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DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA

DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA
FRANCISCO IGARTUA CON DORIS GIBSON, PIEZA CLAVE EN LA FUNDACION DE OIGA, EN 1950 CONFUNDARIAN CARETAS.

«También la providencia fue bondadosa conmigo, al haberme permitido -poniendo a parte estos años que acabo de relatar- escribir siempre en periódicos de mi propiedad, sin atadura alguna, tomando los riesgos y las decisiones dictadas por mi conciencia en el tono en que se me iba la pluma, no siempre dentro de la mesura que tanto gusta a la gente limeña. Fundé Caretas y Oiga, aunque ésta tuvo un primer nacimiento en noviembre de 1948, ocasión en la que también conté con la ayuda decisiva de Doris Gibson, mi socia, mi colaboradora, mi compañera, mi sostén en Caretas, que apareció el año 50. Pero éste es asunto que he tocado ampliamente en un ensayo sobre la prensa revisteril que publiqué años atrás y que, quién sabe, reaparezca en esta edición con algunas enmiendas y añadiduras». FRANCISCO IGARTUA - «ANDANZAS DE UN PERIODISTA MÁS DE 50 AÑOS DE LUCHA EN EL PERÚ - OIGA 9 DE NOVIEMBRE DE 1992»

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«Cierra Oiga para no prostituir sus banderas, o sea sus ideales que fueron y son de los peruanos amantes de las libertades cívicas, de la democracia y de la tolerancia, aunque seamos intolerantes contra la corrupción, con el juego sucio de los gobernantes y de sus autoridades. El pecado de la revista, su pecado mayor, fue quien sabe ser intransigente con su verdad» FRANCISCO IGARTUA – «ADIÓS CON LA SATISFACCIÓN DE NO HABER CLAUDICADO», EDITORIAL «ADIÓS AMIGOS Y ENEMIGOS», OIGA 5 DE SEPTIEMBRE DE 1995

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LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

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UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

«Siendo la paz el más difícil y, a la vez, el supremo anhelo de los pueblos, las delegaciones presentes en este Segundo Congreso de las Colectividades Vascas, con la serena perspectiva que da la distancia, respaldan a la sociedad vasca, al Gobierno de Euskadi y a las demás instituciones vascas en su empeño por llevar adelante el proceso de paz ya iniciado y en el que todos estamos comprometidos.» FRANCISCO IGARTUA - TEXTO SOMETIDO A LA APROBACION DE LA ASAMBLEA Y QUE FUE APROBADO POR UNANIMIDAD - VITORIA-GASTEIZ, 27 DE OCTUBRE DE 1999.

«Muchos más ejemplos del particularismo vasco, de la identidad euskaldun, se pueden extraer de la lectura de estos ajados documentos americanos, pero el espacio, tirano del periodismo, me obliga a concluir y lo hago con un reclamo cara al futuro. Identidad significa afirmación de lo propio y no agresión a la otredad, afirmación actualizada-repito actualizada- de tradiciones que enriquecen la salud de los pueblos y naciones y las pluralidades del ser humano. No se hace patria odiando a los otros, cerrándonos, sino integrando al sentir, a la vivencia de la comunidad euskaldun, la pluralidad del ser vasco. Por ejemplo, asumiendo como propio -porque lo es- el pensamiento de las grandes personalidades vascas, incluido el de los que han sido reacios al Bizcaitarrismo como es el caso de Unamuno, Baroja, Maeztu, figuras universales y profundamente vascas, tanto que don Miguel se preciaba de serlo afirmando «y yo lo soy puro, por los dieciséis costados». Lo decía con el mismo espíritu con el que los vascos en 1612, comenzaban a reunirse en Euskaletxeak aquí en América» - FRANCISCO IGARTUA - AMERICA Y LAS EUSKALETXEAK - EUSKONEWS & MEDIA 72.ZBK 24-31 DE MARZO 2000

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Mostrando entradas con la etiqueta mario vargas llosa. Mostrar todas las entradas
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lunes, 26 de enero de 2015

AMADOR GARCÍA













































Señores:

No voy a participar en este acto echando leña en la hoguera del odio, no vengo a azuzar bajas pasiones ni a extraer provecho político de los cadáveres aquí presentes. La descomunal dimensión de la tragedia que nos enluta obliga a la meditación y al respeto; no al grito ni a la destemplanza. Vengo simplemente a rendir homenaje a un hombre sencillo, bueno, a un periodista arrojado, que amaba a su profesión y la vida, que sabia sonreír y también ponerse tenso, con el ojo en el visor, para captar la actualidad; vengo a rendir homenaje y a darle un adiós fraterno a Amador García y a sus compañeros de infortunio, caídos como mártires en las frías alturas del Ande, pagando con su vida el descubrimiento de una desgarradora verdad: el rostro del Perú olvidado tiene también ángulos de horror, de crueldad e incivilidad de los que todos somos responsables.

Descansa en paz Amador García

Descansen en paz todos los colegas que le acompañan en la muerte.


Publicado en OIGA, 7 de febrero de 1983. Mensaje de despedida a Amador García, reportero grafico de OIGA, y sus compañeros de infortunio de la masacre de Uchuraccay (26 de enero de 1983) que Francisco Igartua no pudo leer en el cementerio porque la turba de la ultraizquierda imposibilitaba toda palabra reverente.

Edición y Compilación: Jhon Bazan & Josu Iñaki Bazan y Iñaki Bazan Hijos 

domingo, 24 de agosto de 2014

PIEDRA DE TOQUE

Entre los escombros

Los radicales de Hamás salen fortalecidos tras los ataques de Israel gracias al rencor, el odio y la sed de venganza que la población de Gaza sentirá después de esta lluvia de muerte y destrucción

MARIO VARGAS LLOSA 10 AGO 2014 - 00:00 CEST

Fernando Vicente
Escribo este artículo al segundo día del alto el fuego en Gaza. Los tanques israelíes se han retirado de la Franja, han cesado los bombardeos y el lanzamiento de cohetes, y ambas partes negocian en El Cairo una extensión de la tregua y un acuerdo de largo alcance que asegure la paz entre los adversarios. Lo primero es posible, sin duda, sobre todo ahora que Benjamín Netanyahu se ha declarado satisfecho –"misión cumplida", ha dicho– con los resultados del mes de guerra contra los gazatíes, pero lo segundo –una paz definitiva entre Israel y Palestina– es por el momento una pura quimera.

El balance de esta guerra de cuatro semanas es (hasta ahora) el siguiente: 1.867 palestinos muertos (entre ellos 427 niños) y 9.563 heridos, medio millón de desplazados y unas 5.000 viviendas arrasadas. Israel perdió 64 militares y 3 civiles y los terroristas de Hamás lanzaron sobre su territorio 3.356 cohetes, de los cuales 578 fueron interceptados por su sistema de defensa y los demás causaron solo daños materiales.

Nadie puede negarle a Israel el derecho de defensa contra una organización terrorista que amenaza su existencia, pero sí cabe preguntarse si una carnicería semejante contra una población civil, y la voladura de escuelas, hospitales, mezquitas, locales donde la ONU acogía a refugiados, es tolerable dentro de límites civilizados. Semejante matanza y destrucción indiscriminada, además, se abate contra la población de un rectángulo de 360 kilómetros cuadrados al que Israel, desde que le impuso, en 2006, un bloqueo por mar, aire y tierra tiene ya sometido a una lenta asfixia, impidiéndole importar y exportar, pescar, recibir ayuda y, en resumidas cuentas, privándola cada día de las más elementales condiciones de supervivencia. No hablo de oídas; he estado dos veces en Gaza y he visto con mis propios ojos el hacinamiento, la miseria indescriptible y la desesperación con que se vive dentro de esa ratonera.

El conflicto puede extenderse a todo el Oriente Próximo y provocar un cataclismo

La razón de ser oficial de la invasión de Gaza era proteger a la sociedad israelí destruyendo a Hamás. ¿Se ha conseguido con la eliminación de los 32 túneles que el Tsahal capturó y deshizo? Netanyahu dice que sí pero él sabe muy bien que miente y que, por el contrario, en vez de apartar definitivamente a la sociedad civil de Gaza de la organización terrorista, esta guerra va a devolverle el apoyo de los gazatíes que Hamás estaba perdiendo a pasos agigantados por su fracaso en el gobierno de la Franja y su fanatismo demencial, lo que lo llevó a unirse a Al Fatah, su enemigo mortal, aceptando no tener un solo representante en los Gobiernos de Palestina y de Gaza e incluso admitiendo el principio del reconocimiento de Israel que le había exigido Mahmud Abbas, el Presidente de la Autoridad Nacional Palestina. Por desgracia, el desfalleciente Hamás sale revigorizado de esta tragedia, con el rencor, el odio y la sed de venganza que la diezmada población de Gaza sentirá luego de esta lluvia de muerte y destrucción que ha padecido durante estas últimas cuatro semanas. El espectáculo de los niños despanzurrados y las madres enloquecidas de dolor escarbando las ruinas, así como el de las escuelas y las clínicas voladas en pedazos –"Un ultraje moral y un acto criminal", según el Secretario General de la ONU, Ban Ki-Moon– no van a reducir sino multiplicar el número de fanáticos que quieren desaparecer a Israel.

