«¿Nada se gana, entonces, con buscar la verdad? Se gana por lo pronto el rescate de la propia dignidad, que es ya bastante; y se cumple con el Maestro -Unamuno- quien dijo que «la más miserable de todas las miserias, la más repugnante y apestosa argucia de la cobardía es esa de decir que nada se adelanta con denunciar al ladrón y al majadero». FRANCISCO IGARTUA ROVIRA – 23/09/1923 24/03/2004
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DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA
«También la providencia fue bondadosa conmigo, al haberme permitido -poniendo a parte estos años que acabo de relatar- escribir siempre en periódicos de mi propiedad, sin atadura alguna, tomando los riesgos y las decisiones dictadas por mi conciencia en el tono en que se me iba la pluma, no siempre dentro de la mesura que tanto gusta a la gente limeña. Fundé Caretas y Oiga, aunque ésta tuvo un primer nacimiento en noviembre de 1948, ocasión en la que también conté con la ayuda decisiva de Doris Gibson, mi socia, mi colaboradora, mi compañera, mi sostén en Caretas, que apareció el año 50. Pero éste es asunto que he tocado ampliamente en un ensayo sobre la prensa revisteril que publiqué años atrás y que, quién sabe, reaparezca en esta edición con algunas enmiendas y añadiduras». FRANCISCO IGARTUA - «ANDANZAS DE UN PERIODISTA MÁS DE 50 AÑOS DE LUCHA EN EL PERÚ - OIGA 9 DE NOVIEMBRE DE 1992»
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«Cierra Oiga para no prostituir sus banderas, o sea sus ideales que fueron y son de los peruanos amantes de las libertades cívicas, de la democracia y de la tolerancia, aunque seamos intolerantes contra la corrupción, con el juego sucio de los gobernantes y de sus autoridades. El pecado de la revista, su pecado mayor, fue quien sabe ser intransigente con su verdad» FRANCISCO IGARTUA – «ADIÓS CON LA SATISFACCIÓN DE NO HABER CLAUDICADO», EDITORIAL «ADIÓS AMIGOS Y ENEMIGOS», OIGA 5 DE SEPTIEMBRE DE 1995
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LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
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«Siendo la paz el más difícil y, a la vez, el supremo anhelo de los pueblos, las delegaciones presentes en este Segundo Congreso de las Colectividades Vascas, con la serena perspectiva que da la distancia, respaldan a la sociedad vasca, al Gobierno de Euskadi y a las demás instituciones vascas en su empeño por llevar adelante el proceso de paz ya iniciado y en el que todos estamos comprometidos.» FRANCISCO IGARTUA - TEXTO SOMETIDO A LA APROBACION DE LA ASAMBLEA Y QUE FUE APROBADO POR UNANIMIDAD - VITORIA-GASTEIZ, 27 DE OCTUBRE DE 1999.
«Muchos más ejemplos del particularismo vasco, de la identidad euskaldun, se pueden extraer de la lectura de estos ajados documentos americanos, pero el espacio, tirano del periodismo, me obliga a concluir y lo hago con un reclamo cara al futuro. Identidad significa afirmación de lo propio y no agresión a la otredad, afirmación actualizada-repito actualizada- de tradiciones que enriquecen la salud de los pueblos y naciones y las pluralidades del ser humano. No se hace patria odiando a los otros, cerrándonos, sino integrando al sentir, a la vivencia de la comunidad euskaldun, la pluralidad del ser vasco. Por ejemplo, asumiendo como propio -porque lo es- el pensamiento de las grandes personalidades vascas, incluido el de los que han sido reacios al Bizcaitarrismo como es el caso de Unamuno, Baroja, Maeztu, figuras universales y profundamente vascas, tanto que don Miguel se preciaba de serlo afirmando «y yo lo soy puro, por los dieciséis costados». Lo decía con el mismo espíritu con el que los vascos en 1612, comenzaban a reunirse en Euskaletxeak aquí en América» - FRANCISCO IGARTUA - AMERICA Y LAS EUSKALETXEAK - EUSKONEWS & MEDIA 72.ZBK 24-31 DE MARZO 2000
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domingo, 26 de abril de 2009
Revista modulor - Carta a los señores Carlos Sotomayor, director de modulor, y demas miembros de esa redacción - Francisco Igartua Director de Oiga
Amigos de modulor:
No seria modestia, sino simple y llana tontería, callar que me he emocionado ver que ustedes –maestros en la práctica, no sólo a nivel nacional, del diseño gráfico – se hayan fijado en el grafismo de Oiga y le hayan dado tanta extensión e importancia a una historia que es mi propia historia dentro del periodismo peruano. Me parece ver en ello no sólo el interés del tema sino, sobre todo, la simpatía personal que algunos o todos los miembros del equipo de Carlos Sotomayor me tienen. Es cierto que yo siempre le di importancia singular a la buena imagen que, a la vista, a la vista, debían tener las páginas de los periódicos y revistas. Y ésto a pesar de haberme formado en el oficio por dos grandes del periodismo peruano, Federico More y Guillermo Hoyos Osores, no muy preocupados por las artes gráficas. No coincidí con mis maestros en la importancia que el diseño tiene en el periodismo escrito. Estas dos luminarias de la prensa latinoaméricana –Hoyos todavía en actividad– poco valor le dieron a la presentación gráfica, porque en ellos la escritura, la belleza y la precisión de la forma literaria, junto a la emoción de la actualidad, eran lo esencial en lo que por prensa se ha entendido hasta hace pocos años. Hoy la televisión ha alterado o va alterando algunos de estos conceptos. Es claro que a la hora de teorizar, ambos hablaban de la presentación del periódico, pero para nada tomaron en cuenta la teoría al momento de sus realizaciones. Tanto La Prensa de Hoyos Osores como Cascabel de Federico More pasan a la historia por lo allí escrito, no por su diseño grafico. Quien me inició en la importancia de la presentación de la obra periodística fue Miguel Benavides, fundador y director de Jornada. Fue él quien, a mediados de la década del 40, trajo al Perú las ideas gráficas que estaban de moda en el periodismo europeo. Con Miguel Benavides, en Jornada, trabajé entre los años 43 y 45 y en él admiré su preocupación por la limpieza de la forma. En esa línea he seguido yo, inclinado a una diagramación italo-francesa sin dejar jamás de tener en cuenta los preceptos de More y Hoyos sobre el contenido de la prensa.
Sirva esta larga introducción para ir al grano de esta carta aclaratoria: creo que fue Claude Dieterich, diseñador suizo o austriaco de gran renombre el autor del logotipo de Oiga con su especie de anteojeras. Mi amigo Marcelo Martire contribuyó en otros aspectos del diseño de ese Oiga. Y, para terminar, un detalle histórico del arte gráfico peruano: otro grafista centroeuropeo fue el que realizó el primer logotipo de Caretas, tomado de la revista Esquire.
Otra vez, mil gracias,
Francisco Igartua,
Director de Oiga
Acerca del diseño gráfico de OIGA - EL HÁBITO NO HACE AL MONJE, PERO LO IDENTIFICA - por Carlos Sotomayor - Oiga 9/11/1992
El logotipo es un grupo de letras o una palabra completa que se utiliza como imagen. En este caso es el nombre de la revista en forma de membrete, como aparece en su carátula, y es él más importante de los elementos gráficos. En la redacción, es a menudo tanto “vaca sagrada” como huérfano en el olvido. Mirar el logotipo con el nombre de una revista es resumir la historia, la leyenda y el espíritu de una institución perdurable.
Un buen logotipo debe ser legible, apropiado y bello. El primer criterio es medible pragmáticamente y los otros dos se miden de acuerdo con el ojo del lector.
Lo “legible” puede ser cambiado por “reconocible” debido a que el logotipo rara vez se “lee”. Se reconoce como ideograma. Como tal, debe tener visibilidad y carácter.
