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DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA

DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA
FRANCISCO IGARTUA CON DORIS GIBSON, PIEZA CLAVE EN LA FUNDACION DE OIGA, EN 1950 CONFUNDARIAN CARETAS.

«También la providencia fue bondadosa conmigo, al haberme permitido -poniendo a parte estos años que acabo de relatar- escribir siempre en periódicos de mi propiedad, sin atadura alguna, tomando los riesgos y las decisiones dictadas por mi conciencia en el tono en que se me iba la pluma, no siempre dentro de la mesura que tanto gusta a la gente limeña. Fundé Caretas y Oiga, aunque ésta tuvo un primer nacimiento en noviembre de 1948, ocasión en la que también conté con la ayuda decisiva de Doris Gibson, mi socia, mi colaboradora, mi compañera, mi sostén en Caretas, que apareció el año 50. Pero éste es asunto que he tocado ampliamente en un ensayo sobre la prensa revisteril que publiqué años atrás y que, quién sabe, reaparezca en esta edición con algunas enmiendas y añadiduras». FRANCISCO IGARTUA - «ANDANZAS DE UN PERIODISTA MÁS DE 50 AÑOS DE LUCHA EN EL PERÚ - OIGA 9 DE NOVIEMBRE DE 1992»

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«Cierra Oiga para no prostituir sus banderas, o sea sus ideales que fueron y son de los peruanos amantes de las libertades cívicas, de la democracia y de la tolerancia, aunque seamos intolerantes contra la corrupción, con el juego sucio de los gobernantes y de sus autoridades. El pecado de la revista, su pecado mayor, fue quien sabe ser intransigente con su verdad» FRANCISCO IGARTUA – «ADIÓS CON LA SATISFACCIÓN DE NO HABER CLAUDICADO», EDITORIAL «ADIÓS AMIGOS Y ENEMIGOS», OIGA 5 DE SEPTIEMBRE DE 1995

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LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

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UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

«Siendo la paz el más difícil y, a la vez, el supremo anhelo de los pueblos, las delegaciones presentes en este Segundo Congreso de las Colectividades Vascas, con la serena perspectiva que da la distancia, respaldan a la sociedad vasca, al Gobierno de Euskadi y a las demás instituciones vascas en su empeño por llevar adelante el proceso de paz ya iniciado y en el que todos estamos comprometidos.» FRANCISCO IGARTUA - TEXTO SOMETIDO A LA APROBACION DE LA ASAMBLEA Y QUE FUE APROBADO POR UNANIMIDAD - VITORIA-GASTEIZ, 27 DE OCTUBRE DE 1999.

«Muchos más ejemplos del particularismo vasco, de la identidad euskaldun, se pueden extraer de la lectura de estos ajados documentos americanos, pero el espacio, tirano del periodismo, me obliga a concluir y lo hago con un reclamo cara al futuro. Identidad significa afirmación de lo propio y no agresión a la otredad, afirmación actualizada-repito actualizada- de tradiciones que enriquecen la salud de los pueblos y naciones y las pluralidades del ser humano. No se hace patria odiando a los otros, cerrándonos, sino integrando al sentir, a la vivencia de la comunidad euskaldun, la pluralidad del ser vasco. Por ejemplo, asumiendo como propio -porque lo es- el pensamiento de las grandes personalidades vascas, incluido el de los que han sido reacios al Bizcaitarrismo como es el caso de Unamuno, Baroja, Maeztu, figuras universales y profundamente vascas, tanto que don Miguel se preciaba de serlo afirmando «y yo lo soy puro, por los dieciséis costados». Lo decía con el mismo espíritu con el que los vascos en 1612, comenzaban a reunirse en Euskaletxeak aquí en América» - FRANCISCO IGARTUA - AMERICA Y LAS EUSKALETXEAK - EUSKONEWS & MEDIA 72.ZBK 24-31 DE MARZO 2000

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Mostrando entradas con la etiqueta caretas. Mostrar todas las entradas
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jueves, 15 de junio de 2017

Pedro Planas fue eso: una mente hábil para razonar y encontrar luces que iluminaran nuestro destino patrio, fue hombre de inteligencia excepcional, tan veloz en el pensar que las palabras le quedaban retrasadas, haciéndose apresurado el lenguaje, precisaba Igartua en su nota postrera. “Nunca en mi largo corrido por las redacciones tropecé con un joven de mente tan despierta como la de Planas”. Igartua para entonces ya no tenía “Oiga”; presionado por el fujimorismo se había visto obligado a desprenderse de ella para indemnizar a sus trabajadores, y la nota la hacía en Ideelemail, publicación electrónica del Instituto de Defensa Legal-IDL (*). Tres años antes de esa fecha, en noviembre de 1998, quien esto escribe fue testigo del gran respeto y aprecio que Igartua le tenía a Planas. En esa época ya Igartua hablaba de refundar “Oiga” y a un grupo de cercanos amigos nos había encargado esa tarea, empezando por recuperar legalmente el logotipo, lo cual se logró pero lamentablemente años después cuando el propio Igartua había muerto. En esa fecha, sin embargo, estando Planas presente, y amigos cercanos como Guillermo Rey Terry, Enrique Moncloa Diez Canseco y Percy Buzaglo Terry, nos dijo a Planas y a mí que éramos a su muerte los encargados de continuar su tarea en “Oiga” y que Planas era el más indicado para ser Director. Estábamos en la oficina de Moncloa, tras una larga conversación de la que también fui testigo con Carlos Montori Alfaro, que sabía también de su decisión. Planas se lo merecía: en ocasiones en que Igartua estaba ausente, escribía los editoriales de “Oiga”, y bien recordaba el fundador de “Oiga” que no era un periodista clásico a tiempo completo sino que “su inquietud lo llevaba más allá del trajín periodístico y fruto de esa inquietud eran sus libros, sus despiadados y doctos análisis de la realidad peruana, sobre todo lo que atañe a nuestro presente. Víctor Andrés Belaunde, Riva Agüero, Haya, Mariátegui y Leguía desfilan por sus páginas dejando –con sus aciertos y desaciertos- lecciones para el hoy y el mañana” (**). Para el año 2001, en que murió Planas, ya se había avanzado colocando “Oiga” en Internet vía “oigaonline”. El cáncer segó la vida de Paco el 24 de marzo de 2004, y no pudo ver como posteriormente se recuperó legalmente todo el patrimonio cultural y la decencia de su amada revista. Paco ya no existe físicamente, Planas tampoco, pero la inspiración de ambos sigue vigente. Son ellos los que guían el proyecto compartido de hacer de Oiga nuevamente una presencia constante en el periodismo peruano, no solo como ejemplo de las grandes tareas por hacer sino también como testimonio histórico de un periodismo honesto y realista, que es cada vez más “rara avis” en nuestro país.

Pedro Planas: la Esperanza Frustrada
Por Pedro Planas Silva

Al cumplirse diez años de la temprana muerte de Pedro Planas, no podemos menos que recordar la enorme pérdida que significó su partida para el periodismo y la intelectualidad peruana. Tenía apenas 40 años, y pese a que sus aportes ya dejaban huella, tenía aún por delante visibles retos tanto en el periodismo y la cultura política nacional.

