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DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA

DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA
FRANCISCO IGARTUA CON DORIS GIBSON, PIEZA CLAVE EN LA FUNDACION DE OIGA, EN 1950 CONFUNDARIAN CARETAS.

«También la providencia fue bondadosa conmigo, al haberme permitido -poniendo a parte estos años que acabo de relatar- escribir siempre en periódicos de mi propiedad, sin atadura alguna, tomando los riesgos y las decisiones dictadas por mi conciencia en el tono en que se me iba la pluma, no siempre dentro de la mesura que tanto gusta a la gente limeña. Fundé Caretas y Oiga, aunque ésta tuvo un primer nacimiento en noviembre de 1948, ocasión en la que también conté con la ayuda decisiva de Doris Gibson, mi socia, mi colaboradora, mi compañera, mi sostén en Caretas, que apareció el año 50. Pero éste es asunto que he tocado ampliamente en un ensayo sobre la prensa revisteril que publiqué años atrás y que, quién sabe, reaparezca en esta edición con algunas enmiendas y añadiduras». FRANCISCO IGARTUA - «ANDANZAS DE UN PERIODISTA MÁS DE 50 AÑOS DE LUCHA EN EL PERÚ - OIGA 9 DE NOVIEMBRE DE 1992»

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«Cierra Oiga para no prostituir sus banderas, o sea sus ideales que fueron y son de los peruanos amantes de las libertades cívicas, de la democracia y de la tolerancia, aunque seamos intolerantes contra la corrupción, con el juego sucio de los gobernantes y de sus autoridades. El pecado de la revista, su pecado mayor, fue quien sabe ser intransigente con su verdad» FRANCISCO IGARTUA – «ADIÓS CON LA SATISFACCIÓN DE NO HABER CLAUDICADO», EDITORIAL «ADIÓS AMIGOS Y ENEMIGOS», OIGA 5 DE SEPTIEMBRE DE 1995

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LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

«Siendo la paz el más difícil y, a la vez, el supremo anhelo de los pueblos, las delegaciones presentes en este Segundo Congreso de las Colectividades Vascas, con la serena perspectiva que da la distancia, respaldan a la sociedad vasca, al Gobierno de Euskadi y a las demás instituciones vascas en su empeño por llevar adelante el proceso de paz ya iniciado y en el que todos estamos comprometidos.» FRANCISCO IGARTUA - TEXTO SOMETIDO A LA APROBACION DE LA ASAMBLEA Y QUE FUE APROBADO POR UNANIMIDAD - VITORIA-GASTEIZ, 27 DE OCTUBRE DE 1999.

«Muchos más ejemplos del particularismo vasco, de la identidad euskaldun, se pueden extraer de la lectura de estos ajados documentos americanos, pero el espacio, tirano del periodismo, me obliga a concluir y lo hago con un reclamo cara al futuro. Identidad significa afirmación de lo propio y no agresión a la otredad, afirmación actualizada-repito actualizada- de tradiciones que enriquecen la salud de los pueblos y naciones y las pluralidades del ser humano. No se hace patria odiando a los otros, cerrándonos, sino integrando al sentir, a la vivencia de la comunidad euskaldun, la pluralidad del ser vasco. Por ejemplo, asumiendo como propio -porque lo es- el pensamiento de las grandes personalidades vascas, incluido el de los que han sido reacios al Bizcaitarrismo como es el caso de Unamuno, Baroja, Maeztu, figuras universales y profundamente vascas, tanto que don Miguel se preciaba de serlo afirmando «y yo lo soy puro, por los dieciséis costados». Lo decía con el mismo espíritu con el que los vascos en 1612, comenzaban a reunirse en Euskaletxeak aquí en América» - FRANCISCO IGARTUA - AMERICA Y LAS EUSKALETXEAK - EUSKONEWS & MEDIA 72.ZBK 24-31 DE MARZO 2000

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miércoles, 29 de julio de 2009

Mario Vargas Llosa - El pez en el agua


“Que el gobierno de Kim il Sung había dado ayuda financiera a la campaña de Alan García era algo que se daba por hecho e, incluso, había habido una truculenta denuncia en la que un fotógrafo de la revista Oiga24 sorprendió una reunión clandestina de dirigentes apristas y la delegación oficiosa de Corea del Norte en el Perú, en la que supuestamente, se había hecho una de estas entregas de dinero ¡en una caja de zapatos!”

24. Oiga, Lima, 11 de febrero 1985.

MARIO VARGAS LLOSA – El pez en el agua – Memorias – pág. 271.


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“O quienes, sin estar inscritos en Libertad, me prestaron un apoyo invalorable con sus escritos y sus pronunciamientos, como los periodistas Luis Rey de Castro, Francisco Igartua, Cesar Hildebrandt, Mario Miglio, Jaime Bayly, Patricio Ricketts y Manuel dOrnellas,35 o el actor y director Ricardo Blume, quien con valentía y generosidad se jugo entero, cada vez que hizo falta, en defensa de lo que ambos creíamos. O a intelectuales como Fernando Rospigliosi y Luis Pasara y jóvenes escritores como Alfredo Pita, Alonso Cueto y Guillermo Niño de Guzmán, quienes desde posiciones independientes y a veces hostiles a la mía, tuvieron, en el fragor de la guerra electoral, gestos de nobleza hacia mi persona o hacia lo que yo hacia.

35. Estos dos últimos para desconsuelo de quienes los teníamos como ejemplo de periodistas democráticos pasaran desde el 5 de abril de 1992, a defender de manera militante el golpe de Estado del ingeniero Fujimori, que destruyo la democracia peruana.

MARIO VARGAS LLOSA – El pez en el agua – Memorias – págs. 317 y 318.

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“(Repito que este sistema permitió memorables pillerías: los privilegiados con esas licencias de importación, que recibían dólares subvaluados podían, en una sola de esas operaciones, dejar en cuentas cifradas en el extranjero, millones de dólares. Precisamente, ahora que escribo estas líneas, la revista Oiga45 revela que uno de los ministros de Agricultura de Alan García, miembro de su circulo de íntimos, Remigio Mórales Bermúdez –hijo del ex dictador-, deposito en el Atlantic Security Bank de Miami, durante su gestión, ¡mas de veinte millones de dólares!)”.

