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DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA

DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA
FRANCISCO IGARTUA CON DORIS GIBSON, PIEZA CLAVE EN LA FUNDACION DE OIGA, EN 1950 CONFUNDARIAN CARETAS.

«También la providencia fue bondadosa conmigo, al haberme permitido -poniendo a parte estos años que acabo de relatar- escribir siempre en periódicos de mi propiedad, sin atadura alguna, tomando los riesgos y las decisiones dictadas por mi conciencia en el tono en que se me iba la pluma, no siempre dentro de la mesura que tanto gusta a la gente limeña. Fundé Caretas y Oiga, aunque ésta tuvo un primer nacimiento en noviembre de 1948, ocasión en la que también conté con la ayuda decisiva de Doris Gibson, mi socia, mi colaboradora, mi compañera, mi sostén en Caretas, que apareció el año 50. Pero éste es asunto que he tocado ampliamente en un ensayo sobre la prensa revisteril que publiqué años atrás y que, quién sabe, reaparezca en esta edición con algunas enmiendas y añadiduras». FRANCISCO IGARTUA - «ANDANZAS DE UN PERIODISTA MÁS DE 50 AÑOS DE LUCHA EN EL PERÚ - OIGA 9 DE NOVIEMBRE DE 1992»

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«Cierra Oiga para no prostituir sus banderas, o sea sus ideales que fueron y son de los peruanos amantes de las libertades cívicas, de la democracia y de la tolerancia, aunque seamos intolerantes contra la corrupción, con el juego sucio de los gobernantes y de sus autoridades. El pecado de la revista, su pecado mayor, fue quien sabe ser intransigente con su verdad» FRANCISCO IGARTUA – «ADIÓS CON LA SATISFACCIÓN DE NO HABER CLAUDICADO», EDITORIAL «ADIÓS AMIGOS Y ENEMIGOS», OIGA 5 DE SEPTIEMBRE DE 1995

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LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

«Siendo la paz el más difícil y, a la vez, el supremo anhelo de los pueblos, las delegaciones presentes en este Segundo Congreso de las Colectividades Vascas, con la serena perspectiva que da la distancia, respaldan a la sociedad vasca, al Gobierno de Euskadi y a las demás instituciones vascas en su empeño por llevar adelante el proceso de paz ya iniciado y en el que todos estamos comprometidos.» FRANCISCO IGARTUA - TEXTO SOMETIDO A LA APROBACION DE LA ASAMBLEA Y QUE FUE APROBADO POR UNANIMIDAD - VITORIA-GASTEIZ, 27 DE OCTUBRE DE 1999.

«Muchos más ejemplos del particularismo vasco, de la identidad euskaldun, se pueden extraer de la lectura de estos ajados documentos americanos, pero el espacio, tirano del periodismo, me obliga a concluir y lo hago con un reclamo cara al futuro. Identidad significa afirmación de lo propio y no agresión a la otredad, afirmación actualizada-repito actualizada- de tradiciones que enriquecen la salud de los pueblos y naciones y las pluralidades del ser humano. No se hace patria odiando a los otros, cerrándonos, sino integrando al sentir, a la vivencia de la comunidad euskaldun, la pluralidad del ser vasco. Por ejemplo, asumiendo como propio -porque lo es- el pensamiento de las grandes personalidades vascas, incluido el de los que han sido reacios al Bizcaitarrismo como es el caso de Unamuno, Baroja, Maeztu, figuras universales y profundamente vascas, tanto que don Miguel se preciaba de serlo afirmando «y yo lo soy puro, por los dieciséis costados». Lo decía con el mismo espíritu con el que los vascos en 1612, comenzaban a reunirse en Euskaletxeak aquí en América» - FRANCISCO IGARTUA - AMERICA Y LAS EUSKALETXEAK - EUSKONEWS & MEDIA 72.ZBK 24-31 DE MARZO 2000

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martes, 19 de marzo de 2013


Canta Claro
Por Francisco Igartua
AQUÍ LOS SOLES Y LOS DEDOS TIENEN
EL TAMAÑO QUE TE DÉ LA GANA

En el Perú, donde, como decía Guillermo Hoyos, sólo falta que llueva para arriba, no es de extrañar que la vieja frase "no se puede tapar el sol con el dedo" no tenga sentido, pues aquí, en el Perú cada uno tiene su sol y su dedo, adaptables a gusto del día. Si el sol molesta se le achica y se agranda el dedo, o al revés, según convenga.
Sería espantoso, pero....

Semejante disparate es lo que sacamos en limpio luego de leer los periódicos de la semana y perder el tiempo en la televisión y la radio. Me explico: en las últimas encuestas vienen apareciendo los peruanos que añoran a Fujimori. Y la respuesta de los que no quieren aceptar esta realidad no puede ser más peruana. Por lo pronto, todos o casi todos los que se encabritan con la noticia olvidan que fueron fervientes fujimoristas durante largo tiempo y la emprenden contra su ídolo de ayer echándole todos los barros que hay a la mano. Sin advertir que algunos no le corresponden, con lo que, en lugar de dañar su imagen, hacen que los resurrectos fujimoristas estimen que, como hay una o dos acusaciones sin sustento, toda la crítica que se le hace no responde a la verdad. Por ejemplo, en estos días he leído, en las furiosas reacciones desatadas contra las encuestas, que uno de los crímenes mayores de Fujimori fue imponer la reelección del año 2000. Y esto no es cierto. Ese habría sido un error político de envergadura, pero no faltan juristas que opinan (en silencio porque no desean ser masacrados por la prensa) que no es un crimen interpretar que en 1993 se inició una nueva etapa constitucional, por lo que la del 95 fue la primera elección de Fujimori. Interpretación más que forzada, pero no indefendible ni criminal. Por lo que, descalificar al prófugo y ennoviado ex presidente japonés con semejante argumento, es debilitar la condena pública que Fujimori merece. Basta que una sola de las acusaciones sea falsa o irrelevante (tampoco está probado lo del narcotráfico) para que el fujimorismo encuentre que todas las acusaciones son infundios contra el ídolo que resucita.

Seamos, pues, veraces y sapientes en el enjuiciamiento a Fujimori si deseamos que no vuelva o, si lo hace, que sea para ser enjuiciado por sus crímenes evidentes, tantos y tan enormes que es protegerlo el añadirle delitos que no han sido probados. Sin embargo, sí puede probarse que el jefe máximo del Grupo Colina era Fujimori (hay tres documentos con su firma reclamando el ascenso de estos criminales después de las masacres de estudiantes en Huancayo, antes de La Cantuta y Barrios Altos): también puede probarse contundentemente que fue una picardía punible la venta de su terreno para justificar el pago de la educación de sus hijos; y no necesita probarse quién era el jefe supremo de la gavilla de generales que robaron millones; quién el interesado en premiar o castigar a la prensa; quién el que manipulaba al Poder Judicial para hacer lo que le daba la gana (como negar su huella y su firma para agraviar a la señora Higuchi, la madre de sus hijos); quién el que ordenaba a Montesinos para beneficiarse él con las órdenes y no al revés. ¿Para qué añadirle delitos que no están probados? ¿Para qué engordar el dedo queriendo ocultar el sol?

El desamparo de los alcaldes
Estamos en días de despiporres. Un jurisconsulto de nota, por ejemplo, se siente en la obligación de defender al Poder Judicial y declara que una acción de amparo no anula inmediatamente una orden municipal. Afirma que para que el amparo se haga efectivo necesita otra medida cautelar y el pronunciamiento de otro juez y de la Corte. ¡Linda y pontifical manera de tapar el sol con el dedo de la teoría! En la práctica, hoy en día se cuentan por centenares los amparos paralizando disposiciones municipales. Como demostración inmediata está el alcalde Andrade teniendo que impedir, a palo limpio y a duras penas, que las combis y ómnibus, amparados por los tribunales, siguieran envenenando el aire de la avenida Abancay. Ninguna autoridad y menos la judicial le dio la mano, sólo obtuvo el apoyo de los vecinos, quienes comprobaban a diario la lenta pero mortal consecuencia de los humos tóxicos que lanza la congestión vehicular.

Las sabias explicaciones del jurisconsulto se estrellan contra la realidad, contra los cientos de discotecas que funcionan con un amparo en la mano. Y, para el caso, otro ejemplo (éste en las serranías de Lima). Los domingos y días feriados la paz del lugar se interrumpía y estremecía con las estridencias musicales de varios locales de recreo. Estridencias que los cerros amplifican. Y el comentario de los vecinos de fin de semana era el más fácil: "Seguro que coimean al alcalde". Sin embargo, grande fue la sorpresa de los vecinos cuando, en contacto con el alcalde, éste les aclaró la situación: "Si ustedes me hacen llegar sus quejas yo acallaré esos ruidos, porque si yo intervengo por mi cuenta de seguro que me abrirán proceso penal por abuso de autoridad". Y era cierto. Tiene abierto cuatro o cinco juicios. Hoy cuando el ruido molesta es por culpa de los vecinos que no hacen llegar sus quejas al alcalde.