Francisco Igartua, Fundador y Director de la revista “Oiga”, de quien Pedro Planas fue una especie de brazo derecho, definió con apropiadas palabras esa esperanza frustrada: “se nos ha ido Pedro Planas justo cuando llegaba a la madurez, y parecía que, por fin, su voz inteligente comenzaba a señalarle a la República el camino de rectificación a los muchos desatinos de nuestra historia” decía Igartua.

Pedro Planas fue eso: una mente hábil para razonar y encontrar luces que iluminaran nuestro destino patrio, fue hombre de inteligencia excepcional, tan veloz en el pensar que las palabras le quedaban retrasadas, haciéndose apresurado el lenguaje, precisaba Igartua en su nota postrera. “Nunca en mi largo corrido por las redacciones tropecé con un joven de mente tan despierta como la de Planas”.

Igartua para entonces ya no tenía “Oiga”; presionado por el fujimorismo se había visto obligado a desprenderse de ella para indemnizar a sus trabajadores, y la nota la hacía en Ideelemail, publicación electrónica del Instituto de Defensa Legal-IDL (*).

Tres años antes de esa fecha, en noviembre de 1998, quien esto escribe fue testigo del gran respeto y aprecio que Igartua le tenía a Planas. En esa época ya Igartua hablaba de refundar “Oiga” y a un grupo de cercanos amigos nos había encargado esa tarea, empezando por recuperar legalmente el logotipo, lo cual se logró pero lamentablemente años después cuando el propio Igartua había muerto.

En esa fecha, sin embargo, estando Planas presente, y amigos cercanos como Guillermo Rey Terry, Enrique Moncloa Diez Canseco y Percy Buzaglo Terry, nos dijo a Planas y a mí que éramos a su muerte los encargados de continuar su tarea en “Oiga” y que Planas era el más indicado para ser Director. Estábamos en la oficina de Moncloa, tras una larga conversación de la que también fui testigo con Carlos Montori Alfaro, Mecenas de nuestro proyecto, que sabía también de su decisión.

Planas se lo merecía: en ocasiones en que Igartua estaba ausente, escribía los editoriales de “Oiga”, y bien recordaba el fundador de “Oiga” que no era un periodista clásico a tiempo completo sino que “su inquietud lo llevaba más allá del trajín periodístico y fruto de esa inquietud eran sus libros, sus despiadados y doctos análisis de la realidad peruana, sobre todo lo que atañe a nuestro presente. Víctor Andrés Belaunde, Riva Agüero, Haya, Mariátegui y Leguía desfilan por sus páginas dejando –con sus aciertos y desaciertos- lecciones para el hoy y el mañana” (**).
Para el año 2001, en que murió Planas, ya se había avanzado colocando “Oiga” en Internet vía “oiga online”. El cáncer segó la vida de Paco el 24 de marzo de 2004, y no pudo ver como posteriormente se recuperó legalmente todo el patrimonio cultural y la decencia de su amada revista.
Paco ya no existe físicamente, Planas tampoco, pero la inspiración de ambos sigue vigente. Son ellos los que guían el proyecto compartido de hacer de Oiga nuevamente una presencia constante en el periodismo peruano, no solo como ejemplo de las grandes tareas por hacer sino también como testimonio histórico de un periodismo honesto y realista, que es cada vez más “rara avis” en nuestro país.

7 de Octubre de 2011

(*).- N° 183, 16 de Octubre de 2001.

(**).- Pedro Planas Silva, nacido 22 de marzo de 1961, estudió Ciencias de las Comunicaciones en la Universidad de Lima, y posteriormente realizó un posgrado en Derecho Constitucional y Ciencias Políticas en el Centro de Estudios Constitucionales de Madrid. Fue profesor de Derecho Constitucional Comparado en universidades limeñas, y destacó sobre todo por ser acucioso colaborador de la revista “Oiga” y prolífico autor de ensayos políticos ("Rescate de la Constitución", "El Estado moderno" y "La Constitución traicionada", en colaboración con Domingo García Belaunde, etc.); además de textos sobre temas constitucionales y jurídicos. Fue un vehemente luchador contra la dictadura de Alberto Fujimori. Falleció el 7 de octubre del 2001 a las 3.30 de la tarde a causa de un paro cardíaco mientras visitaba la ciudad sur andina de Ayacucho.

Imaginamos que nadie creerá hoy que la posición de OIGA frente al gobierno aprista obedeció a prejuicios mentales o a escondidas vendettas. «Desafortunadamente, Igartua tuvo razón», era el único reconocimiento que tuvo a bien circular alrededor de 1987 y 1988. En todo caso, que quede en nuestra memoria la campaña casi solitaria que emprendió OIGA en esos años de pletórica «luna de miel». Ahí está el Editorial clave: «Por qué y para qué seremos oposición» (22/4/85). Ahí están los llamados permanentes de Igartua a construir una auténtica «oposición democrática y fiscalizadora»: vano llamado, que fue incapaz de romper el estado hipnótico de nuestra prensa. Ahí están las tempranas advertencias en torno a la «moralización» (predicada por altoparlante desde el 28 de julio) y las primeras campañas de denuncia, aquellas campañas tan demandadas – en su lectura – allá por 1988 y 1989. Ahí está la protesta contra el manejo que realiza Palacio de la información y de los titulares (Edit. «El cerebro político» del 16/9/85), gracias al permiso otorgado por una prensa voluntariamente domesticada (caso peor a si hubiese sido censurada por decreto). Precisamente, ese editorial – que explica con triste realismo la crueldad de los peñascos que habría de lidiar la cada vez más frágil embarcación en la que navegaba el espíritu sanamente inquisidor de OIGA – culmina con esta sensible y desgarradora post data : «En una columna del diario HOY se nos amenaza con quitarle a OIGA el avisaje estatal. ¡No se nos ocurrió que el gobierno comenzaría tan pronto a atentar contra la libertad de prensa! Pero no cambiaremos de línea. Creemos que sin oposición no hay democracia y no estamos dispuestos por lo tanto a plegarnos a la mayoría de la prensa nacional, domesticada por el APRA ». Y así sucedería también, luego, con los avisajes privados. La amenaza – el chantaje – sobre el empresario timorato, sin más óptica que su bolsillo, tuvo exitoso resultado, aun después del intento de confiscar la banca y los seguros (y acaso por el temor surgido desde entonces). Tal política, digna de pupilos de Al Capone, fue estrictamente recogida por la administración actual, como el único medio de doblegar la crítica de OIGA. ¿Hubiese sido preferido acaso, para gozar de los ingresos que trae la publicidad, ingresar entusiasta a la «luna de miel» con García y, luego, sin ninguna vergüenza, encaramelarme con el Fujimorismo anti-García? Si, sin duda hubiese sido más provechoso para las arcas de OIGA. Pero, Igartua sabía que, de rodillas, nunca se hace buen periodismo. Y así, cierra esta etapa, pero con el honor en alto.

