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DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA

DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA
FRANCISCO IGARTUA CON DORIS GIBSON, PIEZA CLAVE EN LA FUNDACION DE OIGA, EN 1950 CONFUNDARIAN CARETAS.

«También la providencia fue bondadosa conmigo, al haberme permitido -poniendo a parte estos años que acabo de relatar- escribir siempre en periódicos de mi propiedad, sin atadura alguna, tomando los riesgos y las decisiones dictadas por mi conciencia en el tono en que se me iba la pluma, no siempre dentro de la mesura que tanto gusta a la gente limeña. Fundé Caretas y Oiga, aunque ésta tuvo un primer nacimiento en noviembre de 1948, ocasión en la que también conté con la ayuda decisiva de Doris Gibson, mi socia, mi colaboradora, mi compañera, mi sostén en Caretas, que apareció el año 50. Pero éste es asunto que he tocado ampliamente en un ensayo sobre la prensa revisteril que publiqué años atrás y que, quién sabe, reaparezca en esta edición con algunas enmiendas y añadiduras». FRANCISCO IGARTUA - «ANDANZAS DE UN PERIODISTA MÁS DE 50 AÑOS DE LUCHA EN EL PERÚ - OIGA 9 DE NOVIEMBRE DE 1992»

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«Cierra Oiga para no prostituir sus banderas, o sea sus ideales que fueron y son de los peruanos amantes de las libertades cívicas, de la democracia y de la tolerancia, aunque seamos intolerantes contra la corrupción, con el juego sucio de los gobernantes y de sus autoridades. El pecado de la revista, su pecado mayor, fue quien sabe ser intransigente con su verdad» FRANCISCO IGARTUA – «ADIÓS CON LA SATISFACCIÓN DE NO HABER CLAUDICADO», EDITORIAL «ADIÓS AMIGOS Y ENEMIGOS», OIGA 5 DE SEPTIEMBRE DE 1995

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LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

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LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

«Siendo la paz el más difícil y, a la vez, el supremo anhelo de los pueblos, las delegaciones presentes en este Segundo Congreso de las Colectividades Vascas, con la serena perspectiva que da la distancia, respaldan a la sociedad vasca, al Gobierno de Euskadi y a las demás instituciones vascas en su empeño por llevar adelante el proceso de paz ya iniciado y en el que todos estamos comprometidos.» FRANCISCO IGARTUA - TEXTO SOMETIDO A LA APROBACION DE LA ASAMBLEA Y QUE FUE APROBADO POR UNANIMIDAD - VITORIA-GASTEIZ, 27 DE OCTUBRE DE 1999.

«Muchos más ejemplos del particularismo vasco, de la identidad euskaldun, se pueden extraer de la lectura de estos ajados documentos americanos, pero el espacio, tirano del periodismo, me obliga a concluir y lo hago con un reclamo cara al futuro. Identidad significa afirmación de lo propio y no agresión a la otredad, afirmación actualizada-repito actualizada- de tradiciones que enriquecen la salud de los pueblos y naciones y las pluralidades del ser humano. No se hace patria odiando a los otros, cerrándonos, sino integrando al sentir, a la vivencia de la comunidad euskaldun, la pluralidad del ser vasco. Por ejemplo, asumiendo como propio -porque lo es- el pensamiento de las grandes personalidades vascas, incluido el de los que han sido reacios al Bizcaitarrismo como es el caso de Unamuno, Baroja, Maeztu, figuras universales y profundamente vascas, tanto que don Miguel se preciaba de serlo afirmando «y yo lo soy puro, por los dieciséis costados». Lo decía con el mismo espíritu con el que los vascos en 1612, comenzaban a reunirse en Euskaletxeak aquí en América» - FRANCISCO IGARTUA - AMERICA Y LAS EUSKALETXEAK - EUSKONEWS & MEDIA 72.ZBK 24-31 DE MARZO 2000

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viernes, 1 de mayo de 2009

FRANCISCO IGARTUA – EDITORIAL – Cediendo la palabra a un argentino – Revista Oiga 12/06/1995


¿Qué decir viendo lo que ocurre a nuestro alrededor? ¿Cómo no quedar anonadados observando al Parlamento autolimitar sus prerrogativas en beneficio del señor presidente, haciendo exactamente lo mismo -guardando las distancias-que hizo el Parlamento alemán con Hitler? Y no se me replique que pronto jurará un nuevo Congreso, por­que lo que viene es exactamente el mismo CCD, corregido y aumentado en genu­flexiones al Ejecutivo.

