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DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA

DORIS GIBSON PARRA Y FRANCISCO IGARTUA ROVIRA
FRANCISCO IGARTUA CON DORIS GIBSON, PIEZA CLAVE EN LA FUNDACION DE OIGA, EN 1950 CONFUNDARIAN CARETAS.

«También la providencia fue bondadosa conmigo, al haberme permitido -poniendo a parte estos años que acabo de relatar- escribir siempre en periódicos de mi propiedad, sin atadura alguna, tomando los riesgos y las decisiones dictadas por mi conciencia en el tono en que se me iba la pluma, no siempre dentro de la mesura que tanto gusta a la gente limeña. Fundé Caretas y Oiga, aunque ésta tuvo un primer nacimiento en noviembre de 1948, ocasión en la que también conté con la ayuda decisiva de Doris Gibson, mi socia, mi colaboradora, mi compañera, mi sostén en Caretas, que apareció el año 50. Pero éste es asunto que he tocado ampliamente en un ensayo sobre la prensa revisteril que publiqué años atrás y que, quién sabe, reaparezca en esta edición con algunas enmiendas y añadiduras». FRANCISCO IGARTUA - «ANDANZAS DE UN PERIODISTA MÁS DE 50 AÑOS DE LUCHA EN EL PERÚ - OIGA 9 DE NOVIEMBRE DE 1992»

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«Cierra Oiga para no prostituir sus banderas, o sea sus ideales que fueron y son de los peruanos amantes de las libertades cívicas, de la democracia y de la tolerancia, aunque seamos intolerantes contra la corrupción, con el juego sucio de los gobernantes y de sus autoridades. El pecado de la revista, su pecado mayor, fue quien sabe ser intransigente con su verdad» FRANCISCO IGARTUA – «ADIÓS CON LA SATISFACCIÓN DE NO HABER CLAUDICADO», EDITORIAL «ADIÓS AMIGOS Y ENEMIGOS», OIGA 5 DE SEPTIEMBRE DE 1995

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LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU

LIMAKO ARANTZAZU EUZKO ETXEA - CENTRO VASCO PERU
UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO

«Siendo la paz el más difícil y, a la vez, el supremo anhelo de los pueblos, las delegaciones presentes en este Segundo Congreso de las Colectividades Vascas, con la serena perspectiva que da la distancia, respaldan a la sociedad vasca, al Gobierno de Euskadi y a las demás instituciones vascas en su empeño por llevar adelante el proceso de paz ya iniciado y en el que todos estamos comprometidos.» FRANCISCO IGARTUA - TEXTO SOMETIDO A LA APROBACION DE LA ASAMBLEA Y QUE FUE APROBADO POR UNANIMIDAD - VITORIA-GASTEIZ, 27 DE OCTUBRE DE 1999.

«Muchos más ejemplos del particularismo vasco, de la identidad euskaldun, se pueden extraer de la lectura de estos ajados documentos americanos, pero el espacio, tirano del periodismo, me obliga a concluir y lo hago con un reclamo cara al futuro. Identidad significa afirmación de lo propio y no agresión a la otredad, afirmación actualizada-repito actualizada- de tradiciones que enriquecen la salud de los pueblos y naciones y las pluralidades del ser humano. No se hace patria odiando a los otros, cerrándonos, sino integrando al sentir, a la vivencia de la comunidad euskaldun, la pluralidad del ser vasco. Por ejemplo, asumiendo como propio -porque lo es- el pensamiento de las grandes personalidades vascas, incluido el de los que han sido reacios al Bizcaitarrismo como es el caso de Unamuno, Baroja, Maeztu, figuras universales y profundamente vascas, tanto que don Miguel se preciaba de serlo afirmando «y yo lo soy puro, por los dieciséis costados». Lo decía con el mismo espíritu con el que los vascos en 1612, comenzaban a reunirse en Euskaletxeak aquí en América» - FRANCISCO IGARTUA - AMERICA Y LAS EUSKALETXEAK - EUSKONEWS & MEDIA 72.ZBK 24-31 DE MARZO 2000

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viernes, 11 de mayo de 2012

COFRADIA DE NUESTRA SEÑORA DE ARANZAZU DE LIMA 1612-2012

Anuario de la historia de la Iglesia

Universidad de Navarra

ahig@unav.es

ISSN: 1133-0104

ESPAÑA

2004

C.J. Alejos

RESEÑA DE “FRAY PEDRO DE BARDECI, SIERVO DE DIOS” DE JUAN ROVEGNO SUAREZ

Anuario de Historia de la Iglesia, año/vol. XIII

Universidad de Navarra

Pamplona, España

pp. 498-499

Juan Rovegno Suarez. Fray Pedro de Bardeci, Siervo de Dios, Impreso en los talleres J.M. Impresor, Santiago de Chile, 2003, 160 pp. Mas 4 ilustraciones.