La Crítica solitaria

Por Pedro Planas Silva

Parecen tan lejanos esos esforzados años de 1985 y 1986. El seductor verbo de un joven candidato presidencial, recompensado con la Presidencia de la República por remozar la vetusta arquitectura de su partido de origen, portando un ego visiblemente alterado por ese penoso deporte peruano de los aplausos, encuentra a Igartua – como Ulises – amarrado en su poste principista, intentando triturar una a una las múltiples promesas musicales que fluían de la inatacable labia. Y donde otros festejaban una mar plácida y quieta, al grado de zambullirse en las nuevas aguas sin ninguna precaución, Igartua – desde su puesto de alta vigía, allende la arena – advertía aguas movidas y detectaba solitariamente objetos oscuros y engañosos moviéndose a sus anchas, bajo el aparente remanso. Igartua… ¡aguafiestas! Claro que sí: aquel paisaje de postal, que espontáneamente repartía la prensa nacional e internacional, tenía como casi único detractor, a un tozudo y vasco metereólogo, cuyo mérito (pecado, dicen los coyunturales) fue siempre proyectarse más allá del petrificado horizonte captado por la postal. Y así, cuando bramaron los cielos y apareció el intempestivo tsunami estatista de 1987, todos olvidaron la esforzada labor del vigía. Todos se parapetaron en torno al puesto de salvavidas, más, en esa nueva foto de postal, Igartua era visto como uno más…

Al caer la popularidad de Alan García (en tendencia proporcionalmente inversa al ritmo inflacionario), la voz de  OIGA tiene mayor eco. Sus denuncias, ahora sí son escuchadas y hasta reproducidas. Sus editoriales, son leídos en voz alta y citados con orgullo., Precisamente en esa época, cuando Igartua compartía – gustoso – su rol de atento vigía y de insobornable catón. Por contraste, la actitud hacia OIGA en 1985 y 1986, tuvo caracteres de lectura clandestina, comentario a media voz y hasta hubo editoriales cuya lectura fue negada con orgullo («leo OIGA, pero no leo a Igartua»). Aun quienes estuvimos en el equipo de OIGA en aquellas jornadas, tenemos algo de desmemoriados y nos asombra encontrar, a mediados de 1986, críticas a Ulloa y a D'Ornellas por su perpetua «luna de miel» con García y hasta un valiente artículo de nuestra muy leída «Pandora» (Evelyn Fassio) cuestionando al periodista de «La Ventana de Papel» por reprocharnos a nosotros no tener esperanzas en ese joven presidente que hace tantas cosas buenas por el Perú (¡!).

Imaginamos que nadie creerá hoy que la posición de OIGA frente al gobierno aprista obedeció a prejuicios mentales o a escondidas vendettas. «Desafortunadamente, Igartua tuvo razón», era el único reconocimiento que tuvo a bien circular alrededor de 1987 y 1988. En todo caso, que quede en nuestra memoria la campaña casi solitaria que emprendió OIGA en esos años de pletórica «luna de miel». Ahí está el Editorial clave: «Por qué y para qué seremos oposición» (22/4/85). Ahí están los llamados permanentes de Igartua a construir una auténtica «oposición democrática y fiscalizadora»: vano llamado, que fue incapaz de romper el estado hipnótico de nuestra prensa. Ahí están las tempranas advertencias en torno a la «moralización» (predicada por altoparlante desde el 28 de julio) y las primeras campañas de denuncia, aquellas campañas tan demandadas – en su lectura – allá por 1988 y 1989. Ahí está la protesta contra el manejo que realiza Palacio de la información y de los titulares (Edit. «El cerebro político» del 16/9/85), gracias al permiso otorgado por una prensa voluntariamente domesticada (caso peor a si hubiese sido censurada por decreto).

Precisamente, ese editorial – que explica con triste realismo la crueldad de los peñascos que habría de lidiar la cada vez más frágil embarcación en la que navegaba el espíritu sanamente inquisidor de OIGA – culmina con esta sensible y desgarradora post data : «En una columna del diario HOY se nos amenaza con quitarle a OIGA el avisaje estatal. ¡No se nos ocurrió que el gobierno comenzaría tan pronto a atentar contra la libertad de prensa! Pero no cambiaremos de línea. Creemos que sin oposición no hay democracia y no estamos dispuestos por lo tanto a plegarnos a la mayoría de la prensa nacional, domesticada por el APRA ».

Y así sucedería también, luego, con los avisajes privados. La amenaza – el chantaje – sobre el empresario timorato, sin más óptica que su bolsillo, tuvo exitoso resultado, aun después del intento de confiscar la banca y los seguros (y acaso por el temor surgido desde entonces). Tal política, digna de pupilos de Al Capone, fue estrictamente recogida por la administración actual, como el único medio de doblegar la crítica de OIGA.  ¿Hubiese sido preferido acaso, para gozar de los ingresos que trae la publicidad, ingresar entusiasta a la «luna de miel» con García y, luego, sin ninguna vergüenza, encaramelarme con el Fujimorismo anti-García? Si, sin duda hubiese sido más provechoso para las arcas de OIGA. Pero, Igartua sabía que, de rodillas, nunca se hace buen periodismo. Y así, cierra esta etapa, pero con el honor en alto.

Oiga 5 de septiembre de 1995

martes, 13 de junio de 2017

El sábado 4 de abril de 1992, cerramos la edición de la revista anunciando en la portada que el golpe se venía. La carátula también estuvo dedicada a la figura de la primera dama Susana Higuchi, autora la semana precedente de una grave acusación a sus cuñadas Juana y Rosa Fujimori, responsables —según ella— de un tráfico de ropa usada a través de la ONG Apenkai. La revista salió a circulación el lunes 6 de abril, al día siguiente del mensaje golpista del hasta entonces presidente constitucional. Sin duda, el incidente de la ropa usada adelantó la ejecución del asonada militar. Nos constituimos en la puerta de OIGA que ya había sido tomada por tropas del ejército. Me indigné con uno de los soldados advirtiéndole que terminaría preso cuando la aventura antidemocrática culminase. El soldado rastrilló su arma y Paco me jaló del brazo hacia un costado. “No juegues al héroe —me reprendió con firmeza pero sonriente— Esto será cuestión de días. No es un golpe como los de otros tiempos”, dijo.

Igartua y el 5 de abril
Un gran periodista visionario de un periodo nefasto de la historia.

 por César Campos 

Lo dije en innumerables oportunidades y escrito no menos: valoro como la mejor experiencia periodística de mi vida haber trabajado junto al gran Francisco “Paco” Igartua, fundador de las dos revistas que por casi cinco décadas disputaron la preferencia ciudadana marcando la agenda política del país. Me refiero a OIGA y Caretas.

OIGA nació en noviembre de 1948, pocos días después del golpe militar encabezado por Manuel Odría contra la administración democrática de José Luis Bustamante y Rivero. Apenas sacó a circulación dos números, fue clausurada por la flamante dictadura mientras que Igartua iba a parar con sus huesos a la Penitenciaría de Lima. En 1950, a al lado de la tenaz Doris Gibson lanzó al mercado Caretas, cuyo nombre fue tomado de un semanario argentino con un nominativo más completo: Caras y Caretas. Paco explicó que como el Perú vivía controlado por la bota castrense, no alcanzábamos a ver las “caras” de los acontecimientos sino solo las “caretas”. Por supuesto, al poco tiempo también fue clausurada. Gibson e Igartua fueron deportados.

Desde 1963, Igartua retomó la aventura de OIGA. Apoyó con vehemencia los inicios del primer gobierno del arquitecto Fernando Belaunde y con esa misma vehemencia lo combatió por no cumplir sus promesas. Rechazó el golpe del general Juan Velasco pero luego adhirió al régimen militar porque encarnaba los cambios sociales que su generación promovía. Una desavenencia con ese régimen a raíz de la crisis económica que ocultaba hizo que OIGA sufra una nueva clausura e Igartua otra deportación, esta vez a México. Retornó al país con los vientos de la transición democrática de la Asamblea Constituyente de 1978 y las elecciones generales de 1980. OIGA volvió a publicarse.

