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DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA

DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA
FRANCISCO IGARTUA CON DORIS GIBSON, PIEZA CLAVE EN LA FUNDACION DE OIGA, EN 1950 CONFUNDARIAN CARETAS.

«También la providencia fue bondadosa conmigo, al haberme permitido -poniendo a parte estos años que acabo de relatar- escribir siempre en periódicos de mi propiedad, sin atadura alguna, tomando los riesgos y las decisiones dictadas por mi conciencia en el tono en que se me iba la pluma, no siempre dentro de la mesura que tanto gusta a la gente limeña. Fundé Caretas y Oiga, aunque ésta tuvo un primer nacimiento en noviembre de 1948, ocasión en la que también conté con la ayuda decisiva de Doris Gibson, mi socia, mi colaboradora, mi compañera, mi sostén en Caretas, que apareció el año 50. Pero éste es asunto que he tocado ampliamente en un ensayo sobre la prensa revisteril que publiqué años atrás y que, quién sabe, reaparezca en esta edición con algunas enmiendas y añadiduras». FRANCISCO IGARTUA - «ANDANZAS DE UN PERIODISTA MÁS DE 50 AÑOS DE LUCHA EN EL PERÚ - OIGA 9 DE NOVIEMBRE DE 1992»

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«Cierra Oiga para no prostituir sus banderas, o sea sus ideales que fueron y son de los peruanos amantes de las libertades cívicas, de la democracia y de la tolerancia, aunque seamos intolerantes contra la corrupción, con el juego sucio de los gobernantes y de sus autoridades. El pecado de la revista, su pecado mayor, fue quien sabe ser intransigente con su verdad» FRANCISCO IGARTUA – «ADIÓS CON LA SATISFACCIÓN DE NO HABER CLAUDICADO», EDITORIAL «ADIÓS AMIGOS Y ENEMIGOS», OIGA 5 DE SEPTIEMBRE DE 1995

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LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

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UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

«Siendo la paz el más difícil y, a la vez, el supremo anhelo de los pueblos, las delegaciones presentes en este Segundo Congreso de las Colectividades Vascas, con la serena perspectiva que da la distancia, respaldan a la sociedad vasca, al Gobierno de Euskadi y a las demás instituciones vascas en su empeño por llevar adelante el proceso de paz ya iniciado y en el que todos estamos comprometidos.» FRANCISCO IGARTUA - TEXTO SOMETIDO A LA APROBACION DE LA ASAMBLEA Y QUE FUE APROBADO POR UNANIMIDAD - VITORIA-GASTEIZ, 27 DE OCTUBRE DE 1999.

«Muchos más ejemplos del particularismo vasco, de la identidad euskaldun, se pueden extraer de la lectura de estos ajados documentos americanos, pero el espacio, tirano del periodismo, me obliga a concluir y lo hago con un reclamo cara al futuro. Identidad significa afirmación de lo propio y no agresión a la otredad, afirmación actualizada-repito actualizada- de tradiciones que enriquecen la salud de los pueblos y naciones y las pluralidades del ser humano. No se hace patria odiando a los otros, cerrándonos, sino integrando al sentir, a la vivencia de la comunidad euskaldun, la pluralidad del ser vasco. Por ejemplo, asumiendo como propio -porque lo es- el pensamiento de las grandes personalidades vascas, incluido el de los que han sido reacios al Bizcaitarrismo como es el caso de Unamuno, Baroja, Maeztu, figuras universales y profundamente vascas, tanto que don Miguel se preciaba de serlo afirmando «y yo lo soy puro, por los dieciséis costados». Lo decía con el mismo espíritu con el que los vascos en 1612, comenzaban a reunirse en Euskaletxeak aquí en América» - FRANCISCO IGARTUA - AMERICA Y LAS EUSKALETXEAK - EUSKONEWS & MEDIA 72.ZBK 24-31 DE MARZO 2000

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viernes, 23 de marzo de 2012

COFRADIA DE NUESTRA SEÑORA DE ARANZAZU DE LIMA 1612-2012

EN LA CULTURA

90 AÑOS

QUE SON NOTICIA

SOY AMIGO hasta donde llegan los límites de mi país…

DON LUIS MIRO QUESADA

90 AÑOS EN 90 MINUTOS

MAÑANA sábado cumple 90 años don Luis Miró Quesada, patricio ejemplar a quien el Perú le debe mucho y periodista de garra, hombre de combate y de pasión, al que –seguramente por estas razones– nos sentimos cariñosamente ligados. Como homenaje de OIGA a su figura patriarcal, van a continuación unos ágiles apuntes de Manuel Jesús Orbegozo. En ellos está retratado el temple, la firme y sobria personalidad de don Luis, un hombre con auténtico valor –que es el moral–, de exquisito trato y terco cariño al Perú y a los suyos, Un hombre joven a sus noventa años.

0 minutos: “Yo sabía que nos iban a atacar y por lo tanto hice la advertencia: Hay que comprar armas, revólveres, tenemos que armarnos. Mi padre no quería exponernos y mi hermano Antonio era enemigo de la violencia, en esos días había perdido un hijo y estaba anonadado. Oscar y Miguel estaban de acuerdo conmigo.

2 minutos: “Aquí tiene usted el té, el azúcar, sírvase. Verá Ud., esto es lo único que me queda de sajón”. Claro, sabemos además, que todo el resto lo tiene de criollo, aunque una vez, cuando le sirvieron un vaso de vino, usted había dicho: “Ustedes saben de mi profundo nacionalismo, pero en materia de vinos –de los que suelo beber un sorbo de tarde en tarde–, bueno, no soy muy nacionalista que digamos”.

7 minutos: Hay que recordar que era setiembre (1919), y en el cielo brillaba la constelación de Virgo. Los gendarmes habían dado otro golpe y la ciudad (acaso 100 mil habitantes) se había conmocionado un poco. La Ley Seca entraba en vigencia en los Estados Unidos bajo los auspicios de “La cosa nostra” y en el cine Alhambra, Olga Petrov hacia su debut, con orquesta. Don José Pardo se cubre con un paletó, se pone sus guantes de previl, toma su sombrero de paño negro y se da preso. Entre gallos y medianoche se lo llevan al Panóptico (todavía no se había inventado El Frontón) y Leguía inicia así el oncenio.

12 minutos: “En el seno de mi familia yo insistía en armarnos, esgrimiendo dos argumentos: A) de orden moral y B) de orden práctico. A, porque eso significa defender nuestra casa, nuestra propiedad, el periódico; y B, porque a ningún gobierno nuevo le conviene un conflicto de esta naturaleza, en pleno centro de la ciudad”.

