Moción presentada por Francisco
Igartua, en el II Congreso Mundial de Colectividades Vascas, Vitoria Gasteiz,
27 de octubre de 1999
Señores y Señoras, o si se quiere al revés para no ser
catalogado de vejestorio y de machista.
Aunque no me corresponde, quisiera que mi voz fuera la voz de
todas las delegaciones que dan vida a este Segundo Congreso de la Diáspora
Vasca, a las que invito a firmar la moción que se les ha alcanzado, moción de
respaldo y aplauso al proceso de paz que se va desarrollando desde hace algún
tiempo en Euskadi o Euskalerria, en la Patria de todos los vascos, y que
esperamos culmine con la victoria de la paz, por muy largo que sea el tiempo
que esta tarde y a pesar de los aleves obstáculos que se le han ido y se les
irán poniendo.
Los delegados aquí presentes hemos llegado a Gasteiz
satisfechos al ver a las fuerzas nacionalistas en un frente común y también con
dos sentimientos encontrados, los dos vinculados a un mismo tema: el de la paz.
Vemos con alegría, por un lado, que la voluntad de paz no ha decrecido en el
conjunto de la sociedad vasca ni en el Gobierno de Euskadi y nos entristece,
por otro, advertir que con frecuencia se cae en el juego de los provocadores
que actúan desde el poder central, respondiéndoles a estos con infantil
violencia callejera. Sin querer –es de suponerlo– las calles colaboran así con
la provocación y resultan atentando también ellas, con irracional contra esa
paz. Contra la paz, que es el supremo regalo que los cielos tienen reservado
para los pueblos.
Esta es una apreciación hecha con la serenidad que la
distancia y, gracias a nuestra Telebista, con algún conocimiento de los
vaivenes del proceso de paz que se inicio en época del Lehendakari Ardanza y
que hoy continúa bajo la tutela del Lehendakari Ibarretxe.
Desde el primer momento entendimos que la paz,
necesariamente, tenía que ser producto no de la eliminación de una de las
partes del conflicto sino de la conciliación entre todos los involucrados en el
problema vasco, problema real, concreto, a pesar de todas las confusiones
montadas por los enemigos de la diferenciación vasca, confusiones que han
rodeado al problema desde muy antiguo y le siguen rodeando hoy.
Pero este punto, el de la indubitable identidad de lo vasco,
es tema que tocare después.
Por ahora, pidiendo disculpas por la intromisión en asuntos
internos de la política vasca que, sin embargo, no deja de ser familiar, para
muchos de nosotros, centrare la atención en la necesaria conciliación entre
adversarios como basamento cierto de una paz, que sea paz y no entreacto a la
espera de otra guerra, tal como lo plantea la Declaración de Lizarra. El
ejemplo que al respecto está dando Europa es concluyente.
Su unidad actual es producto del entierro de agravios
centenarios, del olvido de cientos de millones de muertos y de destrucciones
sin cuenta, de voltear y voltear paginas de crueldades horripilantes, con el
convencimiento de que victorias y derrotas no han hecho otra cosa que abrir
tumbas… Hoy, gracias a los múltiples perdones de una y otras, las naciones
europeas han logrado unificarse con mucha mayor consistencia que en épocas
medievales, cuando el latín era el idioma del continente y el ingles –la
antigua lingua franca del mundo– estaba por nacer… Así, con cimientos viejos,
meditados perdones de lo pasado y la mirada puesta en el futuro, esa Europa que
nunca dejo de ser continente de pueblos más que de naciones ha logrado la
solida paz con la que va naciendo el próximo milenio… ¿Por qué, por tanto, la
paz de Euskadi tiene que construirse con la humillación de una de las partes
del conflicto?... Actuar de semejante modo no es actuar con voluntad de paz
sino de guerra.
No podrá haber paz si la prepotencia, la irracionalidad o la
violencia –cualquier violencia, aun la que fuera justificada– se seguirán
interponiendo al dialogo abierto en el que la sensatez, el realismo y la
madurez histórica debieran ser la brújula para la conciliación de las
discrepancias. No buscan la paz sino la guerra los que, desde el poder central,
no admiten otra solución que la de ellos y se dedican a provocar a los vascos.