Lo más terrible de esta guerra es que no resuelve sino agrava el conflicto palestino-israelí y es solo una secuencia más en una cadena interminable de actos terroristas y enfrentamientos armados que, a la corta o a la larga, pueden extenderse a todo el Oriente Medio y provocar un verdadero cataclismo.

El Gobierno israelí, desde los tiempos de Ariel Sharon, está convencido de que no hay negociación posible con los palestinos y que, por lo tanto, la única paz alcanzable es la que impondrá Israel por medio de la fuerza. Por eso, aunque haga rituales declaraciones a favor del principio de los dos Estados, Netanyahu ha saboteado sistemáticamente todos los intentos de negociación, como ocurrió con las conversaciones que se empeñaron en auspiciar el Presidente Obama y el Secretario de Estado John Kerry apenas este asumió su ministerio, en abril del año pasado. Y por eso apoya, a veces con sigilo, y a veces con matonería, la multiplicación de los asentamientos ilegales que han convertido a Cisjordania, el territorio que en teoría ocuparía el Estado Palestino, en un queso gruyère.

Esta política tiene, por desgracia, un apoyo muy grande entre el electorado israelí, en el que aquel sector moderado, pragmático y profundamente democrático (el de Peace Now, Paz Ahora) que defendía la resolución pacífica del conflicto mediante unas negociaciones auténticas se ha ido encogiendo hasta convertirse en una minoría casi sin influencia en las políticas del Estado. Es verdad que allí están, todavía, haciendo oír sus voces, gentes como David Grossman, Amos Oz, A. B. Yehoshúa, Gideon Levy, Etgar Keret y muchos otros, salvando el honor de Israel con sus tomas de posición y sus protestas, pero lo cierto es que cada vez son menos y que cada vez tienen menos eco en una opinión pública que se ha ido volviendo cada vez más extremista y autoritaria. (Es sabido que en su propio Gobierno, Netanyahu tiene ministros como Avigdor Lieberman, que lo consideran un blando y amenazan con retirarle el apoyo de sus partidos si no castiga con más dureza al enemigo). Cegados por la indiscutible superioridad militar de Israel sobre todos sus vecinos, y en especial Palestina, han llegado a creer que salvajismos como el de Gaza garantizan la seguridad de Israel.

Los bombardeos contra la población civil de Gaza han tenido en el mundo entero un efecto terrible

La verdad es exactamente la contraria. Aunque gane todas las guerras, Israel es cada vez más débil, porque ha perdido toda aquella credencial de país heroico y democrático, que convirtió los desiertos en vergeles y fue capaz de asimilar en un sistema libre y multicultural a gentes venidas de todas las regiones, lenguas y costumbres, y asumido cada vez más la imagen de un Estado dominador y prepotente, colonialista, insensible a las exhortaciones y llamados de las organizaciones internacionales y confiado solo en el apoyo automático de los Estados Unidos y en su propia potencia militar. La sociedad israelí no puede imaginar, en su ensimismamiento político, el terrible efecto que han tenido en el mundo entero las imágenes de los bombardeos contra la población civil de Gaza, la de los niños despedazados y la de las ciudades convertidas en escombros y cómo todo ello va convirtiéndolo de país víctima en país victimario.

La solución del conflicto Israel-Palestina no vendrá de acciones militares sino de una negociación política. Lo ha dicho, con argumentos muy lúcidos, Shlomo Ben Ami, que fue ministro de Asuntos Exteriores de Israel precisamente cuando las negociaciones con Palestina –en Washington y Taba en los años 2000 y 2001– estuvieron a punto de dar frutos. (Lo impidió la insensata negativa de Arafat de aceptar las grandes concesiones que había hecho Israel). En su artículo La trampa de Gaza (El País, 30 de julio del 2014) afirma que "La continuidad del conflicto palestino debilita las bases morales de Israel y su posición internacional" y que "el desafío para Israel es vincular su táctica militar y su diplomacia con una meta política claramente definida".

Ojalá voces sensatas y lúcidas como las de Shlomo Ben Ami terminen por ser escuchadas en Israel. Y ojalá la comunidad internacional actúe con más energía en el futuro para impedir atrocidades como la que acaba de sufrir Gaza. Para Occidente lo ocurrido con el Holocausto judío en el siglo XX fue una mancha de horror y de vergüenza. Que no lo sea en el siglo XXI la agonía del pueblo palestino.

Marbella, 7 de agosto del 2014

Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 2014.

© Mario Vargas Llosa, 2014.

sábado, 19 de abril de 2014

¡ HASTA PRONTO GABO...!