17 minutos: El coronel Samuel del Alcázar que había hecho la campaña de la Breña con el general Andrés Avelino Cáceres, se decide a atacar Palacio de Gobierno. Cuando llega, Cáceres le sale al frente: “¿Qué va a hacer Ud., coronel?” le dice. El coronel le contesta: “Simplemente voy a hacer lo que Ud. nos ha enseñado, mi general”. Cáceres le replica “¿qué?...” “Bueno –le contesta del Alcázar–, no entiendo bien lo que me dice Ud., mi general”; toma su espada y la quiebra en dos en su rodilla. Se da media vuelta y pasa a formar la legión de los tercos y frustrados defensores de la Ley.

Enérgico poder de decisión

21 minutos: “El 10 de setiembre, una turba ataca las oficinas de “La Prensa”. Las incendia, las apedrea. Entonces, nosotros nos ponemos sobre aviso. A las 7 de la noche estamos en la dirección del periódico, cuando en eso suena el teléfono. Descuelgo el fono y oigo la voz de mi cuñado Alejandro Garland que me llama desde “El Palais Concert”, “Aló, Luis, una poblada va a atacar El Comercio”. No había tiempo que perder: Tú allí, Lizandro; Oscar, Miguel, ustedes allá; Juan, Tomás, rápido, a sus emplazamientos, ustedes también Pedraza, Vega, éramos 17 en total.

26 minutos: “Afuera se oía ulular a la multitud. Gritan desaforadamente, abajo El Comercio, mueran los miro quesadas. Teníamos un punto débil: La puerta de administración, que cedió ante el empuje. Antes de que la turba entrara al hall principal le grito al conserje para que eche llave a la puerta, veo que le tiemblan las manos, corro, le quito las llaves y tranco. Después comprobaríamos que el conserje era un traidor. Desconecté la llave principal de la luz y corrí a parapetarme detrás de cuatro bobinas. Todo había quedado bajo la penumbra y sólo se veía los fogonazos de los disparos. Comprendimos que nos estábamos jugando la vida y contestamos el fuego. Cae un atacante en el hall y la turba frena su embestida. La grita era ensordecedora, Una bala atraviesa el sombrero de Miguel. Vemos que cae otro, otros; pero el fuego no cede, hasta que poco a poco se va apagando, crepitando como una gran hoguera. Había trascurrido más de 30 minutos. Nos habíamos salvado y habíamos salvado El Comercio.

30 minutos: Un sorbo de té, otro sorbo, y otro.

31 minutos: El doctor Oscar Miró Quesada me había dicho una vez: Admiro, en mi hermano Luis, la armonía que guarda entre la rectitud y el sentimiento. También, su nacionalismo total, sin xenofobia, y su gran amor por la justicia social. Pero entre otras cosas, su enérgico poder de decisión. Una vez, Glicerio Tassara iba a lanzar otra edición de “Idea Libre” contra mi padre. Estábamos en un rincón de la universidad cuando Luis dijo: “Vamos a impedir que salga ese ataque”. Recuerdo que con nosotros estaban Pazos Varela y Carlos Zavala. Fuimos a “Idea Libre”. No bien entramos en la dirección, Tassara sacó su revólver y me apuntó. Luis saltó sobre él, pero ya Tassara había disparado. Lo rodeamos para desarmarlo, mientras Pazos Varela estaba agonizando ahí mismo. El tiro le había caído en el corazón. Cosas del destino, pero Luis ha sido así siempre”.

38 minutos: “Me han dado fama de ser un hombre duro, pero no lo soy. Yo trato de llevarme bien con todo el mundo. Lo que pasa es que confunden energía de carácter con dureza. Antes de decidirme yo pienso demasiado y sólo cuando estoy seguro de que tengo razón, ya no doy marcha atrás”.

¿Es eso karate, profesor?...

40 minutos: Había que establecer relaciones entre su cuerpo y su alma. Preguntar si su espíritu es inversamente proporcional a su estatura. Cuando joven, no hubo deporte que dejara de practicar. Ciclismo, atletismo, fútbol, cricket, remo y tal vez karate. Había que imaginarlo escuchando al profesor japonés, las enseñanzas de la doctrina Zen: “El karate no es para usarlo en nuestro propio beneficio sino en defensa de un ideal de justicia. Hay que ser prudente (como él) hasta donde sea posible para evitar todo motivo de fricción. Eso nos lleva a la necesidad de mantener una norma de modestia y corrección (como él) en todas las situaciones de la vida, aún en el hablar, en el comer, en el obrar. / ¿Es eso karate, profesor? /. Sí, eso, pero además, es esperar a que el adversario reflexione y desista y sólo en última instancia que salga el arma de que disponemos como cortando el aire”.

45 minutos: Su rostro, a veces me parece borgiano o ¿será solamente para asociarle esta frase?: Mi cuerpo puede sentir miedo, pero yo no. (Borges).

46 minutos: Luis Miró Quesada de la Guerra, nacido cuando la patria atravesaba los momentos más luctuosos de su historia (1880), ingresó a trabajar en el diario que hasta hoy dirige, en 1903. “Ese año me pusieron en planilla, pero no recuerdo cuál fue mi salario. Creo sí, que fue demasiado poco”. Eran, en realidad, los viejos tiempos de la zarzaparrilla de Bristol, del agua de Melisa y el Cordial Cerebral (remplazado ahora por el gerovital) y se publicaban avisos que decían: “Vendo 2 bueyes y dos vacas lecheras, ofertas en domicilio”; se escribía tejido con g y las noticias policiales aparecían así: “Al subir el Puente de Piedra que está en declive, sucedió que los caballos resbalaron cayendo por el lado izquierdo, rompiéndose los ganchos a que estaban sujetos los caballos, el carro retrocedió y dos personas que iban allí se tuvieron que arrojar llenas de temor”. Ahora, un solo titular causa veinte veces más miedo: “Jet se estrella, mueren 110”.

56 minutos: Eran otros tiempos, y aunque no había Gladys que aparecieran eróticamente, ya la publicidad tenía sus trucos: Arriba, la cara amarga de un fumador que se queja: ¡Demonios, qué cigarro tan malo! Abajo: la misma cara del fumador, pero sonriendo: ¡No os veríais en esos apuros si fumarais cigarrillos El Figaro!, por ejemplo.

Aversión a los reportajes

58 minutos: Cuando me advirtió que ya habíamos conversado algo, me pesó no haber llevado lápiz para tomar alguna nota. "No se preocupe (me dijo él), porque yo no le he concedido una entrevista. Hemos conversado para que Ud. haga una semblanza, si algo tuviera que escribir sobre mí”, agregó. (Después su hija Elvira, inseparable compañera de sus viajes a través del tiempo y de los mares, confirmaría la aversión del ilustre hombre de prensa, a los reportajes. “¿Para qué –contesta él– si tengo un periódico donde puedo verter mis opiniones?”