-Porque así lo ha querido la voluntad del pueblo -responderán muchos-.

Lo que es cierto. Pero no olvidemos que la voz de la mayoría no es la verdad suprema. No es la voz de Dios. Ni siquie­ra es lo esencial de la democracia. Para Que un gobierno elegido popularmente sea una auténtica democracia deberá añadir a esa legítima credencial dada por los votos, el aliento a la pluralidad y el respeto a las minorías, el fortalecimiento de las instituciones y el acatamiento al orden jurídico preestablecido, reforma­ble no en función de los apetitos del gobernante sino de las necesidades de las mayorías y con normas a futuro cuando se trata de ampliar mandatos.

¿Cómo expresar nuestro asombro al ver al jefe de Estado haciendo abluciones mágicas, rociándose las espaldas “y el pechito” con los enjuagues de los brujos y corriendo el riesgo de coger una pul­monía al bañarse en las heladas lagunas de una hechicería? ¿Hizo todo aquello por juego, por divertirse, por seguir lla­mando la atención y permanecer en el centro de la noticia o por cumplir con ritos en los que cree?... ¡Cosa curiosa! Hitler también creía en ellos y en los astros, aunque en secreto, para no alar­mar a Alemania.

¿Cómo no quedar estupefactos, sin poder hallar los términos adecuados, las razones precisas, para expresar con vigor la indignación que produce observar el aberrante espectáculo que ofrece la Su­prema Corte Militar, imponiéndose constantemente a la Justicia Civil? Se impuso, a la mala, para castigar benignamente a los asesinos de La Cantuta, para silenciar a notables narcotraficantes como El Vati­cano y, ahora, con toda seguridad, se impondrá para enmudecer al llamado El Negro; mientras va logrando impedir que prospere la acción judicial sobre el crimen masivo de Barrios Altos.

¿Cómo no quedar con la palabra cor­tada, sin aliento para expresar la repulsa que provoca tan penosa situación, al tener que presenciar casi a diario a la Suprema Corte Militar, dedicada desde hace un buen tiempo a pisotear, sin mi­ramiento alguno de fondo ni de forma, los derechos ciudadanos de los militares en retiro que tuvieron el coraje de hacer públicas sus opiniones, sea contra la política del régimen -caso Salinas, Cisne­ros, etc.- o contra la pésima conducción de las operaciones militares en el recien­te conflicto con el Ecuador, que es el “delito” cometido por los generales Mau­ricio y Ledesma y por muchos otros expertos en cuestiones bélicas? ¡Como si la Constitución del Estado no otorgara plenos derechos civiles, entre ellos la elemental opción de opinar libremente, a los militares retirados!

¿Cómo no apretar las manos por la impotencia que se siente al ‘contemplar’ el vil ensañamiento de ese Tribunal Militar con uno de los oficiales más distingui­dos de nuestro Ejército, el general de división Carlos Mauricio? ¡Cómo no comprender su indignación, su rabia, sus alzas de la presión arterial, al verse maltratado, pisoteado, por unos subalternos que cumplen órdenes políticas para con­denarlo por haber ejercido su derecho cívico a opinar en defensa del honor de su Ejército, en el que ganó sus estrellas de divisionario por su capacidad, su hom­bría de bien y no por aceptar tristes papeles como el que está haciendo ese Tribunal de marionetas, integrado por militares en actividad o sea sujetos al mando de quienes se sienten agraviados por las opiniones de los generales Ledes­ma, Mauricio, Salinas, Cisneros, etc.! Todos ellos oficiales que tuvieron el más alto rango en nuestro Ejército.