El actual logotipo de OIGA, fue diseñado en los años sesentas –al iniciar su segunda etapa – por el arquitecto romano Marcelo Martire. Con el nombre en tipografía helvética y compuesto en minúsculas, se publicó en color negro sobre fondo rojo, que enmarca la portada, mostrando una forma grafica distintiva: los “ojos” de las letras “o”, “g” y “a” aparecían en color blanco.
sábado, 25 de abril de 2009
Acerca del diseño gráfico de OIGA - EL HÁBITO NO HACE AL MONJE, PERO LO IDENTIFICA - por Carlos Sotomayor - Oiga 9/11/1992
De los pocos semanarios que se editan en Lima, OIGA ha dado reiteradas muestras de una versatilidad gráfica acorde con el avance tecnológico. Desde su fundación en 1948, y debido al cambio de la composición 'caliente' (en plomo) por la fotocomposición, su aspecto ha ido cambiando hacia una presentación más moderna, un estudiado uso de los espacios blancos, una nueva tipografía, la utilización cada vez más pronunciada de fotografías en gran tamaño, una publicidad mejor distribuida y, en fin, una nueva ola de creatividad gráfica.
Y esto sucede así en OIGA porque, sin duda, uno de los aspectos vitales del planteamiento de toda publicación -cualquiera que sea su rubro- lo constituye su diseño gráfico. Destinado a capturar un mercado preescogido de lectores, no tiene más que una disyuntiva inevitable: cautiva o repele las miradas y ocasiona el juicio instintivo, favorable o condenatorio.
La creatividad estética contribuye a traducir los contenidos en mensajes ópticos, capaces de despertar el interés del lector y de hacer más fácil -digerible- la literatura. Esta misión mediadora es la que realiza el diseño, en cuanto disciplina que articula y racionaliza los contenidos, al tiempo que establece los sistemas y formas de valoración de la información periodística.
La función del diseño
La armonio y unidad entre la forma y el contenido literario -y su mutua dependencia- son dos aspectos importantes del periodismo sociopolítico y de actualidad que practica OIGA, por lo que se ha optado por un diseño que le permita al lector percibir con facilidad el material que se le ofrece, procurándose una selección sistemática de los temas y la distribución de los materiales en secciones reconocibles y diferentes, sin complejidad pero con un énfasis moderado en la esencia del artículo.
El formato moderno de su composición gráfica se caracteriza por su sencillez y claridad, destacando lo más importante en cada una de sus páginas (la letra, la imagen, según sea el caso), sin que por ello éstas se conviertan en unidades aisladas, sino que se integran dentro del ritmo visual-informativo que guarda la publicación en su conjunto.
Los diagramas de páginas son parte integrante del plan general y reflejan unívocamente la identidad en el estilo que mantiene toda la revista. Si bien este aspecto se encuentra determinado por el carácter de la publicación, la manera particular de su presentación y el manejo del contenido de los materiales ha sido convenientemente resuelto por sus diseñadores, planteando soluciones gráficas que logran un equilibrio entre los títulos (título general, títulos de foto, frases destacadas, etc.), -las fotografías (encuadres, conjunto de fotos, lenguaje propio de cada foto, etc.), la tipografía (combinación estética de familias tipográficas, niveles de cuerpos, etc.), el diseño general de las masas gráficas y tipográficas -en el conjunto de cada articulo y en el conjunto de la revista- y, finalmente, los recursos gráficos para singularizar, unir y dividir materiales (líneas, espacios, tramas, etc.).
Estas características peculiares no son accidentales, sino el resultado de estudios probados a través de 44 años en el enfoque de la composición de la revista. Un elemento importante es el formato. Antes de llegar al actual de 20,5 x 27,5 cm, OIGA ha sufrido algunas modificaciones. Comenzó, como todas las publicaciones de la época -la década de los 40-, siendo tabloide. (Antes de la invención de las modernas rotativas offset, las prensas eran relativamente lentas, por lo que resultaba más conveniente imprimir hojas grandes que hojas pequeñas). Su formato pequeño -medio tabloide:- actual se debe, entre otras modernas razones, a una simpleza también moderna. La comodidad: gran número de personas -léase lectores, entiéndase compradores)- puede aprovechar su viaje en microbús para recorrer sus páginas.
Tipografía creativa
El trabajo de la tipografía constituye una parte importante en el diseño de OIGA. La selección apropiada de tipos, tanto para los titulares -futura y avant garde-como para los textos-souvenir determinan no solamente la apariencia del diseño gráfico de la revista, sino que los contornos y el aspecto de las otras sirven al lector como punto de referencia de un articulo a otro.
Algunos titulares de OIGA están compuestos enteramente en mayúsculas. Ello obedece a varias razones: dentro del mismo cuerpo, las mayúsculas son más grandes de por si que cualquier minúscula y el tamaño cuenta mucho en un titulo, sobre todo si de una nota importante se trata. El aspecto que presenta una línea de titular compuesta con mayúsculas resulta más uniforme para si -el 'golpe de vista'- y crea la diferencia con el resto de la composición. De otro lado, los Mulos compuestos en mayúsculas y minúsculas -altas y bajas, periodistas dixit- permiten no sólo la lógica mayor cantidad de letras, sino el contraste tipográfico necesario.Si bien, lo anterior es por lo general adecuadamente utilizado en OIGA, puede permitirse una critica en cuanto a los titulares en altas y bajas trabajados en dos líneas o más: la superposición de una de ellas en desmedro de la superior perjudica la legibilidad -cuando no la interpretación total del título- y no aporta beneficio alguno al estilo tipográfico.
El impacto fotográfico
Por su característica particular, la fotografía periodística es el centro de la composición de la página, ya que impacta mucho más que el texto y atrae inmediatamente la atención del lector. No es gratuito ni casual que en OIGA, la imagen vaya estrechamente ligada al texto, formando una unidad intencional: no se utiliza como elemento decorativo o complementario, sino como conformante de la noticia.
Medio escrito que convive con los audiovisuales en una década donde la imagen ha sentado sus reales, OIGA procura aprovechar en todo lo posible el apoyo fotográfico. Esto es evidente, por ejemplo, cuando se sabe utilizar una fotografía que podría ser catalogada de borrosa o mediocre, pero que representa el único testimonio de un suceso importante: hará noticia a pesar de sus defectos. La destreza está en saber reconocerla y darle el despliegue apropiado, y en OIGA se le ha sabido dar, sin temor alguno, una o dos páginas completas.
Como quiera que el estilo informativo de la revista conlleva un tono de denuncia, de destape periodístico, se ha impuesto el examen minucioso de las fotografías, utilizándose un acercamiento de los detalles que de otra manera podrían pasar inadvertidos para el lector. Este recurso -casi exclusivo del diseño gráfico de la revista- guarda correspondencia con los criterios de edición periodística. En muchos casos, la imagen así trabajada y unas pocas líneas explicativas le han bastado al semanario para transmitir un informe noticioso.
En OIGA cobra especial importancia el 'corte' de las fotos, vale decir la decisión que toma el diagramador de prescindir, en una imagen, de todo aquello que nada añade sino, más bien, resta al valor periodístico de la misma. Igualmente, es relevante la combinación que se ejecuta entre dos o más fotografías para lograr, en su yuxtaposición o superposición, el mayor contraste y la más incisiva fuerza informativa.
El tamaño y la ubicación del material fotográfico es determinado no sólo por el espacio, sino por su rol informativo y la significación qué tiene en relación con el artículo al que ilustra. Se valora la fotografía dándole un determinado tamaño (a mayor tamaño, mayor valor de la imagen y, por tanto, mayor valor también como noticia o como llamado de atención para el lector).
Las fotografías se adaptan a las medidas que prevalecen en la revista. Para mayor facilidad en la diagramación, sus tamaños se extienden a unidades completas de una o más columnas. Sin embargo, ciertas fotos escapan a esta norma con eficacia; por ejemplo, los pequeños retratos, por lo general de los autores de una colaboración, que resultarían demasiado grandes al ancho de una columna.
Sin temor al vacío
Una de las características del diseño gráfico moderno es la cada vez mayor presencia de los 'blancos' en la diagramación. Estos espacios libres permiten el descanso visual al lector y otorgan plasticidad y movimiento a una página que de otra manera se presentarla gris y sin atractivo. OIGA los utiliza con cierta destreza para resolver los problemas de la disposición y del equilibrio estético. Hay que recordar que uno de los principios de la imprenta es el contraste equilibrado del negro y el blanco, y que cuando más negro es el negro y más blanco es el blanco, por obvio que esto parezca, mejor se leerá la página impresa.
La estrategia de lo gráfico
El hábito no hace al monje pero lo identifica. Por muy objetivos que pretendamos ser, frecuentemente juzgamos por las apariencias. La habilidad que ha demostrado OIGA para hacer una revista gráfica en un formato pequeño es singular. Son simples recursos de diseño, de encuadre de sus aperturas, de maestría en el manejo de la tipografía.
