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DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA

DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA
FRANCISCO IGARTUA CON DORIS GIBSON, PIEZA CLAVE EN LA FUNDACION DE OIGA, EN 1950 CONFUNDARIAN CARETAS.

«También la providencia fue bondadosa conmigo, al haberme permitido -poniendo a parte estos años que acabo de relatar- escribir siempre en periódicos de mi propiedad, sin atadura alguna, tomando los riesgos y las decisiones dictadas por mi conciencia en el tono en que se me iba la pluma, no siempre dentro de la mesura que tanto gusta a la gente limeña. Fundé Caretas y Oiga, aunque ésta tuvo un primer nacimiento en noviembre de 1948, ocasión en la que también conté con la ayuda decisiva de Doris Gibson, mi socia, mi colaboradora, mi compañera, mi sostén en Caretas, que apareció el año 50. Pero éste es asunto que he tocado ampliamente en un ensayo sobre la prensa revisteril que publiqué años atrás y que, quién sabe, reaparezca en esta edición con algunas enmiendas y añadiduras». FRANCISCO IGARTUA - «ANDANZAS DE UN PERIODISTA MÁS DE 50 AÑOS DE LUCHA EN EL PERÚ - OIGA 9 DE NOVIEMBRE DE 1992»

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«Cierra Oiga para no prostituir sus banderas, o sea sus ideales que fueron y son de los peruanos amantes de las libertades cívicas, de la democracia y de la tolerancia, aunque seamos intolerantes contra la corrupción, con el juego sucio de los gobernantes y de sus autoridades. El pecado de la revista, su pecado mayor, fue quien sabe ser intransigente con su verdad» FRANCISCO IGARTUA – «ADIÓS CON LA SATISFACCIÓN DE NO HABER CLAUDICADO», EDITORIAL «ADIÓS AMIGOS Y ENEMIGOS», OIGA 5 DE SEPTIEMBRE DE 1995

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LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

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UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

«Siendo la paz el más difícil y, a la vez, el supremo anhelo de los pueblos, las delegaciones presentes en este Segundo Congreso de las Colectividades Vascas, con la serena perspectiva que da la distancia, respaldan a la sociedad vasca, al Gobierno de Euskadi y a las demás instituciones vascas en su empeño por llevar adelante el proceso de paz ya iniciado y en el que todos estamos comprometidos.» FRANCISCO IGARTUA - TEXTO SOMETIDO A LA APROBACION DE LA ASAMBLEA Y QUE FUE APROBADO POR UNANIMIDAD - VITORIA-GASTEIZ, 27 DE OCTUBRE DE 1999.

«Muchos más ejemplos del particularismo vasco, de la identidad euskaldun, se pueden extraer de la lectura de estos ajados documentos americanos, pero el espacio, tirano del periodismo, me obliga a concluir y lo hago con un reclamo cara al futuro. Identidad significa afirmación de lo propio y no agresión a la otredad, afirmación actualizada-repito actualizada- de tradiciones que enriquecen la salud de los pueblos y naciones y las pluralidades del ser humano. No se hace patria odiando a los otros, cerrándonos, sino integrando al sentir, a la vivencia de la comunidad euskaldun, la pluralidad del ser vasco. Por ejemplo, asumiendo como propio -porque lo es- el pensamiento de las grandes personalidades vascas, incluido el de los que han sido reacios al Bizcaitarrismo como es el caso de Unamuno, Baroja, Maeztu, figuras universales y profundamente vascas, tanto que don Miguel se preciaba de serlo afirmando «y yo lo soy puro, por los dieciséis costados». Lo decía con el mismo espíritu con el que los vascos en 1612, comenzaban a reunirse en Euskaletxeak aquí en América» - FRANCISCO IGARTUA - AMERICA Y LAS EUSKALETXEAK - EUSKONEWS & MEDIA 72.ZBK 24-31 DE MARZO 2000

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martes, 6 de agosto de 2013

LA TERCERA

Lima, noviembre 3 de 1881

Mí distinguido amigo:
Supongo que esta encontrará a usted muy lejos ya de Ayacucho. Por más que alambico no descubro una sola razón de conveniencia política para que el gobierno continúe vegetando en el rincón de muertos. Aun suponiendo que tenga usted algún motivo para desconfiar de Cáceres, eso mismo debería ser un aguijón pues la maquinación que no alcanzará usted a desbaratar con su presencia no la destruirá desde cien leguas de distancia. Tengo para mí que es indispensable y aun salvador el que, sin pérdida de minuto, se constituya el gobierno en punto de donde pueda estar al habla con los plenipotenciarios chilenos. No recalcaría yo tanto sobre esto si tuviera usted organizado en Lima un comité o centro de trabajo; pero, desgraciadamente, mi señor don Nicolás, los pocos y leales amigos de usted procedemos sin concierto, sin plan, a lo guerrillero.
El amigo R. T. fue, por empeño mío, a hacer una visita a los plenipotenciarios de quienes, como dije a usted en mi anterior, es amigo personal. De la conversación que con ellos tuvo sacó en limpio que, a pesar de la perplejidad en que los motines del sur han venido a colocarlos, se hallan en buena disposición de ánimo para entenderse con usted y que en ningún caso, negociarán con García Calderón. Creen los plenipotenciarios, como artículo de fe que somos impotentes para continuar la guerra, que nuestros soldados no darán mi paso fuera de la quebrada y que en un mes más de inacción acabarán por desbandarse. Dicen que esperarán hasta diciembre el desarrollo de los sucesos; pero que si termina el año sin haber logrado celebrar un convenio de paz, implantarán en Lima administración chilena. Añaden que ya en Santiago abundan los pretendientes a cargos judiciales. La idea del protectorado chileno gana terreno en la prensa del Mapocho y para vergüenza nuestra tiene sectarios en Lima.