García Márquez  VERSUS Vargas Llosa
fRANCISCO IGARTUA – HUELLAS DE UN DESTIERRO

La presencia de Clemen trajo la paz
Sin embargo, no todo fue lecho de rosas en esos primeros tiempos de la familia en México. Aparte de la soledad, que afectó a todos, hubo algunos contratiempos graves. Y los peores los sufrió la pequeña Maite. Para ella fueron muy difíciles sus primeros pasos en la escuela, una escuela que correspondía a la misma organización inglesa del colegio San Silvestre de Lima, donde había comenzado sus estudios. Lo que parecía en teoría un simple cambio de salón de clases resultó siendo un trasplante muy desagradable. Fueron problemas colegiales verdaderamente serios, que fueron agravados por el carácter reservado de Maite, tan tremendamente introvertido que no le permitía explicar en casa las dificultades a las que se enfrentaba con sus flamantes compañeras y compañeros de estudios. Tanto Clemen como yo, la veíamos deprimida, con una inmensa tristeza en la mirada, pero no atinábamos a descubrir el motivo.
–Aquí la gente es distinta y Maite debe extrañar a sus amigas... Habrá que esperar...
El colegio estaba ubicado en San Ángel, lo que había obligado poco después al traslado de la familia de Polanco al moderno y acogedor departamento arrullado por las campanas del convento carmelita de San Ángel, con la taquería El Lobo Bobo a la puerta, y cercanísimo al Sanborns de las tertulias del mediodía. Allí permaneceríamos hasta el retorno al Perú, previo largo paseo por Europa, donde fracasó mi intento de convencer a Clemen para que radicáramos en Euskadi, el País Vasco.
Fue un error, una torpe equivocación, eso de esperar a que los problemas de Maite en el colegio se resolvieran solos, pues no se trataba de simple añoranza por Lima y sus amiguitas limeñas –añoranza que fue cierta un momento– sino de algo muy grave que sólo advertimos cuando la tristeza de Maite se fue acentuando. Solamente entonces comenzamos a sospechar –lo que era verdad– que la niña sufría malos tratos de sus compañeras de clase. Así era: un grupo de perversas criaturas –la maldad de la infancia es maldita– había tomado de yunque a la recién llegada y Maite no sabía cómo defenderse ni atinaba a buscar ayuda, ya que encontró en el colegio un único mirar afectuoso, el del “Cholo” García Márquez, el hijo del Gabo.
Se trataba de un hecho muy serio sin duda, pero que nada tenía de sorprendente. Es frecuente en las escuelas esa reacción en contra de los novatos. Pero ¿cómo hacerle frente al problema? ¿Cambiarla de colegio como ella insinuaba?... Eso no era fácil y más por la época, a mitad del año escolar... ¡Y los trajines que había costado inscribirla en esa escuela!
Lo que de primer momento no sospechamos era que teníamos en José Luis Cuevas –el gran pintor mexicano– y su mujer, Berta, dos ángeles de la guarda. Ellos eran los que habían ayudado en los trámites para la matrícula de Maite y fueron ellos, sobre todo la practicidad de Berta, los que prontamente solucionaron los pesares de Maite. El remedio fue simple: supieron por sus hijos, que estaban entre los malvados, lo que ocurría con Maite y de inmediato los cabecillas del complot contra la recién llegada recibieron tremenda reprimenda y la amenaza de severísimos castigos si no componían su incivilizada y estúpida conducta... Pronto se encontró Maite con amigas que estarían entre las mejores de su vida. Mucho lloró por ellas cuando dejó México y muchos años tardó para dejar de escribirse con ellas.
Hice buena y rápida amistad con José Luis Cuevas, a quien había conocido en Lima, años atrás, en una visita al Perú del pintor mexicano; hecho que Cuevas me recordó y que a mí se me había borrado. Y fueron las circunstancias de aquella visita, según Cuevas, el motivo de que se sintiera obligado a devolverme las atenciones que recibió de los limeños. Fue muy amable José Luis conmigo y mi familia, y creo haber conocido bien a aquel niño caprichoso y bueno que es Cuevas. Eximio y cruel dibujante, José Luis ha retratado con perversa minuciosidad el ambiente lúgubre y desgarrado de su ciudad, sobre todo a los personajes de la periferia marginada. Pero en el trato personal la crueldad del pintor desaparece por completo y sale a relucir el enfermizo egocéntrico, el infantil y bondadoso caballero que es ese señor mayor con cara y modales de encantador hombre joven...
Se reunía con cierta frecuencia conmigo, sobre todo en el restaurante San Angel Inn, una vieja casona donde acampó Pancho Villa antes de tomar la capital mexicana, la ciudad entonces lejana, que se agrupaba alrededor del imponente Zócalo. Allí, en el San Angel Inn, me encontré con las curiosas dificultades que hay que pasar en el ambiente intelectual y político de México, donde las enemistades son enemistades. Hasta en dos oportunidades, por ejemplo, estando con Cuevas, me encontré con el cariñoso Rufino Tamayo, el genial pintor a quien había conocido a través de Gody Szyszlo y a quien Cuevas no quería “por su entrometida mujer, no por él”... Pero yo ya había aprendido a ser gentil con el amigo Tamayo cuidando de que Cuevas no sintiera el afecto de mi saludo... Bueno, así es México. Y también allí, como en todos los rincones del mundo, no deja de haber algún interés en las relaciones humanas. Mi atractivo era ser director del Suplemento. Situación que me permitió en más de una oportunidad pagarle a Cuevas sus amables atenciones dándole cabida en el periódico para que soltara al público sus angustiados y personalísimos desahogos de niño travieso y en una oportunidad de hijo doliente por la muerte de su madre.
José Luis Cuevas y Berta nos abrieron generosamente las puertas de su casa y allí tratamos con frecuencia en comidas y recepciones a las estrellas de la intelectualidad y la política de México. Reuniones puntillosamente reservadas a quienes no tuvieran fricciones de ninguna especie con los dueños de casa. En este punto, de no tropezar con enemigos, el cuidado es tan extremo que muchos piden la relación de los invitados para excusarse si alguno de éstos está registrado en su lista de indeseables. Lo que ocurrió en una oportunidad, por ejemplo, con Octavio Paz. Vio en la relación de invitados a una recepción en casa de los Cuevas a Gabriel García Márquez y se excusó.
–¿Por qué?– preguntó extrañada Clemen.
–Porque él es amigo de Mario Vargas Llosa –respondió Cuevas, a quien el gesto de Octavio Paz le pareció excesivo, pues era tomar partido en pleito ajeno.
Pero así es México, complicado y querido... Tan complicado, que dejó estupefacto a Pablo Neruda cuando advirtió que: “las artes y las letras se producían en círculos rivales, pero ¡ay! de aquel que desde afuera tomara partido en pro o en contra de algún personaje o de un grupo: unos y otros le caían encima”. De esto fue testigo muy directo Mario Vargas Llosa cuando tuvo un desentendimiento con su amigo Octavio Paz. Todos los intelectuales mexicanos, enemigos y amigos de Paz, se sintieron agraviados por Mario Vargas.
En esas fechas se había producido el escándalo del puñete que le propinó Mario al Gabo, noqueándolo, lo que desató un escándalo periodístico y la guerra entre los dos divos de la narrativa latinoamericana.
Yo fui testigo excepcional de aquel célebre match de box de un solo golpe y muchos bemoles...
Ocurrió un día en que se estrenaba en México una película con guión de Mario Vargas Llosa. Era un film que relataba un accidente de aviación ocurrido años atrás en los Andes. Accidente muy difundido por la prensa cuando ocurrió y extremadamente truculento: los sobrevivientes al impacto con la montaña, un grupo de muchachos uruguayos, lograron mantenerse vivos hasta que llegó el rescate gracias a que se alimentaron con la carne de los viajeros muertos. Este acto de canibalismo lo lograban disimular haciendo pequeñas bolas con carne y nieve que luego tragaban cerrando los ojos y procurando no recordar a los amigos desaparecidos... Los bloques gigantes del hielo andino hacían de congeladora... y el “alimento” duraba sin término en buenas condiciones. Argumento semejante explicaba por qué Patricia, la mujer de Mario, no estaba al lado de su marido entre los asistentes a la función. Le hubiera sido imposible soportar el filme. Su hermana había muerto en una tragedia aérea.
Por culpa del endemoniado tránsito de la ciudad, llegaba yo tarde a la función y me bajé del taxi frente al cine, pero en el lado opuesto de la ancha y arbolada avenida donde éste se alzaba. Crucé los jardines corriendo y, antes de llegar a la puerta, me pareció ver a un grupo de gente conocida –Elena Poniatowska y la China Guzmán entre otros– atendiendo a alguien postrado en una banca del parque. Pero pasé sin detenerme, pensando que ya no encontraría en el cine a los que me sentía obligado a saludar. Sabía que allí no podía faltar Benjamín Wong y con esa perspectiva no debía estar ausente en un acto cultural al que asistirían Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez y todo México intelectual...
Al entrar me di con el hall vacío y la sala de proyección ventilándose con las puertas abiertas... ¡Llegaba tarde, ya todo había concluido! Sin embargo, al voltear la cara a la derecha, en un salón de espera, con bar, vi gente... Me acerqué y me di con el siguiente cuadro: al centro del lugar, en silencio absoluto, colocados como en fila de actores saludando frente al público, diversas figuras de las artes y las letras mexicanas miraban al vacío, entre ellos Mario, en medio, con Benjamín Wong a su lado. No vi a nadie más que a los dos. Y de primer momento creí, por el natural egocentrismo humano, que el silencio sepulcral lo había producido mi presencia... Pero me animé a avanzar y saludé con un corto abrazo a Mario, que estaba hierático, y al darle la mano a Wong éste me jaló suavemente y me dijo al oído:
–Hace dos minutos ha estado tendido en el suelo que está usted pisando Gabriel García Márquez... Mario le dio un solo golpe y lo noqueó, diciéndole: “esto por lo que le hiciste a Patricia en Barcelona”.
Me quedé petrificado y me añadí a la fila entre Mario y Wong. El silencio siguió cortando el aire. Hasta que Wong, siempre al oído me preguntó:
–¿Sabe usted quién es esa persona de rasgos orientales sentado en un taburete del bar?
Yo sonreí para mis adentros y le informé al chinísimo Wong:
–Es Kasuya Sakay. Trabaja en Plural con Octavio Paz. (Todavía no había dejado Paz la revista de Excelsior y fundado Vuelta).
–¡ Ah!
Sakay, un oriental como Wong, pero japonés, estaba junto a una de las Pecanins, la que saludó con un tímido gesto de la mano.
El fúnebre silencio continuaba y entendí que el grupo de afuera, en la banca, atendía a García Márquez. Luego supe que lo trataron con un trozo de carne, un grueso bistec, que adquirieron en una carnicería vecina y se lo aplicaron al ojo como compota.
Nadie se movía. Parecía un acto teatral en el que la escena se inmoviliza y queda en silencio. El primero en reaccionar fue Wong. Y otra vez a mi oído:
–Creo que lo más prudente es que usted se lleve a Mario.
–Yo no tengo movilidad.
–Los llevo yo. Mi auto espera en la puerta.
Cogí a Mario del brazo y, en compañía de Wong, partiendo el silencio de los inmóviles ahí congregados, salimos los tres del cine y abordamos el auto que nos abrió el chofer de Wong.
–Al hotel Génova– ordené.
(Ese encantador hotel, el Geneve, al que no se sabe por qué razón se le llamaba Génova –¿sería por la cercanía de la calle con ese nombre?–, hoy ha sido fagocitado por una de esas cadenas para las cuáles no existen personas sino tarjetas).
Recién unos minutos después de partir hacia el hotel habló Mario. Estaba preocupado por lo que diría la prensa. Wong se comprometió a tratar de reducir al máximo la publicidad del escándalo.
–Porque será imposible callarlo por completo. Ha habido demasiada gente relacionada con el periodismo a la hora de su gancho de derecha, mi estimado Mario...
Los tres reímos, pero conteniéndonos. El asunto no estaba para bromas...
–Yo creo, Mario, que estás ofuscado por la reciente posición del Gabo y has querido disimular tu enojo político con eso de “por lo que le hiciste a Patricia en Barcelona”... Pero así has agravado tu desborde boxístico... Aunque no es hora de lamentar sino de lograr que los periódicos sean discretos y eso queda en las buenas manos del señor Wong.
Al poco rato, gracias a la habilidad del chofer, estuvimos en la puerta del hotel, en la Zona Rosa. Wong se despidió y los dos bajamos del auto y directamente fuimos al cuarto. Patricia esperaba a Mario con los cañones listos para disparar y disparó. Estaba enterada de todo.
–¡Imbécil! ¡Creeetino!... ¿Qué te has creído?... Me has puesto a mí de hazmereír público.
Y voló una lámpara por el aire en dirección a la cabeza de Mario.
–Me ha llamado la Gaba, medio mundo... ¡Eres un imbécil! ¡Creeetino!...
El fuego de Patricia iba creciendo y las lámparas volaban por los aires en búsqueda de la cabeza de Mario, quien, hierático, no abría la boca... Me deslicé al teléfono y llamé a Clemen. Era la única que podía apagar el incendio. Yo no me atrevía a soltar una palabra.
A pesar de la distancia y del tránsito, Clemen llegó en pocos minutos y su presencia tuvo la virtud de que se aquietaran las llamas. Se acercó a Patricia, le habló y la hizo reflexionar... Hubo un largo y quieto silencio, que yo me atreví a romper:
–Lo prudente, me parece, es que salgamos a cenar –y así fue.
A pie nos dirigimos los cuatro a un restaurante cercano, creo recordar que era de comida alemana, y durante la cena no se volvió a tocar el tema como no fuera para hacer unos chistes medidos, muy mesurados, hasta insulsos. La presencia de Clemen había traído la paz.
Al día siguiente los periódicos no fueron un modelo de discreción, aunque sin exageraciones. Y el ambiente que rodeó al “suceso de la semana”, que amenazó un momento con volverse una riña de dimes y diretes de barrio bajo –”mi marido no se acuesta con feas”–, por fortuna, en pocos días se esfumó.