45. Oiga, Lima, 12 de agosto de 1991.

MARIO VARGAS LLOSA – El pez en el agua – Memorias – pág. 365.


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“Si la guerra electoral había sido sucia en la primera vuelta, ahora fue inmunda. Gracias a informaciones espontaneas que nos llegaban de distintas fuentes, y a averiguaciones hechas por la propia gente del Frente Democrático o por los periodistas y medios que apoyaban mi candidatura, como los diarios Expreso, El Comercio, Ojo, el Canal 4, la revista Oiga y sobre todo el programa televisivo de Cesar Hildebrandt, En persona, el misterio en torno al ingeniero Fujimori comenzaba a disiparse. Surgía una realidad bastante diferente de esa, mitológica, con que lo habían revestido los medios de comunicación controlados por el APRA y la izquierda. Por lo pronto, el candidato de los pobres no era nada pobre y disfrutaba de un patrimonio considerablemente mas solido que el mío, a juzgar por las decenas de casas y edificios que poseía, había comprado, vendido y revendido, en los últimos años, en distintos distritos de Lima, subvaluando sus precios en el registro de propiedad para reducir el pago impuestos”.

Mario Vargas Llosa – El pez en el agua – Memorias – pág. 509.

domingo, 19 de julio de 2009

Alvaro Vargas Llosa - El diablo en campaña


La inmoralidad se volvió una práctica corriente a todo nivel. El ministro de economía publicaba avisos pagados en los diarios con ataques contra el candidato presidencial en los que, además, se hacían falsas revelaciones sobre su situación tributaria. Es decir, los diarios recibían el subsidio de los anuncios contratados, y al mismo tiempo estos avisos hacían eco, en perfecta carambola, de las calumnias que las primeras proferían. Todo ello con la rúbrica del Misterio de Economía. En muchos casos nadie avalaba los avisos en abierta violación de la ley.

Existían también en la prensa escrita las revistas del lunes, Oiga, Sí y Caretas. Oiga era una revista amiga… (…)

Alvaro Vargas Llosa – El diablo en campaña – Págs. 53 y 54.

DOMINGO TAMARIZ LÚCAR - Memorias de una pasión - La prensa peruana y sus protagonistas - Tomo I (1948-1963)


En octubre de 1950 –mes de procesiones, corridas, sismos, pronunciamientos militares y sabe Dios que otros menjunjes – nació Caretas (…)

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Su primera edición se imprimió en la imprenta Cóndor, que entonces funcionaba en la antigua calle La Amargura. Siendo estudiante solía frecuentar ese taller donde, en octubre de 1950, junto con algunos condiscípulos, sacaba con fórceps la revista Chincha. Así, circunstancialmente, fui testigo del parto de ese infatigable magazine tan familiar para varias generaciones de peruanos.

DOMINGO TAMARIZ LUCAR – Memorias de una pasión – La prensa y sus protagonistas – Tomo I (1948-1963) – Págs. 173

DOMINGO TAMARIZ LÚCAR - Memorias de una pasión - la prensa peruana entre la democracia y el autoritarismo - Tomo II (1964-1980)


Era una revista que combinaba muy bien las informaciones de corte magazinesco con la crónica política, su principal sustento. Y es que Francisco Igartua Rovira –chosicano, entonces cuarentón, alto, pecoso y de bigote frondoso –era un periodista con una larga gimnasia política que, a su manera y estilo, luchaba por un país mas integrado y mas justo.

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Oiga ha sido la única revista limeña que ha tenido imprenta propia. ItalPeru, que paco fundo con un capital proporcionado por un pariente de origen italiano de ahí el nombre de la imprenta y algunos empresarios amigos. Justamente estuve entre los invitados la noche de la inauguración de sus talleres en 1971 o 1972. Entonces se hicieron presentes, entre otros, don Luis Miro Quesada de la Guerra, el director de El Comercio, enfundado como siempre, en un terno negro.

DOMINGO TAMARIZ LUCAR – Memorias de una pasión - La prensa entre la democracia y el autoritarismo – Tomo II (1964-1980) – Págs. 277

DOMINGO TAMARIZ LÚCAR - Memorias de una pasión - La prensa durante el terrorismo, la hiperinflacción y el autogolpe - Tomo III (1980-1992)

En Caretas trabajé con Paco durante siete años. A su lado me formé como periodista y aprendí a diagramar, cosa que ahora la mayoría de periodistas no sabe, pero que en mis tiempos era importante conocer. Paco era un jefe que hacía el trabajo bastante llevadero, aunque dicen que después cambió: que en Oiga era el Director renegón, inflexible, terriblemente exigente. Por entonces fumaba mucho, gustaba del baile español –fue muy amigo de la famosa bailarina Carmen Amaya–, del fútbol y de la timba, especialmente cuando llegaba al local de la Federación de Periodistas, donde, muy entrada la noche, nadie podía sustraerse del expectante rodar de los dados. Por otro lado, era un político permanente; desde la universidad –“adonde no fui a estudiar”, confesó una vez, “sino a hacer política”–. Y, en ese terreno, un antiaprista incurable. Para algunos lo fue a partir de una pateadura que recibió de unos disciplinarios del APRA una mañana de 1946, cuando se acercó al local de La Tribuna –ubicado entonces en la calle Belén– para entrevistar a Haya de la Torre.

DOMINGO TAMARIZ LUCAR – Memorias de una pasión - La prensa durante el terrorismo, la hiperinflación y el autogolpe – Tomo III (1980-1992)

sábado, 18 de julio de 2009

PALABRAS DEL GENERAL DE DIVISIÓN EP JAIME SALINAS SEDÓ EN LA CEREMONIA DE DISTINCIÓN


PALABRAS DEL GENERAL DE DIVISIÓN EP JAIME SALINAS SEDÓ EN LA CEREMONIA DE DISTINCIÓN

Señor doctor Javier Alva Orlandini, Presidente del Tribunal Constitucional, señores miembros de su prestigioso Cuerpo Colegiado, señor Presidente del Poder Judicial, distinguidos señores Congresistas de la República, autoridades, damas y caballeros.