FUENTE:
FONDO EDITORIAL PERIODISTICA OIGA

Canta Claro
Por Francisco Igartua
AHORA SE LAVAN BANDERAS Y CALZONES,
ANTES SE LAVABAN HONRAS

El título de esta nota refleja el tono festivo con el que se  comenta en estos días el desafío a pistoletazos de un diputado de nombre extravagante (Eittel) a otro, que le ha contestado tildándolo de Pancho Pistolas, mientras que la prensa agudiza el tono burlón para que parezcamos gente moderna y civilizada. Lo que sólo es verdad a medias, pues si la ceremoniosa manera de dilucidar ofensas con el código del Marqués de Cabriñana es una anticualla risible, no lo es el hecho en sí.

Desde que el hombre es hombre, a igual que los animales, ha dilucidado sus disputas batiéndose a duelo. Pero cuando aparece el código del Marqués (del que en Lima era perito don Miguel Mujica Gallo) se les da a estos lances tono de comedia bufa, olvidándonos que, cuando el honor valía más que una cuenta bancaria, se podía llegar al duelo a muerte. Duelos que no pudo contener la Iglesia condenando a los duelistas con la mayor pena religiosa: la excomunión, ya que en ese juego se cae en los pecados de matar y suicidarse. En ese entonces valía más que la Iglesia el dicho del Quijote: "por la libertad y la honra se puede dar la vida".

Como vemos, nada hay nuevo bajo el sol. Sólo cambian las formas. Ayer, con Cabriñana, se trataba de igualar a los contrincantes, ya que un hombre menudo puede, con pistola, enfrentarse sin desventaja a un Joe Louis. Hoy, si eres pequeño y un grandote ofende gravemente a tu mujer sólo te cabe callar y esconderte o pegarle un tiro al grandote e ir a la cárcel, pues si acudes a los tribunales serás la chacota de amigos y conocidos; salvo que pactes con el hampa para que el ofensor reciba una pateadura. Método empleado desde muy antiguo, en todas las civilizaciones y en todos los niveles sociales.

No es, pues, el duelo lo ridículo sino las aristocráticas normas del casi olvidado Marqués, El duelo (poniendo al margen los infantiles lances a primera sangre) es más bien trágica muestra de las limitaciones de la ley ante la natu-raleza humana.

Algunas historias de duelos limeños
Se me ha ido de la mano lo que yo queda fuera un corto preámbulo al relato de algunos duelos pocos conocidos, ocurridos en esta ciudad que, hace tiempo, dejó de ser la de los virreyes y es hoy representativa del Perú, la patria que acoge a todas sus sangres, sangres que "acaso algún día logren integrarse en un punto y ese punto sea el porvenir, según deseosa esperanza de Federico More.

Justamente More y Javier Ortiz de Zevallos fueron mis padrinos en un duelo que la sapiencia de ellos y la poca voluntad del contrincante hicieron que terminara con las satisfacciones reglamentarias. No recuerdo si el desafío estuvo pactado a pistola o sable, pero debió ser a arma de fuego, pues yo jamás he tenido una espada en mis manos.

Antes de ese fallido enfrentamiento hubo otro al que estuve cercano y que un historiador mencionó con bastante despiste en la televisión el miércoles pasado. No fue un duelo de Paco Moncloa con alguien sino un match de box sin guantes entre cuatro de los hermanos Mondos contra cuatro de los directivos de Punto y coma, periódico publicado por un grupo de alumnos de la Universidad Católica, en el que yo colaboraba. Esto ocurrió a comienzos de los cuarenta.

La desgracia de llamarse Cornejo
Otro desafío que tampoco culminó en duelo formal, fue uno en el que participé como padrino, anonadado ante las extravagancias de mi ahijado, el doctor Héctor Cornejo Chávez. El retado era el temible humorista Sofocleto... Pero vayamos por partes.

En los años sesenta, antes del golpe de Velasco, se acercó a mi casa el líder de la Democracia Cristiana, a quien Sofocleto lo tenía trastornado llamándolo Cometo. Todo pensé menos que el doctor Cornejo, que amablemente me asistía como abogado, se había vuelto loco y me visitaba para exigirme que fuera su padrino en el duelo al que habla retado a Sofocleto. Me quedé perplejo frente a las sinrazones que Cornejo me daba hasta que, abrumado por su insistencia, acepté el encargo, no sin antes advertirle que era absurdo enfrentarse a un buen humorista, aunque en este caso el pagano de las venganzas de Sofocleto sería yo.

Sin embargo, el asunto resultó siendo más estrambótico todavía. No había Cabriñana de por medio sino una carta notarial citando al ofensor al terreno del honor, sin que en ella se hablara de armas. Y yo y mi compañero en el padrinazgo no salíamos de nuestro asombro... Hasta que el día y hora señalados acompañamos a Cornejo hasta La Perla para "dar fe de la cobardía del humorista". Por supuesto que Sofocleto no apareció y Cornejo sintió su honor a salvo y casi en silencio nos fuimos a cenar. Al sentarse, Cornejo nos hizo ver que llevaba una pistola... Nos quedamos pasmados... ¿Qué locura había pensado cometer el fogoso y cartesiano polemista? Nunca lo supe. Y, tal como tenía previsto, resulté yo el más agredido por Sofocleto. Por suerte sus insultos llegaron al delirio, liberándome de darle respuesta.


FONDO
EDITORIAL PERIODISTICA OIGA

Canta Claro
Por Francisco Igartua
DOS ASUNTOS CON PICOR DE ROCOTO

Siempre han sido y creo que siempre serán urticantes las relaciones de la prensa (de los medios de expresión) con el poder. A éste le fascina la obsecuencia o la crítica benévola con apariencia de lo contrario y a muchos periodistas nos consume la curiosidad griega de escudriñar lo desconocido, sobre todo los entre-telones del poder, y nos sentimos obligados a hacerlos públicos cuando esos secretos serian trapos sucios. Es un choque frontal de dos distintos modos de actuar en la vida y de entender los asuntos ciudadanos. El poder tiene necesidad de ser popular y de practicar el secreto de estado, mientras que en el periodista (no en todos) manda la pasión por revelar al público, al pueblo, lo que hay de criticable, de engañoso, en esos secretos. Dos actitudes encontradas, dos mundos estructuralmente divergentes, que sólo se concilian frente a grandes cataclismos; pero situación en la que con frecuencia el Estado logra imponerse, sea convenciendo con su actuación o, las más de las veces, presionando con dádivas o amenazas a los directores o dueños de los medios.

El menos sonado es el más grave
Y esto último (la amenaza) es lo que ha ocurrido en dos asuntos de prensa en estos días. El más grave, para mí, es el menos sonado. Es la hipócrita manera como ha querido la congresista Anel Townsend amedrentar a los propietarios de este diario. A última hora, con calzador y sin argumento alguno, los ha involucrado en su acusación sobre los delitos de corrupción ocurridos en el régimen de Fujimori. Y el propósito salta a la vista: quiere hacer méritos ante el presidente Toledo con ánimo de obtener su apoyo para llegar a la presidencia del Congreso. Pero ¿por qué apuntar a toda prisa, a último minuto, contra Correo? También aquí la respuesta es clara: porque recién ahora ha advertido la congresista Townsend que este periódico resulta siendo un opositor muy incómodo al régimen, pues su crítica parte desde una posición ultraliberal (que yo no comparto por aborrecimiento a todo fanatismo), desde un ángulo que constantemente acorrala al doctor Toledo en su propio laberinto.

Lo que ha hecho Anel Townsend es presionar, amenazando con los tribunales que recojan su informe, para que Correo no siga "molestando" al señor presidente.

¿Por qué Anel Townsend no acusa a Fujimori?
Y ya que del informe Townsend se trata, valga la oportunidad para insistir en algo que me canso de repetir sin encontrar eco. Se hace en ese informe una acusación sobre derechos humanos contra Fujimori con base en la tortura de serrucho que sufrió un periodista, hecho sin duda abominable pero que no liquidó al serruchado, mientras que el informe calla en siete idiomas otro hecho de torturas y muertes de muchísima mayor gravedad, que Anel Townsend conoce igual o más que yo. Se trata nada menos que de la única acusación documentada contra Alberto Fujimori por crímenes de lesa humanidad, único camino para que el fugitivo pueda ser extraditado o juzgado en un tribunal internacional. Anel Townsend, igual que su protegido el procurador Ugaz, conocen muy bien los tres pedidos firmados por Fujimori (el último ordenando como comandante supremo de las Fuerzas Armadas) para que fueran atendidos los integrantes del grupo Colina. Pedido que (a la tercera) el Ejército atendió por ser "mandato", consignándose en la hoja de análisis que esto se hacía por los "trabajos especiales" de Inteligencia realizados en las universidades del país (los militares saben lo que significa "trabajos especiales"). Esto ocurría a mediados de 1991, poco después de la desaparición de sesentaiun estudiantes de la Universidad de Huancayo "y del hallazgo de sus cadáveres con signos de tortura (como consta en denuncias de la Fiscalía del lugar) y antes de los crímenes de La Cantuta y Barrios Altos. ¿Los pedidos de ascenso firmados por Fujimori después de los muertos y torturados de Huancayo no son vinculantes con esos crímenes y con los que ocurrieron después? ¿Porqué el informe Townsend calla estos hechos y las firmas de Fujimori?

