Mr. H. G. Wells, el novelista inglés, nos es profundamente
simpático por lo mismo que es antipático a casi todos los idiotas. Y aquí
conviene que definamos esto de idiota -en griego: hombre particular, o privado-
diciendo que es el que no tiene más que sentido común, el que no discurre más
que con lugares comunes y que por tanto odia las paradojas. Mr. Wells forjó
paradojas y hace luego juegos malabares, malabariza con ellas, y cuando, al
fin, esas paradojas han logrado entrar en el sentido común de los idiotas,
éstos las convierten en lugares comunes, las clasifican y etiquetan y las meten
en unas cajitas donde las tienen guardadas para enseñárselas a sus hijos.
A Mr. Wells le preguntaron por los seis más grandes hombres
de las historia y en vez de mandarle a paseo al humorista -o caso idiota, si
tomaba la pregunta en serio- que se lo preguntó, contestó diciendo que eran
Cristo, Buda, Aristóteles, Asoka, Roger Bacon y Lincoln. ¿Verdad que es
divertido? Y ello ha servido, por lo menos, para que muchos se hayan
preguntado: "¿y quién fue Asoka?" Lo cual, lector, debe importarnos
muy poco. Dejemos, pues a Asoka.
Esta divertidísima, humorística y paradójica respuesta de
Wells a una pregunta divertidísima, humorística y paradójica ha dado motivo a
que otros escritores hayan terciado y escrito cosas bastante divertidas
también. Y Wells, a su vez, ha replicado y al replicar se ha metido con
Shakespeare. Que en Inglaterra es peor acaso que meterse con Cristo y tan grave
como meterse con Cervantes. ¡No siendo los cervantistas que se meten con él a
cada paso y le dejan al pobre!... Pero lo que no se le ha ocurrido a Wells, y
eso que es ocurrente, es si Buda no es creación de algún Shakespeare indio, si
tiene más realidad histórica que Hamlet, como Aquiles creación de Homero o de
quien sea, y el mismo Cristo, según algunos... impíos ¡claro! creación poética,
mito, de alguna comunidad judía.
Y cuenta que al decir que acaso Buda no tenga más realidad
histórica que Hamlet no es que se la neguemos, sino todo lo contrario. Los que
conocen nuestra filosofía de la historia -"anch´io sono pittore"-
expuesta en nuestra Vida de Don Quijote y Sancho -cuya tercera edición acaba de
publicarse- saben que creemos que Don Quijote y Sancho tienen más realidad
histórica que Miguel de Cervantes Saavedra -y más que la del que esto escribe-
y que lejos de ser éste, Cervantes, el que creó a aquéllos, son ellos los que
crearon a Cervantes. Y vamos a emprender una campaña para que se canonice a Don
Quijote, haciéndole San Quijote de la Mancha. Y si la Iglesia Romana, que ha
canonizado a no pocos sujetos poéticos de menos realidad histórica que Don
Quijote, se opusiera a ello, podría ser llegado el momento del cisma y de
constituir la Iglesia Católica -es decir, Universal- Española, Quijotesca.
Hay quienes viven en un mundo de hielo, de agua sólida o
congelada, con nubes, o sea agua en estado nebuloso y a las veces vapor, encima
entre el documento histórico y la pseudo leyenda. Y estos tales no se dan
cuenta del agua líquida, fluyendo de los ríos y arroyos que arrastran témpanos
y de donde brota bruma. No tienen sentido histórico.
Si al que esto escribe se le preguntara por los seis más
grandes hombres de la historia española, sabría responder, pero obligado a
ello, no omitiría Don Quijote, Sancho Panza, Segismundo, Don Juan Tenorio,
Pedro Crespo, San Isidro Labrador y... ya van seis y es lástima que no quepan
el Cid, Pizarro, Prim y otros mitos más.
Dicen que Simón Bolívar -¡otro mito!- solía decir que los
tres grandes majaderos de la historia habían sido Cristo, Don Quijote y él,
Bolívar. Y teniendo en cuenta que majadero es un instrumento para majar,
resulta que el dicho, por más que a un cristiano irreverente pueda parecerle
irreverente, no está mal, pues ¡cuidado con lo que majaron Cristo, Don Quijote
y Bolívar!