Puse inmediatamente en conocimiento del doctor A. todo lo que comunicó R. T. El comunicará a usted si ha sacado algún partido provechoso de los informes que le trasmití.
Con motivo de la publicación del oficio y cartas de Enrique Bustamante, ha llegado a ser del dominio público el proyecto de arreglo iniciado por García Calderón cerca de usted, proyecto que no tuvo éxito por haber perdido los pliegos el joven Canseco. Los chilenos conocían el asunto desde el alpha hasta la omega ¿cómo y por quién? Lo ignoro; pero Altamirano ha hablado de esto circunstancialmente y repitiendo casi artículo por artículo.
El 30 llegó del norte don Elías Mujica trayendo la correspondencia para García Calderón. Al fin, se ha desenmascarado la traición. Figuras claras, ya sabemos a qué atenernos. Montero no se moverá de Cajamarca. Es casi seguro que Huaraz y Piura, Amazonas y Loreto habrán seguido el camino de la deslealtad.
Aunque los calderonianos no desmayan en trabajar sobre el ánimo de Cáceres, yo, francamente no abrigo el menor recelo. Lo creo caballero y patriota. Le escribí, hace tres días, aconsejándole que retemplase el espíritu de su tropa, y aun me permití incluirle el borrador de una proclama, por si era de su gusto suscribirla.
Usando (quizá abusando) de la franqueza con que usted me ha ordenado que le hable siempre, quiero decirle que cada número que por acá llega del periódico oficial me produce crispadura de nervios y dolores de cabeza, me enferma y acoquina. En uno, veo decreto sobre organización de cajas fiscales (que no tenemos), es decir, decreto para el porvenir, para cuando las tengamos, para cuando haya harina que guardar en las cajas. En otro, veo la supresión de la corte de Piura, decreto sobre cuya justicia y conveniencia no hablo, que hoy es inoportuno y que va a crearle a usted resistencias. Cada decreto de este calibre lo explotan nuestros enemigos y sacan maravilloso partido. No son los actuales momentos propicios para implantar reformas, pues ellas hieren intereses personales o la vanidad de los pueblos. Seriamente hablando, quien, en el extranjero, lea ciertos decretos del periódico oficial se imaginará que el Perú goza de paz octaviana, que estamos como balsa de aceite, que es pamplina la anarquía y que no hay chilenos en casa. Yo le profeso a usted muy cordial afecto, y por eso me mortifica verlo firmando decretos que producen desprestigio y ridículo para el gobernante. Yo querría verlo a usted gobernando menos y sin preocuparse de reformas ni de asuntos que atañen al orden administrativo. Muy bonito, muy poético, muy patriótico será un decreto sobre apertura de caminos y navegación fluvial; pero sin resultado práctico e inmediato, atendidas las circunstancias del momento. Todo puede tener su oportunidad. Por mucha que sea, y yo soy el primero en reconocerla y respetarla, la actividad del espíritu de usted, no tiene usted amigo mío (y discúlpeme la rudeza de la palabra) el derecho de emplear hoy un minuto de sus vigilias en otra cosa que no sea la paz o la guerra. Lo primero es tener patria, y esa no la tendremo mientras el pabellón chileno flamee en el litoral y no se haya hundido el civilismo en lo más profundo del infierno. Cuando tengamos nación, venga en buena hora un diluvio de reformas y decretos. ¿A qué fiebre de decretar hoy para el vacío? Ello será una extravagancia o torpeza mía; pero no lo entiendo y no lo entiendo, mi señor don Nicolás. Vuelvo a pedir a usted mil perdones, por si he estado duro o exagerado en estas líneas. ¡Ojalá tenga usted muchos amigos que, sin embozo, le digan siempre claris verbis, lo que piensan y sienten!
Los magdalenos echaron a correr desde el sábado la especie de que Hurlbut había recibido correspondencia oficial aprobando sus procedimientos. Por medio de mi amigo el ministro español he averiguado lo cierto. El senado de Estados Unidos empezó a funcionar el 10 de octubre y hasta última fecha aún no se había ocupado del Perú. Todo lo que ha recibido Hurlbut es periódicos, en pro y en contra de su conducta. Espera correspondencia oficial o cablegrama por el vapor que llega al Callao el 12.
Por el último vapor me manda Federico un cartapacio, abierto, para que lo remita a usted lo haré tan luego como sepa con fijeza el punto en donde establezca usted su cuartel general. El cartapacio no es asunto de urgencia pues se reduce a cuentas. Me dice también que se halla sin recursos para dar vida al Canal hasta fin de año y me recomienda muy mucho que escriba a usted sobre el particular. He cumplido. Cada día son mayores los servicios que el Canal presta, como único órgano de defensa contra las vociferaciones de los enemigos y como pararrayos contra la calumnia. Sobre la vida o muerte del Canal es usted el árbitro.
Hasta el próximo correo. Muy suyo afectísimo.

