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DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA

DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA
FRANCISCO IGARTUA CON DORIS GIBSON, PIEZA CLAVE EN LA FUNDACION DE OIGA, EN 1950 CONFUNDARIAN CARETAS.

«También la providencia fue bondadosa conmigo, al haberme permitido -poniendo a parte estos años que acabo de relatar- escribir siempre en periódicos de mi propiedad, sin atadura alguna, tomando los riesgos y las decisiones dictadas por mi conciencia en el tono en que se me iba la pluma, no siempre dentro de la mesura que tanto gusta a la gente limeña. Fundé Caretas y Oiga, aunque ésta tuvo un primer nacimiento en noviembre de 1948, ocasión en la que también conté con la ayuda decisiva de Doris Gibson, mi socia, mi colaboradora, mi compañera, mi sostén en Caretas, que apareció el año 50. Pero éste es asunto que he tocado ampliamente en un ensayo sobre la prensa revisteril que publiqué años atrás y que, quién sabe, reaparezca en esta edición con algunas enmiendas y añadiduras». FRANCISCO IGARTUA - «ANDANZAS DE UN PERIODISTA MÁS DE 50 AÑOS DE LUCHA EN EL PERÚ - OIGA 9 DE NOVIEMBRE DE 1992»

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«Cierra Oiga para no prostituir sus banderas, o sea sus ideales que fueron y son de los peruanos amantes de las libertades cívicas, de la democracia y de la tolerancia, aunque seamos intolerantes contra la corrupción, con el juego sucio de los gobernantes y de sus autoridades. El pecado de la revista, su pecado mayor, fue quien sabe ser intransigente con su verdad» FRANCISCO IGARTUA – «ADIÓS CON LA SATISFACCIÓN DE NO HABER CLAUDICADO», EDITORIAL «ADIÓS AMIGOS Y ENEMIGOS», OIGA 5 DE SEPTIEMBRE DE 1995

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LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

«Siendo la paz el más difícil y, a la vez, el supremo anhelo de los pueblos, las delegaciones presentes en este Segundo Congreso de las Colectividades Vascas, con la serena perspectiva que da la distancia, respaldan a la sociedad vasca, al Gobierno de Euskadi y a las demás instituciones vascas en su empeño por llevar adelante el proceso de paz ya iniciado y en el que todos estamos comprometidos.» FRANCISCO IGARTUA - TEXTO SOMETIDO A LA APROBACION DE LA ASAMBLEA Y QUE FUE APROBADO POR UNANIMIDAD - VITORIA-GASTEIZ, 27 DE OCTUBRE DE 1999.

«Muchos más ejemplos del particularismo vasco, de la identidad euskaldun, se pueden extraer de la lectura de estos ajados documentos americanos, pero el espacio, tirano del periodismo, me obliga a concluir y lo hago con un reclamo cara al futuro. Identidad significa afirmación de lo propio y no agresión a la otredad, afirmación actualizada-repito actualizada- de tradiciones que enriquecen la salud de los pueblos y naciones y las pluralidades del ser humano. No se hace patria odiando a los otros, cerrándonos, sino integrando al sentir, a la vivencia de la comunidad euskaldun, la pluralidad del ser vasco. Por ejemplo, asumiendo como propio -porque lo es- el pensamiento de las grandes personalidades vascas, incluido el de los que han sido reacios al Bizcaitarrismo como es el caso de Unamuno, Baroja, Maeztu, figuras universales y profundamente vascas, tanto que don Miguel se preciaba de serlo afirmando «y yo lo soy puro, por los dieciséis costados». Lo decía con el mismo espíritu con el que los vascos en 1612, comenzaban a reunirse en Euskaletxeak aquí en América» - FRANCISCO IGARTUA - AMERICA Y LAS EUSKALETXEAK - EUSKONEWS & MEDIA 72.ZBK 24-31 DE MARZO 2000

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viernes, 10 de abril de 2009

FRANCISCO IGARTUA – EDITORIAL - ¿Quién manda en el Perú? – Revista Oiga 19/12/1994


En el Perú, hoy, el consumo per cápita de alimentos apenas llega a la mitad de lo que se consumía hace veinte años y los peruanos de hoy, que antes tampoco se distinguían por ser buenos lectores –leían apenas un libro y medio al año–, han bajado su lectura a un cuarto de libro al año. Dos datos estadísticos que, pese a todas las limitaciones y distorsiones de esta ‘ciencia’, debiera hacernos dudar del ‘milagro’ peruano pregonado por un régimen que, sin duda, ha hecho mucho más ricos a los ricos –aunque no los haya hecho más lectores– y mucho más pobres y desnutridos a los pobres de siem­pre, añadiendo a la clase media a las legiones de marginados de la lectura y la alimentación. Estamos en un país curiosísimo, en el que crece la riqueza de algunos y donde se prohíbe leer y comer. Y también curarse, porque los enfermos están obligados a pagar 18% de impuesto a la compra de medicinas. Impuesto (IGV) criminal del que tampo­co se libran los libros, los periódicos y los alimentos básicos. Como si matar de hambre y embrutecer a los pobres y á los enfermos –a la mayoría de este país– fuera meta económica racional.