Y una de las cosas que prueban mejor la genialidad paradójica
-aunque de no ser paradójica no sería genialidad- de Bolívar, es que se puso al
lado de dos a quienes él debía de creer míticos, pues Bolívar, que habría leído
a Volney, no estaría muy seguro de la realidad histórica del Cristo al modo que
la entienden los idiotas.
No hace mucho que un amigo nuestro que acababa de leer la
formidable novela de Emilia Brontë, titulada Wuthering heights -traducida y
publicada recientemente en español con el título de Cumbres borrascosas- nos
preguntaba que de dónde pudo sacar a Heathcliff, ese prodigioso ejemplo de
pasión trágica, aquella pobre muchacha, hija de un pobre clérigo, que murió
soltera a los treinta años en un pueblecito inglés. Y le dijimos que Emilia
Brontë sacó esa su tormentosa criatura de donde todo creador las saca, de sí
misma. O más bien que fue Heathcliff el que hizo a Emila Brontë.
Pero es la misma Emilia Brontë la que nos lo dice en el
último hermosísimo poema que escribió. "Oh Dios de mi pecho; todo
poderosa, siempre presente Divinidad! ¡La vida -que en mí tiene descanso- como
yo -vida inmortal- tenemos poder en Ti!... Con amor que mucho abarca tu
espíritu anima los eternos años penetra e incuba arriba, cambia, sostiene,
disuelve, crea y cría. Aunque la tierra y el hombre se fueran y los soles y los
universos dejaran de ser y te quedaras Tú solo, cada existencia existiría en Ti."
La que escribió esto era una creadora, una poeta -mejor que poetisa- y cada
verdadera existencia, cada acción que es pasión, vive en el Creador, así cada
criatura de pasión y de amor como Heatchcliff vive en quien la creó. Y como
Heathcliff vive y vivirá, vive y vivirá Emilia Brontë. Y muy de otro modo que
como se lo figuran los idiotas.
El deán Inge -deán de la catedral anglicana de San Pablo, de
Londres, de quien os hemos ya más de una vez hablado-, dice de esas palabras de
Emilia Brontë moribunda que parecen contener "una verdadera
filosofía" y añade: "Esta concepción de la relación de Dios al mundo
es también la de la Iglesia Católica y ha sido defendida por una larga serie de
filósofos cristianos que no me parecen inferiores en agudeza y penetración a
los más celebrados pensadores modernos desde Spinoza hasta nuestros días".
Pero no estamos muy seguros de que esa concepción de la Brontë "sea la
general en la Iglesia Católica, ni mucho menos. Más se parece a la del propio
deán Inge. Porque los Idiotas de la iglesia -y en ésta como en cualquier otra
congregación los idiotas son los más- los que no tienen más que sentido común,
como carecen de sentido propio y de pasión propia, no pueden concebir, ni menos
sentir, esa especie de inmortalidad. Esa la siente un Heathcliff. Es decir, una
Brontë". Para los idiotas, para los del puro y recto sentido común, no hay
más que una inmortalidad común, una comunidad inmortal. Como no tienen más que
individualidad corpórea, al deshacérseles el cuerpo se les deshace la individualidad.
Y nada pierden.
Vamos a consultar con Bolívar, que ¡claro! sigue viviendo,
nuestro propósito de hacer que la España Máxima canonice a don Quijote. Y no
vayan a creer los semi-idiotas -que son peores que los idiotas puros- que se
trata aquí de nada de espiritismo, ¡no! Para ponernos al habla con Bolívar no
necesitamos espiritismos. Vamos a hablar con él en español claro y recio y no
en ninguna clase de esperanto y vamos a hablar con él a solas, alma a alma, sin
comunidad ambiente que nos estorbe. Y estamos seguros de que aprobará nuestro
proyecto, con la condición ¡claro está! de que luego se le canonice a él
también y le hagamos San Simón Bolívar. Y os aseguramos que ambos, San Quijote
de la Mancha y San Simón Bolívar tendrán más realidad histórica que pueda
tenerla aquel don San Diego Matamoros de que hablaba don Quijote.
(Se admiten adhesiones).
M. Unamuno
Publicado el 15 de abril de 1923 en La Nación de Buenos Aires