(sin firma)

LA TERCERA

Lima, octubre 11 de 1881

Excmo. Señor don Nicolás de Piérola

Mí distinguido amigo:
Arequipa nos ha dado un desengaño más. Era lógico esperarlo de ese pueblo veleidoso por excelencia. La noticia se recibió aquí el 8 por cablegrama de Arica. Esta circunstancia me da motivo para presumir que la revolución tendría lugar antes del 4, fecha en que el vapor debía llevar a Mollendo el decreto de Lynch de 28 de setiembre, destituyendo a García Calderón de la presidencia magdalénica.
Son contradictorios los pormenores que hasta este momento tenemos de lo sucedido en Arequipa; pero yo me explico, a mi manera, lo que ha pasado. Don Manuel Pardo acabó de corromper y desmoralizar a ese pueblo, que poco necesitaba ya para perder el resto de virilidad que le quedaba. Sembró en terreno fácil para el mal, y lo de ahora no es sino cosecha de la semilla. Convencidos los arequipeños de que se preparaba en Chile un cuerpo de ejército para atacar Arequipa, han creído conjurar el peligro achilenándose. Lo ocurrido es efecto de la cobardía, del miedo, del pánico, tanto como (le la corrupción moral de ese pueblo. Tomaron por artículo de fe las quimeras de la carta y memorándum de mr. Hurlbut, creyeron que ellos daban vigor al mendicante gobierno de García Calderón y que, aliándose a este, se salvaría del malón peruano, y no vacilaron para arrojarse en brazos de la deshonra.
Estoy seguro de que, al siguiente día de realizada tan infame traición al patriotismo, habrán tenido los arequipeños que arrepentirse de ella, pues las noticias que les llevaría el vapor del Callao no eran halagüeñas. Es seguro que a la fecha un cuerpo de 2,000 chilenos estará en marcha sobre Arequipa y entrará en ella sin quemar pólvora y a tambor batiente. El invasor sacará provecho de la vileza y poltronería arequipeña. Chile, apoderado de Arequipa, nos incomunica con Bolivia y dispone de la llave de todo el sur.
Aquí la gente argallera se felicita de lo sucedido en Arequipa, como si no se tratara de la patria sino de cuestiones de caudillaje. Se forjan la ilusión de que acaso Chile volverá atrás y les prestará apoyo contra el pierolismo. Repiten con tal aplomo que del 19 al 20 llegará la noticia de que Montero se les ha adherido que, francamente, empiezo a dudar de la lealtad de este. Hay multitud de pequeñeces acusadoras para Montero. La verdad, aunque nos duela, es que ya en el Perú el patriotismo es un mito.
Miente la historia cuando dice que entre los romanos, se levantaban templos al dios Exito. Donde este tiene altares es en el Perú.
Insisto en una idea que muy a la ligera apunté en una de mis últimas cartas. Busque usted antes de treinta días al dios Exito. Hoy tiene usted probabilidades en favor. Dejando correr un mes más estas disminuyen. Nada importaría perder por el momento Arequipa, Puno y aun Cuzco, si lograse usted adueñarse de Lima y destruir el núcleo argallera. La reacción sería instantánea.
El entusiasmo de los pueblos es como la espuma del champagne. Se evapora pronto. Los individuos podernos tener la virtud de la paciencia y el talento de saber esperar. Desgraciadamente los pueblos son impacientes y aman la agitación. Yo y los que conocemos íntimamente a usted sabemos que en Ayacucho no está entregado al ocio y que si no emprende algo decisivo es por impotencia, por falta de elementos, por causas, en fin, ajenas a su voluntad. Pero esa convicción no podemos imponerla a todos los espíritus.
Mi opinión por desautorizada que ella sea, es que se halla usted en el caso de jugar el todo por el todo, de venir, sin pérdida de minuto y a paso de carga sobre las goteras de Lima, a estrellarse si es preciso confiado en un golpe de buena fortuna, compañera de la audacia. Todos los datos que aquí poseemos nos confirman que puede usted hoy disponer de seis mil hombres de línea. Si deja usted correr algunas semanas empezaría a cundir la deserción y el desaliento.
Hoy son Arequipa y Puno, mañana sería Cuzco, la semana entrante el norte y quién le asegura a usted que, un mes más tarde, no reventará el volcán bajo sus plantas. Las resoluciones rápidas son casi siempre salvadoras. Entre sucumbir por consunción o sucumbir (si tal fuese nuestra desgracia) haciendo el último esfuerzo, la elección no es dudosa.
De Bolivia nada, ni el armamento, tiene usted ya que esperar. Campero se parece a Dios, en que todos hablan de él y nadie lo ha visto más que con los ojos de la fe. Diga usted como el romano alea jacta est, y... en marcha sobre Lima. A buscar, aunque no sea más que un capricho de la suerte, que siempre del que se atreve más el triunfo ha sido (Olmedo). Si octubre no termina dejándolo a usted a las puertas de Lima habrá que decir: “tout est perdu, meme I’ es poir”. Yo no soy soldado ni se me alcanza jota en materias de milicia. Pero usted, en su claro juicio, sabrá aquilatar mi pensamiento. Yo tengo completa fe en el éxito, y ese desearía inspirarle a usted. Sobre todo, me asusta el ridículo y ridículo inmenso habría en que, sin quemar el último cartucho de pólvora contra los chilenos, desapareciera el gobierno de usted a consecuencia de motines, de traiciones. Los de la argolla son astutos y tesoneros y no desmayan en su empresa de derrocarlo a usted, importándole un bledo que la patria se honda. En esa incesante labor de infamia, ellos nos llevan la inmensa ventaja de no pararse en los medios. Ellos están convencidos (y perdone usted que yo, que no soy argollista, participe de esa convicción) de que no es usted el hombre sobrado enérgico para aplastar con su planta el nido de sierpes que se llama la argolla. Hay en el alma de usted exceso de benevolencia, gran virtud en el hombre privado; pero detestable cualidad en el hombre público, sobre todo, en el mandatario. ¡Dista tanto la benevolencia de la justicia!
Las ideas belicosas de que me ocupo en los anteriores acápites son, por supuesto, en concepto que no tenga usted muy avanzadas las negociaciones de paz. A juzgar por el espíritu de la prensa chilena, el gabinete de Santiago está muy distante de tratar con García Calderón. Los señores Jovino Novoa y Altamirano deben haberse embarcado el día 8 en Valparaíso con el carácter de plenipotenciarios, y Matos aislados me hacen presumir que traen instrucciones para entenderse de preferencia con usted Lynch, que es decididamente anticalderoniano, participa de esta creencia.
Por el último vapor del norte ha llegado don José Manuel Osores y (maravíllese usted) viene hecho un calderonista enragé. Según él, el domingo 16 tendremos en Lima la noticia de que Montero ha traicionado la causa nacional, pues este no esperaba para desenmascararse más que la llegada de Ramón Ribeyro, quien debe estar en Cajamarca desde el día 6.
El club de Químper, compuesto de los Quiñones, Ulloa, Astete, Salmón, ya ha suspendido sus trabajos de conspiración. Contaban con comprometerse a Iglesias en el norte. Ignoro si lo han logrado. Ese club es cauteloso y poco puede traslucirse de sus planes.
No creo en intervención de los Estados Unidos. Me parece que mr. Hurlbut es un grandísimo bellaco.
Al fin, en la noche del 9, se realizó el matrimonio de Calderón1. El obispo Tordoya le hizo las preguntas del ritual, dándole el adulador tratamiento de excelentísimo señor. Entre los obsequios hechos a la novia (que no han sido pocos) figuran en primera línea los de Watson y Derteano. El primero la obsequió con un servicio de café oro de 21 quilates, y cuyo valor se estima en 29,000 duros. El segundo la envió un prendedor de brillantes, lindísima obra de arte valorizado en 3.000 soles plata. A la ceremonia concurrieron poco más de cien personas, todas de la familia o del círculo íntimo. Las medallas que se repartieron, además de los nombres y fecha de estilo, traían grabado un Cupido mofletudo, sin carcal ni aljaba. En cuanto a la novia es una linda joven de 28 años, bocado no sólo para cardenal sino hasta para concilio ecuménico.
Federico me escribe largo sobre El Canal1, sobre la amplitud material que ha dado a la empresa, y sobre la conveniencia de que no lo desatienda usted en materia de fondos. Le he contestado que espere a que Dios mejore sus horas lo que, tengo para mí, no tardará mucho. Se queja de no tener cartas de usted.
En mi concepto, para la paz o para la guerra, es indispensable que se aproxime usted a Lima. Tal es el sulfato de esta larga carta o puchero en que hablo a usted de todo y otras cosas muchas más.
Hasta próxima oportunidad me repito muy suyo Amigo afectísimo.
Dígnese saludar, en mi nombre, al general Buendía y dígale que hasta ayer estuvo su familia muy alarmada con la bola que echaron a rodar los calderonistas, de que había sido fusilado en el Cuzco por no sé qué motinistas. Afortunadamente hemos logrado tranquilizar a las niñas con la noticia que ha traído Hilario Liendo de que el 29 lo dejó con plena salud en Ayacucho.
Al reabrirse las negociaciones de paz, supongo que retirará usted el nombramiento de secretario hecho en Aramburú y Chacaltana.
Si me considera usted competente y digno para el desempeño de ese cargo honorífico, estoy a su disposición. Ya que no otra cosa sabré siquiera redactar los protocolos en estilo medianamente castizo.
Y a propósito de plenipotenciarios. No creo hoy al doctor Alarco en condiciones de salud para el buen desempeño del cargo. Por vale una indicación me permito proponerle a Rufina Torrico. Ciertamente que no es un Talleyrand ni un Metternich ni con mucho un Bkmork; pero es amigo de nuestra causa, hombre de juicio claro y sobre todo circunspecto por carácter. Su condición de alcalde de Lima, y más que ella sus relaciones personales con Altamirano lo hacen a propósito para el cargo.
Si no conviniese nombrarme secretario, no formaría por eso capítulo de queja. Tantos alfilerazos he recibido en mi amor propio que por uno más no sangraría la herida. Para ese caso indico a usted buen secretario en la persona de Julio García Monterroso.
Por supuesto que estas no son indicaciones oficiosas; para que no emplee usted mucho tiempo en buscar hombres o nombres.

(sin firma)

1 Casó con la señorita Carmen Rey.
1 Periódico favorable a Piérola que se publicaba en Panamá.

LA TERCERA

(Recibida) Ayacucho, octubre 30/81-10 p.