No faltará quien se pregunte ¿por qué no volvemos a los métodos, mucho más eficaces, de los espartanos y, sin más trámites, no eliminamos a los po­bres y a los enfermos, a todo el peso muerto de la sociedad? Eso sí sería récord de eficiencia y sería ésta una nación sólo de ricos.

En lo que la estadística peruana de hoy falla, por falta de datos, es en el terreno de la moralidad. No puede tra­zar sus líneas de alzas y bajas porque, sencillamente, en este régimen no ha sido descubierto oficialmente un solo caso de corrupción, ni ha habido, por lo tanto, un solo castigado. Lo que no quiere decir que la inmoralidad no cam­pee. Ahí están las denuncias de la seño­ra Higuchi que nadie ha querido inves­tigar en serio. Ahí está la termoeléctri­ca de Ventanilla sobre la que los seño­res Okama y Yoshiyama guardan se­pulcral silencio; porque, al decir de los técnicos, no tienen cómo explicar la compra de las dos turbinas de esa plan­ta. Dos turbinas que han costado, al fisco peruano, su peso en oro. Por ahí andan paseándose, alegremente, los picaronazos Susano y Ross, sin que la Fiscalía ni la Contraloría hayan movido un dedo para investigar las puntuales acusaciones que se les hicieron. Ahí está la documentada investigación so­bre las picaronadas del ministro Vittor...y no pasó nada. Sólo se persi­gue –judicialmente– a la socia de Vittor, la señora Kcomt de Figueroa, que no ha sido funcionaria pública y no puede haber cometido, como es lógico, el delito de concusión, del que es acusada por el eficiente gobierno de Fujimori. Ahí está el señor Carlos Suboyama, sembrador de redes eléctricas mal instaladas en los llamados ‘pueblos jóvenes’ y hombre de confianza de un régimen que reparte electricidad, en condiciones que deben ser investigadas y que no ha iniciado una sola obra hidroeléctrica en sus cinco años de gestión. Ahí están de ministros personajes cuyas empresas – ahora en manos de sus hijos o sobrinos– han seguido contratando con el Estado. Ahí está, en cárcel perpetua y en perpetuo silencio el nar­cotraficante Vaticano’, convertido en terrorista por arte de magia, para evitar que en un juicio civil y público denuncie’ a sus cómplices de uniforme en el tráfi­co de drogas. ¿Que no es así la figura? Bueno, que se me demuestre lo contra­rio, porque de los hechos conocidos por la prensa, se deduce lo que arriba está escrito.

Tampoco la estadística nos puede revelar qué tipo de régimen gobierna al Perú de hoy, gobierno responsable de los aciertos de que tanto se vanagloria como de los despropósitos y desver­güenzas apenas esbozados en esta nota. Esto del tipo de régimen que go­bierna el país es tema que se adentra en la oscuridad del secreto militar. Y sobre el que sólo caben especulaciones con base en algunos hechos concretos visi­bles y a la interpretación del lenguaje castrense, tan misterioso como los qui­pus, aunque sea muy ruidoso algunas veces. A ese lenguaje pertenece el paseo de helicópteros del otro día, reali­zado para confirmar al señor general Nicola di Bari en el cargo de comandan­te general del Ejército y jefe del Coman­do Conjunto. Un roncar, desde el aire, igual al que produjeron los tanques en las calles de Lima cuando hubo que ordenar al Congreso que echara tierra al crimen de La Cantuta y, luego, que se viera en el fuero militar y no en el civil y menos en juicio abierto.

