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DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA

DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA
FRANCISCO IGARTUA CON DORIS GIBSON, PIEZA CLAVE EN LA FUNDACION DE OIGA, EN 1950 CONFUNDARIAN CARETAS.

«También la providencia fue bondadosa conmigo, al haberme permitido -poniendo a parte estos años que acabo de relatar- escribir siempre en periódicos de mi propiedad, sin atadura alguna, tomando los riesgos y las decisiones dictadas por mi conciencia en el tono en que se me iba la pluma, no siempre dentro de la mesura que tanto gusta a la gente limeña. Fundé Caretas y Oiga, aunque ésta tuvo un primer nacimiento en noviembre de 1948, ocasión en la que también conté con la ayuda decisiva de Doris Gibson, mi socia, mi colaboradora, mi compañera, mi sostén en Caretas, que apareció el año 50. Pero éste es asunto que he tocado ampliamente en un ensayo sobre la prensa revisteril que publiqué años atrás y que, quién sabe, reaparezca en esta edición con algunas enmiendas y añadiduras». FRANCISCO IGARTUA - «ANDANZAS DE UN PERIODISTA MÁS DE 50 AÑOS DE LUCHA EN EL PERÚ - OIGA 9 DE NOVIEMBRE DE 1992»

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«Cierra Oiga para no prostituir sus banderas, o sea sus ideales que fueron y son de los peruanos amantes de las libertades cívicas, de la democracia y de la tolerancia, aunque seamos intolerantes contra la corrupción, con el juego sucio de los gobernantes y de sus autoridades. El pecado de la revista, su pecado mayor, fue quien sabe ser intransigente con su verdad» FRANCISCO IGARTUA – «ADIÓS CON LA SATISFACCIÓN DE NO HABER CLAUDICADO», EDITORIAL «ADIÓS AMIGOS Y ENEMIGOS», OIGA 5 DE SEPTIEMBRE DE 1995

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LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

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UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

«Siendo la paz el más difícil y, a la vez, el supremo anhelo de los pueblos, las delegaciones presentes en este Segundo Congreso de las Colectividades Vascas, con la serena perspectiva que da la distancia, respaldan a la sociedad vasca, al Gobierno de Euskadi y a las demás instituciones vascas en su empeño por llevar adelante el proceso de paz ya iniciado y en el que todos estamos comprometidos.» FRANCISCO IGARTUA - TEXTO SOMETIDO A LA APROBACION DE LA ASAMBLEA Y QUE FUE APROBADO POR UNANIMIDAD - VITORIA-GASTEIZ, 27 DE OCTUBRE DE 1999.

«Muchos más ejemplos del particularismo vasco, de la identidad euskaldun, se pueden extraer de la lectura de estos ajados documentos americanos, pero el espacio, tirano del periodismo, me obliga a concluir y lo hago con un reclamo cara al futuro. Identidad significa afirmación de lo propio y no agresión a la otredad, afirmación actualizada-repito actualizada- de tradiciones que enriquecen la salud de los pueblos y naciones y las pluralidades del ser humano. No se hace patria odiando a los otros, cerrándonos, sino integrando al sentir, a la vivencia de la comunidad euskaldun, la pluralidad del ser vasco. Por ejemplo, asumiendo como propio -porque lo es- el pensamiento de las grandes personalidades vascas, incluido el de los que han sido reacios al Bizcaitarrismo como es el caso de Unamuno, Baroja, Maeztu, figuras universales y profundamente vascas, tanto que don Miguel se preciaba de serlo afirmando «y yo lo soy puro, por los dieciséis costados». Lo decía con el mismo espíritu con el que los vascos en 1612, comenzaban a reunirse en Euskaletxeak aquí en América» - FRANCISCO IGARTUA - AMERICA Y LAS EUSKALETXEAK - EUSKONEWS & MEDIA 72.ZBK 24-31 DE MARZO 2000

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sábado, 29 de junio de 2013

EDITORIAL

El alma vasca de Paco Igartua
Por Jhon Bazán

Francisco Igartua Rovira, periodista peruano de raíces vacas, es más conocido por su aporte fundacional al periodismo de opinión peruano –como que fundó las dos revistas medulares de la vida política del siglo 20 aún proyectándose al siglo 21: Oiga y Caretas, esta última siguiendo aún sus lineamientos editoriales-; pero su aporte a la unidad vasca no es tan conocido y merece ser también resaltado.
Igartua se reconoció vasco tempranamente, y se imbuyó en las preocupaciones de la nacionalidad lejana que le legó su padre, al punto  que –ya muerto este- viajó hasta su pueblo natal, encontró a los familiares que aún vivían, y luego hizo casi un ritual del peregrinaje a Oñate, el pueblo de donde salió su progenitor en busca de su destino, y más precisamente al caserío Berotegui del barrio Goribar donde estuvo su casa paterna.
En Lima fue uno de los más activos reactivantes de la unidad vasca y de su vínculo con el gobierno vasco que luchaba por reconquistar una presencia autónoma; y fue él, precisamente, quien exhumó la verdad de la unidad vasca en América estableciendo que fue en Lima que se fundó una de los más antiguas Euskal Etxea –Centro Vasco– de que se tenga noticia, alrededor de la Virgen de Arantzazu, propiciada por la Hermandad Vascongada.
Estuvo en dos congresos mundiales de las colectividades vascas y todas las personas con las que he conversado señalan sus aportes y su espíritu conciliador cuando surgían las discrepancias.
Josu Legarreta, quien por años tuvo a su cargo los contactos del gobierno vasco con los centros vascos de ultramar, recuerda a Igartua como un gran conversador. En un artículo inédito que ha escrito en forma de carta a Paco Igartua dice: “Pero no sólo hablábamos de Euskadi. Perú era también uno de nuestros temas preferidos. Y correspondiste más que sobradamente a mis curiosidades sobre la situación socio-política de este  gran país: de sus Partidos Políticos, de los diversos Gobierno, de la situación económica, del Sendero Luminoso, de las poblaciones marginales, de los sectores indígenas, de tu vida de destierro en Chile, México y Panamá, de tus relaciones con Fidel Castro, con Vargas Llosa, etc, etc. Tu actitud de respuesta me resultó sumamente agradable e interesante. Si me permites proseguir con mi confesión de recuerdos, hablaré de todo ello, aunque en primer lugar quiero resaltar en qué medida me afectaron tus comentarios sobre las formas de vida de las poblaciones marginales”.
Y al recordar la intervención de Igartua en el Congreso Mundial de las Colectividades Vascas de 1995 dice:  “He vuelto a releer el texto de tu intervención. He visto en él a mi amigo Paco con su eterna actitud de renuncia al autohalago: dices que habías “sido invitado al Congreso como acompañante de la delegación del Perú”. Pero ésta no es la verdad: tú fuiste invitado por el propio Lehendakari (Presidente vasco)”.
Es que así era Igartua: desprendido y abierto, preocupado por los demás, por el país, por la democracia, por la cultura y en el fondo de todo ello, preocupado también por el mundo vasco que supo apreciar porque lo llevaba en la sangre.

