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DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA

DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA
FRANCISCO IGARTUA CON DORIS GIBSON, PIEZA CLAVE EN LA FUNDACION DE OIGA, EN 1950 CONFUNDARIAN CARETAS.

«También la providencia fue bondadosa conmigo, al haberme permitido -poniendo a parte estos años que acabo de relatar- escribir siempre en periódicos de mi propiedad, sin atadura alguna, tomando los riesgos y las decisiones dictadas por mi conciencia en el tono en que se me iba la pluma, no siempre dentro de la mesura que tanto gusta a la gente limeña. Fundé Caretas y Oiga, aunque ésta tuvo un primer nacimiento en noviembre de 1948, ocasión en la que también conté con la ayuda decisiva de Doris Gibson, mi socia, mi colaboradora, mi compañera, mi sostén en Caretas, que apareció el año 50. Pero éste es asunto que he tocado ampliamente en un ensayo sobre la prensa revisteril que publiqué años atrás y que, quién sabe, reaparezca en esta edición con algunas enmiendas y añadiduras». FRANCISCO IGARTUA - «ANDANZAS DE UN PERIODISTA MÁS DE 50 AÑOS DE LUCHA EN EL PERÚ - OIGA 9 DE NOVIEMBRE DE 1992»

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«Cierra Oiga para no prostituir sus banderas, o sea sus ideales que fueron y son de los peruanos amantes de las libertades cívicas, de la democracia y de la tolerancia, aunque seamos intolerantes contra la corrupción, con el juego sucio de los gobernantes y de sus autoridades. El pecado de la revista, su pecado mayor, fue quien sabe ser intransigente con su verdad» FRANCISCO IGARTUA – «ADIÓS CON LA SATISFACCIÓN DE NO HABER CLAUDICADO», EDITORIAL «ADIÓS AMIGOS Y ENEMIGOS», OIGA 5 DE SEPTIEMBRE DE 1995

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LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

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UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

«Siendo la paz el más difícil y, a la vez, el supremo anhelo de los pueblos, las delegaciones presentes en este Segundo Congreso de las Colectividades Vascas, con la serena perspectiva que da la distancia, respaldan a la sociedad vasca, al Gobierno de Euskadi y a las demás instituciones vascas en su empeño por llevar adelante el proceso de paz ya iniciado y en el que todos estamos comprometidos.» FRANCISCO IGARTUA - TEXTO SOMETIDO A LA APROBACION DE LA ASAMBLEA Y QUE FUE APROBADO POR UNANIMIDAD - VITORIA-GASTEIZ, 27 DE OCTUBRE DE 1999.

«Muchos más ejemplos del particularismo vasco, de la identidad euskaldun, se pueden extraer de la lectura de estos ajados documentos americanos, pero el espacio, tirano del periodismo, me obliga a concluir y lo hago con un reclamo cara al futuro. Identidad significa afirmación de lo propio y no agresión a la otredad, afirmación actualizada-repito actualizada- de tradiciones que enriquecen la salud de los pueblos y naciones y las pluralidades del ser humano. No se hace patria odiando a los otros, cerrándonos, sino integrando al sentir, a la vivencia de la comunidad euskaldun, la pluralidad del ser vasco. Por ejemplo, asumiendo como propio -porque lo es- el pensamiento de las grandes personalidades vascas, incluido el de los que han sido reacios al Bizcaitarrismo como es el caso de Unamuno, Baroja, Maeztu, figuras universales y profundamente vascas, tanto que don Miguel se preciaba de serlo afirmando «y yo lo soy puro, por los dieciséis costados». Lo decía con el mismo espíritu con el que los vascos en 1612, comenzaban a reunirse en Euskaletxeak aquí en América» - FRANCISCO IGARTUA - AMERICA Y LAS EUSKALETXEAK - EUSKONEWS & MEDIA 72.ZBK 24-31 DE MARZO 2000

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sábado, 13 de julio de 2013

LA TERCERA

Protagonistas del siglo XX: Conversación con Luis Alberto Sánchez
En esta nueva entrega de una serie conversaciones con los protagonistas del siglo XX, les presentamos un resumen en video y la transcripción completa de una conversación con Luis Alberto Sánchez realizada el 6 de febrero de 1984

Mario Castro Arenas: Doctor Sánchez, quisiéramos reconstruir, con usted como guía, las circunstancias de su nacimiento, su ambiente familiar, la Lima de 1900 a la que usted abre los ojos.
Luis Alberto Sánchez: La verdad es que sobre eso soy un testigo malo porque, habiendo sido víctima del parto, no soy testigo de él. Pero, de todos modos, mis padres pertenecieron a una familia de clase media, “bastante clase media”. Yo nací en una casa grande, tres patios, con plantas en todos los jardines, pero una casa ruinosa, hecha en 1876 según decía un rótulo de hierro en la reja. Y mi familia vivió en esa casa prácticamente desde poco después de la guerra, hasta el año 16, De manera que yo soy un hijo de la calle de “Monopinta 774”, donde nací, y donde está hoy día la Mutual Santa Elisa. Yo desciendo de español, prácticamente. Supongo que mi abuela materna tiene alguna sangre peruana. Vivía en Concepción, cerca de Jauja, y apellidaba Patiño, pero un pariente me hizo ver que los Patiño son gallegos y tienen cinco blasones que son “patillos”. La verdad. Un blasón con patillo no es algo que me entusiasme o me moleste. Pero todos los demás son españoles.
MCA: Su bisabuelo fue don Juan Sánchez Vivor y Banda, natural de Extremadura. ¿Cuál es el recuerdo que tiene de su bisabuelo?
LAS: Ninguno. Solamente lo que ha dicho mi abuelo. Era un hombre chiquito, comerciante y vendía toda clase de cosas en una especie de bazar. Primero estuvo en Ayabaca, vino de España. De allí paso a Lambayeque donde se casó con la señora Calderón, que era hija de español y hacendada. Ahí ejerció su negocio hasta que murió. Tuvo sus hijos en Lambayeque, tres hijos. El mayor era Natalio, que murió en la Batalla de Miraflores; el segundo Rosendo, que era mi abuelo paterno y el tercero Leopoldo, mi abuelo materno. Fue capitán de navío, héroe de Abtao y del Dos de Mayo. Fue segundo de grado en el Huáscar y lo comandó una vez, según se ve en los documentos autógrafos de la hoja de servicio. Llevó a Bolognesi hasta Arica y trajo el primer cargamento de armas de la época del 79, según consta en su memoria y está en el libro de Aurelio Miró Quesada sobre su familia y que cuenta este hecho.

MCA: Usted pudo nacer en Lambayeque. ¿Qué determinó a su padre o abuelo el venir a Lima?
LAS: Es que lo nombraran funcionario del Banco de Lima, que funcionaba en el Callao. Se vino mi abuelo y así mi padre nació en Lima. Mi abuela vino con el vientre henchido de mi padre. De manera que nació acá pero fue concebido en Lambayeque.

MCA: ¿Y usted alguna vez ha regresado a Lambayeque buscando la genealogía familia?
LAS: No, porque la tenía en casa. Yo sé que era pariente de medio Lambayeque. Mi abuela hablaba de los Salcedo, de doña Pepita Nula, que también era su pariente, de las Clavero, de los Muro y de los Aurich, en fin, de todas las familias lambayecanas que se reunían a menudo en casa de mi abuela y mi abuelo. Mi abuela era la amigota de las provincianas y mi abuelo, más bien algo bohemio. Trabajaba en sus cosas y caminaba por el centro.

MCA: Es curioso, porque usted sabe que mis raíces también son lambayecanas. Aunque yo no viví en Lambayeque, pero sí en Chiclayo por un poco tiempo, he crecido oyendo hablar de las familias Muro, de los Aurich, de los Zapata con los cuales tengo vinculación familiar, y hasta con los de la Piedra, y de los Muga. ¿De ese origen familiar quizá nació su vinculación de amistad con don Augusto Leguía, que también fue lambayecano?
LAS: Más bien con doña Panchita Iturregui, que fue muy amiga y que se casó con Germán Leguía y Martínez, a quien conocimos cuando yo tenía tos convulsiva y fuimos a Miraflores, donde vivía don Germán, que era muy pobre. Tenía 5 ó 6 hijos y era maestro de escuela, poeta. Había sido diputado durante el contrato Grace y lo sacaron por ello en el año 88. Era un hombre rebelde por naturaleza, muy alto, muy bondadoso y muy irónico. Me parece verlo y oírlo por el 19, cuando conversaba mucho con él. Más bien fuimos más amigos de los Iturregui y los Leguía Martínez, pero mi abuela sí era amiga de doña Carmen Salcedo, que era la madre de Leguía. De manera que esa vinculación existía.

MCA: Podríamos hacer directamente unos medallones familiares de Natalio, de Rosendo y de Leopoldo, que son personas que dejan huella en la historia del Perú.
LAS: Bueno, Natalio fue abogado y no sé si diputado o propietario suplente. Se casó con una muy bella lambayecana de apellido Pastor, que yo conocí ya anciana, viuda de Basadre, porque se casó con don Enrique Basadre en segundas nupcias y después de la muerte de Natalio Sánchez. Era realmente muy bella mujer. Son los Sánchez Pastor: una casada con Roberto Letts, madre de Roberto Letts Sánchez y abuela de Ricardo. La otra se casó con Cisneros. Virginia Sánchez Pastor y Máximo Cisneros, padre de Mañuco, de Pepe, de Machi, de Hortensia, de Susana, de Watson, etc. La otra se casó con Diaguno, que fue padre político de Sassone. La otra con Del Solar.
Natalio, era el hijo que se casó con Teresa Carvallo, hija del doctor Constantino Carvallo, creo que tenía vinculación con el almirante Natalio Sánchez Carvallo. Murió en la Batalla de Miraflores; estuvo en la reserva y lo mataron estrellándole la cabeza sobre una cureña de cañón. El abuelo Rosendo fue a buscar entre todos los muertos sus restos en Miraflores y consiguió enterrarlo. En esa ocasión logró tratar a Lynch o a Baquedano, uno de ellos. Mi abuelo Rosendo era otra cosa: contador como su padre don Juan y fue empleado del Banco del Callao. Lo recuerdo como un hombre algo corto de estatura, de cara muy bondadosa, ojos azules, absolutamente azules, tez blanca, socarrón, muy lector del francés. Con él aprendí francés antes que en el colegio. Me hizo traducir de muy niño una obra de Francisco de Salignac de la Mothe, “Fénelon”, así como también parte de “Las Armonías Poéticas” de Lamartine, de las que yo conservaba hasta hace poco un volumen. Un gran lector de francés y de las novelas naturalistas de Zola, que mi abuela perseguía.
El otro hermano fue Leopoldo, mi abuelo materno, el menor de ellos, e hizo muchos viajes. Estuvo en la China con su hermano Rosendo, cuando tenía 18 ó 20 años. Fue cadete desde los 14. Su foja de servicio está en el Museo Naval. Luego anduvo trayendo barcos de Inglaterra. En la Batalla de Abtao combatió en su barco como Teniente Primero y tengo un certificado donde consta eso. Luego en Dos de Mayo y después estuvo trabajando con Malinowski en el Ferrocarril Central, porque era bastante buen técnico en Ingeniería Naval, que luego se convirtió en Ingeniería Civil.
Durante la guerra estuvo a cargo como Comandante del “Talismán” y a Bolognesi lo llevó a Arica. Trajo armamentos y fue segundo de Grau antes, cuando tomó La Independencia como buque Insignia. Dejó el Huáscar por unos días y mi abuelo tomó el cargo poco antes de la guerra. Después estuvo muy comprometido con la fábrica de explosivos para volar la flota chilena que estaba en el Callao, durante la ocupación. En eso, con el segundo José Gálvez y con el Capitán Carlos Bondi, que es abuelo de Salazar Bondi, hicieron los explosivos y tuvieron el intento de volar los barcos chilenos. Después de eso, vino una época de relax.

MCA: ¿Él estuvo al mando del Huáscar en la aventura de captura del barco inglés El Talismán?
LAS: No estuvo exactamente. Bueno, no estoy seguro. Pero creo que de segundo sí. Tendría que ver su hoja de servicios que está escrita por el almirante Villar de puño y letra en el Museo Naval y tengo una copia en mi estudio.

MCA: Usted es Sánchez y Sánchez ¿Cuál es la relación familiar entre sus padres?
LAS: Primos hermanos. Mi madre era hija de Leopoldo el marino y mi padre era hijo de Rosendo, razón por la cual tengo la retina pigmentosa.

