría por ser sólo copias. Las pruebas están en los tribunales de Lima —hemos señalado en cuales— y en notarias de Santiago de Chile que también hemos precisado. En estos lugares es donde saltará la liebre de Vittor y, si lo quisiera, le será fácil a la doctora Chávez cogerle la cola con las manos. Nuestras copias, que sí hemos cotejado con los originales, son guías precisas para llegar a la liebre, pero no son las pruebas. ¿O es que los particulares, doctora Chávez, pueden sacar copias autenticadas de los expedientes judiciales? Ella sí las puede obtener, cómo Congreso Constituyente. Y también el Congreso tiene fondos para lograr las escrituras de las notarías santiaguinas autenticadas por el cónsul peruano y vueltas a autenticar por el ministerio de Relaciones Exteriores. La doctora Martha Chávez sabe muy bien que, sin esos requisitos, nuestras copias pueden ser verdaderas, idén­ticas a los originales —como lo son—, pero no tienen validez legal.

Naturalmente que las voces discordantes con la doctora Chávez en el CCD son voces perdidas en el desier­to. Porque para eso -para no ser escu­chada- es que está la oposición en ese Congreso, fruto de un acto electoral viciado por la participación activa del Ejército —igual que ahora— y del propio jefe de Estado a favor de la lista de Yoshiyama, quien así salió ‘ungido’ vice­presidente de facto. La oposición está en el hemiciclo de ese Congreso para lanzar palabras al viento y avalar al régimen. Está cumpliendo un tristísimo papel que no puede disimular, alegando que si toda la oposición hubiera interve­nido en esas elecciones hubiera sido otro el resultado. Falso. Esas eleccio­nes, propuestas por ciertos líderes opositores con irreflexiva vocación parla­mentaria y total despiste político, no podían tener otro resultado que el que tuvieron. En los momentos en que se realizaron esas elecciones, en esas cir­cunstancias, el país estaba dividido en­tre partidarios y enemigos del golpe. Y los partidarios del golpe, por diversas razones, eran muchos más. De todos modos, pues, iban a ser mayoría. Ir a esa elección fue un suicidio para la de­mocracia. El autoritarismo subsistió gra­cias al CCD.