Señor Director:
He quedado conmovido al leer, esta mañana gris, la nota en la que usted y otros destacados miembros del periodismo independiente expresan su sincero pesar por la desaparición de Oiga y hacen votos porque sea pasajera. Sobra decir que tan bello gesto, en las actuales circunstancias me ha llegado al alma, me ha dejado anonadado. Siempre quise que mis escritos desparramados en los últimos cincuentaitantos años de la vida nacional, sirvieran para agitar conciencias y sembrar inquietudes cívicas. Jamás sospeché que lograrían calar tan hondo. Gracias por tan agradable sorpresa. Al mostrar tan abiertamente su cálida solidaridad con Oiga y conmigo -aunque no compartan mi estilo- los suscriptores de la nota hacen referencia al peligro que para las libertades de expresión y difusión -base esencial del sistema democrático- significa el acoso económico que sufre la prensa escrita en el Perú actual. Y hacen bien en recordarlo. Con 18% de IGV y otras cargas tributarias se ha convertido la lectura en el país en un fruto prohibitivo. En cuanto al reaparecer de Oiga bajo mi dirección, es un deseo que agradezco pero que hallo inalcanzable. Muy grandes son mis obligaciones económicas con los trabajadores de la revista -obligaciones que la edición del adiós no logró cubrir- y no voy a anteponer mis muy acariciadas esperanzas a ese deber social. Me quedan las páginas de El Comercio y de CARETAS que ustedes gentilmente me han ofrecido para seguir en la lucha. Dejen sí que me reponga del trauma que significa el haber sido deportado de mi casa. Quedo a sus órdenes y renuévoles mi agradecimiento a todos los firmantes de un escrito que me abruma y me ha conmovido, repito, hasta el alma.
Francisco Igartua
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