viernes, 22 de febrero de 2013


FRANCISCO IGARTUA
EDITORIAL En cuenta regresiva la libertad de prensa
Revista Oiga, 19/07/1993

Una de las más recientes hazañas del fujimorismo es haber liquidado el libro en el Perú. Así como se lee, sin eufemismo alguno. Y, por si hay dudas, trasladaré la frase a términos matemáticos: Al inicio del régimen, en plena crisis económica alanista, se importaban 30 millones de dólares en libros, hoy, en pleno éxito económico de Fujimori, esa cifra ha bajado a 4 millones. Sin que se pueda replicar que tal baja se deba al crecimiento de la industria editorial peruana, pues ésta se encuentra en una de las peores crisis de su historia, por las mismas razones que han destruido el negocio de importar libros: en el Perú la cultura –¡Por abundar en demasía!— paga los mismos o mayores impuestos que una máquina tragamonedas, una crema para el sol o una escopeta de juguete para Kenyi.

¿Pero por qué se extraña usted de leer lo que está leyendo? ¿Se puede esperar otra cosa, en asuntos culturales, en sensibilidad espiritual, de un jefe de Estado que acaba de declarar en el Brasil, invitado a una reunión con los líderes de América Latina, España y Portugal, que él no asiste armado a las cárceles porque, si llevara pistola, mataría a varios terroristas presos…? La frase, biensonante sin duda no sólo entre las damas de La Parada sino en la mayoría de los salones limeños, explica muchas cosas, entre ellas el trato que recibe la cultura en estos días de Economía de Mercado a ciegas, a oscuras y a la peruana. Lo que no quiere decir que en el pasado haya habido demasiada atención a la educación y a la cultura en el país. Ya se decía en esta misma columna, hace una o dos semanas, que entre las muchas diferencias que distanciaban a Chile del Perú se haya el mayor desarrollo cívico y cultural de la sociedad chilena, inquietada por estos asuntos desde el siglo pasado. (Siglo XIX. N. de R.) Desde tiempos en que la dirigencia peruana era, de lejos, mucho más, culturalmente, que la chilena. Pero tiempos en los que las elites peruanas –también más adineradas que las del Mapocho— preferían arañarse entre ellas y contratar militares de fortuna para gobernar el país y cuidar sus intereses. Triste tendencia a cerrar los ojos y entregarse en manos del destino. Tendencia que hasta hoy persiste en el Perú; mientras que en Chile la madurez cívica –que no nació y se hizo fuerte en un día— siempre se impone, con sus hombres representativos a la cabeza, sobre los errores en que el país haya resbalado en el trascurso de la historia.

Pero no es tema de esta nota el desencuentro del Perú con su destino, en comparación con Chile, ni tampoco ocupa su atención el desafortunado papel jugado en el pasado y el presente por sus inteligentísimas y desorientadas elites. El tema de hoy en estas líneas es el libro y la industria editorial, una de las varias demoliciones institucionales ya realizadas por Fujimori para, como dijo en Brasil, en su discurso de fondo, “replantear la democracia” y reconstruir el Perú. Esta columna está dedicada a la liquidación del libro y de todos los impresos que incomodan a la ‘moderna democracia’ que Fujimori ha propuesto como grandísima novedad, olvidándose, como se lo ha recordado Francisco Tudela, que el sistema fue replanteado hace dos mil quinientos años por los griegos y que “ya es un poco tarde, después de tantos siglos, para proponer la intención de una nueva democracia”.

El ‘replanteamiento’ de Fujimori resultará más parecido a una dictadura –sistema también inventado por los griegos hace siglos— si repasamos el resultado de sus ‘éxitos’. Fujimori, por medio de un golpe militar, violó la Constitución, que sólo en ficción ha sido repuesta, pues el gobierno ha incumplido cada vez que le da la gana y sin explicación alguna. Nadie discute que, en el Perú actual, el señor Gobierno es la Ley. A la vez disolvió el Congreso, que tenía igual respaldo electoral que el presidente, y en contubernio con la OEA de Baena y Gros Espiell, creó un remedo de Parlamento, el CCD, cuyo único objetivo es darle visos de legitimidad a la reelección de Fujimori. Jamás en la historia del Perú, salvo en el oncenio de Leguía, ha habido una Asamblea más obsecuente con el Ejecutivo que el CCD. También descabezó Fujimori el Poder Judicial y la Fiscalía de la Nación e hizo flecos con jueces y fiscales, a los que reemplazó con sus propios fiscales y jueces, nombrados a dedo. Un cambio aberrante, de cuyas escandalosas distorsiones y abusos darán fe los miembros de las organizaciones de Derechos Humanos que, asombrados, acaban de asistir a la actuación de la justicia fujimorista, en el caso de cuatro tumbas con cadáveres calcinados descubiertas en un basural. Horrendo asesinato en masa, al parecer uno más entre otros muchos, que no sería de extrañar resulte siendo achacado al periodista que hizo la denuncia.

Pero el gran éxito, el triunfo extraordinario, el superlativo acierto del señor Fujimori ha sido la implantación de la economía de mercado en el Perú. Y la receta de tan descomunal hazaña ha sido sencillamente: seguir al pie de la letra las recomendaciones, órdenes, consejos, insinuaciones de los técnicos del Banco Mundial, el FMI, el BID, etc. Lo único malo de tan sencilla y extraordinaria receta está en que algunas de esas recomendaciones, por pecar de ortodoxas y librescas, se dan de narices con la realidad peruana. ¡Se quería poner el 18% del IGV hasta en los colegios! ¡Y casi lo logran!