61 minutos: Los perros me recibieron con ladridos en su residencia, y uno de ellos casi se pasó de leal. A propósito, para el doctor Miró Quesada, nada hay más valorativo en el hombre que la lealtad y la amistad, pero con una advertencia: ‘Soy amigo hasta donde llegan los límites de mi país. Porque entre los intereses de la patria y los de la amistad, a la amistad hay que dejarla de lado”.

66 minutos: En un sofá muy muelle, en su residencia de Javier Prado, delante de unas breves estatuas de mármol, el hombre hace recuerdos infinitos. Su vida llena de anécdotas comienza cuando a los pocos días de nacido, ante la invasión de los chilenos, tiene que ser llevado a Ancón en una caja de vino. Después todo es un ir y venir incesante. De clorificar el agua que bebe Lima, puede pasar o pasa con facilidad a una legación en Suiza; de asfaltar el jirón de La Unión va a representar al país en La Liga de las Naciones. Es alcalde de la ciudad con la misma maestría con que desarrolla su cátedra en San Marcos. Escribe un editorial, dos, cien contra la IPC igual como funda el primer refectorio escolar en el país. “Según una encuesta que mandé hacer, los niños pobres se desmayaban en la primera hora de clase. Resulta que no comían la noche anterior ni tomaban desayuno en la mañana siguiente”. Entonces funda ese refectorio, propone escuelas al aire libre al estilo de Charlottemburgo y pide como allá, para los niños, doble ración de alimento, doble ración de aire puro y media ración de trabajo.

¿Recuerdos imborrables? Los dolorosos.

70 minutos: No se puede dar la vuelta al mundo de una vida de 90 años en 90 minutos, pero resulta hermoso intentarlo aunque sea para titular. Pero, digamos, doctor Luis, ¿podría señalar algunos de sus recuerdos imborrables?. “Los imborrables siempre resultan ser los más dolorosos. El placer es siempre pasajero, el dolor es permanente y a veces, hasta eterno”. Entonces, quiso recordar a su esposa. “Elvira –dijo– fue una mujer sin la cual yo no habría llegado a ser algo en la vida. Ella me daba aliento para toda empresa, Leguía me mandó decir una vez que me daba 15 días para arreglar mis papeles. Yo le mandé decir, primero que averiguara dónde estaba escondido; segundo, que me hiciera detener; y, tercero, que me deportara. En esos días, había una recepción oficial en una embajada. Yo le dije a Elvira, vamos a la recepción. Fuimos y mi presencia causó revuelo singular. Lo recuerdo, perfectamente, todo ahora.

75 minutos: Luis Miró Quesada (Una orquídea y una lágrima, todos los sábados en la tumba de su esposa) ha callado y en sus ojos hay un brillo que podría afirmar, es una lágrima.

78 minutos: Ahora es lunes y estamos bajo el signo de escorpio. Ya regresó el hombre de la Luna y Vietnam todavía está crucificado, pero en un tiempo atrás, el presidente Prado lo hizo llamar con urgencia. Estados Unidos se había dirigido al Perú presionándolo para que retirara sus tropas de la Provincia de El Oro. La comisión consultiva había aceptado por unanimidad que las tropas se retiraran.

—Tenemos que hacerlo— le dijo el presidente.

—No puede ser —contestó Miró Quesada— la provincia de El Oro es la prenda que tiene el Perú para poder arreglar definitivamente sus diferendos con el Ecuador. Las tropas no deben retirarse.

—Es que no nos queda otro camino.

—Entonces, yo escribiré en contra —dijo Miró Quesada.

Hubo más diálogos, otro miembro de la comisión dijo que podríamos ser objeto de humillación. Miró Quesada respondió que humillación sería ceder ante las presiones diplomáticas. “Tal vez podríamos ceder ante el desembarco de tropas norteamericanas en Tumbes”, replicó, y se dio media vuelta. Pero la historia ha dado su versión eterna: El Perú no retiró sus tropas.

85 minutos: “No deseo enturbiar con esos recuerdos esta fecha, pero el gran error del Apra fue matar a mi hermano, cuando yo era quien escribía los editoriales. Haya tenía conocimiento de que iba a cometerse ese crimen y si no lo supo directamente, cuando menos lo sabía en alguna forma. Pero, dejemos esas cosas para otra vez”, porque las sombras han caído sobre los altos árboles y los días. ¡Ya es hora de ir al diario, a ver qué pasa!

89 minutos: Doctor, ¿por qué no escribe Ud. sus memorias'?

—Las memorias sólo deben escribirlas los grandes hombres.

90 minutos: Mañana que cumple 90 años, ¿qué editorial escribirá el Dr. Miró Quesada, en su propio corazón?

________________________

OIGA, 4 de diciembre de 1970 En el Perú, págs. 14, 15, 16 y 17.

© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Editorial Periodística Oiga S.A. © Jhon Bazán Aguilar, 2012.

EN LA CULTURA

Vargas Llosa

CONFESION

FUERA DE LA

CATEDRAL

Aquí, en esta revista, nunca se ha presionado, ni siquiera inducido, a quienes en ella trabajan y colaboran, a pensar o expresarse de una u otra manera. No hemos recibido, claro está, ni recibiremos a gente reaccionaria. Los artículos firmados en Oiga, no son ni serán jamás tocados por la dirección. Esta es una casa de puertas y ventanas abiertas, libre.

Y vale en esta oportunidad esta casi inútil explicación para destacar nuestro punto de vista sobre el siguiente reportaje de Manuel Jesús Orbegozo sobre Mario Vargas Llosa. Es una nota –en la que se insertan declaraciones de nuestro afamado novelista– hecha con evidente mala intención para con el reporteado y donde en el truco periodístico se utiliza cruelmente para reforzar una posición política a la que se siente obligado el reportero, por considerarse, según propia confesión, un “incondicional” de la revolución cubana. La publicamos por ser de interés para los lectores la confrontación de dos posiciones intelectuales antagónicas, sobre las que, cada día con mayor premura, hay que ir tomando partido. Aclaremos que la entrevista se realiza por gestión amistosa de la dirección de esta casa ante el novelista y que, antes de entrar en prensa, Mario Vargas Llosa la ha leído -y corregido sus respuestas- con amplio espíritu deportivo, sin hacer llegar un solo reproche a la revista ni al periodista Orbegoso. Los lectores juzgaran sobre el derecho a disentir y los riesgos que por ejercerlo se corren en épocas de fanatismo y sobre la libertad de los hombres a ser “incondicionales” y a jugar con la buena fe de las gentes.