Este libro forma parte de la conmemoración de los 450 años de la llegada de los franciscanos a Chile, en 1553. Está dividido en seis capítulos, precedidos por una presentación del autor, que es el Vicepostulador de la causa de beatificación de este franciscano. Cada capítulo tiene su respectivo marco histórico e incluye los testimonios autobiográficos, biográficos y procesales, así como los documentos que avalan lo anterior.

El primero es un estudio de la ciudad de Orduña (Vizcaya), la familia de los Bardeci y nacimiento del Siervo de Dios en 1641; el segundo abarca los años de formación hasta su viaje a México, a donde llega en 1661; en el tercero se desarrolla la vida espiritual del Siervo de Dios como mercante y marinero, trabajos que abandona por considerarlos deshonestos y su búsqueda de una vida de mayor perfección. El cuarto describe sus viajes y su paso en el Alto Perú (1674), donde trabajo como minero, hasta Chile donde ingresa en la Recoleta franciscana en 1675. El quinto se preocupa de la vida religiosa de fray Pedro: virtudes, dones sobrenaturales y fenómenos místicos. En el sexto se relata su muerte el 12 de septiembre de 1700, funerales y sepultura; además de la fama de santidad que perdura hasta nuestros días.

En esta edición se completa con la relación de los documentos que se encuentran en Roma (Archivo Secreto Vaticano, y Archivo de la Postulación General OFM); Chile (Archivo de la Provincia Franciscana de la Santísima Trinidad de Chile y Archivo Nacional); Perú (Archivo Provincial Descalzos); y España: Orduña (Archivo de la Parroquia de Santa María, Archivo del Ayuntamiento), Sevilla (Archivo General de Indias) y Bilbao (Archivo Histórico Provincial de Vizcaya). Además se aportan unas fotografías y grabados de gran calidad, de fray Pedro de Bardeci. En la contraportada se reproduce la oración de petición por la glorificación de fray Pedro.

C. J. Alejos

COFRADIA DE NUESTRA SEÑORA DE ARANZAZU DE LIMA 1612-2012

Euskonews

Kosmopolita

Fernando Belaunde Terry, un hombre superior

Francisco IGARTUA

Introducción de Jhon Bazán

El próximo 7 de octubre se cumplirá el primer centenario del nacimiento de Fernando Belaunde Terry, descendiente de una antigua familia de origen vasco en el Perú. Su muerte, ocurrida el 4 de junio de 2002, no sólo conmovió a la ciudadanía sino que hoy, once años después, su ausencia nos sigue doliendo. Este señorial político que supo ubicarse en su tiempo y situar al Perú en un escenario mundial dominado por la guerra fría y la lucha ideológica entre el capitalismo y comunismo, por el pensamiento cepaliano y la crisis de la deuda externa, brilló por su honradez y agudo olfato, por la prudencia y capacidad creativa, como lo demuestra la enorme obra pública diseminada en todo el territorio nacional, y por su respeto escrupuloso a la libertad de expresión y la tolerancia.

Pocos dignatarios como él han dejado huellas tan profundamente marcadas en la conciencia nacional. Pocos hombres como él se empinaron desde una brillante carrera profesional y la cátedra universitaria hasta una diputación por Lima, y desde el elevado cargo de Presidente de la República (1963-1968 y 1980-1985) hasta la de Senador vitalicio (1985-1992). Este último cargo, creado por la Constitución Política de 1979, fue abolido por la Constitución Política de 1992, impuesta por la dictadura fujimorista.

Su vida es un ejemplo para todos los peruanos, su obra un libro abierto para maestros universitarios y gobernantes, y para todo aquel que decida incursionar en la vida política.