Sí, lo vienen imponiendo en libros, periódicos, revistas. Con lo que la Democracia Dirigida o Replanteada del señor Fujimori –o sea una dictadura al estilo clásico griego— no se inmuta por un lado, ya que la baja cultural no le quita el sueño, y por el otro se frota las manos, porque así, sin violencia, se pone al borde de la clausura o el silencio a la prensa de oposición. Es imposible que puedan subsistir –en el Perú y en muchos otros países— el negocio de libros y las empresas editoras de periódicos y revistas con 18% de IGV en la venta de ejemplares, 18% por los contratos de publicidad –a pagar aun antes de que sean cancelados—, 15% en derechos de aduana por los insumos (para las revistas 25%), además de los tributos normales que, en esta revista, siempre estuvieron religiosamente pagados al día de vencimiento.

Se trata de impuestos que a nadie se le ocurriría siquiera proponer en Colombia, Argentina, Uruguay, Ecuador –prácticamente en toda América Latina— y que en algunos países europeos no sólo no existen sino que hay subvenciones para la prensa, por ser ésta el máximo difusor de la cultura cívica y de información básica.

Aquí se está exigiendo ese imposible pago y, usando a ciegas el igualitarismo del mercado, con la vehemencia pendular que es norma nacional, el gobierno del señor Fujimori y sus geishas han arruinado a la industria editorial, han logrado que un país semianalfabeto, reacio a la lectura, reduzca al mínimo su capacidad de leer no sólo libros sino cualquier publicación. Los días de plena libertad de prensa en el Perú han ingresado a una cuenta regresiva que no se sabe cuánto será de larga. Cuando se llegue a uno habrá quien grite: ¡Abajo la lectura, viva la pena de muerte y que vengan las pistolas para entrar a las cárceles! ¡Arriba la barbarie!

¿Por qué, como es ya costumbre del CCD, no se rectifica una votación más y se impone, como se quería, el IGV a los colegios? Así el modelo peruano de mercado sería perfecto, recibiría el Perú los parabienes del mundo entero y los peruanos nos moriríamos de hambre, sin lectura, pero en olor de santidad mercantilista (en el sentido real de la palabra). 

FRANCISCO IGARTUA

EDITORIAL “Algo se pudre”

Revista Oiga, 5 de julio de 1995

Sin decir “agua va” –viejo dicho que significaba la caída del contenido de una bacinica maloliente sobre un sorprendido transeúnte—, fiel a su lema de “primero actuar”, el régimen ha intervenido las universidades de San Marcos y La Cantuta y ha dejado establecido que desde ahora se inicia una nueva era universitaria –otra “Patria Nueva” a lo Leguía— en la que ninguna universidad, estatal o privada, estará libre de ser intervenida por el Estado, el que se ocupará de diseñar las vigas maestras del tipo de educación que necesita el “Nuevo Perú” para un desarrollo rápido y sostenido;  etc., etc. Se trata de un esquema bien estructurado, basado en un análisis objetivo de la realidad educativa actual –con lineamientos generales trazados en los cuadernos que un “pajarillo verde” dejó aquí en OIGA hace ya tiempo—, pero un esquema que nada tiene de democrático y sí mucho de régimen autoritario, fascista y anacrónico, a pesar de los aires de modernidad con los que ha sido revestido. Un esquema enfrentado a la cátedra abierta, al diálogo libre –o sea de confrontación—, a la universidad entendida como centro de cultura y no de aprendizaje; un esquema que ha dejado ver la hilacha de su verdadero contenido en el trato que se le reservó al electo segundo vicepresidente de la República: al doctor Paredes Canto se le ignoró por completo en la elaboración de la ley en su aplicación manu militari. El rector de rectores, el maestro escogido para la plancha presidencial por su experiencia académica, recibió de pronto, de sorpresa, en carne propia, una lección sobre el uso de las bacinicas. Y él se ha quedado tranquilamente embarrado, sin inmutarse, sin una protesta digna de un rector universitario; probando así por qué y para qué fue nombrado vicepresidente.

Este hecho –la decisión de intervenir la universidad— ha puesto en claro cuál es el rumbo del régimen, ha remarcado el estilo autoritario y castrense del gobierno ideado por los autores del golpe del 5 de abril de mil novecientos noventa y dos.

Pero, a la vez, esta segunda etapa –“constitucional y democrática” a punta de votos— no sólo da pruebas de que el orden institucional seguirá siendo arrasado, triturado, además de borrada toda huella incómoda de pluralidad y respeto a las minorías, distintivos básicos de una democracia occidental, civilizada. También quiere demostrar que tiene preocupaciones moralizadoras. Y aquí sí que la situación se pone confusa a plenitud. No se entiende bien si la olla podrida se le ha destapado, contra su voluntad, al gobierno o si este destape se produce para tapar novísimas pugnas, muy graves, al interior del régimen. Aunque también hay ciertas alternativas: ¿No será esta –por ejemplo— una explosión controlada con propósito de echar una cortina de humo sobre temas fronterizos que aún no conocemos?  ¿No se tendrá el propósito, con riesgo calculado, de hacer una poda a fondo en los círculos palaciegos? Lo cierto es que la olla de acusaciones y destapes está oliendo muy mal, y cada vez la descomposición que va saliendo a flote es más agresiva que las pituitarias.

A la hasta ahora misteriosa “entrega” de Zanatti, a la no menos confusa ubicación de Figueroa y Neyra –después de negociaciones que Boloña afirma y Vega niega— y a la aparición sorpresiva, al parecer fuera del libreto, del financista Manrique, se une ahora la lanzada al foso de los leones de Raúl Vittor, nada menos que ex ministro de la Presidencia y ex gerente general y todopoderoso de CCD, exculpado por Martha Chávez ante las denuncias de OIGA. El que lo empuja al foso es nada menos que el presidente Fujimori, quien lo hace con esta sibilina sentencia: si se prueba que ha tenido negocios con Figueroa después de revelarse el soborno del BCCI, Vittor debe ser sancionado. ¡Como si no se hubieran publicado y republicado en insistentes páginas y carátulas de OIGA documentos concluyentes, probatorios de las relaciones de negocios –hasta noviembre de 1992 como mínimo— entre Raúl Vittor y la señora de Figueroa, quien –comprobadamente— fue la persona que retiraba y desviaba los fondos del soborno del BCCI, depositados en Panamá! ¡Cómo si no fuera cierto que la sociedad Vittal SA, de Vittor con Figueroa y su señora, no ha sido retirada del registro chileno, por lo menos hasta hace muy poco! ¡Y como si todo el Perú no hubiera escuchado en la TV la reciente conversación telefónica de los esposos Figueroa, entre Santiago de Chile y Curitiba, en la que se duelen porque Vittor no quiere seguir aportando al negocio del edificio!