Lima, setiembre 30 de 1881

Excmo. señor don Nicolás de Piérola

Mi distinguido amigo:
El sainete de la Magdalena toca a su fin, y por mucho que se afane mr. Hurlbut es impotente para prolongar la vida de ese absurdo gobierno sin gobernados. La Situación en su editorial de ayer llega hasta llamarlos pillos, hipócritas y mercaderes que negociaban ruinmente con el tesoro. Sobre este último punto empieza a descubrirse mil indignidades en los libros de la caja fiscal. Apuntaré a usted algunas. Hay una partida de 400,000 soles en gastos de palacio. Hay diputados como Manuel Marco Salazar, Pedro Mariano Rodríguez y otros, catedráticos o empleados destituidos por usted, a quienes se les ha satisfecho el año de sueldos. Hay quienes como el general Cisneros están pagados hasta diciembre de este año. En fin, la enumeración de estas miserias sería interminable. La Situación ofrece publicarlas.
Por el momento, pienso que nos convendría infinito eliminar a Hurlbut. Yo he mandado al Canal un editorial sobre su carta otro sobre el memorándum, con encargo de que se traduzcan al inglés para que los explote el New York Herald y otros periódicos de oposición. Con un poco de actividad y plata para la prensa, nuestro representante en Wáshington, señor Cabrera, puede alcanzar el relevó de ese bellaco. A Larrañaga le escribo que trabaje con ahínco sobre la prensa norteamericana para que forme atmósfera hostil al ministro yankee. No creo que sea arco de iglesia ni que cueste mucho dinero el alcanzar un buen éxito.
Los calderonianos, en su desesperada situación no saben qué decisión tomar. Calculando en la posibilidad, no remota, de que Lynch se apodere de la persona de García Calderón, piensan algunos que les convendría reunir a sus congresantes y nombrar a Montero vicepresidente. A esto se oponen los quimperistas, cuyo círculo está en mayoría sobre el de García Calderón. No acierto con el plan de Químper, y sólo sé que desarrolla gran actividad. Sus íntimos son Derteano, “el Murciélago”, los Paz-Soldán (don Mariano y Carlos), Mariano Alvarez, Pazos, Quiñones y Ulloa. Este último acaba de regresar de Huaraz, a donde fue con el pretexto de ver a un deudo enfermo; pero, en la realidad, comisionado por Químper. Hasta Recavarren pariente de García Calderón, se ha unido con Químper, el cual cuenta con algunos amigos entre los chilenos. Varios de estos concurren a su casa. No es ya García Calderón el enemigo interno a quien hay que cruzar y combatir, sino el otro prójimo. Ello antes de ocho días se aclarará o nublará el horizonte.
En cambio nuestras filas se aumentan con los arrepentidos, que son infinitos, lo que no tengo yo por una ganancia. Esa canalla nos volverá a abandonar cuando el platillo de la balanza se incline un poquito en contra nuestra. No es convicción patriótica sino conveniencia individual o logrerismo lo que guía a esos tejedores de oficio.
Suspendo aquí esta carta para continuarla mañana.
Octubre 1º
Toman consistencia las sospechas sobre conducta doble por parte de Montero. Ayer se reunieron en casa de García Calderón cuarenta o cincuenta de sus congresantes y nombraron a Montero vicepresidente. Ramón Ribeyro ha salido para Cajamarca y se dice que él será el ministro general de don Lizardo.
García Calderón ha contestado a Lynch negándole la facultad de destituirle y llamándose presidente elegido por los pueblos (!). Gálvez ha pasado también a los cuerpos diplomáticos y consular, protestando contra el procedimiento de Lynch y declarando que don Francisco no se declare sustituido por quienes crearon su gobierno.
Los ministros inglés y francés piensan en retirarse del país fastidiados de la petulancia del yankee.
El 27 desembarcaron en Paita, conducidos por el “Amazonas”, 900 hombres de infantería, 100 de caballería y cuatro piezas de artillería, con el propósito de avanzar sobre Piura. No espero que Negrón a pesar de contar con 600 hombres bien armados, les oponga resistencia.
Los periódicos alemanes se ocupan largamente sobre el embargo de los vapores “Sócrates” y “Diógenes” en el puerto de Kiel. Todos convienen en que estos buques, no son, a primera vista, buques de guerra. Carecen de Santa-Bárbara y de portas para cañones; pero sus cubiertas son de gran consistencia para resistir uno de grueso calibre, 2.000 toneladas, 290 pies de eslora, 35 de manga y 20 de puntal, quedando 16 1/2 pies bajo la línea de agua. Su andar máximun es de 13 millas. Estaban ya en aptitud de hacerse a la mar. Uno de ellos tenía ya a bordo su dotación que era de 43 hombres, de capitán a paje, como buque mercante y completaba sus víveres. Al ser detenidos no se ha encontrado en ellos pólvora ni armas. Un periódico dice que los armadores los destinaban para la trata de negros; pero los otros lo combaten. Afírmase que un viaje a Hamburgo del señor Sanz despertó sospechas sobre estos buques. Acompaño a usted tres recortes de la prensa alemana sobre el particular.
Continuaré mañana este memorándum que no es ciertamente como el de mr. Hurlbut.
Octubre, 2
Por el vapor llegado ayer de Panamá hemos recibido ejemplares de la Memoria del secretario general Larrañaga me dice lo siguiente: “Hemos realizado un milagro, sin ser santos, imprimiendo en tan corto tiempo la Memoria. Verdad que no me he parado en gastos. Por el vapor antepasado he enviado a Negrón una remesita de armas y municiones. Todo esto va agotando mi caja. Cuando escriba usted a don Nicolás háblele para que no desatienda al Canal”. Cumplo con el encargo copiándole el acápite de carta. Tengo para mí que si logramos levantar polvareda en la prensa de Estados Unidos y desquiciar a mr. Hurlbut, se deberá exclusivamente al Canal y al entusiasmo de Larrañaga. Tiene usted razón en lo que sobre él me ha dicho: “es un gran patriota y un corazón de oro”.
Como hoy debe salir un expreso conduciendo correspondencia para usted pongo punto final a ésta.

Hasta la semana próxima.

(sin firma)

LA TERCERA 1

Sirius, Lettre 5/81

(Recibida) Ayacucho, setiembre 24/81

Lima, setiembre 4 de 1881

Excmo. señor don Nicolás de Piérola

Ayacucho

Mi distinguido amigo:
Verdadera sorpresa he recibido al ver comprendido a nuestro ami­go don Pedro Tirso Valdez entre los malos patriotas del departamen­to de Tea, y que por ello se le impone una contribución de 6.000 so­les de plata.
Supongo que sufrió extravío una carta que escribí a usted hace tres meses, dándole cuenta de los procedimientos de Valdez. Este caballero ligado de antiguo a nuestra causa, se negó a formar parte del congreso chorrillano, y en este sentido contestó las notas que le dirigieron conminándolo. A última hora, y cuando ya tenían quorum, acordamos en un círculo de amigos de usted obligar a Valdez a que concurriese, pues nos era indispensable tener un íntimo nuestro en el seno de esa gente. Mucho se resistió Valdez a complacernos; pero al cabo, lo hicimos ceder. Por él estábamos al corriente de todo, y son de positiva importancia para nuestra causa los servicios que ha prestado.
¿Cree usted justo que sufra hoy en su lealtad como patriota en sus intereses, sólo por haberse comprometido en servicio de nues­tra causa, aunque ostensiblemente no apareciera ayudándonos? Dejo la respuesta a la sensatez y al carácter justiciero de usted persuadi­do de que, al encontrar fundada esta, ordenará al prefecto coronel Mas suspenda sus procedimientos contra Valdez.
Ayer escribí a usted, y largo, sobre política general. Hoy sólo pue­do añadirle que el ministro Hurlbut dice a cuantos lo visitan que es­tá persuadido de que la paz se celebrará sin cesión de territorio. Abun­da la gente candorosa que pretende sacar de aquí consecuencias fa­vorables para los hombres de la Magdalena.

Hasta muy próxima oportunidad se despide de usted. Su amigo afectísimo.