Quizá ha llegado el momento de estudiar y analizar su obra, con la claridad y el desapasionamiento que da el paso de los años, su pensamiento político y el por qué de su entrañable amor al Perú. Fernando Belaunde es, probablemente, uno de los hombres que más y mejor conoció al Perú. Desde las áridas costas hasta los valles y cumbres nevadas de la sierra, desde el inmenso mar de Miguel Grau hasta la ubérrima región selvática con la cual mantuvo un enamoramiento de más de medio siglo.

De no ser por su partida inexorable, su visión de estadista seguiría siendo una luz que ayudase a encontrar el camino correcto en medio de la confusión en la que muchas veces suelen ingresar nuestros débiles gobiernos democráticos.

Hoy que numerosos jóvenes expresan su desazón por la política y los políticos, deberían saber que existieron y existen políticos que trascienden su época, como Fernando Belaunde Terry, uno de los actores más relevantes de la historia política del Perú de las últimas seis décadas, a la que ingresó a los 32 años al salir elegido, en 1945, miembro del Congreso al que se presentó como independiente. Luego, tras el golpe de Estado de Manuel A. Odría, en 1948, se alejó de la política para abrazar la docencia universitaria y en 1956 asumió el liderazgo del Frente Nacional de la Juventud Democrática, movimiento que dio origen al partido Acción Popular que lo llevó dos veces a la primera magistratura del país.

Como homenaje a su memoria, recojo el artículo del periodista de origen vasco Francisco Igartua, titulado “Belaunde y una esperanza traicionada” publicado en el diario “Correo”, de la ciudad de Lima, tras el sensible fallecimiento del ilustre estadista:

Belaunde y una esperanza traicionada

Por Francisco Igartua

Qué podré añadir yo al torrente de elogios que se le han rendido en estos días a Fernando Belaunde Terry? Por lo pronto, añadir que el “arquitecto del nuevo Perú” (que así era anunciado por Miguel Cruchaga en los mítines de los años 50) fue un encendido conductor de multitudes a las que nunca empujó al desborde, porque repugnaba la anarquía y porque, a la vez, era un estadista de gran talla, con aguda visión de futuro y maneras respetuosas y elegantes de gran señor. Nunca insultó a sus adversarios, a quienes jamás trató como enemigos, a lo más los instó a no cometer “el acto impío del suicidio”, consciente de que los excesos políticos conducen a la destrucción de la democracia. Tampoco se le escapaba un exabrupto (creo que ni siquiera en privado), sabiendo que una palabra inconveniente puede desatar tempestades. Sabía escuchar como si no oyera y luego insinuar su parecer con un gesto en la mirada. Gesto que podía ser deseo a cumplirse.

Desde las épocas de Bustamante y Rivero

No seguiré, sin embargo, enumerando sus virtudes porque, repito, muchos lo han hecho antes con mayor autoridad que yo, apenas un testigo (sin compromiso partidario) de la vida política de Fernando Belaunde, desde los tiempos del “Frente Democrático” que llevó a la presidencia a don José Luis Bustamante y Rivero, quien (con Piérola y Fernando Belaunde) completa el trío de abanderados de la democracia, de la moderación y del afán político unitario en el Perú del siglo XX. Me había iniciado yo como periodista en Jornada, el periódico que sería luego vocero del “Frente” que llevaría a Fernando Belaunde al Parlamento. En esas circunstancias lo conocí y me sorprendió la fuerte inquietud social que lo había conducido, escandalizando a la reaccionaria sociedad limeña, a acercarse a los “apestosos” apristas. Sin embargo, el carácter sectario del partido de Haya hizo que Belaunde organizara un grupo independiente dentro del “Frente”. Tiempo después, en el largo batallar contra la dictadura de Odría (batallas en las que Caretas fue adalid), siempre vi a Belaúnde en primera fila, alentando un Perú unido, en el que los partidos no se excluyeran unos a otros (la derecha acusaba a Haya del asesinato de Pancho Graña) y, más bien, manteniendo sus diferencias, contribuyeran unidos a la modernización económica y social del país. O sea, reclamando una democracia real.