Paco me convirtió en el redactor principal de la sección Política de OIGA desde mi ingreso a la revista, en mayo de 1991. Reemplacé en esa función a Pedro Planas, quien asumió los informes especiales. Nuestra consigna era vigilar muy de cerca el desenvolvimiento del gobierno de Alberto Fujimori, quien ya había tenido expresiones sutiles contrarias al orden democrático establecido. El presidente no sumaba con su lenguaje sino, por el contrario, atacaba la institucionalidad constitucional cada vez que podía. “Lee siempre las entrelíneas de sus discursos —me recomendaba Igartua— y descubrirás sus verdaderas intenciones autoritarias”.

La verdad es que algunos en la revista no compartíamos la susceptibilidad de nuestro director y la juzgábamos exagerada. Peor todavía cuando nos señalaba que Fujimori estaba preparando un golpe de Estado, algo que nos parecía inimaginable para la última década del siglo XX, en plena caída sistemática de las últimas dictaduras en América Latina. Las complicaciones fueron mayores cuando un “pajarito verde” (llámese una fuente militar) le proporcionó a Paco un plan de gobierno de veinte años elaborado en las instalaciones castrenses durante la última etapa de la administración de Alan García y que contenía todo un programa de acción para recuperarnos de la honda crisis económica, social y política, especialmente de la amenaza terrorista. Programa que solo podía llevarse a cabo bajo la tutela de los cuarteles.

OIGA publicó extractos de ese plan a fines de 1991 y demostró la enorme identidad que Fujimori guardaba con su derrotero. Paco me enviaba a entrevistar a parlamentarios y políticos para que avalaran su tesis de la inminencia de un golpe. Yo lo hacía de mala gana y hasta encontré aliados de mi escepticismo (recuerdo al diputado del Fredemo Enrique Ghersi) pero otros le daban la razón a Igartua (recuerdo a Alfonso Grados Bertorini).

El sábado 4 de abril de 1992, cerramos la edición de la revista anunciando en la portada que el golpe se venía. La carátula también estuvo dedicada a la figura de la primera dama Susana Higuchi, autora la semana precedente de una grave acusación a sus cuñadas Juana y Rosa Fujimori, responsables —según ella— de un tráfico de ropa usada a través de la ONG Apenkai.

La revista salió a circulación el lunes 6 de abril, al día siguiente del mensaje golpista del hasta entonces presidente constitucional. Sin duda, el incidente de la ropa usada adelantó la ejecución del asonada militar. Nos constituimos en la puerta de OIGA que ya había sido tomada por tropas del ejército. Me indigné con uno de los soldados advirtiéndole que terminaría preso cuando la aventura antidemocrática culminase. El soldado rastrilló su arma y Paco me jaló del brazo hacia un costado. “No juegues al héroe —me reprendió con firmeza pero sonriente— Esto será cuestión de días. No es un golpe como los de otros tiempos”, dijo.

Volvió a tener razón. La flamante autocracia retiró a las tropas de todos los medios de comunicación y Fujimori, más maquiavélico que nunca, pidió “disculpas” por las molestias ocasionadas a la prensa y hasta visitó a los directores del diario El Comercio para simbolizar la supuesta franqueza de su pena por el atropello.

OIGA se mantuvo firme pugnando por el rescate de la democracia hasta su última edición a fines de 1995. Salió de circulación ahogada por la falta de recursos económicos (las grandes empresas estaban felices junto al régimen fujimorista y no ponían un solo aviso).

Igartua falleció el mes de marzo del 2004 y hoy quiero reivindicarlo como el gran periodista visionario de un episodio nefasto de la historia peruana, combatiente por los valores de la libertad y paradigma de la entereza frente a quienes buscan derrotarlos.  



Cuando uno empieza a hacer carrera en la profesión elegida para ganarse la vida, lo hace sin pensar en el tiempo que pasará. Los años llegarán uno tras otro sin que nos demos cuenta, sin celebraciones particulares, recibiendo la felicitación de quienes se acuerdan de uno. Y así, sin darme cuenta, han pasado ya 23 años desde que empecé mi andar en el periodismo. Las páginas de la desaparecida revista OIGA, dirigida por Francisco ‘Paco’ Igartua, fueron más que una escuela, más que una maestría. Esa primera experiencia me marcó. Era la revista que siempre leía cuando era adolescente, ‘un pulpín’ como dicen ahora, era la que más me gustaba, la que devoraba de principio a fin cada semana. Y en su redacción me vi sentado un día. La aventura duró un año. Era el gobierno de Alberto Fujimori, el ex presidente que se convirtió en dictador y ahora en inquilino de la DINOES. En sus planes, en su estrategia de gobierno, no había lugar para una prensa independiente, y OIGA tuvo que cerrar, asfixiada por la falta de publicidad y el ajusticiamiento tributario a la que fue sometida, para no comprometer su línea editorial. Sin OIGA, no hubo quien alzará la voz contra la corrupción, contra la falta de valores y principios. Solo se escuchaban gritos a los que nadie hacía caso.

Vivir Bien
21 años de periodismo independiente, plural y comprometido

por Tulio Arévalo van Oordt

Cuando uno empieza a hacer carrera en la profesión elegida para ganarse la vida, lo hace sin pensar en el tiempo que pasará. Los años llegarán uno tras otro sin que nos demos cuenta, sin celebraciones particulares, recibiendo la felicitación de quienes se acuerdan de uno.

Y así, sin darme cuenta, han pasado ya 23 años desde que empecé mi andar en el periodismo. Las páginas de la desaparecida revista OIGA, dirigida por Francisco ‘Paco’ Igartua, fueron más que una escuela, más que una maestría. Esa primera experiencia me marcó. Era la revista que siempre leía cuando era adolescente, ‘un pulpín’ como dicen ahora, era la que más me gustaba, la que devoraba de principio a fin cada semana. Y en su redacción me vi sentado un día.

La aventura duró un año. Era el gobierno de Alberto Fujimori, el ex presidente que se convirtió en dictador y ahora en inquilino de la DINOES. En sus planes, en su estrategia de gobierno, no había lugar para una prensa independiente, y OIGA tuvo que cerrar, asfixiada por la falta de publicidad y el ajusticiamiento tributario a la que fue sometida, para no comprometer su línea editorial. Sin OIGA, no hubo quien alzará la voz contra la corrupción, contra la falta de valores y principios. Solo se escuchaban gritos a los que nadie hacía caso.