MCA: ¿Cómo sería una explicación sumada a un término biológico o médico?
LAS: Esa es una enfermedad muy frecuente entre los primos hermanos. Enfermedad a la vista casi en un 80%. Así que no tengo más que agradecerle a mis padres que me dieran vista hasta los 79, 80 años. Ahora creo que voy a recuperar un ojo.

MCA: Usted, en testimonio personal, cuenta de manera muy sabrosa el incidente de Rosendo Sánchez con Piérola que, en un arrebato muy típico en él, lo arrestó por desacato.
LAS: Sí pues. Rosendo era pagador del Ejército, Comisario de Guerra y estuvo en el Alto de la Alianza. Por cierto, y por lo que me contaba, tenía un miedo al estar encima del caballo, porque llovían las balas y no le quedaba más remedio que seguir montado. Decía que era mala suerte. Felizmente no le sucedió nada. Un viejo muy honrado, sumamente honrado, y cuando estuvo pagando a las tropas, acá en Lima, encontró irregularidades. Pidió una audiencia a Piérola, que estaba en la calle Shell donde tenía su Cuartel General. Es que confiaba muy poco de su Secretario de Marina, que era hermano de Piérola. Lo fue a ver y le dijo su preocupación. Piérola le dijo “¿Yo le he preguntado algo señor Sánchez?”, “no señor, vengo a decírselo”. Y Piérola “Entonces ¿por qué me cuenta lo que yo no le he preguntado? ¡Eso es desacato y queda arrestado!”. Por eso no estuvo en Miraflores, porque lo mandaron arrestado a su casa.

MCA: De hecho Rosendo es el que alienta su vocación literaria, pero un poco como si fuera algo prohibido a espaldas de las abuelas, al leer al entonces satanizado Emile Zola.
LAS: Sí, y no solo eso, sino que también, cuando estaba en la universidad y escribí mi primer trabajo sobre Besant, él lo quiso leer primero. Y cuando escribí sobre Montaigne, también. De manera que me lo devolvía, y me daba su visto bueno. Él era buen lector de Montaigne, lo conocía bien. Realmente me alentó mucho hasta hace un poco. Antes de cumplir los 18 años.

MCA: Usted tiene relación con los Cisneros Sánchez, y los Cisneros están entroncados con la familia que funda Luis Benjamín Cisneros? ¿Cómo es la relación? ¿Cómo es el entronque ahí?
LAS: No estoy muy seguro cómo es el entronque. Son dos ramas de Cisneros un tanto distantes, pero son parientes. Eso sí, unos son de Trujillo y otros de Lima.

MCA: Pero, ¿no son los Cisneros Sánchez descendientes directos del “poeta romántico”?
LAS: No, porque el poeta romántico era Benjamín, hijo de Nicolasa Cisneros y de Roberto Benjamín. Por eso es que los primeros Cisneros se llamaron Benjamín: Luis Benjamín, Luciano Benjamín. Porque eran Benjamín de apellido. Bueno, pero ese apellido fue supeditado por el apellido Cisneros de la madre y que tenía mas prosapia limeña y castellana.

MCA: Creo que el apellido Benjamín es de ingleses, de la isla de Malta…
LAS: Creo que sí. Con un dejo hebreo, me parece.

MCA: Que quizá, en esa época, no era de muy buen tono sacar a relucir.
LAS: La partida de matrimonio de Luis Benjamín en la que aparece todo eso, está en el archivo arzobispal. Yo tengo copia de eso. En mi fondo de la Biblioteca Nacional está, entre muchos papeles que tengo ahí, esa copia también.

MCA: Hablemos un poco, de sus estudios en La Recoleta, ¿Cómo Luis Alberto Sánchez, hijo de un hogar mesocrático de clase media, de pronto aparece codeándose con los jóvenes y dorados cachorros de la oligarquía limeña?
LAS: Por una razón y la más sencilla: es que estaba cerca de casa. Yo era hijo único y soltarme para el colegio era una responsabilidad. Vivía en la calle Monopinta y no tenía más que tomar un pedazo de Quilca, el callejón largo que recorría en tres cuadras y media y ya estaba ya en La Recoleta. Y lo hacía todos los días a pie, de manera que no había que mandarme a sacar y ni mandarme a traer. Sencillamente me iba a la carrera. Esa era una gran ventaja y me acompañaba con un amigo del frente tampoco aristocrático, Aurelio Piaggio, mi colega y mi hermano de leche. Cuando estuvo mi madre enferma yo tenía meses. Mamé de los senos de doña Amalia Chirichigno de Piaggio, que había tenido recientemente a Aurelio hacía unas semanas. Esa es la primera razón.
La segunda es que mi padre quería que tuviera la mejor educación del mundo. Él mismo fue a matricularme y a discutir con el padre Prats, florentino.
La tercera es que se aprendía francés. En ese tiempo, el francés era mucho más interesante que el inglés y todo el mundo salía de ahí con esos conocimientos. Probablemente quería que tuviera buenos amigos. Todo eso se ventiló ahí. La Recoleta no era oligárquica. Había de todo. Precisamente he traído de empastar el libro 66 de La Recoleta y había en él toda clase de apellidos.

MCA: Además existía una cierta liberalidad en los padres franceses recoletanos.
LAS: Mucho, eso lo aprendí de ellos. Eran frailes bretones que se habían opuesto a Napoleón. Fueron partidarios de Calulare y al mismo tiempo un poco heterodoxos, como el padre Teófanes que aprendió sánscrito, persa, árabe y cuanto idioma pudo. Siguió a Renán y un poco se ‘renanisó’, y de destierro lo mandaron a Lima, al colegio de Lima. Era un fraile estupendo.

MCA: En esa época de La Recoleta coinciden con usted o están en años anteriores o posteriores, algunos alumnos que después tienen nombre en la Historia del Perú: Raúl Porras Barrenechea, Pedro Beltrán, Ismael Bielich, Ricardo Bentín. ¿Qué remembranzas tiene de ellos?
LAS: Ricardo Bentín fue mi condiscípulo hasta el último año. Fuimos condiscípulos con Manuel Pardo Jerí, que murió hace poco. Con Manuel Pardo Althaus, Carlos Valera y Guillermo Ureta somos de la misma hornada. Ismael Bielich era un año anterior. Pedro Beltrán y Raúl Porras que nacieron en el 97 ambos, eran tres años antes. El 15 entró Ismael a la universidad, Raúl entró el 13. Yo el 17, porque fue el año de promedio donde se creó el quinto de primaria que me distanció de esa promoción. No había oligarquía. Bielich por ejemplo era bisnieto de un emigrante Yugoslavo. Raúl era de una familia de muy buen nombre pero de poco dinero. En cambio Beltrán, era de una familia muy próspera y Ricardo Bentín también. Había de todo.

MCA: ¿Ya se insinuaba en algo la vocación de estos alumnos? ¿Porras en la historia y Beltrán en el periodismo?
LAS: Beltrán me antecedió en uno o dos turnos en la presidencia del boletín escolar. Creo que fue presidente del boletín escolar en el año 12, y yo lo fui en el año 14 ó 15. Fue el periódico del colegio y donde comencé a escribir. Raúl también. Él era colaborador, pero comenzó a hacer periódicos propios en la universidad, entre ellos “Alma Latina” que realmente es una joya en la que hay muchas cosas irónicas y deliciosas. Y luego, otros periódicos. De manera que sí se veía eso. Ahí también se vio la vocación de Riva Agüero que es de la primera promoción. La de Juan Bautista de Lavalle y la de Eduardo Barrios, el novelista chileno, que es de la misma promoción de Riva Agüero.

MCA: ¿Barrios por qué?, ¿en esa época es que vivía en Lima?
LAS: Porque su madre era peruana, de Trujillo. Vivía con su madre.

MCA: ¿Usted en qué año concluye en La Recoleta?
LAS: En el año 16.

MCA: ¿E inmediatamente ingresa a la universidad?
LAS: Si, así es. Directo a San Marcos. No había examen de admisión.

MCA: ¿Y vuelve a encontrarse en San Marcos con Porras?
LAS: Bueno, Porras ya estaba saliendo de Letras.

MCA: ¿Cómo es que llega a formarse esta llamada “Generación del Centenario?
LAS: Usted sabe que yo no soy partidario del nombre “generación” pero de todos modos hay que llamarla de algún modo. Yo creo que se formó a base de reivindicar la historia del Perú. Porque el año 17 y el 18 estaban muy cerca al año 21, en el que se cumplía el centenario. Ocurría que había que hacer un aporte sobre la lucha de Independencia y nosotros teníamos la convicción de que estaba todo falseado. No creíamos en la “Historia de la Independencia” de Mariano Felipe Paz Soldán. A pesar de los documentos no confiábamos en los relatos y entonces creímos que teníamos que hacer una historia nueva. Eso fue lo que nos reunió para hacer una nueva historia para el centenario del 21. Lo que pasó es que no terminamos.

MCA: En rigor llamémosla la Generación del Centenario. ¿Quiénes fueron sus forjadores?
LAS: El motor de todo eso fue Jorge Guillermo Leguía. Porras, Luna Cartlan, Ricardo Vega de García, Manuela Bastos, Carlos Moreira, Pepe Lucho Llosa Belaúnde, también. Víctor Raúl que, en la primera parte, estuvo muy activo. Jorge Basadre no perteneció y él mismo lo ha negado. Él está en esa fotografía de Ugarte en el Conversatorio, en el “Mundial” del 21, porque lo encontramos en la puerta de Ugarte y Raúl le dijo: “Venga para acá Jorge”. Era muy pequeño todavía, el año 21 cuando tomamos esa fotografía. Jorge tenía apenas 18 años, y Raúl ya tenía 24.

MCA: ¿Qué imagen conserva de Jorge Guillermo Leguía?
LAS: La mejor del mundo. Era la bondad en persona, y la fealdad también. Una mezcla de apariencia demoníaca y alma de ángel. Realmente muy generoso y muy estudioso. Un poquito retórico pero con un amor apasionado por la historia peruana. Eso lo heredó de su padre y ahora se están viendo las pruebas. Primero en la “Historia de la Emancipación del Protectorado” de siete volúmenes, que publicó la Comisión del Sesquicentenario y, ahora entiendo que se va publicar la “Historia de Arequipa” completa, de la que solo se publicaron dos volúmenes, allá por el año 16 ó 17.
A Jorge Guillermo le encantaban las empresas y que firmaba como “ Mercator”, porque le gustó primero la geografía. Luego la historia y era un devoto de la misma. Yo recuerdo que cuando comenzó a hacer la biografía de Vidaurre, que es excelente por cierto, incompleta pero, excelente. Un día estaba sentado en lo alto de la Biblioteca Nacional, mirando los papeles varios y, de repente, soltó a reír con una carcajada. “¿Qué te pasa?” le dije. ¡Estas cosas de Manuel Lorente! Estaba leyendo a Vidaurre y celebrándolo como si fuera hecho del día. Era realmente un gran tipo.

MCA: ¿Cómo es que muere tan joven y tan inteligente?
LAS: Parece que tuvo una infección, porque murió el 34 a los 36 años. Él era mayor que yo por dos años y un año menor que Raúl.

MCA: En esa época de la Generación del Centenario aparece un primoroso librito del cual tengo un ejemplar de “Los Poetas de la Revolución y de la Colonia”, simultáneamente con “Lima en el siglo XVIII”, de Jorge Guillermo Alegría.
LAS: Sí. “Lima”, apareció por ahí.

MCA: Tengo entendido que don Manuel Beltroy tuvo algo que ver como editor en esta empresa, siendo dos años mayor él.
LAS: En “Los Poetas de la Colonia” sí, esa historia de Beltroy es muy interesante. Él era lector de Riva Agüero y era un poeta de tono menor pero muy pegado a la literatura francesa, sobre todo a Albert Samain, y quería editarla. Siempre fue inquieto a hacer cosas raras, y entonces cayó aquí un Ministro Plenipotenciario cubano, don Luis Baralt, casado con Blash Baralt que era escritora. Su hija, casada con Mariano Brull, gran poeta cubano. Hombre simpatiquísimo de una cultura finísima. Un excelente traductor y convenció a Mariano de comprar una imprenta que consistía de una prensa de mano “Gordon”, unos cuantos chibaletes, una guillotina, encuadernadora para encuadernar al hilo, tipo francés.
Allí compusieron como primer libro “Los poetas de la colonia”. Yo lo hice, porque el 5 y 6 de enero me los pasé encuadernándolo en costura francesa, en un taller que estaba en la calle de Quilca, al terminar Monopinta. El padre de Beltroy tenía una lavandería que se llamaba, “La Torinesa”. Un hombre muy honesto. Se suicidó. Se pegó un tiro, no sé por qué. Nadie supo de eso pero en un lado de esa casa, donde termina Caylloma, al frente, hacia la ultima cuadra, allí vivía. En un costado tenía la imprenta que se llamó “El Forión”. La llamó así, “goethianamente” y, luego ahí, imprimimos. Yo trabajé mucho en eso, sin ganar un céntimo. Imprimimos “La Evolución de las comunidades indígenas” de Valdez de la Torre, un libro estupendo en el año 21. “Una Lima que se va”, de Gálvez, de la primera edición con portada de Sabogal. “La Ciudad Evocadora” de Gastón Roger. Una “Antología de Poetas Peruanos del Siglo XIX”, me parece que hizo Beltroy, tiempo después. Hicimos una serie de libros, que no se vendían. Mi “Poetas de la colonia” se vendía a cuatro soles.