Pero; ¿qué es lo que ha quedado probado con estas órdenes dictadas con el ruido de los helicópteros o los tan­ques?... Por lo pronto, demasiado in­fantil es creer que estos movimientos se deban a pugnas internas del régimen. Porque, si las hay, apenas tocan su epidermis. El desfile de helicópteros ha sido más bien otra llamada de atención, esta vez dirigida al ‘presidente’ Fujimo­ri, para que nadie olvide la naturaleza castrense del sistema que gobierna el Perú. La Fuerza Armada, como institución, no dio un golpe de Estado, no rompió la Constitución, para entregar el poder al señor Fujimori y marginarse ella en sus cuarteles. Detrás de ese golpe militar hubo y h ay una logia y un proyecto de veinte años –revelado por OIGA hace mucho tiempo atrás–; una logia en funciones y un plan que está en pleno desarrollo. Parte de ese proyecto es mantener como mascarón de proa del Ejecutivo al señor Fujimori y al ge­neral Nicola di Bari cómo cabecilla de la Fuerza Armada. Ese es el, equilibrio -decidido por el Consejo Estratégico del Estado, que es la logia gobernante, in­tegrada por militares y algunos civiles, obligados a mantener el más absoluto anonimato. El día que el general José Valdivia Dueñas –que, según parece, era uno de sus integrantes– comenzó a dar muestras de querer sacar la cara en conversaciones privadas, selló su salida de la logia. El abortado pronunciamien­to constitucionalista de noviembre del 92 fue el pretexto para poner a Valdivia fuera de los cuadros de mando.

El desfile de helicópteros ha sido otra advertencia al país, incluido Fuji­mori, para que no haya dudas sobre quién manda en el país. Y a ese mons­truo de mil desconocidas cabezas es al que tienen que enfrentarse los candida­tos que compiten en este proceso elec­toral, iniciado desde la partida con car­tas marcadas y jueces ad hoc: Fiscalía, Corte Suprema, Jurado Nacional de Elecciones, Contraloría, comandancias militares y el SIN, que es el sistema que todo lo controla.

¿Cómo enfrentar al monstruo y vencerlo? Sólo será posible levantando el espíritu cívico de las multitudes. Y eso no se logrará con políticos desplaza­dos, ni sin energía en la acción a favor de los pobres, de las clases medias, de los marginados por este gobierno. Tam­poco sin la colaboración de los partidos y las organizaciones populares de todo el país, sobre todo de provincias, del Perú olvidado por Lima.

FRANCISCO IGARTUA – EDITORIAL – ‘Expreso’ tiene razón – Revista Oiga 12/12/1994


Por ahí se dice, y lo dicen muchos, que el país no necesita discursos sino orden, disciplina. Y algunos se animan a añadir: mano dura, o sea, dicho más claro, dictadura. Con lo que, sin duda, apuntan al meollo de los problemas del Perú, que son varios y complejos, pero entre los que destaca el desorden, la informalidad, la disciplina, la falta de respeto a la ley.

¿Tienen, pues, razón lo que esto afirman con convicción que les sale de dentro, del alma, del pecho?... En lo central sí. Es evidente la falta de orden y disciplina entre los peruanos. Pero los muchos que piensan así ponen más pecho que cerebro, al desdeñar el dis­curso, la palabra, el verbo, el principio de todas las cosas. Y de allí se explica que caigan con pasión en el error de confundir dictadura con orden y disci­plina. Si pusieran más atención en el discurso, en la palabra, advertirían pronto que las disposiciones efectivas no son las que parten de la arbitrarie­dad o capricho del hombre en el poder, con don de mando, sino las que ema­nan de la ley, del respeto al orden legal. Y que, por lo tanto, lo que en el país se requiere es que alguien, con don de mando —que es uno de los requisitos indispensables para ser gobernante—, haga respetar la ley, el orden jurídico, que es lo que iguala a gobernantes y gobernados y los obliga a vivir civilizadamente. Así es como se consti­tuye la estabilidad cierta, real, qué es base para el desarrollo. No hay la me­nor duda de que el Perú requiere orden y disciplina. Pero orden y disciplina que partan del respeto ala ley —que ella es la dura— y no de les cambiantes disposiciones dictadas al capricho de un gobernante con don de mando. Qué es lo que, desgraciadamente, está ocu­rriendo en el Perú ahora. Todo en el país, hasta el parchado de las pistas y el recojo de basura, depende de la volun­tad de una persona, que está en el gobierno por mandato no del pueblo ni de un orden legal preestablecido, sino por la voluntad de los militares que impusieron, con los tanques, el 5 de abril del 92, un arbitrario régimen de Reconstrucción Nacional. O sea si lo que en el Perú falta es orden y discipli­na, respeto a la ley, nada hay más contrario a ello que el régimen actual, sujeto a disposiciones legales dictadas por un Congreso hechizo que actúa en función de los caprichos y arbitrarieda­des del o los mandos surgidos del golpe militar del 5 de abril de 1992.

Esta es la verdad monda y lironda. Y así, burlándose del orden legal, no se construye un país estable, ni se educa en el orden y la disciplina a un pueblo que ha hecho de la informalidad su ley.

Pero esta es mi palabra, bastante devaluada entre, los muchos amantes de la mano dura, que no se sabe por qué están tan felices cuando el Perú ha llegado, ahora, a consumir la mitad de los alimentos que consumía hace vein­te años. Y cuando la clase media ha desaparecido o se halla recluida en su casa, a media luz, con el polvo de los muebles y alguna vieja revista de regalo en las manos.