Pero la pregunta que aquí en OIGA nos hacemos es: ¿por qué hoy día se saca a luz y se ventea una denuncia que OIGA hizo a su tiempo –igual que las acusaciones contra Alan García— sin que nadie nos hiciera caso en aquel momento, todavía oportuno para impedir continuara la trafa, y sin que ningún medio de difusión masiva la recogiera? ¿Qué se quiere tapar destapando a Raúl Vittor?

Y aquí vienen las grandes dudas: ¿Serán destapadas las ayudas a Zanatti de Absalón Vásquez, de Yoshiyama, de Ross? ¿Les contará Figueroa a sus amigos de Expreso cómo hizo Alan García para ganar un chorro de plata con sus declaraciones en México sobre el posible retiro peruano-mexicano del mercado de la plata?  ¿Habrá una pequeña lección de moral cívica con un público arrepentimiento del presidente Fujimori por el delito, confesado por él, de haber burlado a la universidad suplantando a su señora en los exámenes rendidos por ésta para optar el grado de ingeniera? ¿O no será que se destapa la olla sólo un poquito para que el humo y los malos olores que ella exhala sirvan de tapadera a sucesos hasta ahora ignorados por la ciudadanía? Lo cierto es que algo huele mal en el Nuevo Perú, algo se está pudriendo en el país que “está inventando” el presidente Fujimori.