MCA: ¿Cuántos ejemplares editaron?
LAS: Mil.

MCA: Eso es ahora un incunable moderno.
LAS: Y tuvimos que venderle a 400 soles al Ministerio de Educación para las bibliotecas, Vendimos 100 ejemplares a cuatro soles cada uno. Así tuvimos que vender porque si no, no salían.

MCA: Cuando usted llega a San Marcos era un poco el espacio generacional en el que convergían peruanos de provincias, Haya de la Torre entre otros. Empiezan a crearse las condiciones para el estallido de la reforma universitaria, ¿Puede usted recrear ese momento?
LAS: Mire usted, mi generación o mi grupo, que me parece fuimos 110 los que entramos al primer año. Ahí estaban José León Barandiarán, que venía de Lambayeque. Ernesto Virhues que después fue muy sanchecerrista y no sé qué parte vino pero de una provincia también. Nicanor Porras de Huancavelica. Aquiles Gamarra de Huacho. Mariano Prado de Lima. Lizardo Alzamora que era mi compañero de colegio en La Recoleta, salimos juntos. Jorge Guillermo Leguía del San Agustín. Luis Aurelio Loayza del colegio Labarthe. César Arróspide de la Flor, que también era compañero mío de La Recoleta, y una serie de gente más. Una generación muy compacta de la cual creo que todos tuvimos algún éxito, pero de todas partes.
Luego, esta generación en el año 17 comenzó el trabajo para la Federación de Estudiantes que no existía. Por que había un Centro Universitario, en la calle “Divorciadas” donde se podía jugar billar o cartas o tomar un trago. Allí estaba la élite de la universidad. Los presidentes eran Manuel Felipe Barreda, Juan Bautista de Lavalle, Carlos Monge y Oscar Miró Quesada. Nació la idea de hacer una Federación. Ese año llegó Haya de Trujillo. Entró a Derecho y a Ciencias Políticas y Económicas y fue el alumno predilecto de Manzanilla, con quien salía después de clase a pasearse y conversar. Entonces se vestía de negro, era delgado, tenía los dientes arremolinados. Una risa muy fácil y un vestido único.

MCA: ¿Manuel Seoane aparece en esa época?
LAS: Sí. Apareció en el segundo año de Letras, porque estuvo en Ciencias. Quiso ser médico. Fracasó en Ciencias y entonces se trasladó a Letras, el segundo año y allí fuimos compañeros. Su padre era profesor de Literatura Antigua, un estupendo profesor, sobre todo en contar los argumentos y tal. Un hombre muy respetable, era fiscal de la Nación. Un hombre realmente respetable y bello. Un viejo muy bello.

MCA: ¿Con quién contrae amistad más rápidamente? ¿Con Haya de la Torre o con Seoane?
LAS: Con Seoane, a pesar de que empezamos peleando y luego terminamos siendo muy amigos, en el 18. Con Haya, después del 18 entramos en amistad y peleamos un poco por la Reforma. Por que yo pertenecía al Comité de Reforma Universitaria. Una razón muy simple: la Federación de Estudiantes se negaba a hacer la Reforma. Estaba presidida sucesivamente por Carlos Barreda, que era primo de José Pardo. Después, por Hernando de Lavalle que también era pariente de José Pardo y eran enemigos naturalmente de la Reforma. Tenían muchos vínculos con los profesores y los de la Federación estaban allí, entre ellos el propio Víctor Raúl que era reformista, pero que tenía una especial manera de verla.
Nosotros fundamos con Porras, Abastos y Calle el Comité de Reformas que, después, terminó batiéndose unos con otros. Elejalde se batió con Calle, y los duelos, que fueron sucesivos, dos o tres, terminaron cuando le tocó batirse a Porras. Estábamos en “La Razón”, el periódico de Mariátegui y de Falcón, en la calle Pileta de la Trinidad al costado de Baquíjano, por el jirón Cusco y cuando le dijimos: “te va a tocar batirte a ti”, pegó un grito diciendo: “Yo no me bato de ninguna manera”. Entonces nos acordamos súbitamente de lo del padre. Estúpido completamente para decir semejante cosa: ¡Yo le pego un tiro y bla bla bla!”.

MCA: Además con Seoane tenía la afinidad por el deporte. Creo que fue boga y usted aficionado al box.
LAS: Del tango y el deporte. Del boxeo no mucho. Los dos hacíamos de jueces de box.

MCA: Es inevitable, aunque un poco abusiva, ¿la comparación con los reformistas de aquella época y los actuales líderes universitarios?
LAS: No hay nada que comparar. El ‘cholo’ Meza, que era muy inteligente y al que yo le debo mucho mi carrera literaria, decía cuando se hablaba de comparaciones: “que se puede comparar el brillo del sol con un vidrio opaco”. Porque todo cabe, ¿no?

MCA: ¿Cree usted que se ha perdido de vista el origen histórico y el objetivo fundamental de la reforma universitaria, que es convertir a la universidad en un espacio donde predomine más y más la inteligencia y la razón?
LAS: Bueno, se ha perdido completamente la idea de la universidad. Hoy en día no existe idea de universidad, y no digo solo en un grupo de alumnos, en los profesores tampoco. Son tecnócratas que no saben lo que es cultura general, que creen que una ecuación lo resuelve todo y no saben que la ecuación necesita como fundamento un criterio filosófico y un concepto vital. No tienen idea de eso. De Gaulle, militar, era mucho más universitario que cualquiera de los universitarios nuestros.

MCA: ¿Usted en la universidad por esa época conoce también a César Vallejo?
LAS: Sí. Quizá fui su único amigo de la universidad, quizá.

MCA: Y mantienen correspondencia por mucho tiempo.
LAS: Hasta tres meses antes de su muerte. Hasta enero del 38.

MCA: Era realmente Vallejo el hombre melancólico que pintan algunos biógrafos recientes.
LAS: No. Era un hombre ordinario, aislado sí, pero de risa muy franca, de buen humor, una risa muy frecuente, risa de buena gana. Pero le gustaba estar solo. Eso sí es positivo. Mucho, mucho amaba la soledad. Se paseaba por ese pedacito que hay entrando por Derecho, pasando la estatua de Javier Prado, se tuerce para el Salón General. Ese corredor era por donde se paseaba él siempre. Nos paseábamos juntos muy a menudo.

MCA: En esa época usted también se inicia en la docencia universitaria, en su Alma Mater. Tengo entendido que en algún momento tropieza con el mal humor, más que con el obstáculo intelectual, de algunos viejos “Domines”. Sin embargo tiene el apoyo del poeta José Gálvez.
LAS: Sí. El mayor apoyo que tuve fue el de Carlos Wiesse, don Carlos Wiesse, que era profesor de Historia Crítica del Perú. De un espíritu espléndido, y que además era secretario de la Facultad. Cuando yo me iba a graduar de doctor en Letras con mi tesis “Elogio a Don Manuel González Prada”, mi tesis tuvo que ser “Los poetas de la colonia”. Recuerdo que don Carlos Wiesse, en la tercera vez que me citaba y no se producía el grado, me mandó a decir con Carlos Doig y Lora, paisano suyo, que era su secretario de la facultad: “Dígale que venga temprano, que se siente en primera fila y que cuando el anterior a él se gradúe, se siente aunque no lo llamen”. Yo no entendí. Me dijo “haga nomás lo que le ha dicho Don Carlos”. No podía decir nada, era muy discreto él. Yo me quedé sentado.
Presidía el jurado don Luis Miró Quesada, que era en ese momento Subdecano encargado del Decanato por ausencia de Deústua, que estaba en Italia y yo era secretario en la Biblioteca Nacional. Fui secretario y contador de la biblioteca desde octubre del 19 hasta marzo del 28, porque fui subdirector hasta el 30. Entonces tomé la lección y apenas terminó el grado ya se estaba levantando. Me senté. Entonces don Carlos dijo: “el graduando está citado”. Hubo un pequeño debate entre ellos y me tomaron examen. Fue muy duro. Recuerdo que Alberto Ureta me dijo que, como poeta, Prada no valía nada. José María de la Jara me dijo que como político, era prácticamente una nulidad. Iberico dijo que como filósofo no aportaba ninguna idea. Horacio Urteaga dijo que, como estilista, tampoco tenía nada que ver. Yo recuerdo que dije: “Señores: tengo que pedirles disculpas a ustedes, porque me he ocupado del hombre más infeliz de la literatura peruana. No es poeta, no es prosador, no tiene una idea, no es historiador, no es político. No le falta sino ser ladrón”.

MCA: ¿Luis Miró Quesada hizo alguna objeción?
LAS: No, no dijo nada. Yo no sabía en ese momento, lo digo ahora, póstumamente. No sabía el episodio de la idea libre, no conocía nada de líos. Conocía que hubo un lío, pero algo del radicalismo verbal de Prada. Pero no era para no negarme el título porque el trabajo era bueno. Entonces respondí, está impreso. Tenía 21 años y no iba a ceder pero, ahí hubo una ruptura entre nosotros. Se opuso a mi cátedra siempre. Se opuso sistemáticamente y yo pude ser catedrático, cuando él dejó de estar en la facultad. Estaba en Europa. Casi desterrado. Entonces me llamó Manzanilla por medio de Luis Varela y en vista de que los alumnos habían pedido por 3 años seguidos que yo dictara un curso, porque yo estaba dictando uno extraordinario sobre Literatura Peruana, José Gálvez se abstuvo de dictar el curso y Clemente Palma se retiró. Entonces fui nombrado yo, pero fue un poquito duro.

MCA: Usted también tiene una temporada por esos años en que ejerce docencia en distintos colegios, en el Colegio Alemán. Tiene de alumno a Martín Adán, entre otros.
LAS: Bueno Martín Adán, Carlos Cueto Fernandini, Guillermo Loman, Guillermo Gueverdin. También Hernán Moncloa, Luis Felipe Alarco. Un buen grupo de alumnos, no me puedo quejar. Los Moncloa, y Alberto Wagner, que en ese momento no era Wagner de Reina sino Wagner Reina. El “de” vino un poco después. Supongo que será un hallazgo genealógico…

MCA: ¿Torretagliano? …
LAS: Probablemente. Eran mis alumnos y por cierto Loman era muy travieso. Perdió un año por eso. ¡Quién lo diría, pero era muy travieso!

MCA: ¿Cómo era el salario o el sueldo de un profesor de esa época?
LAS: En el colegio alemán no se ganaba mal. Ganaba algo así de S/. 13 por hora y yo sacaba del colegio alemán 17 libras, es decir, 170 soles. Y del Liceo Comercial del Perú, donde era profesor y gerente, sacaba 300 soles y en la Biblioteca Nacional, cuando fui director, ganaba 350. Cuando fui secretario y contador me quedaba 120 ó 130 por ahí. “Mundial”, me pagaba por mi colaboración 20 soles semanales, 80 al mes.

MCA: ¿Cómo empieza Luis Alberto Sánchez a escribir ya profesionalmente en las publicaciones periodísticas? ¿Cuál es la primera publicación?. ¿Fue en “Mundial”?
LAS: Fue profesionalmente en “Hogar”, que era un año anterior a “Mundial” y que dirigió Gastón Ruggeri. Lo publicaba la International Publicity Company, que era una compañía publicitaria. Esto fue en el año 20 pero antes, ya había trabajado en “Actualidades”, con Balarezo y Octavio Espinoza, muerto en un accidente de aviación. Había trabajado en “El Tiempo”, ligeramente, donde escribí sobre Valdelomar en el año 18. En “La Prensa”, donde también escribí del 18 al 21 pero, ya profesionalmente e inclusive pedí licencia en la Biblioteca, en “Hogar” todo el 20. Ese año “Hogar” se tambaleó. Se puso mal. También en “Estilo” que era una linda revista que publicó Carlos Raygada, de la que salieron 5 números. Volví a la biblioteca y entré a “Mundial” que nació de “Hogar”. Es que “Hogar” se imprimía en la imprenta de la “Opinión Nacional”, de los Aramburú y le dejó de pagar cuatro números. Entonces, al quinto, Andrés, que vio la cosa, se negó a imprimir el número. Aprovechando alguna parte del material, se armó la revista de un modo distinto y salió “Mundial” que es en diciembre del 20, me parece. Y a mí me llamaron en enero del 21.