Pero para que no se diga que me dejo llevar por el hígado en mis críticas a las aberraciones que muchas veces se obser­van en la conducta del gobierno, cederé el saldo de esta columna a un economista argentino, liberal para más señas, que observa a nuestro país desde lejos, con la frialdad de un estudioso de la economía. Su opinión -anterior a muchos de los hechos aquí mencionados y que me han dejado mudo de espanto- ha aparecido en un diario norteamericano y se basan en recientes declaraciones del presidente Fujimori. He aquí algunos párrafos del artículo del economista argentino Alberto Benegas Lynch, titulado “Fujimori con­funde su función”:

El país no es una empresa. Una sociedad libre es, por definición, plura­lista. Los fines de las personas son muy diversos. En este contexto, la función esencial del gobierno consiste en pro­teger los derechos de las personas, para lo cual se requiere una justicia inde­pendiente y un marco institucional que limite el poder. Si un gobernante actúa como un gerente de una empresa debe­rá dictar las medidas pertinentes para que se cumplan sus programas y plani­ficaciones, lo cual implica que deberá instruir a ‘“sus subordinados” a que si­gan esos planes. Con lo que se estarán violentando los derechos de las perso­nas, ya que el gobernante se habrá excedido en sus funciones específicas, al tiempo que se afectará severamente el funcionamiento del mercado.

El Cronista de Buenos Aires acaba de reproducir una noticia aparecida en el Financial Times de Londres, titulada Fujimori asumió la función de ge­rente para dirigir Perú como una compañía. El contenido de la nota, fir­mada por Sally Bowen, resulta preocu­pante y, por momentos, alarmante. En el cable de marras Fujimori dice: “Modes­tia aparte, a muchos pueblos les gustaría tener un presidente como yo y (el mun­do) está lleno de jefes de Estado que sien­ten cierta admiración por mí”. Lo último puede ser cierto en algunos casos, pero sostener lo primero es subestimar gran­demente la opinión de personas que creen a pie juntillas en el funcionamiento irrestricto de marcos institucionales com­patibles con un régimen republicano y que no creen que un país deba dirigirse como una empresa. En este sentido, siempre en la referida nota, se afirma que “Fujimori se ubica en el cargo de gerente general que, desde arriba, supervisa todo por teléfono a través de su famosa com­putadora Toshiba”. Termina la nota del Financial Times citando una pregunta que se le hace al presidente Fujimori: “¿Qué pasaría con Perú si el helicóptero presidencial se estrellara o si una bala asesina diera en el blanco?” La respuesta es patética: “No se preocupe, seguiré ma­nejando el país desde el cielo”.

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Se pone de manifiesto mucha igno­rancia al sostener que existe una corre­lación entre la actividad empresarial y la actividad gubernamental. Por otro lado y para terminar, resulta oportuno recordar un pensamiento de Wilhelm Roepke a los distraídos que circunscri­ben su atención en los aspectos pura­mente crematísticos: “La diferencia entre una sociedad libre y una autorita­ria no estriba en que en la primera se producen más heladeras y ham­burguesas. La diferencia radica en la adopción de concepciones ético institu­cionales opuestas”.

FRANCISCO IGARTUA – EDITORIAL – Una voz en el desierto – Revista Oiga 29/05/1995


Pocos o casi nadie -por lo que parece- venían obser­vando el crecimiento sostenido de las acciones te­rroristas en los últimos meses. Eran asesinatos, tornas de pueblos y emboscadas que ocurrían en remotos parajes de las serranías y en la ceja de selva. Siempre muy lejos de Lima. No había, pues, porqué alarmarse. Nada menos que el presidente de la República le habla señalado próxima muerte, por las condi­ciones de su prisión, al creador de Sendero Luminoso, dando a entender que “muerto el perro, enterrada la rabia”. Aun­que, fiel a su temperamento y a su desco­nocimiento del sentido de las palabras, añadió que, con permiso presidencial, el ideador de la secta asesina, haría declara­ciones “¡históricas!” antes de morir. Los estómagos satisfechos de Lima no podían estar más tranquilos, pese a las insistentes oscilaciones de la luz en las semanas pasa­das.