Acudiré esta vez en mi ayuda a ‘Expre­so’, el diario fujimorista por excelencia, en el cual los Ricketts, Rey de Castros y D’Ornellas desahogan sus odios y renco­res de diplomáticos frustrados contra el doctor Javier Pérez de Cuéllar, porque, sin haberles él hecho ningún daño a ellos —quién sabe sí algún favor o alguna atención—, los humilló al llegar él a Secretario General de las Naciones Unidos durante diez años, con una pensión mensual mayor a la de todos sus sueldos juntos en una década.

‘Expreso’ del lunes pasado, en su edi­torial, cerca de uno de los vomitivos de Ricketts contra Pérez de Cuéllar, se que­dó atónito ante la informalidad chicha del discurso de Fujimori en CADE, con maullidos y gruñidos que hubieran sido pifiados en un circo —por malos—, pero que recibieron los aplausos de siempre de los siempre palaciegos hombres de negocios. Y descubre ‘Expresó que el más neoalanista de los expositores del conclave empresarial ha sido el señor Fujimori, que ya adquirió mil camiones para que el Estado compre a los agricul­tores sus productos y los distribuya y venda a los consumidores. Con razón, dice ‘Expreso’ que esto es una locura; que es comenzar a reconstruir el aparato estatal ineficiente; que es resucitar ENCI y ECASA. No revela, sin embargo, el fondo del problema: no dice que son los militares de la revolución del 68, sus herederos, los que están detrás de estas disposiciones estatistas. Tampoco dice que esos militares, los tenientes y capita­nes de la revolución del 68, que son los generales del 5 de abril del 92, han pues­to también sus picas en la compra por el Estado de maquinaria para que el Ejército sea el gran constructor, en competencia desleal y sin vigilancia con los empresa­rios de este ramo, quienes, Igual que en el 68 y en el 85 con Alan García; callan y aplauden a quien los va a ahorcar.

Sin embargo, ha dicho bastante ‘Expreso’ al señalar que Fujimori ha visto la paja alanista en los ojos de los otros y no la viga en los suyos. Pareciera que Expreso ha descubierto, en esos mil camiones ya oficializados en ‘El Perua­no’, cuáles serán las modificaciones al programa económico que hará el go­bierno de la Fuerza Armada y Fujimori, si se queda en el poder.

En lo que también ‘Expreso’ quiere ver un retorno al alanismo es la referencia de Fujimori —un tanto confusa— a que habrá que exonerar del IGV a los alimentos básicos. Y aquí sí está equivocado el diario de Orejuelas de arriba a abajo. Por puro ayatolismo liberal, llega al extremo de afirmar esta barbaridad: que los productores de pollo, huevos y leche no son precisamente pobres y que, por lo tanto, deben pagar el 18% del IGV. ¡No, seño­res de ‘Expreso’ ¡Así no son las cosas! Si esos productores son ricos, que paguen impuestos a la renta, como también de­bieran pagarlos los que se hacen ricos con la enseñanza. Lo que no se debe pagar es el IGV, que es impuesto que recae directamente en los consumidores, que son, en conjunto, los miserables de la cadena. Claro está que sólo cuando se trate, como en todos los países civili­zados y verdaderamente desarrollados, de medicinas, alimentos básicos, educa­ción y cultura (o sea libros, revistas, pe­riódicos y espectáculos artísticos). Nada más, pero también nada menos. No hay una sola actividad en la vida en la que no haya excepciones, que son las que hacen la regla. Negarlas es una especie de paranoia de la modernidad.

Al día siguiente, el martes, más curio­samente todavía, el editorial de ‘Expreso’ se ocupó de la exposición de Javier Pérez de Cuéllar y, también con razón, la llenó de elogios. ¿Le replicarán a ‘Expreso’ los mastines de Fujimori de ‘Expreso’?

Comienza a hacerse muy confuso el trasfondo del panorama electoral.