HIRAM

LA TERCERA


Cartas de P. Lettre 22/81

(Recibida) Ayacucho, setiembre 29/81

Lima, setiembre 21 de 1881

Excmo. señor don Nicolás de Piérola

Mi distinguido amigo:
Esta mañana recibí su muy estimable del 24 de agosto. Correos y telegramas, en nuestra tierra como en España, van a paso de tortuga.
La gran novedad de la semana es la insigne bellaquería del ministro yankee. Sobre ella hablo largamente a Aurelio García en la que, abiertamente, le incluyo, rogando a usted que la lea, pues así me evita repetirle lo mismo en esta.
No sé si habrá llegado ya a manos de usted una que le dirigí hará quince días, y en la cual le relataba un romance. Pues, amigo mío, el romance pica en historia. He leído algo como memorándum que Hurlbut le pasa a Lynch. Consigna allí exactamente las mismas declaraciones de que habla el romance: esto es, que los Estados Unidos no consentirán un tratado con desmembración de territorio. No me ha sido posible conseguir copia de ese memorándum; pero no desespero de obtenerla en breve para remitírsela a usted.
El hecho en que usted y yo y todos los peruanos hemos vivido hasta aquí en la errada creencia de que el Perú era nación independiente y soberana. Pues, señor mío, tenemos tutor y ¡qué tutor! mr. Hurlbut es el encargado para ponernos las peras a cuarto y hacernos entrar en vereda.
Tiene usted razón de sobra cuando me habla en su carta de la escasez de hombres útiles. Tuvimos como representante del Perú en Washington a un pazguato que, a las primeras de cambio, desertó de su puesto; y a esa deserción debemos en mucho el reconocimiento que hizo Christiancy, y el nombramiento de Hurlbut, y las dificultades con que lucha Cabrera, y Dios sabe todo lo que la conducta vergonzante de nuestro encargado de negocios tiene aún que dar motivo.
Con el advenimiento al poder de Santa María y su ministro Balmaceda, veo que la situación se complica desventajosamente para nosotros. Chile embromará todo lo que pueda para no ceder a la presión norteamericana, pero, al fin, tiene que adoptar un partido. ¿Será este eliminar a García Calderón para decir que no tiene en Lima gobierno con quién entenderse? Empiezo a dudarlo. ¿Por qué? Mi respuesta va a ser digresión.
Don José María Químper escribió hace dos meses una carta a Salita María, de quien es amigo personal, desde la dictadura de Prado en 1865, diciéndole que con motivo del Manifiesto estaba seguro de ser perseguido por usted, que pensaba realizar sus bienes e irse al extranjero, y que le pedía consejo. Santa María le contestó que estuviese tranquilo, que nada vendiese, que la paz se haría y que ayudase a Calderón. Químper no hace un misterio de esta carta y la muestra a todo el mundo. Yo no la he leído, pues desde 1866 no cambio ni un saludo con ese señor; pero encargué a un amigo que averiguase la verdad y ella es la que refiero a usted.
Excepcionalísimo pueblo es el nuestro. En cualquiera otro la carta de Hurlbut habría sublevado no diré el espíritu de nacionalismo sino el amor propio. Aquí hay una mayoría de necios, que no ven más allá de sus narices, y que dan a esa carta libelo una significación e importancia que, debo yo ser un burro de albarda, pues no alcanzo a encontrársela. Deducen esos pobres de alcances que García Calderón está de plácemes, y nosotros de capa caída. Y lo grave es que, con la perspectiva de paz, van los magdalenos conquistando prosélitos en Lima.
Hoy somos mayoría y mayoría inmensa, abrumadora. Pero tan voltario es el pueblo, se enfría tan fácilmente su entusiasmo, y es tan hacedero corromper hombres, que si no procedemos con actividad cerremos el peligro de dar triunfo definitivo a la argolla.
No me creo competente para dar a usted un consejo; pero no tome usted como tal lo que voy a decirle sino como ideas de un extravagante, que ama a su patria y que es leal y abnegado amigo de usted tanto como execrador de la infame argolla.
Me gustan mucho los golpes de teatro, acaso por lo que tuve o tengo aún de soñador y poeta. No sé los elementos de que usted dispone, ni si cuenta con ejército suficiente para emprender, sin pérdida de minuto, campaña sobre Lima; pero campaña rápida, activísima y que, si Dios no sigue abandonándonos, le permita a usted estar en la capital antes de un mes. La fracción anarquista liaría bártulos y Chile, fatigado ya de la lucha, no tendría más que hacer que pensar seriamente en la paz. Repito que ignoro si dispone usted de lo preciso para batir los siete u ocho mil hombres que, a mediados de octubre, podrían presentar los chilenos en línea de batalla.
Si Santa María decide, como lo aconseja la prensa de Valparaíso, la ocupación indefinida de Lima, se hace indispensable destruir el pequeño ejército de hoy antes de que él pueda enviar refuerzos. Paréceme que hay indiscutible conveniencia en tentar por nuestra parte un golpe de fortuna, pronto, muy pronto, en todo octubre. Una victoria, cueste lo que costare, y el porvenir es nuestro. El éxito inmediato aniquilará por completo la pretenciosa soberbia del yankee, y dará a usted envidiable popularidad. Lo que no podamos obtener en octubre, tengo por dificilísimo que lo logremos más tarde.
No sé si me he explicado con claridad; pero usted no necesita que le pongan los puntos sobre las íes. Apunto una idea, toca a usted comentarla. O me equivoco mucho o una acción de guerra, antes de que Chile haya podido entrar en negociaciones con los de Magdalena sería para estos el golpe de gracia. Basta sobre este tema.
Veo por la carta de usted que, probablemente, algunas de las mías han sufrido extravío y no han llegado a su poder. Sólo así puedo explicarme las palabras de usted relativas a mi diputación por una de las provincias de Loreto. Por abril o mayo escribí a usted diciéndole que algunos amigos pensaban en exhibir mi candidatura; pero que yo no quería exponerme a una derrota ridícula y que aceptaba en caso de ser mi candidatura la oficial. En consecuencia pedí a usted que, si le convenía el que yo fuera miembro de la asamblea, me recomendaría al prefecto. Pasaron los meses y cuando yo descansaba en la seguridad del triunfo, esperando sólo las actas (haciendo sacrificios a pesar de lo estrecho de mis finanzas en la actualidad) para encaminarme a Ayacucho, recibí cartas en que participaban mis amigos que conforme a mis instrucciones, no me habían exhibido porque los candidatos oficiales eran los señores Secada y Astete (hoy comensal asiduo de Químper). A usted le constaba que estos señores fueron calificados por la asamblea y que, por consiguiente, no tenía yo actas con qué presentarme. Por eso me explico menos que, como usted me lo dice, se hubiera opuesto cuando se trató de darme lugar en una de las representaciones vacantes. No era ciertamente razón la de que no me hallaba presente para concurrir en el acto a las sesiones; pues pasan de diez los propietarios que en la asamblea fueron remplazados por los suplentes. Al ser llamado, indudablemente que habría emprendido el viaje. Todos los hombres tenemos un lado pantorrillesco y el mío es la altivez. Por eso cuando Peña, Pastor y otros amigos me preguntaron en Lima el por qué no iba con ellos a la asamblea, les contesté que porque mi candidatura no era la oficial y porque repugnaba a mi carácter ir a hacer el papel de mendigo de diputación.
Si he tocado este punto, en que el amigo se queja francamente del amigo, es porque consagra usted a él un acápite en su carta. Yo, mi querido don Nicolás, soy amigo barato. A usted le consta que durante la dictadura sólo pretendí un título colorado, el de subdirector de la biblioteca, que lo pretendí hasta cierto punto por razones de amor propio, que el señor don Federico Panizo me desairó como Inepto o algo peor, que yo retiré la pretensión para evitarle un desacuerdo, por ligero que este fuese, con su secretario de instrucción, que, al fin, como resultado del encuentro casual que en Miraflores vivimos, llegó a hacerme el nombramiento en noviembre de 1880, esto es, tres meses antes de la batalla. Perdone usted que haya gastado tinta hablándole de mi persona y de quisquillas que usted sabrá calificar como arranques de dignidad o como frutos de exagerado amor propio. Quiero que usted se persuada de que, entre sus amigos, seré siempre uno de los más leales y, ainda mais, el más barato. Pelillos al agua.
El 18 de setiembre, contra lo que se esperaba, ha pasado sin que los chilenos den escándalo grave. Lo han festejado encerrados en sus cuarteles.
En cuanto a los 40 millones billetes, nada se sabe de cierto. Dicen que mr. Brent trajo por valor de ocho millones; pero a mí se me antoja no creerlo. Tengo motivos para presumir que si vienen sería por el primer vapor de octubre, y entrarán en Lima como de contrabando. De otra manera, Lynch les echaría la zarpa encima.
Largo he plumeado esta noche, y pongo punto hasta próxima oportunidad.
Siempre muy suyo.