LA DIRECCION

______________________

Mario Vargas Llosa tiene miedo de que le pueda deformar sus declaraciones. Me dice: “Tu comprenderás, pero esta es una cosa seria”; yo le digo: “Lo comprendo Mario así que no te preocupes”; pero vuelve a insistir y entonces hacemos como un arreglo, un establecer las reglas del juego: -Tu dictas tus declaraciones y yo las copio literalmente, ¿okey? Aceptas y sonríes, agregando, “después me las leerás”; y yo te digo que bueno, pero al final nos olvidamos de las reglas del juego y yo me salgo con los apuntes bajo el brazo. Tú me dices, “mira cuanto has escrito, aquí tienes para escribir una novela”. Yo pienso que si, que habría material como para una novela que podría llamarse “confesión fuera de la catedral”, o un libro de poesía inversamente proporcional al de Padilla. El libro se llamara “Dentro del juego”.

Yo creo en el socialismo autentico y creador

Tú hablas yo copio:

“Yo quiero aclarar esto en forma terminante. Es absolutamente falso que yo haya roto con la revolución cubana, porque yo sé lo que la revolución cubana es y lo que significa para América Latina. Mi crítica no está hecha desde una perspectiva reaccionaria o imperialista, como se la ha querido calificar. No podría hacerlo, pues conozco de cerca la verdad sobre esta revolución. Mi protesta solo tiene que hacer con el problema cultural específico y es principista. Yo creo en el socialismo autentico y creador y por eso siempre me sentí solidario con la revolución cubana, desde un principio, porque la considere un triunfo original sobre las viejas estructuras de un país que puede ser cualquiera de Latinoamericana”.

Son las 4 de la tarde y estamos conversando en 28 de julio 501, ascensor, mas o menos por donde Mario salía fumar cigarrillos a escondidas con los cachorros. Miraflores gaga. El viste una chompa blanca “Jorge Chávez” y una camisa que le asoma por el cuello, como orejas. Hemos hablado de los tiempos viejos, cuando el solamente soñaba en ser escritor y más bien me pedía que escribiera un cuento para la revista Turismo. Yo escribí el cuento y desde ahí nunca mas volví a perpetrar nada, salvo escribir cuentos vietnamitas, o cuentos chinos, que son los mejores que podrían contarse hoy sobre la tierra, pues, efectivamente, allí los protagonistas no son ni pueden ser contrarrevolucionarios.

Yo no creo que Padilla sea contrarrevolucionario

“Yo conozco a Padilla desde hace años, tanto como a la revolución cubana; lo conozco mucho así como a otros poetas, como a Belkis Cusamale, a Paulo Armando Fernández, a Cesar López; con Padilla estuve pocas semanas antes de que pasaran estas cosas. Por eso yo no creo que Padilla sea contrarrevolucionario. De eso estoy absolutamente convencido, así como estoy absolutamente convencido de que los términos en que ha hecho su autocritica no los había empleado de no haber pesado sobre el alguna coacción”.

Haydee Santamaría -leer su carta- dice que Padilla ha reconocido sus actividades contrarrevolucionaria, a pesar de lo cual se halla libre, integrado normalmente a su trabajo.

Tu, como si le contestaras a ella, afirmas que no, que un hombre como Padilla no puede ser contrarrevolucionario, como tampoco Karol puede ser agente de la CIA, como se le ha acusado, injustamente cuando esta visitando a China invitado por Mao; ni menos puede ser agente de la CIA el profesor Dumont, a quien el propio Fidel y el “Che” invitaron para que los asesora en problemas agrarios.

El stalinismo, el burocratismo, la represión policial

Tú sigues hablando y yo sigo copiando, de vez en cuando ves que no me valla a equivocar ni en una coma.

Dices:

“Lo sé, el episodio es lamentable en si y por lo que significa. En si, porque constituye un síntoma, un brote típico de stalinismo. Subrayo síntoma, brote, porque eso quiere decir que no estoy afirmando que se haya generalizado en Cuba, sino que podría ocurrir. No digo que ya hay stalinismo, tampoco espero que lo haya. El socialismo cubano había sido ejemplar hasta hace poco en este dominio: mostraba una máxima compresión a la creación artística, cosa que no sucedía en otros países socialistas.

Ahora, Fidel, en dos discursos recientes, y el Congreso de Educación han revelado un brusco endurecimiento de la política cultural. Esto resulta inquietante y la obligación nuestra es decírselo a los dirigentes cubanos. La función de un intelectual de izquierda es pensar por cuenta propia y opinar sin temor; echar incienso es una ocupación de sacristanes y para mí un escritor es la antípoda de un sacristán”.

Ni te miro para no perder ni soga ni cabra. Tú sigues:

“Ya se sabe que el socialismo resuelve muchos problemas, y logra, por ejemplo, la distribución justa de la riqueza, pero también crea problemas (¿Cuáles, por ejemplo?, te interrumpo, por primera vez), por ejemplo el de verticalismo, el burocratismo, la falta de critica. ¿Para que vamos a esperar que el XX congreso de la Revolución Cubana denuncie el culto a la personalidad? Estamos obligados a decirle a Fidel, con la misma sinceridad de siempre, que el socialismo para defenderse de sus enemigos no debe realizar lastimosos rituales de exorcismo político, que es lo que se ha hecho con Padilla. Simultáneamente, digo que la revolución cubana es mucho mas importante que estas lamentable incidente”.

Yo se que son muchas dificultades de Cuba, pero….

Yo no sé qué te dije desde mi antiguo e incondicional apoyo a la revolución cubana; debió ser algo brusco porque tú me contestaste: “Yo no soy un inconsciente. Yo se que son muchas las dificultades de Cuba, el monstruoso bloqueo al que esta sometida y la permanente amenaza del imperialismo, pero….”

Yo deje de apuntar, hasta un momento, en que te escuche decir, “Por ejemplo, yo me pregunto ¿Por qué el gobierno peruano que es progresista no ha abierto aun sus relaciones diplomáticas con Cuba, como lo ha hecho Chile?” Espere a que te contestaras tú mismo pero más bien seguiste con Padilla:

“En síntesis, yo no he roto con la revolución cubana, como lo ha juzgado cierta prensa internacional, ni he roto con la revolución cubana por haberme separado de la casa de las Américas, a causa del violento discurso de Fidel, no, todo eso no es cierto”.