FRANCISCO IGARTUA – EDITORIAL – “Velasco expropió los medios de comunicación y Fujimori los ha comprado” – Revista Oiga 5/12/1994


Ha dicho la doctora Bozo en Canal 11, y ha dicho bien, que “Velasco expropió los medios de comunicación y Fujimori los ha comprado”. Añadió, para reforzar la frase, la información exacta —por nadie desmentirla— sobre los muchos millones que el Estado ha distribuido entre las distintas televisoras, radios y periódicos, para que éstos cubran sus deudas tributarias; y a los que estaban al día en sus impuestos, el obsequio les servirá como resarcimiento por la injusticia que significaba no haberles considerado desde el comienzo en la operación de salvataje a los medios de comunicación. Se trata de una escanda­losa lotería otorgada a dedo por el gobier­no, con el dinero de los contribuyentes, y que, según racional afirmación de Canal 11, significa que Fujimori, en lugar de expropiar, imitando a Velasco, ha com­prado el favor de los medios de comunica­ción, otorgándoles un desmesurado rega­lo sonante y contante. Por ejemplo —lo puso en pantalla la doctora Bozo—, el Canal 2, que nunca había pagado im­puestos, recibió una bonificación de 8 millones para poner al día sus deudas; y como el Canal 5 protestó con otros por la injusticia, pues alegaba estar al día en sus obligaciones tributarias, el gobierno del señor Fujimori decidió compensarlo obsequiándole 8 millones —igual que al 2— como adelanto de publicidad. Así acabó la guerra de los canales que tal injusticia había generado: Cebándose todos con el dinero no del Estado ni del señor Fujimo­ri, sino de los contribuyentes; que hoy, como en la Edad Media, son los hombres del pueblo los consumidores. Ya que día a día van creciendo los impuestos indirec­tos y disminuyendo los de la renta. Paga impuestos —es sólo otro ejemplo— el que compra un pan, una medicina, un libro, un periódico. Y no pagan tributo alguno las operaciones bursátiles. Y esta injusti­cia verdadera, real, dura como una roca, no llama la atención a nadie. Nadie la corrige y nadie protesta por ella, porque goza de la bendición del Fondo Moneta­rio y de la sacrosanta nueva Biblia: el liberalismo del embudo al revés.

Sin embargo, con ser impactante y cierta, la denuncia de la doctora Bozo en Canal 11, no abarca con amplitud el atentado que contra la libertad de prensa está cometiendo ahora, en el Perú, siste­máticamente, el gobierno del señor Fuji­mori y de la Fuerza Armada.

Primero, discriminando y chantajeando a los medios de comunicación que no le son afectos, poniéndolos al margen en el reparto de la publicidad. Tarea en la que el gobierno de Fujimori y de la Fuer­za Armada recibe el apoyo entusiasta de la derecha empresarial. Canal 11 no tiene un solo aviso del Estado y sufre igual o parecido sabotaje de la empresa privada. Tampoco hay publicidad alguna para OIGA ni parra otros periódicos de la oposición que desagradan a un gobierno que se irrita porque se le recuerda que es producto de un golpe militar y que los tanques tienen tanta influencia como él frente a un hechizo Congreso Constituyente Democrático.

En este punto la coincidencia entre Canal 11 y OIGA es total. Lo que Canal 11 y la doctora Bozo no tocan, quien sabe porque este segundo aspecto del problema no le alcanza a la televisión y carecen de información al respecto, es el impuesto de 18% (IGV) a los insumos y a la venta de los ejemplares de revistas y periódicos. Un impuesto que no existe en la mayoría de los países civilizados del mundo y en- ninguno en ese volumen. Porque no existe libertad de prensa —y aquí el término es preciso­, no hay libertad de prensa cuando se interponen barreras entre lo impreso y los lectores. Y esas barreras pueden ser el cierre o la censura—la famosa mordaza de ayer— o los impuestos aberrantes, que es la mordaza moderna. Con sabotaje publicitario y con 18% de IGV a los insumos y a la venta de los ejemplares —que debe ser cubierto por el productor, ya que los intermediarios (canillitas) son aire, son luz, son viento—, la existencia de las revistas en el Perú es imposible. Subsisten, sobreviven, gracias a precios de tapa delirantes, como es 7 soles por una revista en blanco y negro y con el papel que el impresor tenga a bien utilizar.

Esta es la realidad de la libertad de prensa en el Perú. Por un lado, medios de comunicación comprados con favo­res del gobierno y, por otro, el Canal 11 y uno que otro periódico sostenido por la tradición, el avisaje y la media voz, junto a muy pocos periódicos y revistas de oposición abierta, que apenas sobrevi­ven al sabotaje publicitario y al aberrante 18% de IGV a las ventas y a los insumos. IGV del que también deberían estar li­bres —como en todo país sensato— los alimentos básicos, las medicinas y los libros. ¿Por qué la educación está exceptuada hasta del impuesto a la renta?... Simplemente, porque con recibos del colegio con el 18% de IGV, ahí sí que los votos de Fujimori se los llevaría el aire, sin que nada pudieran hacer los tanques militares para impedirlo.