PALMA

Por el vapor de mañana enviaré la de usted a Polo. Me alegro de que le haya usted escrito. Eso le dará bríos, pues adquirirá la certidumbre de que sus esfuerzos son apreciados por usted. El Canal sigue vigoroso.

Manuel Irigoyen, emisario enviado por G. Calderón cerca de Montero a Cajamarca, está ya de regreso. Nada ha conseguido.

LA TERCERA

V. de P. Lettre 3/81

(Recibida) Ayacucho, setiembre 24/81

Lima, setiembre 3 de 1881

Ayacucho

Excmo. señor don Nicolás de Piérola

Mi distinguida amigo:
¿Le gustan a usted los romances? ¿Que sí? Pues voy a contarle uno por el estilo de los de Emilio Zolá, realismo puro.
Es la noche del 26 de agosto. Lugar de la escena un salón de baile. Lujo a lo Enrique Meiggs. Concurrencia de gente comme il faut. Los demás accesorios, pídalos usted a su fantasía.
Dos retoños de mr. Watson, dos perlas angloamericanas se unen en matrimonio con dos hijos de la rubia Albión, dependientes de la casa Graham Rowe, cuyo jefe mr. Haccawley es el Júpiter de la bolsa limeña. El hace la lluvia y el buen tiempo, en materia de cam­bio o giro de letras. Amanece Maccawley con la vena gruesa y el cambio se pone a 2 5/8 peniques. Hoy por ejemplo, se ha levantado de buen humor, y el cambio está a 3 peniques, y los incas se cotizan a 29 soles billetes, y el sol de plata (que estaba hasta el 30 a 15.80) se cotizan ahora a 15.40.
El pastor protestante lee los versículos sacramentales y declara que las dos parejas quedan tan unidas como los pies de Cristo.
Suenan las teclas del piano y la gente joven se lanza al cotillón. Los hombres graves se dividen en grupos. En uno, los mercachifles discurren sobre la alza y la baja; y en otro, se charla sobre política.
En el segundo grupo se encuentra don Patricio Lynch.
-Pues no le quede duda mi general -dice alguien que se pre­cia de saberlo todo- el ministro norteamericano hará cejar a Chile en sus pretensiones sobre Tarapacá, y la paz se hará sin cesión de territorio o tendrá Chile la de Dios es Cristo con los Estados Unidos.
Lynch se sonríe con aire socarrón y dice:
- Palabrería, amigo. Los yankees no se meten donde no se les llama, y nos dejarán hacer mangas y capirotes de esta tierra de pa­pilla. No crea usted en cuentos de brujas.
En otro grupo, el general Hurlbut informa a sus amigos sobre el último cablegrama en que se le anuncia que al presidente Gar­field se le ha complicado el mal con una peritonitis aguda, que es­tá entre si se larga o no se larga para el otro barrio, y que se presu­me que en el asesinato ha mediado interés político de los partidarios de Grant a cuyo círculo pertenece el vicepresidente.
Acercásele un oficioso y refiérele lo que acaba de oír a don Pa­tricio.
- Pues dígale de mi parte a mr. Lynch -contesta el diplomáti­co- que me vea mañana y sabrá a qué atenerse.
Y aquí da fin el primer tomo del romance.
En el segundo volumen refiere el novelista la conversación en casa de Hurlbut. En resumen dijo el ministro: “Chile principió su cuestión con Bolivia por materia de centavitos, y luego se le antojó el reclamar derechos sobre una porción del litoral boliviano. Eso es de fácil solución. Con reales cédulas y pergaminos que escriban ambas partes, se puede saltar el barranco. Metióse luego el Perú en la danza, y Chile le declaró la guerra sin hablar de pretensiones al litoral peruano. Con las primeras fáciles victorias se le despertó a Chile el apetito, y desde entonces empezó a acariciar la idea de que­darse con Tarapacá cuya riqueza representa cuatrocientos millones de libras esterlinas. Ahora bien, mi gobierno me ha ordenado oponerme a la desmembración del Perú y así lo habrá notificado ya en Santia­go mi colega Kilpatrick.
Añade el autor que Hurlbut, habló también de que el gabinete de Washington estaba decidido a ejercer una presión amistosa (como yo no soy diplomático, ni los entiendo, ni hace maldita la falta, me quedo en ayunas sobre lo que significará esto de presión amistosa. Su­pongo que será algún nuevo guiso de la cocina yankee).
Y hasta aquí llega el romance.
Pero amaneció el 1° de setiembre, y los calderonianos se echa­ron a contarlo por calles y plazas, batieron palmas, y hasta mejoró notablemente el cambio. Por vía de epílogo mostraban un discurso del diputado Balmaceda publicado en La Situación de ese día, y en el cual ese honorable chileno trata a García Calderón más caritati­vamente que Errázuriz y Lira. Deducían el epílogo que, antes de quince días, la farsa de la Magdalena será reconocida por los hom­bres de la Moneda.
Dejo al criterio de mi lector ilustrado hacer los comentarios que el romance pide. Yo lleno concienzudamente mi tarea haciendo el extracto de la obra.
A otra cosa. Hemos ganado con el cambio de ministerio en Bo­livia. Ese señor Núñez del Prado cambiaba cartitas y piropos con Manuel María Gálvez, piropos que a este niño se le convertían en sustancia. Gálvez leyó una de sus cartas en una sesión secreta del congreso chorrillano. Verdad que en esta carta no había nada que mereciera la importancia que le quería atribuir el cartulario de rela­ciones exteriores.
Tiene a usted a don Dionisio Derteano muy resfriado con García Calderón y comiendo de un confite con don José María Químper. Es seguro que algún pastel condimentan. Junta de rabadanes... malun­tur. Por el momento no se habla ya de la proyectada junta de go­bierno con Químper, Montero o Iglesias y César Canevaro. Parece que los de Cajamarca se indignaron con la propuesta.
Espero que la asamblea se manejará con energía dictando una ley penal contra los firmadores de actas achilenadas, y contra los grandísimos ladrones de la junta de vigilancia o emisora de billetes y contra los malos magistrados y desleales empleados que asistieron a la inauguración del congreso chorrillano. Y espero más, que habrá la suficiente voluntad para llevar esa ley a la práctica y que no que­de escrita únicamente sobre el papel. Si la asamblea la echa de generosa y contemporizadora, digo a usted, señor mío, que nos parte por el eje. No hay clemencia posible con ese grupo de traidores a la patria. Basta. No quiero fastidiar a usted con este tema. Harto he abusado de su indulgencia en otras epístolas.
Y a propósito. Ignoro si todas mis cartas han llegado a sus ma­nos; pues desde abril no he vuelto a recibir carta de usted. Cuando pueda usted disponer de cinco minutos le estimaré me los consagre únicamente para acusarme recibo e impartirme sus órdenes.
Hasta la próxima semana, si hubiere material y Dios y los ene­migos lo permiten.
Siempre suyo afectísimo.