Pero, de pronto, una tremenda explo­sión en el corazón de Miraflores, con muertos, heridos y destrucción masiva, nos baja de las nubes. Digo nos, porque no sospeché que, tan pronto, a menos de cinco años de la caída del Muro de Berlín, el marxismo-maoísmo del camarada Gon­zalo iba a hallar respuesta a la catástrofe ideológica sufrida y a reordenar sus ideas y postulados. Tampoco imaginé que Sen­dero Luminoso rehacerla sus cuadros de comando con tanta prontitud. No sospe­ché la rapidez de la reorganización de la dirigencia senderista, a pesar de que esta columna anticipó que Abimael Guzmán no era la “rabia” y que, mientras hubiera el hambre, la miseria y la desesperanza que hay en el país, el terrorismo volvería a resurgir, con Sendero u otra secta a la cabeza, y que otra ideología reivindicado­ra reemplazaría al marxismo-maoísmo.

Lo ocurrido en el hotel miraflorino es demostración de que Sendero se ha reor­ganizado, de que tiene nuevo comando y nueva orientación y de que el gobierno ha sido cogido desprevenido, sin remota idea -es de sospechar- de lo que está ocurrien­do en el campo de la subversión. Lo que no quiere decir que la República esté en peligro, no lo estuvo nunca frente a Sen­dero y al MRTA, ya que la diferencia de potencial entre la subversión terrorista y la Fuerza Armada -igual en el Perú que en Colombia- es sideral. Para que el terroris­mo se transforme en riesgo para la supervivencia de una nación tiene que convertirse en fuerza popular, su ideolo­gía tiene que trascender a las mayorías nacionales, como es el caso de los integristas musulmanes en el norte de África. Querer equiparar el problema Sendero al del terrorismo argelino, por ejemplo, es delirar o pretender hipnotizar al país para engañarlo. Lo que tampoco significa -¡no se me vaya a acusar de senderista!- que el terrorismo no sea un peligro para la inte­gridad física de los ciudadanos y un gran desestabilizador de la economía.

La reacción del gobierno arde el maca­bro rebrote senderista ha dejado pasma­dos a los peruanos pensantes y, sin em­bargo, obtendrá, casi con toda seguridad, el aplauso ciego de la mayoría, que cree en la eficacia de la pena de muerte y en la bondad de las universidades controladas por la disciplina militar.

Con el pretexto del coche-bomba en el Hotel María Angola, entre gallos y media noche, contrariando la normatividad jurídica, el régimen dio un nuevo golpe de Estado y puso a todas las universidades en manos del presidente de la República. Todas, porque todas, sin excepción, pue­den ser intervenidas por el jefe de Estado, de acuerdo a la “ley” aprobada, en sesión “secreta” que se transformó en “reserva­da” para reducir el escándalo legal, y que se ejecutó contra San Marcos antes de que se cumpliera el plazo de ley.

Todo un monstruoso legicidio contra el que se alzarán muy pocas voces de conde­na, pues el régimen se ha ocupado de ir destruyendo todas las instituciones que pudieran ser contestatarias, desde los clu­bes de madres a los partidos políticos, y de desprestigiar, desacreditar o ridiculizar a todas las personalidades nacionales que pudieran tener audiencia y autoridad mo­ral. No hay, hoy en el Perú, quien tenga ascendiente para alzar la voz ni hay donde hacerlo con amplitud: todos los medios de comunicación masiva están dominados o domesticados por el Estado. Una podero­sísima maquinaria política, de acción sico­social, ha ido triturando el esquema de­mocrático del país, dejando a la democra­cia peruana reducida al ritual de las vota­ciones.