Pero, al leer estas líneas, el lector se habrá formado la falsa idea de que en el acuerdo del gobierno con los medios de comunicación para cancelar deuda tributaria con avisaje sólo se ha considerado el aberrante IGV, que el productor no puede trasladar al público por estar sometido a la intermediación del inubicable canillita. No. En el acuerdo, en el regalo del Estado a las televisoras y periódicos, han entrado todos los impuestos incluido el de la renta —un impuesto del que, en justicia, nadie debe estar exonerado—, y los de las más insólitas compras en el caso de las televisoras, que sí no pagan, igual que las radios, IGV por los insumos —son las ondas— ni por las ventas de información y comentarios, pues sus programas no tie­nen precio de venta al público.

Desgraciadamente, el ayatolismo li­beral y las deformaciones profesionales de los economistas se han adentrado tan hondamente en nuestra sociedad y, lógicamente, hasta en los periódicos, que muy pocos son los que quieren advertir cómo se atenta hoy contra la libertad de expresión en el Perú: saboteando y chantajeando con el avisaje a Canal 11 y a las revistas y periódicos de oposición, a los que, además, se les agrede con el abe­rrante IGV a los insumos y a la venta de ejemplares. Caso típico, este último, de la moderna inquisición contra la prensa, como lo señaló el Congreso Mundial de Periodistas, en Berlín, hace dos años.

Es una lástima que, cada vez que se pasa lista, haya menos periodistas en el comando de los periódicos y que las anteojeras de ayer —los tabúes ideológicos— hayan sido reemplazados por el tabú económico. ¡Como si la economía fuera ciencia exacta y tuviera Biblia!

(F. IGARTUA)

P. S. Curiosamente, los más fervorosos fujimoristas están muy preocupados por los “errores que está cometiendo la can­didatura de Pérez de Cuéllar”. Se duelen muchísimo “porque el embajador está quedando mal”... ¿No será más bien que, al revés, a pesar de los errores -que existen y habrá que corregir abriendo puertas, apuntando con más energía a las culpas del adversario en la pauperiza­ción del pueblo y no hiriendo a los posi­bles aliados de mañana-, no será que esos fanáticos fujimoristas estén temien­do el triunfo de Pérez de Cuéllar y buscan acercarse a él mostrando su ‘preocupa­ción’ por sus errores?

FRANCISCO IGARTUA – EDITORIAL – ¿Una dictadura informal? – Revista Oiga 21/11/1994


Tras la caída del Muro de Berlín, la política de exclusión, propia de los dictadores, pareció sucumbir definitivamente. En su lugar, los acuerdos políticos, los pactos y las concilia­ciones a nivel institucional exponen una nueva exitosa metodología política, digna de toda sociedad civilizada. Sudáfrica, tras el acuerdo entre Leclerc y Mandela, logra así -pacíficamente- consagrar un Parlamento de veras representativo. En América Latina, Paraguay clausura su casi secular dictadura y Chile inicia con furor cívico el segundo gobierno no de la concertación. México se “aggiorna” y celebra sus primeras elecciones cristalinas. En El Salvador, un pacto po­lítico garantiza el proceso electoral y neutraliza las pasiones de una sociedad que vivía en encarnizada guerra civil. Argentina y Bolivia emprenden exitosos pactos políticos para realizar reformas constitucionales sin alterar en orden constitucional ni la continuidad política. En Colombia, el M-19 depone las armas y accede a la legalidad por la vía de una Asamblea Constituyente. Brasil y Venezuela deponen a sus respectivos manda­tarios (Collor y C.A. Pérez), mediante métodos constitucionales y amplio deba­te público. Antiguos dictadores, como el boliviano García Meza, tienen abiertos procesos de extradición. Otros, como Videla o Noriega, purgan sus responsa­bilidades en las mazmorras. En Guate­mala, aborta un insólito golpe de Estado comandado por el presidente Constitu­cional, quien hoy es objeto de persecu­ción. América Latina exhibe, así, una etapa de veras inédita para un continen­te considerado inferior, incapaz de afir­mar un orden democrático.

En ese extenso panorama de conti­nuidad institucional y de acuerdos políti­cos permanentes, hubo dos excepciones que enlutaron la democracia latinoamericana: Haití -cuyo golpe fue condenado por nuestra diplomacia- y el Perú. Pero, tras el pacífico derrocamiento de Cedras y el feliz retorno de Aristide, Haití puede incorporarse en este dominó democráti­co. El lunar negro queda monopolizado por el Perú de Fujimori.

-Pero Fujimori no es un dictador....

-No lo es. Claro que no. Fujimori es un hombre respetuoso de la Constitución y de las leyes. Es un hombre dialo­gante y predispuesto a los pactos políti­cos y a los entendimientos. Es incapaz de ofender a los adversarios políticos ni de injuriar a ciudadanos indefensos. Nunca usurpa las funciones de un juez o de un fiscal. Es respetuoso de la autonomía municipal e incapaz de secuestrarle las rentas al Concejo Provincial de Lima. Seria impensable que vuelva a disolver el Congreso o que acepte –calladamente las arbitrariedades de los militares. Es incapaz de abusar del poder para reele­girse...