Gracias a una noble y trascendente iniciativa de los miembros del Órgano Supremo de interpretación y control de la constitucionalidad de nuestra patria, civiles y militares se encuentran hoy para darse la mano y compartir el esfuerzo en este largo y difícil proceso de fortalecimiento de la democracia, responsabilidad que los militares tenemos el deber de considerar una cuestión de honor y dignidad castrense el respeto al principio democrático de subordinación constitucional a las autoridades civiles, legítima y soberanamente elegidas por nuestro pueblo.

Hoy con este significativo acto se fortalecen nuestras convicciones y me vuelve a la memoria, lo que inspirado por el doctor Javier Valle Riestra, mi abogado defensor, quien siempre sostuvo que los juicios políticos son efímeros, expresé frente a la sala de guerra que dictó contra nosotros su aberrante sentencia. Éste señores, es un proceso político en el que algún día acusados y acusadores seremos juzgados ya no por la afiebrada noticia diaria muchas veces por humana, doblegada y temerosa, si no por la serena e indomable historia. Ese día, estoy seguro, para orgullo de nuestros hijos, ella no nos será ingrata. Los que participamos en el gesto cívico de insurgir legalmente contra un gobierno de facto consideramos que ése día ha llegado.

La Medalla Constitucional que hoy recibimos, es una distinción que trasciende el orgullo y personal satisfacción para convertirse en un hecho que se inscribirá en nuestra historia política como el día en que un grupo de militares, respetando la dignidad ciudadana de su pueblo y su derecho a vivir civilizadamente bajo la tutela del orden jurídico legalmente establecidos, se opuso a los tradicionales golpes de Estado intentando devolver la legalidad constitucional a nuestra patria. El movimiento del 13 de noviembre de 1992 no pretendió jamás que un militar usurpara el poder. Aunque un acuerdo tácito, casi un pacto de honor, selló la responsabilidad a la luz pública de nosotros y algunos insignes políticos como el ingeniero Máximo San Román y el doctor Alberto Borea Odría, fueron varios más los civiles y militares partícipes en este intento, y sólo a ellos corresponde reconocer su compromiso democrático para que se insista en la verdadera naturaleza de este gesto cívico.

Permítame, señor Presidente del Tribunal Constitucional agradecer a usted y a los miembros de su cuerpo colegiado por tan honrosa distinción. Permítame igualmente, aprovechar esta oportunidad para expresar nuestra gratitud a los honorables miembros del Congreso de la República, muchos de ellos aquí presentes, por la promulgación de una reciente Ley que restituye los derechos que nos fueron conculcados por la dictadura y que esperamos merezca pronta y justa aplicación por los responsables directos de su ejecución.

Interminable sería la lista de todos aquellos que merecen nuestra gratitud, por ello para evitar imperdonables olvidos sólo quiero referirme a quienes ya no se encuentran entre nosotros, son insignes personajes que con su apoyo moral nos dieron fuerzas para superar el difícil transe de estar en prisión sabiéndonos inocentes. Al Presidente Constitucional de la República, arquitecto Fernando Belaúnde Terry, al señor doctor Luis Alberto Sánchez, al señor ingeniero Gustavo Mohme Llona, al señor arquitecto Luis Miró Quesada, a la señora Bertha Gonzáles Posada, al señor Francisco Igartua Rovira, al señor Juan Ramírez Lazo y a los Generales Guillermo Arbulú Galliani, Luis Cisneros Vizcarra, Javier Tantaleán Vanini, va para ellos nuestro eterno agradecimiento, y sobre todo, nuestro agradecimiento será igualmente eterno para nuestras señoras esposas, hijos, padres, hermanos y amigos verdaderos quienes día a día nos acompañaron en los momentos más difíciles, movilizándose con coraje para exigir nuestra libertad haciendo frente con admirable paciencia, los embates de la prensa y soportando con estoicismo la cruel persecución que la dictadura desató contra ellos.

Muchas gracias señor Presidente.




Lima, 05 de abril de 2005

viernes, 17 de julio de 2009

Revel sur le pouvoir et l'état français

PEDRO PLANAS - EDITORIAL – "Cómo terminan las democracias" - Oiga 28/11/94


Hace algunos años, Jean Francois Revel publicó un libro titulado 'Cómo terminan las democracias'. Por el título, algunos apresurados imaginaron que sus páginas registraban todo un manual para el perfecto golpista. Grande fue el chasco. Ahí Revel advertía, por el contrario, respecto a cómo los dictadores inventan un enemigo externo o un enemigo interno para justificarse en el poder por largos años. Pero, en nuestros tiempos nublados, no es difícil imaginar las recomendaciones que traería un manual de tal envergadura:

Entre al poder por medios legales. La gente cree que' un dictador es solamente aquel que derroca a un presidente electo por el pueblo. Si usted es Presidente Constitucional, quedará libre de sospechas. Si usted es militar y quiere realizar un proyecto de veinte años, tome como rehén al Presidente Constitucional. Y ofrézcale poder, mucho poder, y por muy largo tiempo. Verá como acepta.

Planée cuidadosamente su golpe de Estado, injuriando sistemáticamente a sus opositores y a instituciones representativas como el Parlamento. Provoque las iras populares contra ellos. Usted no es un demócrata y gobernará con una cúpula cerrada. Pero no se preocupe: nadie se quejará. Acuse a los partidos políticos de ser una cúpula, aunque no tengan poder. Así gana tiempo y el desprestigio que caerá sobre ellos redundará en su beneficio.

Asegúrese el control de los poderes fácticos, principalmente del Ejército y del empresariado. Apenas tenga sus incondicionales en el Ejército, modifique el estatuto institucional para perpetuarlos en su proyecto de largo plazo. De los empresarios, ni se preocupe. Invítelos a viajar con usted por Oriente y Occidente. Serán todos suyos.