"Si no cambian van presos"
No he terminado con el primer asunto, picantísimo como vemos, y ya se me acaba el espacio que, sin condición alguna, me abre todos los sábados Correo. Me quedan, pues, apenas dos líneas para tocar el más sonado de los rocotos de la semana: la grabación reveladora de que los viejos métodos de intimidación contra la prensa no son ajenos al gobierno del doctor Toledo. Y con lo de viejos me refiero a lo que desde siempre ha ocurrido en la pugna entre poder y libertad de expresión. En el diálogo Lerner-Wolfenson, al margen de si el DC fue o no editado y de que hubo o no buena voluntad de amigo a amigo, lo contundente es la frase-resumen "si no cambian van presos" (hecho repetidísimo en mis recuerdos). En sólo cinco palabras está dicho todo.

FONDO
EDITORIAL PERIODISTICA OIGA

lunes, 11 de marzo de 2013

Canta Claro
Por FRANCISCO IGARTUA
LA CONCERTACIÓN ESTÁ CAYENDO EN UN JUEGO DE ENGAÑOS

Al vigoroso grito de ¡abajo la impunidad! Un importante sector del gobierno se ha lanzado dizque a liquidar a la mafia de la corrupción. Y el hecho es de temer. No por el laudable propósito declarado ni por el grito, de fuerte contenido moral en estas épocas peruvianas en las que las intimidades de la trastienda política han quedado desnudas, más que al estilo griego al de los calatos que se duchan, o duchaban, en los chorrillos de los acantilados de la Costa Verde, sino porque ese grito es engañoso, sea porque algunos se engañan, conmocionados por las inmundicias reveladas en los vladivideos, y otros engañan con el grito y no explican por qué hasta hoy no se le hace una acusación extraditable a Alberto Fujimori, el capo mayor de la mafia. Y también hay quienes engañan porque a lo que aspiran no es a moralizar el país sino a que la toma de los canales de televisión sea en provecho propio, pues es fácil advertir que el riesgo del silenciamiento de los canales 4 y 5 no ha desaparecido. Con el doble significado de lo expresado por el presidente Toledo en Tumbes, ni siquiera es seguro que no se produzca la captura prepotente de esos medios, mientras sigue firme la amenaza de una leguleyada judicial para concretar la toma de una torta al parecer muy deseada por amigos del Mandatario.

En este asunto no está en discusión que los ampayados con las manos en la masa de dólares sean castigados con severidad extrema (la severidad de la ley se supone) y hasta intervenidas judicialmente sus empresas. Lo que los periodistas rechazamos en nombre de la libertad de expresión y en defensa del estado de derecho, basamento de la democracia, es que por medio de resoluciones ministeriales o argucias judiciales el gobierno saque del camino a medios de expresión que le son incómodos y a los que acusa de estar conspirando sin presentar una sola prueba del delito, pues complotar es un delito gravísimo. Los periodistas, puestos de lado y que muestran repugnancias por la trayectoria de muchos canales durante el fujimorato, vemos con preocupación este episodio, porque sórdidas experiencias pasadas nos han hecho entender que dar gusto al poder de turno es negar la esencia de este arte y oficio de informar y opinar con libertad.

Angustiados presenciamos como la concertación se va transformando en un baile de máscaras.

Se trata, dicen los asesores presidenciales que ven el tema, de que la televisión no informe "con falsedad". Y a la vez dan a entender que en el futuro las noticias serán "verdaderas", porque los canales anatematizados serán dados en licitación transparente a los que ganen con limpieza. ¡Otro cuento, otro engaño, pues desde ahora se puede apostar quiénes serán los favorecidos en esa licitación!

Como siempre, como ocurrió en 1974, los vicios e infinitas imperfecciones de la libertad de expresión volverán a servir de pretexto para justificar remedios que siempre han resultado y seguirán resultando peores que la enfermedad que se pretende curar.

Pero este juego de engaños engañadores y engañados (que no es el sutil y elevado juego de abalorios de los enclaustrados de Hernann Hesse), este turbio juego de trampas y mentiras también se está dando en otro terreno de vital importancia para el destino patrio; el de la necesaria concertación nacional en torno a la presidencia de Alejandro Toledo, el escogido por el pueblo para gobernarnos los cinco años de su mandato.

Hay que llevar mucha ponzoña en el alma para no admitir que los líderes políticos del momento son conscientes de la catástrofe social y económica que el fujimorismo nos ha dejado como herencia. También es absurdo y enfermizo pensar que alguno de ellos desee el fracaso del presidente Toledo. Ninguno de ellos, pues no los creo dementes, sería tan idiota para no advertir que, en la situación que está el Perú, el fracaso de Toledo haría inviable la presidencia del que lo siga (si es que llegamos a nuevas elecciones). Por lo tanto, gustosos u obligados, los líderes políticos peruanos saben que el sostenimiento del régimen no admite discusión y que la mejor, y quién sabe única vía para lograr estabilidad, algo dificilísimo en las circunstancias que vivimos, es la concertación nacional.

Sin embargo, a pesar de esa comprensión generalizada de la realidad, estamos viendo que el juego de los engaños está haciendo que se vayan evaporando las esperanzas de un real acuerdo nacional. Presenciamos angustiados cómo la concertación se va transformando en un baile de máscaras que se celebra día a día en Palacio de Gobierno, con un final público: todos los enmascarados que, por tandas, asisten al baile, salen con la cara lavada a paso de danza y se acercan a los micrófonos palaciegos para expresar ritualmente dos o tres opiniones, las más de las veces ya exprimidas por otros como limón de emolientero.

Esto no es concertación sino circo político, al que no sería de extrañar sean invitados los ídolos del fútbol y las estrellas de la televisión. Y no hay ánimo concertador alguno en el ministro, parlamentario y alto dirigente del partido gobernante que, al intervenir en el conversatorio en tomo a la transición española, afirmó que él concertaba pero no concedía. ¡Como si pudiera haber concertación sin concesiones mutuas! ¡Como si en España la concertación no se hubiera logrado precisamente con base en grandes concesiones, entre otras la de los republicanos, admitiendo que España fuera monarquía y rey el heredero escogido y formado por Franco!

¿Así que concertación sin concesiones y con la soterrada amenaza de un ministro que sueña con meter en la cárcel a uno de los políticos más votados en las ultimas elecciones?

No, esto no es concertación. La verdadera concertación es sin duda muy difícil, pero a la vez es muy simple y precisa. Incide en tres puntos. Primero: respeto el resultado electoral y acuerdo político en cuestiones especificas sobre las cuales gobierno y oposición deben compartir responsabilidades. Segundo: definir lineamientos económicos, sobre bases realistas, que serán asumidos por todos. Tercero: y, por último, llegar a un acuerdo laboral sólido, de largo plazo, en diálogo con empresarios y trabajadores. Todos los otros temas sobran, mejor dicho pueden servir para enriquecer los programas del gobierno, pero no son parte de la concertación, pues si lo fueran la concertación sería un revoltijo, una ilusión inaprensible.

Los líderes políticos peruanos saben que el sostenimiento del régimen no admite discusión.

Claro está, además, que la concertación debiera venir acompañada de cierta dosis de conciliación, que no llegue sin embargo a ser tanta como abandono de posiciones ideológicas ni de legítimas aspiraciones políticas. Concertar no significa congelar al país sino civilizarlo. Así le daremos la mano al desarrollo, un bien fundamental que durante años se nos ha venido escurriendo de las manos.