Esta idea central y persistente es el gran legado de Fernando Belaunde, quien no se nos ha ido. Ha habido un simple tránsito de su vida corporal a la vida espiritual del Perú, desde donde nos exige esa unidad (dentro de normales discrepancias democráticas) que él quiso lograr y no se lo permitieron las menudas rencillas personales, los fanáticos dogmatismos y los odios irracionales que en estos días, igual que siempre, impiden que se puedan pactar entre todos los partidos, sin exclusiones ni insultos, metas concertadas de gobernabilidad. Las discriminaciones de hoy, más del gobierno que de la oposición, traicionan el mensaje de Belaunde y hacen que los elogios que se le rinden resulten fariseos.

Una anécdota reveladora

Para explicar cuál era el pensamiento de Femando Belaunde sobre la necesaria concertación para lograr que el Perú crezca y se desarrolle, valga el relato de un hecho histórico: En 1963, oficializados los resultados electorales, era evidente que Acción Popular tendría dificultades para gobernar, pues no contaría con mayoría parlamentaria. Esto hizo que algunos dirigentes belaundistas creyeran descubrir la solución en una vieja varita mágica política, ya que entre los elegidos por el odriísmo no faltaban diputados y senadores dispuestos a pasarse al lado gubernamental, a cambio de algunas gollerías. Por ejemplo, había quien se contentaba con que su negocio de juguetes fuera considerado en las compras oficiales de Navidad... La pesca estuvo hecha... Pero Belaunde puso su indignación en el cielo: él había llegado a la presidencia para corregir las corruptelas del pasado y no para perpetuadas. Más bien, lo que se propuso el presidente electo fue plantearles a Odría y Haya la necesidad de que el país ingresara a una etapa civilizada y moderna, con un partido conservador (el Odriísmo), otro de izquierda (el APRA) y uno de centro (AP), sin quitar espacios a las minorías en esa gran concertación. Su propósito era lograr lo que en el 63 el Perú necesitaba y ahora requiere con urgencia: un concreto acuerdo de gobernabilidad.

Yo estuve el día de la respuesta odriísta en Inca Ripac 100, la entonces hermosa residencia de Belaunde, y descubrí allí el extraordinario temple político del arquitecto. Mi curiosidad de periodista, aprovechando la amistad de la casa, me llevó hasta la puerta de la sala donde se desarrollaba la reunión. Asomé la nariz y vi a Belaunde saliendo abatido, desencajado, derrotado. Me hice a un lado. Y salió al corredor radiante, victorioso, muy aplomado. Evidentemente había naufragado su propuesta, pero no podía desalentar el ánimo de sus partidarios que lo esperaban en el jardín.

No faltan quienes lo detestan

Así era en su vida terrena Femando Belaunde Terry, el presidente que modernizó el Estado peruano, dio impulso a la clase media (pilar del desarrollo integral), designó en los años sesenta el 20% del presupuesto para la educación y tuvo la visionaria idea continental de la Marginal, integrada a vías terrestres y fluviales que son “pan para el pueblo”.

No le faltan, sin embargo, detractores, gente que lo detesta y sólo le encuentra defectos. Tienen éstos derecho a pensar así y otros (sin negar que muchas veces se equivocó) tenemos el derecho de recordar con cariño al presidente que ingresó a la política con una gran residencia y terminó en un modesto departamento de una zona populosa de San Isidro, pero no por fracasado sino por haber logrado ser erigido en limpio guía patriarcal del Perú que él soñó y todos anhelamos, aunque sin el amor, la convicción y la tenacidad que él tuvo para despertar esa esperanza de unidad siempre traicionada.

Archivo revista Oiga: Diario “Correo” de Lima, columna “Canta Claro”, del 5 de junio de 2002

viernes, 4 de mayo de 2012

COFRADIA DE NUESTRA SEÑORA DE ARANZAZU DE LIMA 1612-2012


Pedro Bardeci Aguinaco

Misionero. Nació en Orduña el 6 de abril de 1641. En su juventud, se dedica en México a los negocios temporales. En Potosí recibe una confidencia de la Virgen, que le llama a su servicio, invitándole a pasar a Santiago de Chile, donde vistió el hábito franciscano el 7 de septiembre de 1667. Ejerció los oficios de sacristán y de recolector de limosnas de puerta en puerta. En la portería del convento se distinguió por las atenciones a los miserables, realizando milagros a favor de ellos. Falleció el 12 de septiembre de 1700, en auténtico olor de santidad por su generosa vida franciscana, sumamente parecida a la del Pobrecillo de Asís. La Audiencia de Chile había escrito un valioso testimonio al Consejo de Indias, en 1.° de abril de 1726, en el que pedía la canonización de Bardeci, porque «habiendo florecido en aquella ciudad, con insignes obras de virtud y santidad, el venerable varón fray Pedro de Bardesi, religioso lego descalzo del orden del seráfico Padre San Francisco, que algunos de aquellos ministros le conocieron y experimentaron en vida con universales créditos en todas aquellas partes de su religión y demás hechos heroicos, que Dios Nuestro Señor por sus altísimas disposiciones ha querido calificar con muchos milagros después de su muerte... »·. Su Causa de Beatificación se tramita En Roma.