Mi posición es principista, no es beata ni incondicional

Aquí, el fotógrafo se hecho al suelo para buscarte un ángulo mejor. Pero la tarde era muy fría y las fotos no saldrían inmejorables. Después, cuando íbamos a la Catedral a tomar otras fotos, protagonizaríamos esta conversación:

Yo: Las fotos no salieron muy bien, creo que el fotógrafo solo te las tomo de un ángulo. Y a ti, Mario, hay que buscarte otros ángulos.

Tu (como rascándote la cabeza y riéndote) “Esto puede ser tomado como un crédito a mi favor, pero también como un descredito”. Y me buscaste el alma con tus ojos bovinos para ver si tenía mala intensión. Pero, te puedo asegurar que no.

Cuando abriste la revista “C.H.” que publica Romualdo, como un abanico o una ventana, te diste cara a cara con Haydee. Reaccionaste: “Mi protesta en el caso Padilla es estrictamente principista, de tal manera que no voy a contestar esta carta que es personal y contiene muchas invectivas y calumnias. Mi adhesión a Revolución Cubana, siempre fue profunda, pero nunca beata ni incondicional. Un escritor no es zombie”.

Yo subraye la palabra zombie y respingue por dentro. Me dio un poco de miedo pensar que yo podría estar vivo, pero también estar muerto. Te sentí que seguías dictando:

Soy un escritor que no abdica al derecho a la crítica

“Yo siempre proteste cuando me pareció necesario hacerlo, por ejemplo, cuando Fidel apoyo la intervención a Checoslovaquia, o cuando hubo un conato de persecución a homosexuales en Cuba. Mi crítica fue la de un intelectual solidario del proceso revolucionario, la de un escritor que no abdica porque considera, como siempre considere, el derecho a la crítica como inherente a su propia vocación. Un escritor siempre es un descontento, siempre esta en divorcio con la realidad que vive. El derecho a discrepar es imprescindible dentro del socialismo”.

Entonces, yo pensé en los “gusanos” que nos comerán un día y tú dijiste que a los “gusanos” deben aplastarlos en Cuba.

Hablaste de Solyenitzin, que está ejerciendo sus derechos de disentir en Rusia, pero sin traicionar a su país, a su sistema. Padilla hizo sus críticas desde una posición ideológica revolucionaria parecida y por eso lo encarcelaron.

- Pero el mismo Padilla ha publicado una carta de rectificación, “ese escritor ha reconocido sus actividades contrarrevolucionarias”, dice Haydee en la carta que te envió a ti el 14 de mayo.

“No creo que un hombre como Padilla necesita pasar 35 días en la cárcel para darse cuenta de sus propios errores”.

- Vuelvo a preguntarte, Mario, si crees que ha Padilla se le ha juzgado porque es contrarrevolucionario y sí estas a favor o en contra de los revolucionarios. Tú eres contundente:

“No estoy con los contrarrevolucionarios. A estos, la revolución cubana tiene que hacerlos desaparecer, pero (tú te has alterado solo) yo no soy ninguno imbécil ni ningún soñador. Niego que por haber criticado lo ocurrido con Padilla, pueda ser identificado como reaccionario. Eso es terrorismo moral. En el caso de Padilla, yo no habría escrito ninguna carta sino supiera que Padilla había sido un revolucionario a carta cabal”.

No hay que callarse por temor a la prensa reaccionaria

Mario se enfrenta a su propia fotografía y a los titulares que los cabeceros pusieron a los cables de la UPI y de la Francesa Presse: “NOVELISTA VARGAS LLOSA ROMPIO CON FIDEL CASTRO ACUSANDOLO DE “STALINISMO”; y otra: “PENTAGONO APLAUDE A INTELECTUALES QUE CRITICARON A CUBA”. Te sentí correcto en tu cólera santa. Dijiste: “¡imbéciles!”. Pero agregaste que el temor a la prensa reaccionaria no implica que uno tenga que callarse, porque eso sencillamente es un chantaje: “Yo no me prestó a ser obsecuente y servil. Las experiencias de Cuba son valiosas, justamente porque mostraron en un momento que el socialismo y la libertad no son, en absoluto, irreconciliables”.

Los perros de Pavlov y los reflejos condicionados

Mario lee el llamamiento de los intelectuales peruanos sobre su actitud en el caso Padilla, porque “de su actitud frente a la revolución antiimperialista en marcha, se ocupara la historia, y lo juzgara como es debido”.

Mario dice: “Son como los perros de Pavlov. Actúan por reflejos condicionados. Es la típica actitud cómoda de los escritores que creen que ser de izquierda los exonera de pensar, que les basta obedecer al poder. Claro que es la posición más fácil dentro de la propia revolución. La otra posición -la de un Sartre, la de un Franqui- es más difícil pero mucho más fecunda y, desde el punto de vista ético, más digna y más responsable. De otro lado reconocerás que firmar un manifiesto contra mi en vez de opinar sobre el asunto en cuestión -las autocriticas y lo discursos de Fidel- es hacer pipi fuera de la bacinica”.

El lee las firmas. Sus ojos deben posarse sobre los nombres de Bendezú, Washington Delgado, Alejandro Romualdo, Rose, Vargas Vicuña, etc.

A las 5 entra tu hijito con su cabello largo y te hace un pedido en su media lengua. Aquí, Mario, se muere un niño cada ocho minutos, los viejos están tirados por los suelos y los estudiantes de la universidad tienen apenas tres ómnibus para movilizarse. Pero de todos modos habrá una reunión de escritores en Lima, a nivel mundial, próximamente, donde tú también vas a intervenir.

- “No me han invitado, no se nada sobre esa reunión, todavía. Veras, estoy como recién llegado….”

El proceso peruano avanza hacia el socialismo

Opinas, ahí mismo, sobre el problema cultural peruano en el sentido de que “se han hecho cosas muy tímidas, lo cual no está bien, puesto que ahora hay un proceso de cambio en el país, reformas que no se han detenido, un proceso que yo considero estimulante”. Cuando te pregunto porque opinas así, declaras que es por la originalidad del proceso peruano, que “escapa a todas las ortodoxias revolucionarias. A unos les asusta, a mi no, porque siempre pensé que nuestro socialismo tiene que ser genuino, audaz, original, y yo creo que este es un proceso que avanza indiscutiblemente hacia el socialismo”.

No sé qué te pregunte, porque ya no respetaba las reglas del juego, pero dijiste que este proceso desembocara en una revolución de ese tipo (socialista) que sacara al país del subdesarrollo, destruyendo toda estructura anacrónica que le salga al encuentro.

“En síntesis, está en un proceso que sigue pautas inéditas que le van a dar al socialismo peruano un carácter representativo y genuino, sin calcos ni mimetismo. Hace años que dije yo algo parecido y hubo sonrisas (Soy socialista con libertad de prensa).

Ahora, me alegro de que se rían menos.

