PEDRO
PLANAS SILVA
EDITORIAL
"Cómo
terminan las democracias"
Revista
Oiga 28/11/94
Hace
algunos años, Jean Francois Revel publicó un libro titulado 'Cómo terminan las
democracias'. Por el título, algunos apresurados imaginaron que sus páginas
registraban todo un manual para el perfecto golpista. Grande fue el chasco. Ahí
Revel advertía, por el contrario, respecto a cómo los dictadores inventan un
enemigo externo o un enemigo interno para justificarse en el poder por largos
años. Pero, en nuestros tiempos nublados, no es difícil imaginar las
recomendaciones que traería un manual de tal envergadura:
Entre
al poder por medios legales. La gente cree que' un dictador es solamente aquel
que derroca a un presidente electo por el pueblo. Si usted es Presidente
Constitucional, quedará libre de sospechas. Si usted es militar y quiere
realizar un proyecto de veinte años, tome como rehén al Presidente
Constitucional. Y ofrézcale poder, mucho poder, y por muy largo tiempo. Verá
como acepta.
Planée
cuidadosamente su golpe de Estado, injuriando sistemáticamente a sus opositores
y a instituciones representativas como el Parlamento. Provoque las iras
populares contra ellos. Usted no es un demócrata y gobernará con una cúpula
cerrada. Pero no se preocupe: nadie se quejará. Acuse a los partidos políticos
de ser una cúpula, aunque no tengan poder. Así gana tiempo y el desprestigio
que caerá sobre ellos redundará en su beneficio.
Asegúrese
el control de los poderes fácticos, principalmente del Ejército y del
empresariado. Apenas tenga sus incondicionales en el Ejército, modifique el
estatuto institucional para perpetuarlos en su proyecto de largo plazo. De los
empresarios, ni se preocupe. Invítelos a viajar con usted por Oriente y
Occidente. Serán todos suyos.
Cuando
ejecute su golpe de Estado, invente un nuevo término que impida asociar su
régimen con una dictadura. En algunos países, el periodismo tiene vocación de
papagayo y hará solo el papel. Podría denominarlo 'autogolpe'. Así, usted
aparecerá como supuesta víctima del golpe y la media voz de periodistas y
analistas se sentirá a gusto, pues no quieren incomodar sus conciencias
denunciando la verdad. También puede denominarse, simplemente, "los
sucesos del 5 de abril".
Contra
los críticos del golpe de Estado, apele a argumentos nacionalistas. Diga que
esos cuestionamientos al golpe "perjudican la imagen del país". Usted
sabe bien que su golpe fue el causante de la mala imagen, pero como la gente
acepta el hecho consumado, acusará fácilmente de antipatriotas a quienes lo
intenten criticar.
Prometa
que usted traerá una 'nueva democracia'. Aunque es un viejo pretexto, empleado
por los dictadores de todas las estirpes, hay países de precaria cultura
democrática en los que todavía tiene éxito. No se olvide: cada vez que prometa
esta 'nueva democracia’, critique ácidamente a la anterior. Siempre encontrará
solícitos columnistas que se harán eco de sus discursos.
Busque
disimular la ilegitimidad de su cargo con cierto apoyo popular. Apele a
mecanismos psicosociales de 'propaganda y, sobre todo, realice un festival de
encuestas que lo favorezcan. Usted sabe que la democracia es pluralidad y que
la soberanía es propia de monarcas tipo Luis XIV. Pero, como nadie repara en
estas sutilezas, usted, gracias R las encuestas, se perfilará como un augusto
Emperador.
De
nada le servirá su golpe de Estado si es que no intenta copar las instituciones.
Para ello, agite el espejismo constitucional. Reclame la elaboración de un
nuevo texto constitucional. Cope el Parlamento, el poder Judicial, la
Contraloría, la Fiscalía y toda otra institución que tenga olor a
fiscalización. y no se olvide de aprobar la reelección presidencial. Aunque sea
por un período. Después, en su segundo mandato, podrá colocar la reelección
indefinida.
Tenga,
para su uso personal, un doble gobierno. Para el exterior, tendrá ministros,
que no necesitará reunir. Pero su verdadero equipo de gobierno será otro. Tenga
a un familiar suyo -si es su hermano, mejor-, como máxima figura de la
administración pública, encargado de nombrar funcionarios, instruir a los
ministros y dirigir y cobrar las licitaciones. Como no tendrá cargo conocido,
él estará libre de todo control y de cualquier denuncia. Deje, incluso, que
suplante su rúbrica en los decretos supremos y en las resoluciones. Usted debe
dejar de gobernar para entrar en campaña. Así se mantendrá en permanente olor
de multitud.
Para
preparar su estrategia de campaña permanente, invente una estructura especial.
Podría ser un ministerio. En ese caso, para evitar suspicacias, suprima otro
ministerio, que no considere útil, como el de Vivienda. Si quiere intensificar
el efecto publicitario, denomínelo 'Ministerio de la Presidencia', pues así la
gente lo asociará inmediatamente con usted. Y verá que, con el tiempo, hasta
los periodistas más críticos, se acostumbrarán a convivir con tal estructura
ministerial, cuya verdadera utilidad sólo usted conoce.
Usurpe
las funciones que corresponden a los gobiernos regionales y a los municipios.
Esos son los problemas más cercanos de la población. inaugure y pinte escuelas
y haga oídos sordos si es que le recuerdan el grave problema de la deserción
escolar. Construya carreteras, pistas, plazas y parques. Arregle el agua y el
desagüe. Así, no tendrá ningún competidor de su nivel. Y cada vez que visite
los poblados, no se olvide de Ilevarles obsequios y de ofrecerles mucho más
para otra oportunidad. Pregúntele a los pobladores si quieren que usted vuelva.
Le dirán que sí. Y así lo tendrán siempre muy presente.
Use
almanaques como publicidad personal. Repártalos usted mismo, persona por
persona. En lugares muy poblados, que lo ayude alguna autoridad civil o
militar. No importa los meses del año en que usted reparta el almanaque. Lo que
importa es su rostro. Esta excelente táctica publicitaria le rindió grandes
beneficios a Napoleón. El repartió almanaques con las efemérides napoleónicas y
los ciudadanos los colgaron en parte visible de sus casas. Así, el día de la
elección, salieron de casa sabiendo por quién votar. Si usted está en un país
civilizado, no emplee recursos públicos, porque sería delito (malversación) y
le traerá graves problemas. Si gobierna en un país donde la gente acepta
fácilmente sus atropellos, utilice impunemente los fondos públicos. No sea
tonto. ¿Quién lo va a fiscalizar? ¿La Contraloría que usted maneja? ¿El CCO?
No
se olvide de las formalidades. Ofrezca garantías electorales. Asegúrese que
compitan con usted tres, ocho o diez candidatos. Nadie podrá competir contra
sus métodos publicitarios, si es que usted sigue paso a paso estas
recomendaciones. Los candidatos serán sus mejores aliados. Y su triunfo tendrá
legitimidad.
Si
su nuevo Parlamento le resulta adverso, es porque ha habido alguna falla en la
aplicación de estas instrucciones. Pero, no se preocupe. Tiene usted tiempo.
Repase estas instrucciones y aplique, contra ese nuevo Parlamento, las
recomendaciones primera y segunda.
Hasta
ahí el apretado resumen de este manual del perfecto dictador. Un manual que, en
estos tiempos nublados, no resultaba tan difícil de imaginar.