-Bueno, pero todos esos son asuntos muy ‘formales’...

Tras la caída del Muro de Berlín, los moldes ideológicos que impedían forta­lecer los consensos democráticos fueron sumariamente ejecutados, en un gran triturador de papeles. La reflexión de­mocrática amplía a sus interlocutores. Atrás, muy atrás quedó aquella lastimosa monserga marxista, que denigraba a los regímenes democráticos, como mera­mente ‘formales. Esta nueva tendencia tiene epígonos importantes en el Perú. Caso interesante es el del novísimo So­cialismo Democrático, que conforma la denominada ‘izquierda arrepentida (Ta­pia, Lynch, A. Delgado, Adrianzén, etc.). Renovando su lenguaje, asumen la de­mocracia como lo que siempre fue: un conjunto de métodos, procedimientos e instituciones. Y combaten resueltamen­te todo pretendido cuestionamiento en nombre de ese antiguo handicap a los dictadores: ofrecer una ‘democracia real’.

De pronto, contrariando esta tenden­cia universal (que no permite confirmar cierta globalización de la democracia), en el Perú, alguien está interesado en repetir esas viejas monsergas. Acusa a la democracia de ‘formal’. Y lo hace una y otra y otra vez más. Lo peor es que tal anacronismo no proviene de un ideólo­go de izquierda, ni de un militante del marxismo supérstite. No es tampoco un senderista de la rama ‘Feliciano’ ni es una clandestina proclama que anuncia la aparición de un nuevo movimiento guerrillero. Ese personaje que denosta las ‘formalidades’ de la democracia es el mismísimo señor Fujimori. Sí. El del 5 de abril. El de la convivencia en el Pentagonito. El de las cartas para Abimael y la prisión: para Salinas Sedó. Y sus dicterios antidemocráticos los lanza impunemente, desde las altas cumbres del poder, apoyándose en las televisoras y radios que son sus tan inútiles megáfonos.

Hay quienes han protestado ante la gentileza hacia la señora democracia que pregona este caballero tan autoritario. Hay quienes han emprendido ya -aguerridamente- la crítica de la crítica. Otros, han demostrado justificada alarma ante los arrebatos que estas palabras puedan vaticinar. Hasta la víspera elec­toral, que en el Perú tiene hoy mucho más de víspera que de electoral se ha puesto a temblar, preocupada por su destino. Vamos: que no es para tanto. ¿En verdad alguien se sorprende por esta invectiva contra los regímenes democráticos? No. No es para tanto. En el Perú necesitamos claridad, mayor trans­parencia entre deseos e intenciones y nada mejor para la pedagogía ciudadana y para el porvenir de nuestras costum­bres políticas, que este carné de identi­dad. El tiburón también muere por la boca.

Su árbol genealógico tiene ramas co­nocidas. Y algunas verdes, muy verdes: color uniforme. Déjenlo, pues, hablar. Y que se sienta como en la familia, esfor­zándose por recoger aquellos mismos pretextos que blandieron con perverso éxito dictadores como. Leguía, Odría o Velasco. Todavía no ha bautizado su ‘fujicracia’. Lamentablemente, no podrá llamarla ‘Patria Nueva’, ni podrá exhibir­la como una ‘democracia social de parti­cipación plena’, aunque así lo proclame el servil CCD. Esos cuentos, lamentable­mente, ya están patentado INDE­COPI.

¡Ay! Y tampoco diga que la democracia no se come. Porque, en verdad, hubo, quien –hace dos años– se la ingirió de un bocado.

FRANCISCO IGARTUA – EDITORIAL – La decencia de un político tradicional – Revista Oiga 7/11/1994