Cuando ejecute su golpe de Estado, invente un nuevo término que impida asociar su régimen con una dictadura. En algunos países, el periodismo tiene vocación de papagayo y hará solo el papel. Podría denominarlo 'autogolpe'. Así, usted aparecerá como supuesta víctima del golpe y la media voz de periodistas y analistas se sentirá a gusto, pues no quieren incomodar sus conciencias denunciando la verdad. También puede denominarse, simplemente, "los sucesos del 5 de abril".

Contra los críticos del golpe de Estado, apele a argumentos nacionalistas. Diga que esos cuestionamientos al golpe "perjudican la imagen del país". Usted sabe bien que su golpe fue el causante de la mala imagen, pero como la gente acepta el hecho consumado, acusará fácilmente de antipatriotas a quienes lo intenten criticar.

Prometa que usted traerá una 'nueva democracia'. Aunque es un viejo pretexto, empleado por los dictadores de todas las estirpes, hay países de precaria cultura democrática en los que todavía tiene éxito. No se olvide: cada vez que prometa esta 'nueva democracia’, critique ácidamente a la anterior. Siempre encontrará solícitos columnistas que se harán eco de sus discursos.

Busque disimular la ilegitimidad de su cargo con cierto apoyo popular. Apele a mecanismos psicosociales de 'propaganda y, sobre todo, realice un festival de encuestas que lo favorezcan. Usted sabe que la democracia es pluralidad y que la soberanía es propia de monarcas tipo Luis XIV. Pero, como nadie repara en estas sutilezas, usted, gracias R las encuestas, se perfilará como un augusto Emperador.

De nada le servirá su golpe de Estado si es que no intenta copar las instituciones. Para ello, agite el espejismo constitucional. Reclame la elaboración de un nuevo texto constitucional. Cope el Parlamento, el poder Judicial, la Contraloría, la Fiscalía y toda otra institución que tenga olor a fiscalización. y no se olvide de aprobar la reelección presidencial. Aunque sea por un período. Después, en su segundo mandato, podrá colocar la reelección indefinida.

Tenga, para su uso personal, un doble gobierno. Para el exterior, tendrá ministros, que no necesitará reunir. Pero su verdadero equipo de gobierno será otro. Tenga a un familiar suyo -si es su hermano, mejor-, como máxima figura de la administración pública, encargado de nombrar funcionarios, instruir a los ministros y dirigir y cobrar las licitaciones. Como no tendrá cargo conocido, él estará libre de todo control y de cualquier denuncia. Deje, incluso, que suplante su rúbrica en los decretos supremos y en las resoluciones. Usted debe dejar de gobernar para entrar en campaña. Así se mantendrá en permanente olor de multitud.

Para preparar su estrategia de campaña permanente, invente una estructura especial. Podría ser un ministerio. En ese caso, para evitar suspicacias, suprima otro ministerio, que no considere útil, como el de Vivienda. Si quiere intensificar el efecto publicitario, denomínelo 'Ministerio de la Presidencia', pues así la gente lo asociará inmediatamente con usted. Y verá que, con el tiempo, hasta los periodistas más críticos, se acostumbrarán a convivir con tal estructura ministerial, cuya verdadera utilidad sólo usted conoce.

Usurpe las funciones que corresponden a los gobiernos regionales y a los municipios. Esos son los problemas más cercanos de la población. inaugure y pinte escuelas y haga oídos sordos si es que le recuerdan el grave problema de la deserción escolar. Construya carreteras, pistas, plazas y parques. Arregle el agua y el desagüe. Así, no tendrá ningún competidor de su nivel. Y cada vez que visite los poblados, no se olvide de Ilevarles obsequios y de ofrecerles mucho más para otra oportunidad. Pregúntele a los pobladores si quieren que usted vuelva. Le dirán que sí. Y así lo tendrán siempre muy presente.

Use almanaques como publicidad personal. Repártalos usted mismo, persona por persona. En lugares muy poblados, que lo ayude alguna autoridad civil o militar. No importa los meses del año en que usted reparta el almanaque. Lo que importa es su rostro. Esta excelente táctica publicitaria le rindió grandes beneficios a Napoleón. El repartió almanaques con las efemérides napoleónicas y los ciudadanos los colgaron en parte visible de sus casas. Así, el día de la elección, salieron de casa sabiendo por quién votar. Si usted está en un país civilizado, no emplee recursos públicos, porque sería delito (malversación) y le traerá graves problemas. Si gobierna en un país donde la gente acepta fácilmente sus atropellos, utilice impunemente los fondos públicos. No sea tonto. ¿Quién lo va a fiscalizar? ¿La Contraloría que usted maneja? ¿El CCO?

No se olvide de las formalidades. Ofrezca garantías electorales. Asegúrese que compitan con usted tres, ocho o diez candidatos. Nadie podrá competir contra sus métodos publicitarios, si es que usted sigue paso a paso estas recomendaciones. Los candidatos serán sus mejores aliados. Y su triunfo tendrá legitimidad.

Si su nuevo Parlamento le resulta adverso, es porque ha habido alguna falla en la aplicación de estas instrucciones. Pero, no se preocupe. Tiene usted tiempo. Repase estas instrucciones y aplique, contra ese nuevo Parlamento, las recomendaciones primera y segunda.

Hasta ahí el apretado resumen de este manual del perfecto dictador. Un manual que, en estos tiempos nublados, no resultaba tan difícil de imaginar

jueves, 16 de julio de 2009

PEDRO SALINAS - RAJES DE OFICIO - Editorial Planeta


PEDRO SALINAS - RAJES DE OFICIO 2 - Editorial Planeta



RAJES DEL OFICIO 1 Y 2 - Pedro Salinas habla de periodismo y periodistas por Cristian Velasco


De los periodistas también se ha dicho bastante: que coleccionan odios y muy rara vez se hacen autocríticas. Que ellos también corren cuando escuchan un disparo, pero en la dirección contraria a la del resto de la gente. Rajes del Oficio 1 y Rajes del Oficio 2 ahondan en el tema. Gener@cción conversó con su autor, Pedro Salinas.