Fuente: Biblioteca Francisco Igartua - Archivo Documentario y Fotografico Fondo Editorial Revista Oiga

viernes, 23 de marzo de 2012

EN LA CULTURA

Vargas Llosa

CONFESION

FUERA DE LA

CATEDRAL

Aquí, en esta revista, nunca se ha presionado, ni siquiera inducido, a quienes en ella trabajan y colaboran, a pensar o expresarse de una u otra manera. No hemos recibido, claro está, ni recibiremos a gente reaccionaria. Los artículos firmados en Oiga, no son ni serán jamás tocados por la dirección. Esta es una casa de puertas y ventanas abiertas, libre.

Y vale en esta oportunidad esta casi inútil explicación para destacar nuestro punto de vista sobre el siguiente reportaje de Manuel Jesús Orbegozo sobre Mario Vargas Llosa. Es una nota –en la que se insertan declaraciones de nuestro afamado novelista– hecha con evidente mala intención para con el reporteado y donde en el truco periodístico se utiliza cruelmente para reforzar una posición política a la que se siente obligado el reportero, por considerarse, según propia confesión, un “incondicional” de la revolución cubana. La publicamos por ser de interés para los lectores la confrontación de dos posiciones intelectuales antagónicas, sobre las que, cada día con mayor premura, hay que ir tomando partido. Aclaremos que la entrevista se realiza por gestión amistosa de la dirección de esta casa ante el novelista y que, antes de entrar en prensa, Mario Vargas Llosa la ha leído -y corregido sus respuestas- con amplio espíritu deportivo, sin hacer llegar un solo reproche a la revista ni al periodista Orbegoso. Los lectores juzgaran sobre el derecho a disentir y los riesgos que por ejercerlo se corren en épocas de fanatismo y sobre la libertad de los hombres a ser “incondicionales” y a jugar con la buena fe de las gentes.

LA DIRECCION

______________________

Mario Vargas Llosa tiene miedo de que le pueda deformar sus declaraciones. Me dice: “Tu comprenderás, pero esta es una cosa seria”; yo le digo: “Lo comprendo Mario así que no te preocupes”; pero vuelve a insistir y entonces hacemos como un arreglo, un establecer las reglas del juego: -Tu dictas tus declaraciones y yo las copio literalmente, ¿okey? Aceptas y sonríes, agregando, “después me las leerás”; y yo te digo que bueno, pero al final nos olvidamos de las reglas del juego y yo me salgo con los apuntes bajo el brazo. Tú me dices, “mira cuanto has escrito, aquí tienes para escribir una novela”. Yo pienso que si, que habría material como para una novela que podría llamarse “confesión fuera de la catedral”, o un libro de poesía inversamente proporcional al de Padilla. El libro se llamara “Dentro del juego”.

Yo creo en el socialismo autentico y creador

Tú hablas yo copio:

“Yo quiero aclarar esto en forma terminante. Es absolutamente falso que yo haya roto con la revolución cubana, porque yo sé lo que la revolución cubana es y lo que significa para América Latina. Mi crítica no está hecha desde una perspectiva reaccionaria o imperialista, como se la ha querido calificar. No podría hacerlo, pues conozco de cerca la verdad sobre esta revolución. Mi protesta solo tiene que hacer con el problema cultural específico y es principista. Yo creo en el socialismo autentico y creador y por eso siempre me sentí solidario con la revolución cubana, desde un principio, porque la considere un triunfo original sobre las viejas estructuras de un país que puede ser cualquiera de Latinoamericana”.

Son las 4 de la tarde y estamos conversando en 28 de julio 501, ascensor, mas o menos por donde Mario salía fumar cigarrillos a escondidas con los cachorros. Miraflores gaga. El viste una chompa blanca “Jorge Chávez” y una camisa que le asoma por el cuello, como orejas. Hemos hablado de los tiempos viejos, cuando el solamente soñaba en ser escritor y más bien me pedía que escribiera un cuento para la revista Turismo. Yo escribí el cuento y desde ahí nunca mas volví a perpetrar nada, salvo escribir cuentos vietnamitas, o cuentos chinos, que son los mejores que podrían contarse hoy sobre la tierra, pues, efectivamente, allí los protagonistas no son ni pueden ser contrarrevolucionarios.

Yo no creo que Padilla sea contrarrevolucionario

“Yo conozco a Padilla desde hace años, tanto como a la revolución cubana; lo conozco mucho así como a otros poetas, como a Belkis Cusamale, a Paulo Armando Fernández, a Cesar López; con Padilla estuve pocas semanas antes de que pasaran estas cosas. Por eso yo no creo que Padilla sea contrarrevolucionario. De eso estoy absolutamente convencido, así como estoy absolutamente convencido de que los términos en que ha hecho su autocritica no los había empleado de no haber pesado sobre el alguna coacción”.

Haydee Santamaría -leer su carta- dice que Padilla ha reconocido sus actividades contrarrevolucionaria, a pesar de lo cual se halla libre, integrado normalmente a su trabajo.

Tu, como si le contestaras a ella, afirmas que no, que un hombre como Padilla no puede ser contrarrevolucionario, como tampoco Karol puede ser agente de la CIA, como se le ha acusado, injustamente cuando esta visitando a China invitado por Mao; ni menos puede ser agente de la CIA el profesor Dumont, a quien el propio Fidel y el “Che” invitaron para que los asesora en problemas agrarios.

El stalinismo, el burocratismo, la represión policial

Tú sigues hablando y yo sigo copiando, de vez en cuando ves que no me valla a equivocar ni en una coma.

Dices:

“Lo sé, el episodio es lamentable en si y por lo que significa. En si, porque constituye un síntoma, un brote típico de stalinismo. Subrayo síntoma, brote, porque eso quiere decir que no estoy afirmando que se haya generalizado en Cuba, sino que podría ocurrir. No digo que ya hay stalinismo, tampoco espero que lo haya. El socialismo cubano había sido ejemplar hasta hace poco en este dominio: mostraba una máxima compresión a la creación artística, cosa que no sucedía en otros países socialistas.

Ahora, Fidel, en dos discursos recientes, y el Congreso de Educación han revelado un brusco endurecimiento de la política cultural. Esto resulta inquietante y la obligación nuestra es decírselo a los dirigentes cubanos. La función de un intelectual de izquierda es pensar por cuenta propia y opinar sin temor; echar incienso es una ocupación de sacristanes y para mí un escritor es la antípoda de un sacristán”.

Ni te miro para no perder ni soga ni cabra. Tú sigues:

“Ya se sabe que el socialismo resuelve muchos problemas, y logra, por ejemplo, la distribución justa de la riqueza, pero también crea problemas (¿Cuáles, por ejemplo?, te interrumpo, por primera vez), por ejemplo el de verticalismo, el burocratismo, la falta de critica. ¿Para que vamos a esperar que el XX congreso de la Revolución Cubana denuncie el culto a la personalidad? Estamos obligados a decirle a Fidel, con la misma sinceridad de siempre, que el socialismo para defenderse de sus enemigos no debe realizar lastimosos rituales de exorcismo político, que es lo que se ha hecho con Padilla. Simultáneamente, digo que la revolución cubana es mucho mas importante que estas lamentable incidente”.

