Fujimori desencadena la represión
El Ejército despliega una fuerte
persecución selectiva contra la Prensa
La falta de libertad obliga a todos a "interpretar el silencio”
Madrid. Cesar Hildebrandt
“La comunidad internacional no nos entiende”, pretendía quejarse el auto superdotado presidente del Perú, Albero Fujimori, la noche del lunes. Habían transcurrido tan solo veinticuatro horas en el doctor Hyde de la democracia peruana y había terminado de presidir el Consejo de Ministros que tuvo a periodistas como testigos. No todos los miembros del gremio de Prensa, sin embargo, fueron invitados a la magna cita.
Ausente notorio, por ejemplo, fue Francisco Igartua, director del semanario “Oiga”, clausurado en la madrugada del martes. Otra omisión significativa fue la de no convocar al director de noticias de la emisora radial “Antena 1”, cuya supresión de sus emisiones al aire por las fuerzas militares tuvo contornos dramáticos porque fue transmitida en vivo y en directo por un locutor que iba anunciando a los oyentes la llegada de los comandos. Al final, una protesta apenas audible y un golpe seco de micrófono bajaron el telón de esa estación radial, que hacía unos minutos había leído la flamígera carta del ex Fernando Belaunde. En ella, el veterano líder de Acción Popular la extendida tesis de que el ingeniero Fujimori, al divorciarse de la Constitución, ha dejado vacante la Presidencia. Otro desinvitado obvio era el periodista Gustavo Gorriti, acusado esa misma noche por el ministro de interior, general Juan Briones, de posesión de documentos militares secretos. Posteriormente, Gustavo Gorriti, corresponsal del diario español “El País”, fue puesto en libertad.
Gustavo Gorriti, corresponsal del diario español “El País”, fue liberado ayer tras dos días de encarcelamiento.
El clima de represión selectiva, eficaz y apenas brutal, lo describía perfectamente la periodista de televisión Roxana Canedo, quien, impedida, como todos sus colegas, de hablar con libertad, se limito a decirle a su teleaudiencia: “interpretan mi silencio”.
Otros periodistas igualmente preocupados y nada palaciegos eran los corresponsales extranjeros, que acababan de descubrir que sus visados expiran en junio próximo y que su renovación, como le dijo un funcionario policial a uno de ellos, “dependerá de su actitud”.
Las FFAA y el narcotráfico
Sonriente, Fujimori presidio esa sesión ministerial en la que empezó a abordarse la reforma del poder judicial y nuevas medidas en la lucha contra el narcotráfico. Como se sabe, diversos medios periodísticos, locales e internacionales, han acusado a las Fuerzas Armadas de no castigar a elementos castrenses abiertamente complicados en el cobro de cupos a los narcotraficantes colombianos que aterrizan en algunos de los sesenta aeropuertos subrepticios del Alto Huallaga.
Mientras los ministros confirmados y pringados con el golpe se excusaban de formular declaraciones, el brioso titular del Interior si pidió micrófonos para decir, luego de acomodarse la guerrera, que las armas pesadas presuntamente halladas en el local del Partido Aprista –granadas, cohetes portátiles y ametralladoras– y en la casa del ex ministro del Interior de Alan García, Agustín Mantilla, justificaban las medidas represivas en contra del partido que fundara Haya de La Torre.
No hubo tiempo de preguntarle qué tipo de armamento se había encontrado en las sedes de las centrales sindicales del país –CGTP, CTP y CTRP–, cerradas a piedra y lodo por la Policía, o en las Universidades, también acordonadas por fuerzas militares y con sus actividades interrumpidas.
Ninguno de los comedidos hombres de Prensa que recogían las declaraciones de Briones preguntó por qué la Policía creyó conveniente efectuar disparos al aire y emplear gases lacrimógenos y cachiporras contra un grupo de parlamentarios, encabezado por el decano del Colegio de Abogados de Lima y senador Raúl Ferrero, que se había reunido para firmar un manifiesto en el que se declarada la vacancia de la Presidencia.