¿Qué cualidades se debe poseer para convertirse en un buen periodista?
Ante todo, curiosidad. Pero si esa curiosidad no llega a confluir en una buena prosa, entonces habría que pensar en otra profesión. La de detective, tal vez.


¿Qué defectos convierten a uno en un mal periodista?
La mermelada. La tentación por el poder. La falta de rigor.


¿Por qué el periodista parece tan vanidoso, tan poco dado a la autocrítica?
No es que lo parezca. Lo es.


¿En qué consiste la labor primordial de la prensa?
Informar y entretener. Las dos van de la mano.


¿Por qué parece haber tanta rivalidad entre periodistas?
A ver. El periodismo, como la prostitución, se aprende en la calle. Entre otras cosas, en eso se parecen. Pero presumo que mayor espíritu de cuerpo prevalece entre las golfas que entre los colegas. ¿Por qué? Porque entre periodistas, como entre los escritores, hay celos, hay egos. La eterna pelea por quién la tiene más larga. Eso sí, en la literatura la cosa es más feroz.


¿Qué periodistas peruanos le parecen los más talentosos?
Los que aparecen en Rajes del Oficio 1 y 2. Y otros que no aparecen, como Ricardo Uceda, Rafo León, Alfredo Barnechea, Iván García, César Lévano, José María Salcedo, Rosana Cueva, Las hermanas Del Río -María Luisa y Patricia-, entre otros. Talento hay. Lo que faltan son buenos medios de comunicación.


¿Cuáles le parecen poco recomendables?
Los demás.


¿En qué consiste la ética periodística?
En saber responder a la conciencia de uno. No hay más ciencia que eso.


¿El periodismo es una vocación o una frustración, como la llama Carlitos Ney, el entrañable personaje de Conversación en La Catedral?

Son las dos cosas. Pero lo segundo no mata a lo primero. La vocación es instintiva. Y el periodismo no es otra cosa que salir a la calle, ver lo que pasa y contárselo a los demás.

¿Qué diarios lee?
Todos los denominados serios: Gestión, El Comercio, La Primera, La República, Perú21 y Correo. En ese orden.


¿Es cierto que es adicto a los blogs?
Sí. Porque me suelen dar información que no encuentro en los diarios y si me perdí algo interesante en la tele, que no veo desde hace siete años, los blogs me lo proporcionan inmediatamente. No tengo que pasar por la tortura de ver noticieros, en los que tienes que bancarte 30 minutos de sangre, para después de ellos escuchar la primera noticia importante.


¿Qué anécdotas curiosas, divertidas o embarazosas ha tenido a lo largo de su labor periodística?
Guardo de todo un poco en el morral. Pero quizás las que más han impactado en mí son aquellas que tuvieron que ver con la guerra interna.

RAJES DEL OFICIO
¿Cuál de sus entrevistados ofreció mayor resistencia durante la entrevista?
Ninguno. Les agradezco a todos que estas hayan fluido al ritmo correspondiente. Fue una ventaja para mí conocer a casi todos los personajes.


¿Cuál fue el más asequible?
La mayoría de los más asequibles están en el primer tomo. Ambos libros ordenan a los periodistas en el sentido cronológico en el que me dieron la cita respectiva para conversar sobre el oficio. Dejé para el final a quienes consideré que podían tener agendas más complicadas. Curiosamente, los que parecían más difíciles de acceder fueron los más flexibles y generosos con el tiempo.


¿Le sorprendió alguna respuesta?
Más que sorprenderme, me gustó la confianza que se dio como clima en todas las entrevistas. En ellas pude conocer un poco más a estos periodistas que suelo o trato de seguir con regularidad. Ahora bien, el mea culpa inédito de Mirko Lauer sobre su paso por el velasquismo hace que esa entrevista sea de antología.


¿A qué periodista que ya no está físicamente entre nosotros le habría gustado entrevistar?

A los que les dedico Rajes 2: Manuel d'Ornellas y Paco Igartua. A ellos, y a mi amigo Pedro Planas. Ellos responden a la misma época, a un tiempo determinado, en el que fueron sobresalientes. Ahora, si la pregunta abarca a eras más pretéritas, pues ahí tengo otros candidatos. Mi tío abuelo Andrés Aramburú Salinas, director de Mundial. Su padre, Andrés Aramburú Sarrio, director de La Opinión Nacional. Federico More. Manuel González Prada. Los hermanos Chacaltana Reyes (Cesáreo y Reynaldo). Luis Fernán Cisneros.

¿Por qué decidió emplear el formato plantilla, es decir, las mismas preguntas para todos los entrevistados?

Porque alguna utilidad tenían que tener estos libros. El formato plantilla permite contrastar las respuestas. No todos pensamos igual. Y todos los ángulos son válidos. Discutibles, quizás. Pero válidos.


¿Qué entrevista le gustó especialmente? No vale decir Mario Vargas Llosa.
Pues igual lo digo: la de Mario Vargas Llosa. Cada una de ellas, por lo demás, tuvo un valor específico para mí. Y quiero decir, de igual forma, que cada una de ellas tuvo una peculiaridad, algo que la caracterizó. En la que más me divertí, porque se trató de un personaje entrañable, fue la de Enrique Zileri, nuestro John Wayne de los semanarios políticos.