Yo se que son muchas dificultades de Cuba, pero….

Yo no sé qué te dije desde mi antiguo e incondicional apoyo a la revolución cubana; debió ser algo brusco porque tú me contestaste: “Yo no soy un inconsciente. Yo se que son muchas las dificultades de Cuba, el monstruoso bloqueo al que esta sometida y la permanente amenaza del imperialismo, pero….”

Yo deje de apuntar, hasta un momento, en que te escuche decir, “Por ejemplo, yo me pregunto ¿Por qué el gobierno peruano que es progresista no ha abierto aun sus relaciones diplomáticas con Cuba, como lo ha hecho Chile?” Espere a que te contestaras tú mismo pero más bien seguiste con Padilla:

“En síntesis, yo no he roto con la revolución cubana, como lo ha juzgado cierta prensa internacional, ni he roto con la revolución cubana por haberme separado de la casa de las Américas, a causa del violento discurso de Fidel, no, todo eso no es cierto”.

Mi posición es principista, no es beata ni incondicional

Aquí, el fotógrafo se hecho al suelo para buscarte un ángulo mejor. Pero la tarde era muy fría y las fotos no saldrían inmejorables. Después, cuando íbamos a la Catedral a tomar otras fotos, protagonizaríamos esta conversación:

Yo: Las fotos no salieron muy bien, creo que el fotógrafo solo te las tomo de un ángulo. Y a ti, Mario, hay que buscarte otros ángulos.

Tu (como rascándote la cabeza y riéndote) “Esto puede ser tomado como un crédito a mi favor, pero también como un descredito”. Y me buscaste el alma con tus ojos bovinos para ver si tenía mala intensión. Pero, te puedo asegurar que no.

Cuando abriste la revista “C.H.” que publica Romualdo, como un abanico o una ventana, te diste cara a cara con Haydee. Reaccionaste: “Mi protesta en el caso Padilla es estrictamente principista, de tal manera que no voy a contestar esta carta que es personal y contiene muchas invectivas y calumnias. Mi adhesión a Revolución Cubana, siempre fue profunda, pero nunca beata ni incondicional. Un escritor no es zombie”.

Yo subraye la palabra zombie y respingue por dentro. Me dio un poco de miedo pensar que yo podría estar vivo, pero también estar muerto. Te sentí que seguías dictando:

Soy un escritor que no abdica al derecho a la crítica

“Yo siempre proteste cuando me pareció necesario hacerlo, por ejemplo, cuando Fidel apoyo la intervención a Checoslovaquia, o cuando hubo un conato de persecución a homosexuales en Cuba. Mi crítica fue la de un intelectual solidario del proceso revolucionario, la de un escritor que no abdica porque considera, como siempre considere, el derecho a la crítica como inherente a su propia vocación. Un escritor siempre es un descontento, siempre esta en divorcio con la realidad que vive. El derecho a discrepar es imprescindible dentro del socialismo”.

Entonces, yo pensé en los “gusanos” que nos comerán un día y tú dijiste que a los “gusanos” deben aplastarlos en Cuba.

Hablaste de Solyenitzin, que está ejerciendo sus derechos de disentir en Rusia, pero sin traicionar a su país, a su sistema. Padilla hizo sus críticas desde una posición ideológica revolucionaria parecida y por eso lo encarcelaron.

- Pero el mismo Padilla ha publicado una carta de rectificación, “ese escritor ha reconocido sus actividades contrarrevolucionarias”, dice Haydee en la carta que te envió a ti el 14 de mayo.

“No creo que un hombre como Padilla necesita pasar 35 días en la cárcel para darse cuenta de sus propios errores”.

- Vuelvo a preguntarte, Mario, si crees que ha Padilla se le ha juzgado porque es contrarrevolucionario y sí estas a favor o en contra de los revolucionarios. Tú eres contundente:

“No estoy con los contrarrevolucionarios. A estos, la revolución cubana tiene que hacerlos desaparecer, pero (tú te has alterado solo) yo no soy ninguno imbécil ni ningún soñador. Niego que por haber criticado lo ocurrido con Padilla, pueda ser identificado como reaccionario. Eso es terrorismo moral. En el caso de Padilla, yo no habría escrito ninguna carta sino supiera que Padilla había sido un revolucionario a carta cabal”.

No hay que callarse por temor a la prensa reaccionaria

Mario se enfrenta a su propia fotografía y a los titulares que los cabeceros pusieron a los cables de la UPI y de la Francesa Presse: “NOVELISTA VARGAS LLOSA ROMPIO CON FIDEL CASTRO ACUSANDOLO DE “STALINISMO”; y otra: “PENTAGONO APLAUDE A INTELECTUALES QUE CRITICARON A CUBA”. Te sentí correcto en tu cólera santa. Dijiste: “¡imbéciles!”. Pero agregaste que el temor a la prensa reaccionaria no implica que uno tenga que callarse, porque eso sencillamente es un chantaje: “Yo no me prestó a ser obsecuente y servil. Las experiencias de Cuba son valiosas, justamente porque mostraron en un momento que el socialismo y la libertad no son, en absoluto, irreconciliables”.

Los perros de Pavlov y los reflejos condicionados

Mario lee el llamamiento de los intelectuales peruanos sobre su actitud en el caso Padilla, porque “de su actitud frente a la revolución antiimperialista en marcha, se ocupara la historia, y lo juzgara como es debido”.

Mario dice: “Son como los perros de Pavlov. Actúan por reflejos condicionados. Es la típica actitud cómoda de los escritores que creen que ser de izquierda los exonera de pensar, que les basta obedecer al poder. Claro que es la posición más fácil dentro de la propia revolución. La otra posición -la de un Sartre, la de un Franqui- es más difícil pero mucho más fecunda y, desde el punto de vista ético, más digna y más responsable. De otro lado reconocerás que firmar un manifiesto contra mi en vez de opinar sobre el asunto en cuestión -las autocriticas y lo discursos de Fidel- es hacer pipi fuera de la bacinica”.

El lee las firmas. Sus ojos deben posarse sobre los nombres de Bendezú, Washington Delgado, Alejandro Romualdo, Rose, Vargas Vicuña, etc.

A las 5 entra tu hijito con su cabello largo y te hace un pedido en su media lengua. Aquí, Mario, se muere un niño cada ocho minutos, los viejos están tirados por los suelos y los estudiantes de la universidad tienen apenas tres ómnibus para movilizarse. Pero de todos modos habrá una reunión de escritores en Lima, a nivel mundial, próximamente, donde tú también vas a intervenir.

- “No me han invitado, no se nada sobre esa reunión, todavía. Veras, estoy como recién llegado….”

El proceso peruano avanza hacia el socialismo

Opinas, ahí mismo, sobre el problema cultural peruano en el sentido de que “se han hecho cosas muy tímidas, lo cual no está bien, puesto que ahora hay un proceso de cambio en el país, reformas que no se han detenido, un proceso que yo considero estimulante”. Cuando te pregunto porque opinas así, declaras que es por la originalidad del proceso peruano, que “escapa a todas las ortodoxias revolucionarias. A unos les asusta, a mi no, porque siempre pensé que nuestro socialismo tiene que ser genuino, audaz, original, y yo creo que este es un proceso que avanza indiscutiblemente hacia el socialismo”.

No sé qué te pregunte, porque ya no respetaba las reglas del juego, pero dijiste que este proceso desembocara en una revolución de ese tipo (socialista) que sacara al país del subdesarrollo, destruyendo toda estructura anacrónica que le salga al encuentro.

“En síntesis, está en un proceso que sigue pautas inéditas que le van a dar al socialismo peruano un carácter representativo y genuino, sin calcos ni mimetismo. Hace años que dije yo algo parecido y hubo sonrisas (Soy socialista con libertad de prensa).

Ahora, me alegro de que se rían menos.

A eso se debe, también, mi entusiasmo por lo que está ocurriendo en Chile: Unidad Popular va cumpliendo su programa de reformas profundas y sentando las bases del socialismo chileno sin violentar los derechos individuales y dentro de una rigurosa libertad.

Es formidable comprobar en un país hermano un socialismo al que la visión del bosque no oculta la visión de cada árbol.

Yo no soy político, soy escritor

“Ah, olvidaba aclararte que yo no soy político si no escritor. Opinar sobre política es para mí una obligación que cumplo sin mucha alegría. Y por supuesto, aspiro ser juzgado más por mis libros que por mis opiniones políticas. Digo esto porque no es inusual el caso del escritor (flojo o mediocre, por lo general) que trata de salvar sus libros mediante la demagogia política”. (Yo recordé una vez más ese joven poema de un guatemalteco: Un día los intelectuales/ apolíticos/ de mi país/ serán interrogados/ por el hombre/ sencillo/ de nuestro pueblo… No serán interrogados/ ni sobre sus largas siestas/ después de la merienda/ tampoco sobre sus estériles/ combates con la nada/ ni sobre su ontológica/ manera de llagar a la monedas/… ni sobre la mitología griega…/ ni sombre sus justificaciones absurdas/ crecidas a la sombra/ de una mentira rotunda/.