Fuente:
EDITORIAL PERIODISTICA OIGA

martes, 5 de marzo de 2013


Canta claro
Por FRANCISCO IGARTUA
OTRA VEZ EN PELIGRO LA LIBERTAD DE PRENSA

Van estas líneas en primera persona del singular, no sólo porque el tema obliga a dar la cara, sino porque soy yo el afectado en parte de esta historia, que comenzará precisamente con el relato de mi presencia, el domingo pasado, en la pantalla de Canal N, dependencia de El Comercio.
Me vi ese domingo en la televisión con la ingenua complacencia de todo ser humano puesto en vitrina, pero pronto me di cuenta de que, como un párvulo, había caído en una emboscada. Y mi indignación fue mucho mayor a la que presentí el día de la grabación, pues entonces no supuse que a las sesgadas preguntas de la encuesta que hacía el programa Barra de mujeres se añadiría, como cortina constante, la imagen más impactante de la entrega millonaria de dólares que Montesinos le hizo al principal accionista de Canal 5: el hecho más bochornoso de la compraventa de conciencias que se produjo en el régimen pasado.
En la Barra de mujeres de ese domingo hacía yo el papel de un furioso defensor de la libertad de prensa que, como idiota, no se daba cuenta de que estaba siendo utilizado para darle apariencia de imparcialidad e independencia a un programa que tenía como único objetivo que el público se pronunciase a favor de quitarles la licencia a dos o tres canales de señal abierta y que el resultado se aproximara al ciento por ciento de los votos; cosa que, lógicamente, gracias al vladivideo se alcanzó a plenitud. El 94% de los televidentes estuvo de acuerdo, sin entender el trasfondo de la encuesta, en que las licencias de radio y televisión pueden ser dadas o quitadas a discrecionalidad por el gobierno de turno o por una junta de notables. O sea que, con el pretexto del necesario castigo a los rufianes vladivisionados, se abrían las puertas para inmediatos y futuros atropellos de la libertad de prensa y expresión.
De haber visto y escuchado aquel viernes todo lo que se vio el domingo pasado en la pantalla de Canal N, ese programa no habría salido como salió y no habría hecho yo el papel de avalador de la patraña montada, con el propósito de engañar al público, por esas tres damas vinculadas al ala izquierda de la Universidad Católica.
El señalamiento del ala no tiene intención de descalificar ni calificar a nadie, lo hago simplemente para situar la posición política de esa "Barra", que bien podría llamarse "brava" por los medios usados para llevar agua a su molino ideológico, curiosamente del mismo signo que otras campañas iniciadas hace poco con idéntica puntería: la de hacer prevalecer puntos de vista partidarios, de reglamentar a los medios de comunicación y censurarlos. Campañas, por otro lado, vistas con complacencia por intereses comerciales con ansias locas de alcanzar poder político. ¡Algo absolutamente paradojal, pero empedrada de cu-riosas paradojas está la política!
El castigo que corresponde a los rufianes vladivisionados es asunto
de la justicia, no del gobierno ni de juntas de notables.

Se trata de campañas que, sutilmente y desde variadas posiciones, se han montado hace un tiempo para establecer una suerte de vigilancia sobre la televisión y la radio, que podría afectar también al periodismo tradicional, al de la prensa escrita. Supuesto que no es sospecha mía sino que se desprende de un aviso publicado por "Veeduría Ciudadana", en el que se justifica esta inquisitorial tesis: la censura es legal "por el carácter de interés público que la Constitución le da a la actividad de los medios de comunicación, especialmente a la radio y la televisión". Se deja así en claro, con el "especialmente", que los periódicos y revistas no quedan excluidos de ser vigilados 'por una veeduría "constitucional" que podría ser estatal o compuesta por notables elegidos dentro de las organizaciones de la sociedad civil, casi todas ellas de signo próximo al de las damas de la Barra de mujeres. Hay en todas estas "veedurías" machacona insistencia en remarcar, algo que es cierto, pero no para llegar a algún tipo de censura: que los medios de expresión son de "interés o servicio social y público". Por ello es que la Constitución precisa que la libertad de prensa es irrestricta.
Se ha dicho una y mil veces que la libertad de expresión establecida, igual que la democracia, es un sistema lleno de defectos y deficiencias, pero que, aun así, es el mejor de todos los experimentados por el hombre en el curso de los siglos. Y esa libertad, para no ser desvirtuada, no puede tener más límite que el de los códigos comunes y el del honor de quienes ejercen el oficio de periodistas. Todo otro límite la ahoga, la transforma en boletín oficial, en negación de sí misma. Se dirá que esta definición peca de gaseosa y burguesa y pueda que así sea, pero centenarias experiencias prueban que todos los intentos por modernizarla han terminado devolviéndonos a la Inquisición, con apenas unos cambios de color. Unas veces el terminal es negro y otras rojo, sin que nunca deje de ser repelente para quienes amamos esa libertad simple, llana e imperfecta que nos garantiza la democracia.
E Inquisición es lo que hoy se reclama en nombre de la modernidad, en un Perú que vive bajo el impacto de los rufianescos tratos vistos en los vladivideos y al que es fácil convencerlo de que no se vulnera la libertad dejando el castigo por estos hechos a la discrecionalidad del gobierno o a la de una junta de notables que se instalaría para cuidar la salud moral de los peruanos. Una tesis sin memoria, desconocedora de una verdad capital en política: ningún gobierno -ninguno- dejará de caer en la tentación de controlar a la prensa.

¿Quién o quiénes deben reglamentar y decidir cuáles son los “valores auténticos” o las “obligadas versiones plurales”, reclamadas por diversas “veedurías ciudadanas”?
El castigo que les corresponde a los rufianes vladivisionados -todos ellos empresarios metidos a periodistas- es asunto de la justicia, que está obligada a embargarles sus acciones y, cuando se cumplan los plazos legales, a ponerlas en venta de acuerdo a los códigos vigentes. Lo que es inaceptable, por contrario a la libertad de prensa y expresión, es sentar el precedente de que un gobierno pueda dar o quitar licencias de acuerdo a las circunstancias o entregar la salud moral a cualquier junta u organismo supervisor "del correcto desempeño de los medios de comunicación", como a la letra dice otra de esas asociación afines a la Barra de mujeres.

(Son estas líneas una ampliación a la cuartilla que, como carta aclaratoria, le envié a El Comercio y que éste no publicó).

Fuente:
FONDO EDITORIAL PERIODISTICA OIGA

lunes, 4 de marzo de 2013

Canta claro
Por FRANCISCO IGARTUA
SOBRE LAS BENDITAS O MALDITAS PRIVATIZACIONES

Hasta hace poco el grito gubernamental era "privatización o muerte", pero, de pronto, tras el arequipazo, el grito se silenció por completo. Y se pasó "a otra cosa". Lo que resulta desconcertante, pues si era de muerte la privatización, el tema debió ser mantenido en el debate público, aunque al mismo tempo se paralizaran las ventas de los activos nacionales, para decidir luego si se seguía o no con ellas. Y de ello me ocuparé este sábado con las salvedades el caso.

Para los que de economía sólo sabemos cómo andan nuestros bolsillos y los de la gente que frecuentamos; para los que presenciamos y nos duele y avergüenza la miseria de la calle limeña y de los pueblos del Perú; para los que no llegamos a entender cómo puede ser normal que frente a asalariados de 200 soles al mes haya funcionarios que, sin remordimientos, reciban sueldos de 10 mil dólares, para quienes no somos economistas, pero sí testigos sufrientes de esa ciencia (que nada tiene de exacta), no podríamos opinar del tema si no recurriéramos a la elemental sabiduría de la razón y al testimonio recogido en otros países que es lo que he hecho en estos días usando el teléfono y perdiendo tiempo frente a la televisión.

Chile, un ejemplo a la mano
Por lo pronto, puedo afirmar que no es verdad, que no es cierto que sólo privatizando tendremos futuro. Y el ejemplo está muy cerca, aquí en el sur, en Chile, donde no se ha privatizado su más importante riqueza (el cobre) y donde el Estado, aparte de mantener el control de Codelco y otras empresas, no se ha cegado con las privatizaciones y ha sabido entender que si todo se privatiza hoy y el ingreso se emplea en cubrir déficits, mañana no se tendrá otro remedio que vender el territorio a pedacitos. Con lo que, dramáticamente, se cumpliría una socarrona sugerencia referida a la bohemia chilena del siglo pasado. Entonces se decía en maliciosa intimidad: ¿por qué no vendemos Chile y nos compramos un país más chiquitito, pero más cerca de París?"... Chile de hoy, curado del sueño del París luz del mundo, propicia la inversión extranjera, pero no para deshacerse de los activos del país, sino para que el capital de fuera se asocie, asuma gerencias o acepte concesiones. Lo que no quiere decir que, dogmáticamente, satanice las privatizaciones. A las que ha recurrido cuando eran convenientes y aceptadas como "benditas" por las poblaciones que, a través de las tarifas, son las que pagan las inversiones y los intereses de los inversionistas. (En Chile también hubo protestas en algunas regiones contra las privatizaciones).
Aquí, en el Perú, un dogmatismo fanático es el que domina el pensamiento de nuestros liberales, muchos de los cuales razonan como el viejo catecismo y parten de premisas escolásticas como la distancia más corta entre dos puntos es la línea recta", sin advertir que la realidad desmiente el dogma cuando coloca un monte, un río o un bosque en medio de los dos puntos. Obstáculos que son nada al lado de los que se presentan en la variadísima ejecución económica. Y es premisa obcecada eso de que sólo las privatizaciones nos podrán sacar de la pobreza.