MI PRIMO JAIME por Pedro Salinas -


Me enteré en la misma mañana, muy temprano, en un hotel sanisidrino, donde se estaba a punto de realizar un foro sobre democracia y algo más, que organizaba la Comisión Andina de Juristas. Ahí, mientras que me servía el primer café del día junto a Laura Puertas, una de las periodistas de pecho insolente asistentes al evento, y minutos antes de ingresar al auditorio, se nos acercó un acelerado y mostachudo Pedro Planas para comentarnos lo que había pasado. ¿Ya se enteraron?, preguntó a boca de jarro. ¿De qué?, replicamos Laura y yo al mismo tiempo, a coro, como si fuéramos el dúo Pimpinela. Hombre, pero si se trata de tu tío, dijo Pedro, mirándome fijamente, manteniendo la intriga. De qué tío me hablas, oye, habla claro, le dije cortante como para que vomitara la noticia sin tanto preámbulo, mientras que el café me calentaba las manos y Laura perdía la paciencia más rápido que yo. Ya, pues, desembucha, dijo Laura. ¿Jaime Salinas Sedó no es tu tío?, siguió Planas. ¿Qué pasa con él?, le dije. ¿De verdad no saben?, inquirió otra vez, rozando ya la antipatía. Ya, carajo, no seas pesado, le dijo Laura con esas lisuras embrujadas y acentos de plata que usa con eficacia. Ayer en la noche han arrestado al general Jaime Salinas Sedó y a un grupo de oficiales que iban a contragolpear a Fujimori, soltó Planas, por fin, con una entonación dramática acorde con el tenor de la noticia; y Laura y yo nos quedamos fríos, lelos, turulatos, groguis. ¿Qué, quiénes, cómo, cuándo, cuántos?, le soltamos a manera de ráfagas y en cuestión de segundos a Pedro Planas, que ésas son todas las interrogantes que se suelen hacer los periodistas cuando están frente a un hecho periodístico importante. O cuando no entienden algo. Y se las soltamos así, como quien recita un poema de Vallejo con la vejiga hinchada y a punto de explotar. En realidad faltaba una: ¿Por qué? Pero eso estaba claro. Desde el 5 de abril de 1992 se vivía bajo un poder usurpador, de facto, que pretendía legitimarse con unos comicios que iban a realizarse en escasas semanas. Ergo, la razón de la rebelión estaba justificada y hasta contemplada en la Constitución. De ahí, con la poca información que nos proporcionó Pedro -quien había sido informado por Paco Igartua, director de la revista Oiga, y quien a su vez tenía la información de primera mano porque Jaime Salinas, después de su captura, logró llamar a Oiga para advertir sobre lo ocurrido-, de ahí, decía, salimos Laura y yo a hacer algunas llamadas, a contactos que podrían tener algo más de información, y Pedro también hizo lo mismo, y llamó a Oiga para saber si habían novedades. Jamás, como adivinará el aguzado lector, llegamos a entrar al foro de la Comisión Andina de Juristas. Jamás. Nos quedamos en el lobby del hotel, llamando desde los celulares a periodistas amigos, a fuentes militares, a nuestros respectivos medios (yo escribía y hacía entrevistas para Expreso y conducía un programa de radio en Antena Uno, junto a César Lévano). Mientras que Laura llamaba al general Parra y a no sé quién más, yo llamaba a Danitza Palomino, nuestra productora en la emisora, para que vaya convocando a analistas y políticos para hablar sobre el tema, y le vaya contando a Lévano lo que había sucedido. Fue una mañana histérica, frenética, de locos, de mucha adrenalina. Beto Ortiz, quien trabajaba en aquella época en Caretas, me llamó esa misma tarde para verificar el dato de mi parentesco con el general rebelde, que no sé de dónde había obtenido, y me pide fotografías para publicarlas en la portada de Caretas. Es en ese momento, creo, en el que doy un paso delante de la mera curiosidad periodística, y me termino involucrando en una causa que va a durar como tres años y pico.

Jaime Salinas Sedó no era mi tío, como creía Pedro. Era mi primo hermano, pese a las diferencias de edades. Pero apenas lo había visto unas tres veces en mi vida. A saber: en el matrimonio de su hija mayor, en el entierro de su madre, mi tía Pilar, y en el casamiento de otro pariente común. Cuando Beto me traslada su encargo, le respondo “déjame ver qué puedo hacer”. Y entonces enrumbo hacia la casa del padre del general Salinas. A la casa de mi tío Cholo, o sea, el hermano de mi papá. Mi tío Cholo, Jorge Salinas Escobar, era un coronel retirado del Ejército, correctísimo y de impecables modales, alto como una torre. Lo encontré muy abatido, sentado en un mullido sofá, mirando a la nada con sus ojos azules, que lucían ese día menos azules que nunca. Estaban todos sus hijos reunidos en la casa, en un ambiente de velorio. Silvia, una de las hermanas de Jaime, me recibe cariñosa y me ofrece una cocacola. Coco, el hermano mayor de Jaime, un tipo extraordinario, marino retirado, se me acerca y me cuenta en voz baja lo poco que sabe, aunque presumo que sabe un poco más de lo que me cuenta. Creo que a él le hablo del interés de Caretas. Y me lleva a una sala donde tío Cholo guardaba los álbumes familiares. Pilar, la hija de Jaime, quien jugó un rol fundamental en la lucha por los derechos de su padre, me ayudó a escoger las fotos. Tomé varias. Particularmente me detuve en una en la que Jaime aparece vestido de comando emergiendo de un tanque. ¿Las devolverán?, pregunta Pilar. Espero que sí, respondo. Pero sabía que eso era improbable. Las fotos se suelen perder en el zafarrancho de combate de las redacciones. En fin. No le digo nada de eso a la ya acongojada Pilar. Las metemos en un sobre y discretamente me despido de todos y me fui a buscar a Beto para entregárselas personalmente, rogándole encarecidamente que no las pierdan porque mi tío, el coronel, el padre del general, valoraba mucho sus fotos, porque sus fotos eran sus recuerdos. No te preocupes, así se lo voy a decir a Ampuero (el editor de entonces de Caretas), me dice Beto, y yo me retiro a mi casa. Esa misma noche, Fujimori aparece en la televisión y cuenta una fábula. Cuenta que lo iban a asesinar con un fusil, como se hizo con JFK en Dallas. El domingo inmediato, Alejandro Guerrero, en Panorama, el espectáculo bufo del fujimorismo rampante, narra la misma historia oficial, pero con imágenes de la camioneta Cherokee utilizada por Jaime, que había sido baleada, con imágenes de las radios empleadas, prestadas por el dueño de canal 9, que era amigo de Jaime, con imágenes de las casas donde se produjeron las reuniones conspirativas, con imágenes del maletín del general Salinas, donde guardaba sus tarjetas de crédito, y con imágenes de una inconmensurable cantidad de elementos que habían sido incautados y estaban en manos del Servicio de Inteligencia Nacional, y a los que Guerrero había accedido (¿o se los facilitaron?) sin ningún problema, insistiendo una y otra vez en la cantinela –o en el guión, para hablar con propiedad- del intento de magnicidio, envenenando a la opinión pública. Y toda la prensa -con excepción de Oiga, La República, Caretas y Antena Uno- se dedicó a reiterar la especie, como un disco rayado. Mientras, del general Salinas Sedó y sus colegas y seguidores en dicha aventura, no se sabía nada.

