Francisco Igartua |
Frente a esta realidad, las campañas y los discursos de respaldo a la lucha contra el narcotráfico para evitar el daño a la salud de nuestra población suena a inútil y hueco compromiso, a desvergonzada hipocresía. ¡Cómo si el alcohol no causara tanto destrozo como los estupefacientes.
Con esta nota de Cristal vemos que nuestros grandes hombres de empresa comienzan a ver que en economía las situaciones no son tan simples ni se resuelven con pura matemática. Es cierto -en este punto no hay duda alguna- que las normas tributarias, para ser eficaces, deben ser generales e iguales para todos; pero sin dejar de reconocer que son insoslayables las excepciones y respetables las particularidades que, como en la gramática, confirman la regla. Tal es el caso de la cerveza, que es discriminada y cargada con mayor castigo tributario que rones y alcoholes rectificados, mucho más dañinos para la salud popular y juvenil que la cerveza, cuando la realidad sanitaria y moral obliga que las cosas sean al revés.
También estos grandes empresarios habrán advertido que el pueblo, y no las elites, es el que cubre la mayor parte del presupuesto de la República. Por ejemplo, el Impuesto Selectivo al Consumo (ISC) en el renglón cerveza -que es todavía la bebida de las masas- llega a sumas mil veces superiores a los magros ingresos que el whisky le produce al fisco. ¿Y qué deI IGV -impuesto a la venta- a los fideos, a la leche, a los huevos, al aceite? ¿Alguien ha hecho el cálculo de la sideral diferencia del pago hecho por los pobres al fisco con el mísero aporte que hacen las elites? ¿Come más fideos un rico que un desocupado? ¿Toma más leche? Y tómese en cuenta que en el Perú algo más de 20 millones de personas son medianamente pobres, pobres, paupérrimos y miserables. Estos son lo que, sin saberlo, cubren la mayor parte del presupuesto nacional cada vez que toman un té, un café, un pan o una cerveza.
Pero volvamos al tema inicial: ¿Por qué, si hay discriminación tributaria en contra de la cerveza, que es una bebida de moderado grado alcohólico, no se invierten los términos y la discriminación se vuelve contra los alcoholes fuertes, que son dañinos a la salud y, en el caso de algunos de ellos, consumidos sólo por adultos de la clase alta? Esto lo aconsejaría una economía con sentido humano, solidaria con los más necesitados y preocupada por la salud moral y física de la población. Una economía que no tendría que avergonzarse de la hipocresía que se esconde en muchos discursos antinarcóticos.
Para evitar las consabidas trampas basta que la diferencia sea entre licores y cervezas, señalando que éstas, cuando lleguen al grado 'de ponemos 'osos', pasen al renglón de licores.
Esperemos que ahora los grandes empresarios -como son los de la cerveza-, tan distantes de los problemas de los demás, comprendan ahora la necesidad de las excepciones tributarias; de la igualdad en situaciones semejantes -Dionisio Romero ha pedido, con razón, igual trato para la banca nacional y la extranjera-, y del sentido humano que la economía no debiera despreciar.
Pongámonos de acuerdo en que el impuesto general a las ventas -el que cancela cada ciudadano al hacer una compra- es técnicamente el más eficiente y que éste debe ser universal. También admitamos -porque técnicamente es lo correcto- que la tasa del 18%, es demasiado alta y debería reducirse al 10 o 12%. Así habría menos evasión y se ampliaría la base tributaria. Hace muchísimos años, antes de la era cristiana, un sabio emperador chino descubrió y estableció como norma que los impuestos en conjunto jamás deberían pasar del 15%, porque, de lo contrario, sería una permanente tentación a ser evadidos.
Pero vayamos a lo nuestro, a lo que nos atañe a los periodistas: ¿por qué no debe haber excepciones o, mejor dicho, por qué debe haber una sola?
Sería verdaderamente criminal, una estulticia, que a los recibos de los estudiantes se les añadiera 18% de IGV. ¡Cómo si el déficit mayor de este país no fuera la falta de educación' Está, pues, muy bien que se exceptúe del IGV a la educación, como se ha hecho. Lo que no debe ocurrir es que el negocio de la educación -se hacen negocios con ella y muy grandes- no pague impuesto a la renta. Y tampoco está bien que, en igualdad de trato, no se exonere del IGV a la venta de periódicos y revistas, que son el medio más eficaz de educación cívica y de ilustración que tienen los ciudadanos y es, hoy día, condición indispensable para que se pueda hablar de libertad de prensa en un país. Que haya publicaciones pornográficas y de escalofriante frivolidad, es algo lamentable, como son lamentables algunas frivolísimas escuelas privadas, pero no le quitemos la vida a un ser humano por los muchos o pocos forúnculos que lo afeen. Por lo demás, no es ésta una excepción especialísima. En todos los países del mundo civilizado, en unos más que en otros, la venta de libros y periódicos goza de regímenes de excepción o preferencia. También en todos los países desarrollados, con un mínimo de conciencia sobre las necesidades vitales de su población, están liberados o muy aligerados del IGV o IVA los alimentos básicos y las medicinas Gobierno que no entienda esta situación -más en los países subdesarrollados, en los lugares donde, como aquí, los salarios son de hambre-, es gobierno sin sensibilidad humana, sin mirada al futuro, sin sentido de patria. ¿Qué se podrá hacer mañana con un pueblo ignorante, incivil, tuberculoso?