Así, con este manotazo a las universi­dades, va tomando forma el Nuevo Perú que el presidente Fujimori dice que está inventando y que, de acuerdo a los cuadernillos que un pajarillo verde dejó hace ya tiempo en esta casa, es producto de un secreto Consejo de Seguridad del Estado controlado por la Fuerza Armada. Un Nuevo Perú que no tendrá autonomía universitaria y que, grotescamente, luce como segundo vicepresidente de la Repú­blica al rector de rectores, quien, dando risa y pena, afirma que sólo se interven­drán San Marcos y La Cantuta, que se lo ha dicho el presidente y que él no reniega de su creencia en la necesidad académica de la autonomía universitaria. Un Nuevo Perú que acaba de echar al tacho de la basura la ley creando la institución Defen­sor del Pueblo, porque el régimen no acepta que ese Defensor pueda entrar a los cuarteles y verificar si hay civiles se­cuestrados. ¡Y en esa ley de Defensoría - del Pueblo, obra de dos miembros de la mayoría oficialista, estaban de acuerdo todos los sectores del Parlamento, un Par­lamento que es -por lo menos de título-Constituyente! Un Nuevo Perú que no tiene ejemplos, “yo estoy haciendo aquí mi propio modelo, yo estay inventando un país” (Fujimori), y para el que va a crear un nuevo sistema electoral. Un Nuevo Perú donde los magistrados, salvo el presi­dente de la Corte Suprema, están prohibi­dos de opinar. Un Nuevo Perú que quiere obligar a los magistrados supremos a inte­rrogar en los, cuarteles a los presos de excepción (caso Zanatti). Un Nuevo Perú que convertirá en Museo de la Política Tradicional al histórico local del Congreso. Un Nuevo Perú que estudia adoptar la política de defensa de los Derechos Hu­manos de la China Comunista, según lo ha declarado en Trujillo la Fiscal de la Nación, justo el mismo día en que la agen­cia de noticias EFE anunció la ejecución en China de 151 criminales con un tiro en la nuca...

¡Este es el Nuevo Perú que iremos conociendo poco a poco! Pero ¿para qué seguir, sabiendo que somos una voz en el desierto?

FRANCISCO IGARTUA – EDITORIAL – Definiendo posiciones – Revista Oiga 22/05/1995


Era difícil hallar una explicación más clara y concluyente -aunque nos avergüence- sobre el resultado electoral de abril que la expresada por el señor Torrado, alto ejecutivo de la encuestadora Datum. Sin ningún rebusca­miento, Manuel Torrado afirmó -pala­bras menos, palabras más- que la mayo­ría de los peruanos de hoy identifica democracia con partidos políticos y con Alan García, con desorden, corrupción, inoperancia, retraso y desesperanza, con un camino ya trillado. Mientras que la figura del presidente Fujimori les representa a los peruanos, justamente por autocrático, eficiencia, orden, discipli­na, esperanzas de mejora para el futuro; y, por su origen humilde, mayor com­prensión de sus problemas, así como, por su ascendencia japonesa, posibili­dad de ayuda masiva de un país rico y poderoso.

Para no pocos analistas, dados al alambicamiento de los conceptos, con afición a la sutileza por la sutileza misma, la explicación de Torrado les parecerá demasiado simplista. Y quien sabe ten­gan razón, aunque sin advertir que así de simple es la lectura correcta del proceso electoral recién concluido. Después de los hechos, no hay análisis más cabal de la tendencia del voto peruano actual que la sencillísima observación de Torrado. Todo esto, claro está, al margen del ausentismo, el mayor de nuestra histo­ria, y del vergonzante torrente de votos nulos, que es ya otro tema, a tratar en nota aparte.

Viendo así las cosas: ¿qué se pudo hacer para revertir esa tendencia del electorado y qué se puede hacer ahora para explicarle al pueblo -también integrado por las clases altas- que su visión de la política es errada, tramposa, sin horizonte?

En cuanto a lo primero sólo cabe reconocer que la tarea que se propuso el doctor Javier Pérez de Cuéllar era casi un imposible, más todavía con los me­dios que dispuso. Era como subir al Hi­malaya sin calzado y sin abrigo. Pérez de Cuéllar, representando a la democracia, estuvo absolutamente huérfano de ayu­da. Y también es necesario reconocer que la autocracia, además de contar a su favor con todos los medios habidos y por haber, tuvo la enorme habilidad de dedi­car gran parte de sus energías y su tiem­po a desprestigiar a los partidos y a lograr que la ciudadanía identificara de­mocracia con Alan García y corrupción, con los blancos y la rapiña tradicional de la clase dirigente -cuyo rabioso fujimo­rismo fue muy bien escondido-; a lo que se añadió el descaro de no ocultar la prepotencia del gobierno, a sabiendas de que las masas respetan al más fuerte.

No hubo pues, cómo revertir la ten­dencia del electorado en el proceso elec­toral. Tanto por la falta de recursos en el lado democrático como por la habilidad del adversario en el poder.

Pero, en fin, todo esto es el pasado; es leche derramada, es página que hay que voltear para no dormirnos sobre ella esperando la extinción.