Es al día siguiente, lunes, que lo primero que hago es tomar una grabadora con pilas nuevas, un casete, y dirigirme instintivamente al local de la DIFE, la Dirección de Fuerzas Especiales, donde tenían detenido a Salinas Sedó, porque entre los datos que nos proporcionó Planas, aquella mañana del mes de noviembre de 1992, éste nos dijo que el líder de la conspiración estaba confinado ahí, en la DIFE, aislado, y que con las justas podían verlo sus familiares más cercanos. Desde ahí fue que habló por teléfono con Oiga, pero su voz se apagó –o la apagaron- luego de ello. Supuse entonces que, sin decir que era periodista y mostrando únicamente mi DNI, podía tentar suerte en la DIFE para reunirme con él, arguyendo que era su hijo. Y así fue. Los guardias revisaron mi cédula de identidad, me vieron la cara para constatar que era el mismo de la foto, y uno de ellos le dijo a alguien por teléfono que el general Salinas estaba siendo visitado por su hijo, y yo, claro, no hice ninguna precisión o atingencia sobre el particular. Uno de ellos me custodió hasta la puerta que daba a la habitación donde se encontraba Jaime. Y una vez que me detuve en el umbral, el guardia me dijo “tiene una hora”. Está bien, gracias, le dije. Y entré. Entonces, sin saber muy bien qué decir y con el poco tiempo que tenía, le dije “hola, Jaime, soy Pedro Eduardo (es que en mi familia hay quienes me llaman así, por mis dos nombres, como en las novelas venezolanas), el hijo de Antonio, y he venido hasta acá para ver si me quieres conceder una entrevista para Expreso, para que cuentes lo que pasó”. La respuesta de Jaime no pudo desconcertarme más. Parecía más interesado en ponerse al día conmigo que preocupado por su situación. ¿Cómo está tu papá? ¿Sigue en Venezuela? ¿Y tu mamá? ¿Y tus hermanos? Y así. A su lado estaba su prima Rosita Sedó, que era abogada, y observaba con cierto recelo este inesperado encuentro, hasta que ella también intervino en las remembranzas. Ya me acordé de ti, cómo has crecido. Y yo, que pensé encontrarme con un militarote de rostro adusto, con las manos trenzadas hacia atrás, dando vueltas sobre sí mismo, en círculos, hablando con gravedad, de súbito me quede en babias, y sentí como que estaba en una reunión familiar, compartiendo anécdotas sobre asuntos de color sepia. Hasta que observé mi reloj y el tiempo corría sin concesiones, rápido, muy rápido. Le expliqué entonces a Jaime, el general, el motivo de la visita, que no tenía connotaciones familiares sino periodísticas. Quería, le volví a decir, una entrevista para Expreso para que cuente su versión, y, de paso, le conté del nuevo requerimiento de Caretas, ahora a través de Cecilia Valenzuela, que quería también una entrevista para la revista. Jaime tranzó encantado con ambas cosas, aunque a Rosita no le causó mucha gracia que mi entrevista fuese para Expreso, un diario tímido y condescendiente en sus análisis, que le hacía guiños a Fujimori, y, pese a que Rosita no me lo dijo, creo que sospechaba que la entrevista pudiese ser editada en contra del general. Jaime la tranquilizó, le dijo que confiaba en mí (lo cual era un albur, porque, efectivamente, un editor avieso y fujimorista podía hacer de las suyas) y me pidió que comenzara. Y yo, que tenía la grabadora oculta en los calzoncillos previendo una pesquisa en la entrada de la DIFE, tuve que darle la espalda a la suspicaz Rosita para sacar la incómoda grabadora de su escondite. Gajes del oficio, digamos. Y así empezó todo. Por azar. Como jugando. Jaime me pidió después que hablara con Pilar, su hija, para que vea la manera de cómo hacía entrar a Chichi Valenzuela para la entrevista (y Pilar, luego, no sé cómo, la hizo entrar). Y fue con esas dos entrevistas que la verdad de los militares insurgentes empezó, poco a poco, a abrirse paso. El audio de ambas entrevistas los propalamos luego por Antena Uno. Y poco después, Pepe Soriano, el hijo del general Soriano Morgan, un intrépido y astuto marquetero, también se convirtió en una pieza clave para filtrar información hacia fuera de las prisiones, hacia los medios de comunicación. Ese trabajo que, originalmente, iba a hacer Jaime Salinas López Torres, su hijo, terminamos haciéndolo, en la práctica y durante todo el tiempo que duró su enclaustramiento, Pepe Soriano y yo. Porque Jaime hijo, quien había sido detenido el mismo viernes 13 de noviembre, en la factoría ubicada en la cuadra 44 de República de Panamá, donde se había producido el debelamiento de la conspiración, había sido acusado por la DINCOTE por delito de terrorismo. Jaime junior pudo fugar más tarde de su encierro, con una serie de artificios de connotaciones religiosas y alusiones al padre Urraca, y, con suerte, encontró asilo en la embajada de Argentina, de donde solamente logró salir en un auto diplomático hacia el aeropuerto.