La diagramación, es decir, el ordenamiento visual de los elementos que constituyen la página, es la última tarea que experimenta la revista antes de entrar la edición en prensa. Ella le da su estructura y la viste para el encuentro semanal con su público. Es una tarea compleja que pone orden en lo que es siempre -y de alguna manera es uno de los encantos que tiene esta profesión- una confusión inicial.
Cada etapa de OIGA se ha caracterizado por la unidad establecida entre lo periodístico y lo gráfico. O diseño original, en cuanto a sus principios, se ha mantenido, procesándose los cambios que la tecnología ha permitido. Lo recorrido a lo largo de 44 años evidencia su intención de marchar de la mano con los tiempos. Y el aporte de OIGA al diseño gráfico peruano es el fruto de la 'puesta en página', semana a semana, de la actualidad.
jueves, 9 de abril de 2009
FRANCISCO IGARTUA – EDITORIAL – La corrupción se tapa con silencio – Revista Oiga 13/06/1994
Y no cuento más porque no viene al caso. Lo cierto es que, de nuevo, habíamos tocado el talón de Aquiles del régimen: su falta de honestidad. Un punto en el que se sabe débil y se desespera por ocultarlo. Porque en este gobierno hay deshonestidad no solamente en las falsas promesas e imputaciones calumniosas del jefe de Estado o en los despilfarros de sus paseos familiares -en alguna oportunidad se movilizó hasta en barco de guerra para placer de Kenyi y sus amigos-; hay deshonestidad en las obras sin licitación y sin control, concedidas a dedo; hay deshonestidad en el manejo secreto de las donaciones y es deshonesto que el jefe de Estado se pasee por el país obsequiando esas donaciones como si fuera sacadas de su bolsillo. Se habla mucho de trasparencia, pero todo se hace por sorpresa y entre bambalinas, a escondidas. Es tan ‘honesto’ el régimen que la encargada de vigilar las aduanas del país, la señora Higaona, no dice una palabra cuando su hija es descubierta dando exámenes de ingreso a la universidad por medio de otra muchacha parecida a ella, a quien se supone se le habría sobornado ¿con las propinas de la niña Higaona? ¿Y es honesto que el jefe de Estado se haya hecho presente en la graduación de su hijo, como piloto de aviación, a sabiendas de que era un acto irregular porque el hijo había sido desaprobado en seis cursos en el colegio, Io que hacía inválido su diploma de piloto?... La honestidad no es cuestión de montos sino de conducta. Y, si de montos se habla, montones son los millones que los ‘picaronazos’ del régimen han hecho humo, como Fumanchú, sin que les ocurra nada, a pesar de las denuncia: concretas de OIGA. Al contrario, se les ha premiado con embajadas u otras canonjías. ¿Y qué de las decisiones millonarias que se toman en Palacio y de los miles de millones que pasan por él sin que nadie los controle ni vigile, porque el ‘trasparente’ ordenador de estas transacciones es alguien que no figura en planilla conocida ni tiene cargo ni obligaciones públicas? Es simplemente Santiago, el hermano. El James Bond del régimen.
Pero el caso Vittor, que es el motivo de estas líneas, ha adquirido otras connotaciones. No por el pobre señor Vittor que, como ya dije semanas atrás, poco cuenta personalmente en este asunto -es apenas otra pieza en el engranaje de la corrupción del régimen-, sino por la complicada acogida que la denuncia de OIGA ha tenido en los medios de comunicación. Una denuncia que tuve que hacer pública en conferencia de prensa, como resguardo por las presiones diversas que estaba recibiendo. El respaldo de las radioemisoras fue completa, salvo excepciones muy significativas. La difusión radial debe haber cubierto el territorio nacional. Pero lo que al gobierno le preocupa es la televisión. Y aquí quedó en evidencia que la declaración de Chapultepec es, para Fujimori, papel para envolver bacalao malogrado. Asistieron a la conferencia de prensa de OIGA Canal 11 y Canal 9, este último con un equipo completo, decidido seguramente por los mandos periodísticos de la empresa, de acuerdo a la resonancia noticiosa del tema. Además de cubrir la conferencia, el Canal 9 filmó una entrevista conmigo.
Esto fue al mediodía.
En la tarde, el Canal 4 se interesó por entrevistarme, porque se iba a presentar Vittor en el canal y quería que hubiera imparcialidad. La cita fue a las cinco. A las cinco y media no hubo nada. Se aplazó la entrevista para ‘el día siguiente’.
Esa noche el Canal 11 dio cuenta del hecho en cuatro o cinco minutos, excelentemente bien editados. Fue un modelo de profesionalismo ese resumen. En el 9 no apareció una sola imagen ni se leyó una línea. La conferencia no había existido. El silencio fue total en todos los demás canales. Ni el ministro Vittor ni nadie abrieron la boca. Se había impuesto la política de dar la callada por respuesta. Afirmándose el gobierno en su creencia de que lo que no se habla no existe. Así se borran, con el silencio, las pruebas de corrupción de este régimen. Pero esa política no fue decisión de los mandos periodísticos de esas empresas sino imposición, con chantaje sobre sus otros negocios, del gobierno a los propietarios de los canales, gente fenicia que no tiene idea de las obligaciones culturales y sociales de un medio de prensa y que desconoce en absoluto lo que es el periodismo. Los canales, para ellos, son medios de presión para favorecer sus negocios más rentables y tener poder.
Esto lo podrán negar en cuarenta tonos y formas, utilizando a sus mejores escribientes, pero las cosas son así, como están arriba escritas. Esa es la verdad. Y en este punto sí no me equivoco porque tengo en la mano la prueba del delito. Porque eso, un delito contra la libertad de prensa, es lo ocurrido…
FRANCISCO IGARTUA – EDITORIAL - De gansadas y basuras – Revista Oiga 9/05/1994
Curiosa novedad la que nos ofrece el CCD con la renuncia presidencial seis meses antes de la reelección. Primero, porque de novedoso nada tiene. Es copia vulgar de la ‘bajada al llano’ de Manuel Apolinario Odría, el dictador que se presentó a la contienda electoral del 50 con su compadre Zenón Noriega en Palacio y su opositor, Ernesto Montagne, en la cárcel. Naturalmente que peleando solo, teniendo a su sombra por contrincante, el triunfo de Odría fue abrumador. En esta oportunidad, el Congreso apodado Democrático nos ofrece un candidato presidencial -Alberto Fujimori- con una renuncia de seis meses al cargo, pero con Santiago Fujimori y las hermanitas Fujimori en Palacio y Nicola di Bari Hermoza, el socio mayor de la empresa gubernamental Fujimori Fujimori S.A., en la Comandancia mejor armada y al mando del Comando Conjunto. Elecciones al más puro estilo Odría no se pueden dar. También en esa época se argumentó que era injusto pedirle la renuncia a funcionarios de segunda y quinta categoría que quisieran postular y no hacer lo mismo con el presidente de la República. Una grotesca falacia usada, igual ayer que hoy, para disimular u ocultar la verdadera razón del porqué de esa constante exigencia en las legislaciones electorales de toda América Latina, salvo raras excepciones, obligando a los funcionarios públicos a renunciar a sus cargos antes de postular a una elección: los legisladores siempre han entendido que en estos lares no es posible haya imparcialidad en una elección en la que participen los que son gobierno. Y mucho menos si el postulante es presidente de la República. De allí que, en consecuencia con la realidad sociológica de estos estados, con sus usos, costumbres y tradiciones, sus legislaciones no consideren la renuncia presidencial -porque sería una mascarada- sino que prohíban terminantemente la reelección de los jefes de gobierno.
La prohibición, tanto en el Perú como en otros países latinoamericanos, para que los presidentes postulen a la reelección no es un capricho legislativo. Es resultado del estudio de nuestras idiosincrasias y de nuestros pasados históricos, demasiados cargados de aterradores ejemplos reeleccionistas: Díaz, en México, Gómez en Venezuela, Leguía en el Perú, Perón en Argentina... Todos ellos reelegidos de acuerdo a las normas dictadas por ellos mismos desde el poder. Igual que Fujimori, elegido de acuerdo a disposiciones constitucionales -que él juró respetar- que prohibían y prohíben hasta hoy su reelección.