También en las calles de Londres
Y vuelvo a la calle. A la experiencia del hombre de a pie en Londres, que me informa sobre el tema del día allí. Me dice que la mayor preocupación hoy en Inglaterra son los accidentes ferroviarios y que los ingleses maldicen la privatización de estas empresas, por ser ella la responsable de esas catástrofes y del calamitoso servicio que prestan. "Esas compañías -opina la calle londinense- se preocupan ante todo de sus utilidades y descuidan las costosas medidas de seguridad". Y la indignación de los ingleses crece cada vez que recuerdan el impecable servicio de los trenes franceses, que son estatales.
Claro que la queja de la calle londinense y la eficacia de las ferrovías francesas son hechos ajenos a nuestra realidad, pero sí sirven de referencia para que desconfiemos de los fanáticos de la privatización y entendamos que seguir a pie juntillas a esos economistas liberales resulta lo mismo que aquello de "no ir a misa es condenarse" (y conste que yo no rehúyo ir a misa).

Lo mismo aquí en el Perú
No faltan, sin embargo, referencias locales para actuar con sensatez. Es el caso del agua para Lima. Una empresa italiana está abasteciendo con agua de primera calidad al cono norte. Pero esta empresa no ha comprado nada. Ha invertido para purificar aguas del río Chillón, las que vende a Sedapal. Y lo mismo puede hacerse con proyectos de mayor envergadura u otros más humildes, como el que elaboró hace años el ingeniero Federico Uranga para traer el agua limpísima de las alturas de Cañete a las poblaciones de las playas del recorrido y al cono sur de la ciudad. Un proyecto que pudo ser financiado localmente si no fuera por la falta de colaboración comunitaria de los pobladores de la ruta, por infelices rivalidades entre alcaldes y por sujeción a nuestra atávica maldición, a la idea del papá gobierno que todo lo puede y debe resolver.
Las privatizaciones no son el diablo, pero tampoco la santidad.

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FONDO EDITORIAL PERIODISTICA OIGA

Canta claro
Por FRANCISCO IGARTUA
SI QUEREMOS QUE LA CONSTITUCIÓN SEA INVIOLABLE…

El "Canta Claro" de la semana pasada, por problemas de tipeo en la imprenta, apareció con algunos párrafos bastante confusos. Mil disculpas y, además, un añadido a mi opinión sobre la reforma constitucional en debate.
Soy partidario de la reposición de la Constitución del 79, no por simpatía a nadie ni porque crea que es buena o mala (no soy constitucionalista, ni siquiera abogado). Son razones éticas y pedagógicas las que me llevan a reclamar que el Congreso reivindique la legitimidad de esa Constitución, pues si el origen principal de nuestro subdesarrollo es el desprecio peruano a la ley, desprecio tanto de los de arriba como los de abajo, y si la obligación mayor de los mandatarios es educar, se hace obligatorio en las actuales circunstancias dar una lección ejemplar de respeto a las normas legales.
Hay también razones éticas y morales
Habrá muchas razones jurídicas para alegar que la Constitución del 93 impera porque fue ratificada electoralmente por el pueblo. Pero esas razones no tienen valor ético ni moral. Son, más bien, la peor lección que puedan recibir los peruanos. Es justificar que el atropello a la ley se pueda imponer sea por la fuerza de las armas, por picardía o por elecciones amañadas y, por lo tanto, fraudulentas. El pueblo no merece ser engañado con razones jurídicas. Lo que el pueblo mereces que la autoridad le enseñe, lo eduque en el respeto a la ley y en el castigo a quienes la quebranten. Y el golpe militar del 92 no fue, otra cosa que una vulgar violación de la ley con premio a los violadores. Una imagen que obliga a explicarle al pueblo que ese no es el camino de hacer nación y desarrollamos. Lo que el Perú necesita es asistir a una lección de escarmiento y ver en el banquillo a los ministros que avalaron aquella aberración, a los militares que la ejecutaron y a quienes la planearon. También, para que la lección sea completa, habría que aplaudir, aunque sea sólo virtualmente, a los que, como el ministro Alfonso de los Heros, supieron cumplir su deber cívico devolviendo de inmediato la faja ministerial o el cargo que desempeñaban. Fueron muy pocos, pero fueron y merecen el reconocimiento ciudadano. Así se enseña a no pasarse la luz roja, que es lo que no hicieron el jueves en el Congreso algunos parlamentarios defensores de la Carta del 79, pasándose a la torera el Reglamento. Uno de ellos (el aprista Zumaeta) hizo que los diez minutos reglamentarios se hicieran veinte.
Pero ¿y el orden jurídico?
Yo, lego en la materia, me atrevo a dar un consejo que la habilidad de abogados y congresistas sabrán darle vestimenta jurídica. ¿Qué impedimento hay para que al mismo tiempo se derogue la Constitución que avaló el golpe del 92, se les dé validez jurídica a los actos desprendidos de ella y se restablezca la vigencia de la Constitución del 79, con las enmiendas aprobadas por el actual Congreso?
Un perverso hábito violador
Que esta operación extienda el tiempo previsto para concluir el debate constitucional, no tiene importancia desde el punto de vista pedagógico, porque, mientras tanto, se castigaría, por lo menos moralmente a los felones, poniendo en carteleras, junto a Fujimori y Montesinos, al ministro Blaker Miller y a sus colegas, a los directivos de los medios de comunicación invitados al pronunciamiento y a los que se limitaron a una protocolar condena (para salvar la cara ante la historia) y luego apoyaron a los golpistas durante años. Será un castigo virtual, pero cumplirá una tarea educativa. No será un gesto vano, como tampoco lo será el elogio que se les dispense a las autoridades (poquísimas) que se negaron a aprobar el legicidio y a los militares, encabezados por Salinas, que se alzaron en defensa de la Constitución ultrajada. ¡Que sufran aquellos, castigo y vergüenza moral y los ciudadanos que se comportaron con dignidad reciban reconocimiento a su gesto ejemplar!
En resumen: si queremos educar al país, debemos desterrar para siempre el perverso hábito de los golpes de Estado, aunque vengan con Constitución o Estatuto propios. Debemos hacer entender a todos los peruanos que la ley es inviolable.

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fondo EDITORIAL PERIODISTICA OIGA

Canta Claro
Por FRANCISCO IGARTUA
CÓMO DEBERÍA SER EL PERIODISMO


Ahora que las navajas de la crítica están afiladísimas y en manos de medio mundo, comenzaré por criticarme, por reconocer que el titulo de este artículo peca de presuntuoso y suficiente. También de inexacto, pues tendría que haber escrito "Cómo creo yo que debería ser el periodismo", con lo que crecería la frase en vanidad y suficiencia. Pero sería más precisa, ya que la intención de este artículo es exponer mis particulares puntos de vista sobre un tema que no he estudiado académicamente pero sí vivido con intensidad. Serán las mías reflexiones de la experiencia y no una docta exposición sobre periodismo, pues los periodistas de antigua escuela no estamos doctorados en nada, apenas somos gente vivida a fondo.

El periodismo como arte y oficio de informar y comentar sobre los hechos que conmueven a la sociedad está siendo desvirtuado hoy por los mercaderes metidos a periodistas. Esto ocurre sobre todo en la televisión, medio que requiere grandes inversiones y ofrece gratificaciones muy excitantes, pues da poder y diversión, la máxima tentación humana. ¡Cómo no caer en ella si te sobra fortuna y apenas eres alfabeto! De allí que los hombres de empresa hayan suplantado al periodista en los canales de televisión y en no pocos periódicos y otros medios. Y de este hecho desgraciado debería partir una autorreforma que restablezca el prestigio de la prensa.

Aunque en toda actividad hay excepciones, sería aconsejable que, como primera medida reformista, las direcciones de todos los medios fueran ocupados por periodistas conscientes de su responsabilidad legal y de sus obligaciones éticas. Lo que no quiere decir que esta determinación pueda ser tomada ni regimentada por algún comité cívico o estatal. Más bien sería resultado de una repensada concepción del periodismo. Mientras que los propietarios y accionistas, como era antes, se dedicarían al negocio, a gerenciar, y al nom-bramiento o remoción justificada del director, único responsable de la línea editorial. Porque tampoco es admisible (mejor dicho sería risible) que el empresario estuviera pintado en la pared.

Sin embargo, siendo las televisoras una especie de rotativa que imprime varios periódicos distintos, habría más de un director por canal. Y, además, seria bueno abrir espacios que uno o varios periodistas podrían alquilar. Se trataría de programas completamente independientes, que los contratantes financiarían comercializando la hora u horas en el aire. Así se acabarían los pleitos de las estrellas del periodismo televisivo con los directorios, pues esas estrellas serian soberanas en el espacio alquilado.

