¿Por qué la marca Oiga no se vende?
Lino Bolaños
Eran los primeros días de setiembre de 1995. La revista Oiga daba pérdidas mes tras mes, debido al acoso que sobre ella ejercía el gobierno de Alberto Fujimori, a través de su representante Vladimiro Montesinos. Obligación de realizar pagos adelantados de IGV, desde el momento de la facturación, aunque el pago no se realizara, persecución de la SUNAT, llamadas amenazantes a los auspiciadores, hacían imposible el desarrollo económico y financiero de la revista.
Sin embargo, Oiga no había cedido un ápice de su posición principista en defensa de la democracia y del estado de derecho. Nada podía ser más amargo para ese gobierno inescrupuloso, que se hubiera denunciado y publicado el Plan Verde, elaborado por el ejército y cumplido al pie de la letra por una maquinaria arrolladora. Un plan que incluía la disolución del parlamento, el apresamiento de los diputados y senadores, el silencio de los medios de comunicación, con fechas determinadas, hechos puntuales y estrategias definidas, que les daba el poder sin ninguna restricción.
Nada podía amargar más a ese gobierno totalitario, que aquella voz insobornable que se alzaba semana a semana para denunciar los atropellos y jugarretas del gobierno más corrupto de la historia del Perú.
Nada podía molestar más a ese gobierno, acostumbrado a comprar conciencias a punta de fajos de billetes, que un semanario indócil e incorruptible, mostrara la verdadera esencia y naturaleza de sus acciones.
Pero, al fin, el acoso permanente, terminó por hacer imposible la continuación de una revista que, a lo largo de su historia, había enfrentado dictaduras férreas, gobiernos absurdos y amenazas terroristas.
Agobiado por las deudas y con el compromiso de cumplir con los pagos de liquidación a todos los trabajadores, a Paco Igartua, no le quedó más remedio que cerrar la revista y vender la marca a sus enemigos políticos - muchos de ellos, hoy en la cárcel - quienes deben haberse regocijado y brindado con champagne.
- Algún día recuperaremos Oiga, don Paco. – dijo Jhon Bazán. – Es una promesa.
- Lo sé, - dijo él. – Sé que lo harás.
Allí comenzó una nueva etapa. El objetivo inicial era recuperar la marca y, si se diera el caso, volver a editarla algún día, solo si fuera posible mantener el espíritu principista y visionario que su fundador le había impreso a lo largo de los años. Luego vino la enfermedad de Paco y su fallecimiento.
Muchas amenazas, atentados, debió enfrentar Jhon Bazán para al fin, un 14 de marzo del año 2008, registrar la marca en Indecopi.
A partir de ese momento, han sido muchos los intentos de compra de diversos grupos empresariales y editoriales. Ofertas millonarias que harían abrir los ojos a aquellos para quienes el dinero es suprema deidad, han sido rechazadas una y otra vez, para que no se pierda jamás el valor histórico de compromiso con la democracia y con la verdad que Francisco Igartua le imprimió siempre.
Allá están como prueba irrefutable de ese compromiso, el libro “Francisco Igartua, Oiga y una pasión quijotesca”. Está también el premio Francisco Igartua Rovira, destinado a los ciudadanos que hayan tenido una vida y una obra destacadas en defensa de la democracia y del estado de derecho.
Oiga está más viva que nunca. Lo testimonian las innumerables propuestas que siguen llegando para la compra de un logo que representa una de los mejores ejemplos en el Perú de periodismo transparente y comprometido con el país. Lo testimonian los factores que hacen posible, que de vez en vez, sucedan acontecimientos que la mantienen vigente. Y Paco Igartua está presente en esta nueva etapa de Oiga, desde aquella dimensión a la que solo acceden los hombres justos.