A eso se debe, también, mi entusiasmo por lo que está ocurriendo en Chile: Unidad Popular va cumpliendo su programa de reformas profundas y sentando las bases del socialismo chileno sin violentar los derechos individuales y dentro de una rigurosa libertad.

Es formidable comprobar en un país hermano un socialismo al que la visión del bosque no oculta la visión de cada árbol.

Yo no soy político, soy escritor

“Ah, olvidaba aclararte que yo no soy político si no escritor. Opinar sobre política es para mí una obligación que cumplo sin mucha alegría. Y por supuesto, aspiro ser juzgado más por mis libros que por mis opiniones políticas. Digo esto porque no es inusual el caso del escritor (flojo o mediocre, por lo general) que trata de salvar sus libros mediante la demagogia política”. (Yo recordé una vez más ese joven poema de un guatemalteco: Un día los intelectuales/ apolíticos/ de mi país/ serán interrogados/ por el hombre/ sencillo/ de nuestro pueblo… No serán interrogados/ ni sobre sus largas siestas/ después de la merienda/ tampoco sobre sus estériles/ combates con la nada/ ni sobre su ontológica/ manera de llagar a la monedas/… ni sobre la mitología griega…/ ni sombre sus justificaciones absurdas/ crecidas a la sombra/ de una mentira rotunda/.

Dices:

“No niego que un creador pueda ser político, pero no lo creo obligatorio. Más todavía, hay muchos casos de grandes escritores que fueron pésimos políticos, como Balzac…”.

Hablaste de otros, de muchos escritores europeos. Entonces yo te pregunte si conocías casos semejantes en el Perú. “No conozco –dijiste– casos flagrantes, no podría señalártelos ahora, pero creo que no son muy frecuentes “.

Entonces, se me vino el alma al cuerpo.

Luego agregaste, en relación con el guatemalteco, que el reproche habría que hacerlo también a los médicos, los ingenieros, los abogados, etc. (Yo estoy perfectamente de acuerdo contigo Mario), porque no se debe hacer parcial. Lenin igual que Cervantes o Tolstoi (“La guerra y la paz”) sirvieron a la sociedad, lo mismo que Vallejo que fue un hombre que opino sobre política y escribió poemas que hoy día están vigentes, que fueron un gran aporte a su mundo, a su época.

Redobles, Scorza, Bryce….

- ¿Has leído “Redobles por Rancas”, Mario?

“No aun; la acabo de comprar para leerlas en estos días”.

- ¿Quiere decir que no sabes nada sobre el “Nictálope” de Scorza?

“Si se. Acabo de firmar un memorial pidiendo al gobierno que lo ponga en libertad”.

- ¡Formidable! -exclamo yo- (y luego) otra cosa, ¿en tus novelas, Mario tienes así algún personaje vivo, identificable como el “Nictálope” de Scorza?

“Mira, no tengo, todos mis personaje son totalmente inventados, aunque todos tienen un asidero real... No, no recuerdo de ninguno, todos son una mezcla de unos y otros; mezclo el alma con los ojos, unos tienen apariencia, otro el pensamientos de otros“.

-Y ¿cuál es tu opinión sobre la novela de Bryce?

“La leí en un manuscrito y me pareció formidable. Esa visión irónica que tiene Bryce de la realidad peruana, y el lenguaje que la encarna, son bastantes nuevos, inéditos en nuestras letras. Me gusta mucho esa aparente frialdad en la descripción de la sociedad, ese tono nórdico, flemático para narrar.

Afuera la ciudad sigue con sus perros, las confesiones en la Catedral y en la “catedral”, las casas verdes han proliferado y se han vuelto rojas en El Porvenir.

Hablamos de más cosas, de tu último libro sobre Gabo, el de Macondo, y sobre ese estudiante que ha presentado una tesis sobre la técnica que empleas para escribir tus libros.

El dice que tú escribes la historia y después la recortas y la intercalas como para impresionar a “les burgois”.

Tú te ríes de la ocurrencia: “Caramba, hombre, voy a ver cómo es eso para librarme de tanto trabajo que me cuesta escribir”.

Bajamos. Tu, coronado de fama, yo coronado de estas nubes de invierno.

Se me ocurre preguntarte en que forma, crees que participas en el proceso de la revolución peruana. Tu contestas: “En la misma forma en que lo haces tú: escribiendo”.

Yo me siento desconsolado. Digo entre mi, en que poco participamos. Pero muy bien en que me hayas aclarado que solo con el tiempo se sabrá si hemos servido o no, cuando nos hayan comido los gusanos y no seamos sino polvo enamorado (de Quevedo). Entonces, se sabrá si hemos servido de algo o hemos pasado, como vienen pasando millones de hombres, en el anónimo.

¡Fatal destino!

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OIGA, 16 de Julio de 1971 En el Perú, págs. 30 y 34.

© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Editorial Periodística Oiga S.A. © Jhon Bazán Aguilar, 2012.

domingo, 21 de junio de 2009

DON LUIS MIRO QUESADA - 90 AÑOS EN 90 MINUTOS - Oiga 4/11/1970






Oiga – Portada y Págs. 14, 15, 16, 17

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OIGA SEMANARIO DE ACTUALIDADES

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NUMERO 402



AÑO VII



4 DE DICIEMBRE DE 1970

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90 AÑOS



QUE SON NOTICIA

SOY AMIGO hasta donde llegan los límites de mi país…


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DON LUIS MIRO QUESADA



90 AÑOS EN 90 MINUTOS

MAÑANA sábado cumple 90 años don Luis Miró Quesada, patricio ejemplar a quien el Perú le debe mucho y periodista de garra, hombre de combate y de pasión, al que –seguramente por estas razones– nos sentimos cariñosamente ligados. Como homenaje de OIGA a su figura patriarcal, van a continuación unos ágiles apuntes de Manuel Jesús Orbegozo. En ellos está retratado el temple, la firme y sobria personalidad de don Luis, un hombre con auténtico valor –que es el moral–, de exquisito trato y terco cariño al Perú y a los suyos, Un hombre joven a sus noventa años.

0 minutos: “Yo sabía que nos iban a atacar y por lo tanto hice la advertencia: Hay que comprar armas, re­vólveres, tenemos que armarnos. Mi padre no quería exponernos y mi her­mano Antonio era enemigo de la vio­lencia, en esos días había perdido un hijo y estaba anonadado. Oscar y Mi­guel estaban de acuerdo conmigo.

