ORACION
PARA EL SEPTIMO DIA
¡Oh Divina María, ciudad de refugio, consuelo de atribulados en los mayores aprietos! Como se vio con un peón llamado Miguel, destinado al servicio de la comunidad, que estando sentado sobre un árbol cortando ramas, se deslizó y cayó, al instante que cayó fue invocándote con el dulcísimo título de Virgen de ARANZAZU dando el cuerpo gravísimos golpes en puntas de peñas hasta que cayó al rio: bajaron los religiosos juzgando hallarlo ya muerto, y le hallaron puesto de rodillas con los ojos hacia el Santuario, dándole gracia por tan singular beneficio. Yo, Señora, me he deslizado, no una sino muchas veces por dar gusto á mis apetitos y torrente de iniquidades: favorecedme, que ya te invoco con el dulcísimo nombre de Virgen Santísima de ARANZAZU, confiando de tu maternal amor, ser favorecido y amparado, y saliendo del precipicio de mis culpas cantaré tus alabanzas sin cesar en la gloria. Amén.