Notas sobre la etapa más desconocida
de un político y escritor vasco:
Jon Andoni Irazusta, de parlamentario
a misionero en Perú (1950-1952)
Óscar Álvarez Gila
—1→
Hace ya tiempo que se puso en evidencia cómo una de las
facetas más desconocidas de la Guerra Civil española ha sido precisamente la
suerte de los leales a la República que, después de 1939 y a raíz de su derrota
militar, hubieron de exiliarse en diversos países de Europa y América.
Ciertamente, en las dos últimas décadas, tras la recuperación democrática y con
la renovación temática y metodológica que ha experimentado la historiografía
contemporaneísta, se han subsanado en parte ésta y otras carencias. Pero, a
pesar de todo, siguen siendo muchos los elementos de ese complejo mundo del
exilio que precisan todavía de un análisis más pormenorizado, partiendo de la
recuperación de un buen número de interesantes pero aún hoy desconocidas
«historias» personales, cuya suma y entrelazamiento conforman, en buena medida,
el devenir vital de cuatro largas décadas de extrañamiento1.
Precisamente, estas breves notas pretenden mostrar la etapa
más desconocida de una de esas peculiares historias personales a las que acabamos
de aludir, dando cuenta al mismo tiempo de la rica pero no muy conocida fuente
a través de la cual —2→ nos vamos a acercar a ella2. Se trata de
Juan Antonio (o, en euskera, Jon Andoni) Irazusta Muñoa, natural de la villa
guipuzcoana de Tolosa (1884), quien fuera, como es sabido, un personaje de
amplia relevancia política en las filas del nacionalismo vasco en los años de
la Segunda República. Durante esta etapa, ocupó varias veces el cargo de
Diputado a Cortes por Guipúzcoa, siendo además segundo jefe de la llamada
minoría parlamentaria vasca, vertebrada por los cargos electos del Partido
Nacionalista Vasco. Abogado de profesión, cultivó además el periodismo y la
crónica política3. Exiliado tras la Guerra Civil, pasó primero por Francia, y
de allí se dirigiría a América: Panamá, Puerto Rico y Colombia, antes de
radicarse en 1946 en Argentina, donde residió un tiempo en Buenos Aires y, más
tarde, en Córdoba4. Fue allí, precisamente, donde en una etapa ya avanzada de
su vida desarrollaría su faceta literaria en lengua vasca, como autor de dos
interesantes novelas (Joañixio y Bizitza garratza da) que vieron la luz en la
editorial «Ekin» de Buenos Aires en 1946 y 1950, respectivamente5. Con
posterioridad, sus biógrafos se limitan a reseñar su traslado a Perú, país en
el que, después de un breve paso por el Seminario, se ordenaría sacerdote «para
ir como misionero a la cordillera de los Andes» con los religiosos
pasionistas6. Ordenado en Lima en septiembre de 1951, fallecería apenas seis
meses después, el 9 de marzo de 1952.
Ciertamente, a simple vista pudiera parecer sorprendente o
inesperado este giro de su actividad pública. No obstante, no se trataba ésta
de una decisión precipitada o tardía; antes al contrario. De hecho, con
bastante anterioridad a su llegada a Perú en 1950, ya había meditado Jon Andoni
Irazusta la decisión de hacerse sacerdote y misionero, a pesar de su avanzada
edad. Pero había sido precisamente este hecho, su ancianidad, lo que le había
cerrado varias puertas a las que llamó, una vez que ya se hallaba exiliado en
tierras americanas. Antes de entrar
—3→ en contacto con la
congregación de los pasionistas, según relata el prelado nullius7 de Moyobamba
Martín Elorza Legaristi8 -quien finalmente lo aceptaría en su diócesis, y cuya
correspondencia es la base documental principal que sustenta esta nota-, «había
hecho alguna sugerencia él a un Prefecto o Vicario Apostólico, creo que al
actual Superior o Rector del Seminario Misional de Burgos, y sólo obtuvo una
mirada y sonrisa de compasión al obrero de última hora y nada más»9.
Si bien la fuente no lo indica expresamente, no es aventurado
suponer que, muy posiblemente, estos contactos -y en especial, el que se cita
expresamente con el Seminario Español de Misiones Extranjeras de Burgos- se habrían
producido durante el tiempo en que Irazusta estuvo residiendo en Colombia, pues
era en este país sudamericano donde dicho Seminario tenía a su cargo la misión
de San Jorge -un vicariato apostólico sito en el departamento de San Marcos10-.