MCA: A los 18 años usted comienza a frecuentar la tertulia de “La Prensa”, conoce a Valdelomar, lo conoce a Mariátegui en el 15 ¿Cómo es el conocimiento de Valdelomar?
LAS: Me lo presentó Ladislao Meza, que era muy amigo mío. Meza era una especie de mecenas. Le gustaba mucho que los muchachos lo rodeasen, y por una circunstancia sentimental resultó muy amigo nuestro. Estaba muy enamorado de una pianista ecuatoriana pariente de los Bielich, los cuales eran como hermanos míos, llamada Gabriela Urbina y a la cual llamaba la “Ninfa del Mar”. Gabriela Urbina era de un perfil lindo. Me parece recordarla que tocaba maravillosamente bien el piano, y de ella se enamoró el ‘cholo’. Entonces, como “por la piana se besa el santo”, se juntó a los Bielich. Porque ella siempre iba a los Bielich, donde Mariana Merino Bielich, que era chilena y donde Malena Vielich de Labarthe, que vive hasta ahora. Por ese motivo, pegándose a los Bielich, y yo también, nos presentó a los escritores. Él a Valdelomar y a Mariátegui, que por cierto peleaba con ellos siempre, porque era lo contrario del Palais Concert. Iba al Palais para hablar mal de su gente Y siempre estaba ahí, y como Gabriela Urbina iba ahí, él también estaba. De él aprendí a leer a los rusos. Leía mucho a Gorki, mucho a Tolstoy, a Berchenko …

MCA: ¿Que influencian mucho a Clemente Palma y Valdelomar?
LAS: Yo tenía, y se me ha perdido, un tomo de Pushkin, regalado y autografiado por Valdelomar. Me dijo, “Léalo”.

MCA: ¿Valdelomar era tan pedante como sostienen algunos o era una coraza?
LAS: Yo creo que era una coraza. Hacía teatro. Yo me acuerdo, y lo he citado algunas veces, un domingo en la tarde, esos domingos limeños que son bostezos, en el que estaba yo en el Palais, un poco ocioso esperando a Vallejo. Lo vi a Valdelomar que venía por el frente, ocupando toda la vereda con el bastón y sin cuello ni corbata, con una camisa sport, cosa inusitada entonces. Hablo del año 18. Se atravesó y me preguntó ¿Qué hace aquí?. Respondí: “estoy esperando”. Me dijo que me invitaba un té y acepté. Bueno, tomamos el té y le pregunté ¿por qué no usa usted corbata? Me dijo: Primero, porque es más cómodo; segundo, porque llama más la atención. ¿Porque llama la atención? Sí, me dijo, fíjese Sánchez. Si yo tuviera que vestirme de amarillo ocre para llamar la atención, salgo vestido así. Tenga la seguridad.

MCA: ¿Y la huella de Mariátegui?…
LAS: Mariátegui era muy encogido. Andaba con Valdelomar y le enviaban madrigales a las muchachas. Por ejemplo, a Gabriela Urbina, versos en las servilletas. Me acuerdo alguna vez que Gabriela quiso que Valdelomar le pusiera algo en su álbum. Entonces vi que escribía muy rápidamente una dedicatoria para Gabriela Urbina. Le dije que había una falta de ortografía. Eso le sangró, le dolió.
Nosotros que estábamos trabajando en el Conversatorio, concebimos la idea de ordenar la biblioteca y sobre todo la colección de Papeles Varios. Esta colección era de 2000 a 2500 volúmenes. Está publicado el catálogo en el Boletín Bibliográfico de la Biblioteca de la Universidad de San Marcos, por Manuel Odriozola en el año 24. Encontramos que en cada tomo de estos había 8, 10, 12 folletos pero, una cosa muy mala y otra muy buena y otras muy raras. “Simbólicas”, estaba allí. “Malos amores y Desazones” junto a un Reglamento del Club Nacional, un prontuario de tiro. Él agarraba por años y los encuadernaba, una cosa bárbara desde el punto de vista técnico, pero desde el punto de vista de conservación fue excelente. Entonces concebimos la idea de catalogar eso; y ahí nos metimos Raúl Basadre, Eloy Espinoza Saldaña, Manuel Abastos, Jorge Guillermo Leguía y yo, creo que nadie más. Y comenzamos a catalogar y, cuando estuvo hecho, se lo entregamos a Odriozola. Le puso un nombre y lo publicó.
De ahí resulté yo empleado de la Biblioteca. Renunció Germán Gutiérrez, padre de Germán Tito Gutiérrez que era secretario de González Prada. Entonces me dijo: voy a pedir licencia pero no voy a volver. De manera que procure que lo nombren interinamente y se quede usted. A mí me pareció perfecto. Yo leía sin sueldo y si leía con sueldo iba a ser mejor. De manera que me nombró Deústua, que me conocía de la universidad. Había sido primer alumno suyo en Psicología y me quedé Ahí empezó la Biblioteca. Quisimos hacer un catálogo y Romero se oponía realmente.

MCA: Hablando de biblioteca, por asociación de ideas recordamos a González Prada del cual usted es familiarmente vecino, luego discípulo y termina siendo el más completo crítico de su obra, ¿Qué imagen humana conserva de él?
LAS: Bueno, si yo hubiera visto una estatua caminando, esta hubiera sido la de González Prada. Inclusive mi padre, que era muy irreverente cuando veía a don Manuel con doña Adriana por la calle Gallos, se abría media calle y saludaba con el sombrero. Simplemente por el respeto que le inspiraba y don Manuel miraba fijamente y uno pensaba que lo veía con cierta impertinencia, y no, sino que lo “miraba sin ver” porque era muy miope. Doña Adriana no le dejaba ponerse anteojos porque tenía ojos muy lindos, unos ojos azules muy lindos. Doña Adriana decía: “No Manuel, no. Anteojos no, aunque yo tenga que ver por ti”. Él era un hombre imponente muy severo y de una voz muy suave, era increíble la voz que tenía.

MCA: ¿Por eso es que nunca leyó sus discursos?
LAS: No era una voz meliflua, no, pero apagada. Yo creo que había una gran timidez en el fondo de él. Por eso es que tenía estallidos…

MCA: Una timidez que se resolvía escribiendo…
LAS: Sí. Cuando se ponía con la pluma, era tremendo.

MCA: ¿De qué manera González Prada motoriza en usted la emoción social, la necesidad de poner la literatura al servicio de las buenas causas peruanas?
LAS: Yo nunca reflexioné en esas cosas. Lo que sí, me hizo tener un gran asco por el civilismo. Eso sí.

MCA: Es evidente que la lectura de González Prada, sobre todo “Páginas Libres”, modifica la visión del Perú y que tiene toda su generación.
LAS: Sí, absolutamente. Por eso es que Porras no es tan ‘Gonzálezpradiano’, porque a él le gustaba Palma.

MCA: Porque era un poco parte de lo censurado.
LAS: Claro, y mi padre que también era muy censurador y muy anticivilista. A pesar de ser pardista, era amigo de José Pardo y de Don Amigo La Bedoya, que había sido de Pardo. Fue mi padrino pero detestaba al civilismo. Lo detestaba terriblemente. Él me enseñó eso. Me enseñó a leer a Prada y yo admiraba a Prada. Tuve una visión y sentí que el deber del escritor era decir cosas abracadabrantes para entonar a la gente. Yo tenía una serie de libritos, que los rompí felizmente, bajo la inspiración de González Prada. Me acuerdo que hice una biografía sobre José Lora con estilo Gonzálezpradiano, y que felizmente la rompí...

MCA: ¡Esto si es una primicia! Poesía ¿nunca se animó a escribir? De repente al estilo de González Prada.
LAS: Sí escribí poesía, de todo. Más bien Ureta influyó mucho en mí. Ureta y Eguren. La mezcla de endecasílabos y heptasílabos me parecía deliciosa, por Becker mismo, que tiene un estilo estupendo. Pero escribí un ensayo en el año 20 ó 21 que se llamaba “La Ultima Salida”, después de haber leído las meditaciones del Quijote de Ortega. A mi padre le pareció muy bien y lo rompí, naturalmente. Yo creo que la mejor manera de escribir, es romper mucho lo que se escribe. Porque hay que ensayar la mano.

MCA: Debió haber roto muchos papeles para haber publicado tanto…
LAS: Sí, libros enteros, y otros que no se han publicado que están por ahí…

MCA: Hay alguna cosa inédita todavía de Prada...
LAS: Que yo sepa, no. Todo está publicado ya. He publicado “Los cantos de otro mundo” que salió en la biblioteca de San Marcos; otro es “Optometría” que, hasta donde pude, se publicó. Había muchas lagunas en los papeles. También “Las Letrillas”. He publicado de Tonel de Diógenes y creo que he publicado todo.

MCA: Comparado con las páginas que usted le ha dedicado a González Prada no hay equilibrio. No hay compensación con lo que le ha dedicado a Ricardo Palma, ¿Hay alguna explicación consciente de eso?
LAS: No, quizás en subconsciente. Le he tenido una gran admiración a Palma y además, cierto agradecimiento porque fue amigo de papá. Tenía autógrafos de él, pero realmente me ganó la campana de González Prada. Cuando Palma se lanzó contra Prada me pareció muy salvaje. Entonces creo que muy inconsciente le agarré una resistencia como si yo fuera de la familia de Prada. Yo he amado mucho a Prada, mucho, mucho.

MCA: Yo lo sé y además ese amor se prolonga con su hijo Alfredo y con la viuda.
LAS: Sobre todo con Alfredo.

MCA: Usted asiste en momentos muy difíciles a Alfredo…
LAS: Sí, cuando ya estaba loco. Estaba muy mal y yo tuve la sensación de que se había perdido.

MCA: ¿Qué cree, además de los íntimos resortes psicológicos, es lo que erosiona el espíritu de Alfredo González Prada?
LAS: Bueno, según el cuento que tengo de Alberto Rembao, que era director de la “Nueva Democracia” de Nueva York y muy amigo de Alfredo, que publicó cosas ahí, se presentó un día. Le cuento todo. Tuve un día contacto con él en Nueva York. Fuimos juntos a Washington. Quería que viviéramos juntos en Washington y de pronto, a los dos días de haber estado yendo al Cementerio de Arlington, a la salida, veníamos con Rosa y nos dice en un paradero: “Disculpen, voy a llamar un taxi”, y no entendí, la verdad. Llamó al taxi y dio la dirección de nuestra casa, y se fue. Pensé que se iba porque tenía algo que hacer.
Al día siguiente hablamos por teléfono y me dijo que estaba en su casa pero que no se sentía bien de la garganta. Que me llamaría para juntarnos. Salí de Washington una semana o dos después y no lo vi. Apenas llegué a Nueva York me estaba llamando por teléfono. Nos citamos para vernos en Pasadena, en California, en enero, y allí estalló la guerra en ese momento. Yo fui a California de todos modos porque tenía que ir y al llegar, en todos los hoteles había un mensaje de Alfredo González Prada para mí. Me esperaba en Pasadena, que es un lugar donde van los millonarios de California. Tenía ahí su baúl de lo que veníamos arreglando de Viña del Mar y le dije “Me tengo que ir temprano porque a las 9 sale mi tren para Chicago. Tengo que estar mañana porque el médico que tiene que intervenir a Rosa, la espera en el Hospital de la Universidad, y debo ir, posiblemente cinco días después, a inaugurar mi curso en Columbia University. A las 9 tengo que estar ya en los trenes. ¡Ya, está bien!, me dijo. Salimos como a las 5 de la tarde. De pronto a mitad de camino, la misma cosa. Paró y tomó un taxi y me mandó a Los Ángeles. Yo juré no volverlo a ver. Una cosa absolutamente rara en él, porque era muy fino, muy cortés. Después de esto me contó Pablo que se le presentó y le dijo “Tengo unas cosas que hacer” y no le abrió la puerta. Aunque eran muy amigos, agregó: “No puedo abrirte porque no me siento bien”.
Bueno, Alberto Rembao me cuenta que en el año 43, se le presentó un día y le dijo “Oiga Alberto, quiero pedirle un consejo. He estado donde un médico y me acaba de decir que tengo un tumor en el cerebro y que si ese tumor se resuelve, hay dos soluciones: o me vuelvo loco o me muero. Imagínese que yo no me voy a volver loco. Me voy a matar”. Alberto Rembao, que era mexicano, ministro protestante, le dijo: “Oiga usted, déjese de tonterías, si se muere se murió y se acabó el asunto, pero si se vuelve loco, nadie le dice que no vuelva usted a esa experiencia y ¡qué experiencia tan excelente que es estar loco! De manera que pase por eso.
Alfredo, desde el piso 12, donde vivía su mamá en la calle 173, y desde donde se ven Nueva Jersey y el manicomio, según me cuentan, decía : “Mamá yo no voy a ir allá. Yo no voy allá de ninguna manera” y le propuso matarse con él. Lo único que lo ataba eran los papeles de don Alfredo que venían de don Manuel y que me los iba a entregar a mí. Me estaba invitando para ir y hacer una revista y había que esperar. Total que un día llegó y dijo ¡me voy a matar! y ella, ¡me mato contigo! Después reflexionó. Si me mato y te matas tú ¿quién publica las cosas de papá si Luis Alberto no esta acá? Entonces llamó a un amigo suyo cuyos hijos eran fotógrafos, Genaro Garbais, y le dijo a Elizabeth, su mujer, a la que no veía nunca: Te voy a entregar estos papeles porque me voy a suicidar. Quiero que publiques esto, le des a Luis Alberto esto, así que vamos a mi casa. Entonces Garbais le dijo: “Alfredo, ¿por qué te vas a matar, cuál es la razón”? “Mire Genaro, yo lo he llamado a usted para pedir un favor, no un consejo. Si no esta usted de acuerdo con el encargo se puede ir y buenas noches”. Bueno, vamos a ganar tiempo, lo acompaño. Le dejó los papeles para entregárselos a Luis Alberto. Tenemos que conversar. Le ruego que mañana me conceda hacerlo muy temprano. En la mañana estaré. Pero, fatalmente, en la noche se mató. Y Elizabeth cuenta que cuando estaba en cama, sintió de pronto que la besaba y después, mucho viento. ¡Se había tirado por el balcón!