Teófilo de ARBEIZA.

Tres biógrafos han narrado su vida: J. Gandarillas en 1900, B. Salazar en 1931 y G. R. Asaiza en 1950.

Antonio BENGOECHEA.

domingo, 29 de abril de 2012

ALFONSO GRADOS BERTORINI IN MEMORIAM

La última entrevista a un maestro

GRADOS DE SABIDURIA

La última entrevista que concedió el Dr. Alfonso Grados Bertorini, fue a un estudiante universitario. Le sirvió al joven para cumplir un trabajo propio de sus estudios. Es un buen reportaje, inédito, que tiene el valor de constituir un fiel testimonio del notable personaje de la política y el periodismo peruano, sobre su vida y sus inquietudes sociales. Protagonista del siglo XX, don Alfonso se confiesa aquí ante la generación del siglo XXI. Hemos respetado el título que el estudiante puso entonces a su trabajo.

Por José Alonso Rodríguez R.

Minutos después de abrirme la puerta de su hogar, el doctor Alfonso Grados Bertorini me mostraría su biblioteca personal de más de cuatro mil libros, cuya clasificación y organización lo ha tenido ocupado las últimas semanas. Ha decidido donar una gran parte de los libros que no usa y que no son demasiado especiales como para quedárselos o dárselos a su hijo.

A pesar de que en los últimos años lleva una vida tranquila, alejado de la intensa dedicación que ponía en cada labor que desempeñó, todavía está muy atento al acontecer nacional y mundial y es constantemente requerido para asesorar tanto a ministros como a presidentes. Y es que ocupar cargos como director del diario “La Prensa”, presidente de la Federación de Periodistas del Perú, presidente de la asamblea de la OIT (Organización Mundial de Trabajo), director del BID, ministro de trabajo, embajador, congresista, entre otros, han dotado al doctor Grados de una inigualable experiencia en diferentes campos.

¿Usted es originario de Pisco, verdad? ¿Cómo fue vivir en una provincia tan cercana a Lima en su tiempo?

Yo soy provinciano a pesar de que solo viví en Pisco diez años, porque me trasladaron a Lima por esfuerzo de mi familia. Lo hicieron porque tenían en mí expectativas mayores y en Pisco no había colegio secundario. La mayoría de los pequeños se quedaban con la primaria, la minoría era enviada a Ica o Lima. Entonces este era el Perú que yo conocía, Pisco lo era todo. Las provincias se quejaban del centralismo de Lima que lo decidía todo. La vida en mi pueblo era modesta pero los niños ricos recibían juguetes de navidad que venían por el puerto desde Alemania.

Estudió usted derecho en San Marcos, pero terminó primero siendo periodista.

El periodismo es el signo por el cual me conoce la gente. Para mí quien me descubre el Perú, fue el colegio Guadalupe. Gran colegio nacional a donde venían jóvenes provincianos de todo el país. Y yo conocía el Perú a través de ellos, de sus dichos y sus acentos, de los cuentos provincianos. Ahí conocí la diversidad del Perú. Esto te demuestra cómo es que yo he vivido la vida con mi vinculación en esta apertura a una realidad nueva que me llevó luego al periodismo para expresar aquellos ideales de un país más amplio.

¿Cuál le parece que es la principal cualidad del periodista?

Mira, yo empecé a trabajar como periodista cuando recibí el llamado de Pedro Beltrán, me dijo que estaba formando un grupo de jóvenes estudiantes para hacer de “La Prensa” un nuevo diario. Beltrán tenía una idea clara del nuevo rol del periodismo, consistente en separar la información con toda la verdad, de la opinión del periódico. Y me elige para ser director de informaciones. Él siempre me habló de lo respetable de cualquier posición política y social que tenga un periodista, siempre y cuando ponga por delante la información. Entonces cuando me recluta él me dice “cuando le digan a usted que van a hablar con Pedro Beltrán sobre lo que ha publicado el diario, mándelos a la mierda” (risas).