¿Por qué hoy, pues, tanta insistencia en el retiro, la jubilación, el cierre de Oiga, la tristeza del abandono de ciertas amistades?... Porque así está hecha la vida, de barro ardiente.  Pero nada de lo enumerado significa rendición. En estas páginas no hay una línea pidiendo chepa y si guerra, guerra total contra el abuso, el atropello, la injusticia. Y si yo he cambiado de trinchera y me refugio ahora en la escritura, no es porque he variado en mis adentros. Simplemente ocurrió que me fue imposible seguir teniendo abiertas las puertas de Oiga. Me lo imposibilitó la represión taimada del régimen de los 90, una represión sesgada que deja la protesta en el vacío y amenaza con la cárcel por defraudación tributaria. He aquí esa penosa historia:
A fines de 1993, todos los periódicos, radios y televisoras —con excepción de El Comercio, Gestión y Canal 5— estaban quebrados. Se les habían acumulado millonarias deudas con la Sunat que crecían a velocidad geométrica por las moras y las multas. En teoría, el cierre de todos los medios de expresión –salvo las excepciones señaladas— era inminente... Dentro de esta situación Oiga se hallaba en una situación especial. Hasta hacia pocos meses había estado entre las excepciones, pues sus continuos desencuentros con distintos gobiernos obligaban a su administración a estar al día en los tributos, pieza clave para ajustes de cuenta con el Estado... Pero de pronto se había colocado en la disyuntiva de pagar la planilla de empleados o el impuesto del 18% a la venta del periódico, impuesto abusivo que no existe en ningún país que respete la cultura… La decisión había sido cubrir la planilla, ya que de lo contrario no aparecía la revista… Y de esta forma se inició también en Oiga el huaico de las multas y las moras… Su deuda global en esos momentos era, sin embargo, una insignificancia al lado de las otras publicaciones, aunque de cifras imposibles de cancelar para la debilitadísima economía de Oiga, castigada sin piedad por el sabotaje publicitario del Estado y de los amigos del gobierno y, además, descapitalizada por el esfuerzo que había hecho para estar al día en el pago de tributos…
En tales circunstancias, los directivos de la prensa acogotada por la Sunat, acuden donde el señor Santiago Fujimori, quien, por intermedio del publicista Óscar Dufour, era el hombre del régimen encargado de las relaciones con los medios de difusión. Para ello y para otros menesteres, Santiago Fujimori digitaba a la Sunat (todas las noches esta entidad le daba un informe detallado de sus actividades). Pero a esa reunión no se invitó expresamente a Oiga- Fue el único periódico con problemas excluido de ese cónclave en el que se llegó al acuerdo de que los medios cancelarían sus deudas con la Sunat colaborando con el gobierno en un gigantesco programa educativo.
A la reunión para concretar este acuerdo, sí fui invitado, porque, al parecer, no se quería que alguien de la oposición quedara excluido del arreglo, para que nadie estuviera libre de paja para criticarlo.
La citación la hizo el señor Alfredo Jailile, el hombre de la Caja del Ministerio de Economía y brazo derecho del poderoso ministro Jorge Camet, y el encuentro se produjo en el Ministerio, presidido por Jalilie, con el señor Carlos Orellana a su lado, como delegado de Palacio. También asistía el señor Federico Prieto Celi, del Ministerio de Educación, periodista de larga y limpia trayectoria, que se encargaría de monitorear el famoso programa de educación, cuyo objetivo era la impresión de millones de textos escolares y cuadernos que se haría en los talleres de diarios y revistas, etcétera, etcétera.
El acuerdo provisional acordado con el señor Santiago Fujimori –personaje central del régimen sin ningún cargo oficial responsable— era un enorme disparate.
-El proyecto no tenía pies ni cabeza— comencé diciendo, apenas se expuso la propuesta.
Prieto Celi, que había acudido con una serie de ayudantes y una ruma de modelos para escoger, abrió desconcertado los ojos, yo continué:
-Sería un disparate imprimir textos escolares en papel periódico y más todavía usar ese papel para cuadernos. La propaganda a favor del gobierno le resultaría al revés, pues esos cuadernos no servirían para nada y los libros se desbaratarían en un dos por tres.
-Se podrían hacer en bond.
-Si las rotativas usan el bond nacional destruirían sus rodillos por el polvillo que suelta ese papel… Y si se usa el bond importado la lavada va a resultar más cara que la camisa: tanto por el precio de ese bond como por los impuestos aduaneros y el IGV para el papel.
Cara de desolación en la sala. Prieto Celi se achicó detrás de las rumas de sus modelos. También Orellana sintió inseguridad en el piso. Alfredo Jaililie quedó imperturbable y me dedicó unas palabras de elogio.
Otros, más realistas, propusieron un arreglo publicitario. Los medios pagarían sus deudas a la Sunat con avisaje estatal.
Mientras se producía el debate, yo, que soy lerdo para expresarme verbalmente y porque se me podrían escapar algunos ajustados exabruptos, me dediqué a poner por escrito mis puntos de vista contrarios por completo al arreglo, ya que la solución no estaba en llegar a comprometidos acuerdos con el gobierno sino liberar de cierta carga tributaria a la cultura, como el 18% a las ventas, igual que en la mayoría por no decir en todos los países civilizados del mundo…. Y cuando se agotó el debate decidieron por el arreglo con avisaje, leí mi texto, que luego publiqué como editorial.
-No se pueden hacer excepciones con el IGV –fue la respuesta.
-¿Y por qué se exceptúa el juego de bolsa, a las afps y a otras actividades puramente lucrativas?
-La prensa no es cultura. Lean El Mañanero –metió su cuchara un funcionario, lector sin duda de basura amarilla.
Si no leyera usted periódicos no tendría usted su geografía ni si historia al día. Sería usted un analfabeto cultural. No cultivaría, si la tiene, su educación cívica.
Sin embargo, más tarde, por presión de la administración de Oiga, que se aferraba ilusamente a esperanzas imposibles, cedí y acepté el “arreglo”, que era muy simple: El tesoro público, o sea Jaililie, extendía un cheque por el monto de la deuda de cada empresa y ésta lo endosaba a la Sunat. A cambio de tan simple “arreglo”, el responsable –en el caso de Oiga, yo— aceptaba un pagaré con el gobierno, poniendo de garantía casa, autos, cuentas corrientes, etcétera, etcétera. Mientras que el Estado prometía –sin documento— publicar avisos hasta cumplir con el monto del pagaré.
Y, como estaba previsto, los anuncios o avisos se fueron publicando de acuerdo al capricho del régimen. Rápido y bien valoradas las notas en los periódicos amigos y lentas y mal pagadas en los órganos de la oposición radical.
-Podía haber sido nunca.
Por eso, apenas rescaté el comprometido pagaré, resolví liquidar Oiga, lo que no resultó fácil. Más mucho más complicado y difícil es desbaratar que crear una empresa.
¿Y la prensa que tenía en orden sus cuentas con la Sunat?...
Cuando se produjo el acuerdo protestó airado el canal 5, con un argumento válido: no era justo que se castigara a los cumplidos… Por lo que fueron premiados los que estaban  al día. Y a Oiga se le volvió a discriminar. No se quiso hacer caso al alegato de que su situación era especial, pues siempre habían estado en orden sus pagos al fisco, con lo que se había descapitalizado, y siendo su retraso reciente… no podía ser tratado igual con los que nunca pagaron y no se descapitalizaron.
Su alegato fue al tacho de basura.
Todo esto lo miro con frialdad y no  me arrepiento ni me quejo…
La lucha por lo que yo creo es la verdad no cesa porque imponderables decisiones del destino, por mano del poder político de turno, me obligaron al cierre de las puertas de mi revista Oiga. Siempre quedará la revista, lo escrito en ella, como el testimonio vital de mi compromiso conmigo mismo y con mis deberes cívicos y mi bandera inabdicable de ayer y de mañana, de siempre… Testimonio que continúa con mis libros y colaboraciones en la prensa…
Así reflexiono ahora, a la distancia, mientras termino de escribir la nota que todos los jueves leo, a las ocho de la mañana, en los micrófonos de Radio Libertad, dirigiéndome a un público masivo –la modernidad lo califica con las letras “C” y “D”—, que seguramente está más interesado en la problemática menuda de los escándalos públicos que en la meditación cívica, pero en el que la siembra de inquietudes mayores no es un desperdicio. Además, como que con esas notas y esporádicas colaboraciones en El Comercio mi conciencia se pone a salvo.
También pienso en el Perú y su futuro y, sin querer, mi atención se fija en el pasado, en ese territorio de desconcertadas gentes, en la caravana que se quedó en mitad del desierto, en la República Embrujada, donde más veces y mayor tiempo se obedeció a la voz de mando de los cuarteles que al mandato de las urnas; donde los breves ensayos de democracia han nacido, languidecido y muerto prematuramente a la sombra de los espadones cuartelarios. Y escucho a lo lejos la voz de Juan Ríos diciéndome: “Durante mucho tiempo los institutos armados desempeñaron el papel de perros de presa de la mal llamada oligarquía. El general Velasco –autor de la zoológica definición— intentó ubuescamente y sin participación popular el experimento de cambiar al Perú. El resultado inmediato de su obra fundamental –la reforma agraria— fue un desastroso traspié económico. Pienso, sin embargo, que, desde el punto de vista histórico, constituye un paso necesario que desgraciadamente no dio el régimen presidencial de Fernando Belaunde”.
¿Tienen razón estas palabras del poeta Ríos? Entrañable amigo y guía en las horas más oscuras de Oiga, salvo en las anteriores a las decisivas del destierro a México.
Difícil la pregunta y más compleja aún podría ser aún su respuesta si en el más allá siguieran en funciones los oídos y las cuerdas vocales de carne y hueso. El amigo Juan, de podernos replicar el comentario con el temperamento de su envoltura terrena, de seguro nos daría una respuesta sangrienta y breve. Sería una frase tan dolorosamente cruel como su: “¿Cree usted que hay país…?”, lanzado como respuesta a una pregunta que se le hizo sobre la patria, a la que mucho y muy honradamente quiso a pesar de haber quedado “podrida antes de madurar”.
Con tanta pasión la amó que un día del año 80, antes de los resultados electorales, quiso rezar así en Oiga: “Me parece que desde la Independencia el Perú ha vivido en permanente crisis ética, intelectual, física, económica y social. Nos hemos podrido antes de madurar. En un país que nunca tuvo clase dirigente ni escala de valores, donde el ejército ha matado más compatriotas en represiones y motines que soldados extranjeros en defensa de nuestro mutilado territorio. El pueblo, ignaro y desnutrido, no ha llegado aún a ser verdaderamente pueblo. No es su culpa. Es nuestra culpa. Perdónanos Señor”.

FRANCISCO IGARTUA
HUELLAS DE UN DESTIERRO
XLIV “Y sigo andando”

FRANCISCO IGARTUA
EDITORIAL Otra vez la inútil conseja de Brecht
Revista Oiga 11/08/1995

Se ha repetido tantas veces la conseja de Brecht, y tan inútilmente, que me parece perder el tiem­po volverla a citar: Vinieron por el sastre de abajo, pero yo no era sastre... Vinieron por el vecino religioso, pero yo no era religioso... Hasta que vinieron por mí...