Dices:

“No niego que un creador pueda ser político, pero no lo creo obligatorio. Más todavía, hay muchos casos de grandes escritores que fueron pésimos políticos, como Balzac…”.

Hablaste de otros, de muchos escritores europeos. Entonces yo te pregunte si conocías casos semejantes en el Perú. “No conozco –dijiste– casos flagrantes, no podría señalártelos ahora, pero creo que no son muy frecuentes “.

Entonces, se me vino el alma al cuerpo.

Luego agregaste, en relación con el guatemalteco, que el reproche habría que hacerlo también a los médicos, los ingenieros, los abogados, etc. (Yo estoy perfectamente de acuerdo contigo Mario), porque no se debe hacer parcial. Lenin igual que Cervantes o Tolstoi (“La guerra y la paz”) sirvieron a la sociedad, lo mismo que Vallejo que fue un hombre que opino sobre política y escribió poemas que hoy día están vigentes, que fueron un gran aporte a su mundo, a su época.

Redobles, Scorza, Bryce….

- ¿Has leído “Redobles por Rancas”, Mario?

“No aun; la acabo de comprar para leerlas en estos días”.

- ¿Quiere decir que no sabes nada sobre el “Nictálope” de Scorza?

“Si se. Acabo de firmar un memorial pidiendo al gobierno que lo ponga en libertad”.

- ¡Formidable! -exclamo yo- (y luego) otra cosa, ¿en tus novelas, Mario tienes así algún personaje vivo, identificable como el “Nictálope” de Scorza?

“Mira, no tengo, todos mis personaje son totalmente inventados, aunque todos tienen un asidero real... No, no recuerdo de ninguno, todos son una mezcla de unos y otros; mezclo el alma con los ojos, unos tienen apariencia, otro el pensamientos de otros“.

-Y ¿cuál es tu opinión sobre la novela de Bryce?

“La leí en un manuscrito y me pareció formidable. Esa visión irónica que tiene Bryce de la realidad peruana, y el lenguaje que la encarna, son bastantes nuevos, inéditos en nuestras letras. Me gusta mucho esa aparente frialdad en la descripción de la sociedad, ese tono nórdico, flemático para narrar.

Afuera la ciudad sigue con sus perros, las confesiones en la Catedral y en la “catedral”, las casas verdes han proliferado y se han vuelto rojas en El Porvenir.

Hablamos de más cosas, de tu último libro sobre Gabo, el de Macondo, y sobre ese estudiante que ha presentado una tesis sobre la técnica que empleas para escribir tus libros.

El dice que tú escribes la historia y después la recortas y la intercalas como para impresionar a “les burgois”.

Tú te ríes de la ocurrencia: “Caramba, hombre, voy a ver cómo es eso para librarme de tanto trabajo que me cuesta escribir”.

Bajamos. Tu, coronado de fama, yo coronado de estas nubes de invierno.

Se me ocurre preguntarte en que forma, crees que participas en el proceso de la revolución peruana. Tu contestas: “En la misma forma en que lo haces tú: escribiendo”.

Yo me siento desconsolado. Digo entre mi, en que poco participamos. Pero muy bien en que me hayas aclarado que solo con el tiempo se sabrá si hemos servido o no, cuando nos hayan comido los gusanos y no seamos sino polvo enamorado (de Quevedo). Entonces, se sabrá si hemos servido de algo o hemos pasado, como vienen pasando millones de hombres, en el anónimo.

¡Fatal destino!

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OIGA, 16 de Julio de 1971 En el Perú, págs. 30 y 34.

© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Editorial Periodística Oiga S.A. © Jhon Bazán Aguilar, 2012.

martes, 12 de octubre de 2010

Francisco Igartua - Siempre un Extraño

A la hora del aseo diario, en algún momento, sea en la ducha, frente al espejo o sentado en el wáter, a Francisco siempre le asaltan imágenes, ideas, recuerdos, saudales, proyectos en el aire. En su hora de divagar sin ataduras, a pesar, en los últimos meses, de la insistencia autoritaria de Gustavo:

“Tienes que escribir un libro que sea historia de los últimos cincuenta años vividos por ti”.

“No fuiste objetivo con Alan García. A él no lo trataste tan finamente como a Prado. No le distes el beneficio de la duda. Lo atacaste desde el comienzo. Antes de su primer mensaje al país. Antes de asumir la presidencia el 28 de julio de mil novecientos ochenta y cinco”.

Lo que pasa –replica en sus divagaciones Francisco – es que detrás de lo escrito, de todo lo documentado, de lo que se llama historia, hay una superficie más íntima, un otro lado escondido, muchas veces más esclarecedor que el documento escrito, algo que se quedo sin escribir.

No fue arbitraria la oposición que mantuvo Francisco –desde el arranque– contra el presidente Alan García. No fue producto de su pésima opinión sobre el APRA, que venía de años atrás. Fue por un hecho muy objetivo, mejor dicho por una expresión sumamente reveladora, que Francisco tomó partido, desde el inicio, contra Alan García. Lo hizo como director de Oiga, el semanario que refundó al dejar Caretas. Ocurrió en un desayuno, en casa del poderoso empresario pesquero Isaac Galsky, a pedido –según cree Francisco- de Alan García, en esos momentos presidente electo, o sea poco antes de asumir el mando, de cruzarse la banda presidencial en el pecho y recibir el titulo de Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas, cargo que daba la impresión de subyugarlo tanto como la presidencia. Fue un desayuno íntimo, al que asistió, además del esplendido y bondadoso anfitrión, el doctor Jorge Pastor, eficaz consejero legal de Galsky. Fue un desayuno con manjares tan especiales que sólo al acaudalado y solícito Isaac Galsky se le ocurre ofrecer. También fue largo ese desayuno. Se habló de todo y Francisco aprovechó la ocasión para insistir en dos puntos: en señalar que el problema número uno en el Perú era el terrorismo, principalmente el de Sendero y en la necesidad de licenciar a toda la policía para crear otra nueva, totalmente distinta, con asesoramiento extranjero y con una moral remozada. –Lo que no quiere decir que vayas a aprovechar la ocasión para hacerla aprista. Alan García era muy aficionado al tú—, por eso te insisto en que la nueva organización sea conducida por una misión extranjera, la que evaluaría al personal con limpia foja de servicios, los únicos que tendrían opción para reintegrarse a la nueva institución. La mayoría de la actual policía esta corrompida hasta el tuétano y no sirve para nada, ni siquiera para ser reformada. Y es la policía, con su servicio de inteligencia, la que debe combatir al terrorismo.

Alan García le dio la razón a Francisco, aunque le hizo un chiste sobre la apristización de la policía, por lo que Francisco interpreto que eso –aprovechar a la policía para su partido– era lo que pensaba hacer. Sobre el terrorismo García fue tajante y lanzó una frase tremenda: –Los voy a liquidar como sea. No voy a tener piedad. Francisco no se imagino las masacres en las cárceles que ocurrían no mucho después. Matanzas que alegraron las estrechas mentes de mucha gente de derecha, porque tontamente creyeron que con esos asesinatos quedarían aniquilados los comandos de Sendero. (Todavía no había caído el muro de Berlín y el marxismo estaba vivo en las universidades, canteras de nuevos cuadros senderistas).

No sólo se habló de política. Alan García es hombre ameno, de simpatía desbordante, conversador ágil, amigo de hacer bromas. Por ejemplo, de pronto se volteó y le dijo a Galsky: – Si te llaman, no contestes el teléfono. No quiero cadáveres en la mesa. Se refería a la tarea que cumple en la comunidad judía el audaz pesquero. Galsky estaba encargado de una misión nobilísima, aunque nada agradable: se ocupa de lavar a los muertos. Apenas muere un miembro de la comunidad judía, sea rico, pobre ó mendigo, Galsky sale como bombero al recibir el aviso. Abandona cualquier reunión, por importante que sea, y acude a la casa del fallecido para cumplir con el rito del lavado. Un gesto que muestra los afanes espirituales, el alma delicada, de un hombre que se apasiona haciendo negocios: -yo soy industrial por las circunstancias. Mi vocación es comprar y vender, es el comercio. Alega también no ser político. Su política, dice, es “ayudar a los gobiernos para que los peruanos podamos hacer buenos negocios”.