Y es todavía más —4→ significativo el hecho de que fuera un
sacerdote vasco quien, por aquellos mismos años, estuviera al frente de dicha
misión11.
Este último dato nos pone en la pista de un dato de sumo
interés: la presencia, en tierras americanas, de una extensísima red de
misiones regentadas y servidas por personal total o mayoritariamente vasco,
producto de la altísima fecundidad vocacional de las diócesis vascas12.
Irazusta contaba, para sus propósitos, con un amplio catálogo de posibilidades,
desde Centroamérica hasta el Cono sur americano, donde acogerse a una recepción
benévola por religiosos compatriotas, y todo parece indicar que utilizó estas
conexiones. De hecho, la propia obra literaria de Irazusta nos informa de que
tenía un conocimiento bien preciso de la amplitud y extensión esta presencia
religiosa vasca en América, en el capítulo que dedica a otros religiosos
vascos, misioneros igualmente en otra región colombiana: los carmelitas
descalzos de Urabá13.
De hecho, sus primeros contactos con los pasionistas de Perú
-también todos ellos misioneros vascos, hemos de recordar14-, que habían sido
epistolares15, habían venido motivados por este conocimiento directo y por la
cercanía que esperaba encontrar en unos religiosos vascos como él, y a los que
ciertamente conocía desde antes de su exilio. En 1949, cuando todavía era
Martín Elorza el delegado de la provincia pasionista vasca en América, ya se
había puesto Jon Andoni Irazusta en contacto con él desde Argentina,
expresándole sus deseos de ingresar en la congregación y de ejercitar su futura
labor pastoral en la misión de Moyobamba, una prelatura de recentísima
creación, en la «ceja de montaña» peruana -estribaciones andinas de la
Amazonía-, que ha sido encomendada a los mismos pasionistas vascos que, desde
1923, regentaban la vecina misión de Yurimaguas. A comienzos de 1950, como
hemos indicado, llega finalmente Irazusta
—5→ a Perú16, si bien sin tener
todavía muy bien definido su engarce en el organigrama del personal misionero
que iba a ser destinado allí. Su principal mentor es el propio Martín Elorza,
quien para entonces ya ha sido nombrado para el cargo de administrador
apostólico17 de Moyobamba. Para él, una de cuyas primeras preocupaciones en su
nuevo cargo había sido la promoción de vocaciones sacerdotales, la perspectiva
de la cercana ordenación de Irazusta habría de hacer mucho bien a la prelatura,
no sólo por el posible factor de emulación que pudiera despertar, sino también
porque se trataba de un hombre ya formado, de amplia cultura y mucha valía:
«será, pues, el primer seminarista y ordenado de la prelatura», comunica
entonces a sus superiores pasionistas en Deusto. «No dirán que empezamos por
mocosillos que no saben donde tienen la mano derecha»18.
Inmediatamente, Elorza comienza a gestionar ante Roma
condiciones especiales para que se le reduzca a Jon Andoni Irazusta el período
de estudios en el seminario19, por razón de su edad y su cualificación
académica; conseguirá para ello incluso la recomendación favorable del nuncio
vaticano en Perú20. De igual modo, pedirá a los superiores de la congregación
pasionista condiciones especiales para admitir en el noviciado a un hombre de
sesenta y seis años. Irazusta, por su parte, comienza a estudiar la Teología en
el seminario de Lima, mientras reside en la casa que los pasionistas mantenían
abierta en la capital peruana.
A la espera de la respuesta de la Santa Sede, Martín Elorza
encarga a Irazusta uno de sus proyectos más largamente acariciados, que
pretendía que se convirtiera en la punta de lanza de la recatolización de la
vida pública de todo el departamento de San Martín -donde se halla ubicada la
prelatura-: el Círculo Católico de Estudios. Este «Círculo», de vocación
decididamente elitista, quería convertirse en polo prestigioso de reflexión y centro
de formación de una intelectualidad católica seglar y militante, dispuesta a
defender los intereses de la Iglesia y la religión en —6→
todos los frentes de la vida pública21. Sus primeras batallas deberían
dirigirse, según la idea de monseñor Elorza, contra la labor proselitista del
protestantismo, cuya penetración entre la población de Moyobamba es rápida y
amplia, favorecida entre otros factores por la debilidad de la presencia de la
Iglesia católica en la región. El «Círculo» se funda en noviembre de 1950, bajo
la responsabilidad directa de Jon Andoni Irazusta22, que inició las sesiones de
conferencias mensuales, el 3 de diciembre23, con una charla titulada «A Dios
por la ciencia»; de todas las conferencias impartidas por Irazusta en el «Círculo»,
sería ésta precisamente la única que no se refiere directamente a la cuestión
protestante.
