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La inmoralidad se volvió una práctica corriente a todo nivel. El ministro de economía publicaba avisos pagados en los diarios con ataques contra el candidato presidencial en los que, además, se hacían falsas revelaciones sobre su situación tributaria. Es decir, los diarios recibían el subsidio de los anuncios contratados, y al mismo tiempo estos avisos hacían eco, en perfecta carambola, de las calumnias que las primeras proferían. Todo ello con la rúbrica del Misterio de Economía. En muchos casos nadie avalaba los avisos en abierta violación de la ley.
Existían también en la prensa escrita las revistas del lunes, Oiga, Sí y Caretas. Oiga era una revista amiga… (…)
Alvaro Vargas Llosa – El diablo en campaña – Págs. 53 y 54.