Pero un año después del cierre de OIGA, llegaría Vivir Bien. Recuerdo que un domingo por la noche al llegar a casa me dieron el encargo. Te ha llamado Alfonso Bermúdez, me dijeron. Pide que le devuelvas la llamada. Así lo hice y ‘el Tigre’ me dijo, “flaco, tienes trabajo otra vez. Volvemos al periodismo”. Alfonso, además de haber sido mi Jefe de Informaciones en OIGA, es mi amigo (ahora dirige una revista en New Jersey, con relativo éxito) y fue quien más me aconsejó sobre el quehacer periodístico en aquellos años. Me citó a una oficina en la calle Schell, en Miraflores, justo en el edificio donde quedaba la ex sucursal del Bank of Tokyo. Ahí conocí a Willy Sacio Matute, dueño y director de la que a partir de entonces sería Vivir Bien, la revista de la ciudad. El Editor General era ‘el Tigre’, Alfonso Bermúdez. La redacción la completaban Orazio Potestá, compañero de universidad y ex compañero en OIGA, pero sobre todo uno de los pocos amigos que deja esta carrera, y Mercedes Almeyda. Nuestro fotógrafo era el veterano Ricardo Queija, que llegaba siempre quejándose, pero con la foto encargada, y la historia repetida de haber sido fotografiado a las vedettes más exuberantes para las páginas del diario Ojo. Nunca verificamos esa historia, pero la escuchábamos con el respeto que se merece una persona grande, mayor. La diagramación era ‘culpa’ de Pancho Borja. Parecía un bombero apagando incendios, sobre la extinta hoja de pauta.

Y así empezó Vivir Bien, teniendo como tema el quehacer de la ciudad. Todo lo referido a nuestra ciudad tenía espacio de difusión y análisis en sus páginas. Desde política y economía, hasta seguridad, arquitectura y transporte. Era 1996 y la salida de la revista coincidía con la Cumbre de las Ciudades en Estambul. En los primeros números de la revista ya se tocaban temas premonitorios como la situación de la Costa Verde y la ahora indetenible ola de inseguridad.

Esos primeros números nos sorprendieron también con la recuperación de la residencia del Embajador de Japón, tomada por un comando terrorista del MRTA. La Operación ‘Chavín de Huantar’ dio la vuelta al mundo y Vivir Bien estaba ahí para contarla. Y también para dar cuenta de los proyectos paisajísticos que se deberían hacer en su lugar como memoria de la amistad peruano japonesa y en recuerdo de una época que deberíamos volver a vivir.

A los pocos meses de aparecida la revista nos quedamos sin editor general. Alfonso Bermúdez se alejó de la revista por motivos personales que además coincidieron con una mejor oferta laboral. “Quédate Tulio, tú vas a ser ahora el editor. Vas a ver que es mejor ser cabeza de ratón, que cola de león”, fue uno de sus últimos consejos.

Pero también aprendimos del director, de Willy Sacio M. Así le gusta escribir su nombre. Su solidaridad, fue lo primero que me llamó la atención y lo primero que aprendí. Recuerdo una mañana que fuimos a tomar desayuno a La Aurelia, un local que quedaba en la calle Diez Canseco, también en Miraflores, famoso por sus ravioles artesanales. Ese día mientras comíamos un pan con chicharrón y tomábamos café (en aquellos años aún tomaba café, dos jarras al día, y fumaba, dos cajetillas y media diarias de Premier), una anciana indigente entró a la cafetería y Willy en vez de darle una propina, la hizo sentar en una mesa y pidió para ella lo mismo que habíamos estado comiendo nosotros.

Willy tiene esos detalles. A muchos puede no gustarles su personalidad, su comportamiento abrumadoramente avasallador, pero es solidario y respetuoso con los que menos tienen. Además de tener una agudeza de análisis, sabe estar atento a todo lo que dicen los demás. 

Pero volvamos con Vivir Bien. Hacer empresa en el Perú nunca ha sido fácil. Y menos si se trata de empresas periodísticas. Vender publicidad para sostener una planilla mensual, de una publicación gratuita, no es cosa de juego. A pesar de lo difícil que resulta conseguir los avisos que mantengan el costo de la revista y dejen alguna ganancia, Vivir Bien no se detuvo. No tuvo que renunciar a su la independencia con ha ejercido el periodismo estos primeros 21 años.

De ser la revista de la ciudad, pronto se convirtió en una revista de carácter intelectual y político, en la cual se respiraba pluralidad. A pesar de ser su director y redactores opositores al gobierno de Fujimori. Y es que en sus páginas había espacio para personajes tan disimiles como los ya desaparecidos Carlos Torres y Torres Lara o Javier Diez Canseco, fujimorista e izquierdista, rivales irreconciliables en el Congreso de hace 20 años, pero que los lectores de Vivir Bien podían leer con una página de diferencia.

Ahí ya la revista se ocupaba de quehaceres más amplios, como la leva a la que eran sometidos nuestros jóvenes en las ciudades de la sierra, la trata y tráfico de mujeres, así como también el narcotráfico o los acuerdos de paz con el Ecuador o el sempiterno problema de la informalidad de nuestra economía.

Han pasado 21 años desde que saliera el primer número de Vivir Bien. Recuerdo el primer ese primer número, porque se celebró con un almuerzo en un restaurante de Jesús María, que ya no existe. No me di cuenta cuando pasaron 5 años, mucho menos cuando pasaron 10. Pero cuando Willy Sacio me hizo notar, al pedirme este artículo, que ya habían pasado 21 años, me puse a pensar en el lugar que ocupa esta revista en mi carrera periodística, en lo ingrata que puede ser a veces esta profesión, en los amigos que gané, en los que quedaron en el camino, en fin, en tantas cosas vividas.

Esperemos que estos sean solo los primeros 21 años de Vivir Bien. Que la independencia y el compromiso periodísticos, bien valen la pena cualquier sacrificio. Larga vida Vivir Bien.     
    


domingo, 11 de junio de 2017

El señor IGARTUA ROVIRA.— Bueno, ¿por qué no se le hace la investigación debida al señor Fujimori? ¿Por qué hasta hoy se niegan a hacer una investigación a los sucesos anteriores al pedido de Fujimori para que sean ascendidos los miembros del Grupo Colina? Hasta este momento ha habido una negativa total de todas partes. Al señor Fujimori ustedes no lo pueden acusar por Barrios Altos y La Cantuta porque los ascendió, porque el ascenso fue anterior, o sea el señor Fujimori no podía ser adivino. Pero sí había acontecimientos anteriores que sí obedecían al mandato de él de ascenderlos, diciendo: “Por los trabajos especiales realizados en las universidades del país”. Anterior a ese mandato, que además lo exige 3 veces, han ocurrido una cantidad de asesinatos de estudiantes, sobre todo en la Universidad del Centro, y esto no sé por qué extraña razón nadie lo quiere tocar.

El señor IGARTUA ROVIRA.— Ahora, ¿yo puedo hacer alguna pregunta a ustedes?

El señor PRESIDENTE.— Fuera de récord, cómo no.

El señor IGARTUA ROVIRA.— Bueno, ¿por qué no se le hace la investigación debida al señor Fujimori? ¿Por qué hasta hoy se niegan a hacer una investigación a los sucesos anteriores al pedido de Fujimori para que sean ascendidos los miembros del Grupo Colina? Hasta este momento ha habido una negativa total de todas partes. Al señor Fujimori ustedes no lo pueden acusar por Barrios Altos y La Cantuta porque los ascendió, porque el ascenso fue anterior, o sea el señor Fujimori no podía ser adivino. Pero sí había acontecimientos anteriores que sí obedecían al mandato de él de ascenderlos, diciendo: “Por los trabajos especiales realizados en las universidades del país”. Anterior a ese mandato, que además lo exige 3 veces, han ocurrido una cantidad de asesinatos de estudiantes, sobre todo en la Universidad del Centro, y esto no sé por qué extraña razón nadie lo quiere tocar.