Y tampoco tratan de encontrarla los que, delirantes, suponen que el agravio y
la acción destemplada contra los otros puede generar algo que no sea acrecentar
los odios y alimentar internas amarguras. No advierten estos que darse de
cabezazos contra la pared no despierta el raciocino, lo entumece. Semejante
actitud es pueril e infecunda, aparte de ilusa, inspirada en fantasiosas
utopías. No es enriquecedora de nuestra identidad, de nuestra diferenciación.
De una personalidad real, cierta, que viene ininterrumpida desde siglos atrás.
La identidad vasca no nace, como dicen los que la niegan, de
un capricho o invención de unos señores bilbaínos casi contemporáneos nuestros.
Si nada más que eso hubiera sido el sentimiento vasco de identidad ya habría
desaparecido con el desarrollo de la modernidad. Y la verdad, lo estamos
comprobando una vez más, con esta asamblea, no es como la personalidad, la
diferenciación de los vascos, continua hoy tan robusta como cuando las tribus
de Euskal Herria resolvían sus problemas bajo un árbol y constituyeron el reino
de Navarra. Luego esa identidad se marco en Fueros y, en las lejanas tierras de
América, en Cofradías –casi todas bajo la advocación de la virgen de Aranzazu;
cofradías del siglo XVII que fueron el embrión de las actuales Euskaletxeas que
nosotros representamos hoy en este Congreso.
También se dice entre los otros que el mestizaje borrara la
identidad vasca. Pero la verdad es que, aparte de que los vascos nunca dejaron
de mestizarse, esta es una tesis tan igual a la de quienes aseguraran que con
la globalización se acabaran las naciones y hasta los gobiernos, dejando paso a
la creencia de que los gobiernos del futuro serán los directorios de las
empresas transnacionales… A lo que se podría añadir las posibilidad de que el
mundo termine habitado por seres clonado, totalmente indiferenciados y, por lo
mismo, absolutamente aburridos… quien sabe tanto como los angelitos del cielo.
Sin embargo, aunque no sea imposible que los hombres terminen
que condenados a ese supremo aburrimiento, tan tétrico destino estaría todavía
perdido en un futuro… Mientras tanto, gozan de buena salud las naciones y los
pueblos que respetan su identidad y sus tradiciones, enriqueciendo con sus
pluralidades al ser humano.
En tal afirmación de lo propio, de nuestra diferenciación,
estamos comprometidos los vascos. Pero esa identidad vasca no se preservara con
insensatos bombazos de replica a las provocaciones –aunque la perversidad de
estas parecieran justificarlos–, ni agrediendo en las paredes de nuestras
ciudades a la otredad. Nuestra identidad se hará mas fuerte afirmando los
valores de lo vasco, no odiando a los otros, porque odiando solo se logra
acrecentar odios y alimentar amarguras. Se hace patria no cerrándonos,
integrando al sentir, a la vivencia de la comunidad euskaldun, la pluralidad de
los logros vascos. Por ejemplo, asumiendo como propio el pensamiento de las
grandes personalidades vascas, aun las que sean divergentes a la opinión
abertzale. ¿Es acaso inteligente despreciar el aporte a la vasquidad de
personalidades universales como Unamuno, Baroja, Maeztu?... Y no se diga, por
sus paradojales arbitrariedades –en todo caso muy euskaldunes–, que no era
vasco quien como Unamuno se precio de serlo afirmando “y yo lo soy puro, por
los dieciséis costados” y quien, mas tarde, al término de sus días terrenos,
enfrentándose a Millán Astray, el bárbaro adalid de la soldadesca franquista,
ratifico su condición de vasco, reaccionando “ante la afrenta personal que
implica la repentina explosión de insultos a los vascos y catalanes” y
respondiendo “Yo soy vasco. Nací en Bilbao… Don Miguel de Unamuno no replico
con insultos a los insultos sino afirmando su identidad. Para mí, el maestro se
comporto con valor de vasco y con inteligencia.
Muchas más divagaciones podríamos añadir a las aquí escritas,
pero el tiempo es oro y mis palabras barro.