Las direcciones de todos los medios de difusión deberían ser ocupadas por periodistas.

En cuanto a los comités o consejos que se están proponiendo desde una tendencia inquisitorial de izquierda (lo mismo daría si fuera de derecha) es imperativo limitarlos a la protección de los menores y a asuntos de orden doméstico, como precisar horarios para ciertos programas calificados de impropios por la sociedad. Se trata de una tendencia, capitaneada por la Universidad Católica y algunos ministros y parlamentarios, que resucita las mismas concepciones totalitarias que sepultaron a la libertad de expresión en 1974. Hoy, igual que entonces, se exponen con brillo los inocultables y lamentables excesos y pecados del periodismo, pero también igual que en los tiempos de la revolución militar, se proponen y exigen remedios aparentemente sensatos que impajaritablemente resultarán mucho peores que la enfermedad. Tiene enormes defectos la libertad de prensa, nadie lo niega; sin embargo, todo tipo de control sobre ella, tarde o temprano en este o en un próximo gobierno, acabará por transformar a la prensa en insípidos boletines estatales. Así ha sido siempre. Y no veo por qué han de cambiar las cosas. No veo cómo lo mismo que ayer resultó un desastre para la libertad no ha de tener mañana el mismo resultado.

Para la libertad de expresión no hay otro limite (hay que repetido hasta el cansancio) que los códigos en uso y el tribunal de honor del Consejo de la Prensa, un consejo que podría ser ampliado. El periodismo no está por encima de la ley; al contrarío, los delitos se hacen muchísimo más graves cuando se cometen a través de los medios de comunicación. Y con este criterio debieran actuar los jueces, desgraciadamente hasta hoy sometidos a la presión del poder, poder del que la prensa es parte, aunque opositora algunas veces.

Ese espíritu inquisitorial de izquierda (repito que sería lo mismo si fuera de derecha) es el animador del proyecto de ley sobre radio y televisión presentado por el Ejecutivo al Parlamento. Un proyecto que comienza consagrando un viejo y falso presupuesto: que el periodismo es un "servicio público", principio del cual se derivan los derechos de los "usuarios" y la intervención estatal en defensa de ellos a través de Indecopi. Pero el periodismo no es un servicio público, no es taxi, teléfono, luz o baja policía, es otra cosa, muy distinta, es un medio de difusión "al servicio del público", que lo lee, lo escucha o lo ve cuando le da la gana, sin que el gobierno ni autoridad alguna pueda intervenir en esta libérrima relación.

Desde una tendencia inquisitorial de izquierda (lo mismo daría que fuera de derecha) se quiere imponer una prensa manipulable por el Estado.

Y lo que ya produce espanto es cuando el proyecto de ley indica que las radios y televisoras pueden ver canceladas sus licencias si no "contribuyen a la formación política ciudadana", si no "fortalecen la identidad e integración nacional", si no "defienden a la familia" y no "difunden nuestros valores". ¿Será posible mayor vaguedad para describir delitos?... Pero más aun. Como si lo anterior fuera poco, la Universidad Católica añade un "consejo independiente del Estado" con potestad para juzgar qué es verdad y mentira en las informaciones y comentarios; los que además (no pueden sino imperativamente deben ser) "plurales" y tocar lo "relevante". ¡Verdad y mentira, pluralidad y relevancia sujetas al criterio de un consejo que reemplazaría a Dios, pues sólo El conoce la verdad! ¿Se puede concebir algo más delirante a inicios del siglo XXI?

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FONDO EDITORIAL PERIODISTICA OIGA

sábado, 2 de marzo de 2013

Canta claro
Por FRANCISCO IGARTUA
Ahora se lavan banderas y calzones,
Antes se lavaban honras

El título de esta nota refleja el tono festivo con el que se  comenta en estos días el desafío a pistoletazos de un diputado de nombre extravagante (Eittel) a otro, que le ha contestado tildándolo de Pancho Pistolas, mientras que la prensa agudiza el tono burlón para que parezcamos gente moderna y civilizada. Lo que sólo es verdad a medias, pues si la ceremoniosa manera de dilucidar ofensas con el código del Marqués de Cabriñana es una anticualla risible, no lo es el hecho en sí.

Desde que el hombre es hombre, a igual que los animales, ha dilucidado sus disputas batiéndose a duelo. Pero cuando aparece el código del Marqués (del que en Lima era perito don Miguel Mujica Gallo) se les da a estos lances tono de comedia bufa, olvidándonos que, cuando el honor valía más que una cuenta bancaria, se podía llegar al duelo a muerte. Duelos que no pudo contener la Iglesia condenando a los duelistas con la mayor pena religiosa: la excomunión, ya que en ese juego se cae en los pecados de matar y suicidarse. En ese entonces valía más que la Iglesia el dicho del Quijote: "por la libertad y la honra se puede dar la vida".

Como vemos, nada hay nuevo bajo el sol. Sólo cambian las formas. Ayer, con Cabriñana, se trataba de igualar a los contrincantes, ya que un hombre menudo puede, con pistola, enfrentarse sin desventaja a un Joe Louis. Hoy, si eres pequeño y un grandote ofende gravemente a tu mujer sólo te cabe callar y esconderte o pegarle un tiro al grandote e ir a la cárcel, pues si acudes a los tribunales serás la chacota de amigos y conocidos; salvo que pactes con el hampa para que el ofensor reciba una pateadura. Método empleado desde muy antiguo, en todas las civilizaciones y en todos los niveles sociales.

No es, pues, el duelo lo ridículo sino las aristocráticas normas del casi olvidado Marqués, El duelo (poniendo al margen los infantiles lances a primera sangre) es más bien trágica muestra de las limitaciones de la ley ante la naturaleza humana.

Algunas historias de duelos limeños
Se me ha ido de la mano lo que yo queda fuera un corto preámbulo al relato de algunos duelos pocos conocidos, ocurridos en esta ciudad que, hace tiempo, dejó de ser la de los virreyes y es hoy representativa del Perú, la patria que acoge a todas sus sangres, sangres que "acaso algún día logren integrarse en un punto y ese punto sea el porvenir, según deseosa esperanza de Federico More.

Justamente More y Javier Ortiz de Zevallos fueron mis padrinos en un duelo que la sapiencia de ellos y la poca voluntad del contrincante hicieron que terminara con las satisfacciones reglamentarias. No recuerdo si el desafío estuvo pactado a pistola o sable, pero debió ser a arma de fuego, pues yo jamás he tenido una espada en mis manos.

Antes de ese fallido enfrentamiento hubo otro al que estuve cercano y que un historiador mencionó con bastante despiste en la televisión el miércoles pasado. No fue un duelo de Paco Moncloa con alguien sino un match de box sin guantes entre cuatro de los hermanos Mondos contra cuatro de los directivos de Punto y coma, periódico publicado por un grupo de alumnos de la Universidad Católica, en el que yo colaboraba. Esto ocurrió a comienzos de los cuarenta.

La desgracia de llamarse Cornejo
Otro desafío que tampoco culminó en duelo formal, fue uno en el que participé como padrino, anonadado ante las extravagancias de mi ahijado, el doctor Héctor Cornejo Chávez. El retado era el temible humorista Sofocleto... Pero vayamos por partes.

En los años sesenta, antes del golpe de Velasco, se acercó a mi casa el líder de la Democracia Cristiana, a quien Sofocleto lo tenía trastornado llamándolo Cometo. Todo pensé menos que el doctor Cornejo, que amablemente me asistía como abogado, se había vuelto loco y me visitaba para exigirme que fuera su padrino en el duelo al que habla retado a Sofocleto. Me quedé perplejo frente a las sinrazones que Cornejo me daba hasta que, abrumado por su insistencia, acepté el encargo, no sin antes advertirle que era absurdo enfrentarse a un buen humorista, aunque en este caso el pagano de las venganzas de Sofocleto sería yo.

Sin embargo, el asunto resultó siendo más estrambótico todavía. No había Cabriñana de por medio sino una carta notarial citando al ofensor al terreno del honor, sin que en ella se hablara de armas. Y yo y mi compañero en el padrinazgo no salíamos de nuestro asombro... Hasta que el día y hora señalados acompañamos a Cornejo hasta La Perla para "dar fe de la cobardía del humorista". Por supuesto que Sofocleto no apareció y Cornejo sintió su honor a salvo y casi en silencio nos fuimos a cenar. Al sentarse, Cornejo nos hizo ver que llevaba una pistola... Nos quedamos pasmados... ¿Qué locura había pensado cometer el fogoso y cartesiano polemista? Nunca lo supe. Y, tal como tenía previsto, resulté yo el más agredido por Sofocleto. Por suerte sus insultos llegaron al delirio, liberándome de darle respuesta.