El señor PRESIDENTE.— Nosotros... El señor IGARTUA ROVIRA.— No, no lo quiere tocar nadie, ni los apristas ni nadie.

El señor PRESIDENTE.— Bueno, no vamos a desarrollar el tema. En todo caso, es una apreciación.

El señor IGARTUA ROVIRA.— No, no es una apreciación. Son hechos concretos.

El señor PRESIDENTE.— La apreciación que usted tiene que esta comisión no está tratando este tema a profundidad, sí estamos tratando el tema a profundidad y sobre esos hechos ya hemos empezado a recoger información. Oportunamente vamos seguramente a plantearle a la comisión y seguir este trabajo. Yo no sé si tiene algo más que agregar, usted lo puede hacer.

El señor IGARTUA ROVIRA.— Nada.

El señor PRESIDENTE.— ¿Ya no hay ninguna pregunta? Entonces, le vamos a agradecer al señor Francisco Igartua su presencia en esta comisión y vamos a suspenderla momentáneamente, siendo las 4 y 59 para despedirlo y recibir al nuevo invitado.


Departamento de Transcripciones: CONGRESO DE LA REPÚBLICA SEGUNDA LEGISLATURA ORDINARIA DE 2002 COMISIÓN INVESTIGADORA ENCARGADA DE CUMPLIR LAS CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES DE LAS CINCO EX COMISIONES INVESTIGADORAS RESPECTO AL PERÍODO DEL GOBIERNO DEL EX PRESIDENTE ALBERTO FUJIMORI FUJIMORI (Sesión Reservada) (Vespertina) MIÉRCOLES 11 DE JUNIO DE 2003 PRESIDENCIA DEL SEÑOR ERNESTO AMÉRICO HERRERA BECERRA

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lunes, 8 de julio de 2013

FRANCISCO IGARTUA ROVIRA

FRANCISCO IGARTUA ROVIRA - Siempre un extraño

VOLVIO EL CIRCO. El triunfo de este personaje –Prado – perturbo la carga emocional de Francisco y lo hizo refugiarse aún más de su hobby: la fotografía (…)
En los días de este relato Francisco no había tenido tropiezos con Ella – Siempre las buenas relaciones eran largas y cortos los violentos encontrones–.
Esa tarde estaba solo, distraído, mirando la tina o bañera llenándose de agua, un agua revuelta que iba creciendo con fuerza y moviéndose, llevando arriba y abajo, una serie de grandes fotografías que se lavaban así los ácidos del revelado. Distintas figuras iban apareciendo y desapareciendo en el agua.
Lo atenazaba una gran preocupación: ¿Cómo eliminar de la caratula a don Manuel Prado si él era, sin la menor duda, el personaje público de la quincena? Era el nuevo presidente y acababa de jurar el cargo ante el flamante Congreso. Solemnemente le había sido colocada, por segunda vez, cruzándole el pecho, la banda presidencial roja y blanca, el símbolo de autoridad de los mandatarios peruanos. En oportunidad anterior ejerció el mando gracias al favor del general - presidente don Oscar R. Benavides y al fraude electoral.
Ahora reemplazaba al dictador Odria luego de unas elecciones en las que el cubileteo político había sido el triunfador, pero un triunfo reflejado también en una de las urnas. ¿Cómo eliminarlo de la caratula de Caretas?                      
Era, sin duda alguna, la noticia de la quincena, el personaje del momento.
Francisco no estaba satisfecho con el resultado electoral. Tampoco Doris Gibson, que había apoyado  con fervor a Fernando Belaunde Terry, la novedad en la política peruana de entonces y luego persistente figura de la Republica.
Para Francisco, el caso Prado tenia, sobre todo, connotaciones ético- pedagógicas. No era cuestión solamente de rechazar a la persona vanidosa y frívola, representativa de la dominante elite limeña y del díscolo modo virreinal que persistía en las actividades ciudadanas. También, según él, no era justo callar la terrible anti-lección que su triunfo electoral significaba. Prado era hijo de un personaje- reflexionaba Francisco- que la mayoría de los peruanos consideraba, con razón o sin ella, traidor a la patria, y, por lo tanto, al haberle dado su voto más de un tercio de los electores, se hacía evidente lo mal educada que en asuntos cívicos se hallaba la población peruana y convertiase el acto electoral en una elección desmoralizante. Era una reflexión muy meditada que el montaba así: la conducta general Mariano Ignacio Prado, presidente de la Republica y jefe de los ejércitos durante la guerra con Chile (1879), era únicamente condenada en el país. Todo el mundo daba por cierto que, en plena guerra, el general Prado viajo a Europa con las joyas y dinero de las colectas que se hicieron para la compra de armas y que, de pronto, se esfumo. Con los años, los hijos y sobrinos fueron apareciendo en la escena pública sin que nunca hubieran podido borrar las huellas de ese bochornoso manchón histórico… y de aquí partían las inquietudes periodísticas de Francisco. ¿No se daban cuenta los votantes de Manuel Prado de que así, con su voto, declaraban abiertamente que no le daban importancia al desgraciado comportamiento del padre. Porqué no es el caso de reaccionar bíblicamente que hacer que los hijos carguen las culpas de los padres, pero si de un mínimo de discreta censura por un hecho lamentable, quien sabe la peor de las lecciones cívicas recibidas por el pueblo peruano en su historia. Ya que no trataba de si los hechos fueron o no fueron como se decía, sino de que el pueblo entero del Perú creyó y creía que fueron como las coplas de la calle lo cantaban… Mientras la Historia callaba o hablaba solo sotto voce.
La indignación de Francisco se acrecentaba al recordar sus lecturas de don Miguel de Unamuno y la referencia al general Prado. El gran pensador vasco tiene colocado al ex presidente peruano –por la información corriente de la época– en la lista de los personajes más ruines de la historia americana.
En la tina o bañera la figura de Manuel Prado daba vueltas en el agua- agitada por los chorros de los grifos– entremezclada con guapas y elegantes novias, con rostros de payasos e imágenes de elefantes y leones, con sensuales bataclanas. De pronto, un Manuel Prado saludando con el sombrero de copa en alto, repleto de pecho de condecoraciones y la espada del edecán enredada entre ellas, pasa y pasa ante sus ojos. Se hunde en el agua y vuelve aparecer. Prado de pie en el automóvil abierto y el edecán a su lado, sentado, con el puño de su espada sobresaliendo de la gorra del militar. Y también vuelven a aparecer las figuras del circo.
Listo. Ya está la caratula exclamo solo Francisco y corrió al teléfono para comunicarse con la oficina.
Saldría Manuel Prado en la portada de cartas de aquellas primeras quincenas de agosto de mil novecientos cincuenta y seis. Era imposible escamotearle el lugar preferente de la revista al mandatario civil que asumía el Gobierno poniendo fin a la dictadura de Odria. Era el, indiscutiblemente, el personaje de la quincena. Ningún otro acontecimiento de importancia había ocurrido en esos días para, con algo pretexto, escamotearle la caratula a Prado. Pero saldría retratado en vivo: como un payaso de circo. Así era, descrito con plena objetividad, en documento grafico, el figurín elegido por más de un tercio de electorado nacional. (Por desgracia, aquella época no había segunda vuelta, el ballotage francés, que si le hubiera impedido a Prado volver a la casa de Pizarro).
Junto a la ridícula imagen del flamante presidente, de pie, sonriente, con el sombrero de copa en alto, cruzado el pecho con la banda bicolor y cubierto el impecable frac  de infinitas cintas y medallas, bastada poner el título ‘volvió el circo’. La portada sería absolutamente objetiva: Prado volvía a ser presidente y, a la vez, volvían los circos a Lima, como todos los años para las patrióticas fiestas del 28 de Julio, día de la independencia proclamada por José de San Martin. No podía presentarse queja de de irreverencia al nuevo presidente, porque bajo el título ‘Volvió el circo’, en letras pequeñas, se añadía ‘ver paginas tales y cuales ‘, en las que, por supuesto, aparecía una amplia crónica de la actividad circense que se iniciaba en esos días.
La portada fue un éxito resonante. Pero desato el odio de la poderosa familia Prado y de los pradistas contra caretas. De poco valió la amistad de Doris Gibson con Mariano Prado, presidente del Banco Popular y zar de las finanzas peruanas, sobrino del veterano jefe del Estado. Poco a poco se fue notando el sabotaje publicitario a la revista, que Doris fue capeando con su enorme simpatía y su imparable capacidad vendedora. Con la dictadura de Odria, la amenaza policial fue un freno al desarrollo de la revista. Con Prado, Caretas comenzó a conocer la presión sobre su economía, el acogote a la caja de la administración del quincenario.
El sabotaje publicitario fue organizado con enorme disimulo y muy secretamente. Sin embargo, no tardaron en llegar a los odios de Doris Gibson y de Francisco, datos precisos del complot montado en Palacio (…)