En cuanto al distrito electoral múltiple es otra gansada del CCD. Asamblea única de 120 curules de origen comarcano es hundir al Parlamento en el provincialismo, en la chatura aldeana, en los pleitos de comadres. Dividir los 120 asientos en nacionales y distritales sería otro disparate, pues la diferencia de origen de los congresistas, dentro de una misma asamblea, crearía una irritante división y pugnas colegiales, que distraerían los debates. Con su novísima apertura, el CCD vuelve a recordarnos que no hay mejor Parlamento que el bicameral. Con una Cámara reflexiva -el Senado- elegida en distrito electoral único, nacional, con postulantes ya maduros y representativos de los hombres que han llegado a tener resonancia en todo el territorio nacional. Y una Cámara baja, de diputados, representativa de las regiones y las provincias, con elementos más jóvenes, más vigorosos, más comprometidos con la voluntad popular y los intereses provincianos. Eso es Parlamento y no la Asamblea unicameral de distrito único -como la diseñada en la Constitución del CCD-, que significa el control de las elecciones desde Lima, desde las cúpulas partidarias. Mientras que la de distrito electoral múltiple seria lo que hemos dicho más arriba: transformar el Parlamento en una olla de grillos comarcanos.
Pero otros han sido los hechos que han puesto en tensión a la opinión pública. El menos, sonado, pero no por soterrado de poca intensidad, ha sido la cada vez más tensa fricción en las relaciones peruano-norteamericanas, concretada en las agresivas reacciones del ministro de Justicia y en las suspicacias norteamericanas -al parecer basadas en pruebas documentales- sobre lo que está ocurriendo en el Huallaga, zona donde más que reales operativos militares se estaría desarrollando una gran maniobra sicológica para aparentar una 'victoria' que levante la figura electoral de Fujimori. Es claro que la maniobra es real, con tiros y con rockets, con tropa invadiendo la zona, lo que habría causado no pocos crímenes horrendos, de los que no faltan testimonios muy verosímiles, recogidos por periodistas, cecedistas y por alguien que no puede ser tildado de extremista ni de enemigo del régimen, como Francisco Diez Canseco Távara, presidente de la Comisión de Paz.
Pareciera que al ver desvanecerse el proyecto reeleccionista de Fujimori frente a la candidatura de Javier Pérez de Cuéllar, el gobierno pierde los papeles y se desborda desesperadamente, sin medir las graves consecuencias de un enfrentamiento con Estados Unidos.
Pero donde Fujimori y su guardia pretoriana se han dejado arrastrar por el odio y la sinrazón es en el juicio que le abrieron a los generales en retiro que, con frecuencia, opinan en diarios, revistas, radios y televisoras. Son todos ellos oficiales brillantes, con juicios claros y de interés, que por eso son solicitados por la prensa para que se expresen públicamente. Todos han sido condenados por opinar, por hacer uso de un derecho consagrado por la Constitución en favor de todos los ciudadanos. Y ellos lo son. Aunque no ciudadanos del común, sino de la elite pensante del país.
Grave injusticia se ha cometido contra los generales Cisneros, Pastor Vives, Jarama y Parra. Pero contra el general Salinas Sedó se está llegando al delirio de la sevicia. A él se piensa condenarlo a cuatro años por hacer uso de su libertad de expresión y en un expediente de la Caja Militar, en la que aparecía como testigo, se le ha transformado en acusado. Contra viento y marea, contra los más elementales dictados de la ecuanimidad política se le quiere mantener encarcelado al general que tuvo el gesto altivo de cumplir el mandato constitucional de sublevarse ante la violación militar de la Carta Magna. Al verse obligados, por la presión internacional, a ponerlo en libertad por el delito de obedecer a la Constitución, Fujimori y su guardia pretoriana, los golpistas del 5 de abril del 92, han decidido endilgarle otros juicios y otros castigos. Lo que quieren es doblegar moralmente, con la cárcel, al general Jaime Salinas Sedó. Lo que no saben los pretorianos de Fujimori es que los hombres de a verdad mueren de pie, con la frente alta, mirando al cielo, no a la basura. Aunque ¿por qué decir que Salinas Sedó no obtendrá justicia y pronto?
FRANCISCO IGARTUA – EDITORIAL – En el reino de la amoralidad – Oiga 2/05/1994
Valgan estos recuerdos no como cansado repaso del pasado sino como advertencia de que OIGA está acostumbrada a quedarse sola y no le importa que ahora le vuelva a ocurrir lo mismo en el caso Vittor. También sirva el recuerdo como referencia a la preocupación constante de OIGA por ser fiel a una conducta principista, no de circunstancias. No es, pues, ánimo político contra el régimen del señor Fujimori, desenfreno ciego y gratuito contra el ‘enemigo’, lo que nos lleva en estos días a señalar la incapacidad del señor Raúl Vittor para ser ministro. Es preocupación moral lo que nos alienta a actuar como actuamos, es inquietud porque el país mejore, en sus relaciones humanas, en el respeto a los derechos del vecino, en la adecuación de las conductas cívicas a normas superiores a los apetitos personales. Y es cierto lo que dice el ministro Vittor: que nadie se ocuparía de él ni de sus fechorías santiaguinas si no fuera porque hoy es ministro de Estado. Es cierto, las acusaciones que se le hacen son políticas: ¡Qué tal descubrimiento señor Vittor! Claro que nos ocupamos de él no porque sea el constructor Vittor sino el ministro Vittor y más todavía por ser ministro de la Presidencia, por ser el agente promotor de la candidatura a la presidencia del actual jefe de Estado, Alberto Fujimori. Sí, es verdad lo que dice. Si no fuera político, de Vittor nadie se ocuparía, a nadie le importaría sus negocios y encubrimientos, fuera del grupo de sus amigos y, sobre todo, de sus damnificados, porque también hay damnificados en esta historia santiaguina. (Ver nota).
Cuando se mete uno a político, señor Vittor, se pone uno en candelero para, desde esa situación expectante, ser ejemplo de discreción, cordura, efectividad, o ser piedra de escándalo. El político actúa para la colectividad, señor Vittor, y es juzgado por ella, por el público, no por su círculo amical. Ese es el riesgo de meterse a político señor Vittor. No es tarea fácil y, menos, cuando se es piedra de escándalo y eso, piedra de escándalo, es el actual ministro de la Presidencia, gracias a su escandalosa relación con un prófugo de la justicia y a las acusaciones judiciales que se le hacen en Santiago de Chile. Para sortear los escollos que estas situaciones presentan se requiere el respaldo de los tanques militares -el señor Fujimori, el de las construcciones con evasión de impuestos, le puede explicar a Vittor cómo se hace para lograrlo- o vivir en un país como el Perú de hoy, donde las nociones de la moral han desaparecido, donde la ética ha entrado en desuso, donde saciar apetitos personales es la meta de las minorías dirigentes y dónde los egoísmos, las ruindades útiles, el afán de lucro vuelan como buitres satisfechos sobre famélicas multitudes. Vittor, el de la doble t, está salvado. Lo ha salvado hallarse en el reino de la amoralidad.
Y en este punto es imposible pasar por alto recientes declaraciones del decano del Colegio de Abogados sobre la reelección de los miembros del CCD. Chocan con tal violencia en cualquier sensibilidad con un mínimo de sentido moral, que callar sería un crimen de encubrimiento. Y no callaremos; agregando, eso sí, nuestra sospecha de que la versión periodística ha podido suprimir matices que en algo podrían haber morigerado el desagradable impacto de esas declaraciones.
No somos abogados y no es en el terreno estrictamente legal que plantearemos nuestro horrorizado rechazo a la tesis de que “no hay prohibición alguna para que los congresistas (del CCD) sean reelegidos”. ¿Cómo que no hay prohibición alguna? ¿Es justo, puede ser válido ante la justicia, ante la verdad, ante el orden moral, que quienes se presentaron a una elección con el compromiso a firme, escrito y solemne de que no intentarían ser reelectos, redacten una Constitución que deje sin esclarecer el punto y después se consideren con derecho a la reelección? Sin entrar en consideraciones en torno a los alcances legales de las obligaciones contraídas entre electores y elegidos -sobre lo que los juristas mucho podrían decir- ¿es posible que puedan ser olímpicamente saltados a la garrocha por los abogados los mandatos de la moral, del compromiso ético admitido no sólo en conciencia -que ya es bastante- sino cumplido de acuerdo a normas publicadas, conocidas por los votantes y tomadas como obligatorias por los candidatos? ¿Qué cosa es la ley, entonces? ¿Qué cosa es la justicia?