La primera lección que tuve fue esa. Que el periodista no es un sirviente de la empresa. Y eso se cumplió rigurosamente en “La Prensa” que dirigí por diez años. Este diario cumplía la forma idea de saber separar la información de las opiniones. Y nunca usar la información tendenciosamente.

¿Le parece que no se cumple eso actualmente?

Con el tiempo tú habrás visto, desde que ya tienes acceso a las virtudes y defectos de los periódicos, que eso ya no existe prácticamente. Tiene que haber en el ejercicio del periodismo un equilibrio entre el derecho y el deber. El deber acompaña al derecho. “Tengo derecho a la libertad de expresión”, cierto. Pero ¿Cuál es tu deber? Decir las cosas como han sucedido, saber hacer uso de esa libertad de expresión. Ni evitar noticias, ni acomodarlas a los intereses propios o ajenos. Esa es la gran lección. Actualmente todo está permitido…

¿Y cómo se arregla esto?

Bueno, tiene que haber un acuerdo entre la empresa y el periodista. Tiene que haber reglas de juego. Tener reglamentos éticos que se cumplan. Y haber un autocontrol permanente.

¿Y qué pasa con los nuevos medios de comunicación creados por la tecnología? ¿Quién controla la información que nos trae el internet?

Ese es un gran problema. La universalización de la comunicación es positiva, pero imposibilita la identificación de un responsable de una falta periodística, como sucede en los medios organizados. ¿Cómo se hace si la revolución tecnológica libera de cualquier posibilidad de control a la gran cantidad de medios electrónicos muchas veces más vistos que los mismos canales de televisión?

¿Le parece que estos nuevos medios dan sobre-libertad de expresión a las personas?

Te respondo con una pregunta ¿Cómo se hace para confrontar la gran maravilla que es el mundo moderno, un mundo abierto, de concordancias y de despojo de prejuicios históricos, con el abuso que de él se hace? Esa es mi gran incógnita. ¿Cómo organizamos el mundo para que la idea de la responsabilidad de las propias personas que disfrutan la libertad llegue a tener una posibilidad de coordinación y concertación?.

¿Por qué dejó usted de ejercer el periodismo?

Yo llegué a tomar conciencia clara de que en la medida que Beltrán entraba en el escenario político, sea como Primer Ministro y Ministro de Hacienda o buscando incluso una candidatura presidencial, la gente que estaba a su alrededor iba a presionar sobre el diario para beneficiarlo sobre los demás. Era un abuso de mi parte pretender quedarme dirigiendo “La Prensa”. Y aun confiado en que él nunca me lo iba a pedir, yo decidí renunciar sin que él se entere. Cuando se enteró, yo ya estaba afuera. En ese momento se forma el BID (Banco Interamericano de Desarrollo) y Felipe Herrera que acababa de ser nombrado presidente del banco, me propone irme como Director de Informaciones a Washington. Y así, el destino quiso que trabaje veinte años en ese banco no solo en ese cargo, sino luego ejerciendo mi carrera de derecho y desarrollando ideas de concertación social.

Pero luego se vuelve a Perú a ser figura política.

Luego Belaunde en 1968 me mandó a llamar a palacio en una de las visitas que tuve como parte del BID a Lima y me ofrece el cargo de ministro de trabajo. Yo llamé Washington. Todos me decían allí “pero para qué va a aceptar usted, si el golpe es inminente”. Yo respondía “precisamente, por eso. Si me necesitan en este momento de dificultad, ahí estaré”. Y efectivamente, el golpe de estado se produjo un día después de mi juramentación como ministro de Estado.

¿Y usted fue arrestado?

Sí, claro, producido el golpe yo fui de la idea de juntarnos en la Cancillería para que nos metan presos de día, delante de la prensa y con revuelo noticioso mundial.

Usted fue popular inicialmente, como periodista, por sus columnas deportivas, que nunca volvió a escribir.