FRANCISCO IGARTUA, Siempre un extraño, Fondo Editorial Periodística Oiga, Archivo Francisco Igartua.





sábado, 19 de noviembre de 2011

La República

16 de noviembre de 2011

Aniversario. La primera edición se publicó el 16 de noviembre de 1981.

Hace treinta años empezó a forjarse una República superior

La República se ha posicionado como un diario imprescindible.

Nuestro diario cumple tres décadas llegando a sus manos. Entra a la madurez con el ímpetu de sus primeros años y el reconocimiento de la sociedad entera.

Inés Flores y Rocío Maldonado.

El 28 de julio de 1980 Fernando Belaunde Terry inauguró su segundo mandato presidencial después de 11 años de dictadura militar. Los peruanos comenzábamos a vivir nuevamente en democracia, pero al mismo tiempo se iniciaba una etapa conflictiva en el país: la crisis económica externa golpeaba con fuerza, especialmente a los sectores más pobres, y al mismo tiempo estallaba una dolorosa guerra interna dirigida por el sanguinario terrorista Abimael Guzmán.

En este escenario nace el diario La República, cuyo objetivo, plasmado en su primer editorial: “En busca de una República superior”, no era otro que rescatar el carácter revolucionario y contestatario de la palabra República para imprimirlo en sus páginas día a día.

La primera edición de La República aparece el 16 de noviembre de 1981 a las 4 de la tarde. Fue una publicación de formato tabloide, en blanco y negro, con notas principales en su primera página. A los pocos días se convirtió en un tabloide rojo y negro, distintivo que nos caracteriza hasta la actualidad.

La República nació como un diario político, de denuncia, de oposición constructiva. Fue la apuesta de un grupo de periodistas y empresarios peruanos.

En primera línea estuvieron el empresario Gustavo Mohme Llona, un socialista convicto y confeso, y el periodista Guillermo Thorndike. “Hacía falta un diario que promoviera la democracia, la justicia social, los derechos humanos, el Estado de derecho”, justificaba años después Mohme Llona.

Su primera redacción funcionó en la cuadra 4 del jirón Huancavelica, en el centro de Lima. A pocas cuadras del actual local. Bajo la dirección de Thorndike, los periodistas, identificados con las banderas de este nuevo proyecto periodístico, se sumergieron en esta titánica tarea. Redactaban sus textos en las viejas máquinas de escribir Olimpus, las mismas que ocho años después fueron reemplazadas por las pequeñas computadoras Macintosh.

Escándalos y terrorismo

Las páginas de La República reflejaban los escándalos políticos que envolvían al régimen belaundista, así como la ola de terror que desataba Sendero con apagones, coches bombas y asesinatos.

Paralelamente se dio gran despliegue a las crónicas policiales, y fue así como en tres meses pasó a vender de 11 mil a 200 mil ejemplares diarios.

El diario crecía más. Se incorporaron dos suplementos. VSD, un magazine que se publicaba los viernes; y Domingo, la revista de actualidad de los días domingo.

Además, se incorporaron como articulistas los escritores Gabriel García Márquez, Eduardo Galeano y Mario Benedetti. En la actualidad ese honor nos lo da el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa.

Al poco tiempo La República se convirtió en el diario de las grandes mayorías, pues en sus páginas se sintieron identificados los partidos de centro y de izquierda, los sectores laborales y, como solía decir Mohme Llona, “los sin voz”.

Sin embargo, en 1983 una terrible noticia enlutó al diario. Jorge Sedano, uno de sus reporteros gráficos, fue asesinado brutalmente junto a otros siete periodistas en las pampas de Uchuraccay, en Ayacucho.

Se dijo que los campesinos los asesinaron porque confundieron sus cámaras fotográficas con fusiles, pero La República, en una acción decidida entre directivos y trabajadores, optó por buscar la verdad. Lamentablemente, al año siguiente se sufrió una nueva baja. Jaime Ayala Sulca, quien reportaba desde Huanta los cruentos sucesos de esta violencia sin nombre, fue declarado desaparecido luego de describir en diversos informes por qué el accionar terrorista se centró esencialmente en Ayacucho.

Con el paso de los años, La República participó activamente en la política. Las campañas electorales que en 1983 llevaron a Alfonso Barrantes Lingán a la alcaldía de Lima y en 1985 a Alan García a la presidencia de la República tuvieron amplia cobertura en las páginas de este diario.

La lucha contra la dictadura

Hasta que llegaron los años 90. La violencia terrorista ya se había trasladado del interior del país a Lima, y la explosión del coche bomba en la calle Tarata de Miraflores fue el caso más emblemático.

Alberto Fujimori, de origen japonés, había llegado a Palacio de Gobierno y al poco tiempo pateó el tablero. El 5 de abril de 1992 cerró el Congreso de la República, detuvo a los presidentes de ambas cámaras legislativas y a los principales dirigentes políticos; además, tomó el control del Poder Judicial.

Y como en toda dictadura, la prensa recibió el golpe. Los militares ocuparon las instalaciones de los principales medios de comunicación. La República tuvo un rápido reflejo. La edición del día siguiente salió con espacios en blanco en la portada y en las páginas donde iban las noticias y titulares censurados por los militares.

La creatividad de los editores y de los periodistas dejó en evidencia a la dictadura.

De inmediato, el diario se puso en alerta ante cualquier forma de abuso. Lo hizo a través de su cobertura cotidiana, pero sobre todo desde su Unidad de Investigación, con Ángel Páez y Edmundo Cruz.

“El periodismo de investigación desplegó mayores esfuerzos por revelar las características de esta nueva forma de gobierno y el uso de los sistemas de inteligencia como columna vertebral de lo que se desarrollaría como una acción criminal dentro del Estado”, recuerda Páez.

En tanto Cruz, acucioso periodista de investigación que tuvo un protagonismo importante en el destape del aesinato de los estudiantes y del profesor de La Cantuta, destaca lo que fue la sensibilidad del diario en esa coyuntura.