Sólo en un país sin moral, en el reino de la amoralidad, puede darse lo que estamos viendo, viviendo y sufriendo en el Perú.
FRANCISCO IGARTUA – EDITORIAL - De Brecht a la modernidad – Revista Oiga 28/03/1994
Olvida Belmont que el 5 de abril de 1992, el día del golpe militar con Fujimori de mascarón de proa, él se negó a condenar lo que ese día ocurrió. No atinó a convocar al pueblo, no se alzó en representación de sus votantes, no quiso sentir los calores de la indignación en defensa de la democracia y de la voluntad ciudadana expresada en las urnas. Se negó a considerar que el Poder Legislativo, aparte de la cuestión adjetiva de los sueldos, no puede corromper ni ser corrompido por nadie si no es en complicidad con el Ejecutivo. Tampoco quiso admitir que no es despachando a sus casas a los jueces, con una bayoneta en la espalda, como se podía corregir las corruptelas de la Justicia. “El golpe -pensó como los personajes de Brecht- va contra el Parlamento y el Poder Judicial. No vendrán por mí”. Y se calló. Calló durante muchos días. Hasta el 23 de abril, fecha en la que ya todas las instituciones con un poco de rubor en la cara habían protestado por la violenta, inconsulta, inexplicable e innecesaria interrupción del orden democrático y constitucional. Ese día, cuando hasta ‘Expreso’ -el vocero más descarado del régimen de la ‘reconstrucción nacional’- había expresado su repudio formal al golpe de Estado, también Belmont publicó su propio y débil comunicado de rechazo a la ruptura del orden constitucional. El 23 de abril estaba probado que no era peligroso hacerlo, pero –‘por siaca, hermanón’- no dejó de añadir esperanzas de que pronto se restablecería el orden conculcado, bajo la sabia dirección, claro está, del señor Fujimori; “creyendo, como miles de peruanos, que el gobierno buscaba el bienestar del Perú”.
No se -dio cuenta Belmont, igual que los personajes de Brecht, que el Parlamento era una institución, como los municipios, con el mismo respaldo electoral que él y que Fujimori; y que las democracias dejan de ser lo que son, mueren, cuando se rompe el equilibrio entre las instituciones libremente elegidas. No quiso entender Belmont que, aceptando el empleo de la fuerza militar contra una de ellas, daba permiso para que todas fueran violadas.
Hoy, Belmont llora porque la violación ya lo alcanzó. Llora y llora... pero es tarde. No tiene quien lo ampare. Y lo triste es que le asiste toda la razón en sus lamentaciones. Es verdad, es cierto, que los municipios, como instituciones representativas de las comunidades ciudadanas, han sido atropellados tanto por la constitución fujimorista -que no fija, como la anterior, lo que son bienes y rentas de las alcaldías-, como por la autocracia fujimorista. El decreto legislativo Nº 776, con el pretexto de repartir equitativamente los fondos municipales, establece una inaceptable dependencia de todas las alcaldías del Perú al Poder Ejecutivo, amén de dejar en la inopia al municipio de Lima. Es el retomo al centralismo, quién sabe el mayor de los males que ha sufrido este país, centralizado por los Incas, por los virreyes y por los presidentes, muchos de ellos predecesores autocráticos de Fujimori. Se trata de un cáncer casi congénito del que, con gran dificultad, íbamos saliendo poco a poco. El decreto legislativo 776 significa, en asuntos municipales, volver a hacer de Lima, del Palacio de Pizarro, la Corte de un Virreinato. Esta vez no con virreyes en lo alto sino con un jefe de Estado que, al parecer, quisiera aproximarse al modelo cultural que Asia está oponiendo a la democracia europea que los Estados Unidos tratan de imponer en el mundo. El premier japonés, Morihiro Hosokawa, ha dicho con descamada claridad, frente a las tiranteces entre China y Corea del Norte con Estados Unidos, que el concepto occidental de derechos humanos no debe ser aplicado ciegamente a todas las naciones. “No es correcto imponerle una democracia de tipo occidental, o europeo, a los demás”, precisó Hosokawa en Beijing. ¿Cómo será la democracia asiática? Se parecerá a la idea suche de Kim II Sung o al régimen de ‘reconstrucción nacional’ de Fujimori? Peor aún: ¿por qué los derechos humanos no pueden ser iguales para todos los hombres?
Hace muy bien Ricardo Belmont, aunque tarde, en alzar la voz, haciendo ver las entrañas autocráticas del régimen surgido del golpe militar del 5 de abril de 1992 y del celestinaje de la OEA.
Pero Belmont no está solo. Lo acompaña en descubrir, recién hoy, que el gobierno de Fujimori es una dictadura, el ex ministro de Economía, el 'preferido' de Fujimori: el vehemente Carlos Boloña. Aunque no son iguales las reacciones de Belmont y Boloña. En éste, el resentimiento es mayor. Estuvo mucho más cerca de Fujimori. Y sus desahogos son en público y en la intimidad. Se duele -y se duele mucho- por no haber seguido el consejo de los amigos que lo instaban a renunciar el 5 de abril del 92. Pero su mujer le dijo: Fujimori te quiere.
FRANCISCO IGARTUA – EDITORIAL – Un huaico contra la libertad de prensa – Revista Oiga 28/03/1994
Como se ve, no hay impuesto más antitécnico que el IGV a la venta de diarios y revistas. Son el único producto que llega al público no por medio de un tendero sino por la mágica y nada técnica alfombra de los canillitas. ¿Cómo hacer para introducir en el mundo de la facturación a estas mágicas alfombras sin cara conocida, de padres imprecisos, pero con la fuerza suficiente para hacer valer su contrato (no escrito) de porcentaje sobre el precio de tapa? Sin canillitas no hay venta de periódicos ni revistas. (En los países muy desarrollados las máquinas los reemplazan y sus sistemas de producción le han quitado encanto a este arte y oficio que es el periodismo, transformándolo en fábrica de noticias y comentarios. Nosotros, por fortuna en estos casos, todavía no somos desarrollados y aún pueblan nuestras calles esos simpáticos personajes trashumantes que llamamos canillitas).
Pero no sólo antitécnico es el IGV a la venta de periódicos, también es una aberración, porque contra lo que piensan los ortodoxos, los fanáticos, los poseídos por el liberalismo, todas las reglas hechas por el hombre -y la ciencia económica es humana, además de inexacta- tiene excepciones que, precisamente, confirman la regla. En este paso, la regla de que no debe haber excepciones en materia de impuestos. Regla correcta, justa, ordenadora. Sin embargo, siendo el IGV un impuesto que va dirigido al consumidor y que, por lo tanto, aumenta directamente el precio de los productos ¿por qué no será posible, como mínimo gesto de solidaridad humana y más cuando el IGV es del 18% como en el Perú, que se haga excepción con las medicinas? Dirán los fanáticos, los posesos, que así también se beneficia a los ricos. Pero ¿cuántos son los ricos y en cuánto se benefician con un descuento del 18% en las medicinas? Porcentaje que sí muchísimos pobres no pueden cubrir y por lo que no podrán tomar la medicina que los libre de la enfermedad y de la muerte.
Pero no quiero hacer de esta nota un lamento fúnebre. Volveré, pues, al inicio de estas líneas y aclararé que las circunstancias me obligan en estos días a ocuparme de los menesteres administrativos de la empresa, a pesar de lo que muchas veces he dicho: que a mí me administran, que siempre me han administrado. Lo que es cierto. Aunque sin que haya podido librarme de ingresar algunas veces a estos enredosos terrenos.
Fue esta la razón por la que la semana pasada tuve que asistir a una reunión con el señor Alfredo Jalille, el hombre del Tesoro, en la que estuvieron presentes y participaron los representantes de todos los medios de prensa de Lima, salvo dos o tres excepciones que uno de los asistentes explicó puntualizando que esos diarios, igual que la TV, reciben de la Sunat suficientes avisos pagados para luego cubrir sus cargas tributarias, sin verse, como todos los demás, en situación de quiebra.