(sin firma)

LA TERCERA

(Recibida) Ayacucho, agosto 14/81

Somos agosto 4. Ninguna de usted tengo a la vista para contestar. De acuerdo con el señor Arenas escribí a Chile una larga carta, exponiendo la verdadera situación del Perú, y acabo de recibir la siguiente contestación, que íntegra copio a usted: “Mi estimado amigo. Oportunamente recibí la interesante carta que usted ha tenido la amabilidad de escribirme con fecha 25 del mes pasado; y ella me ha sido muy grata por venir de un antiguo y sincero amigo. No hay en Chile una sola persona que no haya lamentado la desgraciada guerra que existe con el Perú y Bolivia, y que no desee que tenga el más próximo término. Han llegado sin embargo los sucesos a un extremo tal que no depende de nosotros el ajustar la paz. Usted se empeña en demostrarme la ninguna fuerza moral que tendrían los arreglos que hagamos con el gobierno del doctor García Calderón y con el congreso ordinario que él ha convocado. Ello puede ser muy cierto, pero y ¿cómo nos entenderemos con el señor don Piérola? Los actos de un dictador, no tienen por general, consistencia en ningún país, y tanto más en el caso presente, cuanto, según el manifiesto de mi amigo el señor don Químper, Piérola ha gastado en un año de dictadura la enorme suma de Lbs. 380,494.203 de que tendrá que dar cuenta estrecha. Nosotros habiendo tenido que hacer dobles gastos para llevar una guerra colosal fuera de nuestro territorio, sólo hemos gastado 50.000.000 pesos en papel. Pero el principal inconveniente que hay para entendemos con Piérola consiste en que este no quiere admitir las consecuencias de la guerra, ni quiere hablar de paz. Prueba de ello es lo que sucede actualmente en Arequipa. Estamos, amigo mío, en un callejón sin salida. Nuestra ocupación tiene que prolongarse a costa de ustedes, mientras no encontremos un gobierno serio con quien ajustar una paz sólida y duradera. Cree usted que ese gobierno no es el del doctor García Calderón, pero tampoco el del doctor Piérola se presta a ello, porque proclama a todos los vientos la guerra santa y eterna. ¿Qué hacer? Esta situación es insostenible, y es preciso que los peruanos patriotas como usted, busquen los medios de proporcionarnos con quien tratar bajo las bases que fluyen naturalmente de la situación respectiva de ambos países. He hablado a usted con la franqueza propia de nuestra amistad. Si con ello he podido mortificar las susceptibilidades de su patriotismo, le pido mil perdones, y le suplico que cuente siempre con su antiguo y verdadero amigo”.
Alejandro Reyes que es actualmente presidente del senado de Chile.
Aquí como ya sabrá usted nada se hace pues la ley del congreso para que se haga la paz con Chile con arreglo a la constitución es una farsa. Manuel María Valle y Torero fueron en comisión a ver a García Calderón para que presentara al congreso una propuesta haciendo general a César Canevaro. Calderón se negó y entonces tuvo Valle el descomedimiento de decir que sin propuesta lo haría general el congreso. A consecuencia se ha publicado en El Orden un editorial atribuido al mismo Calderón, en que se hace ver lo inoportuno de tal medida, cuando el congreso sólo debía ocuparse de la vital cuestión de guerra o paz con Chile. Ese editorial entiendo que ha silenciado las pretensiones de Canevaro.

SIRIUS.
El señor Arenas ha perdido a su hija Carmen de 20 años, y además tiene muy enfermos a dos de sus hijos: a pesar de tantas aflicciones ha cumplido todos sus encargos, y escribirá a usted largamente.

LA TERCERA

(Recibida) Ayacucho, setiembre 16/81

Lima, agosto 14 de 1881

Excmo. señor don Nicolás de Piérola Ayacucho

Mi distinguido amigo:
Mil felicitaciones por su mensaje, irreprochable en la forma y vigoroso en el fondo. Ese documento es tal como yo lo deseaba, para honra de usted y de la causa que representa. Ha logrado usted en él vencer a sí propio ahogando ciertos arranques que, aunque naturales, se habían prestado a la crítica. Hay altura, a la vez que leal franqueza en el mensaje.
Yo que no soy lisonjero, y que no pocos documentos le he censurado, le declaro que de cuantos han brotado de su pluma es el mensaje que más me ha complacido. ¡Y cuenta! que suelo pecar de exigente.
El mensaje ha caído como una bomba de a 500 en medio del círculo calderoniano. Esa gente empieza a gritar ¡sálvese quien pueda! Tres diputados (Iturregue, José María González y Estanislao Flores) han desertado ayer, y marchádose a sus provincias. Otros se prepararon para tomar el tole en esta semana. La farsa de la Magdalena está amenazada de concluir por consunción en lo que resta del mes. Los civilistas más recalcitrantes confiesan ya sin embozo que su causa está definitivamente perdida.
García Calderón hará esfuerzos desesperados por conservarse, tolerado por los chilenos, hasta mediados de setiembre, en que regresará de Estados Unidos don Enrique Brent que marchó por el último vapor de julio con el encargo de apurar el grabado de billetes. El 12 partió Prevost para Panamá con la comisión de allanar cualquier tropiezo que pudiera presentarse en el istmo para el rápido trasporte de los billetes. Dar la última mano a la cuestión conversión de incas es la única aspiración de García Calderón y de su camarilla de mercachifles políticos. No creo que la asamblea ni usted se desentiendan de este asunto; pues no es arco de iglesia el dictar una ley o un decreto que cruce la operación.
Tenemos una cuadrilla de bandoleros mejor organizada que la de los Abruzzos o de Sierra Morena. Esa cuadrilla es la junta de vigilancia o de emisión. Si cuando vuelva usted a Lima no planta un par de horcas en la plaza Mayor para el director La Fuente y el secretario Cantuarias, diré que le falta a usted ñeque para moralizador. En cuanto a los cinco vocales de la cuadrilla, el que menos merece una celda en el panóptico. Llegará día en que, examinando el libro de actas, se quede usted absorto ante el impudor y torpeza de esa canalla que no ha sabido ni borrar las huellas de sus robos y falsificaciones. Todos están con la maleta lista para abandonar el país, tan luego como el aliado chileno les retire su protección. Los que tienen propiedades en Lima, temerosos de que usted les ajuste las clavijas y les confisque sus bienes, han simulado traspasos y escrituras de ventas a casas europeas. ¡Quién sabe si un decreto, ligeramente terrorífico, sería aún oportuno y los detendría para no autorizar con su firma la circulación de los nuevos y tan esperados billetes de 500 y 100 soles de la futura emisión! Ello, en este particular, sabrá usted lo que conviene hacer. Lo único que yo sé es que, procediendo con patriotismo, no puede usted dejar sin castigo que ejemplarice a tan descarados ladrones.
Veo que es usted verdaderamente feliz, pues sin provocar grave escándalo, los mismos vocales de la suprema y algunos de la superior, en Lima y Trujillo, le han dado legal y justo y patriótico motivo para que alcance usted de la asamblea la reforma del poder judicial. Traidores y architraidores a la patria son los magistrados que han reconocido a un gobernante impuesto por las bayonetas invasoras.
Ridícula y risible sería para mí una de esas leyecitas (que con frecuencia se han dictado entre nosotros) ofreciendo garantías o indulgencia y absolución plenaria a los que en plazo más o menos corto se arrepientan de su pecado mortal. Basta con el decreto que dio usted llamándolos al arrepentimiento, decreto que provocó risas y burlas de los civilistas, mientras lo creyeron a usted débil y abandonado de la mano de Dios y de los hombres. Hoy toda generosidad sería cobarde e inmoral. Acepto la generosidad con el adversario político, cuando se trata de cuestión doméstica. Un hombre, con la mayor buena fe y abundando en patriotismo, puede extraviarse y ser apóstol o soldado de mala causa y de peor doctrina. Pero no cabe extravío, ni error, ni alucinación en quienes por odio al jefe del estado, se convierten en aliados del enemigo de la patria.
Ojalá que la convicción de usted sea como la del poeta egoísta del Hamlet - To be or not to be. O destruir para siempre la argolla a que ella nos aniquile de una vez. Las contemporizaciones nos han sido funestas. Es necesario que los notables que crearon en carnaval el fantasma de la Magdalena, y los apócrifos congresantes de Chorrillos vivan por algunos años errantes, como los hijos de Israel, y lejos de esta patria cuya honra e independencia quisieron vender al invasor chileno. Afortunadamente el número de malos peruanos es reducido, y la cifra de los que se han hecho merecedores de severo castigo no es para hacer vacilar la energía de un mandatario. Con seis horcas para media docena de ladrones, seis banquillos para otros tantos traidores y doscientos destierros, quedaría el país como una balsa de aceite. ¿Sería una extravagancia mía? Pues ríase usted de ella y deje en paz a los Benavides, Sánchez, Muñoz, Fuentes, Forero, Luna, Derteano, Quiñones, Salazar, Camilo Carrillo y tantos otros. Ya saldría usted lucida con su romancesca generosidad.
Basta de charla por esta noche. Tomé la pluma sólo para felicitarlo por su mensaje, y sin sentir la he dejado correr y estampar acaso inconveniencias terroristas. A los alacranes se les arranca el aguijón para que no piquen, y alacranes muy ponzoñosos son los civilistas. De eso tiene usted amarguísima experiencia. Si esta vez, pudiendo y debiendo hacerlo, les deja el aguijón, ya aprovecharán ellos oportunidad para herirlo a usted de muerte. Que Dios fortifique cada día más el espíritu de usted. Son los deseos de su amigo afectísimo.