“A inicios de los 90 había sido el primer diario peruano con una Unidad de Investigación como expresión de su deseo de hacer una cobertura más profesional e interpretativa en medio de un país abatido por la violencia”, explica.

Ante casi una década de violencia, La República fue el único diario que, junto a tres revistas (Caretas, Oiga y Sí) y muy pocos colegas de televisión, adoptó una posición independiente frente a los grupos terroristas y el régimen de Fujimori, asumiendo una actitud profesional al tratar la información.

Fue el primer medio, agrega Cruz, que dio la alerta del surgimiento de un escuadrón de la muerte cuando ocurrió la matanza en Barrios Altos, y el único que dio la noticia de la matanza en La Cantuta”.

La periodista María Elena Castillo recuerda también que frente a la política de detenciones arbitrarias, La República denunció esos casos “dándoles voz a los inocentes, contando sus historias, buscando las pruebas de la injusticia que se había cometido con ellos”.

En la segunda mitad de los 90, ya Gustavo Mohme Llona había asumido la dirección de La República; pero entonces se había iniciado la etapa más oscura de ese régimen, de mayor corrupción.

A su turno, Carlos Castro, actual subdirector de La República, recuerda que Fujimori y Montesinos habían creado una estructura para controlar las instituciones y tenían a propietarios de medios comprados con dinero que salía del SIN.

“Fue entonces cuando el papel de La República resultó fundamental, y una de las personas que nunca dudó de lo corrupto que fue ese régimen fue Gustavo Mohme Llona, a quien el tiempo y la historia le dieron la razón, pero que no llegó irónicamente a ver la caída del régimen”, concluye.

Una reingeniería constante

Al cumplir 30 años, La República se ha consolidado como un diario influyente en el país y de referencia cuando se habla de política nacional. Desde su lanzamiento ha experimentado varios cambios, tanto de fondo como de forma, pero manteniendo una línea editorial en defensa de la institucionalidad democrática, los derechos humanos, justicia social y la lucha contra la corrupción.

Ser coherente en la defensa de esos principios le valió el reconocimiento de la opinión pública durante el último proceso electoral, alcanzando tirajes históricos.

Pasado ese momento, aprovechando el posicionamiento logrado y en la búsqueda de la superación constante, La República, bajo el liderazgo de su director, Gustavo Mohme Seminario, alista un relanzamiento, previsto para fines de este mes, el cual contempla un rediseño que trasciende formas, colores, tipografía y tamaño.

El diario de hoy

En la actualidad, La República abre sus 32 páginas, aunque en ocasiones llega a las 40, de formato tabloide, con información de carácter político, a la que se dedica la mayor cantidad de páginas y portadas. Las notas de otras secciones pueden ser la tapa del diario cuando el caso lo amerite, pero siempre mantienen su ubicación al interior del diario.

El análisis del quehacer político, a cargo de nuestros columnistas, constituye también un referente para nuestros lectores y uno de los ejes que soportan el diario.

La influencia de la sección Política no se discute y no se tiene pensado restarle peso, pero en un contexto con lectores jóvenes proclives a leer cada vez menos y en que las nuevas tecnologías de la información marcan un desafío para la prensa impresa, La República apuesta por reforzar las secciones de Economía, Mundo, Sociedad, Policial, Cultural, Fama y Deportes con el propósito de llegar a un público más amplio, mucho más familiar.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Caretas 60 años

Caretas 60 años

Caretas 60 años

Caretas 60 Años :::: Del linotipo a la impresión offset: los 60 años de evolución impresa de CARETAS.

Persistencia del Papel

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De la Heidelberg que imprimió la primera Caretas en 1950, hoy se trata de una Lithoman IV, que imprime 60’000,000 de páginas por día.

Cómo podía imaginar que después de sesenta años iba a ser yo uno de los pocos —acaso el único— que podría contar cómo salió del horno la primera edición de la revista que hoy, ¡pa’ su macho!, celebra seis décadas de circulación.

Tenía veinte años de edad cuando, urgido por el cierre de una revista provinciana en la que estaba trabajando, llegué a la legendaria Imprenta El Cóndor de la calle La Amargura, a la altura de la novena cuadra del jirón Camaná. Allí, Paco Igartua y Doris Gibson, con los nervios desatados, pasaban los apuros del alumbramiento de CARETAS. Así pude seguir, de cerca y de lejos, cómo el linotipo expulsaba sus primeros textos, convertidos ya en plomo, que un cajista colocaba en una rama de hierro. Acto seguido, sobre un papel húmedo, el “sacapruebas” reproducía a rodillo limpio las galeras que pasaban a manos del corrector, Luigi Andreotti. Una vez que éste las revisaba, las entregaba a los directores, que las leían ávidamente con infaltables cigarrillos entre los dedos.

Fue en aquella imprenta donde incontables veces vi a Doris Gibson atravesar el hermoso zaguán y abrirse paso entre chibaletes y prensas taconeando, hermosa y elegante, hasta ingresar en el taller. Como es de suponer, por entonces la presencia de una dama en una imprenta resultaba poco habitual. Después de casi una semana, las páginas quedaron expeditas para imprimirse, acompasadamente, en una máquina Heidelberg.

En el mes de octubre de 1950 CARETAS ganó las calles de la ciudad. Paco y Doris plasmaron así el sueño de la revista propia en un medio difícil, casi hostil, en el que las publicaciones nacían y morían tras una vida efímera.

En junio de 1955 ingresé a la revista como jefe de Redacción. Por entonces se imprimía en Mercagraph, en el jirón Ica, histórico taller en el que CARETAS sufrió su primera requisa de ejemplares. Al año siguiente la revista recaló en la imprenta Pacific Press, regentada por un alemán que nunca dejaba el overol, y, posteriormente, en la imprenta Lulli, ubicada en el jirón Cusco.

Por esos años, un nuevo sistema de impresión —el offset— comenzaba a rayar en Lima, y CARETAS no tardó en adoptarlo, en los talleres de Santiago Valverde (Balconcillo). Allí estampó su primera carátula a todo color, que llevaba la imagen de Gladys Zender, Miss Universo 1957. Y allí mismo se imprimió por primera vez un pliego de ocho páginas a full color y el resto en blanco y negro, con el impecable registro que esta nueva técnica permitía. En los años sucesivos, la revista se editó en los talleres de Santa Rosa e Industrial Gráfica.

A inicios de la década de 1980, la aparición de la computadora lo transformó todo. A través de un suplemento titulado Informática, CARETAS empezó a tutearse con este instrumento que revolucionó no solo el mundo de las artes gráficas.

La impresión empezó a hacerse en máquinas muy sofisticadas, de alta velocidad y buen registro, en Labrusa, de los Hermanos de La Salle, ubicada en el km 5 y 1/2 de la Carretera Central. Esas mismas páginas que en sus inicios se armaban en plomo, ahora llegaban filmadas vía internet, prácticamente listas para imprimirse, gracias a la computadora.

A mediados de la década de los 90’s, Labrusa cambió de dueño y de nombre, pasando a llamarse Quebecor y hoy QuadGraphics. Y allí se imprime CARETAS con una calidad espectacular gracias a la nueva máquina alemana Lithoman IV, que recorta el tiempo de imprenta en 4 veces.