Para que no hubiera malentendidos en la reunión y para que estos asuntos sean transparentes, escribí unos apuntes que ahí, en el ministerio de Economía, leí y que aquí reproduzco:
Para que no se me escape la lengua, para no caer en desatinos y exabruptos por mi torpeza para hablar, voy a leer estas notas, escritas a vuela lápiz:
Por lo que parece -aparte de una anterior a la que asistió nuestra gerenta- ha habido reuniones previas en otros lugares que no es éste, para llegar a acuerdos que no conozco, porque a esas reuniones OIGA no fue invitada.
Me veo obligado, por lo tanto, a señalar, en primer lugar, que el impuesto del IGV es injusto, antitécnico, absurdo. Ya esto lo habrán planteado todos mis colegas.
Si el Estado quiere contribuir a la enseñanza popular -se habla de que editemos libros escolares-, si desea formar ciudadanos con educación cívica, lo primero que debe hacer es propiciar y no entorpecer con impuestos la difusión de la lectura, de los periódicos, que son los libros elementales de la actualidad y más en países embrionarios como el nuestro.
Por algo la Unión Mundial de la Prensa ha declarado, en setiembre, en Berlín, que “el actual mayor acoso contra la libertad de expresión son los impuestos, que elevan el precio de los periódicos a niveles que los aleja del público”.
El tema no es, pues, local. Es más amplio. Sin embargo, en Alemania el IGV o IVA para la prensa es 6%, en España 3%, algo parecido ocurre en Italia... Mientras que en Francia, Holanda, Dinamarca y otros países nórdicos el IGV no sólo no existe sino que los periódicos tienen subvención estatal.
Ningún otro país en el mundo, a excepción del Chile de Pinochet, se carga con 18% la venta de periódicos y revistas; o sea la difusión de la lectura. (Un reciente intento de hacer lo mismo en Bulgaria ha concluido con el rechazo en pleno de la prensa búlgara). Por algo están comenzando las protestas en Chile democrático. A pesar que los periódicos en Chile, como en la generalidad de los países europeos y en los de América del Norte, están libres -repito- están libres de impuestos de aduana, que aquí son altos y en un momento fueron mayores sólo para las revistas. Chile -hay que recordarlo- es productor de papel periódico. En el Perú el papel nacional es de caña. Un asesino de las rotativas. Eso lo sabe bien el presidente del Congreso, el señor Yoshiyama.
El 18% de IGV es una carga más que injusta, es discriminatoria si nos comparamos con la televisión o la radio, que difunden sus mensajes y sus informaciones sin pagar IGV. ¿Por qué ocurre tamaño despropósito? ¿Por qué esa misma difusión, libre de impuestos en la TV, ha de pagar 18% de IGV cuando se hace por escrito y alienta la lectura del pueblo?
Al estar aquí presente quiero, sin quejarme de nada ni de nadie, puntualizar que la situación de OIGA, al tener una deuda bastante más pequeña que la de otros, ya que sus atrasos en los pagos son muchos menores, no le permite asociarse al entusiasmo por imprimir separatas y menos libros que -lo digo de paso- serán distribuidos como donación personal por el candidato del gobierno. OIGA está limitada a pagar su deuda -deuda injusta y absurda, repito- por medio de avisaje que, por lo que parece, es una de las opciones que se habrían acordado en reuniones a las que no he sido invitado.
Y, algo más: Esa deuda debe ser cancelada a la firma del contrato publicitario, porque, de no ser así, las multas y las moras podrían aplastarnos como bola de nieve... la bola de nieve o, mejor dicho, en peruano, el huaico de piedras y barro que es el IGV contra la libertad de prensa.
La buena voluntad expresada por el señor Jalilie y otros representantes del gobierno, hacen pensar que habrá solución a esta injustísima situación.
FRANCISCO IGARTUA – EDITORIAL – Está a la vista – Revista Oiga 14/03/1994
No responden al fondo del asunto. Esquivan el golpe escudándose en que hay la posibilidad de que las cosas empeoren por culpa de unos desconocidos que ellos describen como voraces por el puesto y por los emolumentos que lo acompañan. (Emolumentos mucho, muchísimo más copiosos que los del Parlamento disuelto por el golpe militar). E insisten en no explicar, racionalmente, por qué permanecen en el CCD a sabiendas de que allí sirven al gobierno y no a la oposición. Los miembros de la oposición en el CCD saben que su presencia y participación en los debates parlamentarios es hacerle el juego al gobierno; es darle vida al disfraz democrático del régimen; es convalidar todos y cada uno de los atropellos que allí se consagran; y, sobre todo, es darle una máscara para engañar a quienes lo observan desde el exterior.
Los cecedistas de la oposición, por ejemplo, nada tienen que hacer en el debate electoral. No está en sus manos nada que signifique garantía de elecciones limpias para el próximo año. Sea cual sea él estatuto electoral que salga del CCD, el gobierno no lo cumplirá en lo que no sea de su conveniencia; como no cumplió, en el referido y en la elección del CCD, ninguna de las normas que no le agradaban de la ley electoral vigente en esas fechas. Será inútil cualquier estatuto -hecho por Siura o por la oposición-, porque será acatado sólo en lo que al gobierno se le antoje cumplir. También, igual que ayer, la Fuerza Armada -controlada por la cúpula que gobierna- seguirá actuando como partido político del régimen, escudada esta vez en "la guerra contra la pobreza", que es, coincidentemente, la bandera electoral de Fujimori. Y no igual, sino más que ayer, las arcas fiscales estarán al servicio de los intereses electorales del gobierno.
Sin embargo, y aquí llegamos al tema de fondo y al fondo del problema, el gobierno no sólo no es ganador anticipado sino que no ganará las elecciones. Esto, a pesar del apoyo militar, del saqueo de los presupuestos del Estado -destinado a comprar votos- y de la imagen democrática que el inútil debate electoral le está obsequiando. El gobierno podrá reírse y se reirá de todas las normas y leyes electorales, pero lo que no podrá es evitar las elecciones. Tampoco podrá postergarlas. El gobierno está condenado a realizar elecciones y a realizarlas en la fecha señalada. No tiene escapatoria. Hay compromisos internacionales que lo tienen atado, que lo obligan. Y en los procesos electorales se pueden hacer muchas trampas, menos una: alterar el resultado del conteo de los votos cuando ese conteo se hace en mesa, ante los personeros de los candidatos, con copia del acta para cada uno de los participantes. A lo que hay que añadir tinta indeleble y depuración de padrones. Esto es lo único que hay que vigilar. Y la vigilancia se puede hacer desde la calle. El resto del debate es puro engaño, fuegos fatuos, éter, adormidera y, sobre todo, obsequio que la oposición le hace al régimen de un disfraz democrático.
De todos modos habrá, pues, elecciones y en esas elecciones el gobierno hará todas las trampas ya señaladas. Pero no ganará. Porque lo que no podrá hacer, repito, es manipular los resultados. Ya que si se llegara al impensado extremo de variar las reglas del recuento en mesa, habría que dejar que Fujimori compitiera con su sombra, sin contrincantes, igual que Odría. Y eso, democráticamente, también es perder.
Si algo puede hacer la oposición cecedista para colaborar en la derrota electoral de la dictadura encubierta que nos impuso el golpe militar del 92 y que el 95 intenta perpetuarse con la reelección, no es permaneciendo en el hemiciclo sino, al revés, saliéndose de él y dejando a los gobiernistas sin juego: correteando solos por la cancha, buscando competidores, peleando contra el viento, desesperándose con los exabruptos que le soplan desde lo alto a Martha Chávez. (Por último, no necesitarían los opositores del CCD renunciar a la curul, ni siquiera a la tesorería, si es que saben montar una huelga inteligente; aunque así quedarían a la altura en que ellos ponen a los accesitarios)
-Pero ¿y el candidato?
Preguntarán algunos pragmáticos de este bando, que quieren saber si hay agua en la piscina.
-¿Qué, están ciegos? Acaso no está ya a la vista.
FRANCISCO IGARTUA - EDITORIAL - Cuando la irracionalidad impera – Revista Oiga 7/03/1994
—¡Dos mil dos millones de dólares, con yapa de algunos miles!