MCA: Doctor Sánchez, ¿cómo conoció usted a José de la Riva Agüero y cómo llegó a frecuentar el grupo del “Mercurio Peruano” y colaborar en la revista?
LAS: A Riva Agüero lo conocí cuando dictó tres clases magistrales en la Facultad de Letras en el año 1918. Yo que era un dragoneante de historia peruana y que leía bastante, me puse a tomar notas. Él llevó un taquígrafo del Senado, Ricardo Jerí, que tomaba las notas. Eran clases de dos horas y media, tres horas, y cuando terminó de dictar las clases, iba a editarlas y entonces se enteró por Beltroy o no sé quién, que yo tenía unas notas y quiso conocerlas. Yo se las envié y me mandó a llamar para felicitarme y decirme que él optaba por mi texto y que no por el del taquígrafo. Que estaba mucho mejor hecho.
Frecuenté por las tardes, a eso de las 6, el escritorio de él y al que iba muy poca gente. Iba Marisca, que era su abogado, Beltroy, que era su lector y que había reemplazado a Valdelomar, y dos o tres personas más. No eran muchas las que iban ahí, pero eso no tiene relación con el Mercurio Peruano. No me encontré con Riva Agüero nunca en el Mercurio Peruano.
Fue por otra cuestión. Yo era alumno de Letras y de Belaúnde en Filosofía Moderna, que reemplazó a Javier Prado. Entonces fundó el Mercurio Peruano en 1918. Sesionaba esto en la calle Juan Pablo que es la anterior a Huérfanos y ahora es el Jirón Azángaro. Allí se reunía los martes. Me invitó Jorge Guillermo Leguía, que era muy amigo de Belaúnde, a pesar de la oposición política. A Belaúnde le gustó la forma en que me metía en la conversación y con el viejo Ledgard, que era uno de los mentores de eso, Beltroy con John McKay que iban ahí, me invitaron a que fuera miembro de la redacción. Publicaron mi primer artículo con motivo de la muerte de Palma, me parece que en 1919. Y también a Raúl Porras y Ricardo Vega dentro de los jóvenes, a César Ugarte, que era un economista cusqueño muy brillante, y unas cuantas personas más.

MCA: Puede decirse entonces que El Mercurio no llega a expresar del todo a la generación del 900.
LAS: No, era mezclado absolutamente, Gálvez, por ejemplo, nunca estuvo en Mercurio. Más estuvo Jorge Guillermo, Iberico y Ureta, que eran de una generación intermedia. De la Generación del 900, solo estuvieron Belaúnde e Iberico, que es un poquito posterior. Iberico es del 91 ó 92.

MCA: ¿Cómo fue la ruptura o trato de su amistad con Riva Agüero?
LAS: Bueno, el trato se hizo muy vivo porque estuvo ausente. Cuando vino Leguía, él protestó contra el movimiento y lo dejaron los miembros de su partido, entre ellos, Julio Tello, el arqueólogo, y me parece que Oscar Miró Quesada y otros más. En esas circunstancias me pareció poco elegante acompañarlo porque yo no fui a un té que le dieron Russo y Alfredo Herrera. Un poco de adulación. Me contó algunas cosas íntimas. La última vez que estuvo en Lima me llevó incluso a pasear en su carro, un lindo hispano suizo, contándome confidencias de su actitud política, sus desengaños y su amargor. Durante once años mantuvimos una correspondencia constante donde él me pedía información, datos, libros. Esa correspondencia se ha publicado en gran parte en “La Verdadera Crónica”, con el título de Guamán Poma de Ayala que publicó en una revista en el año 63, Álvarez. Ahí publiqué las cartas facsimilares y sus traducciones. Tengo algunas más, pienso publicar un tomito con cartas de Basadre y las de Riva Agüero. Creo que voy a ser ilustrativo.
Y cuando volvió, yo me afané un poco para que lo hicieran rector de San Marcos porque después de la Reforma del 28 era una calamidad con la rectoría de Deústua. A pesar de que el gobierno estaba mal con él, pidió que lo ayudaran para visitar algunos archivos, especialmente del Vaticano y el de Austria, de Viena, y se le mandó una credencial que la hizo José Matías León, padre de Pepe León, muy buen amigo mío. Era Ministro de Instrucción, incluso lo tentaron con la rectoría de San Marcos. Al principio no aceptó porque se había muerto su tía Julia, y estaba muy mal la madre, doña Dolores. Dijo que ese era el único obstáculo, y lo curioso es que él llegó a Lima, de vuelta del destierro, el 26 de agosto de 1930. O sea que el permiso lo había tenido de Leguía, que renunció justamente el 26 de agosto. Llegó a ser rector en buena cuenta.

MCA: Riva Agüero no llegó a conocer a Haya de la Torre. Yo recuerdo un pasaje con ese testimonio, por una tardanza de Haya…
LAS: Ocurre una cosa. Haya me ha contado que sí lo conoció en el Cusco, pero no se acordaba de aquel joven estudiante. Cuando llegó a Lima quiso conocer escritores. Me pidió que le presentara a ellos y los invitó a almorzar en su casa de Chorrillos. Llevé a Martín Adán, a Estuardo Núñez, que está vivo. Creo que a Augusto Tamayo, no estoy tan seguro de él, pero llevé a Silva Salgado, que es miembro del Tribunal de Garantías, a Jorge Patrón, a Jorge Fernández Stoll y a la gente que estaba en Letras haciendo estas cosas. Ahí conversamos y tomamos un almuerzo.
Luego, quiso conocer a los pintores. Lo llevé a Bellas Artes y conoció a Sabogal, a Julia Codesido, a Teresa Carvallo, un grupo que estaba ahí y salió muy impresionado. Y me acuerdo que a la salida, tomando el carro para dejarme a mi casa, me dijo: “Yo quisiera conocer a Haya de la Torre. Ese joven me ha insultado infamemente y sin motivo en su libro “La Emancipación de la América Latina”. Perfectamente lo había leído. Yo le dije, él ahora está en un viaje por provincias y acordamos una fecha que tomaría té en mi casa.
Resulta que le di a él una hora y a Haya le di una hora antes para que se demorase, porque se demoraba dos horas. Total que Riva Agüero estuvo puntualmente a la media hora. Preguntó por Haya y se retiró. Haya llegó a los 10 ó 15 minutos preguntando “¿No está Riva Agüero?” Dije, no está. Te ha esperado hora y media, y yo creo, quien sabe, fue solución de muchas cosas. Pero, así es la vida.

MCA: Cuando usted se incorpora a la Asamblea Constituyente hay un pasaje que cuenta como testimonio personal y es una conversación con Riva Agüero, en vísperas del golpe de estado de Sánchez Cerro. Mejor dicho, de la iniciación de la persecución del APRA.
LAS: Sí, eso ocurrió porque yo estaba oculto precisamente en casa de Rosa y Riva Agüero me mandó decir que Sánchez Cerro quería verme. Había visto a Federico Mora dos días antes. Salí y fui con él a Palacio. Me estaba esperando don Manuel Augusto Olaechea, que era Ministro de Hacienda, y presencié una cosa muy gruesa.
Sánchez Cerro estaba muy empolvado. Quería ganar a toda chance a Riva Agüero y evidentemente dijo que lo había conocido en Roma, cuando fue a saludarle por la muerte de su madre. Riva Agüero no se acordaba de nada y con los ojos inocentes que ponía siempre, dijo que sí lo conocía. ¡Sí lo recuerdo señor Presidente! A la salida se hizo una anécdota muy conocida que rápidamente se la voy a contar. Me preguntó a mí por qué me oponía yo a un parlamento y le dije, ¡por miedo! Se me salió la palabra. Entonces se enfureció y pegó un salto. ¿Por miedo? ¡Yo señor doctor, ha de saber usted, que si en este momento me dicen que hay una revolución, tomo una taza de té, otra de chocolate, me meto en la cama y si a las 8 horas sigue la revolución, la deshago a fuetazos!
Riva Agüero me comentaba. Oiga Sánchez ¿yo iba a ser parlamentario de este bárbaro? ¡Fíjese usted! Se toma una taza de té y otra de chocolate. ¿Ha visto usted cosa igual? Además se mete a la cama y sin pijama, porque no habló nada de pijamas, y a fuetazos deshace una revolución. ¡Dios mío! ¡Qué favor me ha hecho usted!

MCA: Se supone que entraba a la cama con uniforme, con polainas, con todo.
LAS: Pero, quién se mete a la cama sin pijama, porque no lo ha mencionado, yo no la he oído Sánchez.

MCA: Dígame doctor Sánchez, ¿cómo es su incorporación formal en la política activa y militante?
LAS: Mire, de la manera más curiosa. Lo de Sánchez Cerro me sublevó mucho porque era una cosa infame y además comenzó a buscar enemigos. Por ejemplo en la universidad el día 26 de agosto, al día siguiente de lo de Leguía, prohibieron que fuera a la asamblea Raúl Porras, que estaba nombrado por el estatuto el 28. Que tampoco fuera Jorge Basadre. Por fin transigieron con Jorge, que había sido elegido el último día del 27 y a mí me estuvieron hostilizando un poco, ya que había sido profesor desde el 27.
Así, había muchos cubileteos. Como se manejaba eso por Flores y por Herrera desde afuera. Como llovían los celos entre Villarán y Manzanilla. Fueron indignantes realmente. Yo no voté por Manzanilla. Me dijo “Usted no ha votado por mí, doctor Sánchez”. Respondí “Definitivamente no”. Me dijo “Le agradezco su franqueza” y se fue. Bueno, comenzaron cosas así y en esto llegó Seoane, yo era muy amigo de Seoane. Me escribí con él desde el 24 y había trabajado con él en la Federación de Estudiantes desde el 23. Me incorporé de inmediato a trabajar y total, me persiguieron por eso. Seoane se refugió en la Embajada de Chile y a Costa lo metieron preso. A mí me persiguieron y me tuve que esconder.
En la correspondencia diaria, en el primer tomo, aparece una carta mía dirigida a él en diciembre del 30, quejándome de todas estas cosas. Porque tengo razón. Ahí empecé a trabajar, pero no me quería afiliar, entre otras cosas, porque yo sabía que había una cierta inquina contra mí de algunos miembros del comité ejecutivo. Magda Portal y Serafín del Mar, que habían sido muy mariateguistas y cuando hubo la polémica tomaron el papel de Mariátegui como si fuera una ofensa, cosa que no pasó con José Carlos. Fueron más papistas que el Papa. En esas circunstancias me miraban con cierta cosa a pesar que había estado con ellos en Chile apenas hacía 6 u 8 meses. Por fin me convenció Espelucín. Seoane me decía “Inscríbete de una vez, tú eres un aprista, sigue, estás con nosotros”. Hasta que se presentó en mi casa de Magdalena, y me dijo un domingo: “Luis Alberto, firma nomás porque está todo hecho”.