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FONDO EDITORIAL PERIODISTICA OIGA
Diario Correo, 28 de setiembre 2002

Canta claro
Por FRANCISCO IGARTUA
Dos asuntos con un picor de recoto

Siempre han sido y creo que siempre serán urticantes las relaciones de la prensa (de los medios de expresión) con el poder. A éste le fascina la obsecuencia o la crítica benévola con apariencia de lo contrario y a muchos periodistas nos consume la curiosidad griega de escudriñar lo desconocido, sobre todo los entretelones del poder, y nos sentimos obligados a hacerlos públicos cuando esos secretos serian trapos sucios. Es un choque frontal de dos distintos modos de actuar en la vida y de entender los asuntos ciudadanos. El poder tiene necesidad de ser popular y de practicar el secreto de estado, mientras que en el periodista (no en todos) manda la pasión por revelar al público, al pueblo, lo que hay de criticable, de engañoso, en esos secretos. Dos actitudes encontradas, dos mundos estructuralmente divergentes, que sólo se concilian frente a grandes cataclismos; pero situación en la que con frecuencia el Estado logra imponerse, sea convenciendo con su actuación o, las más de las veces, presionando con dádivas o amenazas a los directores o dueños de los medios.

El menos sonado es el más grave
Y esto último (la amenaza) es lo que ha ocurrido en dos asuntos de prensa en estos días. El más grave, para mí, es el menos sonado. Es la hipócrita manera como ha querido la congresista Anel Townsend amedrentar a los propietarios de este diario. A última hora, con calzador y sin argumento alguno, los ha involucrado en su acusación sobre los delitos de corrupción ocurridos en el régimen de Fujimori. Y el propósito salta a la vista: quiere hacer méritos ante el presidente Toledo con ánimo de obtener su apoyo para llegar a la presidencia del Congreso. Pero ¿por qué apuntar a toda prisa, a último minuto, contra Correo? También aquí la respuesta es clara: porque recién ahora ha advertido la congresista Townsend que este periódico resulta siendo un opositor muy incómodo al régimen, pues su crítica parte desde una posición ultraliberal (que yo no comparto por aborrecimiento a todo fanatismo), desde un ángulo que constantemente acorrala al doctor Toledo en su propio laberinto.
Lo que ha hecho Anel Townsend es presionar, amenazando con los tribunales que recojan su informe, para que Correo no siga "molestando" al señor presidente.

¿Por qué Anel Townsend no acusa a Fujimori?
Y ya que del informe Townsend se trata, valga la oportunidad para insistir en algo que me canso de repetir sin encontrar eco. Se hace en ese informe una acusación sobre derechos humanos contra Fujimori con base en la tortura de serrucho que sufrió un periodista, hecho sin duda abominable pero que no liquidó al serruchado, mientras que el informe calla en siete idiomas otro hecho de torturas y muertes de muchísima mayor gravedad, que Anel Townsend conoce igual o más que yo. Se trata nada menos que de la única acusación do-cumentada contra Alberto Fujimori por crímenes de lesa humanidad, único camino para que el fugitivo pueda ser extraditado o juzgado en un tribunal internacional. Anel Townsend, igual que su protegido el procurador Ugaz, conocen muy bien los tres pedidos firmados por Fujimori (el último ordenando como comandante supremo de las Fuerzas Armadas) para que fueran as-tendidos los integrantes del grupo Colina. Pedido que (a la tercera) el Ejército atendió por ser "mandato", consignándose en la hoja de análisis que esto se hacía por los "trabajos especiales" de Inteligencia realizados en las universidades del país (los militares saben lo que significa "trabajos especiales"). Esto ocurría a mediados de 1991, poco después de la desaparición de sesentaiun estudiantes de la Universidad de Huancayo "y del hallazgo de sus cadáveres con signos de tortura (como consta en denuncias de la Fiscalía del lugar) y antes de los crímenes de La Cantuta y Barrios Altos. ¿Los pedidos de ascenso firmados por Fujimori después de los muertos y torturados de Huancayo no son vinculantes con esos crímenes y con los que ocurrieron después? ¿Porqué el informe Townsend calla estos hechos y las firmas de Fujimori?

"Si no cambian van presos"
No he terminado con el primer asunto, picantísimo como vemos, y ya se me acaba el espacio que, sin condición alguna, me abre todos los sábados Correo. Me quedan, pues, apenas dos líneas para tocar el más sonado de los rocotos de la semana: la grabación reveladora de que los viejos métodos de intimidación contra la prensa no son ajenos al gobierno del doctor Toledo. Y con lo de viejos me refiero a lo que desde siempre ha ocurrido en la pugna entre poder y libertad de expresión. En el diálogo Lerner-Wolfenson, al margen de si el DC fue o no editado y de que hubo o no buena voluntad de amigo a amigo, lo contundente es la frase-resumen "si no cambian van presos" (hecho repetidísimo en mis recuerdos). En sólo cinco palabras está dicho todo.

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FONDO EDITORIAL PERIODISTICA OIGA
Diario Correo, 29 de junio 2002


Canta claro

Por FRANCISCO IGARTUA

Lloramos por ti , Argentina

¡Cómo no llorar todos nosotros, americanos del sur, al ver en las pantallas de la televisión a un exultante Saá (que así pasará a la historia este Rodríguez) recibiendo el mando de Argentina, luego de la renuncia del presidente De la Rúa! Sonriente, feliz, cual triunfador de una competencia deportiva, Adolfo Rodríguez Saá reemplazaba a un buen señor al que le quedó demasiado pesada la herencia del peronista Menem. Volteando alegremente las dramáticas y lúgubres páginas de días anteriores, sin el menor respeto por los muertos y heridos caídos a lo largo de un país desesperado, sin conciencia de la tragedia vivida y no concluida, Adolfo Rodríguez Saá se ponía la banda presidencial no con la severidad que exigía el duelo sino con aires de festejo victorioso. ¿Qué victoria? ¿La venganza del justicialismo por la derrota electoral de hace dos años, frente a De la Rúa; venganza orquestada sigilosamente por las gobernaciones?

Este nada edificante acto significa la vuelta al poder del partido peronista, bastante más responsable que el radical de la hecatombe argentina, del país que los americanos del sur exhibíamos ante el mundo como representativo de la pujanza económica, del alto nivel de vida y de cultura, de la belleza urbanística de nuestra América.

Cómo no hemos de llorar, habitantes periféricos de los centros de poder, al constatar que nos va igualando en miseria la nación que fue nuestra insignia de prosperidad. La misma y continuada pauperización nuestra, el mismo desconcierto nuestro frente a la política económica que recomienda el Fondo Monetario, la misma impotencia nuestra frente a los desafíos del mundo moderno sufre hoy Argentina, una nación que al comenzar la Segunda Guerra Mundial mantenía tal grado de desarrollo, tan alta calidad de vida, que parecía imposible que pudiera ser alcanzada por Australia. España o Italia. Tampoco podría haberse    soñado entonces que Argentina caería en la necesidad de ser asistida por un organismo internacional dedicado principalmente a lanzarles boyas de salvación, con aire controlado, a los países pobres. ¿Cómo, pues, no llorar por Argentina?

¿Qué maldición, qué signo adverso, hizo caer a Argentina en el horror que hoy vive? Es pregunta para economistas y sociólogos, pero a la que yo, con irresponsabilidad de periodista, me lanzaré a responder como observador directo de esa realidad (estuve presente y caí preso el Día de la Lealtad a Evita) y como atento escucha de sabias opiniones expresadas por experimentados amigos que fueron residentes de la bella Buenos Aires. Una ciudad y un país que se crearon fusionando sus paisajes con las riadas de inmigrantes que barcos y barcos fueron dejando a orillas del Río de la Plata. Hecho histórico que hizo a Borges preguntarse: ¿Y fue por ese río de sueñera y de barro / que las proas vinieron a fundarme La patria?

Rodríguez Saá se puso la banda presidencial no con la severidad que el duelo exigía sino con aires de festejo victorioso.

Uno de esos sabios, amigo entrañable, me explicó que entre las muchas causas de la decadencia argentina hay una estructural que está en el fondo de todas ellas. Se trata, me decía Guillermo Hoyos Osores, del sistema federal argentino (ojo con nuestra regionalización), pues gran parte de los tremendos y descontrolados déficit de ese Estado provienen de la disponibilidad para el gasto que tienen las gobernaciones. Y en el abanico de las otras causas que han hecho caer en penosa hondonada a la nación de Irigoyen, hay para mí una que fue y sigue siendo la principal: El delirio barato y torpe desatado por Domingo Perón con el "justicialismo". Ese hábil dominador de multitudes que fue Perón, halló en el pueblo un cómplice ideal para imponer en su país demagógicos sueños de grandeza nacional. Quiso ir contra el mundo dilapidando groseramente los enormes recursos del Estado argentino en proyectos alucinantes como el de industrializar el país por decreto, burocráticamente, con planes insensatos que alucinaban a las masas, creyentes en los poderes mágicos de Perón y Evita. Las fábricas, por ejemplo, se podían levantar arbitrariamente desde la Casa Rosada, con dinero del Estado en manos de burócratas fanatizados e ignorantes. ¿No está ahí el origen del desastre?