Estrecha vigilancia
La carencia de ministro de Educación –único puesto en el Gabinete Fujimori– tampoco posible que alguien preguntara por que el local del SUTEP, el sindicato peruano, se hallaba rodeado de mi militares.
Detenido en su domicilio, el presidente de la Cámara de Diputados, Roberto Ramírez del Villar, que salvara la vida hace unos meses tras sufrir una crisis cardiopulmonar, fue advertido por un portavoz del Ministro del Interior de que se abstuviera de formular declaraciones a la Prensa internacional.
La Casa Blanca suspende la
ayuda económica y financiera
Nueva York, Juan Vicente Boo
Al final de una reunión urgente que se prolongo hasta la madrugada del martes, la Organización de Estados Americanos condeno duramente la medida golpista del presidente Alberto Fujimori y advirtió que los acontecimientos en el Perú “afectan los mecanismos de representatividad democrática en toda Iberoamérica”. A su vez, Estados Unidos anuncio oficialmente la suspensión de ayudas económicas y financieras a ese país, con la sola excepción de la ayuda humanitaria y en tanto la situación se prolongue.
La ayuda que EEUU retirara a Perú incluye 45 millones de dólares cargo para ejercicio fiscal de 1992, que no ha sido clausurado todavía, y otros 275 millones del actual ejercicio de 1992
Así pues Estados Unidos mantiene la postura de firmeza contra el Golpe.
Contra la neutralidad
Exaspera la timidez de ciertos pronunciamientos oficiales acerca del golpe peruano. No se puede ser neutral, como decía Sartre, ante la peste bubónica. Lo del Perú no es una amenaza sino un hecho consumado, y el paso de las horas apunta a la esclerosis de la dictadura militar que hoy cuelga patéticamente de ese minúsculo filamento civil que se llama Alberto Fujimori. La resistencia interna está paralizada por los arrestos y las golpizas –la ultima la recibió, y durísima, el senador Raúl Ferrero, del Movimiento Libertad– y el mutismo informativo ha invadido de silencio la sociedad peruana. Solo circula, a la velocidad peruana. Solo circula a la velocidad de la luz, el rumor, el rumor, el rumor.
En estas circunstancias, la acción internacional opera una doble función: la de censor moral y la de sucedáneo de la imposible acción interna. Ha dado un paso George Bush suspendiendo la ayuda al Perú que trabajosamente se había conseguido a lo largo de dos años, en buena parte porque la camarilla uniformada que manda en el Perú está seriamente comprometida con el narcotráfico en la zona del Alto Huallaga. Recibí personalmente informaciones durante la campaña electoral de 1990 acerca del infame contubernio narco-militar y en los últimos meses tanto el Senado norteamericano como un oportunista asesor gubernamental que renuncio hace poco tiempo han señalado que la corrupción proveniente de esa fuente esta mas allá de toda duda. Probablemente estas razones pesan en la conciencia norteamericana a la hora de actuar frente al nuevo Perú.
Los Gobiernos latinoamericanos se pronuncian aisladamente y no en conjunto. Debieran hacerlo a través del Grupo de Rio o el foro de la OEA, y la Comunidad Europea debería dar un carácter continental a los discursos crecientemente firmes del Gobierno español sin perder más tiempo. Es errado pensar que la reacción internacional debe dar tiempo a la posibilidad de que las cosas recuperen su cauce normal en el Perú. Los factores trabajan inversamente: a medida que se institucionaliza la traición, se hace evidente que solo la irradicación desde el extranjero puede devolver energía a la agónica resistencia y provocar esas fisuras en las Fuerzas Armadas, que de momento no asoman. La comunidad internacional no es ya un espectador, sino un elemento en juego. La última esperanza. El Gobierno español está en condiciones de movilizar a la Comunidad Europea. Ahora.
No me canso de insistir en el efecto domino que puede tener el ocaso de la democracia peruana. El peligro inmediato se llama Brasil. Otra razón poderosa para exigir al mundo su enrolamiento en una legión extranjera en pro de la libertad de los peruanos. Está en juego el destino del Perú, el destino de América y el destino de lo que alguna vez se llamo nuevo orden mundial y hoy suena tan lejano.
Alvaro VARGAS LLOSA