Lo mismo está ocurriendo hoy en el Perú y nadie o casi nadie se inmuta. La persecución no es contra ti, contra los individuos, sino contra las instituciones, muchas veces contra corporaciones adversas a tu sentir y ajenas a tu gremio, por lo que te quedas quieto, sin advertir que la próxima puede ser tu comunidad. Se agravió, por ejemplo, a los jueces y magistrados y se arrasó con la institución judicial... y muchos pensaron ¿por qué deberían preocuparse los que no eran jueces, o magistrados?... Lo mismo ocurrió con los Colegios Profesionales, pero como millones de peruanos no son profesionales ¿por qué habría de cundir la alarma?... Los municipios fueron atropellados, pero como la mayoría no es concejal ni pretenden serlo hubo silencio... Se vilipendió a los políticos y a los partidos y como ni partidos ni políticos son gratos cuando están lejos del poder, la multitud los repudió y los halló “tradicionales”, la nueva voz descalificadora... Ahora le ha tocado el turno a la Iglesia, y para agraviarla impunemente, con alevosía y ventaja, el agravio vino unido a un tema sobre el que la Iglesia sostiene una posición que no es bien vista por la mayoría de las gentes. Y la reacción es: ¿por qué rechazar esos agravios si uno no es religioso? ¿Por qué preocuparse por el manoseo a una institución que sostiene una posición diametralmente contraria a la libertad sexual, a la que uno es afecto?

El conflicto creado por el presidente de la República con su agresiva referencia, en el Mensaje del 28, al control de la natalidad, aderezada con unos cuantos insultos a la Iglesia, es un hecho político y no otra cosa. Un conflicto en el que nada tienen que ver las te de cobre, los condones, las abstinencias, las píldoras y ni siquiera el aborto. Se trata de un gesto político dirigido a someter a la Iglesia como institución, planteado en un terreno estratégicamente escogido para, en la confrontación buscada, el gobierno cuente con todas las circunstancias a su favor, ya que son los más y no los menos los que prefieren no ser molestados con interferencias morales a la hora del placer sexual y son numerosísimos los ciudadanos con odio natural a lo religioso, a lo sobrenatural, a la disciplina ética que no parta de la propia voluntad. Aparte de que no hay persona consciente que no se preocupe y alarme con el crecimiento de la natalidad en medio de la miseria, el hambre, el abandono y la ignorancia.

No se trata, como Expreso ha querido hacer creer, de que los exabruptos presidenciales contra la Iglesia se produjeron como apurada y simple respuesta a la homilía del Cardenal Vargas Alzamora en el Te Deum, en la que éste hizo genérica y conceptual referencia a las obligaciones de los gobernantes. No. El Mensaje se produce poco después del Te Deum y fue leído. Era un texto escrito de antemano. Los insultos de “vacas sagradas y tabúes que se derrumban” fueron, pues, premeditadamente consignados en el Mensaje para crear el conflicto político. Más todavía, al día siguiente y al subsiguiente, en El Peruano, el periódico oficial del Estado -o sea de todos los peruanos-, aparecen dos artículos donde se insulta a la Iglesia hasta la náusea -ver sección En el Perú-, bajo la firma del secretario del presidente Fujimori.

La intención política no puede estar más clara y sólo a los ingenuos se les ocurre caer en el juego y ensartarse en la oscura polémica sobre métodos para lograr el sexo seguro. La Iglesia, con habilidad antigua, no cayó en el anzuelo. Planteó, en un comunicado del pleno episcopal, su razonado rechazo al aborto, al asesinato de una vida ya nacida, expuso su doctrina sobre los métodos de planificación familiar y con un largo capotazo alejó de sus terrenos al toro bravo que el gobierno le había soltado. Y para rematar la faena, con sosiego de civilización añeja, monseñor Irizar explicó: “Cada pareja y persona es responsable de su vida conyugal; en ese sentido nosotros ayudamos -desde la Iglesia- a formar conciencia, pues, al final, cada persona decide en su conciencia ante Dios. Por eso, al santuario de la conciencia, no entramos; ahí no entra nadie, mucho menos el Estado”. En resumen, la Iglesia no propone ni alienta una política poblacional. Ese es terreno del Estado. Lo que la Iglesia tiene es una doctrina al respecto que los fieles a ella y los hombres de buena voluntad están en libertad de seguir. Una doctrina que no propugna la procreación irresponsable sino la paternidad responsable y a la que le preocupa no tanto el número de habitantes sino la forma como estos aumentan.

FRANCISCO IGARTUA

EDITORIAL "Adios, amigos y enemigos"

Revista Oiga 5/09/95

En cualquier despedida algo se va de nuestra existencia y en cada adiós morimos un poco. Y siendo éste un adiós con resonancias mayores, grande es la sensación de acortamiento de la vida que acompaña a mi lápiz en estas líneas, aunque en el cerebro se me vaya afirmando la esperanza de que este adiós sólo será un alto en la larga batalla de Oiga por lograr que los ciudadanos del Perú comprendan que el verdadero desarrollo se logrará únicamente cuando construyamos una democracia, cuando hagamos de esta patria nuestra un estado de derecho, basado en el imperio de la ley. ¿Por qué el cierre de esta quinta etapa de la azarosa existencia de Oiga no puede significar solamente un alto en la batalla? ¿Por qué tiene que ser imposible una sexta y hasta una séptima vida, como los gatos, insistiendo en que los grandes programas económicos, los brillantes empréstitos, la magia de las finanzas, las apabullantes obras físicas, el crecimiento espectacular del turismo, no serán reales, sino sólo apariencias, si los peruanos siguen apartados de la cultura cívica, sin entender que el meticuloso respeto a la ley –tanto de los de arriba como los de abajo— es el único cimiento sólido para un desarrollo verdadero y sostenido?

Aunque, desgraciadamente, no es del porvenir –aún muy incierto— que me toca tratar en esta nota editorial. Me corresponde referirme a los hechos puntuales del presente, o sea repetir lo que escribí hace dos semanas a mis amigos: Oiga ya no volverá a aparecer. Después de 33 años de llegar semanalmente a manos de nuestros lectores –salvo algunas interrupciones, unas breves y otras prolongadas, motivadas por clausuras y una deportación en México— queda interrumpido este largo diálogo que veníamos sosteniendo con nuestros lectores.

¿Diálogo?, se preguntarán con sorna más de uno de los lectores de Oiga que no nos quieren y responderé diciendo con el maestro Unamuno que, bueno, que no serán diálogos –tan inservibles como esos catecismos con preguntas y respuestas— sino autodiálogos, diálogos consigo mismo, con las inquietudes que en mí despertaba la actualidad y los problemas que esa actualidad creaba en mi conciencia.