(Sin firma)

LA TERCERA

(Recibida) Lima, octubre 23/81-4 p.

Lima, agosto 12 de 1881.

Excmo. señor don Nicolás de Piérola.

Mi distinguido amigo:
Vivimos aquí en el Limbo respecto de lo que sucede en Ayacu­cho. Las últimas noticias que de allá hemos tenido alcanzan hasta el 23 de julio. No hay ni bolas ayacuchanas.
Ignoro si han llegado a manos de usted mis diversas cartas quin­cenales, que de corresponsal exacto me precio. En algunas de ellas me permití hacerle indicaciones, en mi concepto, de importancia.
Suponiendo instalada ya la asamblea, esperarnos con ansia el mensaje de usted. Ese documento está llamado a dar el golpe de gracia a la farsa argollera.
Federico me escribe de Panamá avisándome que Lewis trata de dirigir a usted una carta con el propósito de obtener una respuesta que lo vindique de las graves acusaciones que sobre él pesan. Para que si tal sucediere no sea sorprendida la caballeresca generosidad de usted (como sucedió con la carta a Tenaud) debo advertirle que a Lewis, más que a Prevost, se debe el que García Calderón haya re­cibido los once millones billetes, de los que tres le han servido para prolongar hasta ahora la vida de su irrisorio gobierno. Añadiré a us­ted que Lewis ha sido el agasajador en Panamá de los ministros chilenos Astaburuaga, Soffia y Marcial Martínez, y que hoy mismo vi­ve en estrecha intimidad con don Tomas Lama quien, después de haber comprometido al general Guardia, presidente de Costa Rica, para que reconozca como gobierno al de la Magdalena, se ha esta­blecido en el istmo investido por García Calderón con el carácter de agente privado o espía. Por él se ha sabido que soy yo el correspon­sal en Lima del Canal, lo que me acarreó una retahila de injurias editoriales en el Orden, del día 4 y amagos de persecución chilena que, gracias a la influencia de un amigo europeo, ha cesado ya.
Los atentados de la soldadesca, y aun de la oficialidad chilena, no tienen límite. Después de las siete de la noche, todo el que sale a la calle es robado y ultrajado. El día 5, a las ocho de la noche, iba el ministro inglés Spencer Saint John, por Mercaderes cuando fue agredido por un oficial borracho al que logró desarmar. Al día si­guiente, muchos chilenos se empeñaron con Saint John para que no levantase polvareda por el atentado, y el ministro tuvo a bien ceder.
En punto a negociaciones de paz, así García Calderón como su ministro Gálvez siguen embaucando a los tontos. Tienen frecuentes conciliábulos con Godoy, sin conseguir hasta ahora que Chile acce­da a reconocerlos como gobierno. La prueba es que no ha nombrado todavía plenipotenciarios, cargos para los que se dice que están desig­nados Forero y Ramón Ribeyro. Los congresantes de Chorrillos, que traslucen lo que pasa entre Calderón y Godoy, resolvieron en la se­sión del día 6 irse a sus casas dando antes un manifiesto a la nación. Forero, Alejandro Arenas y Augusto Rodríguez son los encargados de escribirlo. Hasta mañana 13 no volverá a reunirse el congreso para ocuparse de discutir el manifiesto. En la cámara de diputados Cé­sar Canevaro, aspirante a generalato, está a la cabeza de un circulito que ha entrado en abierta pugna con el presidente de la Magdalena. Es punto decidido que el congreso chorrillano se clausurará dentro de doce días, es decir, el 24, y se clausurará dando una gran campana­da. En cuanto a García Calderón no se dará por notificado has­ta mediados de setiembre, esto es cuando haya redondeado el nego­cio Incas. Presumo que a la fecha habrá usted dictado alguna dispo­sición para que esos 40 millones billetes que se esperan de Nueva York no tengan curso legal.
Supongo a usted minuciosamente informado del objeto que ha llevado, hace un mes, a Chile a mr. Ford, jefe de la casa Dreyfus en Lima. Quince días antes lo precedió el chileno Rivadeneyra quien dirigió, desde Santiago, un cablegrama a Ford llamándolo, y este se puso en viaje sin perder minuto. La casa Dreyfus ha hecho al go­bierno de Chile propuestas sobre los negociados huano y salitre, ofreciendo adelantos. Algo sobre la indigna conducta de esa casa he leí­do en un periódico de Valparaíso.
Creo firmemente que Chile no tratará con García Calderón y que no pasarán muchos días sin que, sirviendo de intermediario el minis­tro Hurlbut, le abran a usted campo para entablar negociaciones.
De crónica político-doméstica poco tengo que noticiarle. El ma­trimonio de García Calderón se ha aplazado para octubre. El 8 se verificó el enlace de don Carlos Prevost con Teresita Orbegozo. Y voilá tout.
Luis Cisneros se ha marchado a Europa con su familia. En su visita de despedida me dijo que se iba convencido de que García Cal­derón no podía subsistir hasta octubre como gobierno, que veía venir la tempestad sobre los que, como él, contribuyeron activamente a la formación del gobierno de la Magdalena, y que para que no le to­case el chubasco prefería irse con tiempo al extranjero. Hoy el nú­mero de los arrepentidos es infinito, como el de los necios de que habla el clásico latino (numerus stultorum, etc.).
Don José de la Riva-Agüero queda moribundo y ha sido ya sa­cramentado. Padece de hipertrofia.
Tanto he predicado a usted en mis anteriores sobre la necesidad patriótica de destruir todos los anillos de ese boa constrictor que se llama argolla, que temo fastidiarlo machacando sobre el mismo te­ma. Basta de generosidad y contemplaciones, mi don Nicolás. La lu­cha entre la argolla y nosotros es la lucha a muerte. O ellos o noso­tros. Si no los anonada y destruye en esta vez, volverán a la palestra con mayores bríos y entonces ¡ay de nosotros! No nos darán cuartel. Y lo peor es que habremos merecido nuestra suerte por... candorosos.
Esperando tener noticias de usted, en dos o tres días más, le es­trecha cordialmente la mano

Su amigo afectísimo

R. P.