ORACION
PARA EL QUINTO DÍA
¡Oh María Madre del Eterno Verbo, más agradable á los divinos ojos que todas las criaturas! ¡Luz del mundo, clara antorcha de los cielos, espejo sin mancha, donde los espíritus angélicos miran sus perfecciones con alegría! ¡Alivio de nuestras miserias, socorro de nuestras necesidades! Como se vio con una doncella que habiendo subido á un árbol á coger fruta, cayó impensadamente sobre una cerradura de estacas que tenia la huerta, y fue tan recio el golpe, que una de ellas se atravesó en el costado de parte á parte: en tal aprieto y angustia te invocó é hizo voto de visitar tu Santuario; con tu invocación se esforzó con mas que varonil aliento, rogando á los circunstantes que acudieron á tal lástima, le sacasen del cuerpo la estaca, con no pequeña compasión le sacaron: en el mismo instante quedó totalmente libre y sana, quedando solamente las señales de la herida para muestra y carácter perpetuo de tau prodigioso milagro. La doncella partió luego a tu Santuario, pregonando por los caminos el milagro sucedido con ella, llevando en la mano para mayor crédito y asombro la estaca, y entrando en tu Santuario te dio las gracias. Yo, Señora, he caído en los lazos del pecado, si vos como Madre no me favoreces y me amparas como á tu devota doncella, no sanaré de los males de que me hallo rodeado. Dadme auxilios para salir de tan lamentable estado, para que caminando por caminos rectos llegue al Santuario de lo gloria. Amén.