Miremos el porvenir. Un porvenir no demasiado promisor para quienes cree­mos en la democracia como la fórmula no sólo más justa sino la más eficaz -por su continuidad sostenida- para vivir en sociedad. No es entusiasmante, por ejemplo, la exitosa persistencia en las campañas confusionistas y los operati­vos sicosociales del régimen, destinados a menguar los valores democráticos y a desprestigiar a los demócratas más nota­bles, como Vargas Llosa y Pérez de Cuéllar; operativos apoyados con vigor y descaro por los medios masivos de comunicación. Y menos alentador aún es tener que reconocer que el esquema que ha guiado a los electores no deja, en algunos casos, de responder positiva­mente frente a la realidad: el autoritaris­mo es más rápido para hallar soluciones a los problemas y parece más eficiente en la práctica. Y la imagen esperanzado­ra crece cuando el líder del “nuevo” sis­tema, es el caso del presidente Fujimori, prueba que sabe conectar con el pueblo, que usa con medida la audacia -siempre cautivadora para las masas- y que se prodiga sin medida en el trabajo.

¿Cómo responder a esto?

No es fácil explicar que hay mucho de ilusión y de engaño en el planteamiento -resumido por Torrado- que tiene encan­diladas a las multitudes peruanas y las hizo votar por esa entelequia difusa que se titula Cambio 90-Nueva Mayoría. ¿De qué valen las razones sobre el peso que tiene en la liquidación de Sendero Luminoso la caída del Muro de Berlín, si el que exhibió enjaulado a Abimael Guzmán fue Fujimori? A quién le interesa saber que no hay vida política democrá­tica sin partidos, sin respeto a las mino­rías, sin pluralidad de opiniones, sin instituciones firmes e independientes si el que construye caminos y colegios en las barriadas, destruyendo la agricultura, es Fujimori? ¿Acaso no es cierto que somos minoría de minorías los medios de expresión que no creemos sano un sistema que cada día se parece más al PRI mexicano, con añadidos inspirados con toda claridad en las autocracias del extremo Oriente? ¿Qué se gana explicando, si nadie quiere oír, que Cambio 90-Nueva Mayoría es un partido político con todas las peores lacras y sumisiones de los partidos de hoy, de ayer y de siempre, porque el ser humano, desde que se constituyó en tribu y en sociedad, nunca ha dejado de estar dividido o unido en partidos? Eso del no-partido es una es­tulticia, una necedad de analfabetos o picardía de políticos muy jugados.

¿Nada se gana, entonces, con buscar la verdad?

Se gana por lo pronto el rescate de la propia dignidad, que es ya bastante; y se cumple con el Maestro -Unamuno- quien dijo que “la más miserable de todas las miserias, la más repugnante y apestosa argucia de la cobardía es esa de decir que nada se adelanta con denunciar al ladrón y al majadero”.

Es posible que en los próximos años no haya oídos para la razón ni para la sensatez y que el eclipse de la democra­cia llegue, sin que muchos lo adviertan, a niveles hasta ahora desconocidos en este país. ¿Acaso no se ha llegado ya a una confusión tal que es difícil distinguir hoy entre la verdad y la mentira, entre la broma y el insulto, entre un reo y un empresario?... Pero espero, sin embar­go, no perder la oportunidad de poner un grano de arena para tratar de evitar que se cumpla éste tan negro presagio. No quiero perder la esperanza de que una oposición razonada pueda servir para que la eficiencia del régimen no se ensucie con la arbitrariedad y el abuso.

Y, sobre todo, no quiero sentirme amordazado, no me da la gana de callar cuando siento náuseas al leer a Manuel D’Ornellas tratando de ofender al doctor Javier Pérez de Cuéllar enrostrándole su edad -como si D’Ornellas fuera joven- y negándole el derecho a hacer política en su patria; o cuando me dan ganas de vomitar al revisar las primeras planas de los diarios en las que se acusa a Mario Vargas Llosa de hacer renuncia a su tierra, a su peruanidad, porque ha podi­do cumplir un viejo anhelo: vender un inmueble, en el que habitó unos pocos años, para contar con un penthouse en lo alto del edificio que allí se construya, frente al mar del Perú, el país en el que nació y al que no deja de añadirle glorias con sus triunfos en el mundo.