2 minutos: “Aquí tiene usted el té, el azúcar, sírvase. Verá Ud., esto es lo único que me queda de sajón”. Cla­ro, sabemos además, que todo el res­to lo tiene de criollo, aunque una vez, cuando le sirvieron un vaso de vino, usted había dicho: “Ustedes saben de mi profundo nacionalismo, pero en materia de vinos –de los que suelo beber un sorbo de tarde en tarde–, bueno, no soy muy nacionalista que digamos”.

7 minutos: Hay que recordar que era setiembre (1919), y en el cielo bri­llaba la constelación de Virgo. Los gendarmes habían dado otro golpe y la ciudad (acaso 100 mil habitantes) se había conmocionado un poco. La Ley Seca entraba en vigencia en los Estados Unidos bajo los auspicios de “La cosa nostra” y en el cine Alham­bra, Olga Petrov hacia su debut, con orquesta. Don José Pardo se cubre con un paletó, se pone sus guantes de previl, toma su sombrero de paño negro y se da preso. Entre ga­llos y medianoche se lo llevan al Pa­nóptico (todavía no se había inventa­rio El Frontón) y Leguía inicia así el oncenio.

12 minutos: “En el seno de mi fa­milia yo insistía en armarnos, esgri­miendo dos argumentos: A) de orden moral y B) de orden práctico. A, por­que eso significa defender nuestra ca­sa, nuestra propiedad, el periódico; y B, porque a ningún gobierno nuevo le conviene un conflicto de esta natura­leza, en pleno centro de la ciudad”.

17 minutos: El coronel Samuel del Alcázar que había hecho la campaña de la Breña con el general Andrés Avelino Cáceres, se decide a atacar Palacio de Gobierno. Cuando llega, Cáceres le sale al frente: “¿Qué va a hacer Ud., coronel?” le dice. El coro­nel le contesta: “Simplemente voy a hacer lo que Ud. nos ha enseñado, mi general”. Cáceres le replica “¿qué?...” “Bueno –le contesta del Alcázar–, no entiendo bien lo que me dice Ud., mi general”; toma su espada y la quiebra en dos en su rodilla. Se da media vuelta y pasa a formar la le­gión de los tercos y frustrados defen­sores de la Ley.

Enérgico poder de decisión

21 minutos: “El 10 de setiembre, una turba ataca las oficinas de “La Pren­sa”. Las incendia, las apedrea. Enton­ces, nosotros nos ponemos sobre avi­so. A las 7 de la noche estamos en la dirección del periódico, cuando en eso suena el teléfono. Descuelgo el fono y oigo la voz de mi cuñado Alejandro Garland que me llama desde “El Palais Concert”, “Aló, Luis, una poblada va a atacar El Comercio”. No había tiempo que perder: Tú allí, Lizandro; Oscar, Miguel, ustedes allá; Juan, Tomás, rápido, a sus emplazamientos, us­tedes también Pedraza, Vega, éramos 17 en total.

26 minutos: “Afuera se oía ulular a la multitud. Gritan desaforadamente, abajo El Comercio, mueran los miro­quesadas. Teníamos un punto débil: La puerta de administración, que ce­dió ante el empuje. Antes de que la turba entrara al hall principal le gri­to al conserje para que eche llave a la puerta, veo que le tiemblan las ma­nos, corro, le quito las llaves y tran­co. Después comprobaríamos que el conserje era un traidor. Desconecté la llave principal de la luz y corrí a parapetarme detrás de cuatro bobinas. Todo había quedado bajo la penum­bra y sólo se veía los fogonazos de los disparos. Comprendimos que nos estábamos jugando la vida y contes­tamos el fuego. Cae un atacante en el hall y la turba frena su embestida. La grita era ensordecedora, Una ba­la atraviesa el sombrero de Miguel. Vemos que cae otro, otros; pero el fuego no cede, hasta que poco a poco se va apagando, crepitando como una gran hoguera. Había trascurrido más de 30 minutos. Nos habíamos sal­vado y habíamos salvado El Comer­cio.

30 minutos: Un sorbo de té, otro sor­bo, y otro.

31 minutos: El doctor Oscar Miró Quesada me había dicho una vez: Ad­miro, en mi hermano Luis, la armo­nía que guarda entre la rectitud y el sentimiento. También, su nacionalis­mo total, sin xenofobia, y su gran amor por la justicia social. Pero entre otras cosas, su enérgico poder de decisión. Una vez, Glicerio Tassara iba a lanzar otra edición de “Idea Li­bre” contra mi padre. Estábamos en un rincón de la universidad cuando Luis dijo: “Vamos a impedir que sal­ga ese ataque”. Recuerdo que con no­sotros estaban Pazos Varela y Carlos Zavala. Fuimos a “Idea Libre”. No bien entradmos en la dirección, Tassara sa­có su revólver y me apuntó. Luis sal­tó sobre él, pero ya Tassara había dis­parado. Lo rodeamos para desarmar­lo, mientras Pazos Varela estaba ago­nizando ahí mismo. El tiro le había caído en el corazón. Cosas del destino, pero Luis ha sido así siempre”.



38 minutos: “Me han dado fama de ser un hombre duro, pero no lo soy. Yo trato de llevarme bien con todo el mundo. Lo que pasa es que confun­den energía de carácter con dureza. Antes de decidirme yo pienso dema­siado y sólo cuando estoy seguro de que tengo razón, ya no doy marcha atrás”.

¿Es eso karate, profesor?...

40 minutos: Había que establecer re­laciones entre su cuerpo y su alma. Preguntar si su espíritu es inversa­mente proporcional a su estatura. Cuando joven, no hubo deporte que dejara de practicar. Ciclismo, atletis­mo, fútbol, cricket, remo y tal vez ka­rate. Había que imaginarlo escuchando al profesor japonés, las enseñanzas de la doctrina Zen: “El karate no es pa­ra usarlo en nuestro propio beneficio sino en defensa de un ideal de justi­cia. Hay que ser prudente (como él) hasta donde sea posible para evitar todo motivo de fricción. Eso nos lle­va a la necesidad de mantener una norma de modestia y corrección (co­mo él) en todas las situaciones de la vida, aún en el hablar, en el comer, en el obrar. / ¿Es eso karate, profesor? /. Sí, eso, pero además, es esperar a que el adversario reflexione y desista y só­lo en última instancia que salga el ar­ma de que disponemos como cortan­do el aire”.

45 minutos: Su rostro, a veces me parece borgiano o ¿será solamente pa­ra asociarle esta frase?: Mi cuerpo pue­de sentir miedo, pero yo no. (Borges).