“Toribio Gol” solo ha escrito dos veces desde que dejé de trabajar en “La Prensa”. La primera vez fue cuando yo estaba en Buenos Aires y me llamaron para decirme que todos los jugadores de Alianza, murieron en un accidente aéreo en Ventanilla. Sentí la necesidad de escribir y “El Gráfico” de Argentina me dio una página entera. Por ahí tengo la revista, ellos le pusieron “Escrito por Toribio Gol” y abajo dice “Toribio Gol es el Embajador de Perú en Argentina” (risas). La segunda y última vez fue tras la muerte de Alberto Terry, porque cuando estaba muchacho y era gran jugador vio un artículo que yo escribí para otro jugador y me dijo “don Toribio, cuando va a escribir así para mí que sea tan bonito” (risas). Entonces cuando me enteré de su muerte. En donde estaba me puse a escribir la columna que titulé “Esta es la columna que te prometí Toto”.

Ha sido periodista, abogado laboralista, funcionario internacional, estadista, diplomático ¿Cuál de estas diferentes áreas en las que se desempeñó le causó mayores satisfacciones?

Más satisfacciones me ha dado el periodismo. De eso me enorgullezco. Cuando voy a cualquier parte, soy periodista antes que nada. Y eso que no ejerzo como medio de vida desde 1960 y no tengo título alguno en periodismo. No había escuelas de periodismo todavía.

¿Cuál de todos los cargos importantes que usted ha ejercido es el que recuerda más?

Ministro de Trabajo, en el segundo gobierno de Belaúnde. En materia laboral revolucioné el Perú, con la concertación social. ¡Qué bueno que preguntas esto! Mira lo que me llegó hoy (abre un sobre de “Apoyo” y muestra los documentos adentro y lee) “Encuesta de poder de 1981 y 1982 en el Perú”. Lee aquí, Alfonso Grados, cuarto puesto. Armando Villanueva estaba noveno, Genaro Delgado Parker era el décimo, Dionisio Romero, sexto; Kuczinski, octavo. ¿Qué tenía yo para estar tan bien ubicado? La concertación. El sentido que le di a esto, lleva estos resultados… (Continúa mostrando) Aquí, mira, ministros más importantes: economía y finanzas, guerra y trabajo. No lo muestro por honor, que lo es para mí, sino para que te des una idea cómo me gustaba esto a mí. Yo me iba a parar las huelgas más importantes que no eran pocas, iba a donde sea a conversar con cada parte. Claro, ese tiempo el diálogo todavía era importante.

Usted ha estado inmerso en el mundo político por mucho tiempo. Mucha gente dice que la política peruana es frustrante ¿Esta Ud. de acuerdo?

Bueno, la política es una permanente frustración. Siempre hay una brecha entre el ideal que persigues y lo que realmente logras. Como político he sufrido frustraciones, pero estoy satisfecho, por ejemplo, de lo que hice en el Ministerio de Trabajo. Y ahí creé la Comisión de Trabajo formada por trabajadores, empresarios y el Estado, encargándose de discutir previamente las futuras leyes laborales. Podía yo no seguir esos pasos si quería, pero había participación social. Cuando me fui eso se fue extinguiendo hasta que con Fujimori desapareció totalmente.

El político tiene que entender que no siempre lo que plantea puede conseguirlo a plenitud. La política es el arte de lo posible.

Finalmente, dígame, con una vida profesional tan activa y ocupante como la que ha llevado ¿Cómo ha podido mantener la armonía entre el trabajo y la familia en el hogar?

Por mi mujer, que es una maravilla. Tengo la suerte inmensa de haberme casado con Nella. Nos casamos en 1954, cuando yo estaba en “La Prensa”, con toda la inmersión de tiempo y concentración que eso significaba para mí. Además yo tenía, entonces, a mi cargo a mis hermanas menores y no podía casarme hasta que ellas crezcan y se casen primero. Por eso Nella, cuando digo que llevamos 54 años de casados, ella dice ¡Y diez de enamorados! (risas). Con esta mujer estupenda, he tenido el apoyo necesario en todo lo que emprendí. Yo sin Nella no hubiera tenido ninguna de las realizaciones que a ti te digo. También ha sido mi compañera en mis frustraciones. He tenido grandes momentos de tensión y hasta depresión. Eso solo lo sabemos ella y yo.

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Texto recibido por cortesía del periodista Luis Guerrero Uchuya, que en esa época era Presidente de la Comunidad Industrial de La Prensa, Director de Informaciones.