Todo el oro del mundo, el cuarto del rescate de Atahualpa, dos tercios de las exportaciones peruanas van a ingresar en un día a las arcas nacionales. Cómo no va a haber caras de fiesta si los españoles han saldado su cuenta de cinco siglos, sin pestañar, sin mostrar el entrecejo. ¡Dos mil dos millones de dólares! que aunque sirvan sólo para ayudar a la reelección de Fujimori con caminos, con agua y desagüe, con puestos de trabajo en las barriadas y en los pueblos perdidos del Perú deben ser bienvenidos. ¿Por qué nos ha de preocupar que a la Telefónica Española se le haya roto la máquina de calcular y termine pagándonos el oro y la plata que otros y no los conquistadores se llevaron, ya que todos ellos —casi todos— en estas tierras dejaron sus huesos y sus escasas fortunas?
Sin embargo, entre el regocijo también se escucha:
—Ahora sí, se acabó la cantaleta de La Cantuta...
Y la irracionalidad, que se siente victoriosa, da rienda suelta a sus bárbaros instintos. Los muertos bien muertos están “porque eran senderistas”.
—¿Quién te lo dijo?
Pronto se hace inútil el diálogo. No hay argumento que valga frente a los dos mil millones de dólares. A punta de billetes quedan derrotadas las razones de los que, festejando el éxito económico de una licitación limpiamente conducida, siguen entendiendo que el caso de La Cantuta acusa al régimen de encubridor y cómplice en los crímenes cometidos por las fuerzas del orden contra los derechos humanos. Así como el caso `Vaticano' acusa al gobierno de querer ocultar los enlaces del narcotráfico con los altos mandos de las Fuerzas Armadas; con los capos de esas Fuerzas, ya que a capitanes y coroneles les sería imposible silenciar a ‘Vaticano’. Y a ‘Vaticano’ lo han callado y sepultado en prisión con la misma prepotencia con que se dictó la ley Cantuta, humillando al llamado Poder Judicial y dejando establecido que en el Perú de hoy no hay seguridad jurídica, que el Perú de hoy está sometido a la voluntad de una cúpula militar coludida con Fujimori y también, al parecer, con algunos empresarios que entienden buen gobierno con buenos negocios y creen que Pinochet es el modelo a seguir, desconociendo, por un lado, las realidades de Chile y el Perú y, por otro, ignorando que orden significa acatamiento a la ley de gobernantes y gobernados y no imposición de los primeros, como si fueran capataces de forzados.
Este es el hecho político que vive la República, un hecho bochornoso que nos descalifica moral y jurídicamente ante el mundo; y que, si usamos la razón y no los instintos cavernarios que todo hombre lleva dentro, no puede ser borrado por el hecho económico del momento: el feliz resultado de una ‘privatización’ impecable, a la que se añadió un impensado sobreprecio que nos hará sentirnos ricos por un tiempo, que ojalá sea largo y de siembra y no de despilfarro. Que el viento no se lleve a los dólares telefónicos como a aquellos “¡Ay! mis cabellicos, maire, que uno a uno se los lleva el aire" o como a los ingresos del guano, del caucho...
Pero el desorden argumental —donde los millones de dólares pesan más que la razón— no sólo se da en el debate entre el gobierno y sus adversarios. Parecido desorden se da dentro de las filas de la oposición. Y en este punto me permitiré discrepar de las razones expuestas en defensa de la presencia opositora en el Congreso ‘Democrático’ por un hombre de intachable conducta cívica, Henry Pease.
Dice Pease, con mucha razón, que el CCD ha perdido legitimidad porque ha roto sus propias reglas, pero añade, sin razón alguna, que él y sus colegas opositores se quedan en ese ilegítimo Parlamento para pelear y demostrarle al país “lo que este gobierno es, lo que este Congreso es”.
No, amigo Pease, no hay sensatez ni realismo en su argumento. Permítame que le diga, con muchísimo respeto a su persistente honorabilidad, que usted está profundamente equivocado. Para lo único que sirve la presencia de la oposición en el CCD es para darle una máscara de legitimidad al gobierno. Sin embargo, si de ese Congreso se salieran los miembros más significativos de la oposición, entonces sí quedaría al descubierto lo que es el régimen cívico-militar impuesto al país el año 92 por una cúpula militar. Fujimori se quedaría sin máscara y veríamos en su rostro el rostro de Nicola di Bari.
Acepto que pudo haber sido discutible el que la oposición participara en las elecciones de la Constituyente, a pesar de que, según lo indicaba la experiencia, era insensato —en el orden práctico—pretender competir con el golpismo recién triunfante y dueño del ánimo público, del aparato de propaganda... y de las armas. Pero hoy, repasando los hechos producidos desde entonces, no hay posibilidad de discusión alguna. El CCD fue convocado para engañar a la comunidad internacional y lograr uno de los grandes propósitos del golpe: darle apariencia legal a la reelección del presidente en ejercicio, dispositivo con nefastos antecedentes en nuestra historia. Y el resultado ha sido una Constitución que no tiene otra novedad que la reelección. ¿Para qué sirvió, pues, la presencia de la oposición en el debate constitucional sino para darle cierta legalidad a la reelección, el objetivo principal de esa revolución de 20 años de la que se jactaba Fujimori el 5 de abril del 92?
Oportunidades para que la oposición se retire del CCD han sobrado. Pudo hacerlo cuando el general Nicola di Bari sacó los tanques a las calles para que el Congreso callara y el Congreso calló, sin dar la cara por sus fueros, probando que su tarea es estar pintado en la pared, como decorado democrático del señor Fujimori. Pudo retirarse cuando se avasalló a los municipios anulándoles su autonomía. Y debió retirarse hace pocas semanas cuando, con la ley Cantuta, quedó probado que, hoy en el Perú, la seguridad jurídica es un hechizo y que el mando de la República está en manos de la cúpula que domina los cuarteles. Quedándose en el Parlamento, la oposición cumple el triste papel de avaladora, de Celestina, de una legitimidad que nunca tuvo este régimen. La oposición en el Parlamento es la máscara ‘democrática’ del señor Fujimori.
FRANCISCO IGARTUA – EDITORIAL – Las bayonetas comenzaron a entrar en las carnes – Revista Oiga 14/02/1994
En el borde derecho, bajo el telón de boca, está el coro, compuesto por los congresistas de la mayoría, listos a cantar la canción que les ordene la marioneta que mueven los militares sin rostro. Los miembros de la minoría, en repliegue táctico, se han retirado y se fortifican en la tesorería del Congreso.
Este es el cuadro vivo de la actualidad política peruana. Es la realidad puesta al descubierto en momento insospechado y de gran desconcierto para quienes ignoran las lecciones de la historia y creen que los logros económicos todo lo justifican; para quienes no entienden que igual que los edificios, la obra política-social-económica requiere cimientos sólidos, o sea orden jurídico, democracia y no bayonetas con voz de mando. Las bayonetas no sirven de cimiento y mucho menos de asiento, que es lo que hizo Fujimori al ser elegido: sentarse en ellas. Más temprano que tarde, lo dice la historia, las bayonetas perforan los fundillos y penetran en las carnes. La caída del telón, la quitada de máscara, tenía que ocurrir porque la farsa democrática, montada por Boloña y el empresariado nacional, con el celestinaje de Baena, Gros Espiell y Einaudi, no podía engañar a todos todo el tiempo.
Lo que ahora se ha puesto en evidencia es bastante más que la abusiva decisión de ocultar las responsabilidades castrenses en los crímenes de La Cantuta y en el narcotráfico. Con la ley que interfiere la contienda de competencias, aprobada a media noche y con la grosera ventaja de una sola cámara, ya nadie sé puede seguir chupando el dedo: el régimen peruano es una dictadura militar y lo viene siendo, abiertamente por lo menos, desde el 5 de abril de 1992. Quienes no admiten esta verdad, o pecan de inocentes o son pillos redomados. Aquí no caben términos medios. Se está con la dictadura o contra ella; y los despistados son de verdad o de mentirijilla, no puede haberlos de mitad mitad. También ya se hizo evidente que el llamado presidente Fujimori no pasa de ser un pelele al servicio de ese desconocido gobierno militar. Hoy van abundando los que descubren que el ‘presidente’ no gobierna, que su labor principal es de relacionista público, de folclórico candidato de los cuarteles. Por eso es que vaga por toda la República como un Papá Noel, mientras los ministros no logran entender por qué no hay Consejo de Gobierno. No logran entenderlo, pero se lo callan y siguen de ministros.