46 minutos: Luis Miró Quesada de la Guerra, nacido cuando la patria atra­vesaba los momentos más luctuosos de su historia (1880), ingresó a trabajar en el diario que hasta hoy dirige, en 1903. “Ese año me pusieron en pla­nilla, pero no recuerdo cuál fue mi salario. Creo sí, que fue demasiado poco”. Eran, en realidad, las viejos tiempos de la zarzaparrilla de Bristol, del agua de Melisa y el Cordial Cere­bral (remplazado ahora por el gero­vital) y se publicaban avisos que de­cían: “Vendo 2 bueyes y dos vacas le­cheras, ofertas en domicilio”; se es­cribía tejido con g y las noticias po­liciales aparecían así: “Al subir el Puente de Piedra que está en declive, sucedió que los caballos resbalaron cayendo por el lado izquierdo, rom­piéndose los ganchos a que estaban sujetos los caballos, el carro retroce­dió y dos personas que iban allí se tuvieron que arrojar llenas de temor”. Ahora, un solo titular causa veinte veces más miedo: “Jet se estrella, mue­ren 110”.



56 minutos: Eran otros tiempos, y aunque no había Gladys que aparecieran eróticamente, ya la publicidad te­nía sus trucos: Arriba, la cara amarga de un fumador que se queja: ¡Demo­nios, qué cigarro tan malo! Abajo: la misma cara del fumador, pero son­riendo: ¡No os veriais en esos apuros si fumarais cigarrillos El Figaro!, por ejemplo.

Aversión a los reportajes

58 minutos: Cuando me advirtió que ya habíamos conversado algo, me pe­só no haber llevado lápiz para tomar alguna nota. "No se preocupe (me di­jo él), porque yo no le he concedido una entrevista. Hemos conversado pa­ra que Ud. haga una semblanza, si al­go tuviera que escribir sobre mí”, agre­gó. (Después su hija Elvira, insepara­ble compañera de sus viajes a través del tiempo y de los mares, confirma­ría la aversión del ilustre hombre de prensa, a los reportajes. “¿Para qué –contesta él – si tengo un periódico donde puedo verter mis opiniones?”

61 minutos: Los perros me recibie­ron con ladridos en su residencia, y uno de ellos casi se pasó de leal. A propósito, para el doctor Miró Quesada, nada hay más valorativo en el hombre que la lealtad y la amistad, pero con una advertencia: ‘Soy amigo hasta donde llegan los límites de mi país. Porque entre los intereses de la patria y los de la amistad, a la amis­tad hay que dejarla de lado”.

66 minutos: En un sofá muy muelle, en su residencia de Javier Prado, de­lante de unas breves estatuas de már­mol, el hombre hace recuerdos infini­tos. Su vida llena de anécdotas co­mienza cuando a los pocos días de na­cido, ante la invasión de los chilenos, tiene que ser llevado a Ancón en una caja de vino. Después todo es un ir y venir incesante. De clorificar el agua que bebe Lima, puede pasar o pasa con facilidad a una legación en Suiza; de asfaltar el jirón de La Unión va a re­presentar al país en La Liga de las Na­ciones. Es alcalde de la ciudad con la misma maestría con que desarrolla su cátedra en San Marcos. Escribe un editorial, dos, cien contra la IPC igual como funda el primer refectorio es­colar en el país. “Según una encues­ta que mandé hacer, los niños pobres se desmayaban en la primera hora de clase. Resulta que no comían la no­che anterior ni tomaban desayuno en la mañana siguiente”. Entonces fun­da ese refectorio, propone escuelas al aire libre al estilo de Charlottembur­go y pide como allá, para los niños, doble ración de alimento, doble ra­ción de aire puro y media ración de trabajo.

¿Recuerdos imborrables? Los dolorosos.

70 minutos: No se puede dar la vuel­ta al mundo de una vida de 90 años en 90 minutos, pero resulta hermoso intentarlo aunque sea para titu­lar. Pero, digamos, doctor Luis, ¿po­dría señalar algunos de sus recuerdos imborrables?. “Los imborrables siem­pre resultan ser los más dolorosos. El placer es siempre pasajero, el dolor es permanente y a veces, hasta eterno”. Entonces, quiso recordar a su espo­sa. “Elvira –dijo– fue una mujer sin la cual yo no habría llegado a ser al­go en la vida. Ella me daba aliento para toda empresa, Leguía me man­dó decir una vez que me daba 15 días para arreglar mis papeles. Yo le man­dé decir, primero que averiguara dón­de estaba escondido; segundo, que me hiciera detener; y, tercero, que me de­portara. En esos días, había una re­cepción oficial en una embajada. Yo le dije a Elvira, vamos a la recepción. Fuimos y mi presencia causó revuelo singular. Lo recuerdo, perfectamente, todo ahora.




75 minutos: Luis Miró Quesada (Una orquídea y una lágrima, todos los sá­bados en la tumba de su esposa) ha callado y en sus ojos hay un brillo que podría afirmar, es una lágrima.

78 minutos: Ahora es lunes y esta­mos bajo el signo de escorpio. Ya regresó el hombre de la Luna y Viet­nam todavía está crucificado, pero en un tiempo atrás, el presidente Prado lo hizo llamar con urgencia. Estados Unidos se había dirigido al Perú pre sionándolo para que retirara sus tro­pas de la Provincia de El Oro. La comisión consultiva había aceptado por unanimidad que las tropas se retira­ran.
—Tenemos que hacerlo— le dijo el presidente.
—No puede ser — contestó Miró Quesada— la provincia de El Oro es la prenda que tiene el Perú para po­der arreglar definitivamente sus dife­rendos con el Ecuador. Las tropas no deben retirarse.
—Es que no nos queda otro camino.
—Entonces, yo escribiré en contra —dijo Miró Quesada.

Hubo más diálogos, otro miembro de la comisión dijo que podríamos ser objeto de humillación. Miró Quesada respondió que humillación sería ceder ante las presiones diplomáticas. “Tal vez podríamos ceder ante el desem­barco de tropas norteamericanas en Tumbes”, replicó, y se dio media vuel­ta. Pero la historia ha dado su ver­sión eterna: El Perú no retiró sus tropas.

85 minutos: “No deseo enturbiar con esos recuerdos esta fecha, pero el gran error del Apra fue matar a mi her­mano, cuando yo era quien escribía los editoriales. Haya tenía conocimiento de que iba a cometerse ese cri­men y si no lo supo directamente, cuando menos lo sabía en alguna for­ma. Pero, dejemos esas cosas para otra vez”, porque las sombras han caí­do sobre los altos árboles y los días. ¡Ya es hora de ir al diario, a ver qué pasa!

89 minutos: Doctor, ¿por qué no es­cribe Ud. sus memorias'?
—Las memorias sólo deben escribir­las los grandes hombres.

90 minutos: Mañana que cumple 90 años, ¿qué editorial escribirá el Dr. Miró Quesada, en su propio corazón?