Oiga ya no volverá a aparecer. La cierra, no obliga a autosilenciarnos, el acoso que la revista viene sufriendo desde hace diez años. He tomado esta decisión en consulta con mis asesores más cercanos, principalmente con Jesús Reyes, quien me viene acompañando casi desde el día –hace 33 años— que retomé la aventura de Oiga, iniciada en noviembre de 1948, como respuesta de mi generación al cuartelazo del general Odría contra el presidente Bustamante y Rivero, el hombre que inútilmente intentó que este país de desconcertadas gentes entendiera el valor de la democracia, de la cultura cívica, del acatamiento al imperio de la ley y no al mandón de turno.

Cierra Oiga para no prostituir sus banderas, o sea sus ideales que fueron y son de los peruanos amantes de las libertades cívicas, de la democracia y de la tolerancia, aunque seamos intolerantes contra la corrupción, con el juego sucio de los gobernantes y de sus autoridades. El pecado de la revista, su pecado mayor, fue quien sabe ser intransigente con su verdad –con lo que cada uno cree es lo cierto— y en el curso del camino fuimos perdiendo amigos, contactos, benefactores, sobre todo amigos que alguna vez encontraron acogida en estas páginas y cuyas causas defendió Oiga con calor.

Pero ¿qué importa lo ganado o lo perdido en la ruta? Sí me importa morir con dignidad, con la altivez con que vivimos estos últimos 33 años de Historia del Perú.

He dicho que hubo acoso y podría relatar las presiones sufridas por la imprenta donde se imprimía Oiga –imprenta permanente perdedora en las licitaciones a las que acudía— pero no quiero crear problemas a terceros que actuaron con entereza hasta que se les quebró el ánimo de ayudarnos. Hablaré, pues, de acoso sin añadir detalles, dejaré la palabra colgada en el aire. Y en cuanto al acoso tributario sí seré algo más preciso, por la ayuda que desde estas últimas páginas puedo prestar a mis colegas de la prensa escrita, colocados en situaciones parecidas a las que han llevado a Oiga a decir adiós a sus lectores.

Sí hay acoso tributario y es penosa la voz de los fundamentalistas del liberalismo, de los ayatolas del fujimorismo, cuando gritonean que no debe haber excepciones en las normas tributarias al referirse a los impuestos al papel y al IGV sobre la venta de periódicos y revistas –IGV que no puede ser trasladado a los canillitas— y callan, poniéndose siete candados en la boca, cuando se exceptúa del IGV a los negocios de la educación, cuando se libra de IGV a los negocios en la Bolsa y cuando el Estado excluye de ese impuesto –para que no quiebren— a las AFPs.

Sí hay un acoso tributario contra la prensa, que se hace extensiva a los libros, a la lectura en general. Y haciendo prohibitiva la lectura, justo en el quinquenio de la Educación, se escarnece al más elemental derecho de un educando: poder leer con libertad. (Entendiéndose por educandos no sólo a los párvulos de los colegios sino también a los mayores, quienes sólo leyendo se irán graduando en una materia en la que no se cesa de aprender, en cultura cívica). También es burla cruel mantener ese 18% de IGV a las medicinas y a los alimentos básicos en un país de tuberculosos, muertos de hambre y con salarios miserables. ¿Por qué? –repetimos como tantas otras veces— se ensaña la tributación con la cultura, la salud y la alimentación básica y sí encuentra razones para ser benévola con las especulaciones financieras, las AFPs y las empresas que hacen negocio con la educación?¿Por qué en el Perú del quinquenio de la educación se hace prohibitivo leer un libro?

Y, para terminar esta nota de adiós, debo decir gracias, muchas gracias, a todos los colegas que han expresado públicamente su pesar por la desaparición de Oiga. En especial, el decano de la prensa nacional, a El Comercio; a César Hidebrandt, que me emocionó ante las cámaras de Canal 9; a María del Pilar Tello, de Gestión; a Mirko Lauer, de La República; a Juan Ramírez Lazo… Y no sigo enumerando a las voces de solidaridad recibidas, tanto de encumbrados personajes –el presidente Belaunde y el embajador Pérez de Cuéllar, entre otros— como de viejos colaboradores y de amigos de la revista que apenas conocí, porque estoy seguro que los olvidos serían muchos más que los recuerdos y yo quisiera que las gracias sean para todos por igual.


Fuente: Editorial Periodistica Oiga S.A

viernes, 11 de enero de 2013


ADIOS CON LA SATISFACCIÓN
DE NO HABER CLAUDICADO
En la trinchera

Don Paco:
Esta carta no es de despedida, simplemente es un puente para dejar que transiten por él los afectos, las convicciones que siempre es bueno proclamarlas en voz alta o ponerlas en negro sobre blanco cuando las circunstancias lo exigen. Valga pues la oportunidad para testimoniar reconocimiento al periodista, al hombre fiel a sus ideales, y también, a todos, desde el más encumbrado colaborador hasta el más modesto trabajador que, a su manera, también optó por esta trinchera periodística que tuvo como Biblia la Constitución y que, como usted ya lo dijo, sólo ha hecho un alto en el camino.

Sí, don Paco, porque después de todo lo vivido en OIGA, me reafirmo inspirado en su ejemplo: Todo se ha perdido, menos la alegría ni la ilusión de los quince años.
A la orden.

Alfonso Bermúdez Flores

ADIOS CON LA SATISFACCIÓN
DE NO HABER CLAUDICADO

De colega a colega

Estimado Paco:
Acabo de enterarme de que es posible que OIGA deje de circular. En primer lugar lamentaría mucho que esto sucediera; en segundo lugar, valdría la pena hacer todo lo posible para que esto no sucediera.

A tu llamado, yo trabajé en OIGA por mucho tiempo como Redactor Principal y sólo renuncié por causa de la intemperancia de Mario y malos entendidos sobre mi apoyo a la revolución cubana; sin embargo, siempre me sentí ligado a la Revista por su constancia en el quehacer periodístico aunque hubiera discrepado sobre algunos aspectos de su línea política.

Te ofrezco modestamente mi concurso: Estoy llano a colaborar desinteresadamente en el momento en que tú lo determines y por el tiempo que te parezca conveniente.

Aprovecho la oportunidad para alcanzarte mi plena solidaridad profesional.