Tenía el ánimo listo para volver a tocar el tema electoral. Puntualizar que, esta vez, el fraude no va a significar una pillería que quedará impune y apenas servirá para distraer un tiempo las conversaciones de los peruanos. Esta vez el fraude -que sí se está tejiendo desde hace me­ses— significará que no habrá eleccio­nes. Que el país quedará en el limbo. También pensaba extenderme en la necesidad de que, desde ahora, comience, la vigilancia internacional del proceso; así como en la obligación dé no escoger, un candidato como en juego de tómbo­la. Todas las elecciones son serias, pero hay momentos y circunstancias que las hacen más importantes, que les dan mayor responsabilidad. En este caso, se trata de evitar la reelección, no por el continuismo en sí, sino porque este sis­tema, aquí en el Perú y en toda América Latina, ha sido nefasto. Ha transforma­do el autoritarismo en tiranía y ha abierto las puertas a la corrupción desenfre­nada. Esa es nuestra historia, es la cá­mara del tiempo en la que debemos vernos. Pero más todavía, las circuns­tancias del momento no pueden desli­garse de la estructura del actual régi­men: un gobierno de apariencia civil que se sustenta en la fuerza partidaria del Ejército, o sea un partido con metralle­tas, tanques y cañones. Para enfrentar­se al candidato del Ejército y de la extre­ma derecha, que eso es el señor Fujimo­ri, además de político listo y con signifi­cativa obra hecha, no puede escogerse un boxeador de peso pluma o mediano. Se requiere de un peso pesado, con experiencia, con apoyo en su fuerza propia y la que le da su fama y relaciones internacionales. El emplazamiento al Jurado Nacional de Elecciones y al jefe del Comando Conjunto Militar —puede el doctor Muñoz Arce suavizar el térmi­no como quiera— no es el emplazamien­to de un candidato cualquiera, sino de un candidato que fue, en dos períodos, Secretario General de las Naciones Unidas. Es el emplazamiento de alguien a quien hacerle fraude significará el que no haya elecciones.

Y cuando, pensaba continuar con este importantísimo tema, me alcanzó las siguientes paginas: Jesús Reyes. Tratando de algo vital, aún más serio que las elecciones mismas y que cada vez se toma “menos en cuenta en un país donde la mentira y el engaño a nadie alarma y hasta son calificados de virtudes políticas”. Se trata de una moral pública. De la decencia de las personas. De un homenaje a un peruano que hizo patria –por desgracia inútilmente si miramos alre­dedor- siendo un hombre decente. Habla la nota de José María de la Jara Ureta, vinculado a estas páginas y a mis actividades periodísticas desde hace más de cuarenta años.

F.I

Hijo, nieto, descendiente de hom­bres públicos que en su oportuni­dad sirvieron a la nación, podría decirse que José María de la Jara y Ureta era un político tradicional. Perseguido, encarcelado y deportado por la dictadu­ra militar, al retornar la democracia fue llamado por el primer ministro Manuel Ulloa Elías para integrar el primer gabi­nete ministerial del segundo gobierno del presidente Fernando Belaúnde.

A José María de la Jara se le puso en el puesto más difícil del nuevo gobierno: el de ministro del Interior, cargo que por primera vez era desempeñado por un civil, en momentos en que hacia su apa­rición Sendero Luminoso, en medio de una grave conmoción social generada por el fracaso de los militares en el ejercicio del poder.

Al jurar el cargo, De la Jara prometió que renunciaría en el momento en que en el Perú las fuerzas del orden cometie­ran excesos y derramaran sangre de peruanos. El 12 de octubre de 1981; se produjo una manifestación en el Cusco, en protesta por el alza de pasajes; la policía detuvo al estudiante Marco An­tonio Ayerbe Flores (19) y lo torturó hasta provocarle la muerte. De la Jara exigió una severa investigación y, como consecuencia de ella, le entregó la banda ministerial al presidente Belaúnde y se fue a su casa.

El gesto de José María de la Jara causó asombro en algunos sectores, consternación entre sus partidarios y admiración entre adversarios políticos. Un hombre de izquierda, el historiador Pablo Macera, dijo “El señor De la Jara ha introducido en el ministerio del Interior un factor muy difícil de ver actuando en la política de cualquier país – no sólo en la política peruana–, que es la decencia personal. Nosotros podemos diferir del ministro del Interior, pero tenemos que agradecerle que de algún modo uno pueda decir que en un puesto habitualmente tan desagradable y coercitivo haya un hombre decente, que cuando salga de allí podré decir que continúa siendo un hombre decente”.

Es oportuno recordar el gesto que tuvo este político tradicional en momen­tos como el que vivimos en que los pícaros que han asaltado el poder ejer­cen la política con patente de ‘indepen­dientes’ y, sin ruborizarse, se esconden bajo su concha para no asumir lo que en todas partes del mundo se conoce como ‘responsabilidad política’.

El ministro Vittor fue obligado a re­nunciar por la presión de la prensa independiente que detectó sus relaciones comerciales con los beneficiarios del soborno del BCCI y puso al desnudo los negociados de su empresa constructora con el gobierno; pero hay otros como el ministro Carnet descubierto favorecien­do las empresas de sus hijos; o como el ministro Hokama involucrado en el negociado de las turbinas de Ventanilla; o el ministro Briones responsable de la fuga de Carlos Manrique, que se resisten a renunciar a sus cargos “porque tienen la confianza del presidente”.

¡Que buena excusa para esconder su falta de decencia política!
J.R.M.