La solicitud personal de Elorza finalmente, obtendrá sus
frutos en cuanto a la ordenación de Jon Andoni Irazusta, aunque se demorará un
poco. La tardanza tampoco preocupa en exceso al prelado de Moyobamba, más
interesado por los primeros frutos de su labor al frente del «Círculo». «No
quiero precipitar los acontecimientos poniéndole la sotana. Después de unos
pocos meses más se le dará esa transformación que no dejará de sorprender a
muchos»24. Finalmente, llega la autorización de Roma, en abril de 1951, para
que disponga la ordenación en la fecha que crea oportuna, con la sola condición
«de que siga después el estudio de la Teología hasta terminarla»25. Y así, el 2
de septiembre de 1951, en la iglesia de la Nunciatura de Lima, Irazusta se
convierte en sacerdote, oficiando su primera misa en la iglesia parroquial que
los pasionistas tenían en San Isidro, Lima, una semana más tarde. Serán sus
padrinos de ordenación un matrimonio guipuzcoano, amigo común de Irazusta y de
los pasionistas vascos de Lima, ciudad ésta en la que residiría: Eduardo Olano,
y su esposa Amanda26. Expresamente para predicar en el —7→
acto, llegó desde Buenos Aires el sacerdote capuchino, también amigo de
Irazusta, exiliado como él tras la Guerra Civil y pariente de los Olano, padre
Miguel de Alzo27.
«Acabo de presenciar con grandísimo consuelo de mi alma la
ordenación sacerdotal y primera misa de Jon Andoni Irazusta, hijo ilustre de
esa villa (de Tolosa). Él ha sido el primer sacerdote que ha visto ordenarse
esta nueva prelatura de Moyobamba: un tolosano», informó entonces Martín Elorza
a una congregación de monjas de Tolosa, con la que mantenía correspondencia28.
Pero aquello sólo suponía el primer paso en el deseo de Irazusta, pues
seguidamente «vino con la ilusión de poderse hacer religioso pasionista con
toda su realidad canónica», recuerda Elorza29. Pero un hecho se interpone en su
deseo: la provincia pasionista vasca no disponía todavía de un noviciado en
América.
Por esta razón, Martín Elorza opta por enviar unos
inmejorables informes a Roma, en la esperanza de que se arbitren soluciones
especiales, dadas las circunstancias excepcionales que rodean al caso (entre
las que no puede olvidarse la imposibilidad que tenía Irazusta de ir al País
Vasco a ingresar en el noviciado, por su condición de exiliado político de
España)30. No pierde así ocasión para ponderar muy positivamente las virtudes
que, a su entender, ostentaba Jon Andoni Irazusta, que actuaba ya como un
religioso más en la disciplina regular: «El señor se porta muy bien y nada
tengo contra él. Está en todo pendiente de mí; y hasta es difícil saber su
inclinación, porque es tan delicado que quiere en todo seguir la de sus
superiores; y evita manifestar su propia preferencia o voluntad». Finalmente,
propone como solución conveniente, en caso de que haya de trasladarse Irazusta
a —8→
algún noviciado canónico establecido, que «se podría convenir con los
PP. [Pasionistas] de Argentina y obtenerle dispensa de parte del tiempo»31.
La insistencia del prelado Elorza, sin embargo, no le sirvió
en esta ocasión, e Irazusta tuvo que conformarse con su condición de sacerdote
secular. Pero, como resumía Elorza pocos días después de su fallecimiento, «en
ese brevísimo plazo se le impuso en la Teología y elevó al sacerdocio; fundó el
Círculo Católico de Estudios, dio diferentes conferencias, se le nombró asesor
jurídico de la Prelatura y prestó diferentes servicios o ministerios
sacerdotales en Tarapoto como adscrito a aquella parroquia. [...] Dudo que los
jesuitas hubieran obtenido mucho más en ese corto espacio de tiempo y en este
medio de la selva»32.
Toda esta actividad se detendría cuando, por causa de una
enfermedad, hubo de ser rápidamente trasladado a Lima, donde estuvo bajo la
atención personal del propio monseñor Elorza. Irazusta fallecería el 4 de marzo
de 1952. Sería enterrado en Lima, corriendo todos los gastos de los funerales a
cargo de la prelatura, en todas cuyas parroquias se hicieron oficiar misas por
su alma33.