La conversación que era cordial y distendida, cambió de un momento a otro gracias a Alan. Bruscamente se enfrentó a Francisco: – Ustedes los periodistas están acostumbrados a calumniar y que no les pase nada. Ahora las cosas van a cambiar. Tú, por ejemplo, has dicho e insistido en Oiga que Corea del Norte me dio dos millones de dólares en una caja de zapatos. ¡Eso es una calumnia! Por lo pronto, allí no entran dos millones de dólares. ¿Sabes qué venia en esa caja? – ¿Sólo cien mil?– Alan García se puso más colérico: -Había una paloma de cerámica y se ve en las fotos que tomaron dentro de la embajada. (En esos momentos Corea del Norte no tenia embajada sino una delegación comercial, que se convirtió en embajada durante el gobierno aprista). –Bueno, seria paloma, pero los rumores hablaban de dólares y nosotros recogimos esos rumores… de fuentes muy confiables, que nos merece fe. Y aquí, alzando la voz, Alan García replico con una frase que dejo frio a Francisco y desconcertó a Galsky y a Pastor. – ¡Tú crees que con dos millones de dólares yo me iba a quedar aquí!

Era una confesión que lo desnudo. En aquellos momentos era presidente electo y se pronunciaba como el estudiante bohemio que había sido en Europa y nunca dejaría de serlo en sus entretelas íntimas. Francisco nada le contestó. Se quedó mudo unos minutos, anonadado por lo que acababa de escuchar. Fue Alan el que reanudó la charla en torno amable, sin tomar en cuenta ni sospechar lo que había dicho. Volvió la cordialidad en la misma forma exabrupta con la que inició sus violentas quejas por el rumor hecho público de la caja de zapatos, “con una paloma de cerámica dentro, no con dos millones de dólares”. Cuando acabo el desayuno y se despidió Alan, amigable y palomilla como le gustaba ser, Francisco le comentó a Galsky:

-¿Cómo se puede apoyar a un irresponsable, que ha dicho lo que ha dicho? ¡Que con dos millones de dólares no se queda en el Perú! Y ya Alan es nada menos que el presidente de este país. Galsky le rogó a Francisco que no fuera a escribir sobre el tema. El hecho había ocurrido en su casa y él había invitado al amigo a una reunión informal, no al periodista. Naturalmente que Francisco no reveló la frase de Alan García, pero su opinión sobre el flamante presidente ya la tenía formada. Con esas pocas palabras Alan García se había desnudado moralmente ante él.

Por ello el primer editorial sobre prado, aunque escéptico, no tenía la dureza con la que Francisco trató al presidente García desde el mismo 28 de julio de mil novecientos ochenta y cinco. Sin dejar de añadir excesivos elogios a su elocuencia indiscutible.

Había diferencia entre los dos presidentes, aunque en algo se parecían. En la frivolidades. También se parecían en la afición de los disfraces militares, pero en dirección inversa. Alan García, que venía de abajo, prefería el titulo y las insignias del jefe Supremo de las Fuerzas Armadas, mientras que don Manuel Prado, que venía de arriba y le encantaban las condecoraciones en el frac, prefería el uniforme de teniente del ejército, sin una sola medalla. Teniente era el grado que se entregaba a los universitarios al acabar sus estudios. Y es seguro que a Prado le debió fascinar el apodo que la chispa limeña le coloco: el de “Teniente Seductor”.

Archivo Revista Oiga

domingo, 10 de octubre de 2010

Francisco Igartua - Huellas de un destierro

La presencia de Clemen trajo la paz

Sin embargo, no todo fue lecho de rosas en esos primeros tiempos de la familia en México. Aparte de la soledad, que afectó a todos, hubo algunos contratiempos graves. Y los peores los sufrió la pequeña Maite. Para ella fueron muy difíciles sus primeros pasos en la escuela, una escuela que correspondía a la misma organización inglesa del colegio San Silvestre de Lima, donde había comenzado sus estudios. Lo que parecía en teoría un simple cambio de salón de clases resultó siendo un trasplante muy desagradable. Fueron problemas colegiales verdaderamente serios, que fueron agravados por el carácter reservado de Maite, tan tremendamente introvertido que no le permitía explicar en casa las dificultades a las que se enfrentaba con sus flamantes compañeras y compañeros de estudios. Tanto Clemen como yo, la veíamos deprimida, con una inmensa tristeza en la mirada, pero no atinábamos a descubrir el motivo.

–Aquí la gente es distinta y Maite debe extrañar a sus amigas... Habrá que esperar...

El colegio estaba ubicado en San Ángel, lo que había obligado poco después al traslado de la familia de Polanco al moderno y acogedor departamento arrullado por las campanas del convento carmelita de San Ángel, con la taquería El Lobo Bobo a la puerta, y cercanísimo al Sanborns de las tertulias del mediodía. Allí permaneceríamos hasta el retorno al Perú, previo largo paseo por Europa, donde fracasó mi intento de convencer a Clemen para que radicáramos en Euskadi, el País Vasco.

Fue un error, una torpe equivocación, eso de esperar a que los problemas de Maite en el colegio se resolvieran solos, pues no se trataba de simple añoranza por Lima y sus amiguitas limeñas –añoranza que fue cierta un momento– sino de algo muy grave que sólo advertimos cuando la tristeza de Maite se fue acentuando. Solamente entonces comenzamos a sospechar –lo que era verdad– que la niña sufría malos tratos de sus compañeras de clase. Así era: un grupo de perversas criaturas –la maldad de la infancia es maldita– había tomado de yunque a la recién llegada y Maite no sabía cómo defenderse ni atinaba a buscar ayuda, ya que encontró en el colegio un único mirar afectuoso, el del “Cholo” García Márquez, el hijo del Gabo.

Se trataba de un hecho muy serio sin duda, pero que nada tenía de sorprendente. Es frecuente en las escuelas esa reacción en contra de los novatos. Pero ¿cómo hacerle frente al problema? ¿Cambiarla de colegio como ella insinuaba?... Eso no era fácil y más por la época, a mitad del año escolar... ¡Y los trajines que había costado inscribirla en esa escuela!

Lo que de primer momento no sospechamos era que teníamos en José Luis Cuevas –el gran pintor mexicano– y su mujer, Berta, dos ángeles de la guarda. Ellos eran los que habían ayudado en los trámites para la matrícula de Maite y fueron ellos, sobre todo la practicidad de Berta, los que prontamente solucionaron los pesares de Maite. El remedio fue simple: supieron por sus hijos, que estaban entre los malvados, lo que ocurría con Maite y de inmediato los cabecillas del complot contra la recién llegada recibieron tremenda reprimenda y la amenaza de severísimos castigos si no componían su incivilizada y estúpida conducta... Pronto se encontró Maite con amigas que estarían entre las mejores de su vida. Mucho lloró por ellas cuando dejó México y muchos años tardó para dejar de escribirse con ellas.

Hice buena y rápida amistad con José Luis Cuevas, a quien había conocido en Lima, años atrás, en una visita al Perú del pintor mexicano; hecho que Cuevas me recordó y que a mí se me había borrado. Y fueron las circunstancias de aquella visita, según Cuevas, el motivo de que se sintiera obligado a devolverme las atenciones que recibió de los limeños. Fue muy amable José Luis conmigo y mi familia, y creo haber conocido bien a aquel niño caprichoso y bueno que es Cuevas. Eximio y cruel dibujante, José Luis ha retratado con perversa minuciosidad el ambiente lúgubre y desgarrado de su ciudad, sobre todo a los personajes de la periferia marginada. Pero en el trato personal la crueldad del pintor desaparece por completo y sale a relucir el enfermizo egocéntrico, el infantil y bondadoso caballero que es ese señor mayor con cara y modales de encantador hombre joven...

Se reunía con cierta frecuencia conmigo, sobre todo en el restaurante San Angel Inn, una vieja casona donde acampó Pancho Villa antes de tomar la capital mexicana, la ciudad entonces lejana, que se agrupaba alrededor del imponente Zócalo. Allí, en el San Angel Inn, me encontré con las curiosas dificultades que hay que pasar en el ambiente intelectual y político de México, donde las enemistades son enemistades. Hasta en dos oportunidades, por ejemplo, estando con Cuevas, me encontré con el cariñoso Rufino Tamayo, el genial pintor a quien había conocido a través de Gody Szyszlo y a quien Cuevas no quería “por su entrometida mujer, no por él”... Pero yo ya había aprendido a ser gentil con el amigo Tamayo cuidando de que Cuevas no sintiera el afecto de mi saludo... Bueno, así es México. Y también allí, como en todos los rincones del mundo, no deja de haber algún interés en las relaciones humanas. Mi atractivo era ser director del Suplemento. Situación que me permitió en más de una oportunidad pagarle a Cuevas sus amables atenciones dándole cabida en el periódico para que soltara al público sus angustiados y personalísimos desahogos de niño travieso y en una oportunidad de hijo doliente por la muerte de su madre.