Otra de las causas, la corrupción (que nunca fue mayor, por ejemplo, que la italiana), ¿qué tanto daño pudo causar a la economía argentina? Bastante, pero no tanto si la comparamos con los delirios de grandeza de Perón y Evita, que venían, además, acompañados de extravagantes corruptelas.

Muchas son las razones que explican cómo un país tan rico, poco poblado, sin analfabetos y con un potencial humano formidable pudo llegar a la mendicidad, pero ninguna más evidente que la huracanada y muy larga presencia de Perón y el "justicialismo" en la Casa Rosada.

¿Cuál habrá sido el pecado común para que el destino haya querido que Argentina acompañe a todos los países latinoamericanos en un mismo y grave dilema: ¿qué es peor, cumplir con el Fondo Monetario o incumplir sus recomendaciones? En los dos casos, hasta ahora, nos ha ido mal. No hay uno solo de nuestros países que se sienta salvado, realmente salvado, por el Fondo; pero el que se ha apartado de él o no ha querido acogerse a él, no le ha ido mejor, ha quedado fuera del circuito financiero, sin moneda, en la más atroz de las inopias.

La única excepción, el país más citado como ejemplo de los beneficios que el Fondo ofrece por buena conducta, Chile, no ha privatizado su mayor riqueza, el cobre, y el Estado chileno no permite la invasión financiera especulativa, a la vez que protege con habilidad japonesa su producción.

No es Chile, por lo tanto, hijo legitimo del Fondo; como tampoco lo son Estados Unidos y los países europeos que tienen barreras protectoras y dispensan subsidios a su agricultura y a otros sectores en aprietos, como es el caso en estos días de las compañías de aviación norteamericanas.

Todas las recetas económicas, tan inciertas como esa incierta ciencia, resultarán buenas o malas de acuerdo a la oportunidad y a la cordura con que se apliquen.

Los gobiernos que están sometidos al Fondo, por obligación de las circunstancias o por decisión libre, todos terminan ofreciendo el mismo cuadro: finanzas ordenadas, reservas importantes, créditos abiertos, pero sin exhibir hasta ahora avance alguno en la economía popular; al contrario, el retroceso en sueldos y calidad de vida es incesante, mientras que el hambre, la desocupación y el humillante subempleo (mendicidad camuflada) crece y crece, al mismo ritmo que la deuda "eterna". ¿Es éste un buen orden económico?

En tan tremenda desgracia ha caído la ayer próspera y pujante Argentina, a pesar del monitoreo del Fondo y, en parte, también por culpa de ese madrinaje. Sin embargo, sería cómico que buscáramos allí la raíz de sus males, ya que todas las recetas económicas, tan inciertas como esa incierta ciencia, resultarán buenas o malas de acuerdo a la oportunidad en que se apliquen y, naturalmente, si se aplican o no con cordura e inteligencia ¿El justicialismo, con cara de Menem, Puerta o Saá, salvará del naufragio a esa república que fue nuestro estandarte cuando en el extranjero todos éramos sudamericanos y el tango nos hacía lagrimear? Hoy lloramos por ti, Argentina.

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FONDO EDITORIAL PERIODISTICA OIGA
Diario CORREO, 30 diciembre 2001

Canta claro
por FRANCISCO IGARTUA
Algo, que añadir al caso Cipriani  la
libertad de expresión y La Cantuta

Hace unos días volví de un viaje, ni corto ni largo, por el llamado (con razón) mundo desarrollado. Y la primera impresión que me asaltó al llegar fue la pobreza y desorden de nuestro primer aeropuerto, con la cara apenas lavada con pintura de gato, para hundirme de inmediato en la suciedad y el caos, en el infernal tráfago limeño, en la ciudad que un periodista español llamó sin exagerar “la Calcuta de Sudamérica": combis sobrevivientes envueltas en una nube de humo, gritos, bocinazos, autos que quieren adelantar a otros saliéndose de pistas que parecen terreno lunar... Pero peor aún fue horas después, al despertar y leer el periódico y prender la televisión para ponerme al día. Las mismas y diminutas miserias de siempre, pequeñeces que empequeñecen el panorama nacional, aunque también sean retrato de nuestra destartalada realidad.
Lo que sí no sospeché es que, dos días más tarde, estas diminutas pequeñeces llegarían al extremo grotesco de ver al arzobispo de Lima involucrado en los crímenes de La Cantuta, por lo que el ex ministro Bustamante dice haber oído decir a Montesinos.
Sin duda fantasías, pues no resulta coherente que un militar se niegue a cumplir, por razones religiosas, la orden superior de lanzar al mar a los muertos; luego consulte con el obispo de Ayacucho, quien le recomienda denunciar el hecho, avisar a las familias y enterrarlos cristianamente; y termine descuartizando los cadáveres.
Pero este "culebrón", que ha dejado estupefacto al país, no apareció sorpresivamente. Tiene antecedentes. El último lo leí esa madrugada a mi regreso al país. En primera página, con grandes titulares un obispo desmentía al obispo de Lima, afirmando que la Iglesia respeta la independencia del Poder Judicial. Lo que me hizo pensar que monseñor Cipriani, habituado a los deslices verbales, había intentado ejercer su influencia sacerdotal para obligar a los jueces a variar un fallo. Hecho que sin duda sería reprobable. Pero no era así la cosa. El arzobispo Cipriani, al margen de su filiación y de que no sea (como el Opus) bien visto por muchos, había simplemente expresado su simpatía por el señor Chumpitaz y reclamado, con el ánimo de paz, justicia y perdón que predica el último mensaje papal, un pronto fallo para que concluya el calvario que está sufriendo nuestro gran futbolista por una falta que no llega siquiera a pecata minutia. ¿Existirá un país en el que los partidos políticos (y Montesinos era figura preponderante del fujimorismo) no financien la incorporación de celebridades en sus listas electorales?
Se trata, en lo referente a monseñor, de una opinión sobre excesos legales que yo y muchos peruanos compartimos y que no es interferencia alguna en el lento proceso judicial que se les sigue a Chumpitaz y a otros. Lo que sí resulta intento de interferir en la libertad de expresión ciudadana es el tono amenazante empleado por algunos jueces y fiscales para replicar al opinante. Pues así como el Poder Judicial tiene su jurisdicción, que nadie pone en entredicho, los ciudadanos tenemos el derecho constitucional a opinar como nos dé la gana sobre cualquiera de los poderes del Estado. Eso es democracia, ya que sin libertad de expresión aquella resultaría siendo una farsa.
Es de esperar que la citación judicial hecha a monseñor Cipriani nada tenga que ver con esas amenazas, aunque no deje de extrañar que, justo ahora, vuelva a tocarse el tema de los delitos de lesa humanidad cometidos por Fujimori. Y que la acusación al ex presidente vuelva a plantearse, como antes, sin seriedad alguna. Sin ánimo de usar las pruebas reales que lo condenan.
Así como el Poder Judicial se interesa, de acuerdo a ley, por investigar lo que un testigo dice sobre una presunta participación indirecta del arzobispo de Lima en los asesinatos de La Cantuta, yo vuelvo a hacer, por enésima vez, la siguiente pregunta: ¿Por qué el gobierno, la Fiscalía y el Poder Judicial no toman en cuenta las pruebas que sí evidencian la culpa de Fujimori en esos crímenes?... Lo hago porque, sin tomar en cuenta esas probanzas, la acusación montada contra él por delitos de lesa humanidad es puro fuego de artificios judiciales, en los que se ha envuelto a monseñor Cipriani. Se trata de pruebas que he exhibido hasta el cansancio, inútilmente, y que he entregado a políticos y funcionarios judiciales, también en vano. Se trata de pruebas reales, firmadas, que el Poder Judicial no toma en cuenta.
Son tres documentos firmados por Fujimori insistiendo en un mismo mes (julio de 1991) para que fueran ascendidos todos (con jefes y pichilingues y rivas incluidos) los miembros del llamado después Grupo Colina, por "trabajos especiales" realizados en las universidades del país. Esto ocurría poco después de que fueran asesinados 61 estudiantes de la Universidad de Huancayo, asesinatos que sí son vinculantes, hasta para un lego en derecho, con los crímenes de La Cantuta y Barrios Altos. Son documentos bastante más elocuentes de lo que pueda decir sobre La Cantuta el arzobispo Cipriani, a quien sorprendentemente se le ha citado como testigo luego de opinar a favor de Chumpitaz ¿Quién protege a Fujimori y por qué lo hace?

Fuente:
FONDO EDITORIAL PERIODISTICA OIGA
Diario CORREO, 31 de agosto de 2002