Visto así el panorama y, más aún, convencidos como estamos de que Fujimori, desde que salió elegido, es un prisionero político de los militares, resultaban dándonos vergüenza ajena los reclamos que se le estuvieron haciendo para que no promulgara la ley, poniéndolo como árbitro de una situación en la que su papel había sido cumplir la orden de organizar la votación del CCD a favor del reclamo militar. Por algo el ministro de Salud acudió al Congreso con el voto de consigna en el bolsillo. ¿Y qué decir de las candorosas esperanzas de los que soñaron con un gesto altivo de la Corte Suprema?
En esta casa en ningún momento se dudó que Fujimori promulgaría la ley —salvo que el SIN tuviera alguna sibilina jugada bajo la manga— y que la Suprema la acataría sin importarle cubrirse de oprobio. Hoy rige en él Perú la ley de la selva. Les basta a los militares, por intermedio de Fujimori, instar al Congreso, cómodamente reducido a una sola Asamblea, para que dicte la ley que les venga en gana y ésta será rápidamente promulgada en Palacio y acatada por la Suprema, aunque se trate de otra aberración jurídica y constitucional. Ahora acaba de pasarse el caso de La Cantuta al Tribunal Militar, mañana podrá —como ha dicho el doctor Avendaño— corregirse arbitrariamente la norma electoral, o declarar nula, por ejemplo, cualquier disposición legal otorgando ventajas de zona franca a una inversión pesquera o minera. Lo pequeño y lo grande, todo lo puede el CCD. El abuso y el capricho, la prepotencia legicida, han quedado consagrados como el nuevo orden jurídico de la República. La Constitución, aún esa pobre constituta que se ha dado el régimen, para nada sirve. ¿Qué más se necesita para llamar dictadura a este gobierno?
Pero seamos nosotros, no la administración norteamericana, los que hagamos la crítica y propongamos soluciones. La intromisión yanqui en los asuntos internos del Perú es una impertinencia. Y ese error comete el Departamento de Estado al juzgar públicamente cuestiones internas de nuestra Justicia y al dictamos lo que debemos hacer. Lo que no quiere decir que si los Estados Unidos, en su fuero interno, opinan que la democracia es burlada en nuestro país, no puedan suspender los préstamos y ayudas que tengan programados para el Perú. Estarían en su legítimo derecho. Derecho del que debieran hacer uso para vetar la presencia de un golpista como Fujimori en las reuniones de la OEA posteriores al 5 de abril del 92. De esas reuniones, auspiciadas por los Estados Unidos, es que salió premiado, con la continuación en la presidencia, un auténtico burlador de la democracia.
domingo, 5 de abril de 2009
FRANCISCO IGARTUA - ¿Nada se gana, entonces, con buscar la verdad?
Se gana por lo pronto el rescate de la propia dignidad, que es ya bastante; y se cumple con el Maestro -Unamuno- quien dijo que «la más miserable de todas las miserias, la más repugnante y apestosa argucia de la cobardía es esa de decir que nada se adelanta con denunciar al ladrón y al majadero».
Francisco Igartua – 23/09/1923 24/03/2004
FRANCISCO IGARTUA - EDITORIAL – “MENSAJE Y ESPERANZA” – Revista Oiga 31/07/90
El mensaje del presidente Fujimori no ha matado la esperanza, pero tampoco es cierto que con él se abre un nuevo capítulo en la historia del Perú. Por lo tanto, con toda cortesía, desde estas columnas de leal y democrática oposición, me veo obligado a puntualizar algunos reparos a un mensaje excesivamente largo para lo poco que dijo y que fue farragosamente leído por una persona que no logra dominar el idioma castellano y aún no puede pronunciar la palabra peruanos (dice "per-uanos").
Fue impresionante y hasta conmovedora su tremolante condena a la inmoralidad y su reclamo a que la ética se asocie a la política. Sin embargo, sus palabras -bastante menos elocuentes que las palabras moralizadoras pronunciadas por Alan García en el mensaje de 1985- no pasaron de eso: de palabras. Cuando concretó la idea cayó en una aberración que corteja a las multitudes pero que las hunde en el peor de los males peruanos: el paternalismo. La creación de un "Comité contra la Corrupción a cargo de un ciudadano de reconocida solvencia moral, con acceso directo al presidente y sólo responsable ante él", no tiene nada de nuevo ni de moderno, es la vuelta y revuelta a las comisiones presidenciales, siempre inútiles, como los tribunales de sanción de los años 30 o las recientes comisiones de Paz propugnadas por Alan García; es caer en el más embrutecedor de los vicios nacionales: colocar al presidente, representación del Estado, por encima del bien y del mal, dispensador de favores y castigos. Es hacer del mandatario -el que recibe mandato- un emperador. Es la negación de la democracia; es la quiebra de la institucionalidad, ese respeto a los organismos legales cuyo funcionamiento armónico hace civilizada la convivencia humana y sin los cuales la democracia no se consolida.
Otro es el camino para una verdadera moralización. Y comienza, simplemente con el cumplimiento de la ley. Para lograr el objetivo moralizador que persigue, al flamante presidente Fujimori le hubiera bastado decir: ¡aquí está, de acuerdo a ley, mi declaración jurada de bienes y la explicación de cómo los logré¡ lo mismo harán todos los funcionarios a mi gobierno y cualquier denuncia privada o pública -para eso existe la libertad de prensa-, naturalmente que cualquier denuncia seriamente hecha, sin demagogia ni trastienda política, será cursada por mí ante la Fiscalía de la Nación, que es la institución que la ley señala como cauce para el enjuiciamiento de la inmoralidad en la administración del Estado. Cursaré las denuncias e instaré a la Fiscalía para que investigue y, si es menester, para que acuse ante el Poder Judicial.
Eso sería abrir esperanzas ciertas de moralización y de fortalecimiento de la institucionalidad. Lo que ha hecho el ingeniero Alberto Fujimori es 'lanzar palabras al viento y proponer un comité con olor y sabor a un paternalismo medioeval que, no por estar sumamente arraigado en los pueblos del Perú, es lícito alentar. En el paternalismo es fácil hallar las raíces de muchas de nuestras mayores postraciones.
En lo que estuvo preciso el mensaje fue en el análisis de lo que nos deja el gobierno de Alan García. Haciendo una larga pausa, con severidad, pronunció estas cuatro palabras: "Heredamos, pues, un desastre". Pero no hubo detalle de las medidas económicas que nos sacarán del atolladero de la inflación y la recesión. La esperanza pasa a manos del premier Hurtado MilIer.
Como seña de esa esperanza que no muere, el presidente Fujimori se limitó a anunciar la derogatoria de la Ley de Expropiación de la Banca. Una seña muy pobre, porque viene a resultar algo así como la partida de defunción de un muerto. El certificado de algo que ya ocurrió.
Extrañamente, sobre todo en un hombre que no tiene condiciones histriónicas para ser un demagogo y cuya formación académica lo obligaría a expresarse con sobriedad, el mensaje estuvo cargado de sentimentalismo; hasta tal punto, que en algún momento parecieron sonar las notas de algún tango. Daba la impresión de estar buscando afanosamente votos, el apoyo fácil de la multitud. Alberto Fujimori parecía no estar suficientemente contento con la victoria del 10 de junio. ¿Querrá seguir, como Alan, en permanente campaña electoral?
Pero el aplauso, logrado con facilidad al embestir sin miramientos al Poder Judicial -un Poder del Estado que sin duda está plagado de malos jueces, pero que, en cuanto institución sin presupuesto ni armas, no merece ser tratada como palo de gallinero-, se fue diluyendo conforme se iba perdiendo el mensaje por los meandros de la artesanía, la prioridad de la mujer, el bienestar del niño -"el adulto de mañana" - y la violencia terrorista, violencia "que no puede justificar, de manera alguna, la violación sistemática o esporádica de los derechos humanos". Al llegar a este punto el enfriamiento llegó hasta las huestes de Cambio 90, mientras algunos acuciosos observadores se preguntaban si nuestras Fuerzas Armadas eran las acusadas por violación sistemática de los derechos humanos.
En fin, un mensaje presidencial que la oposición no ve, claro está, con los ojos de los amigos del ingeniero Fujimori, pero que no destruye esperanzas. Les da prórroga hasta la exposición del premier Hurtado.