MCA: Antes de que usted se incorporara formalmente al APRA, quizás por alguna vinculación más bien de tipo familiar, lo relacionaron con Leguía, acaso por colaborar frecuentemente con “El Mundial”.
LAS: Con “El Mundial” no, porque “El Mundial” tuvo etapas de todo y tuvo colaboración de Mariátegui, de Vallejo y de otros. Ahí no, eso no. Era en parte primero con mi amistad con Jorge Guillermo, el cual fue desterrado en el año 27 y luego su padre murió prácticamente en olor de persecución. Don Germán. No, fue por mi amistad con José Ángeles Carrasco, diputado leguiísta, muy amigo mío, que en ese tiempo era venerable masón. Maestro de la logia numero tres, a la cual me incorporé, y que después resultó Gran Maestro en la masonería. Yo era muy amigo de él y lo sigo siendo porque creo que fue un talento realmente poco aprovechado. Un hombre sumamente espiritual, además de una gran franqueza y algunos lo llaman cínico por eso. Pero yo creo que decía las cosas sin importar lo que pensaran. Cierto que varió de frente por ser pardista y luego resultó leguiísta. Todo esto es cierto pero, ¿quién puede abusar de estas cosas en este país?

MCA: Así es, además tengo entendido que la familia Sánchez y la familia Leguía tenían nexos familiares desde Lambayeque…
LAS: Sí, pero no se lucían. Ya habían muerto los nexos fundamentales que eran mi abuelo Rosendo y mi abuela Carmen. Carmen por ser Blanco, tenía parentesco con los Salcedo, familia de la madre de Leguía.

MCA: ¿Por qué eligió usted, doctor Sánchez, ser aprista? ¿Por sus amistades universitarias?
LAS: Fundamentalmente por eso, y luego me pusieron una disyuntiva. No había más remedio que, o ser comunista, que era un nuevo partido, o ser aprista. No era mi tendencia.

MCA: Yo sé Luis Alberto que entre usted y Haya de la Torre hubo siempre una relación más que política, humana y profunda. Sin embargo, se ha dicho y quizás en los últimos tiempos, que hubo altibajos en la relación humana con Haya de la Torre.
LAS: Por supuesto. Toda relación humana tiene altibajos. Se habla de eso durante su asilo en la Embajada de Colombia. Muchos creyeron que no saldría vivo y hacían planes sobre su muerte. Otros creyeron que saldría viejísimo y deshecho y hacían planes sobre eso. Yo me mantuve absolutamente leal, pensando que debía salir y tratando de que su figura fuese. De tal manera, que un segundo libro sobre él, “Haya de la Torre y el APRA”, no tenía otra razón de ser que reactualizarlo ante el público internacional, en esos momentos en los que estaba opacado por su largo exilio entre cuatro paredes.

MCA: El triunfo radical en Argentina un poco que reivindica la visión premonitoria de Haya de la Torre, que apoyó, yo recuerdo, a la fórmula Tamburini y Mosca, cuando recién surgía Perón. ¿Cómo es que una rama del APRA aparece aproximándose a Perón?
LAS: Bueno, yo creo que en eso influyeron cuestiones personales. Perón deslumbró a muchos con su oratoria y demagogia en primera cuestión. Segundo, fue pródigo en ayudas, no compró a nadie, excepto algunos obreros cuando él instaló ATLAS, que era la Asociación de Trabajadores de América Latina. Prácticamente quiso terminar con la asociación que se había hecho en México, nuestra, en la que estaba Sabroso y usó a un peruano, a Piélago, que era aprista. Y en Argentina, algunos estudiantes que residían ahí, unos de ellos están vivos y están muy activos en política, fueron peronistas y piezas del ajedrez peronista contra la juventud que no lo era. Contra la juventud aprista. Sobre todo la desesperanza y esos años 50 y 51 que fueron tremendos con la guerra de Corea y todas estas cosas.

MCA: Alberto Hidalgo tuvo algo que ver con esta aproximación del APRA al peronismo.
LAS: Sí, él trabajaba en un periódico peronista, “El Mundo”. Y luego, no sé por qué, algunos de los que trabajaban estas cosas le ofrecieron ser parte de una Junta de Gobierno que se iba a formar en el caso de que se derribara a Odría, en la cual estuvieron un poco comprometidos el general Cuadros y Perón. Y había una Junta de Gobierno que, según supe por los documentos que vi, estaban involucrados, aparte del general, Hidalgo y otras personas más.

MCA: Le digo esto porque yo frecuenté a Hidalgo en Buenos Aires, poco antes de su muerte, y él se sentía muy dolido. Un poco por lo que consideraba la actitud casi desleal, por utilizar un término suave del lenguaje de Hidalgo, por esta relación con Perón y Haya de la Torre en la embajada y, en esa correspondencia que yo vi parcialmente, había algunas frases algo cargadas de tono contra usted.
LAS: Siempre era cargado de tono. Yo creo que fue un miserable personal y un estupendo poeta, lo cual quiere decir que la calidad humana no tiene nada que ver con la calidad poética. Entre los más miserables que he conocido está Hidalgo y entre los mejores poetas que he conocido está Hidalgo.

MCA: Es usted un hombre de relaciones humanas a veces categóricas. Grandes amistades y también grandes diferencias. Simpatías y diferencias, como decía Alfonso Reyes. Vamos a repasar su relación brevemente aunque sea con algunos de los mas destacados coetáneos suyos. Mariátegui, por ejemplo.
LAS: Con él, no tuve ninguna dificultad. Ninguna.

MCA: ¿Su amistad no se llegó a enturbiar por la polémica sobre indigenismo?
LAS: No, al contrario. Algunos querían llegar a eso, pero recuerdo un episodio. Una vez yo vivía en la calle la Riva y llegó de visita Alberto Guillén, el poeta Guillén, y comenzó a contarme chismes. “Yo he estado en Washington, donde vivía José Carlos y he oído decir esto y lo otro”. No puedo creerlo, le decía. Y, apenas se fue, llamé por teléfono a José Carlos, y le dije: “José Carlos. He tenido información de esto, se la cuento porque no quiero guardar cosas”. Me respondió: “Yo sé quien se lo ha contado”. ¿Quién? Guillén. Entonces ¿quiere decir que eso es cierto? Me responde, ¡No! Ha oído cosas de otras personas y ha ido a trasladárselo enseguida. No. No hubo nada. Absolutamente.

MCA: ¿Con Raúl Porras?
LAS: Hay muchos altibajos. Esa pudo ser una amistad que se pudo llamar en “zigzag” porque dependía de sus estados emocionales. Dependía de eso. Un tiempo fue un gran amigo mío, al comienzo. Después se volvió muy reticente y enemigo tremendo. Cuando yo fui rector, creo que no me perdonó el rectorado, el primer rectorado del 46, porque me lanzó hasta Alberto Ulloa Sotomayor, hasta el Senado, con acusaciones que después el propio Alberto y yo teníamos que desmentir. Él quería hacerme tronar y que pelease con él, y a mi no me daba la gana de pelear.
Luego, durante todo ese tiempo, tuvo una actitud ambivalente. Pero terminamos bien, terminamos conociéndonos mejor, tratándonos mejor, aunque siempre tenía reticencia para todo y era demasiado inteligente para ser bueno. Sumamente agudo y yo creo que al final le di tantas pruebas de amistad y de ternura, que no las olvidó y que siempre las hizo notar.

MCA: ¿El banquete en el Hotel Bolívar?
LAS: Él me devolvió la moneda de mi ternura condecorándome con la Orden del Sol, a pesar de que no tenía ni un título, en ese momento para eso.

MCA: ¿Y con Jorge Basadre?
LAS: Con Jorge Basadre también tuve altibajos, pero nunca pleitos. Largos silencios. Jorge no era de peleas. Raúl sí era explosivo y era un beligerante tremendo, Raúl era un hombre definido.

MCA: Pero poco antes de la muerte de Basadre, ¿ustedes se volvieron a tratar?
LAS: Además, en la segunda edición de su libro en que ponía una nota contra mí, ha salido sin ella. Y junto a su ataúd, su hijo me dijo: “Mi padre me insistió en esto y está borrado de su mano. Y se lo voy a mostrar. Ese párrafo porque dice que nunca más se debe de publicar y no se publicó”.

MCA: ¿Y con Ventura García Calderón?
LAS: Es más literario. Yo tenía una admiración ciega por Ventura. Realmente colmaba mi gusto de lector modernista. Sobre todo “Cantilena” y “La Verbena de Madrid”. Lo admiré y escribí cosas a mi gusto de lo más encendidas que he escrito en homenaje a él, allá por el 20 en “El Mercurio Peruano” y nada más. Pero después, el treinta y tantos, García Calderón y otros por antileguiísmo se hicieron antisanchecerristas, y por sanchecerrismo se hicieron antiapristas. Entonces Manuel Seoane, cuando estábamos perseguidos en el año 33, escribió comentarios filtrando a García Calderón. Ese texto me lo pasó y yo lo puse en “castellano” porque Manolo era un poco libre en materia de lenguaje. También le puse algunas notas que hacían falta. Lo precisé y eso salió. Lo firmamos cuatro personas pero realmente el padre de eso fue Manuel.

MCA: Yo he leído la réplica en “Nosotros”, donde Ventura se conduele.
LAS: Pero me lo atribuye a mí. Él no creía que yo podía escribir esas cosas. Y no fue así.

MCA: Pero ustedes se encontraron en el 46, en París.
LAS: Él fue inscrito a la delegación que yo presidía en la UNESCO. Me fue a recibir al aeropuerto e hizo esos soliloquios permanentes, porque él nunca dejaba hablar a nadie. Él preguntaba y respondía y volvía a preguntar. Hacía algo como naturalmente. “Sánchez es como si ya hubiera estado en París”. Se respondía “Claro, claro, si usted ha leído y tenía una dirección. Desde luego usted la recordaba”. Y no me dejaba hablar, pero, fue muy simpático. Me regaló una primera edición de Enrique Garcés, una traducción que me la han robado. Naturalmente me la robó un amigo, porque esos son amigos de los libros y de lo ajeno. Fue muy fino conmigo.
Años después lo encontré cuando él estaba muy enfermo. Quería ver a Haya. Recuerdo cuando se inauguró “Los tesoros del Perú” en el año 59, trece años después, Haya iba a ir con Eduardo Santos precisamente y Ventura estaba en una silla de ruedas. Estuvo esperándolo largo rato y no había ninguna cita sino, que Haya llegó poco después.

MCA: Quizás, uno de los grandes ignorados en busca de una rehabilitación…
LAS: Sí. La estupidez a mientes fatal, rehabilita a cualquier tipo y a Ventura no.

MCA: ¿Cómo fue el proceso de redacción de “La literatura Peruana? Hablemos del primer tomo.
LAS: Bueno, eso es muy viejo. Yo empecé para hacer una tesis de doctor el año 20, algo de los poetas de la colonia a los que nadie trataba y los cuales la gente creía que eran pésimos. A lo mejor con alguna razón, pero yo era contreras, un muchacho contreras, y comencé a hacer el libro. Se cerró la universidad cuando el libro ya estaba impreso y lo publiqué, y mi tesis fue sobre González Prada, otra negación. Después de eso comencé a trabajar sobre la prosa al mismo tiempo y finalmente el año 28 publiqué el primer tomo. Lo que yo había descubierto y que me parece maravilloso es que la literatura peruana tenía antecedentes indígenas, cosa que nunca se había dicho antes.
Me apliqué a estudiar y en eso me ayudaron mucho los Dancourt, que habían publicado en el año 25 y hay muchos rezagos ahí. Con la música incaica y por la vía de la música comencé a ver los textos, inclusive aprendí un poco de quechua con Monseñor Castro y con Escalante, que eran muy buenos quechuistas. Tuve la convicción absoluta de que había una literatura indígena y que estaba patente en el quechua actual y en muchas leyendas.
Además estudié el “Ollantay” y llegué a la conclusión de que era una leyenda de 1590 por lo menos, no de 1700, porque está en la crónica de Cabello Balboa, en el poema de Miramontes, que es 1608. Eso lo entusiasmó mucho a don Ricardo Rojas, que cuando escribió su “Ollantay” hizo un prologo que se llama “Un Titán de los Andes” y ahí leyó estos datos y los enaltece mucho. Bueno, eso me dio una perspectiva distinta. Además creía que la literatura se inspira mucho en el paisaje y que lo telúrico está presente en la literatura tanto como el humus. Entonces escribí acerca del escenario peruano, sobre la poesía de los mares que, hay muy poco en el Perú por cierto. Y compuse ese primer libro y luego seguí con la cosa colonial, tratando de hacer ciclos en torno a ciertos personajes, mezclando biografías con el ambiente general.
Siguió lo republicano. Lo continúe haciendo y me echaron a Chile, y en Chile salió el tercer tomito, parte de ello, publicado por Atenea, la Universidad de Concepción año 36. Con ocasión del Centenario de la Universidad compuse el resto que faltaba y Natalicio González, que ya había sido desterrado y había sido Presidente de Paraguay, me lo publicó en su “Guarania” en el año 1951 en 6 tomos, selección completa. Mientras tanto, en el 46 se había vuelto a publicar aquí el primer tomo. Ya la primera edición compacta fue la que hizo Villanueva en 5 tomos, y la que hizo Paul Mejía, en otros 5 tomos en Madrid.