José Luis Cuevas y Berta nos abrieron generosamente las puertas de su casa y allí tratamos con frecuencia en comidas y recepciones a las estrellas de la intelectualidad y la política de México. Reuniones puntillosamente reservadas a quienes no tuvieran fricciones de ninguna especie con los dueños de casa. En este punto, de no tropezar con enemigos, el cuidado es tan extremo que muchos piden la relación de los invitados para excusarse si alguno de éstos está registrado en su lista de indeseables. Lo que ocurrió en una oportunidad, por ejemplo, con Octavio Paz. Vio en la relación de invitados a una recepción en casa de los Cuevas a Gabriel García Márquez y se excusó.

–¿Por qué?– preguntó extrañada Clemen.

–Porque él es amigo de Mario Vargas Llosa –respondió Cuevas, a quien el gesto de Octavio Paz le pareció excesivo, pues era tomar partido en pleito ajeno.

Pero así es México, complicado y querido... Tan complicado, que dejó estupefacto a Pablo Neruda cuando advirtió que: “las artes y las letras se producían en círculos rivales, pero ¡ay! de aquel que desde afuera tomara partido en pro o en contra de algún personaje o de un grupo: unos y otros le caían encima”. De esto fue testigo muy directo Mario Vargas Llosa cuando tuvo un desentendimiento con su amigo Octavio Paz. Todos los intelectuales mexicanos, enemigos y amigos de Paz, se sintieron agraviados por Mario Vargas.

En esas fechas se había producido el escándalo del puñete que le propinó Mario al Gabo, noqueándolo, lo que desató un escándalo periodístico y la guerra entre los dos divos de la narrativa latinoamericana.

Yo fui testigo excepcional de aquel célebre match de box de un solo golpe y muchos bemoles...

Ocurrió un día en que se estrenaba en México una película con guión de Mario Vargas Llosa. Era un film que relataba un accidente de aviación ocurrido años atrás en los Andes. Accidente muy difundido por la prensa cuando ocurrió y extremadamente truculento: los sobrevivientes al impacto con la montaña, un grupo de muchachos uruguayos, lograron mantenerse vivos hasta que llegó el rescate gracias a que se alimentaron con la carne de los viajeros muertos. Este acto de canibalismo lo lograban disimular haciendo pequeñas bolas con carne y nieve que luego tragaban cerrando los ojos y procurando no recordar a los amigos desaparecidos... Los bloques gigantes del hielo andino hacían de congeladora... y el “alimento” duraba sin término en buenas condiciones. Argumento semejante explicaba por qué Patricia, la mujer de Mario, no estaba al lado de su marido entre los asistentes a la función. Le hubiera sido imposible soportar el filme. Su hermana había muerto en una tragedia aérea.

Por culpa del endemoniado tránsito de la ciudad, llegaba yo tarde a la función y me bajé del taxi frente al cine, pero en el lado opuesto de la ancha y arbolada avenida donde éste se alzaba. Crucé los jardines corriendo y, antes de llegar a la puerta, me pareció ver a un grupo de gente conocida –Elena Poniatowska y la China Guzmán entre otros– atendiendo a alguien postrado en una banca del parque. Pero pasé sin detenerme, pensando que ya no encontraría en el cine a los que me sentía obligado a saludar. Sabía que allí no podía faltar Benjamín Wong y con esa perspectiva no debía estar ausente en un acto cultural al que asistirían Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez y todo México intelectual...

Al entrar me di con el hall vacío y la sala de proyección ventilándose con las puertas abiertas... ¡Llegaba tarde, ya todo había concluido! Sin embargo, al voltear la cara a la derecha, en un salón de espera, con bar, vi gente... Me acerqué y me di con el siguiente cuadro: al centro del lugar, en silencio absoluto, colocados como en fila de actores saludando frente al público, diversas figuras de las artes y las letras mexicanas miraban al vacío, entre ellos Mario, en medio, con Benjamín Wong a su lado. No vi a nadie más que a los dos. Y de primer momento creí, por el natural egocentrismo humano, que el silencio sepulcral lo había producido mi presencia... Pero me animé a avanzar y saludé con un corto abrazo a Mario, que estaba hierático, y al darle la mano a Wong éste me jaló suavemente y me dijo al oído:

–Hace dos minutos ha estado tendido en el suelo que está usted pisando Gabriel García Márquez... Mario le dio un solo golpe y lo noqueó, diciéndole: “esto por lo que le hiciste a Patricia en Barcelona”.

Me quedé petrificado y me añadí a la fila entre Mario y Wong. El silencio siguió cortando el aire. Hasta que Wong, siempre al oído me preguntó:

–¿Sabe usted quién es esa persona de rasgos orientales sentado en un taburete del bar?

Yo sonreí para mis adentros y le informé al chinísimo Wong:

–Es Kasuya Sakay. Trabaja en Plural con Octavio Paz. (Todavía no había dejado Paz la revista de Excelsior y fundado Vuelta).

–¡ Ah!

Sakay, un oriental como Wong, pero japonés, estaba junto a una de las Pecanins, la que saludó con un tímido gesto de la mano.

El fúnebre silencio continuaba y entendí que el grupo de afuera, en la banca, atendía a García Márquez. Luego supe que lo trataron con un trozo de carne, un grueso bistec, que adquirieron en una carnicería vecina y se lo aplicaron al ojo como compota.

Nadie se movía. Parecía un acto teatral en el que la escena se inmoviliza y queda en silencio. El primero en reaccionar fue Wong. Y otra vez a mi oído:

–Creo que lo más prudente es que usted se lleve a Mario.

–Yo no tengo movilidad.

–Los llevo yo. Mi auto espera en la puerta.

Cogí a Mario del brazo y, en compañía de Wong, partiendo el silencio de los inmóviles ahí congregados, salimos los tres del cine y abordamos el auto que nos abrió el chofer de Wong.

–Al hotel Génova– ordené.

(Ese encantador hotel, el Geneve, al que no se sabe por qué razón se le llamaba Génova –¿sería por la cercanía de la calle con ese nombre?–, hoy ha sido fagocitado por una de esas cadenas para las cuáles no existen personas sino tarjetas).

Recién unos minutos después de partir hacia el hotel habló Mario. Estaba preocupado por lo que diría la prensa. Wong se comprometió a tratar de reducir al máximo la publicidad del escándalo.

–Porque será imposible callarlo por completo. Ha habido demasiada gente relacionada con el periodismo a la hora de su gancho de derecha, mi estimado Mario...

Los tres reímos, pero conteniéndonos. El asunto no estaba para bromas...

–Yo creo, Mario, que estás ofuscado por la reciente posición del Gabo y has querido disimular tu enojo político con eso de “por lo que le hiciste a Patricia en Barcelona”... Pero así has agravado tu desborde boxístico... Aunque no es hora de lamentar sino de lograr que los periódicos sean discretos y eso queda en las buenas manos del señor Wong.

Al poco rato, gracias a la habilidad del chofer, estuvimos en la puerta del hotel, en la Zona Rosa. Wong se despidió y los dos bajamos del auto y directamente fuimos al cuarto. Patricia esperaba a Mario con los cañones listos para disparar y disparó. Estaba enterada de todo.

–¡Imbécil! ¡Creeetino!... ¿Qué te has creído?... Me has puesto a mí de hazmereír público.

Y voló una lámpara por el aire en dirección a la cabeza de Mario.

–Me ha llamado la Gaba, medio mundo... ¡Eres un imbécil! ¡Creeetino!...

El fuego de Patricia iba creciendo y las lámparas volaban por los aires en búsqueda de la cabeza de Mario, quien, hierático, no abría la boca... Me deslicé al teléfono y llamé a Clemen. Era la única que podía apagar el incendio. Yo no me atrevía a soltar una palabra.

A pesar de la distancia y del tránsito, Clemen llegó en pocos minutos y su presencia tuvo la virtud de que se aquietaran las llamas. Se acercó a Patricia, le habló y la hizo reflexionar... Hubo un largo y quieto silencio, que yo me atreví a romper:

–Lo prudente, me parece, es que salgamos a cenar –y así fue.

A pie nos dirigimos los cuatro a un restaurante cercano, creo recordar que era de comida alemana, y durante la cena no se volvió a tocar el tema como no fuera para hacer unos chistes medidos, muy mesurados, hasta insulsos. La presencia de Clemen había traído la paz.

Al día siguiente los periódicos no fueron un modelo de discreción, aunque sin exageraciones. Y el ambiente que rodeó al “suceso de la semana”, que amenazó un momento con volverse una riña de dimes y diretes de barrio bajo –”mi marido no se acuesta con feas”–, por fortuna, en pocos días se esfumó.

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