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56 minutos: Eran otros tiempos, y aunque no había Gladys que aparecieran eróticamente, ya la publicidad tenía sus trucos: Arriba, la cara amarga de un fumador que se queja: ¡Demonios, qué cigarro tan malo! Abajo: la misma cara del fumador, pero sonriendo: ¡No os veriais en esos apuros si fumarais cigarrillos El Figaro!, por ejemplo.
Aversión a los reportajes
58 minutos: Cuando me advirtió que ya habíamos conversado algo, me pesó no haber llevado lápiz para tomar alguna nota. "No se preocupe (me dijo él), porque yo no le he concedido una entrevista. Hemos conversado para que Ud. haga una semblanza, si algo tuviera que escribir sobre mí”, agregó. (Después su hija Elvira, inseparable compañera de sus viajes a través del tiempo y de los mares, confirmaría la aversión del ilustre hombre de prensa, a los reportajes. “¿Para qué –contesta él – si tengo un periódico donde puedo verter mis opiniones?”
61 minutos: Los perros me recibieron con ladridos en su residencia, y uno de ellos casi se pasó de leal. A propósito, para el doctor Miró Quesada, nada hay más valorativo en el hombre que la lealtad y la amistad, pero con una advertencia: ‘Soy amigo hasta donde llegan los límites de mi país. Porque entre los intereses de la patria y los de la amistad, a la amistad hay que dejarla de lado”.
66 minutos: En un sofá muy muelle, en su residencia de Javier Prado, delante de unas breves estatuas de mármol, el hombre hace recuerdos infinitos. Su vida llena de anécdotas comienza cuando a los pocos días de nacido, ante la invasión de los chilenos, tiene que ser llevado a Ancón en una caja de vino. Después todo es un ir y venir incesante. De clorificar el agua que bebe Lima, puede pasar o pasa con facilidad a una legación en Suiza; de asfaltar el jirón de La Unión va a representar al país en La Liga de las Naciones. Es alcalde de la ciudad con la misma maestría con que desarrolla su cátedra en San Marcos. Escribe un editorial, dos, cien contra la IPC igual como funda el primer refectorio escolar en el país. “Según una encuesta que mandé hacer, los niños pobres se desmayaban en la primera hora de clase. Resulta que no comían la noche anterior ni tomaban desayuno en la mañana siguiente”. Entonces funda ese refectorio, propone escuelas al aire libre al estilo de Charlottemburgo y pide como allá, para los niños, doble ración de alimento, doble ración de aire puro y media ración de trabajo.
¿Recuerdos imborrables? Los dolorosos.
70 minutos: No se puede dar la vuelta al mundo de una vida de 90 años en 90 minutos, pero resulta hermoso intentarlo aunque sea para titular. Pero, digamos, doctor Luis, ¿podría señalar algunos de sus recuerdos imborrables?. “Los imborrables siempre resultan ser los más dolorosos. El placer es siempre pasajero, el dolor es permanente y a veces, hasta eterno”. Entonces, quiso recordar a su esposa. “Elvira –dijo– fue una mujer sin la cual yo no habría llegado a ser algo en la vida. Ella me daba aliento para toda empresa, Leguía me mandó decir una vez que me daba 15 días para arreglar mis papeles. Yo le mandé decir, primero que averiguara dónde estaba escondido; segundo, que me hiciera detener; y, tercero, que me deportara. En esos días, había una recepción oficial en una embajada. Yo le dije a Elvira, vamos a la recepción. Fuimos y mi presencia causó revuelo singular. Lo recuerdo, perfectamente, todo ahora.
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