Concluiré comentando que la entrevista concedida el viernes a
todos nosotros por calificados representantes de los tres partidos
nacionalistas de Euskadi, me complacieron por ver, por fin juntos a los
políticos vascos y orientados en una misma dirección de paz. Sin embargo, las
clarísimas y brillantes exposiciones de los señores Otegi, Egibar y Larreina
sobre la declaración de lizarra no hacen innecesarias la ardorosa invocación a
la cordura de estas mis palabras con las que fundamenta la moción de respaldo y
aplauso a quienes iniciaron y a quienes continúan el proceso de paz en el que
todos los vascos del mundo estamos esperanzados.
Muchas gracias.
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Declaración Preliminar / Inicial
«Siendo la paz el más
difícil y, a la vez, el supremo anhelo de los pueblos, las delegaciones
presentes en este Segundo Congreso de las Colectividades Vascas, con la serena
perspectiva que da la distancia, respaldan al Gobierno de Euskadi en su empeño
por llevar adelante el proceso de paz ya iniciado con acierto por el
Lehendakari José Antonio Ardanza y continuado con decisión por el actual
Lehendakari Juan José Ibarretxe.»
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Declaración Preliminar / Final
«Siendo la paz el más
difícil y, a la vez, el supremo anhelo de los pueblos, las delegaciones
presentes en este Segundo Congreso de las Colectividades Vascas, con la serena
perspectiva que da la distancia, respaldan a la sociedad vasca, al Gobierno de
Euskadi y a las demás instituciones vascas en su empeño por llevar adelante el
proceso de paz ya iniciado y en el que todos estamos comprometidos.»
Texto sometido a la aprobación de la Asamblea por el Sr. D.
Francisco Igartua y la delegación peruana, y que fue aprobado por unanimidad -
Vitoria-Gasteiz, 27 de octubre de 1999
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© Pedro Oyanguren, 1999 – © Fondo Editorial Revista Oiga, 2012
«Siendo la paz el más difícil y, a la vez, el supremo anhelo de los pueblos, las delegaciones presentes en este Segundo Congreso de las Colectividades Vascas, con la serena perspectiva que da la distancia, respaldan a la sociedad vasca, al Gobierno de Euskadi y a las demás instituciones vascas en su empeño por llevar adelante el proceso de paz ya iniciado y en el que todos estamos comprometidos.»
ResponderEliminarTexto sometido a la aprobación de la Asamblea por el Sr. D. Francisco Igartua y la delegación peruana, y que fue aprobado por unanimidad - Vitoria-Gasteiz, 27 de octubre de 1999
Al cabo de años:
ResponderEliminarRescatamos Histórico Mensaje por la Paz
Lo pronunció en 1999 el periodista peruano-vasco Francisco Igartua en el II Congreso Mundial de las Colectividades Vascas
Donde hay dos vascos siempre hay un debate en busca de la verdad, y con mayor razón si es un Congreso. En el II Congreso Mundial de las Colectividades Vascas realizado en 1999 en Vitoria-Gasteiz en Euzkadi, País Vasco, el periodista peruano-vasco tuvo una notable intervención en medio del camino a veces difícil para encontrar la paz. Fue una reflexión sincera, un análisis profundamente humano, al punto que sus frases traducidas en una moción calaron hondo y fueron aprobadas por unanimidad por la asamblea. Teníamos noticia de ello por boca de otros concurrentes, como Josu Legarreta y Pedro Oyanguren, pero no acceso al texto de ese notable discurso. Fue Oyanguren, quien es un dedicado cultor de la amistad, quien resolvió esta falencia. Buscando en sus archivos, ubicó una copia de esa intervención, que le había sido proporcionada por el propio Paco Igartua, con sus correcciones y adiciones manuscritas incluso, y ha tenido la generosidad de proporcionárnosla. Podemos decir por ello que se trata de un documento histórico, que todo vasco pensante debe conocer. Es, creemos una especie de testamento para el futuro, en el cual Igartua muestra su permanente vocación de encontrar soluciones, su posición de unir en vez de dividir, de sumar en vez de restar. Fue por ello que fue depositario del aprecio general de sus pares en los dos congresos mundiales vascos en que participó. Agradeciendo, por supuesto al señor Pedro Oyanguren quien lo guardó celosamente tras recibirlo del propio Igartua, compartimos con ustedes este documento histórico.