Fue una lucha larga y penosa la que tuvieron que padecer y librar estos valientes hombres que fueron traicionados por un soplón, o probablemente más de uno, que así son las horas turbias de los iscariotes. El encarcelamiento duró tres años y medio. Tres años y medio de maltratos, de actos canallescos, de vejámenes, de espionaje encendido a través de micrófonos ocultos, de olvidos ingratos por parte de la opinión pública y de muchos políticos a los que, paradójicamente, pensaban reponer en sus curules. Aunque hubo excepciones honrosas, de políticos consecuentes y solidarios, que nunca dejaron de visitarlos y de reclamar por su liberación, desde la tribuna de un escaño o desde la modestia de una columna periodística. Sin éxito, claro, porque en ese entonces la oposición a Fujimori, autócrata del Perú por la gracia de Hermoza Ríos y Vladimiro Montesinos, era una minoría ínfima, casi ridícula. Alberto Borea, quien luego se vio obligado a pedir asilo en Costa Rica, fue uno de ellos. Javier Valle Riestra, otro. Máximo San Román, también. Alberto Andrade, ídem. Algunos apristas y alanistas, entre los que se contaba Luis Gonzáles Posada, Mercedes Cabanillas y María del Pilar Tello. Hombres de izquierda, como Nicolás Lynch y Carlos Chipoco. Periodistas como Gustavo Mohme Llona, Alberto Ku King e Iván García. Y algunos pocos liberales, como Javier González-Olaechea, entre los que recuerdo, nunca los olvidaron. Aunque intuyo que estoy siendo injusto con muchos más. Pero así es la memoria, traicionera. Otro de los civiles comprometidos con la democracia que acompañó a estos soldados fue el recordado Pedro Planas, el periodista de palabra tallada, con chispazos de genio e intemperancia vital, quien llegó a bosquejar la estructura de un libro sobre el tema. Los insurgentes. Toda la verdad. Así se iba a llamar la publicación. Sin embargo, Planas, que era un águila para estas cosas, no llegó a materializarlo. Alguien con rigor de historiador lo escribirá más adelante, supongo, porque gestas como ésta deben rememorarse y reivindicarse, siempre, como pretende esta somera evocación a manera de post, después de más de quince años del intento de contragolpe. Porque al fujimorismo, no me jodan, ahora lo condena todo el mundo, pero lo difícil era hacerlo cuando el autócrata estaba bien arrellanado en el poder y tenía al país metido en un puño. Pregúntenle si no a Jaime Salinas Sedó y a sus corajudos amigos. Así que, con estas líneas quiero expresar sencillamente mi reconocimiento a los oficiales del 13-N, y a sus familiares, quienes siempre estuvieron a su lado.

miércoles, 1 de julio de 2009

FRANCISCO IGARTUA - "Sobre la reaparicion de Oiga" - El Comercio 27/04/2000

A14 Opinión EL COMERCIO Jueves, 27 de abril de 2000

El Comercio agradece las cartas de sus lectores y escoge para su publicación las que ofrecen un texto de veinte líneas de páginas. Es imprescindible que estén firmadas con nombre y apellidos y que conste la dirección y el teléfono del remitente. No se publicaran escritos firmados con seudónimo o iníciales. El Comercio se reserva el derecho de resumir o extractar las cartas y publicar las que considere oportuno. No se mantendrá correspondencia, atenderá visitas o llamadas telefónicas respeto de los originales no publicados.
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Sobre la reaparición de “Oiga”

Señores directores:

Vuelvo a sentirme obligado expresar mi estupor por el nuevo anuncio de que en estos días electorales reaparecerá “Oiga” el semanario que funde hace mas de medio siglo y por cuya línea de conducta sufrí cárceles y destierros en diversas dictaduras; y al que, hace ya algún tiempo, me vi forzado a cerrar para evitar ir preso por delincuente tributario.

Mi estupor se debe a que es fácil sospechar la intención de esta reaparición de “Oiga”. Es extraño, por decir lo menos, que la revista vuelva, para “difundir información veraz e independiente”, cinco años después de su cierre y del traspaso que hice del logotipo a una persona interesada, según me dijo, en dirigir una publicación de frivolidades del mundo social y del espectáculo.

El hecho, por lo tanto, me obliga a exponer nuevamente las razones por la que hice mutis de la escena periodística peruana.

Clausure “Oiga” porque en el Perú de hoy, si no se cuenta con abundante avisaje comercial –cada día mas escaso salvo el del Estado- es imposible, matemáticamente imposible, sostener un medio de expresión veraz e independiente. Gracias al régimen fujimorista pesan sobre la prensa peruana tan fuertes cargas tributarias –únicas en el mundo, pues no existen en país alguno impuestos a las ventas e importaciones para los medios de comunicación o son solo simbólicos al lado del caso peruano-; pesan en la actualidad –repito- sobre la prensa peruana tan fuertes cargas tributarias que la hacen prisionera de la Sunat, entidad que, a sabiendo o no, queriéndolo o sin querer, actúa como agente de extorsión gubernamental. De este modo es que los medios de expresión peruanos, salvo honrosas excepciones (entre las que cabe destacar el nombre de Gustavo Mohme), han quedado prisioneros del gobierno…

Y no se los liberara por medio de acuerdos de equidad ni disposiciones legales, todos ellos instrumentos que pueden ser utilizados para liquidar la libertad de prensa, tal como lo hizo el régimen militar en 1974. Para que los medios de información se comporten periodísticamente hay que liberarlos del chantaje tributario al que están sometidos. Así, sacándolos del cautiverio y no por reglamentaciones que, siempre, sea espada de Damocles sobre la libertad de prensa, es como se lograra que la prensa hablada y escrita sea libre.

Vuelvo a tener que aclarar que hace cinco años traspase el logotipo de “Oiga” y que nada se de los vaivenes de esa lejana transacción y nada, absolutamente nada, me liga a la publicación que con el nombre de “Oiga” comenzara a circular en estos días electorales en los que sobra decir cual será mi voto.

Atentamente,

FRANCISCO IGARTUA