MCA: Aunque se ha publicado “Proceso y contenido de la novela en América Latina” y también la serie de “Escritores representativos”, ¿no se ha animado a hacer una historia orgánica de la literatura hispano americana?
LAS: Sí, tengo una. La que se ha publicado en “América Lee” en el 43 y luego a reproducido Chile en 1974 ó 76. Le voy a dar un ejemplar. Es un tomo grueso, que es el comienzo de Losada que son 4 tomos. Tengo el plan de hacer “Los escritores representativos”, y lo tenemos con Gredo pero no creo que cuaje dados los caracteres de la impresión que, hoy en día, son caros. Hacer un tomo con 100 biografías, 100 ensayos, sí; añadiéndoles unos 8 ó 10 que ya tengo escritos y llegando a “La muerte de Neruda”, “la de Vallejo”, que no están ahí y llamándolos “Mi Historia personal de la Literatura Americana”.

MCA: Yo creo que sería un proyecto espléndido. ¿Por qué no lo lleva a cabo?
LAS: Porque no hay editor. Inclusive tengo los textos ordenados ya.

MCA: Esta “Historia de la Literatura Latinoamericana” ha circulado poco en el país.
LAS: Circuló mucho, pero no ahora. Y esta edición que hicieron en Chile ha volado. Se podría hacer porque realmente está buena.

MCA: De todos los libros que ha escrito, ¿cuáles son a los que le tiene especial cariño y por qué?
LAS: Yo le tengo un especial cariño a “Don Manuel”, porque fue para mí un reencuentro y encuentro conmigo mismo. Me gusta mucho “El Chocano”, “Aladino”, me parece que es un trabajo muy bien organizado, muy bien documentado y a mí me ha hecho alegrar. Los 4 tomos sobre “La Historia Comparada y la Literatura Peruana” que, yo creo sinceramente con todas las vanidades del caso, es un libro que no se puede prescindir para estudiar el Perú. Me gusta mucho el “Valdelomar”, que lo escribí con verdadero juego deportivo.

MCA: De los críticos literarios latinoamericanos a los cuales usted trató o no trató, ¿como los ubicaría en una tabla de valores?
LAS: Pedro Enríquez Ureña, indiscutiblemente el más profundo, el más sagaz.

MCA: ¿Usted lo conoce a él en Argentina o en República Dominicana?
LAS: No. Lo conocí en la Argentina, en Buenos Aires, en el 36, y lo volví a encontrar en Chile en el 37 y después nos volvimos a tratar mucho, hasta su muerte. A Reyes desde que se inició. A Alone, que acaba de morir, un crítico estupendo, sin duda alguna. No me gusta Giusti el argentino. Sé que es valioso pero no me gusta. Fino y muy fino Bandeira, también muy bueno.

MCA: Además de Reyes, ¿algún otro mexicano, Castro Real?
LAS: Sí, pero solo en lo mexicano.

MCA: José Luis Martínez llegó a publicar algo también…
LAS: Sí, pero solo es el comienzo y además es frustrado. Yo creo que fue frustrado. ¡Fino, fino, fino! ¡Novo!

MCA: ¿Salvador Novo?…
LAS: Maldiciente pero, muy fino.

MCA: Y de los críticos latinoamericanos más recientes, ¿no cree usted un poco que las técnicas estructuralistas han hecho perder artistas?
LAS: Bueno, sí, un poco. Además no tienen nada que ver con la vida. Un escritor es su medio, su ambiente, su ambición y su persona. No es otra cosa. Su biografía interna y externa que no siempre es lo mismo y creo que no es otra cosa un escritor. Un escritor que se propone a salvar al mundo se pierde él mismo. Proposiciones no caben dentro de la literatura.

MCA: Dentro de los muchos proyectos literarios como crítico que usted siempre ha tenido, ¿hay algún libro que por alguna razón se ha quedado en idea o en posibilidad?.
LAS: Sí, empecé un libro que ya no lo puedo continuar porque perdí hasta las papeletas. Uno que se llamaba “Mito, Danza y Canción”, y tuve mucha colección de cosas para eso y se perdió definitivamente. Quisiera hacer esa historia personal de la literatura americana. Una síntesis de los 4 tomos de “La historia comparada”.
Creo que si en algo me he podido vanagloriar de mi vida literaria es, de las dos, una: haber descubierto la literatura indígena e incorporado a la historia de la literatura peruana y la otra, que no es definitiva, sino solo intento, de que en América hay un ambiente de todo lo americano sin importar la lengua que se use y que lo distingue de Europa. Yo sostengo que la literatura norteamericana, que es tan distinta a la nuestra, se parece más a la nuestra que a la inglesa. Y sostengo que la literatura brasileña, a pesar de estar escrita en portugués, se parece mucho más a la hispanoamericana que a la portuguesa. Y sostengo que la literatura de Haití se parece mucho más a la nuestra a pesar de estar escrita en francés. Y la nuestra, a pesar de estar escrita en castellano se parece más a la norteamericana, a la brasileña y a la haitiana.
O sea que el vínculo lingüístico es un vínculo un tanto formado. Hay por debajo de lo lingüístico un trasfondo telúrico, psicológico, social, yo creo que sobre todo emotivo y de sensibilidad. Que hace que Faulkner, por ejemplo, se parezca más a García Márquez que a Hemingway por ejemplo. Creo que Dos Passos se parece mucho más a Carlos Fuentes. No creo que haya un Aldous Huxley o un Shakespeare en la literatura americana. Es un principio que hay que delinear y que puede ser el secreto de por qué hay en Asia una literatura que no se parece a la europea, a pesar del entronque europeo. Y por qué en Europa, a pesar de los diferentes idiomas, tiene un clima lógico que no es el mágico de América. En esa palabra esta dicho todo. Europa es lógica y nosotros somos mágicos. Creo que es una cosa distinta.

MCA: Desde cierta perspectiva, en el ciclo novelístico que usted está produciendo, hay un poco la visión de un observador del Perú de las dos primeras décadas. Algo testimonial.
LAS: Mucho. Por eso yo no lo llamo novela sino relato esperpéntico. Hay esperpento porque hay mucha caricatura, pero hay relato, nomás que en el camino se inventa poco. Realmente la invención viene como decía Queiroz, y por eso lo cito antes, “como el diáfano pelo de la fantasía sobre la dura desnudez de la verdad”.

MCA: A propósito de los hombres de esa etapa, usted mencionaba antes a Manzanilla. ¿Cómo explicar que un hombre de clase media, que social y económicamente poco o nada tenía que ver con el partido civil, sin embargo, es como la eminencia gris, de por lo menos José Pardo?
LAS: Es que no había forma de hacer política sino siendo civilista o siendo demócrata pierolista. Pero el ser demócrata conllevaba presiones de momento y Manzanilla no tenía un apellido tan sólido para ser demócrata. Piérola buscaba los grandes apellidos. Piérola fue un demócrata que se jactaba en el año 1904 de tener todos los apellidos menos uno. Tenía pues a los Osma, los Ortiz de Zevallos, los Riva Agüero, los Ulloa, tenía a todos. Era el dueño de los apellidos. El único que se le escapaba era Pardo. Por eso lo dijo así. Entonces eso le pasa a Manzanilla. No tenía un apellido como para ser considerado por Piérola y se resignó a ser civilista. Ahí lo necesitaban porque no tenían hombre inteligente. El civilismo tuvo hombres importantes, pero no inteligentes. De talento, pero no Inteligentes. Si. Manzanilla fue sobre todas las cosas inteligente, antes que talentoso.

MCA: Vamos a hablar un poco de los escritores latinoamericanos, a los cuales usted en su mayoría ha conocido personalmente ¿Cómo fue su relación personal con Borges? ¿Cómo lo conoce?
LAS: Lo conocí en la casa de un pintor que ahora no recuerdo el nombre. Me invitó Pedro Enrique para conocer mejor a Alfonso Reyes y me encontré con Borges. También Enrique Anderson era discípulo de Borges, muy del grupo sur, pero no eran del grupo sur porque tenía una tertulia adversa a la de Victorio Campos. Yo estaba mal con Victorio Campos. Bueno y me presentaron a Borges y por cierto la primera impresión que tuve fue de un molusco. Le di la mano y la mano se quedó apretada como si fuera una esponja. No tenía cartílagos, era un trozo de carne que me cabía en la mano. Luego los ojos, tenía unos ojos perdidos completamente, absolutamente. No existía pupila, eran como ojos de pez. Me produjo una impresión un poco desagradable. Muy inteligente, pero nada más que eso. Ahí la inteligencia de Alfonso barría con todo.

MCA: Borges es una inteligencia sin vitalidad humana.
LAS: Sin vitalidad absolutamente. De apuntes así un poco tartamudos. Después lo tratamos en La Nación, varias veces con Mayea sobre todo y lo volví a encontrar cuando lo hicieron director de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, el año 55, ya caído Perón. Él dice que estaba ciego pero no era cierto; él ve absolutamente. Y luego nos hemos encontrado en Bogotá donde yo le tuve que guiar por encargo de su mamá en el año 65 y acá, donde pronuncié un discurso para él en la ciudad universitaria. Nos hemos escrito de vez en cuando pero nada más. No hemos tenido mayor contacto.

MCA: A Gallegos, ahora que se está hablando de novelistas y posibles candidatos a primeros ministros, ¿esa dualidad de literato-político es posible? Aunque usted parece confirmarlo.
LAS: En caso de Gallego no. Gallego fue ensalzado como político por el agradecimiento que le tenían los jóvenes de Acción Democrática, sobre todo Rómulo Betancourt. Había sido maestro de casi todos antes de partir para Madrid. Rómulo era un gran profesor después de la revolución universitaria, y salió después de publicar Doña Bárbara, y fue un clamor porque, recuerde usted los nombres: “Doña Bárbara”, “La Tierra Venezolana”, “Don Altamira”, “La Aspiración de los Jóvenes”, “Santos Luzardo”.

MCA: Novelas en clave.
LAS: En clave, alegóricas.

MCA: Hay quienes dicen que Doña Bárbara era una metáfora estudiadamente femenina de Gómez.
LAS: Sí, es posible. Un poco parecida a la mujer que aparece en una obra de Rivera.

MCA: Usted trató alguna vez al cubano francés Alejo Carpentier. ¿Qué recuerdos tiene de él?
LAS: Lo traté cuando era muy joven, yo también. Esto ha sido en el año 32 y surgía el grupo Avance, que dirigía prácticamente Marinero y Maniachi. Entonces ahí conocí a Alejo que llegó un momento y se fue a Santo Domingo me parece, ¿o a Venezuela?, pero muy poco, sin embargo, a Maniachi y a Marinero y a los otros, sí mucho.

MCA: Por razones de su exilio continuo, reiterado, usted trata más a la gente de Chile al Del Hacha, a Eduardo Barrios, ¿qué recuerdo mantiene de esa vida?
LAS: Bueno pues, el mejor. Yo creo que ahí había vida intelectual muy seria, porque los escritores a pesar que se mordían, no llegaban a romperse la piel. No había imposibilidades, Había una cierta tutoría de algunos escritores respetados, como Eduardo Barrios, que no se mezclaba ya con nadie. Y estaba en una chacra haciendo cosas agrícolas. Estaba Pedro Prado que tampoco se mezclaba mucho. Augusto Dalmar que estaba en España y volvió a Chile y sí hacia una vida literaria muy intensa. Luego Mariano la Torre que era prácticamente el capitán de todo el grupo de ruralistas.

MCA: ¿Y en esa época conoce usted a Neruda?
LAS: No. A Neruda lo conocí en el 36; a Huidobro mucho antes. Con él fui muy amigo.