Un abrazo

Manuel Jesús Orbegozo

ADIOS CON LA SATISFACCIÓN
DE NO HABER CLAUDICADO

OIGA: Vocero de la conciencia nacional

Estimados amigos:

Profundo dolor me ha causado el anuncio de que han decidido suspender la publicación de la prestigiosa Revista OIGA, quedándose el país sin el vocero de la conciencia nacional que el semanario significaba para muchos peruanos.

La oposición que ejerció OIGA durante sus 33 años de existencia ha sido indeclinable y quienes reconocemos el valor que tiene el debate de los asuntos nacionales debemos asignarle a esta Revista un aporte valioso, incluso en las importantes conquistas recientes como la recuperación de la democracia, la reinserción de nuestra economía al marco internacional; la derrota de la implacable inflación, los logros contra el terrorismo, etc.

Hacemos votos porque el periodismo serio, aunque a veces intransigente pero siempre elegante y sobrio que caracterizó a OIGA reaparezca prontamente pues tiene conquistado un espacio en un largo quehacer, que difícilmente podrá ser reemplazado.

En esta especial ocasión les renuevo mi mayor consideración y fraterna amistad. Atentamente

Miguel J. Fort B.
Presidente de la Sociedad Francesa de Beneficencia.

jueves, 10 de enero de 2013

ADIOS CON LA SATISFACCIÓN
DE NO HABER CLAUDICADO

Adiós, amigos y enemigos

A LA OPINIÓN PÚBLICA
OIGA se despide de ustedes, queridos amigos, Cerramos por razones estrictamente económicas, pues, desde hace varios años venimos padeciendo un acoso publicitario del gobierno, que se extendió en los últimos tiempos al sector privado.

Queremos dejar constancia que intentamos dejar saneadas nuestras deudas, principalmente las tributarias que se generaron a partir del último año, pues siempre fuimos puntuales contribuyentes. En numerosas oportunidades nos entrevistamos con el IPSS y la SUNAT enviándoles comunicaciones escritas, por conducto regular, de todo lo cual tenemos constancia pidiendo el uso de los espacios aprobados, de acuerdo a la disposición legal que estableció el pago de deuda tributaria mediante publicidad. Sin embargo, nuestras propuestas no fueron respondidas a pesar de que ese trato si se cumplió con todos los demás medios de prensa.

Como se ha podido observar en varios medios de comunicación, el pasado sábado 02 de setiembre, la SUNAT publicó suplementos Guías al Contribuyente.

Lamentamos esta injusta situación y dejamos debida constancia de ello.


EL DIRECTORIO

SEMANARIO JORNADA

Marginalia
Los niños  terribles

Salían de la escuela y se diseminaban pro las calles, vocingleros y alegres, discurriendo a su modo sobre las incidencias del día. Fluctuaban entre la niñez y la adolescencia. Matizaban, a todo pulmón su coloquio diciéndose de “zamba canuta” para arribe lo que es bastante decir. Era una jerigonza de epítetos, lo más procaces, puestos como motes a sus maestros. Los seguí de cerca. Pensé en la “escuela nueva” que es un sistema educativo de lo más cómodo e interesante. El maestro, según las normas que la disponen, es pasivo; el alumno es lo dinámico de la clase. El hace y deshace. El maestro orienta, encauza, dirige, vigila. Nada de malos tratos. Nada de castigos. Nada de reproches duros.

Pero estos niños gritábanse, empujábanse, maldecíanse y maldecían, empujaban y gritaban a los demás: a los transeúntes y a sus maestros, a sus padres y a sus parientes. La patria cifra en ellos su porvenir. El dómine de la palmeta y el látigo pasó a la historia. Pasó a la historia con todos los sistemas  que recurrían a la sanción dura e intolerante. Ya no se puede aceptar la existencia de un Clérigo Cerbatana –como  aquel de Quevedo– que mataba de hambre a los alumnos y dejaba caer su rigor sobre el seco pellejo de sus amojamados educandos. Ahora se usa de la palabra convincente, de la lección bondadosa, del amor, sí, del amor sobre todo.

Pero, a pesar de esto, todos los niños, como aquellos de que comencé a escribir, andan por las calles —¡y me imagino que en el aula también!— con la más incorrecta de las urbani­dades — urbanidad, de urbe sin du­da. — No es que quiera que los dichos infantes se estén calladitos como pie­zas de ajedrez y sin una sonrisa y sin una pizca de holgorio. Que sean retozones y simpáticos, que sean avispados y simples; que sean holga­zanes, cretinos, estudiosos o memoristas. Pero que sean urbanos, que tengan urbanidad. Que no lancen in­terjecciones en el tranvía, ni que se jalen de los pelos en la calle, ni que se líen a puñadas en plena vía. Esto yo no sé si lo contempla la nueva e­ducación, pero si estoy seguro que los viejos magisters de antaño lo tenían como primerísima e importantísima función: enseñarles que se debe res­tar al prójimo y que el prójimo es el próximo, el vecino, el que está al lado; enseñarles a mirar las canas y las faldas con respeto: Que no le di­gan piropos procaces a las niñas, ni a las mozas, ni a las ancianas.

Yo sé que ya no se les debe me­ter en la cabeza cuál es el pluscuam perfecto del verbo yacer, ni cómo se diferencia una cláusula rítmica trocaica de una yámbica.
Nada de esto. Forma­ción del estilo. Sé, también, que, no se les debe obligar a aprender quién fué Bamba o Gudemundo; ni porqué causa secreta y desconocida Childe­rico III no se razuraba el pelo: Pero a andar con compostura, con corrección, eso sí se debe enseñar. Porque si la nueva educación va a descuidar tan importante asunto creo que ante uno de esos desafueros infantiles, ante una de esas mataperradas de muy mal gusto, tendremos –paro­diando a El Murciélago cuando su­fría a los libertos– que decir:  iViva la Libertad! iViva la escuela nueva!

E.S.E

viernes, 14 de diciembre de 2012

EUZKO ETXEA ARANTZAZU LIMA


EUZKO ETXEA ARANTZAZU LIMA


EUZKO ETXEA ARANTZAZU LIMA


EUZKO ETXEA ARANTZAZU LIMA


EUZKO ETXEA ARANTZAZU LIMA


EUZKO ETXEA ARANTZAZU LIMA


EUZKO ETXEA ARANTZAZU LIMA


EUZKO ETXEA ARANTZAZU LIMA


EUZKO ETXEA ARANTZAZU LIMA