MCA: Sobrevivió usted a la pugna entre Huidobro y Neruda, siendo amigo de los dos…
LAS: Sí, hablaba mal el uno del otro. Neruda le decía el Márquez, el Condesito.

MCA: Hablábamos hace un momento de Alonso que acaba de morirse. ¿Qué imagen tiene de él?
LAS: Era un hombre misántropo, muy raro. Silencioso, muy observador, con aire un poco preocupado y triste, muy buen lector y de muy buen gusto. Muy castigado de estilo. Le voy a hacer una revelación. Yo creo que reaprendí a escribir con él. Me encantaba cuando en sus crónicas acababa con una frase sentenciosa, dos puntos y la frase. La conclusión de todo era como una puntada final con nudo y me gustó esa cosa. Era muy francés. Él mismo me dijo un día: estoy viendo tanto que nos estamos pareciendo. Dije sí, pero es porque yo lo estoy imitando a usted. Se río mucho. Era muy respetuoso y muy generoso. Pero al mismo tiempo muy díscolo.

MCA: Y poco se comprometió a cuestiones políticas…     
LAS: Muy poco, él era un hombre más conservador, pero un conservador…

MCA: Más por espíritu que por ideas…
LAS: Sentimentalmente era un hombre muy frustrado. Tiene una novela que se llama “La Sombra Inquieta”, que es el relato de su único amor. Se enamoró de una chica Cox, que fue muy famosa, fue escritora y se murió. Y nunca más se supo nada de él. Iba a las tertulias literarias de las señoras y tal, pero, era un hombre completamente aséptico.

MCA: Pocos peruanos del siglo han vivido las peripecias de la universidad como usted, Luis Alberto, y la experiencia acumulada en sus tres rectorados. ¿Qué recuerda más de su primer ingreso al rectorado de San Marcos?
LAS: Bueno, la idea de poder hacer algo. Yo venía saturado de reforma universitaria y no de la reforma de acá, sino de la reforma que había vivido afuera, la chilena, la argentina y la norteamericana. Había vivido una experiencia bastante grande en eso. Ya había trabajado en Columbia, un año en Nueva York. Había trabajado en la Universidad de Chile y la de Buenos Aires, y luego ya había estado en México, de manera que tenía una visión bastante nueva de la universidad.

MCA: ¿Cómo es que se produce todo este programa inolvidable de la venida de muchos intelectuales españoles a Lima en la época que era rector?
LAS: Me pareció una buena idea airear ese ambiente que estaba un poco cerrado. A pesar de que hay televisión, somos un ambiente cerrado, todo el mundo hace capillitas y había que abrirlo. Habíamos ensayado el 31 algo de esto, cuando yo fui jefe de la división cultural y luego en Chile trabajé también en la Universidad de Verano, de manera que había acumulado muestras al respecto. Y en Nueva York como era la época de la segunda guerra, habían varados muchos talentos del mundo. Estaban Jack Maritine, a cargo de una escuela nueva de filosofía. Álvarez del Vallo a cargo de una revista, el conde Sforza, a cargo de otra publicación. Me acostumbré a la vida de los desterrados, de los inteligentes desterrados. En México tuve la oportunidad de ver a Max Auba, a Enrique Di Escanedo, Luis Jiménez de Asúa, a la mujer de Hazaña, a Del Río, a una serie de gente y realmente fue una impresión estupenda. Y hasta este que fue hermano de la mujer de Hazaña, mentor de García Lorca, Cipriano Rivas Cherie, con quien estuve después en Puerto Rico tres años. Ahí conocí largamente a Juan Ramón. Eso me dio la impresión de que había que airear esto y me pareció que no costaba. Yo sí tengo algo de empresario. Soy bastante pragmático. Creía que se podía realizar con muy poco dinero y lo organizamos, y el resultado fue que trajimos a Salinas, a Guillén, a Alonso, a Rifunes, a Jiménez, León Felipe, Corpus Vargas que se quedó, a José Gabriel que también se quedó un tiempo en la Argentina. A Del Mazo y una serie de gentes realmente extraordinarias. Yo creo que se hizo una buena tarea.

MCA: ¿Pedro Salinas vino de Estados Unidos?
LAS: No. Pedro había estado en Puerto Rico y de Puerto Rico pasó a Chile, y de tránsito vino para acá. Lo que hicimos fue como una pool. Por ejemplo, si había un conferenciante caro, lo llevábamos a Chile, a Perú, a la Habana, a Colombia y a base de eso pagamos el pasaje.

MCA: Lo cual demuestra que más que el dinero lo que se necesita es imaginación y de contactos para promover la cultura.
LAS: Cuando vino Waldo Frank no teníamos ni un centavo. Mariátegui me dice: “Encárguese usted, Luis Alberto”. Nunca tuvimos enemistad y me dijo, estoy muy mal. Estaba muy mal José Carlos. Entonces yo me hice cargo de la parte de la empresa. Enganché a Iberico para que Honorio Delgado me respaldase económicamente, pero no les costó ni un centavo. Entonces me busqué a Andrés Dasso que era el alcalde, y él pagó el Bolívar. El de Chile hacia acá lo pagaron los judíos, que les saque una colecta. Por ese motivo metieron presos a 50, y luego se hizo todo.

MCA: ¿Waldo Frank era judío?
LAS: ¡Claro! Me ha hecho usted acordar de Amado Alonso.

MCA: ¿Amado Alonso vino de Buenos Aires?
LAS: Yo lo conocí en Buenos Aires y después en Nueva York. También estuve con él.

MCA: No ve usted con cierta melancolía, quizás hasta con tristeza, la forma en que ha venido a menos San Marcos. Cómo el estudiantado confunde trompeadera con rebeldía.
LAS: Bueno, eso es lamentable, y hemos bajado a un nivel que no tuvimos nunca de profesores y de alumnos. El otro día estaba repasando los profesores que quedan y son muy pocos los dignos de tal. Yo preguntaba a los profesores de Derecho qué profesor rectorable encontraba y era ninguno. Yo estaba buscando y tampoco hay. En veterinaria había uno pero es mucho ponerle a una universidad como rector a un veterinario.

MCA: Los juegos de palabras son inevitables.
LAS: Un poco zoológica la cosa. Realmente en San Marcos no queda sino en la facultad de Veterinaria como mejor. Facultad, un poco Medicina. Bastante Derecho, un poco Farmacia, y chau.

MCA: Y a qué atribuir esa crisis…
LAS: Yo creo que en gran parte a la estupidez de los profesores y de los alumnos. Los alumnos que entraron con la revolución china de Mao, pensando que todo se podía destruir y construir. Destruyeron y no construyeron. La cobardía de los profesores y su interés por mantener el curso. Entonces, tolerar todo a los alumnos. Y la estupidez de los padres de familia. Son tres estupideces. Que para que sus hijos tengan un título no les importa que corrompan y compran el ingreso. Por eso son cómplices de delincuencias.

MCA: Bolívar postuló, creo que en su proyecto del Senado, la educación popular un poco por influencias de Simón Rodríguez. Después Haya de la Torre convierte esto en una bandera fundamental del APRA pero, hoy en día, ¿está usted de acuerdo por lo menos en la forma cómo se ha instrumentado la educación gratuita? Más bien ha provocado una universidad agigantada en lo cuantitativo, pero sin calidad.
LAS: Bueno, yo creo que el principio de esto es que están triunfando las atracciones sobre las concreciones y en la universidad es lo propio que sucede con la sociedad. Se cree que cuanto más gente haya, mejor. Son cuestiones de calidad y cantidad. La democracia es una cuestión de cantidad fundamentalmente para llegar a ser calidad, y la universidad es una cuestión de calidad pero, fundamentalmente para tener alguna cantidad, hemos cambiado las cosas. Una universidad que tiene 30 mil alumnos, es mejor que una que tiene 10 mil, ¡no! ¿Por qué?…

MCA: No se respeta las leyes de la lógica….
LAS: No. No absolutamente. De manera que yo creo que es una cosa tremendamente negativa..

MCA: Y hablando un poco de la política, porque es el tema recurrente en este mes de abril de 1984, se ha concretado una vez más una importante candidatura suya a la primera vicepresidencia de la República, con un documento de respaldo. Con lo que se ve que las gentes más representativas del partido en este frente de trabajadores manuales e intelectuales, están de su lado, ¿Qué reflexiones tiene de esto?
LAS: Una gran responsabilidad. Responsabilidad por esa confianza. Por lo que en realidad se espera que yo pueda hacer, que es poner por experiencia en un entusiasmo juvenil, que es sumamente atractivo y arrebatador. Eso es una gran responsabilidad porque nos pone en las manos de una generación que ya no debiera hacer cosas. La tarea de cautelar las cosas. En buena cuenta, hacer un contra peso si se pudiera hacer, del estímulo inmediato.

MCA: ¿Y qué le diría usted a los jóvenes por este Perú asediado por el terrorismo político, por el narcotráfico que cada día carcome más a la sociedad peruana, creando formas novísimas de corrupción y de violencia?
LAS: Las cosas primero son dar salud, educación y nutrición. No podemos pensar en nada mientras la gente no esté nutrida. La gente no puede pensar, no puede ser obediente con hambre. La gente no puede hacer fútbol con hambre, aunque parezca lo más ‘Sanchopanzesco’ del mundo, no llenar el estómago sino nutrir a las personas para que puedan pensar mejor y ser más independientes. Su salud y su nutrición y luego, su educación. Que no hay educación aquí. Hay instrucción, muy mala pero, educación, cero.

MCA: Usted ha señalado con acierto que la raíz que genera este proceso que desemboca en Sendero Luminoso parte de un equivocado concepto de lo que es equivocación o educación…
LAS: Así es, creo que la educación no existe absolutamente y que el profesor prefiere ser sindicado a ser maestro. Yo sé que esto es impopular. Porque dice que va a morirse de hambre. Pero nadie quiere que se muera de hambre. Lo que no quieren es que por ganar salario ya no estudie. Y que por defender sus posiciones exponga al alumno. Qué culpa tiene el estudiante, el pobre muchacho de que el profesor no esté bien pagado. Por qué va a pagar él con dejar de estudiar, la culpa del Estado y la protesta del profesor. Exactamente como los médicos. ¿Qué tienen que ver los enfermos a que el médico esté mal pagado? ¿Por qué van a pagar ellos eso? Yo creo que hay zonas de la actividad humana en las cuales no se pueden aplicar las mismas reglas. No es lo mismo que pare un banco o pare una fábrica textil. Si para una fábrica textil el que sufre es el empresario que es el que tiene que pagar, pero si para un banco, el que sufre es el cliente que no tiene nada que ver en la pugna. Pero peor es todavía si paran los médicos, porque el enfermo que necesita ser cuidado se muere sencillamente porque los señores están peleando en nombre de él. Pero en nombre de él están pateando los dos, el uno que no oye y el otro que grita. En la educación es exactamente lo mismo. Creo que en México, por lo que tengo entendido, no hay huelga bancaria porque el que sufre es el país y el cliente. El señor que tiene sus ahorros, que tiene que comer y necesita su plata, no puede comer ese día, porque el banquero y el bancario se han agarrado en gresca, y no tiene nada que ver con eso. Lo propio pasa en la salud y la educación.

MCA: No se ha aprobado la ley de huelgas, pero sería bueno en el momento, señalar zonas tabú, para las huelgas en el servicio hospitalario, transporte y más…
LAS: Hay cosas que no pueden ser. Quizás buscar otro tipo de canales de reclamación. Que no ponga en peligro la atención al público. Creo que caben cosas. Hacer una cosa especial para eso.

MCA: Para el Perú que usted conoció en su adolescencia y el que ahora conoce o padece o sobrevive en su madurez, ¿Cuáles son las cosas que más la distancian o que más las unifican en el sentido de la Lima de 1920 a la Lima de 1984?
LAS: Yo creo que centraría todo en una vieja frase literaria: “Qué el Perú, es Lima. Lima es el Jirón de la Unión. El Jirón de la Unión es el Palais Concert” y, hoy día, el Perú no es Lima y Lima no es Jirón de la Unión. De manera que es fundamental eso. El Jirón de la Unión era un lugar de paseo, pero hoy es una mugre completamente y no hay nada que hacer. Me parece eso. Luego, que ya no hay limeños. Creo que los limeños no pasamos de un 30 % en Lima. Yo creo que Lima es una ciudad invadida y la ocupación, porque es una verdadera ocupación, se produce por miembros de la misma Nación. Pero no de la misma estirpe. Sin hablar de noblezas sino sencillamente de sentido cultural y de sentido de porvenir. Parece que eso es evidente. Esta ciudad es heterogénea. No es una urbe, sino que no es un orbe siquiera. Entonces, es tremendo.


Fuente: El Comercio